Sebastián Acevedo Becerra

Rut : 3.082.994-3
Comuna Detención : Concepción
Fecha Asesinato : 11-11-1983
Comuna Asesinato : Concepción
Fecha Nacimiento : 20-01-1983
Edad : 50
Lugar Nacimiento : Concepción
Estado Civil e Hijos : Casado, 2 hijos
Oficio o Profesión : Minero
Nacionalidad : Chilena

Antecedentes del Caso

El 9 de noviembre de 1983 se registra la detención de Galo y María Candelaria Acevedo Saez, hijos de Sebastián ACEVEDO BECERRA, por civiles armados que no se identificaron. Su padre desesperado los busca en diferentes recintos y solicita ayuda en numerosas partes, sospechando que se encuentran en poder de la CNI.

                           El 11 de noviembre de 1983, al no tener noticias de ellos, en señal de protesta y para presionar a las autoridades, rocía parafina y bencina en sus ropas en la Plaza de la ciudad, y debido a que un Carabinero intenta detenerlo, se prende fuego, muriendo a las pocas horas a consecuencia de la quemaduras que sufre.  

                         La Comisión estima que si bien Sebastián Acevedo murió a consecuencias de hechos provocados por su propia mano, y no cabe en rigor calificar su muerte de una violación de derechos humanos, es víctima de la violencia política, porque tomó la determinación que le costó la vida en un gesto extremo por salvar a sus hijos de consecuencias inciertas, pero que bien se podía temer fueran muy graves, o como modo desesperado de protestar por la situación que lo afligía como padre.

Fuente :Informe Rettig

Prensa


Estaba desesperado. Pedía que la CNI le devolviera a sus dos hijos detenidos ilegalmente. Fue a la Vicaría de la Solidaridad, recorrió comisarías, salas de prensa y conversó con autoridades civiles y militares. Pero a Sebastián Acevedo nadie lo ayudó. El 12 de noviembre de 1983 se instaló afuera de la Catedral de Concepción, se roció con bencina y se prendió. Ocho horas después murió. Los jóvenes habían sido acusados de organizar un plan terrorista. Antes de ser liberados, ambos fueron torturados en un recinto militar. La muerte de Acevedo conmovió al país e inspiró el capítulo 10 de la serie “Los archivos del cardenal”. Hoy sus hijos recuerdan a su padre con orgullo. Dicen que dio la vida por ellos.

No pudo seguir durmiendo. El miércoles 9 de noviembre de 1983, María Candelaria Acevedo se despertó con los gritos de su madre. Eran pasadas las siete de la mañana cuando más de treinta hombres entraron a su casa en la Villa Mora de Coronel, en la Octava Región. Todos estaban armados. La estudiante de 26 años no opuso resistencia. Era militante de las Juventudes Comunistas y desde 1973 cumplía labores clandestinas.

A esa hora, Sebastián Acevedo, su padre, esperaba un bus para dirigirse a su trabajo en la constructora Lago Ranco de Concepción. Hacía unos días le habían advertido que dos de sus cuatro hijos eran seguidos por la CNI. Cuando vio pasar los furgones a toda velocidad, volvió corriendo a su domicilio. Después de un forcejeo, los hombres le dijeron: “Nos llevamos a su hija porque es terrorista”. Dos agentes de la CNI subieron a María Candelaria a una camioneta blanca, vendaron sus ojos y comenzaron a dar vueltas por Coronel.
 

Una hora y media después detuvieron a Galo Acevedo, otro hijo de Sebastián. Dos autos se estacionaron afuera de la constructora donde trabajaba, la misma de su padre. Lo subieron a un furgón y le pegaron con la culata de la pistola en los testículos. Después de esposarlo, lo tiraron al suelo. Al detenerse en una comisaría para buscar a otro detenido, Galo escuchó que lo mencionaban: “Tenemos el regalo”.
 

Los hermanos Acevedo Sáez fueron llevados a un recinto militar ubicado frente al balneario de Playa Blanca, a tres kilómetros de Coronel.
Al día siguiente, el jueves 10 de noviembre, el diario El Sur de Concepción –propiedad de la cadena El Mercurio- informó en una escueta nota que varios miembros de una “red de militantes comunistas” habían sido detenidos en la zona, por efectivos policiales y de seguridad. Entre los nombres figuraban los hermanos Acevedo. No se informaba sobre cargos, tribunal responsable ni del lugar de detención al que habían sido trasladados.


Sebastián Acevedo Becerra, fue un obrero chileno, que ante el dolor de la ausencia de sus hijos, detenidos por agentes de la CNI, se inmola en la Plaza de Armas de la ciudad de Concepción.


Un padre busca a sus hijos
El 9 de noviembre de 1983 se registra la detención de Galo y María Candelaria Acevedo Saez, por civiles armados que no se identificaron. Ambos eran hijos de Sebastián Acevedo Becerra, minero del carbón. Este padre desesperado por el paradero de sus hijos los busca en diferentes recintos, solicita ayuda en numerosas partes, sospechando que se encuentran en poder de la CNI.
Al no tener noticias de ellos, dos días luego de la detención de sus hijos, el 11 de noviembre de 1983, en señal de protesta para presionar a las autoridades, se rocía parafina y bencina en sus ropas en la Plaza de Armas de Concepción. Cuando un carabinero intentó detenerlo, él prendió fuego a sus ropas y con él se extinguió también su vida. Murió a las pocas horas a consecuencia de las quemaduras.
La muerte de Sebastián refleja el dolor y angustia de quienes vivieron la desaparición de padres, madres, hijos y nietos. Es por esto, señala su hija Erika Acevedo:
“Que la inmolación de Sebastián sacudió la conciencia de todo Chile, desnudó el drama de las detenciones secretas y las torturas. El impacto de esta acción fue tal que la dictadura se vio obligada a reconocer la detención.
Luego de los hechos su hija Candelaria fue liberada, pudo ir al Hospital Regional de Concepción y despedirse de su padre
moribundo, este pudo ver que su hija había sido liberada. Sus últimas palabras para su hija fueron:
“Me dijo que cuidara a mi hijo, a mi hermano, que no dejara abandonada a mi madre". Luego de la muerte de su padre, sus hijos nuevamente fueron detenidos: María Candelaria cayó nuevamente detenida el 30 de noviembre de 1983, estuvo presa un año y dos meses. Su hermano Galo Fernando estaría detenido durante dos años. En el lugar mismo donde se inmolo se pintó una cruz roja, para recordar su heroìsmo.
Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo
Ante los hechos sucedidos en Concepción, un grupo de personas que protestaba contra la tortura que practicaba la CNI decidió poner
como nombre a su movimiento Sebastián Acevedo. Este grupo estaba coordinado por el jesuita José Aldunate nació así el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, que realizaba una protesta pacífica en las calles.
Tuvieron 180 salidas a la calle en siete años. Sin ofender, sin armas, simplemente proclamando o denunciando la tortura.
Recuerda el padre Aldunate una de estas acciones: “Escogimos un lugar de torturas que estaba en avenida Borgoño, donde había un portón de fierro. Llevamos un lienzo que decía “aquí se tortura”.
Armamos un escándalo en la calle, páramos el tráfico, echamos un canto, juntamos 70 personas. Hasta que llegaron los carabineros, con sus carros. Se llevaron a algunos, otros nos metimos en los carros, por fuerza. Llegamos a las comisarías, allá no encontraban qué hacer con nosotros. Nos tomaron los nombres, las fotos, etcétera. Y nos echaron a la calle a las 11 de la noche”.

Fuente :PiensaChile.cl  15 de Noviembre 2011

Fecha :15-11-2011

En tiempos de Dictadura Militar, el 9 de noviembre de 1983 se registra la detención de Galo y María Candelaria Acevedo Saez, hijos de Sebastián Acevedo Becerra, minero del carbón, por civiles armados que no se identificaron. Su padre desesperado los busca en diferentes recintos y solicita ayuda en numerosas partes, sospechando que se encuentran en poder de la CNI.
El 11 de noviembre de 1983, al no tener noticias de ellos y en señal de protesta y para presionar a las autoridades, rocía parafina y bencina en sus ropas en la Plaza de la ciudad. Cuando un carabierno intentó detenerlo, él prendió fuego a sus ropas y con él se extinguió también su vida. Murió a las pocas horas a consencuencia de las quemaduras.
La muerte de Sebastián refleja el dolor y angustia de quienes vivieron la desaparición de padres, madres, hijos y nietos. Es por esto, afirma Erika Acevedo, “que la inmolación de Sebastian sacudió la conciencia de todo Chile, desnudó el drama de las detenciones secretas y las torturas. El impacto de esta acción fue tal que la dictadura se vio obligada a reconocer la detención de Galo y Maria Candelaria Acevedo, para días más tarde dejarlos en libertad”.
“Como muestra de la repercusión social que tuvo este caso -cuenta la que es hija de Sebastián Acevedo- al interior de la Iglesia Católica surgió un movimiento contra la tortura que tomó el nombre de Sebastian Acevedo”.

Fuente :El Ciudadano 16 de Noviembre 2010

Fecha :16-11-2010

En la ciudad de Concepción, y en un nuevo aniversario de su muerte, autoridades y familiares inauguraron este sábado una placa en honor de Sebastián Acevedo, quien se inmoló un 11 de noviembre de 1983 exigiendo la devolución de sus hijos, que habían sido detenidos por la CNI  

en un nuevo aniversario de su muerte, autoridades y familiares inauguraron este sábado una placa en honor de Sebastián Acevedo, quien se inmoló un 11 de noviembre de 1983 exigiendo la devolución de sus hijos, que habían sido detenidos por la CNI.

En ese entonces, Acevedo llegó hasta el frontis de la Catedral penquista -donde fue instalado el homenaje-, y gritó “Que la CNI devuelva a mis hijos”, cayendo envuelto en llamas instantes después, en un hecho que conmocionó a la opinión pública nacional e internacional.

“Es un acto de justicia, pero también un acto donde nos unimos todos y hacemos un llamado a que nunca más en Chile, por el solo hecho de pensar políticamente distinto, una persona como Sebastián haya tenido que entregar su vida para recuperar la libertad de sus hijos detenidos por la CNI. Esto nos invita a ser aún más responsables y cuidar lo que tanto costó. Durante 17 años estuvimos bajo el yugo de una dictadura, y ahora que tenemos una democracia tenemos que cuidarla y valorarla” sostuvo el alcalde de Concepción, Álvaro Ortiz.Por su parte, María Candelaria Acevedo, hija del homenajeado, se unió a las palabras de Ortiz y señaló a Soy Concepción que “valoramos mucho que el municipio honre y conmemore a las víctimas de las violaciones de DDHH, pero independientemente de que uno haya sufrido las violaciones de los derechos humanos, uno no tiene rencor ni odio, al contrario, lo único que uno busca es la verdad y la justicia y que estos hechos no vuelvan a repetirse por el solo hecho de pensar distinto o porque uno cree en otros proyectos de ciudadanía, creo que eso debemos rescatar hoy día”.

Fuente :elciudadano.com 11/11/2017

A las 10 de la mañana se realizó una ofrenda floral justo en el lugar en el que cayó calcinado Sebastián Acevedo. Fueron 40 claveles rojos los que dejaron familiares, amigos, y autoridades locales en la placa que conmemora el hecho.

En ese contexto, María Candelaria Acevedo señaló que la llegada el recuerdo de su padre y la reunión de estas personas, pese a la incesante lluvia que caí sobre la ciudad a esa hora, da cuenta de que “no estamos mal encaminado en lo que tiene que ver con los derechos humanos y particularmente con la inmolación de mi padre”. Agregó que ve de forma positiva la conmemoración, señalando que “nosotros perdimos un padre, pero su legado, su memoria siempre está presente entre nosotros y en mucha gente de este país que cree y tiene la convicción de que tenemos que poner fin a las violaciones a los derechos humanos”.

Sobre ese tema en particular y a 50 años del golpe de Estado civil-militar, indicó que siente que hay una falta de voluntad política real para sanar las heridas dejadas en dictadura, señalando por ejemplo lo que hoy le toca afrontar en la Cámara de Diputados y Diputadas que integra.

“Es una situación compleja cuando hoy la derecha en pone cero pesos en la comisión de presupuesto para el Plan Nacional de Búsqueda, es una situación que no ayuda a resolver las heridas que existen en este país, las que para poder sanarlas tiene que tener una participación de todos y todas para transitar este camino y conocer la verdad sobre los detenidos desaparecidos”.

El alcalde (s) de Concepción, Aldo Mardones también estuvo presente en la conmemoración y destacó que actos como el desarrollado esta mañana, “lo que hacen es poner en valor nuevamente la memoria, en un periodo que no es fácil, donde hay una cultura del olvido, del no respeto a los derechos humanos, donde se está instalando un relativismo moral respecto a esta materia”.

Durante la tarde continuarán desarrollándose diversas actividades en el marco de la conmemoración de la inmolación de Sebastián Acevedo, destacándose la letanía organizada por el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo.

Para posteriormente dar paso a un acto cultural en donde se presentará la obra Prometeo Nacional en el Aula Magna de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.

Historia de Sebastián Acevedo

Era un viernes de 1983 cuando los transeúntes del centro de Concepción vieron con terror como un hombre se prendió fuego frente a la catedral de la ciudad, hombre que al grito de “quiero que la CNI libere a mis hijos”, cayó al suelo con más del 90% de su cuerpo calcinado. Ese hombre era Sebastián Acevedo Becerra.

Acevedo era profundamente cristiano, pero también era militante comunista, al igual que sus padres, al igual que sus hijos, y fue justamente esa tradición familiar la que llevo a los agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI) a detener a dos de sus cuatro hijos. María Candelaria y Galo.

La detención de ambos se realizó el 9 de noviembre, y desde ese momento comenzó una búsqueda incesante para conocer el paradero de ambos, sin obtener resultados. La angustia y la desesperación fueron incrementando a tal punto que Sebastián decidió comprar 10 litros de bencina, repartidos en dos bidones, además de un encendedor, para buscar las respuestas que hasta el momento se le había negado.

Posteriormente, se paró frente a la catedral de Concepción y a viva voz pidió conocer el paradero de María Candelaria y Galo, amenazando que si alguien traspasaba una raya trazada en el piso, él se prendería fuego. Un carabinero no hizo caso, y como un hombre de palabra que era, hizo uso del encendedor, cayendo calcinado sobre la plaza de la Independencia, lugar donde hoy existe una placa con su nombre.

Su hija, María Candelaria fue liberada ese mismo día, alcanzando a despedirse de él a través de un citófono. El recuerdo de esa conversación de la hoy diputada por el Distrito 20, y su padre es así “me dijo que cuidara a mi hijo, a mi hermano, que no dejara abandonada a mi madre y que lo perdonara”.

Fuente :diarioconcepcion.cl 11/11/2023

El año pasado publicamos, en la contraportada de nuestro periódico impreso, correspondiente al mes de diciembre, una carta hecha llegar por Erika Acevedo , hija de Sebastian Acevedo, el obrero de Coronel que se inmoló frente a la catedral de Concepción el 11 de noviembre de 1983, reclamando por el paradero de sus hijos, hasta ese momento detenidos y desaparecidos.

Hoy Resumen la publica nuevamente, ya que las familias de los héroes y mártires de la Población Pedro Aguirre Cerda en Coronel, no sólo convocan nuevamente a un acto este sábado 13 de noviembre 2010, a partir de las 17:00, sino que además inauguran el monolito del cual se habla en esta carta.

El 14 de noviembre del 2009, en la población Pedro Aguirre Cerda, sector Villa Mora de Coronel, se realizó un nuevo acto político cultural en conmemoración de los 26 años de la inmolación de un ex vecino del sector, el obrero de la construcción Sebastián Acevedo Becerra, en las puertas de la catedral de Concepción un 11 de noviembre de 1983, quien tomo esta extrema medida para exigir saber del paradero de sus jóvenes hijos detenidos por organismos de seguridad de la dictadura militar (CNI).

La inmolación de Sebastian sacudió la conciencia de todo Chile, desnudo el drama de las detención secretas y las torturas, el impacto de esta acción fue tal que la dictadura se vio obligada a reconocer la detención de Galo y Maria Candelaria Acevedo, para días más tarde dejarlos en libertad. Al interior de la Iglesia Católica surgió un movimiento contra la tortura que tomo el nombre de Sebastian Acevedo.

En este acto estuvieron presentes los conjuntos locales Newen y Semilla, el trovador Marcelo Sepúlveda y la poeta Bárbara Calderón. Se hicieron presentes además dirigentes políticos como Clemira Pacheco, Cristián Cuevas e Ivan Quintana los cuales se dirigieron a los vecinos.

Este año la conmemoración consto además con la presencia de familiares de tres detenidos desaparecidos del sector Villa Mora Eulogio Fritz, Heriberto Leal y María Galindo jóvenes militantes del MIR todos torturados ,asesinados y hechos desaparecer en dictadura. Sus familiares presentes en el acto dieron testimonios de vida de cada uno de ellos.

Como hecho significativo debemos destacar que en la Plaza de "La Central" se construirá un memorial dentro del barrio recordatorio para las victimas de la represión en aquella población.

Como familia agradecer a cada uno de los nuestros vecinos que soporto el frío de la tarde y nos acompañaron hasta el final del acto. Es importante que la historia negra de este país se recuerde siempre, para que las nuevas generaciones sepan que de ellos depende que en nuestros país no se repitan mas hechos, que horrorizaron las vidas de muchas familias chilenas. Es imprescindible además saber quienes son los culpables, hacer justicia para que así nuestra sociedad pueda reconciliarse.

Por Erika Acevedo Saez (la autora es Hija de Sebastian Acevedo)

Fuente :resumen.cl 10/11/2010

María Candelaria Acevedo, diputada e hija de Sebastián Acevedo, aseguró que la historia de su padre tiene un trasfondo mucho más grande que el de exigir su liberación y la de su hermano Galo.

En el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado de 1973 se estrenó el documental “Don Absoluto”, cinta que recuerda el caso de Sebastián Acevedo, hombre que se inmoló frente a la Catedral de Concepción hace 4 décadas.

“Que la CNI devuelva a mis hijos”. Esa fue una de las últimas palabras que pronunció el 11 de noviembre de 1983 Sebastián Acevedo Becerra. Obrero comunista, que decidió inmolarse frente a la catedral de Concepción exigiendo que sus hijos, María Candelaria y Galo, fueran liberados tras ser detenidos por agentes de la dictadura.

Historia que retrata el documental “Don Absoluto”, película dirigida por Josefina Morandé y producida por Marcela Morilla de Bamba Films, cinta que llega a distintos cines del país en paralelo a la conmemoración de los 50 años del golpe militar.

El estreno en Concepción contó con la presencia de los hijos de Sebastián Acevedo; María Candelaria; Galo y Erika; así como sus nietos y bisnietos; quienes presenciaron la obra junto a cerca de mil personas que llegaron hasta el teatro de la Universidad de Concepción.

Sobre el documental, su directora, Josefina Morandé, aseguró que parte de sus desafíos fueron la forma de enfrentar la historia, de como acercarse a la familia “de forma respetuosa”, y también “hacerlo muy objetivamente, con las fechas y con un trabajo muy riguroso, pero la dificultad más grande era como contar esta historia tan terrible de una manera que termine en la luz y no en la oscuridad”.

En tanto que María Candelaria Acevedo, ahora diputada por el distrito 20 e hija de Sebastián Acevedo, aseguró que la historia de su padre tiene un trasfondo mucho más grande que el de exigir su liberación y la de su hermano Galo.  

“También buscaba decirle al mundo entero que en Chile se torturaba, que en Chile había cárceles secretas y por lo tanto también fue un llamado de atención y un llamado a que la sociedad en su conjunto se diera cuenta de los horrores que se estaban cometiendo en nuestro país”, comentó tras el estreno.

“El Don Absoluto”, podrá verse este jueves 5 de octubre en Alianza Francesa de Concepción (Colo Colo 1 esquina Víctor Lamas) a las 19:00 horas. Así como también el miércoles 4 y lunes 23 de octubre en Artistas del Acero (O”Higgins 1255) a las 19:00 horas.

Fuente :biobiochile.cl 3/10/2023

Otra Información

Estaba angustiado. Pedía que la CNI le devolviera a sus dos hijos, detenidos ilegalmente. Fue al Arzobispado de Concepción, recorrió comisarías y salas de prensa, conversó con autoridades civiles y militares. Pero a Sebastián Acevedo nadie lo ayudó. El 11 de noviembre de 1983 se instaló afuera de la Catedral penquista, se roció con bencina y se prendió. Moriría horas después. Su deceso conmovió al país e inspiró el décimo capítulo de Los archivos del cardenal. Hoy sus hijos recuerdan a Sebastián Acevedo con orgullo, convencidos de que el sacrificio de su padre les salvó la vida.

No pudo seguir durmiendo. El miércoles 9 de noviembre de 1983, María Candelaria Acevedo se despertó con los gritos de su madre. Eran pasadas las siete de la mañana cuando más de treinta hombres entraron en su casa en la Villa Mora de Coronel, en la Octava Región. Todos estaban armados. La estudiante de veintiséis años no opuso resistencia. Era militante de las Juventudes Comunistas y desde 1973 cumplía labores clandestinas.

A esa hora, Sebastián Acevedo, su padre, esperaba un bus para dirigirse a su trabajo en la constructora Lago Ranco de Concepción. Hacía unos días le habían advertido que dos de sus cuatro hijos eran seguidos por la CNI. Cuando vio pasar los furgones a toda velocidad, volvió corriendo a su domicilio. Después de un forcejeo, los hombres le dijeron: «Nos llevamos a su hija porque es terrorista». Dos agentes de la CNI subieron a María Candelaria a una camioneta blanca, le vendaron los ojos y comenzaron a dar vueltas por Coronel.

Una hora y media después detuvieron a Galo Acevedo, otro hijo de Sebastián. Dos autos se estacionaron afuera de la constructora donde trabajaba, la misma de su padre. Lo subieron a un furgón y le pegaron con la culata de una pistola en los testículos. Después de esposarlo, lo tiraron al suelo. Al detenerse en una comisaría para buscar a otro detenido, Galo escuchó que lo mencionaban: «Tenemos el regalo».

Los hermanos Acevedo Sáez fueron llevados a un recinto militar ubicado frente al balneario de Playa Blanca, a tres kilómetros de Coronel. Al día siguiente, el jueves 10 de noviembre, el diario El Sur de Concepción informó en una escueta nota que varios miembros de una «red de militantes comunistas» habían sido detenidos en la zona, por efectivos policiales y de seguridad. Entre los nombres figuraban los hermanos Acevedo. No se informaba sobre cargos, tribunal responsable ni del lugar de detención al que habían sido trasladados.

Tres días frenéticos
Sebastián Acevedo siempre fue un padre protector. A María Candelaria la llamaba «Patita de Canario» y «Comandante Candelaria». Era militante del Partido Comunista y decía con orgullo que había pertenecido al Grupo de Amigos Personales de Salvador Allende (GAP). Tenía una colección de casi dos mil libros, que abarcaba desde medicina hasta el pensamiento de Marx. Le gustaba que sus hijos tuvieran una postura frente a la dictadura y sentía una especial aversión por la DC. «Creía que el centro no representaba nada», recuerda hoy Galo Acevedo.

A lo largo de la década de 1970, los cuatro hijos decidirían entrar a las Juventudes Comunistas, en distintos momentos. El jefe de familia siempre supo que militaban. «Nos decía que tuviéramos cuidado porque las dictaduras eran furiosas. Temía que en algún momento nos pasara algo. Sin embargo, siempre apoyó nuestras decisiones», afirma María Candelaria.

Cuando la CNI detuvo a sus dos hijos, Sebastián Acevedo hizo todo por encontrarlos. Visitó comisarías y mandó una carta al intendente regional, Eduardo Ibáñez. Durante tres días no comió ni durmió. Su alarma se acentuó al día siguiente de los arrestos, cuando El Sur de Concepción publicó que ambos hermanos habían sido detenidos por integrar una célula comunista que «habría participado en los actos terroristas efectuados en los últimos meses en la región».

Al día siguiente de esa noticia, cuarenta y ocho horas después de los arrestos, Sebastián Acevedo viajó con su esposa a Concepción. El matrimonio llegó hasta las oficinas del diario Crónica. «Soy el padre de dos jóvenes detenidos», se presentó ante un periodista. Enseguida preguntó: «Por qué le dan tan mal calificativo a mis hijos si ni siquiera está probado que sean comunistas, y menos aun están en un tribunal determinado…?».

Luego de pasar la mañana en la casa de unos parientes, se despidió de su mujer. Le dio un beso y se devolvió a abrazarla. Le dijo que la amaba.

Solo unos pocos podrían haber tenido nociones sobre su verdadero plan. «No puedo comprender por qué mantienen escondidos a mis hijos. Temo que los maten. Si no me los entregan (…) me crucificaré… Me quemaré vivo», confesó ese mismo día a un corresponsal del diario La Tercera y de la revista Hoy. El periodista, quien afirmaría después en una nota que en esos días tenía jornadas de «bastante tensión», no le creyó.

Torturas y vejaciones
Desde que comenzó la dictadura María Candelaria realizaba tareas de resistencia en Coronel. Al hablar para esta investigación, aclara que nunca tocó un arma y que se limitaba a realizar labores políticas. Su hermano Galo se unió a esas tareas en 1979. Formaba parte de la base Ricardo Fonseca y sus chapas eran Alberto, Nicolás y Ramón. «Nos juntábamos en las casas de seguridad, en mi casa o en las de otros compañeros. Como éramos católicos, también lo hacíamos en las iglesias», cuenta María Candelaria.

Días antes de la detención de ambos, varios militantes de la zona comenzaron a caer. Víctor Huerta, dirigente comunista de la Octava Región, fue uno de ellos. El 3 de noviembre de 1983 lo encontraron muerto, con más de diez impactos de bala. La versión oficial estableció que había caído en un «enfrentamiento» con agentes de seguridad. Los hermanos Acevedo lo conocían y sospechaban que podían estar siendo vigilados. «Un funcionario de la Intendencia de Concepción nos dijo que nos seguían. Durante cuatro días vi unos autos con vidrios polarizados estacionados en la esquina de mi casa», cuenta María Candelaria.

Galo está seguro de que su arresto se debió a una delación de gente conocida. Cree que un oficial del Ejército y vecino de su padre los delató.

En el centro de torturas Playa Blanca, en Coronel, los hermanos pudieron ver a varios militantes conocidos. A la hija de Sebastián Acevedo le pegaron en el estómago y en las caderas, y la obligaron a hacer un striptease. «Me pidieron que hiciera un show, similar al de un prostíbulo. Cuando me sacaba la ropa ellos cantaban. No quise bailar. Mientras iban pasando agentes de la CNI empezaban a tocar mis senos, genitales y nalgas. Uno por uno».

Desnuda, fue llevada a otra pieza donde le aplicaron corriente. Todas estas prácticas iban acompañadas por un interrogatorio. María siempre respondió lo mismo: «Soy militante de las Juventudes Comunistas y encargada de finanzas de mi base. Me conocen como Violeta, Fabiola y Ana». Nunca dijo que era la encargada orgánica del Comité Regional El Carbón, que abarcaba Lota y Coronel. Conocía toda la estructura de las bases regionales y de ella dependían alrededor de cincuenta personas.

Cuando Galo Acevedo llegó a Playa Blanca reconoció la tos de su hermana y entonces se dio cuenta de que María Candelaria también estaba detenida. Lo hicieron escuchar el llanto de una guagua y le advirtieron que tenían a su hijo de seis meses. Pero Galo no creyó en el engaño y siempre repitió lo mismo: «Soy de las Juventudes Comunistas y entré porque quería dejar la marihuana». Después de recibir golpes en sus oídos y rodillas, fue obligado a desnudarse. «Me amarraron un cordel en el pene y recibí cargas de corriente. Fueron dos sesiones de veinte minutos cada una».

Al segundo día siguieron las torturas. Le hundieron la cabeza en un tambor con agua durante dos minutos. «Mientras me hacían preguntas, me ahogaban. Perdí el conocimiento como dos veces. Creo que me hundieron en agua con excrementos porque tenía mal olor».

Sin que sus hijos pudieran saberlo, en esos momentos su padre realizaba desesperadas gestiones por dar con su paradero.

Durante los tres días que estuvieron detenidos en Playa Blanca, los hermanos Acevedo perdieron la noción del tiempo. María Candelaria recuerda que nunca pudo dormir. Las veinticuatro horas sonaba una radio mal sintonizada, se escuchaban los gritos de otros prisioneros y los agentes pasaban toda la noche jugando con un flipper. En las tardes los detenidos eran expuestos al sol; algunos quedaban insolados y con dolor de cabeza. «Ponían focos y manejaban el tiempo. También tiraban viento con unas máquinas. No nos dejaban ni agachar la cabeza», comenta Galo Acevedo.

Además de las torturas, eran obligados a ducharse. Todos debían secarse con la misma toalla y lavarse los dientes con el mismo cepillo. Les daban una comida diaria y a veces podían repetirse. «Me acuerdo de que nos dieron porotos y mi hermano pidió tres platos. Nos reímos y por eso nos pegaron», recuerda María Candelaria.

Mientras, en la prensa de la región se afirmaba que Galo preparaba un plan terrorista en Concepción y Coronel. Se le acusaba de usar bombas y armamentos. Según un comunicado de la Dirección Nacional de Comunicaciones Sociales (DINACOS) publicado por Crónica el 15 de noviembre, había participado en el robo de un camión que transportaba explosivos desde Calama a Lota. Hoy, ambos hermanos declaran que nunca formaron parte de grupos terroristas.

«Perdóname, señor»
Sebastián Acevedo estuvo tres días buscando a Galo y María Candelaria. El viernes 11 de noviembre, después de despedirse de su esposa, se dirigió al Arzobispado de Concepción. Sería su último intento. Cuando llegó a las oficinas estaban cerrando y le pidieron que volviera después de almuerzo. Desesperado, advirtió que se quemaría si no tenía noticias de sus hijos.

Luego, compró dos bidones con diez litros de bencina y parafina. También compró un encendedor. A las 15:30 volvió al Arzobispado y dejó un mensaje. Al salir, se volcó el primer bidón sobre el cuerpo. Mientras caminaba hacia la Plaza de Armas, gritaba exigiendo información sobre sus hijos. Lo siguió a distancia el sacerdote Juan Bautista Robles, secretario general del Arzobispado, pidiéndole que se tranquilizara. Pero Sebastián Acevedo estaba decidido. Sin parar de mencionar a sus hijos, se instaló en la entrada de la Catedral de Concepción. Ahí terminó de vaciarse el resto del combustible. Llamó la atención de los transeúntes y fueron varios los que trataron de impedir su acto. «Los alejó haciendo una raya con tiza blanca ante sí. Aseguró que solo podrían pasarla quienes tuvieran noticias de sus hijos. Con el encendedor apretado en su mano derecha, prometió quemarse si se acercaba cualquier otra persona», se narra en El Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, del escritor Hernán Vidal.

Sin embargo, un carabinero intentó cruzar la línea y entonces Acevedo cumplió su palabra y accionó el encendedor. Completamente en llamas, bajó las escaleras de la Catedral y cruzó hacia la Plaza de Armas. Quería llegar hasta la Intendencia, pero cayó antes. Algunos transeúntes gritaban. Unos taxistas corrieron a ayudarlo con los extintores de sus autos y un joven le tiró su chaqueta. Había personas que lloraban, mientras otras estaban paralizadas. Alguien pidió una ambulancia pero esta nunca llegó. Cuando los taxistas lograron apagar las llamas, su cuerpo estaba negro. Nunca dejó de gritar por sus hijos.

Avisado por el personal de la arquidiócesis, el sacerdote y periodista Enrique Moreno fue a darle la extremaunción. Llevó su grabadora y capturó las palabras de Acevedo: «Quiero que la CNI devuelva a mis hijos… Señor, perdónalos a ellos y también perdóname por este sacrificio». Con un 95 % del cuerpo quemado, fue llevado de urgencia al Hospital Regional en un furgón de Carabineros.

«Un amor de padre»
Ese mismo 12 de noviembre, en la tarde, María Candelaria fue liberada por la CNI. En un auto la llevaron a su casa. «Estaba feliz, pero cuando llegué mis hermanas me dijeron que mi papá se había quemado». Sin pensarlo, corrió a tomar el primer bus hacia Concepción. Finalmente se fue en taxi con el cura de su parroquia.

Cuando llegó al Hospital Regional habló por citófono con su padre. En un principio, Sebastián Acevedo no creía que fuese ella. La joven tuvo que decirle que estaba hablando con la «Comandante Candelaria», con la «Patita de Canario». «Me dijo que criara derechito a mis hijos. Que lo perdonara, que no lo quería hacer, pero que debía cumplir su palabra de hombre. Me pidió que liberara a mi hermano. Siempre estuvo lúcido».

Siete horas después murió.

Galo no tuvo la misma suerte de su hermana. Ese día fue llevado a la Cárcel Pública de Concepción, donde estuvo dos años detenido. Lo culparon de formar grupos paramilitares, y de tenencia y porte de armas y explosivos. Al día siguiente en la Fiscalía, el sacerdote Enrique Moreno le informó de lo ocurrido con su papá. «Nunca pensé que fuese capaz de eso, y que un amor de padre llegara tan lejos. Si no fuera por él, yo estaría muerto», dice, convencido de que el revuelo mediático que produjo el sacrificio de su papá persuadió a la CNI de no matarlo.

A los funerales en Coronel llegaron quince mil personas. La cantidad de asistentes hizo que muchos no pudieran entrar en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús. Galo no pudo ir al entierro y se quedó para siempre con ese dolor, el más grande de su vida. «Me cuesta creer que mi papá murió», confiesa hoy.

A partir de ese momento, Sebastián Acevedo se convirtió en uno de los íconos de la lucha pacífica contra la dictadura. En la misa, Alejandro Goic, obispo auxiliar de Concepción, calificó su acto como un gesto heroico de amor.

María Candelaria volvió a ser detenida y estuvo un año en prisión, imputada por los mismos cargos que su hermano. Ella asevera que jamás pudo asimilar el impacto que causó en la opinión pública la muerte de su padre. Su caso trascendió y en su honor se creó el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, integrado por sacerdotes, religiosas y cristianos de base cercanos a la teología de la liberación, quienes protestaban con métodos no violentos contra la práctica sistemática de la tortura. Liderado por el religioso jesuita José Aldunate, el movimiento realizó manifestaciones públicas y asambleas en favor de la integridad de los detenidos por los aparatos represivos.

Cuando quedaron en libertad, ambos hermanos siguieron luchando contra la dictadura, tal como su papá les inculcó. Galo se trasladaría a Santiago para movilizarse con estudiantes de la USACH y María seguiría en labores clandestinas en Coronel. La esposa de Sebastián Acevedo, Elena Sáez, nunca pudo superar la pérdida. «Aprendió a vivir con la pena», confiesa Galo.

 

por Daniel Arrieta y Alejandra Matus

Fuente :casosvicaria.cl, 19 de mayo de 2014

Fecha :19-05-2014

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Ultima Actualización : 03/08/2025