José Ananías Zapata Carrasco

Fecha Detención : 16-06-1981
Comuna Detención : Coyhaique
Fecha Asesinato : 16-06-1981
Comuna Asesinato : Coyhaique
Fecha Nacimiento : 11-09-1952
Edad : 28
Lugar Nacimiento : Coyhaique
Estado Civil e Hijos : Soltero
Oficio o Profesión : Obrero agrícola
Nacionalidad : Chilena

Antecedentes del Caso

ZAPATA CARRASCO, JOSE ANANIAS: 28 años, soltero, trabajador agrícola, muerto el 16 de junio de 1981 en Bahía Jara, Chile Chico.

José Ananías Zapata Carrasco murió ese día a las 22:15 horas, en el Hospital de Coyhaique, por una herida de bala en la cabeza de tipo homicida, según se consigna en el Certificado de Defunción.

De acuerdo con lo declarado por familiares, José Zapata fue detenido cerca del mediodía, en una chacra de Bahía Jara, por dos funcionarios de Carabineros de civil, acusado de un supuesto robo de animales. En declaraciones judiciales, testigos presenciales de los hechos señalaron que cuando iban a esposarlo, José Zapata intentó huir. Sus aprehensores, sin previa advertencia, dispararon en su contra, impactándolo por la espalda. Después, uno de los uniformados le disparó nuevamente en la cabeza. Fue trasladado al Hospital de Coyhaique, donde falleció horas más tarde.

En el Juzgado Militar de Coyhaique se inició una investigación judicial, en la que se sometió a proceso a uno de los funcionarios. Sin embargo, posteriormente se sobreseyó temporalmente la causa por estimarse que los hechos no constituían delito.

Considerando los antecedentes reunidos y la investigación realizada por esta Corporación, el Consejo Superior declaró a José Ananías Zapata Carrasco víctima de violación a los derechos humanos por agentes del Estado que hicieron uso irracional de la fuerza.
 

Fuente :Informe de la Corporación

Prensa

El ministro en visita para causas por violaciones a los derechos humandos de Coyhaique, Álvaro Mesa Latorre condenó a 12 años de presidio efectivo al oficial en retiro de Carabineros Fernando Arturo Vidal Varas, en calidad de autor del delito de homicidio calificado de José Ananías Zapata Carrasco, hecho ocurrido en la localidad de Bahía Jara, comuna de Chile Chico, el 16 de junio de 1981.

En la etapa investigativa el ministro Álvaro Mesa logró establecer que la víctima se encontraba en una casa a 17 kilómetros al oeste de Chile Chico, hasta donde llegó un vehículo del cual se bajaron dos policias vestidos de civil, el capitán Fernando Vidal Varas y el sargento Segundo Víctor Schaaf Igor, quienes investigaban un delito de abigeato en el que no aparecía como inculpado José Ananías Zapata Carrasco.

El sargento Schaaf tras hacer señas logró que la víctima saliera de la casa y en ese instante uno de los policías intentó tomarle las manos para esposarlo. José Zapata arrancó hacia donde se encontraba su caballo y cayó gravemente herido por los disparos efectuados por carabineros.

 

Zapata fue trasladado en forma urgente hasta el hospital de la ciudad de Coyhaique, donde falleció a las 22:15 horas. El protocolo de autopsia detalló que "falleció como consecuencia de una herida de bala de tipo homicida, disparada a más de un metro de distancia".

En el aspecto civil, el ministro Mesa Latorre condenó al Fisco a pagar una indemnización de 350 millones de pesos por concepto de daño moral, a familiares de la víctima y además aplicó a Fernando Vidal las accesorias legales de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos.

Fuente :cooperativa.cl 10/3/2020

 

El ministro en visita de la Corte de Apelaciones de Coyhaique Luis Sepúlveda Coronado encabezó la exhumación de los restos de José Ananías Zapata Carrasco, diligencia que se realizó el 19 de abril en el Cementerio Municipal de la comuna de Chile Chico y que se prolongó por 10 horas.

El objetivo del trámite fue encontrar nuevos antecedentes que permitan aclarar la muerte de Ananías Zapata, ya que en la actualidad existe un auto procesamiento de investigación por el homicidio calificado de la causa, en contra del entonces capitán de Carabineros de la Tercera Comisaría de Chile Chico, Fernando Vidal Varas, como autor del delito ocurrido en la localidad de Bahía Jara, Chile Chico, el 16 de junio de 1981.

El ministro Sepúlveda manifestó que “los peritos realizaron un estudio de las piezas óseas, las cuales fueron embaladas y enviadas al Servicio Médico Legal de Santiago, lugar donde serán sometidas a exámenes de ADN para entre otras cosas determinar la identidad de manera exacta”.

En la diligencia acompañaron al ministro Luis Sepúlveda el subprefecto de la Policía de Investigaciones Cristián Lobos Acevedo y el subcomisario Williams Lemus Vergada, ambos pertenecientes a la Brigada investigadora de delitos en contra de los Derechos Humanos, así también peritos planimetristas, fotográficos y balísticos, a los que se sumaron peritos del Servicio Médico Legal de la región. De igual manera estuvo presente una asistente social del programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, quien brindo apoyo a los familiares que presenciaron la diligencia.

Fuente :aquiaysen.worpress.com 25/4/2016

Otra Información

A unos pocos minutos de la frontera con Argentina se encuentra Chile
Chico, un apacible y soleado pueblo de la ribera sur del majestuoso lago
General Carrera. En Aysén, Chile Chico es famoso por su agradable microclima,
similar al de la zona centro sur del país, y por sus fértiles chacras en
las que se dan sabrosas frutas reputadas por su tamaño y dulzor. A principio
de los años 70 el poblado contaba con menos de 2 mil habitantes. Todos se
conocían o estaban emparentados. Luego del 11 de septiembre de 1973 hubo
un quiebre en la vida cotidiana de este pacífico lugar pues entre los vecinos se
propagó el miedo y la desconfianza. Los que ayer eran amigos, al día siguiente
ya no lo eran y se instauró un nuevo orden en que la única autoridad era la
uniformada.
La situación empeoró cuando en noviembre del mismo año aterrizó un
helicóptero cargado de comandos Boinas Negras bajo las órdenes del en ese
entonces capitán Alfredo Nilo Floody, quien años más tarde sería conocido

por crear un centro de inteligencia militar en la región del Bíobío cuya finalidad
era perseguir y aniquilar a los miembros del MIR en la zona.
Los militares se instalaron en la Tercera Comisaría de Chile Chico. El
capitán Nilo portaba una inquisidora lista bajo el brazo, que contenía la
identidad de todos los posibles opositores al régimen. La nómina había sido
elaborada por el Servicio de Inteligencia del Ejército en Coyhaique pues se
formaría un Consejo de Guerra para enjuiciar a los sospechosos de actividades
subversivas.
Los carabineros de Chile Chico fueron los encargados de señalar los domicilios
de los vecinos buscados por los comandos del Ejército. Uno a uno los
individualizados en la lista fueron pasando por las caballerizas de la comisaría
para ser interrogados en medio vejaciones y torturas, para luego ser arrojados
como un trasto inservible a la calle, no sin antes firmar alguna exculpación y
compromiso de no involucrarse en actividades de tendencia política contraria
al gobierno militar. Los pobladores que eran testigos de estos abusos no se
atrevieron a salir a socorrer a sus vecinos convertidos en bultos malheridos.

por crear un centro de inteligencia militar en la región del Bíobío cuya finalidad
era perseguir y aniquilar a los miembros del MIR en la zona.
Los militares se instalaron en la Tercera Comisaría de Chile Chico. El
capitán Nilo portaba una inquisidora lista bajo el brazo, que contenía la
identidad de todos los posibles opositores al régimen. La nómina había sido
elaborada por el Servicio de Inteligencia del Ejército en Coyhaique pues se
formaría un Consejo de Guerra para enjuiciar a los sospechosos de actividades
subversivas.

El martes 16 de junio de 1981 el cielo amaneció despejado. El sol resplandecía,
pero irradiaba poco calor y, aunque se asomaba el invierno, igual el día
era agradable. Luisa Medina era una joven madre de 19 años que vivía en el
sector de Bahía Jara junto a su esposo y a su pequeño hijo de un mes de vida.
Estaba muy preocupada: el pequeño sufría una afección en sus ojitos y por lo
que tendría que llevarlo de urgencia al hospital de Chile Chico, a 17 kilómetros
de allí. Mientras decidía cómo trasladarse, advirtió que pasaba un jeep de
color rojo en dirección al lago. Luisa pensó que esta era una oportunidad de
pedir un aventón hacia el pueblo para llevar a su bebé al médico.
En el acto, la joven fue a pedir ayuda a la casa de sus vecinos, la familia Vargas,
a quienes les pidió que atajaran al vehículo y le solicitaran a sus ocupantes
llevarla junto a su hijo hasta el hospital. El abuelo de la familia, Galvarino
Vargas Pérez, de 62 años, ofreció su ayuda y salió al camino a esperar.

En la vivienda, además del abuelo Galvarino, estaba su hija Inés y sus nietas
Elba y Nilsa, de 17 y 21 años. Junto a ellos se encontraban de visita los
jóvenes Leopoldo Oyarzún Vásquez y Sergio Becerra. En la cocina, conversando
con Elba, estaba José Ananías Zapata Carrasco, de 28 años, amigo de
la familia y también poblador del sector de Bahía Jara.
Recién habían terminado de almorzar cuando José Ananías había llegado
a ver a las mujeres de la casa premunido con de harina, sal y levadura.
–¿Ustedes me harían un poquito de pan? –les pidió con una sonrisa.
Elba aceptó gustosa. Ananías era un cercano amigo de la familia y la solidaridad
entre vecinos es algo natural entre los campesinos de la Patagonia.
En eso estaban cuando el jeep rojo se estacionó en el camino cerca de la casa.
Traía a 2 ocupantes: un sujeto de contextura alta y delgada y otro más bajo y
robusto. Luego de conversar con Galvarino, el segundo se acercó a la casa y
tocó la puerta.
Al verlo en el umbral de la puerta, de inmediato los pobladores lo reconocieron.
Era conocido en el pueblo como el paco Schaaf, que ahora andaba “de
franco”, vestido de civil. El carabinero pidió permiso para entrar a la casa, que
le fue concedido. Ya adentro, se dirigió a José Ananías.
–Oye, Zapata, ¿puedes salir para que conversemos? –le preguntó sin dar
razones.
El joven asintió sin decir palabra. Salieron y se ubicaron a un lado del cerco
de alambre que rodeaba la vivienda de los Vargas.

El matrimonio conformado por Heriberto Zapata Sánchez y María Luisa
Carrasco Mera tuvo nueve hijos, entre los que se encontraba José Ananías.
Vivían en Bahía Jara, sitio de un paisaje privilegiado, con una hermosa playa
de aguas quietas y fina arena clara a orillas del lago General Carrera y con un
clima es incluso más agradable que el de Chile Chico debido a su estratégica
y protegida ubicación que la protege del implacable viento.

Fuente :Libro Aysén - Muertes en dictadura

Con nueve bocas que alimentar, y en medio del aislamiento, la vida para la
familia Zapata Carrasco era sinónimo de gran esfuerzo. El trabajo en el campo
exigía de sol a sol. Por ello, en cuanto los niños tenían la fuerza suficiente
para levantar alguna herramienta se les fabricaba una más pequeña y salían a
trabajar la tierra. Poco tiempo quedaba para que los niños jugaran; sólo de
vez en cuando Ananías y sus hermanos se arrancaban un rato para jugar a la
pelota. “Cuando teníamos 15 años, entre los 2 pudimos comprarnos una”,
recordó un amigo de infancia.
Al cumplir 18, José Ananías tuvo que presentarse en el Regimiento de
Coyhaique para hacer su servicio militar. La ocasión era importante: de ahí
en adelante podría mandarse sólo y ser autónomo. Pero no quedó seleccionado.
De vuelta en Chile Chico comenzó a trabajar de manera independiente,
se dedicó a las labores agrícolas, pero su verdadera pasión eran los
caballos y las carreras a la chilena.
Hacia 1980, por orden de las autoridades, se restringió el tráfico en la
frontera con Argentina. Chile Chico queda a sólo 14 kilómetros de Los Antiguos,
en la provincia de Santa Cruz, tierra de estancias y gauchos. En los
pueblos fronterizos de la Patagonia históricamente ha existido una relación
estrecha, pues durante muchos años el vital abastecimiento se produjo desde
Argentina. Por lo mismo, entre los pobladores era frecuente el uso de pasos
no habilitados, sobre todo si se pensaba en buscar trabajo.

La situación se complicaba cada vez más de este lado de la frontera pues
las alternativas laborales eran supervisadas por las autoridades del régimen y
resultaban ser con desfavorables condiciones económicas. Por lo tanto, los
trabajadores chilenos de manera independiente podían conseguir mucho
mejores ofertas.
En este rígido contexto, José Ananías se desenvolvía libre y desenvuelto,
a la usanza de los pobladores de antaño. Ajeno al exacerbado control que la
dictadura ejercía, el joven transitaba, como muchos otros, libremente hacia
Argentina. Esta actitud era tomada por las autoridades como una rebeldía
o desacato. Para peor, tenía otras características que generaban antipatía en
algunos: vestía como gaucho, con boina, bombachas, botines y pañuelo alcuello, como hacían los argentinos. Esta costumbre (habitual en la Patagonia,
por lo demás) molestaba la chovinista autoridad militar pues la catalogaba
de “conducta antipatriota”. A lo anterior se sumaba que su padre, Heriberto
Zapata, era un reconocido dirigente campesino democratacristiano. Para algunos
esta era razón suficiente para considerar a la familia Zapata Carrasco
como “de tendencia comunista”. Aunque en rigor, bien poco se le podía recriminar
a José Ananías. Todos en su entorno se acuerdan de él como un muchacho
tranquilo que nunca fue violento o irascible. sólo vivía su vida como
a él le parecía. Sin molestar a nadie.

En la casa de los Vargas, y desde la ventana de la cocina, todos pudieron
ver que José Ananías estaba conversando con el sargento segundo de Carabineros
Víctor Schaaf Igor junto al cerco de alambre que rodeaba la vivienda.
No podían escucharlos, pero por su forma de gesticular era fácil deducir que
ambos mantenían una charla aparentemente calmada. El joven vestía chaqueta
azul, bombachas café, botas de cuero negro y un sombrero que había traído
de uno de sus viajes al país vecino.
En medio de la conversación, pacíficamente y con tranquilidad José Ananías
sacó un cuchillo de unos 30 centímetros de la parte de atrás del cinto y
se lo entregó sin problemas al carabinero. En ese instante, el acompañante del
paco Schaaf, el capitán Fernando Vidal, bajó del vehículo rojo y se acercó a los
hombres. Luego de unos pocos minutos de conversación, los 3 se dirigieron
hacia el bajo cercano a la casa.
Es ese instante cuando los testigos quedaron atónitos al observar que, en
un repentino movimiento, Schaaf trató de tomarle el brazo a José Ananías,
quien, asustado ante el gesto, se puso a correr a tranco largo dirigiéndose hacia
el lugar en donde tenía su yegua atada. El campesino alcanzó a avanzar
unos pocos metros hasta que ambos carabineros sacaron sus armas y con la
rapidez de un rayo abrieron fuego. Le dispararon por lo menos 4 tiros por
la espalda y sin advertencia. José Ananías se derrumbó y cayó suelo. En ese
instante una joven madre, Luisa Medina, se paró en el cerco de la casa para
ver mejor lo que pasaba, por lo que pudo ver que José Ananías había caído

boca abajo. Aún estaba consciente, porque se sacó su gorrito nuevo y levantó
la parte de arriba de su ropa mostrando su cuerpo ensangrentado. En ese instante
uno de los 2 carabineros se acercó y sin piedad, y a sangre fría, le dio un
certero tiro en la cabeza.
Enseguida, su compañero acercó el jeep al lugar y ambos subieron a José
Ananías al vehículo. Los testigos alcanzaron a escuchar claramente que gritaba:
–¡Papito querido, ven a defenderme…!
Desde que ingresó a Carabineros, el capitán Fernando Vidal adquirió
fama de tener privilegios… no por nada era hijo de un general. A su vez, Víctor
Schaaf era un sargento reconocido por ser astutamente “el amigo de los
jefes”, ya que siempre estaba a sus órdenes y dispuesto a acompañarlos. Cada
vez que se realizaban operativos y patrullas, el joven capitán de 28 años elegía
al sargento Schaaf como apoyo.
Además de afinidad en el trabajo, ambos carabineros compartían intereses
y aficiones. Regularmente, juntos salían tardes enteras de caza y pesca por los
alrededores de Chile Chico. Con todas estas acciones, era de esperarse que
los colegas del robusto sargento de 42 años lo vieran como el lambiscón de los
oficiales y no confiaran en él.
En ese entonces, era bastante frecuente el ingreso de caballares sin los papeles
en regla por los pasos a campo libre de la frontera. El sargento Schaaf
escuchó de la lugareña Ana Jara Sánchez que José Ananías Zapata habría ingresado
al país con una tropilla de caballos presumiblemente robados: al salir
de uno de sus turnos de punto fijo en la Gobernación Provincial, Manuel
Rodríguez Berrocal, propietario de una charquería, le manifestó que había
comprado 3 caballares de dudosa procedencia a un tal Luis Mansilla y este a
su vez los habría adquirido a José Ananías Zapata. Schaaf informó la situación a su capitán Vidal, quien le ordenó que se vistiera
de civil y lo acompañara a realizar las averiguaciones del caso. Visitaron a todos los involucrados en la cadena de compra, quedando para el último José
Ananías Zapata, quien se encontraba esa tarde en la casa de la familia Vargas
en el sector de Bahía Jara. Los carabineros se subieron al jeep rojo del capitán
y partieron en la búsqueda del “cuatrero”.Mientras dormía, Heriberto Zapata supo que su hijo José Ananías había
sido asesinado. Esa tarde estaba en Puerto Guadal, a 115 kilómetros de Chile
Chico, y después de almorzar la modorra se apoderó del campesino y se tomó
una pequeña siesta. En medio del sueño, un desesperado grito lo despertó. La
voz clara de su hijo le pedía ayuda en sueños.
–¡Papito, defiéndeme, que me pegaron un balazo en la cabeza! –clamaba.
Desesperado por la sensación de realidad que le dejó la pesadilla, Heriberto
corrió hacia la oficina de Correos de Guadal a llamar por teléfono para
verificar que todos en su familia estaban bien. Contestó uno de sus yernos:
–Suegro, véngase lo antes posible que aquí hay un problema –le transmitió
con voz grave.
Desesperado por la sensación de realidad que le dejó la pesadilla, Heriberto
corrió hacia la oficina de Correos de Guadal a llamar por teléfono para
verificar que todos en su familia estaban bien. Contestó uno de sus yernos:
–Suegro, véngase lo antes posible que aquí hay un problema –le transmitió
con voz grave.
Heriberto supo que su pesadilla se había vuelto realidad.
–¿Qué problema? ¡Dime! ¡Si ya sé que mataron a mi hijo! –gritó impotente
de rabia y pena por el teléfono. El angustiado padre tomó la barcaza para volver cuanto antes a Chile Chico.
La embarcación tuvo problemas. por lo que no le quedó más alternativa
que esperar hasta el día después. Finalmente, llegó al pueblo y desembarcó
justo al medio día. Tomó rumbo hacia la casa de una de sus hijas cuando se
encontró con el mayor de Carabineros Luis Marcelo Gattoni Valdés, quién trató de calmar al desconsolado con el objetivo de que no se generaran más
problemas. No era conveniente para él ni para la institución algún escándalo.
–¡Ustedes mataron a mi hijo sin justificación! –vociferó. Y juró no descansar
hasta encontrar justicia.Luego de subirlo al jeep rojo del capitán Vidal, los carabineros llevaron a
José Ananías al hospital del pueblo. El único médico que atendía en el recinto
recibió al campesino inconsciente y agonizando. Luego de examinarlo, el
doctor verificó que el campesino tenía las marcas con salida de varios proyectiles
en el cuerpo. Intentó hacerle radiografías, pero los equipos del hospital
eran tan arcaicos que fue imposible interpretar los exámenes. Debido al estado
crítico del paciente, se decidió efectuar un traslado de urgencia en avioneta
con destino al Hospital de Coyhaique. José Ananías llegó vivo a la capital
regional. Sin embargo, y pese a los esfuerzos del equipo médico, falleció un
poco después de las 10 de la noche sólo , lejos de su pueblo y de su familia.
Heriberto contactó a una conocida en Coyhaique para que lo ayudara con
los trámites. Le depósito la cantidad suficiente de dinero para que comprara
una urna y también para que los restos de su hijo fueran trasladados a Chile
Chico. El cuerpo de José Ananías Zapata fue entregado a la familia, pero las
autoridades no les permitieron verlo, forzándolos a enterrarlo sin poder despedirse
como corresponde. Heriberto Zapata –todavía con el eco de las palabras de su hijo en la cabeza–
decidió buscar justicia. Se trasladó a Coyhaique para pedir audiencia a
todas las autoridades y exponer su caso. Desde que llegó a la capital regional
dejó bien claro, a quien lo quisiera o no escuchar, que lo que había sucedido
era una injusticia y un abuso de poder. En una ocasión, lo atendió el gobernador
de Coyhaique, quien le preguntó por qué creía que habían matado a su
hijo. Heriberto respondió más seguro que nunca:
–Fue por cobardía. Se abrió un proceso en la Fiscalía Militar. Llamaron a todos los testigos
que ese día estuvieron en la casa de los Vargas. Paralelamente, Heriberto comenzó
su propia investigación de los hechos. Con los antecedentes recolectados
declaró varias veces en Coyhaique. Fue así como se enteró de algunos
de los detalles de las circunstancias de muerte de su hijo. Una de las versiones
es que el sargento Segundo Víctor Schaaf habría disparado a sangre fría a
la cabeza del joven. También se rumoreaba entre la gente de Chile Chico
que había sido el capitán Vidal quien mató a Zapata, pero que esto se habría
encubierto para que no se viera involucrado el hijo de un general de Carabineros.
Incluso se decía que Vidal le habría pedido a su protegido Schaaft que
se culpara y que él con sus contactos en el mundo castrense lo ayudaría a salir
libre de la investigación.
En definitiva, y a pesar de sus esfuerzos, Heriberto Zapata falleció sin encontrar
justicia. Como ha sido frecuente en los crímenes ocurridos en dictadura,
la investigación en el Juzgado Militar de Coyhaique determinó que no
existía responsabilidad penal en lo sucedido.
Luego de 25 años, y con fecha 28 de abril de 2011, en el Juzgado de Letras,
Garantía y Familia de Chile Chico se interpuso una denuncia “por el delito
de homicidio” en la persona de José Ananías Zapata Carrasco.
El 2015 el ministro en visita extraordinaria para causas de violaciones a los
derechos humanos de la Corte de Apelaciones de Coyhaique, Luis Sepúlveda
Coronado, dictó un auto procesamiento de investigación por el homicidio
calificado de José Ananías Zapata Carrasco en contra de el entonces capitán
de Carabineros de la Tercera Comisaría de Chile Chico, Fernando Vidal Varas,
como autor del delito.
En la actualidad el caso se encuentra en etapa de sumario, donde se continúan
las investigaciones.

Fuente :Libro Aysén - Muertes en dictadura

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Ultima Actualización : 16/08/2024