Mario Gabriel Salas Riquelme

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Fecha Detención : 30-09-1973
Comuna Detención : Pudahuel (ex-comuna de Barrancas)
Fecha Asesinato : 30-09-1973
Comuna Asesinato : Santiago
Fecha Nacimiento : 05-06-1949
Edad : 24
Lugar Nacimiento : Pudahuel (ex-comuna de Barrancas)
Partido Político : Partido Socialista (PS)
Oficio o Profesión : Obrero
Nacionalidad : Chilena

Antecedentes del Caso

Mario Gabriel SALAS RIQUELME

El día 30 de septiembre de 1973 fueron detenidos seis pobladores del campamento Santiago Pino de la Comuna de Pudahuel, (ex-comuna de Barrancas):

- Víctor BARRALES GONZALEZ, 25 años, obrero, dirigente del campamento, militante socialista.

- Sergio Osvaldo DE LA BARRA DE LA BARRA, 26 años, agente postal de Correos, presidente del campamento, militante socialista.

- Raúl Eliseo MOSCOSO QUIROZ, 24 años, dirigente del campamento,

- Mario SALAS RIQUELME, 24 años, obrero, dirigente del campamento, militante socialista.

- José Eusebio VILLAVICENCIO MEDEL, 25 años, obrero, vicepresidente del campamento.

- Luis Sergio GUTIERREZ RIVAS, 29 años, obrero minero, militante comunista, ex?secretario regional en Lota.

De acuerdo con las versiones entegadas por los testigos, cerca de las 05:00 hrs. se realizó un allanamiento en el Campamento, que está tras la Casa de la Cultura de Barrancas. El operativo estuvo a cargo de efectivos militares, quienes detienen a otras seis personas más, las que posteriormente quedan en libertad.

Los detenidos son trasladados a la Casa de la Cultura, lugar que sirve de centro de detención, en donde se encontraban acantonados un grupo de militares pertenecientes la Escuela de Suboficiales de Santiago y efectivos del Regimiento Yungay de San Felipe.

Todos los detenidos murieron el mismo día 30 de Septiembre y se estableció como lugar de la defunción la “vía pública”, señalándose como causa de la muerte “múltiples heridas a bala”. Sólo en el caso de Víctor Barrales el certificado señala como lugar del hecho el campamento Santiago Pino. Los cuerpos fueron trasladados por los efectivos militares al Instituto Médico Legal.

Luis Gutiérrez no muere a consecuencia de las heridas a bala recibidas, y desde el Instituto Médico Legal es enviado al Hospital José Joaquin Aguirre, en este lugar es visitado por su cónyuge el día 2 de Octubre de 1973. Ese mismo día le informan a ella que fue trasladado al Hospital Militar, lugar en el que no registra ingreso, perdiéndose totalmente su rastro hasta el día de hoy.

La versión oficial en relación a la suerte de estas seis personas, según se publicó en los diarios el día 2 de Octubre de 1973, es que en el momento del allanamiento las fuerzas militares, habían sido atacadas por un grupo de extremistas, que fueron capturados. Señala además el informe de prensa que “Todos ellos fueron ajusticiados en el mismo campamento.”

No resulta verosímil la versión oficial entregada a través de la prensa, por cuanto no hay indicios que hagan suponer la existencia del “ataque de extremistas”; porque en el evento que así hubiese sido, no parece necesario dar muerte a los pobladores que eran arrestados; por la existencia de antecedentes suficientes para acreditar la detención de los pobladores del campamento y su posterior traslado a la Casa de la Cultura; y por la forma selectiva de los arrestos y las militancias de los detenidos.

Todo lo anterior llevó a la Comisión a la convicción que en las ejecuciones al margen de todo proceso legal de Víctor Barrales González, Sergio Osvaldo de la Barra de la Barra, Raúl Eliseo Moscoso Quiroz, Mario Salas Riquelme y José Eusebio Villavicencio Medel y en la desaparición de Luis Sergio Gutiérrez Rivas hubo una grave violación a los derechos humanos, atribuible a la acción de agentes del Estado.

 

Fuente :(Informe Rettig)

Prensa

De acuerdo a la investigación, a partir del 11 de septiembre de 1973 un batallón del regimiento de Infantería Montaña N° 3 "Yungay", al mando del mayor Donato López Almarza, se instaló en Quinta Normal y en Barrancas (actual comuna de Pudahuel), donde se realizaron distintos allanamientos a campamentos y poblaciones. En medio de estos procedimientos que se detuvo a las víctimas, a quienes posteriormente se sometió a torturas para luego ser fusiladas en la Casa de la Cultura de Barrancas  y en sectores cercanos al túnel Lo Prado.

En una noticia que se conoce este miércoles, la Quinta sala de la Corte de Apelaciones de Santiago dictó sentencia definitiva de segunda instancia para el caso denominado "Casa de la Cultura de Barrancas”.

Específicamente el fallo condena a cinco miembros en retiro del Ejército a causa de su participación en los homicidios de 14 dirigentes políticos y poblacionales, hechos que se circunscriben a septiembre y octubre de 1973.

La sentencia estuvo a cargo de los ministros Alejandro Rivera, Mireya López y Paulina Gallardo en una decisión que implica la revocación de las absoluciones dictadas en el fallo de primera instancia del ministro Mario Carroza, condenando a los ex militares Jorge Reyes Morel y Pedro Lovera Betancourt a 15 años y 1 día como autores de los homicidios calificados y consumados de Raúl Eliseo Moscoso Quiroz, Víctor Manuel Barrales González, Sergio Osvaldo de la Barra, Mario Gabriel Salas Riquelme y José Eusebio Villavicencio Medel, además del homicidio calificado frustrado de Luis Sergio Gutiérrez Rivas.

Adicionalmente, el fallo incrementa la pena para Donato López a 15 años y 1 día en su calidad de autor de los delitos señalados y cometidos contra las víctimas anteriormente individualizadas.

Por otra parte, la sentencia recalificó la participación del ex militar Juan Ramón Gerardo Fernández Berardi, que en función de las pericias judiciales pasó de cómplice a autor, lo que motivó una condena de 15 años y 1 día de presidio, como autor del homicidio calificado de Rafael Antonio Madrid Gálvez, Exequiel Segundo Contreras Carrasco, Carlos Leonardo Ibarra Echeverría, Alberto Toribio Soto Valdés, José Elías Quezada Núñez, Rosalino del Carmen Retamal y Daniel Hernández Orrego. Paralelamente, se le inculpó del homicidio frustrado de Gastón Alberto González Rojas.

Fallo también consideró absoluciones

La determinación judicial consideró además la confirmación de los ministros en ratificación a lo decidido por el ministro Mario Carroza en cuanto a la condena de 541 días de presidio, con el beneficio de la libertad vigilada, para Carlos Rodolfo Silva Pérez como cómplice de los delitos de homicidio calificado frustrado, cometido contra las víctimas.

Paralelamente el fallo absolvió a Jorge Reyes Morel, Jorge Turres Mery, Pedro Lovera Betancourt, Donato López Almarza y Carlos Silva Pérez de los delitos cometidos en octubre del año 1973. Misma suerte corrieron Juan Fernández Berardi en relación a los delitos cometidos el 30 de septiembre del mismo año. En cuanto a Sergio Amade Gómez, se le absolvió de todos los cargos formulados en su contra.

Fuente :eldesconcierto.cl 23/12/2020

«Mis padres eran muy tradicionales, de la cultura chilena republicana que existía antes del Golpe. Vivían en el sur de la capital, en la zona de San Gregorio, Santa Rosa. Esos eran sus barrios. Ahí militaban en la Jota... Se conocieron y se casaron. Mi papá se educó en una escuela nocturna. Un hombre muy esforzado y empezó a trabajar en mecánica automotriz, en una empresa llamada Chilean Autos, la Volkswagen. Por supuesto, se transformó, por sus intereses sindicales, en miembro de la CUT. Ambos eran muy sencillos, amantes de las fiestas, de bailar, muy sanos. Eran chilenos. Mi mamá se llama Rosa y es muy tradicional, de familia comunista. Llegó migrando desde Curicó a Santiago, un poquito antes del Mundial de Fútbol de Chile, en 1962. Una tejedora, empedernida. Madre, dueña de casa y muy comprometida con los derechos humanos. Era tierna, con un corazón fuerte, generosa y un poquito autoritaria. Pero linda e inolvidable, realmente».«Vino el golpe. Nosotros vivíamos en el campamento, donde hoy está el Registro Civil, más bien el sector de la municipalidad. En San Pablo con Teniente Cruz, más menos, se acantonó un regimiento que inicialmente creímos que era el Regimiento Yungay de San Felipe, pero, hace muy poco, a raíz de la querella que presentamos, y de la sentencia que salió, supimos que era el Regimiento de Infantería. Luego, a partir de octubre, se instaló el Regimiento Yungay de San Felipe. Bueno, el día 30 de septiembre, como a las seis de la mañana, llegó una patrulla a la casa de cada uno de ellos. Fueron seis los dirigentes que sacaron. Se los llevaron donde hoy hay una iglesia. (Sus familiares) les llevaron ropa y comida, durante dos días. Después de ese tiempo, les dijeron que los habían llevado al Estadio Nacional, pero no estaban allá. Y como ya toda la gente se empezaba a pasar el dato, fueron al Instituto Médico Legal. Allí encontraron a cinco de ellos, el sexto quedó como detenido desaparecido, porque a él lo encontraron vivo y lo llevaron al hospital José Joaquín Aguirre, desde donde lo sacó una patrulla militar. La data de muerte de mi papá es de las 7.30 de la mañana. Lo fusilaron, les aplicaron a todos Ley de Fuga. Mi papá tenía todos los impactos por la espalda. Los ametrallaron»

«Mi mamá falleció hace tres años, ella contaba que afuera del Estadio Nacional había mucha gente buscando a sus familiares. Que les dijeron que fueran la Instituto Médico Legal, que allá encontró a mi papá y reconoció a otro de los compañeros. Que lo tenían allá, con muchos más. Mi mamá siempre recordaba eso. Que había mucha gente en el Instituto Médico Legal. Estamos hablando del 30 de septiembre de 1973. Tú te puedes imaginar lo que era eso... Debió haber habido muchísima gente».

«Sí, a mi papá lo velaron, lo enterraron en el cementerio. Todo el tiempo con resguardo militar, todo el tiempo. Lo sepultaron en el Patio 29. “Y después las casas las marcaron. Después que los mataron, el regimiento pasó pintura a toda la gente del campamento para que pintara las casas, pero las casas de los seis ejecutados eran de un color distinto. No me preguntes cuál. “Tengo uno que otro recuerdo borroso de que estuvimos mucho tiempo con militares cerca. Me acuerdo de eso. De chica, los vi».

«Hubo un tiempo que tenía casi todo borrado. Si tú me preguntas por la cara de mi papá, sí, la tengo súper clara, porque mi mamá mantuvo hasta que murió una foto en el living, siempre, pero otras cosas que yo te pueda decir, no sé. Recuerdo haber estado jugando con él y haberme caído dentro de un tarro de alquitrán, muy chiquita, porque me compraron unos suecos y obviamente no podía caminar bien y me caí. También tengo recuerdos de un perro, un pastor alemán, con que juagábamos también con mi papá. De hecho, a ese perro lo mataron los milicos después, le dispararon. Era un perro muy grande y se les tiraba encima. Y una vez que ellos hicieron guardia en el campamento, el perro mordió a uno, se tiró encima y lo mordió. Días después lo mataron. Durante mucho tiempo, en mi casa el tema de mi papá parecía prohibido, no se hablaba. Yo a mis compañeros les contaba que a mi papá lo habían atropellado. Tampoco tenía claro lo que había pasado. Decía ‘mi papá andaba mucho en bicicleta y lo atropelló una micro’. No sé, no tengo claro si fue la historia que me dijeron para que yo contara en el colegio. Pero, como te digo, nadie se dio el trabajo de hablar conmigo hasta que fui grande. Yo ya tenía a mi hijo cuando me vine a enterar de todo, cuando realmente mi mamá se sentó conmigo y me dijo ‘mira, esto pasó’. Bueno, pero después las cosas también cambiaron, porque no era como nosotros creíamos en ese entonces.Entonces, no sabes con qué verdad quedarte. Lamentablemente, es así. Han pasado tantos años que lo único que está claro es que a mi papá lo mataron, pero las circunstancias y los hechos concretos, lamentablemente, ya es muy difícil saberlos».

Ahí ella me contó bien la historia, que lo había reconocido en el Instituto Médico Legal, que lo había vestido, que lo había metido dentro del cajón. ‘Tiene que quedarte el consuelo que tu papá no sufrió’, me dijo. Pero en el año 1993, hicimos una exhumación, a raíz del caso judicial que habíamos presentado, porque como mi papá estaba en Patio 29, y a esa fecha aparecía que a él lo habían sacado de ese sector, entonces nosotros teníamos que demostrar que no, que estaba ahí y que la osamenta era de él y que estaba solamente él, porque en ese tiempo se encontró más de una osamenta, en varias tumbas del Patio 29. Fue en ese momento que nos dimos cuenta de que mi papá tenía más de diez impactos de bala en el cuerpo, que había sufrido. El protocolo de autopsia reveló que él murió por anemia aguda. Él se desangró en la calle».«Mi mamá igual nos protegió... Yo me vine a enterar pasado los quince años de toda la crueldad. Sabíamos que éramos hijas de un ejecutado político, pero no la crueldad de lo que le hicieron. Eso, no».

«Mi abuela se enfermó. Tiene que haber sido el dolor. Desde que yo tenía diez años, a ella se le confundían las cosas. Creía que yo era mi papá. Se perdió muchas veces, porque salía a caminar sola. Una vez anduvo como una semana extraviada y la encontramos en el Hogar de Cristo. Ella no pudo sobreponerse. Nosotros como familia quedamos solos. O sea, la familia de mi mamá estuvo cerca, pero por el lado de mi papá ni siquiera fueron al funeral. Les dio miedo. Uno quedó tan marcado que mucha gente de la familia optó por alejarse. Mi abuela no pudo con eso y se enfermó. Falleció en 1985. Estaba muy borrada, ya no tenía claro casi nada.Bueno, mi mamá siguió sobreviviendo. Yo creo que porque me tenía a mí. Aunque también se fue un poco para adentro. Ella buscaba trabajo y no la contrataban, hasta que encontró a un caballero que tenía un taller. Mi mamá era modista. Para nosotros fue complicado porque nos quedamos en el campamento y la gran mayoría de los familiares salieron. No teníamos otra opción. Estuvimos marcados, siempre. Siento que mi mamá tenía miedo, porque de alguna manera debió pensar: ‘si me pasa algo a mí, con quién va a quedar mi hija’. No había nadie más que se hiciera cargo de mí y yo era chica. No sé si a todos los familiares les pasó, a nosotros sí. Sentíamos que estábamos solos, en el sentido de que en ese tiempo uno pensaba que (los asesinatos) eran hechos aislados. Yo creo que nadie imaginó nunca la cantidad. Entonces, llegar a la AFEP era darte cuenta de que había mucha gente en lo mismo, mucha gente. A mí, se me abrió un mundo. Fue un poco como asumir donde estaba. Entonces, ahí empezamos a trabajar en la Agrupación, bastante fuerte. Ahí conocí las comisarías también».«Crecí un poco en el cementerio. Íbamos todas las semanas, sábados o domingos, durante horas. Era como un paseo. Mi papá estaba en el Patio 29 que era bastante complicado. Había una señora que nos cuidaba su tumba. Cuando había protestas, ella nos escondía en un cuarto cercano, porque generalmente quedaba la embarrada en el Patio 29 (...) Y, como te digo, eran horas. Hay una suerte de pensar que los niños no se dan cuenta de las cosas (...) A mí,nunca nadie me habló de lo que había pasado con mi papá. Mi mamá se acuerda que fui al funeral y que estuve con ellos. Pero nunca nadie me dijo: “mira, tu papá no va a estar”. Fue como que de repente se fue. Entonces, lo que pasó conmigo fue bien extraño. Íbamos al cementerio todos los días, todas las semanas, pero yo igual esperaba que mi papá volviera. Eso fue hasta el año 1984, cuando encontré un recorte del diario La Tercera que mi mamá tenía guardado, muy escondido. De intrusa, me metí a verlo. El titular decía que habían sido fusilados a seis extremistas (...) y ahí aparecía el nombre de mi papá y el nombre de la gente del campamento. Me quedé callada y una tía mía, que era como más cercana, empezó a darse cuenta de algunos cambios que yo tuve y ahí le dijo a mi mamá que tenía que hablar conmigo. Ahí supe, a grandes rasgos, lo que había pasado, pero tampoco me quedó claro. Recién lo vinimos a hablar, cuando asumió Aylwin48. Le pedí a mi mamá que me explicaría bien qué había pasado y si ella, efectivamente, había visto a mi papá, si ella lo había enterrado, si ella lo había vestido. Y ella me dijo que sí».«Mi mamá siempre dijo: “Me tocó uno bueno y no me va a tocar otro”. Se quedó sola y esperando siempre a mi papá, de alguna manera. Crecí escuchándola decir que quería morirse luego. Obviamente, eso no le dio la posibilidad de pensar en rehacer su vida, siento que ella lo habría visto como una deslealtad gigante».«Bueno esa querella permaneció dormida durante muchos años. Mi mamá reconoció a uno de los militares que fueron a buscar a mi papá. Junto a eso, apareció el Informe Rettig, donde mi papá sale entre los casos con convicción. O sea, se declara que mi papá fue asesinado por miembros del Estado chileno, un reconocimiento ineludible. O sea, entra a formar parte de la historia. Ya hay un documento que dice que sí. Mi mamá falleció en agosto del 2015. Y como en octubre a mí me llaman. Les expliqué que mi mamá había fallecido y me dicen que hay que dejar el caso hasta ahí. porque no se puede hacer nada. Yo me comunico con abogados del Ministerio de Interior y ellos me dicen que sí, que yo puedo seguir el caso como herencia. Y ahora en mayo nos entregaron el primer fallo, el que honestamente fue horrible, porque a los militares que están involucrados les dieron una sentencia de cinco años, cosa que nosotros apelamos. Por el caso de mi papá, hay tres militares condenados. Nosotros siempre supimos que Gerardo Urrich59 había estado al mando, pero en la sentencia se dice que no. Sólo lo condenaron por apoyo y le dieron cincos años (...)Yo creo que la justicia para nosotros no existe, o sea lamentablemente acá en Chile, incluso en el tema de los derechos humanos, no existe. Lamentablemente, hay casos emblemáticos... Siento que para el resto hay una discriminación grande. Y es una discriminación que se hace en todos los estratos. O sea, te hablo judicialmente, como en las agrupaciones de derechos humanos, como en la prensa, como en todo el mundo. Los casos nuestros son Juanito Pérez no más, no son nombres rimbombantes que llamen la atención, que convoquen a prensa internacional, entonces los siguen postergando. Si tú me preguntas qué pienso de la Justicia, yo creo que no hay justicia en Chile. No es un tema de revanchismo, es algo lógico y normal. Si yo hoy mato a alguien en la calle, a mí me van a sancionar. Pero hoy tenemos a los asesinos, porque son asesinos, viviendo en un hotel cinco estrellas y más encima con posibilidades de indulto. O sea, la vida es tan simple como eso, cometes un error, cometes un delito, debes tener una sanción. Siento que es la única manera de asegurar que no vuelva a pasar. Ya no espero justicia. No creo que podamos conseguir más de cinco años de cárcel para los militares involucrados. No creo. Ahora apelo a dejar historia, por eso acepté esta entrevista. Yo fui uno de los familiares que pidió hacer un monumento. Nosotros tenemos un monolito en la Casa de la Cultura, que fue donde los mataron. Está hecho de mármol. Lo hicimos los familiares y las organizaciones sociales de Pudahuel y Lo Prado, trabajando a pulso. Ahora queremos dejar algo dentro de la Municipalidad de Pudahuel. Que quede un precedente de lo que pasó en ese lugar, porque en ese lugar hubo mucha gente detenida, torturada. En el fallo, nos enteramos de cosas realmente horribles que ocurrieron ahí».“Vamos a preservar lo que pasó” «Un niño que crece sin papá, a eso súmale el miedo y el silencio. Para mí, septiembre es un mes complicado. Hay cosas que me siguen marcando. Además, en este país siempre meten el dedo en la llaga. Aunque trate de hacer una vida al margen, es difícil. Es muy difícil. Yo tengo hijos. El mayor estuvo mucho tiempo metido en cosas de estudiantes y es un terror que no puedo evitar. El más chico, una vez, se me perdió en una protesta y estuve toda una mañana sin saber de él. Una cosa desesperante. Yo, hasta el día de hoy, cuando la gente sale de mi casa, sé con qué ropa anda vestida. Es algo que me ha costado mucho quitármelo. En general, si mi hija o mi hijo salen yo sé con qué polera, con qué pantalón.Entonces, todavía me duele la güata cuando leo algún fallo judicial, porque lo peor es que pasé mucho tiempo esperando el mío y cuando llegó fue una sensación de frustración y rabia horrible, de sentir que no sirvió de nada la espera. Nada sirvió de nada, nada. Los derechos humanos no son un tema de comunistas, los derechos humanos son un tema que deberíamos manejar y trabajar todos. Viviríamos en un país y en una sociedad mejor, porque esto es transversal. O sea, el respeto a tus ideas es algo que todos deberíamos tener. Así de simple».

Fuente :pidee.cl

La Segunda Sala de la Corte Suprema, en fallo dividida, dictó sentencia de término en el episodio denominado "Casa de la Cultura de Barrancas", y condenó a miembros en retiro del Ejército por su participación en los homicidios de catorce dirigentes políticos y poblacionales, hechos cometidos entre septiembre y octubre de 1973, en la entonces comuna de Barrancas, actual comuna de Pudahuel.

La Sala presidida por el ministro Leopoldo Llanos e integrada por los ministros suplentes Eliana Quezada, María Carolina Catepillán y Juan Cristóbal Mera, y el abogado integrante Eduardo Gandulfo, por mayoría, decidió rechazar los recursos presentados por la defensa de los acusados y confirmaron lo resuelto por la Corte de Apelaciones de Santiago, en diciembre de 2020, condenando a los ex militares Jorge Reyes Morel y Pedro Lovera Betancourt, a ambos de 15 años. y 1 día, como autores de los homicidios calificados y consumados de Raúl Eliseo Moscoso Quiroz, Víctor Manuel Barrales González, Sergio Osvaldo de la Barra, Mario Gabriel Salas Riquelme y José Eusebio Villavicencio Medel; además del homicidio calificado, frustrado, de Luis Sergio Gutiérrez Rivas.

Respecto de Donato López Almarza, quien había sido condenado en el fallo de segunda instancia también a 15 años y 1 día, por los mismos delitos perpetrados en la persona de las mismas víctimas, en esta oportunidad, el máximo tribunal, omitió pronunciarse sobre las casaciones presentadas a dicha condena, por encontrarse con López Almarza en estado de enajenación mental.

Asimismo, se condenó al ex militar Juan Ramón Gerardo Fernández Berardi, a 15 años y 1 día de presidio, como autor del homicidio calificado de Rafael Antonio Madrid Gálvez, Exequiel Segundo Contreras Carrasco, Carlos Leonardo Ibarra Echeverría, Alberto Toribio Soto Valdés, José Elías Quezada Núñez, Rosalino del Carmen Retamal, y de los delitos de homicidio calificado en grado de frustrado en la persona de don Gastón. Alberto González Rojas, y de secuestro calificado seguido de homicidio en el caso de don Daniel Hernández Orrego.

En tanto, la Corte Suprema omitió pronunciarse sobre las condenas recaídas en contra de Carlos Rodolfo Silva Pérez y Jorge Turres Mery, ya que ambos se encuentran fallecidos.

Para el abogado Francisco Ugás, jefe jurídico del Estudio Caucoto Abogados y querrellante en representación de las familias de 7 de las 14 víctimas "Es valioso y destacable que nuestra Corte Suprema haya rechazado, por mayoría, las casas impetradas por las defensas de los victimarios en el presente caso, validando la decisión de segunda instancia que pronunció la Corte de Apelaciones de Santiago".

En ese sentido, Ugás señaló que «las condenas definitivas y efectivas de los exagentes Lovera, Reyes y Fernández, todos del Ejército de Chile, son expresión del férreo cumplimiento del deber de punición o sanción que tiene que cumplir el Estado de los crímenes de lesa humanidad que se cometieron en nuestro país hace ya casi 52 años, como ocurre en este caso. Ello, en el contexto de lo que Naciones Unidas ha conceptualizado como la lucha contra la impunidad. Lamentablemente, no puedo obviar que algunos agentes fallecieron durante la sustanciación del caso (Urrich, Silva y Turres, por ejemplo) lo que, de algún modo, nos deja una cierta amargura y una sensación de una justicia que no fue plena".

El abogado, además, destacó los argumentos esgrimidos por el máximo tribunal "quisiera resaltar la fundamentación, los argumentos de lo resuelto en definitiva por la Corte Suprema para desestimar los recursos de las defensas de los condenados, los que fueron mal planteados, adoleciendo ellos de vicios jurídicos que tornaban en imposible el que aquellos los pudiesen prosperar. Finalmente, los familiares de las víctimas han tenido una respuesta por parte de nuestro sistema de Justicia, ante estos horrendos y cruentos crímenes perpetrados por agentes del Estado en perjuicio de ellas".

De acuerdo a la investigación encabezada por el ministro Mario Carroza se confirmó que, a partir del 11 de septiembre de 1973, un batallón del regimiento de Infantería Montaña N° 3 «Yungay» de San Felipe, al mando del alcalde Donato López Almarza, se instaló en la comuna de Quinta Normal y en Barrancas (actual comuna de Pudahuel) donde se realizaron distintos allanamientos a campamentos y poblaciones. Dicho batallón permaneció todo el mes de septiembre y, luego, fue relevado el 1° de octubre de 1973, por la Primera Compañía de la Escuela de Suboficiales del Ejército, que se encontraba un cargo del Capitán Gerardo Ernesto Urrich González (hoy fallecido), seguido por su subalterno el Teniente Juan Ramón Gerardo Fernández Berardi, los que también llevaron a cabo allanamientos. En dichos procedimientos fueron detenidas las víctimas, las que luego fueron sometidas a torturas y, posteriormente, fusiladas en la Casa de la Cultura de Barrancas o en sectores cercanos al túnel Lo Prado.

Algunos de los cuerpos de las víctimas fueron abandonados en el entonces Instituto Médico Legal y en la vía pública. Mientras que a otros se les perdió su rastro y sus restos sólo fueron encontrados años después, en el Patio 29 del Cementerio General.

por Daniela Caucoto

Fuente :resumen.cl, 24 de Abril 2025

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Ultima Actualización : 10/05/2025