José Joaquín Valenzuela Levi

Rut : 5.124.944-5
Fecha Detención : 15-06-1987
Comuna Detención : Santiago
Fecha Asesinato : 15-06-1987
Comuna Asesinato : Santiago
Fecha Nacimiento : 15-04-1958
Edad : 29
Lugar Nacimiento : Santiago
Partido Político : Frente Patriótico Manuel Rodriguez (FPMR)
Estado Civil e Hijos : Casado, 2 hijos
Oficio o Profesión : Economista
Nacionalidad : Chilena

Antecedentes del Caso

José Joaquín VALENZUELA LEVI

Durante el lunes 15 de junio de 1987, varios grupos operativos de la CNI  logran detener a siete integrantes del FPMR, entre los que destaca José Joaquín Valenzuela Levi, quien lideró el atentado contra Pinochet. También han sido apresados: Ricardo Hernán Rivera Silva, jefe regional de Concepción; Elizabeth Escobar Mondaca, que realizaba tareas de seguridad e infraestructura; Patricia Quiroz Nilo, Ricardo Silva Soto Manuel Valencia Calderón, todos integrantes de las fuerzas especiales del FPMR; Esther Cabrera Hinojosa, quien se desempeñaba en tareas de aseguramiento. Todos son trasladados al Cuartel Borgoño.

En el algún momento entre la medianoche y las 3 de la mañana del 16 de Junio, el jefe de la Brigada Azul de la CNI y hombre a cargo de seguir al FPMR, el capitán de Ejército Krantz Bauer, recibe la orden de Álvaro Corbalán de eliminar a los siete detenidos en el Cuartel Borgoño. Bauer se niega y afirma que lo mejor es interrogarlos. Corbalán lo margina de la acción a él y a sus hombres.

El capitán Iván Quiroz se entera, a través del “Gurka” Zúñiga, que los detenidos deben ser eliminados. Decide cerciorarse de ello con el propio Corbalán, de quien es su segundo al mando. Según Quiroz, cerca de las 3 de la mañana Álvaro Corbalán llama al general Salas Wenzel para preguntarle si se debía eliminar inmediatamente a siete frentistas detenidos. “Yo estaba en la oficina de don Álvaro (Corbalán) en ese momento, y escuché cuando él preguntó al general Salas si la orden se podía postergar para seguir investigando a los detenidos”, dijo Quiroz. Y agregó que luego escuchó de Corbalán un cortante “a su orden mi general, será cumplido de inmediato”. Corbalán ratifica esa versión en tribunales.

Cerca de las 4 de la mañana, los agentes de la CNI reciben la orden de buscar armas en el Cuartel Loyola, distintas a las que usualmente utiliza el organismo. Más tarde serán utilizadas para simular un enfrentamiento.

Los detenidos son trasladados en caravana al número 582 de la calle Pedro Donoso, que la CNI había identificado como una casa de seguridad del FPMR que estaba abandonada. Por encargo de Álvaro Corbalán, el capitán Francisco Zúñiga la había elegido como lugar para acribillar a los frentistas. Según declaraciones posteriores de vecinos, las personas que esa noche llegaron detenidas estaban descalzas, con los brazos atados atrás de la espalda, amarrados y con la vista vendada.

El capitán Iván Quiroz y el capitán Francisco Zúñiga son encomendados para designar a las parejas de oficiales que ejecutarían a cada uno de los siete frentistas detenidos. La orden para que los efectivos asignados a cada víctima disparen, se da lanzando una piedra en el techo. Mientras, el resto de los agentes dispara al aire y grita para dar a los vecinos la idea de un enfrentamiento. Son ejecutados los siete frentistas. El capitán Francisco Zúñiga remata a cada una de las víctimas.

En junio de 1987 agentes de la CNI realizaron la llamada Operación Albania o matanza de Corpus Christi, que afectó a miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). También en este caso se justificó ante la opinión pública las muertes como consecuencias de enfrentamientos sucesivos, señalándose igualmente que los agentes habían actuado en cumplimiento de una orden judicial y en presencia de un fiscal militar, circunstancia esta última que después sería desmentida.

                           Los hechos comenzaron en la mañana del 15 de junio de 1987, cuando fue interceptado en la vía pública, en calle Alhué de Santiago a metros de la casa de su madre, Recaredo Ignacio VALENZUELA POHORECKY, economista. Sin intimársele la rendición le dispararon causándole la muerte agentes de la CNI que se encontraban esperándolo.

                           Por lo anterior, ratificado por testimonios a que tuvo acceso esta Comisión, ésta llegó a la convicción de que la víctima fue ejecutada por agentes de la CNI, considerando su muerte una violación a los derechos humanos de responsabilidad de agentes estatales.

                           Aproximadamente a las 18:30 horas del mismo día fue muerto en calle Varas Mena, donde vivía, Patricio Ricardo ACOSTA CASTRO, mediante un disparo que le provocó un traumatismo cráneo encefálico y raquimedular.

                           La Comisión adquirió la convicción, dado el contexto de los hechos acaecidos en esa oportunidad y la forma de la muerte de la víctima con único balazo en el cráneo, de que la víctima fue ejecutada por agentes estatales en violación de sus derechos humanos.

                           Apenas pasada la medianoche, a unas cuadras más allá de la misma calle Varas Mena, en el N° 417, se produjo un nuevo hecho en el que fallecieron dos personas. En ese lugar, en el cual funcionaba una escuela de guerrillas del FPMR, se encontraban tres personas y un número indeterminado de alumnos en la parte posterior del inmueble. Este había sido rodeado desde temprano, habiéndose apostado los agentes en las casas vecinas. A esa hora, un nutrido grupo de agentes golpeó el portón y ordenó a los ocupantes que abandonaran la casa. Casi inmediatamente los agentes echaron abajo ese portón con un vehículo y comenzaron a disparar desde diversas direcciones. Las personas que estaban en la parte posterior del inmueble huyeron, siendo algunas detenidas en las inmediaciones. Los que estaban en la casa se enfrentaron a los agentes durante algún tiempo y luego también trataron de escapar.

                           El primero de ellos, Juan Waldemar HENRIQUEZ ARAYA, ingeniero, cayó cuando intentaba huir por el entretecho de la casa vecina signada con el N° 415. La Comisión en rigor no puede calificar su muerte de violación de derechos humanos, sino que estima que cayó, víctima de la situación de violencia política, puesto que no le era exigible una actitud distinta a la de defenderse de sus agresores quienes manifiestamente tenían la intención de ejecutarlo.

                           Por su parte, Wilson Daniel HENRIQUEZ GALLEGOS, obrero, quien se encontraba herido, se refugió en el patio de la casa vecina signada con el N° 419, la que había sido abandonada ya por los agentes. Ahí fue visto por la dueña de la casa, quien le indicó que debía entregarse, a lo que él se negó. Testimonios indican que al rato volvió otro grupo de agentes e hizo a la familia introducirse en el dormitorio. Apresaron a Wilson Henríquez y comenzaron una suerte de juego con él, lo golpearon, lo sacaron a la calle arrastrándolo, dijeron que lo iban a volver a entrar para que no se resfriara y luego lo mataron, registrando su cuerpo según el protocolo de autopsia 21 orificios de bala.

                           La Comisión ha llegado a la convicción de que se Wilson HENRIQUEZ fue ejecutado por efectivos de la CNI, considerando su muerte una violación a los derechos humanos de responsabilidad de agentes estatales.

                           Mientras tanto, en el sector de Villa Olímpica de la capital se produjo una nueva muerte también a manos de los agentes de la CNI. Julio Arturo GUERRA OLIVARES, electricista, se encontraba en su departamento cuando éste fue rodeado por los efectivos de seguridad. Se produjo un enfrentamiento por sus captores, el que fue presenciado por testigos. Una vez concluido éste la víctima fue ejecutada, mediante disparos a corta distancia. Por lo anterior y apreciando que la víctima se encontraba a merced de sus captores, esta Comisión considera su muerte una violación a los derechos humanos de responsabilidad de agentes estatales.

                           Finalmente, en la madrugada de ese día en calle Pedro Donoso de la comuna de Conchalí se produjo el último episodio donde falleció el mayor número de personas: Esther Angélica CABRERA HINOJOSA, cesante, Elizabeth Edelmira ESCOBAR MONDACA, empleada, Patricia Angélica QUIROZ NILO, estudiante, Ricardo Hernán RIVERA SILVA, chofer, Ricardo Cristián SILVA SOTO, estudiante, Manuel Eduardo VALENCIA CALDERON, electromecánico, y José Joaquín VALENZUELA LEVI, estudiante.

                           Nuevamente la versión oficial señala la existencia de un enfrentamiento en la ocasión, del cual habrían resultado muertas las víctimas antes mencionadas, logrando escapar otra persona. También se señala la existencia de agentes heridos.

                           La Comisión ha descartado esta versión, en atención a las siguientes consideraciones: en el lugar no existirían huellas de disparos efectuados desde el interior del inmueble; las marcas en el piso del inmueble dejadas por las balas dan cuenta de que a algunas de las víctimas se les disparó desde arriba hacia abajo, presumiblemente mientras estaban encuclilladas; resulta inverosímil como lo sostiene la versión oficial que alguien haya huído del lugar dadas las características de la casa, que es totalmente cerrada; no fue posible comprobar la existencia de agentes heridos como se comunicó públicamente; y, finalmente, debe considerarse la falta de colaboración de la CNI en el proceso destinado a esclarecer esta situación, donde no han sido dados a conocer los nombres verdaderos de los agentes que intervinieron ni menos han prestado declaraciones, ni se ha acompañado el armamento que supuestamente se confiscó en el lugar.

                           Considerando lo anterior, la Comisión ha llegado a la convicción de que estas siete personas fueron ejecutados por agentes del Estado, en violación de sus derechos humanos.

                           Como consideración general debe agregarse lo inverosímil que resulta la existencia de tantos enfrentamientos con tantas víctimas fatales en unas pocas horas, lo que hace presumir un planeamiento previo de estas situaciones y su desenlace.

 

Fuente : (informe rettig)

Prensa

En un mes como éste, un 15 y 16 de junio de 1987, hace ya 35 años, la dictadura de la derecha y las FFAA chilenas cometió uno de sus peores crímenes, el hecho fue conocido como la Matanza de Corpus Christi. Este múltiple asesinato acabó con la vida de 12 combatientes rodriguistas; tres heroínas, Elizabeth Escobar de 29 años, Patricia Quiroz 29 años, Esther Cabrera de solo 22 años; y nueve héroes, Recaredo Valenzuela de 30 años, Patricio Acosta 25 años, Waldemar Henríquez 28 años, Wilson Henríquez 26 años, Julio Guerra 29 años, Joaquín Valenzuela 29 años, Ricardo Rivera 24 años, Ricardo Silva 28 años y Manuel Valencia de solo 20 años de edad, compañeros y compañeras de muchos de nosotros.

Resalto que ahora se ha conocido la resolución final de otro crimen semejante, durante los días 23 y 24 de agosto de 1984, hace 38 años, en una operación de exterminio conocida con Operación Alfa-Carbón o Matanza Vega Monumental fueron asesinados siete combatientes del MIR por agentes de la CNI, en las ciudades de Concepción, Los Ángeles, Temuco y Valdivia. Han pasados 38 años y recién este 10 de junio, se dictó la resolución condenatoria final. En un dilatado y doloroso proceso para los familiares de los caídos se ha dictado justicia, claro entre comillas, por la tardanza, las condenas y que varios de los criminales ya están fallecidos. Honor a los revolucionarios miristas Luciano Humberto Aedo Arias, Nelson Adrián Herrera Riveros, Mario Octavio Lagos Rodríguez, Mario Ernesto Mujica Barros, Rogelio Humberto Tapia de la Puente, Raúl Jaime Matamala Barrientos y Juan José Boncompte Andreu, nunca olvidemos sus ejemplos y a sus familiares, cariño y respeto.

También puedes leer: Corte de Concepción confirma sentencia a 17 ex agentes de la CNI por asesinato de combatientes de la resistencia a la dictadura en Operación Alfa Carbón

Y nuevamente como todos los años familiares, organizaciones y colectivos rodriguistas, nos autoconvocamos en los lugares de los asesinatos: el Dúplex 213 de Villa Olímpica, la calle y la casa de Varas Mena, la calle Alhué de Las Condes, la casa de Pedro Donoso de Recoleta, el Cementerio General, en Lota y en muchos otros lugares del país.
Sin dudas, cada uno de nosotros recuerda en el lugar donde se encontraba en esos aciagos días de 1987, en especial sus sobrevivientes, el impacto de ese crimen, y lo que significó para el FPMR en esos entonces: seguir y seguir luchando contra esa dictadura que nos oprimía como pueblo y el rechazo a la traición que significaba acomodarse a las negociaciones que se maquinaban vergonzosamente.

Debido al carácter clandestino de la organización, la mayoría no conocíamos los nombres verdaderos de esas y esos combatientes asesinados, obviamente tampoco sus misiones. Hoy sus rostros son conocidos, y se transformaron en banderas de combate presentes en los lugares donde cientos de chilenos y chilenas, sobre todo los más jóvenes, irrumpieron en la Revuelta de 2019.

¿Vale la pena recordar el contexto político de esos días de junio de 1987?

Eran tiempos de intensas y oscuras negociaciones entre los personeros de la dictadura y dirigentes de la futura Concertación, avalados todos por el gobierno de EEUU. El atentado al tirano y el caso arsenales sucedidos el año anterior (1986) estaban muy presentes.

Entre los políticos oportunistas, surgían voces para condenar al FPMR y su lucha, sembrando miedo, terror, «son militaristas» decían, era la oportunidad para aplastar la lucha revolucionaria y aislar más todavía al PC de las negociaciones que a espaldas del pueblo se hacían, como lo manifestaba nuestro Comandante José Miguel, Raúl Pellegrín. Surgían epítetos condenatorios y nuevos calificativos políticos para los combatientes, «faltos de realismo político», «fetichistas de las armas», «bajos de nivel político», «chileno-sandinistas», «hijos de Castro», «guerrilleristas», «influenciados por sus formaciones militares», etc., etc.

La visita del Papa en abril del 87 había subido los tonos de la lucha popular, sobre todo después de los enfrentamientos en su recibimiento en la población La Bandera, a pesar que el FPMR indicó una tregua momentánea.

Se negociaba la salida de Pinochet y la izquierda tradicional se plegaba a las transacciones, por acción u omisión, abandonando sin tapujos y vergonzosamente principios, hundiendo cualquier salida potencialmente más popular. El gobierno de EEUU no quería al PC en las negociaciones y los dirigentes de la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, cual yanaconas, obedecían.

A pesar del intento de aislamiento del Partido Comunista, en su interior rebrotaba una discusión de validar o desechar lo obrado política y militarmente hasta esos momentos, se discutía en plena lucha y clandestinidad, desarmando ánimos, intentando relevar responsabilidades. Reflotaban pensamientos de los que en lo interno no querían más, o quizás nunca quisieron, la estrategia de Rebelión Popular y el FPMR.

No se puede negar que en esos días, a lo interno del Frente, se coordinaban ideas para el nuevo caminar que muchos rodriguistas nos proponíamos emprender ante el manifiesto abandono que se hacía de la lucha directa contra la dictadura.

El aislamiento de los que seguían combatiendo en primera línea (el FPMR entre ellos) era cada vez más evidente, lo que, sumado al desgaste en la lucha, detenciones, repeticiones de rutinas o errores en el modus operandi, flaquezas en los métodos conspirativos, se profundizaba.

Eran momentos en que para algunos todo se podía poner en dudas, hasta borrar con el codo los objetivos finales que por la boca se vociferaban.

En este contexto que analizamos entran los agentes de la dictadura, que actuaron como los criminales que eran, sabían que a los entregados y cobardes hay que invitarlos a conversar, a los indecisos, neutralizarlos con el miedo, y a los intransigentes, como nuestros 12 hermanos y hermanas, había que matarlos para intentar producir los efectos de terror que necesitaban. Y esos asesinos actuaron el 15 y 16 de junio de 1987.

Un montaje cubrió ese crimen. La dictadura y sus órganos de inteligencia tildaron de «enfrentamiento» el suceso y luego en la post dictadura dilataron la justicia por años y años. Solo la valentía y decisión de los familiares hizo el milagro para que fluyera la verdad, ellos nunca creyeron la versión «oficial» y lograron que la justicia chilena los encausara y condenara.

No se debe olvidar tampoco que el vil asesinato de los militantes del FPMR, fue mostrado por prensa de la dictadura, El Mercurio, La Segunda, la Tercera y la televisión servil, como un enfrentamiento y no un asesinato.

Finalmente los asesinos, claro que en correspondencia con la filosofía democristiana de la Transición, recibieron condenas insignificantes, «en la medida de lo posible», que han cumplido en cárceles de privilegio, conservando sus grados militares y premiados con jubilaciones millonarias.

A todos nos impacta visitar las calles y lugares donde resistieron y fueron asesinados nuestros hermanos(as), cruzar el portón de hierro oxidado de la casa de Pedro Donoso 582 en la comuna de Recoleta, uno de los lugares de la masacre, se siente el frío de la muerte en los pasillos arruinados y en el piso que ahora es de tierra, por el abandono del lugar. Ver sus nombres escritos en los mismos sitios donde fueran asesinados, claro que impacta. No se ha tenido el valor de declarar esa casa como Patrimonio Nacional, quizás ante el temor que se transforme en un verdadero «Museo de la Memoria Combatiente».

Por eso es destacable y emociona el trabajo que organizaciones territoriales del sector de Pedro Donoso, sobre todo muchos jóvenes, están haciendo para transformar la casa un sitio de Memoria. Gracias por esa iniciativa.
Estamos seguros que la terquedad de todos estos años para no olvidar, tanto la heroicidad y las traiciones cometidas, lo que para nosotros es reivindicar NUESTRA MEMORIA, ha dado rutas de perseverancia y dignidad en el presente, prueba de ello es que los héroes y heroínas de Corpus Christi y presos políticos, como Mauricio Hernández Norambuena, estuvieron reflejados en muros y banderas, como símbolos de consecuencia durante la Revuelta de octubre 2019.

Honor y Gloria para los héroes y heroínas de Corpus Christi.

Libertad para Mauricio Hernández Norambuena, preso político rodriguista.

Libertad para los presos políticos de la Revuelta y del pueblo mapuche.

Fuente :resumen.cl, 15 de Junio 2022

Fecha :15-06-2022

Sobre el recuerdo de nuestros héroes y su aporte para el futuro de Chile seguirá habiendo discusiones, durante treinta años la institucionalidad concertacionista y por cierto la derecha, se dedicaron a condenar la lucha revolucionaria, a quienes decidieron rebelarse y combatir al tirano utilizando la lucha política y militar. La propuesta del FPMR, en su primera proclama dijo que, si Pinochet no se le derrotaba haciéndole frente en el terreno militar, organizando al pueblo para defenderse y luchar por sus derechos, si solo se pensaba hacerlo en el terreno de la política, la negociación con sus autoridades perpetuaría el modelo de sociedad abusivo e injusto construido a balazos por la dictadura cívico militar y la historia nos dio la razón.

Fue esa decisión de luchar por la libertad de Chile, la que le costó la vida a los 12 rodriguistas asesinados  entre los días 15 y 16  de junio de 1987, la orden para neutralizar al FPMR y a sus principales dirigentes la dio el dictador, después de que se intentó ajusticiarlo y después de  que una parte de los arsenales  fue descubierta por el enemigo. Ese fue el contexto de la matanza de la operación Albania, cuando la lucha antidictatorial nos enfrentaba a momentos muy duros y difíciles, incluso cuando fuerzas políticas de la izquierda, ya empezaban a renunciar a la idea de la rebelión popular como salida a la dictadura.

Pero aun así y con esas adversidades se lograba avanzar y el FPMR se consolidaba como organización, con un fuerte arraigo popular, aprendiendo a combatir en la clandestinidad, a esa fecha teníamos presencia efectiva en las principales ciudades del pais, pero sabíamos también que después del intento de ajusticiar al tirano estábamos en el foco de la represión con todo el aparataje represivo detrás.

Recaredo Ignacio Valenzuela, Benito, treinta y un años, uno de los fundadores del FPMR, y miembro de la Dirección Nacional, recién ascendido, él fue acribillado en la calle Alhué, de la comuna de Las Condes, al mediodía del 15 de junio. Patricio Ricardo Acosta Castro, veintiséis años, fue ultimado a las seis de la tarde del 15 de junio, mientras caminaba por una acera en la comuna de San Miguel. Julio Arturo Guerra Olivares, Guido, treinta años, uno de los participantes del atentado al dictador, fue asesinado en la medianoche del 15 de junio en el interior del departamento donde vivía en la Villa Olímpica de la comuna de Ñuñoa.

José Joaquín Valenzuela Levy, treinta y un años, miembro de la Dirección Nacional del FPMR, graduado como oficial de ejército en Bulgaria, fue  jefe de la Emboscada al dictador. Patricia Angélica Quiroz Nilo, veintinueve años, combatiente rodriguistas. Ricardo Cristián Silva Soto, veintiocho años, combatiente del FPMR. Ricardo Hernán Rivera Silva, jefe de unidades combativas. Elizabeth Escobar Mondaca, veintinueve años; Esther Cabrera Hinojosa, veintidós años, y Manuel Eduardo Valencia Calderón, veinte años. Todos ellos y ellas fueron detenidos en distintos lugares de Santiago en el  transcurso del día 15 de junio, luego los llevaron al cuartel central de la CNI en calle Borgoño, allí los torturaron y mantuvieron hasta el amanecer del 16, para luego trasladarlos a una casa vacía en la calle Pedro Donoso, en Recoleta, donde los asesinaron mientras yacían amarrados en un escenario preparado para el crimen.

Juan Waldemar Henríquez Araya, veintiocho años, graduado como oficial en Tropas Generales en Cuba, luego participó en la guerra irregular contra bandas contrarrevolucionarias en Nicaragua en 1984. Al momento de su muerte era el jefe de la escuela clandestina de Varas Mena. Wilson Daniel Henríquez Gallegos, veintiséis años, ambos murieron combatiendo heroicamente, cubriendo la retirada de una cantidad de Rodriguistas que escaparon ilesos.

Han pasado 34 años desde Junio de 1987 y el recuerdo de estos 12 Rodriguistas continua vigente en la memoria del pueblo, porque su aporte y su entrega sin límites, remueve la memoria histórica para vencer el olvido y para mostrar el camino de la rebeldía popular, como una opción valida para alcanzar los cambios estructurales que el pais necesita. En este sentido los y las Rodriguistas junto a cientos de héroes  de nuestra izquierda, son la historia en su significado real y que le dan sentido a la política hoy y en el futuro, patriotas que no aceptaron caminos ni acuerdos entre elites a espaldas del pueblo, el que con su movilización y acciones combativas permitió el fin de la dictadura.

Así aprendemos, de nuestra propia historia, de acontecimientos duros y difíciles como el que estamos relatando, de nuestros errores y éxitos, incluso desde la critica a nuestra herencia, porque aprender de la historia supone reconocer y asumir las precariedades de las certezas que en su momento parecían incuestionables. Pero ese aprendizaje no invalida el contenido y la valía de nuestra lucha y del convencimiento para llevarla adelante, lo que fue posible gracias a la disciplina, compromiso y valentía de  los miles de jóvenes que estuvieron presentes en la primera línea del combate con la dictadura, de entre los cuales recordamos a los doce hermanos y hermanas que fueron cobardemente asesinados por la CNI en 1987.

Ha pasado el tiempo y hoy estamos frente a un nuevo ciclo de la historia, han surgido nuevas voces y fuerzas decididas a terminar con el sistema económico y la institucionalidad creada por la dictadura, hombres y mujeres, elegidos y elegidas por votación popular para diseñar una nueva constitución e institucionalidad para Chile. No caben dudas de que, y tal como sucedió en las décadas pasadas y como ya está sucediendo, serán, perseguidos, descalificados y tildados de violentistas, por quienes desde las dos derechas que gobiernan Chile se les oponen, intentando nuevamente imponer caminos ya recorridos dentro de la institucionalidad vigente para dejar las cosas como están.

Para contrarrestar esas campañas del terror será necesario recordar que siempre los enemigos del pueblo utilizan estas armas para asustar, crear caos e incertidumbres, creando realidades desde la mentira. Que es lo que hicieron para justificar la persecución, el encarcelamiento el asesinato y la desaparición de miles de compatriotas, víctimas en el pasado, de las mismas elites que hoy se oponen a quienes quieren terminar con un sistema neoliberal abusivo y corrupto.

Así entonces, la línea de conducción del modelo capitalista neoliberal ha sido y es la violación de los derechos de las personas, y la violación de los derechos humanos en toda su extensión, constatación que hace imprescindible que en el diseño de la nueva constitución este presente la memoria histórica, que una base moral y política para su diseño y de una nueva institucionalidad para el pais. Los derechos humanos son la articulación necesaria para construir los lineamientos de una institucionalidad y un modelo económico en el cual las personas en su vida individual o de grupo, los pueblos originarios, encuentren la protección a su dignidad y a sus derechos fundamentales.

En este sentido el recuerdo de los 12 rodriguistas asesinados en 1987, fieles exponentes de la justa rebelión social en su momento, se hace más vigente vinculándolo con la decisión de jóvenes constituyentes independientes, provenientes de movimientos sociales, quienes reivindican la soberanía de la convención constitucional para diseñar la nueva Constitución para Chile. Con su decisión interpretan el sentir y valía de la rebelión social de octubre de 2018, que es el reclamo del pueblo para terminar con el orden político y económico que gobernó el pais por más de treinta años, manteniendo las estructuras económicas y la institucionalidad heredada de la dictadura.

La “vocería de los pueblos” expresada en un documento público reciente, es la rebeldía popular que lucha por sus derechos, asegurando que las exigencias de la mayoría de la población, expresadas en las calles de todo el pais, no podrán ser negadas, ni apartadas de las decisiones  políticas, como se hizo en los treinta años pasados, evitando la organización y la participación social en las discusiones para la nueva constitución.

Tal y como lo expresan los Constituyentes de la vocería de los pueblos y como lo demostraron con su ejemplo, los luchadores y luchadoras sociales en el pasado reciente en nuestro país, los cambios que Chile necesita no se logran en la normalidad del sistema vigente. El término de la dictadura fue con el aporte de quienes pavimentaron el camino del cambio, impulsando la organización combativa del pueblo para terminar con el terrorismo de estado, desafiando la normalidad de la violencia, que fue impuesta por Pinochet, como forma de hacer política.

Así entonces el recuerdo de los y las Rodriguistas asesinados en la Operación Albania montada por la CNI  y por orden del dictador, quedó en la memoria de los chilenos y chilenas, por su entrega y valentía, pero también, por el legado que dejaron para el presente.

Días después de sucedidos los hechos, nuestro Comandante José Miguel, (Raúl Pellegrin) escribió un comunicado que fue publicado en nuestra revista “El Rodriguista”: “Un grupo de jóvenes fueron asesinados por la CNI a sangre fría, algunos de ellos cayeron enfrentando valientemente a los terroristas de la dictadura, sellando con su actitud el ejemplo de una juventud valiente que ama la libertad y se alza en un gesto de rebeldía inmortal, rompiendo con la corrupción del pasado, la decepción y el entreguismo de muchos en el presente. Los Rodriguistas, a los patriotas, la historia no los juzgará por no luchar y las futuras generaciones recordarán esta decisión histórica en esta hora infinita de vergüenza nacional”.

Ni perdón no olvido

Fuente :PiensaChile.cl, 16 de Junio 2021

Fecha :16-06-2021

La Corte Suprema confirmó este martes la cadena perpetua contra el general retirado Hugo Salas Wenzel, otrora director de la Central Nacional de Informaciones (CNI), por su responsabilidad en el crimen de doce frentistas en junio de 1987, en el marco de la Operación Albania.

Salas Wenzel fue sentenciado en calidad de responsable intelectual de los asesinatos, que se planificó como una de las venganzas por el atentado a Augusto Pinochet Ugarte, ocurrido en septiembre de 1986.

Con esta resolución, el otrora jefe del organismo represivo se transformó en el general retirado que ha recibido la mayor condena por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura militar.

La decisión fue adoptada por la Segunda Sala (Penal) que también se pronunció sobre las condenas que el ministro Hugo Dolmestch dictó contra otros catorce ex uniformados que participaron en el operativo, también conocido como Matanza de Corpus Christi.

En tribunales se explicó que como Salas Wenzel comenzó a ser juzgado antes de que se modificara la ley, se le aplicará la cadena perpetua simple, lo que permite a partir de los 20 años de prisión pueda acceder a algún tipo de beneficio.

El máximo tribunal también decidió elevar de 15 a 20 años de prisión la condena contra el ex jefe operativo del organismo represivo Álvaro Corbalán Castilla, quien ya se encuentra cumpliendo prisión por otras violaciones a los derechos humanos perpetrados en la dictadura militar.

En tanto, mantuvo la condena a 10 años de presidio contra el comandante (R) de Carabineros Iván Quiroz Ruiz, mientras que aumentó de 7 años y un día a 8 años de prisión el castigo contra el ex agente de la CNI Enrique Neira Donoso.

Estos cuatro otrora miembros deberán cumplir con su castigo en prisión junto al ex agente Manuel Morales Acevedo, quien inicialmente había sido condenado a tres años de prisión pero la Suprema elevó su castigo a cinco años y un día.

En tanto, los ex agentes Luis Arturo Sanhueza Ross, Rodrigo Pérez Martínez, César Acuña Luengo, Patricio Miquel Carmona y Fernando Burgos Díaz fueron

sentenciados a cinco años y un día de prisión, mientras que Eric Silva Reichart recibió una sanción de cinco años de cárcel.

Gonzalo Maas del Valle, José Miguel Morales Morales, René Valdovinos Morales, en tanto, fueron condenados a tres años de prisión, mientras que Hugo Guzmán Rojas recibió un castigo de 541 días de cárcel.

La Suprema también confirmó la absolución de 11 agentes que participaron en los operativos y que ya habían sido exculpados por Dolmestch y la Corte de Apelaciones de Santiago, entre los que se encuentran los ex agentes Kranstz Bauer y Jorge Vargas Bories, al igual que el ex fiscal de Carabineros Luis Acevedo.

En junio pasado, el Consejo de Defensa del Estado (CDE) y los parientes de las víctimas alcanzaron un acuerdo de reparación en el que el Fisco se comprometía a pagar una indemnización de $ 300 millones a cada grupo familiar.

Querellantes celebran decisión

El abogado Nelson Caucuto, representante de las víctimas, destacó que esta sea la primera condena perpetua para un militar con grado de general, lo que a su juicio revela "la gravedad de los hechos juzgados y la importancia de este caso".

"Hemos logrado establecer la verdad de lo acontecido y sanciones penales altas, donde hay una condena de presidio perpetuo y también finalmente hay reparación.

En una sola sentencia hemos logrado confluir los tres aspectos que comprende un concepto complejo como es la justicia, los que son la verdad, la sanción penal, y la reparación”, sostuvo.

“Me parece extraordinario haber cerrado este capítulo, con esta sentencias que ha dictado el máximo tribunal”, puntualizó.

Fuente :El Mostrador 29 de Agosto 2007

Fecha :29-08-2007

La Novena Sala de la Corte de Apelaciones, en votación unánime, confirmó las condenas que dictó en enero pasado, el ministro en visita Hugo Dolmestch, a 15 miembros de la ex CNI, en el marco de la denominada Operación Albania, en la cual murieron 12 miembros del Frente Manuel Rodríguez.

De esta manera seguirá sentenciado a cadena perpetua su ex director Hugo Salas Wenzel, como autor del homicidio simple de cinco de los fallecidos, y del homicidio calificado de los otros siete.
Salas es sindicado como responsable directo del hecho, por ser quien dio la orden de efectuar el operativo, que también se conoce como "matanza de Corpus Christi".

No obstante, el tribunal revocó la absolución que el ministro había dictado en contra de tres involucrados a quienes se les aplicó una condena efectiva de cinco años y un día de presidio.
Se trata de César Acuña Luengo, René Valdovinos Morales y Fernando Burgos Díaz, quienes tuvieron responsabilidad en la muerte de Ignacio Valenzuela Pohorecky.

De esta manera, de los 26 procesados en este caso, ocho quedaron en libertad, dado que no tuvieron responsabilidad directa en los hechos.

El tribunal, integrado por los ministros Raúl Rocha, Juan Araya y Mauricio Silva, resolvió además elevar a 500 millones de pesos la indemnización de perjuicios por 250 millones de pesos que había fijado el ministro Dolmestch para las familias de las víctimas.

La Operación Albania tuvo lugar en tres lugares distintos de Santiago los días 15 y 16 de junio de 1987, y en ella perdieron la vida los militantes del FPMR, Recaredo Valenzuela Pohorecky, Patricio Acosta Castro, Juan Henríquez Araya, Wilson Henríquez Gallegos, Julio Guerra Olivares, Esther Cabrera Hinojosa, Elizabeth Escobar Mondaca, Patricia Quiroz Nilo, Hernán Rivera Silva, Ricardo Silva Soto, Manuel Calderón y José Valenzuela Levy.

Fuente :El Mercurio 28 de Diciembre 2005

Fecha :28-12-2005

Antes de regresar a Chile clandestino y liderar el atentado contra Pinochet en el Cajón del Maipo, José Joaquín Valenzuela Levi estudió marxismo leninismo en Alemania Oriental, se graduó como oficial de Infantería en Bulgaria, sirvió en las fuerzas armadas cubanas y combatió a la guerrilla en Nicaragua. El comandante “Ernesto”, uno de los mejores combatientes del FPMR, estaba seguro que moriría en la cuesta Achupallas la tarde en que tuvo al dictador en la mira de su lanzacohetes. Pero encontró la muerte un año, dos meses y 21 días después, a manos de la CNI, como una de las doce víctimas de la “Operación Albania”.

Por Andrea Insunza y Javier Ortega

–Mamá, vi al tío Rodrigo.
–¿Qué tío Rodrigo?
–El tío Rodrigo, pues mamá. El papá de mi hermano –respondió la niña, muy segura, a pesar de que todavía no cumplía ocho años.
–¿Y dónde fue que lo viste? –inquirió su mamá, tratando disimular la sorpresa.
–A la salida del jardín. Era él, estoy segura, con sus bigotes y rulitos. Lo seguí, pero se me perdió.

La médico cirujana Avelina Cisternas sabía que su hija no mentía. “Rodrigo”, su ex pareja y padre de su hijo más pequeño, había regresado clandestinamente a Chile. Era mediados de los ‘80 y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) estaba apostando todas sus fuerzas en derrocar a Pinochet en 1986, el llamado “Año Decisivo”. A pesar de los peligros y de su sentido de la disciplina, “Rodrigo” no había aguantado los deseos de ver furtivamente a su pequeño, a la salida del establecimiento educacional donde asistía junto a una hermana mayor.

El verdadero nombre de “Rodrigo” era José Joaquín Valenzuela Levi, uno de los combatientes más brillantes y mejor preparados del FPMR, el aparato armado del PC. Su hoja de vida así lo avalaba. Se había formado políticamente en una escuela de cuadros en Alemania Oriental, tras lo cual se graduó como oficial de infantería en la Escuela Militar del Ejército Popular de Bulgaria. En Cuba había sido uno de los fundadores del Frente y tuvo su bautismo de fuego en la Nicaragua sandinista.“Rodrigo” había ingresado clandestinamente a Chile a fines de 1984, para combatir a la dictadura. Adoptó una nueva chapa o nombre político: “Ernesto”. Poco más de un año después, el PC lo designó líder de la operación más ambiciosa del FPMR: el atentado contra la comitiva presidencial de Augusto Pinochet en el Cajón del Maipo. Tras el fracaso de la emboscada, se mantuvo en el país, como encargado de las escuelas clandestinas rodriguistas. Pese a los tropiezos, la lucha debía continuar.

La CNI comenzó a seguirle los pasos en los primeros meses de 1987. Cuando sus agentes lo asesinaron, en el marco de la “Operación Albania”, llevaba una identidad falsa. Solo tiempo después los hombres de Álvaro Corbalán cayeron en la cuenta que habían ultimado al comandante “Ernesto”, líder del grupo que se atrevió a disparar contra Pinochet.

Los “jóvenes salmones”
Antes de “Rodrigo” y “Ernesto” le decían “Pepo”. Era hijo de una familia de clase acomodada, de padres profesionales exitosos. Lo matricularon en el exclusivo colegio Nido de Aguilas, en el sector oriente de Santiago. No obstante, desde pequeño su madre, la reconocida geóloga Beatriz Levi, le inculcó ideas cercanas al PC, donde ella militaba.

El papá, el ingeniero en minas José Valenzuela, se había separado de Beatriz tiempo después de que nació su hijo. Aunque era independiente, simpatizaba con la izquierda.

José Joaquín y su madre salieron al exilio poco después del golpe, cuando él tenía 14 años. Luego de un corto paso por Costa Rica, se establecieron en Suecia. En ese país nórdico la comunidad de exiliados chilenos era activa y numerosa, muy preocupada de lo que ocurría al interior del país. “Pepo” comenzó a militar en las Juventudes Comunistas. Era autoexigente y disciplinado, más que un militante promedio.

En 1975 fue aceptado en Wilhelm Pieck, una escuela de cuadros en las afueras de Berlín Oriental, en la República Democrática Alemana. En ese centro de formación política, una imponente construcción entre los espesos bosques de Wandlitz, compartió con jóvenes de izquierda de varios países, especialmente con comunistas chilenos venidos “del interior”, como se llamaba a los militantes que lograban salir de Chile de manera clandestina. Eran los “jóvenes salmones”, como también les decían, pues luego de ese largo periplo debían remontar la corriente y volver secretamente a su lugar de origen, para contribuir a la lucha antidictatorial.

A Valenzuela Levi le decían “Ricitos”, por su pelo rubio y crespo, además de su simpatía.

Las noticias que traían los “del interior” no eran alentadoras. En Chile la dictadura controlaba el país sin contrapesos, gracias al implacable puño de hierro de la DINA. Las cúpulas del MIR y el Partido Socialista habían sido diezmadas sin piedad en 1974 y 1975, respectivamente. Un año después, en 1976, vendría el turno de los comunistas: los organismos represivos harían desaparecer a dos direcciones clandestinas completas.

Las muertes y desapariciones calaron hondo entre los viejos dirigentes del PC en el exilio, que comenzaron a elaborar un diagnóstico para revertir la tragedia. Una tesis terminó por imponerse: para hacer frente a Pinochet había que recurrir a las más diversas formas de lucha, incluyendo entre ellas el componente militar. El PC, una colectividad históricamente legalista y enfocada a la lucha electoral, comenzó a dar su más brusco giro estratégico. La adopción de la llamada “vía insurreccional” marcaría años después el surgimiento del FPMR.

En septiembre de 1977, el ex diputado comunista Gilberto Canales se reunió en Suecia con varios jóvenes comunistas hijos de exiliados. Les propuso ingresar a la Escuela Militar de la República Socialista de Bulgaria, que ofrecía 30 plazas a chilenos, para formarse durante cinco años como oficiales de tropas generales. Varios aceptaron. Uno de ellos era Valenzuela Levi. Tenía 19 años.

En el FPMR este contingente llegaría a ser conocido como los “búlgaros”. Gracias a su formación militar profesional superior al promedio del resto de los combatientes, serían considerados una suerte de cuerpo de comandos del aparato militar del PC.Pese a que era el más joven del grupo, Valenzuela Levi se transformó en su líder natural. Además de su carisma, destacaba por su inteligencia. Era especialmente hábil en matemáticas. Un cercano recuerda que hizo un trato con un compañero de armas, otro chileno cuyo fuerte eran las artes marciales y la lucha cuerpo a cuerpo. “Tú me enseñas matemáticas y yo te preparo físicamente”, fue la propuesta, que Valenzuela aceptó encantado.

El largo retorno a Chile
Los 30 chilenos en Bulgaria no eran los únicos comunistas criollos que se formaban militarmente en países de la órbita soviética. El 16 de abril de 1975 otro contingente había ingresado en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, en La Habana, Cuba, gracias a una personal invitación que Fidel Castro hizo al PC chileno un año antes. Se trataba de una treintena de estudiantes de medicina que había llegado a la isla a cursar esa carrera antes del golpe, y que abrazaron la carrera militar ante los apremiantes sucesos de Chile. Luego de hacer un curso de superación de oficiales, serían el germen del FPMR.

Cuando en 1981 los “búlgaros” egresaron, el ex senador comunista Orlando Millas les pidió que se integraran al dispositivo militar del PC en Cuba. Trece de los treinta oficiales aceptaron, entre ellos Valenzuela Levi, oficial del arma de Infantería. “A los que íbamos, Millas se comprometió a facilitarnos los trámites de inmigración. A los que se quedaron les advirtió que no podrían salir de Bulgaria, para evitar filtraciones”, relata uno de los que aceptó.

En La Habana Valenzuela Levi y otros “búlgaros” llegaron a trabajar como instructores del Ejército cubano. Adoptó el nombre de “Rodrigo”. Cierta vez le pidieron elaborar un informe de inteligencia sobre el Ejército chileno. Materia de absoluta reserva. Luego de trabajar varios días, entregó un voluminoso y completo trabajo. “Era el mejor oficial del grupo”, resume un ex compañero de armas.

A pesar de su disciplina y compromiso político, a algunos les llamaba la atención que, además del búlgaro, hablara fluidamente el inglés y le gustara la música country de Estados Unidos. Cuando niño había vivido con su madre por un tiempo en ese país, que para los cubanos comprometidos con la revolución era el odiado “Imperio”. Por una canción en inglés que tarareaba sus amigos le decían “California”.

Aunque sus más cercanos eran “búlgaros”, compartía a menudo en reuniones y fiestas con el resto de los chilenos militares en la isla, cuyo líder era Galvarino Apablaza, alias “Salvador”, oficial de artillería y miembro del comité central del PC.

En este ambiente de camaradería Valenzuela Levi se enamoró de una médico militar chilena, Avelina Cisternas, también militante comunista, quien había sido parte del grupo de estudiantes de medicina que llegó a la isla antes del golpe y que luego se hicieron oficiales. La pareja se estableció en un complejo de departamentos en El Alamar, al este de La Habana, donde vivían varios otros chilenos exiliados.

En mayo de 1983, cuando Avelina estaba embarazada, el oficial partió a luchar a Nicaragua, donde el gobierno sandinista enfrentaba a la guerrilla Contra financiada por Estados Unidos. Junto a otros chilenos se integró los Batallones de Lucha Irregular (BLI), unidades de infantería móviles que fueron desplegadas en las regiones más agrestes de ese país, para combatir a la insurgencia. Seis BLI tenían entre sus filas a oficiales chilenos. Asignado como instructor en el Frente Norte, “Rodrigo” tuvo su bautismo en combate. Sus compañeros venidos de Cuba comentaban con orgullo que los superaba a todos en resistencia, incluyendo al fornido militar cubano a cargo del entrenamiento físico.

Además, se enamoró de una nicaragüense y rompió su matrimonio con Avelina. Cuando el partido le prohibió trasladar a su nueva esposa a La Habana tras su paso por Nicaragua, estuvo a punto de renunciar a su carrera y a su militancia.

El PC tuvo que ceder. En Chile los acontecimientos se estaban precipitando. Desde mediados de 1983 una serie de protestas callejeras desafiaban al régimen de Pinochet y la oposición política –tímida hasta entonces- buscaba ahora liderar el creciente descontento. Las condiciones favorables para la “vía insurreccional” del PC parecían estar a punto de ebullir. Había que hacer algo y rápido.

Una noche de diciembre de ese mismo año la voladora de varias torres de alta tensión dejó a la zona central de Chile en penumbras. Era el debut oficial del FPMR.

En La Habana varios oficiales chilenos comenzaron a prepararse para el ansiado retorno. La frase “vámonos a Chile” se hizo apremiante. Valenzuela Levi era uno de los más entusiasmados con la idea.

Un cohete para Pinochet
Desde el lugar donde vio venir a la comitiva de Pinochet Valenzuela Levi no era “Pepo” ni “Rodrigo”. Era “Ernesto”, el comandante del FPMR a cargo de la emboscada de aniquilamiento contra el dictador. Eran pasadas las 18.40 del domingo 7 de septiembre de 1986, se hallaba observando desde la ladera de un cerro frente a la cuesta Achupallas, en el Cajón del Maipo, y fue el primero en advertir el grupo de vehículos donde venía el capitán general.

Los 21 frentistas se ubicaron en sus puestos de combate. Todos, su líder incluido, estaban seguros de que morirían esa tarde.

Pinochet regresaba a Santiago en el primero de los dos Mercedes Benz blindados de la comitiva, junto a un nieto de 10 años. Delante suyo iba un Opala de la escolta, que debió frenar bruscamente cuando una camioneta con remolque de los frentistas les cerró el paso. Según el libro Los fusileros, del periodista Cristóbal Peña, “Ernesto” tuvo por unos instantes el auto del dictador en la mira de su lanzacohetes Law: “El jefe de la Operación Siglo XX no dudó en percutir el gatillo. Clic. El cohete siguió donde mismo. Clic, clic. Recién cuando lo estaba bajando para volver a estirarlo, el cohete Law salió disparado hacia la carretera y explotó en un punto intermedio entre el primer y el segundo vehículo. La batalla había empezado”.

El ataque culminó varios minutos después, con cinco escoltas presidenciales muertos, Pinochet huyendo de vuelta a su residencia de descanso en El Melocotón, a salvo, y los 21 atacantes regresando a Santiago. Por las balizas de sus vehículos y los fusiles a la vista en las ventanillas, Carabineros los confundió con agentes de la CNI y les abrió el paso.

La ex mujer de Valenzuela, Avelina Cisternas, se enteró del atentado en su casa en Ñuñoa, por los extras noticiosos de la televisión. Había llegado a Chile en mayo de 1984, junto al hijo de ambos y a su hija mayor. Sabía que el oficial “búlgaro” estaba clandestino en el país, por el encuentro que le relató su hija afuera del colegio. Pero no lo había visto. No tenía cómo saber que era uno de los protagonistas de la noticia que acababa de estallar en las pantallas, dejando a todo el país en ascuas.

Dos semanas después, Valenzuela Levi se reunió con once de los 21 fusileros que participaron en la emboscada. En la parrillada “Don Lalo”, en Irarrázabal con Campos de Deportes, el comandante “Ernesto” les dio la orden de salir de Chile. Él y los más experimentados se quedaron, incluso después de que la policía capturó a cinco miembros del comando atacante, a fines de octubre de 1986.

Ahora “Rapa Nui”
Para los agentes de la CNI no era “Pepo”, ni “Rodrigo” ni “Ernesto”. Le decían “Rapa Nui”, porque varias veces lo siguieron mientras visitaba cierta calle santiaguina con ese nombre. Corrían los primeros meses de 1987 y los “chanchos” –los frentistas llamaban así a los CNI– no tenían idea de su verdadera identidad, ni que había sido el líder del atentado. Sin embargo, por la calidad de sus contactos en la estructura del FPMR, estaba claro de que se trataba de uno de sus cuadros más importantes.

Gracias a la delación de un mando medio frentista en el sur del país, el aparato represor había logrado rastrear a varios combatientes en Santiago. Para junio de 1987, la CNI seguía sin saber sus identidades. Pero los tenía a todos en la mira, para cuando llegara la orden.

Los rodriguistas estaban en pleno proceso de discusión interna. Luego del descubrimiento del desembarco de armas en Carrizal Bajo y del fracaso del atentado contra Pinochet, el PC había dado la orden de desactivar al FPMR, dejando en suspenso la “vía insurreccional”. Pero varios mandos rodriguistas se negaban a acatar la instrucción. Para ellos, había llegado la hora de independizarse de la colectividad, lo que implicaba convencer a la mayor cantidad de “hermanos”, como se llamaban entre ellos.

En la CNI, el especialista a cargo del FPMR era el capitán de Ejército Krantz Bauer, experto en inteligencia y jefe de la Brigada Azul. Gracias a las labores de seguimiento de sus hombres, no le fue difícil detectar el creciente número de encuentros rodriguistas en la capital. Años después diría a la justicia que había alrededor de “500 componentes profesionales” del Frente en Santiago. Su conclusión fue que preparaban una nueva operación a gran escala, posiblemente otro atentado contra Pinochet.

Bauer alertó a sus superiores. El director de la CNI, el general Hugo Salas Wenzel, ordenó al jefe de la División Antisubversiva de la CNI, mayor Álvaro Corvalán, “neutralizar” a los subversivos, mediante una operación que dejara fuera de combate a su cúpula máxima.

La “Operación Albania” partió en la mañana del 15 de junio de 1987, con el asesinato a sangre fría del frentista Ignacio Recaredo Valenzuela, en Las Condes. Cuando terminó esa jornada otros cuatro rodriguistas estaban ultimados y siete habían sido detenidos con vida. Uno de estos últimos era Valenzuela Levi. El líder “búlgaro” había sido capturado por el capitán Bauer y por el agente Sergio Mateluna a la salida de una reunión, en una casa cerca del paradero 21 de Vicuña Mackenna. Le cayeron por sorpresa y fue reducido sin que tuviera tiempo de resistirse.

Sus captores lo trasladaron hasta los calabozos del cuartel Borgoño de la CNI, ubicado en la ribera norte del río Mapocho. El lugar bullía esa noche, con órdenes a la carrera, telefonazos y preparativos para una nueva operación que se realizaría durante la madrugada.

En un momento, el capitán Bauer pidió que trajeran a Valenzuela Levi a su presencia. Años después, en entrevista para el libro Vidas Revolucionarias del historiador Cristián Pérez, el oficial relataría que lo vio venir “ergido, con dignidad, seguro de sí mismo”. Según esta versión, la conversación fue “de oficial a oficial; de ejércitos, de operaciones a gran escala, de tanques”.

Bauer fue marginado de la siguiente fase de la operación, cuando se negó a llevarla a cabo.

Pasadas las cuatro de la madrugada, una caravana de autos de la CNI salió del cuartel, rumbo a una casa abandonada en calle Pedro Donoso Nº 582, en Conchalí, a pocas cuadras de Recoleta. Adentro de los autos iban los siete frentistas detenidos, con la vista vendada, esposados y descalzos. A cargo del grupo estaba el agente de la CNI Francisco “Gurka” Zúñiga.

Todos fueron asesinados a balazos en distintas habitaciones del inmueble, mientras otros agentes disparaban al aire en la calle, simulando un enfrentamiento. Puesto de rodillas sobre una colchoneta, Valenzuela Levi recibió 16 balazos, siete de ellos en la cabeza. Falleció instantáneamente. Según la sentencia del caso judicial, los que dispararon fueron el capitán Iván Cifuentes Martínez y el suboficial Emilio Neira Donoso.

Francisco “Gurka” Zúñiga remató los siete cuerpos con ráfagas de fusil.

“Ese es su papá”
Esa noche fue una de las más frías del año en Santiago. Avelina Cisternas se había acostado mientras las noticias mencionaban a cinco rodriguistas muertos. En la mañana, cuando se levantó, los caídos habían aumentado a doce. Sintió alivio al no conocer ninguno de los hombres. En ese momento, no obstante, las identidades de las víctimas que manejaba la prensa eran “chapas”.

Cerca de la una de la tarde del día siguiente, cuando iba a buscar a su hijo al jardín, el bíper que llevaba para emergencias médicas comenzó a sonar. En el jardín pidió prestado un teléfono. A través del aparato un conocido le contó que había un 99% de posibilidades que uno de los muertos fuera su ex pareja. “Me puse a llorar. Las tías me trajeron un vasito de agua, me dijeron que me calmara, que estaba el niño. Después llegue acá a la casa y me encerré en el segundo piso. Mi mamá, que estaba acá, me preguntó: ‘¿Y a ti que te pasa?’. Le dije: ‘Parece que mataron a ‘Rodrigo’”, recuerda.

El diario La Nación, entonces el órgano de prensa oficioso del régimen, publicó al otro día las verdaderas identidades de los frentistas asesinados.

El funeral fue en el Cementerio General. Asistieron muy pocas personas, no más de veinte: algunos familiares, compañeros de profesión de la madre de Valenzuela Levi –quien no alcanzó a viajar desde Suecia–, uno que otro amigo y Avelina con sus dos hijos. Alguien, una geóloga, habló. Avelina arrojó las flores y un puñado de tierra sobre el ataúd.

La médico cirujana esperó a que todos se retiraran. Cuando quedaron solos le dijo a su hijo menor, de tres años y medio: “La persona que está en esa caja es su papá. A su papá lo mataron”. El niño lloró largo rato.

Un mes después se enteró que su ex pareja, que tenía 29 años al momento de su muerte, había estado a cargo del atentado a Pinochet. Se lo reveló un amigo, para darle algo de consuelo. “Me dijo que él [Valenzuela Levi] estaba seguro que se iba a morir en esa emboscada, así que todo el tiempo que vivió después de eso fue como un regalo”. Exactamente un año, dos meses y 21 días.

Hoy, al intentar explicar la concatenación de hechos que los llevaron a ambos a encontrarse en Cuba, donde se transformaron en oficiales y se enamoraron, ella dice que todo estaba ligado a algo mucho más grande que los simples motivos e historias personales. “Vivíamos todos los días, todas las horas, pensando en volver a Chile, en cómo derrotar a la dictadura. Si la dictadura no hubiera existido nosotros no hubiéramos sido jamás militares. Había una tarea mayor. Ese era el objetivo, esa era la tarea, para eso estábamos. Yo quería ser siquiatra y terminé siendo cirujana militar ¿Por qué? Porque era necesario”.

Fuente :casosvicaria.udp.cl sin fecha

Estimado director:

El mes de Junio, fecha dispuesta para las elecciones de las primarias pre-presidenciales coincide con un hecho nos trae el recuerdo potente de todos los que en el pasado lucharon y entregaron sus vidas por alcanzar esta democracia que hoy vivimos y disfrutamos. Es en este mes que fueron asesinados doce militantes y algunos de ellos dirigentes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, me refiero a la Operación Albania o “Matanza de Corpus Christi”, entre los días 15 y 16 de junio de 1987 . Una de las tantas operaciones – montajes realizadas por la Central Nacional de Informaciones (CNI), asesinatos cobardes que se presentaron a la opinión publica como enfrentamientos.

Me adelanto a escribir estas líneas, en estos días, porque fue la mañana del 2 de junio, de ese año 87, la ultima vez que vi a Bernardo, José Valenzuela Levi, quien fue el jefe del intento de ajusticiamiento al tirano en el Cajón del Maipo el día 7 de septiembre de 1986. Un extraordinario dirigente y mejor persona en quien se expresa el justo derecho a la rebelión que ejercimos frente a una dictadura terrorista, como lo fue el régimen de Pinochet.

José Valenzuela fue protagonista de uno de los tantos actos heroicos que al paso de los años y en la actual vorágine de las elecciones de pierden u olvidan. En su homenaje y en el de todos esos hermanos que murieron soñando con un Chile mejor, mas humano, es necesario hacer un alto en el agitado tiempo actual, para recordarles, porque representan la reserva moral y la dignidad de nuestro país.

Sabemos que su legado no es mencionado, menos rescatado, en los discursos de los candidatos, pero también sabemos que ellos están presentes en el recuerdo de los chilenos (as). Por eso le recordamos a los candidatos (a) a la presidencia, la inclusión en sus programas de gobierno, del justo reclamo por lo que está pendiente y que dice relación con la impunidad que favorece a los causantes de violaciones y crímenes de lesa humanidad.

La mediatizada política de “justicia en la medida de lo posible” que sigue vigente”, ha obstaculizado la construcción de la convivencia democrática y alienta a los sectores Pinochetistas, para solicitar la aplicación de la ley de amnistía a los autores de crímenes de lesa humanidad, evocando una reconciliación que nunca ha existido.
No son pocos los interesados en que nos olvidemos que Chile es una sociedad que fue víctima de violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos. En mas de dos décadas de democracia no hemos sido capaces de resolver estos temas, por lo que ya es tiempo de enfrentar el legado del pasado con valentía, porque esa es la única manera de que las expectativas de justicia y reparación por el daño ocasionado se resuelvan.

Como ha quedado de manifiesto en estas ultimas semanas, la visión normativa y cupular con la que se abordó el tema de las violaciones a los DDHH ha sido insuficiente y lo seguirá siendo, en la medida que no se considere como parte de la solución del problema, la genuina expresión de la voluntad social y de repudio a estos crímenes, eso es lo que puede asegurar que en el futuro estos hechos horribles no se vuelvan a repetir.

Las palabras y la actitud del Senador, además designado, Carlos Larraín y de la Ministra Evelin Mathei, hija de un General de la Fuerza Aérea, quien ejerció como director de la Academia de Guerra Aérea, en1974, uno de los principales centros de torturas en el país, son elocuentes. Ambos con prepotencia y desparpajo, se han burlado de una realidad que ellos bien saben que fue así, calificando el justo derecho a la reparación por parte del estado a los exonerados, como una ley hecha para defraudar al país.

Mas allá de que puedan existir corruptos que intentaron abusar y recibir los beneficios de los exonerados, o que otros usaran este derecho para alimentar el clientelismo político. Lo mas importante y lo que no se puede olvidar, es que fuimos miles a quienes nos expulsaron de nuestros trabajos y que nos marginaron de la vida laboral siendo muy jóvenes, sin que quedara alguna evidencia escrita, porque la gran mayoría nos convertimos en perseguidos políticos.

Nosotros agradecemos a los parlamentarios y a los dirigentes de partidos políticos, quienes de buena fe y haciéndose cargo de la tragedia que significó la violación del derecho al trabajo, avalaron a quienes lo necesitaron. En esos años el ser expulsado de un centro de trabajo, una fabrica, del servicio publico y de las Fuerzas Armadas, llevaba consigo la persecución, para otros la cárcel, el exilio y para una gran cantidad la desaparición y el asesinato.

Por eso es una vergüenza que personeros representantes de una derecha revanchista, intenten escudados en la protección del presupuesto del país, disminuir y ojala eliminar el beneficio, por lo demás exiguo, de la pensión de gracia que recibimos. Ellos deben recordar que hace 40 años la dictadura no discriminaba si sus objetivos eran hombres, mujeres, mujeres embarazadas, viejos, niños o jóvenes.

En total según lo respaldan los trabajos de la Comisión Rettig fueron 307 los jóvenes y niños, de 20 años y menos, que murieron o desaparecieron por acciones ejercidas por agentes del Estado durante la dictadura de Augusto Pinochet, entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990. Sin embargo y producto de los acuerdos entre cuatro paredes y la practica de la justicia en la medida de lo posible, la mayoría de los responsables de estos crímenes y sus cómplices se mantienen impunes.

Los jóvenes Rodriguitas que murieron en junio de 1986, no lucharon por esta democracia, caldo de cultivo para la hipocresía que hoy nos domina y que impide ver la realidad de un Chile que pide cambios profundos. Es tal la frivolidad política, que la misma derecha que hoy enarbola banderas de justicia y libertad, es la que creó el modelo económico y político que nos impuso la dictadura.

Nos duele ver también que este sistema y una Constitución totalitarios pudieron sobrevivir y perfeccionarse gracias al puente de plata que les construyó la Concertación, manteniendo casi intacto el marco legal que le protege y administrándolo en democracia. Es viable pensar y aceptar que esto se debió a la gradualidad de los cambios propuestos en 1990, para llegar a un verdadera democracia, pero en la realidad lo que se hace es continuar pensando en perfeccionar el sistema que subvalora y utiliza la democracia a su favor.

La derecha de ayer es la misma que hoy se modernizó, corriéndose hacia el centro, pero sin abandonar los principios que le sustentan, esencialmente económicos. Mas allá de sus posturas y promesas, como lo hacen Allamand y Longueira proclamando un Chile mas justo, ellos nunca dejarán de perfeccionar el modelo neoliberal abusivo que construyeron con Pinochet, sustentándose en la falacia de una política de los consensos, que solo es valida para las cúpulas que administran el poder.

El recuerdo de nuestros hermanos, reconstruye las aspiraciones que simbolizaron la lucha de la mayoría de los chilenos y chilenas por un régimen plenamente democrático, en lo político y en lo social. Cambios que continúan pendientes y que significan poner fin a la concentración del poder económico, hoy en unas pocas manos, distribuyéndolo equitativamente entre todos los chilenos y en especial, entre la inmensa mayoría de compatriotas que con esfuerzo viven en la línea de la sobrevivencia.

Cuando se habla de que habemos chilenos (as) renuentes a votar es porque anhelamos una verdadera participación política, no sólo concurriendo a las urnas cuando se nos convoque, sino participando con pleno derecho y en los más diversos niveles en la aprobación y elaboración de las políticas del Estado, es decir, aspiramos a una democracia plenamente participativa.

Mientras eso no suceda, mientras los gobiernos no salgan de la lógica economicista que les domina, subordinando nuestros derechos políticos y sociales al mercado, mientras no se cambie la constitución heredada de la dictadura, seremos mas y mas los que nos abstendremos de votar en una y otra elección formal, porque no tienen sentido para los intereses del pueblo.

Finalmente, el recuerdo de miles de chilenos y chilenas héroes de la lucha por la libertad de Chile, reclama junto a los cambios políticos, económicos y en educación, una agenda progresista en derechos humanos, erradicando la impunidad de los crímenes contra la humanidad perpetrados durante el terrorismo de Estado.

Los doce hermanos asesinados en Junio de 1986 y los miles que perecieron antes en manos de los terroristas de Pinochet, esperan un homenaje de algún gobierno democrático, el que nunca se ha hecho. Que se les reconozca el heroísmo, la valentía y el coraje que desplegaron enfrentando a la dictadura, enarbolando el mas digno de los derechos del hombre, el de la rebelión contra un gobierno dictatorial y totalitario, transformándose en un gran aporte a la libertad que vivimos hoy.

PATRICIO RICARDO ACOSTA CASTRO, 26 años.
ESTHER ANGÉLICA CABRERA HINOJOSA, 22 años,
ELIZABETH EDELMIRA ESCOBAR MONDACA, 29 años,
JULIO ARTURO GUERRA OLIVARES, 30 años,
JUAN WALDEMAR HENRÍQUEZ ARAYA 28, años,
WILSON DANIEL HENRÍQUEZ GALLEGOS, 26 años,
PATRICIA ANGÉLICA QUIROZ NILO, 29 años,
RICARDO HERNAN RIVERA SILVA, 24 años,
RICARDO CRISTIAN SILVA SOTO, 28 años,.
MANUEL EDUARDO VALENCIA CALDERÓN. 20 años,
JOSÉ JOAQUIN VALENZUELA LEVI, 29 años,

El corazón se nos llena de ternura al pensar en estos hombres y mujeres gigantes, por su ejemplo e inmensa bondad, “ son héroes los que pelean para hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad. Los que pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarle a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino criminales.” José Martí.

Dr. Enrique Villanueva Molina
Ex Dirigente Rodriguista

Fuente :diario.uchile.cl 10/6/2013

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Ultima Actualización : 02/08/2025