Juan Vera Oyarzún

Rut : 1.448.280-6
Fecha Detención : 27-10-1973
Comuna Detención : Argentina
Fecha Nacimiento : 20-04-1920
Edad : 53
Lugar Nacimiento : Argentina
Partido Político : Partido Comunista (PC)
Estado Civil e Hijos : Casado hijos 2
Oficio o Profesión : Obrero- Dirigente CUT
Nacionalidad : chilena

Antecedentes del Caso

Juan VERA OYARZUN

El 27 de octubre de 1973 fueron detenidos en la localidad fronteriza argentina de Río Mayo, Néstor Hernán CASTILLO SEPULVEDA, 23 años, Secretario Regional de las Juventudes Comunistas; José Rosendo PEREZ RIOS, 24 años, empleado, militante del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU); y Juan VERA OYARZUN, 53 años, obrero, Secretario Regional del Partido Comunista, dirigente sindical y ex-regidor de Punta Arenas.

El día 20 de septiembre un grupo de cuatro personas, entre las que se encontraba Juan Vera, cruzaron la frontera con Argentina, con el objeto de pedir asilo político en ese país. Dos días después fueron entregados a Gendarmería argentina por el propietario de una estancia del sector, y llevados a Aldea Veleiros y posteriormente a Río Mayo. En esta localidad quedaron bajo la custodia del Escuadrón Nº 38 de Gendarmería.

Por otra parte, el día 28 de septiembre, fueron detenidos en una pensión de Río Mayo, José Rosendo Pérez y Néstor Castillo, quienes también habían llegado desde Chile días antes. Los seis arrestados, por haber ingresado en forma irregular a Argentina, permanecieron por cerca de 15 días en las dependencias de Gendarmería, luego fueron separados en dos grupos que debían ejecutar distintos trabajos que se les asignó. El grupo compuesto por Juan Vera, Néstor Castillo y José Rosendo Pérez, realizaba un trabajo en la Municipalidad de Río Mayo y pernoctaba en el Escuadrón 38; mientras que el integrado por los otros tres dormía en su mismo lugar de trabajo, una casa en construcción.

El día 27 de octubre, Juan VERA, Néstor CASTILLO y José Rosendo Pérez fueron entregados por Gendarmería a un grupo de militares y carabineros chilenos que se movilizaban en una ambulancia del Hospital de Coyhaique, de lo que existe múltiples testimonios precisos y concordantes. Son éstas las últimas noticias que se tiene respecto del paradero y suerte de los desaparecidos.

Sobre estos hechos no hubo una explicación oficial de parte de las autoridades chilenas y la prensa nacional sólo informó acerca de la petición de asilo de los seis refugiados. La prensa argentina de la época, sin embargo, informó de la entrega de los desaparecidos a los funcionarios chilenos. Las investigaciones sobre el caso hechas por parlamentarios argentinos llegaron a la misma conclusión, en el sentido que «efectivamente las tres personas fueron apresadas por Carabineros y trasladadas a Chile.»

La Comisión se formó convicción que el desaparecimiento de los tres afectados fue de responsabilidad de agentes del Estado de Chile, de acuerdo a los siguientes elementos:

- Los antecedentes políticos de los afectados y la efectividad de sus peticiones de asilo en Argentina;

- La circunstancia de haber permanecido detenidos durante más de un mes en la República Argentina, existiendo múltiples testimonios concordantes sobre las circunstancias en que fueron entregados a los agentes del Estado chileno;

- Las investigaciones hechas por parlamentarios argentinos, las denuncias de dirigentes sindicales de ese mismo país y la información entregada por la prensa sobre este caso;

- El hecho denunciado en esa época, que militares y carabineros chilenos podían actuar en territorio argentino con la aceptación de Gendarmería de ese país; y

- Porque desde esa fecha no se ha tenido información alguna sobre el paradero de las víctimas.

 

 

Fuente :(Informe Rettig)

Transcripción de la declaración hecha llegar al Juez Sr. Sepúlveda por funcionario del Hospital regional de Coyhaique del cual era Director a la fecha Dn. Jorge Luis montecinos Soto, actual Director del Servicio de Salud Aysén.:

 “Recuerdo: 

Me cuesta mucho recordar estos momentos, porque es muy desagradable el motivo de esta, ya que me ensucia o empaña la preciosa niñez que todos tenemos o tuvimos algún día.

Lamentablemente la fecha exacta no la recuerdo, porque han pasado muchos años, pero si puedo contarles que, una noche de madrugada (1,2 de la mañana) el Dr. Fuentealba me ordena que ayude a bajar de 1 camión Mercedes Benz (UNIMOG) a unos cuerpos que venían envueltos en frazadas del ejército (eran como seis cadáveres), después se dejaron en la morgue del Hospital Coyhaique y por curiosear con una colega  revisamos los cuerpos 1 a 1 en el que conocí a un señor de apellido Mansilla (en su declaración personal cambia este nombre por el de Vera) y a un compañero de curso por mas de seis años José Rosendo Perez azocar si mal no recuerdo (40 años atrás), en eso aparece el Dr. Fuentealba quien le pone la pistola en el pecho a mi colega y le dice: ¡aquí no viste nada! Y nos fuimos a trabajar. Posteriormente al volver al otro día los cuerpos ya no estaban. Cabe destacar que el Dr. Fuentealba estaba vestido con vestuario del ejército (ropa mimetizada) y 1 fusil CIG mas la pistola al igual que los demás militares que lo acompañaban todos armados, menos los funcionarios del CNI.

Eso es todo lo que recuerdo, espero que estos datos sirvan de algo

Gracias”

Este testimonio entregado primero por escrito, fue ratificado por el testigo ante el juez Sepúlveda, precisando en ella algunos antecedentes.

Los hechos ocurren en el periodo en que es Director del Hospital, según Currículo elaborado por él, el actual Director de Servicio Jorge Montecinos Soto, el cual elude toda relación tanto con Fuentealba como con los hechos en declaración previa a la del testigo.

 

Fuente :Testimonio recibido por memoriaviva:

Prensa

30 de agosto, conmemoración del Día Nacional e Internacional del Detenido y Detenida Desaparecidos

La Agrupación de Derechos Humanos de Coyhaique conmemora este día, haciendo un llamado a seguir buscando la verdad y la justicia porque aún es tiempo.

“No son cosas del pasado, sino que están presentes hoy y por eso, necesitamos saber lo que sucedió, especialmente los y las jóvenes”, dice María Erita Vera, presidenta de la Agrupación de Derechos Humanos. Agrega que, “la reparación todavía es posible, como también que podamos conocer nuevos antecedentes o encontrar los cuerpos de los detenidos y detenidas desaparecidos, porque los cuerpos hablan”.

En ese sentido, la presidenta de la Agrupación, indicó que una manera de reparar es recordar y contar nuestra historia, para así, recuperar la memoria colectiva que se va contando con los relatos de todas y todos, desde la verdad y la vivencia de cada uno. “Cuando no se habla no se sana, y la impunidad ha hecho que el dolor permanezca”, dice.

María Erita Vera, recordó que la dictadura civíco-militar fue brutal en la región de Aysén: “En octubre del ‘73, por orden de Humberto Gordon Rubio, quien era el intendente en esa época, creó un comando del Ejército y Carabineros que recorrió la región asesinando, torturando deteniendo personas, allanado las casas, hasta la fueron a buscar a mi padre Juan Vera Oyarzún desde la Argentina, junto a Rosendo Pérez y Néstor Castillo. Aunque no aparecemos en la Operación Cóndor, nosotros creemos que desde aquí nace porque es el primer caso de colaboración internacional de dos países del cono sur”.

Si bien, las causas de los 19 casos oficiales de personas desaparecidas en la región cuentan con la confesión de los culpables, aún no han aparecido los cuerpos de las víctimas. En este contexto, llaman a seguir entregando antecedentes a través de los integrantes de la Agrupación o en su correo: agrupacionddhhcoyhaique@gmail.com /@DD.HH.Coyhaique

Fuente :tehuelchenoticias.cl 30/8/2021

Fecha :30-08-2021

Agrupación de Derechos Humanos de Coyhaique y Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos de la Región de Aysén, criticaron a autoridades de Gobierno por “Cuecada Pasamos Agosto”, que se desarrollará en paralelo a acto donde se recuerdan a víctimas de la Dictadura Militar en Coyhaique.

Coyhaique.- María Vera Vera, hija de Detenido Desaparecido y Presidenta (s) de la Agrupación de DD.HH. de Coyhaique, a nombre de las agrupaciones afirmó que “repudiamos y rechazamos categóricamente la actitud de nuestra autoridades al elegir el día 11 de septiembre a las 11 de la mañana, para festejar con un pie de cueca el haber pasado agosto. No podemos dejar pasar por alto esta convocatoria para el mismo día y hora en que se conmemora un año más del quiebre de la democracia de nuestro país, donde muchas familias de Chile y la Región de Aysén, perdieron a uno o más de sus integrantes. Es de público conocimiento que desde los años posteriores al golpe cívico militar, los familiares y organizaciones de Derechos Humanos hemos conmemorado y recordamos a nuestros seres queridos cada 11 de Septiembre a las 11 horas, siempre se ha hecho con el respeto que las víctimas se merecen reivindicando su dignidad y compromiso social. El negacionismo por parte de nuestras autoridades es hoy otro golpe a la memoria y dignidad de las víctimas y sus familiares”.

María Vera, es hija de Juan Vera Oyarzún, quien fuera un connotado dirigente de la CUT y del Partido Comunista en la comuna de Coyhaique. Detenido desaparecido a partir del 27 de octubre de 1973 junto a Nestor Castillo Sepúlveda y José Rosendo Perez Ríos, en la localidad Argentina de Río Mayo e ingresados por una patrulla integrada por militares, civiles y un teniente de Carabineros a la ciudad de Coyhaique. Todo esto en el marco de la Operación Cóndor, acordada por distintas dictaduras sudamericanas.

En la actualidad, menos del 10% de los más de mil 200 Detenidos y Detenidas Desaparecidas de la Dictadura han sido encontrados e identificados, es por ello que los familiares de las víctimas junto con recordar a sus seres queridos desarrollan actividades los 11 de septiembre para hacer un llamado enfocado en la verdad y justicia.

Cabe manifestar, que distintas agrupaciones de Derechos Humanos para este miércoles 11 de septiembre desde las 11 horas, tienen contemplado desarrollar una actividad en el Memorial de los Detenidos Desaparecidos y Ejecutados Políticos, ubicado en Baquedano frente al Cementerio Municipal de Coyhaique, bajo la consigna “Para que nunca Más”.

Fuente :rln.cl 9/9/2019

Fecha :09-09-2019

En virtud a una orden de detención emanada por el Segundo Juzgado de Letras de Linares, funcionarios de la Brigada de Homicidios de esta ciudad, procedieron a la captura de un ex suboficial de Ejército, quien fue condenado por el delito de secuestro calificado reiterado perpetrado en el octubre de 1973.

Conforme a instrucciones de este tribunal, el detenido fue puesto a disposición durante la tarde de ayer, de Gendarmería de Chile para el cumplimiento de la condena de 3 años y 1 día, en relación al “caso Coyhaique” relacionado al secuestro reiterado contra las víctimas Juan Vera Oyarzun, secretario regional de las Juventudes Comunistas, José Pérez Ríos, militante del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y Néstor Castillo Sepúlveda, Secretario Regional del Partido Comunista.

El ex uniformado, de iníciales M.A.R. de 77 años, conforme a resolución judiciales, participó en los hechos ocurridos posterior al 27 de octubre de 1973, cuando las víctimas fueron detenidas en la localidad fronteriza de Río Mayo de Argentina.

Fuente :enlineamaule.cl, 16 de Julio 2015

Fecha :16-07-2015

El 27 de octubre de 1973 un grupo de militares y carabineros chilenos secuestró, en la localidad fronteriza argentina de Río Mayo, Chubut, a tres ciudadanos de su país: Néstor Hernán Castillo Sepúlveda, secretario regional de las Juventudes Comunistas; José Rosendo Pérez Ríos, militante del Movimiento Acción Popular Unitaria, y Juan Vera Oyarzún, secretario regional del Partido Comunista, dirigente sindical y ex regidor de Punta Arenas. Los tres habían cruzado la frontera a fines de septiembre para pedir asilo político y habían sido detenidos por Gendarmería por haber entrado “en forma irregular” al país. Luego, todos fueron alojados en el Escuadrón de Gendarmería, aunque con libertad para salir a trabajar. A pesar de que tenían status de asilados, un mes después la Gendarmería argentina los entregó a los chilenos.
Este es uno de los casos del Operativo Cóndor que aparece claramente identificado en el Archivo Nacional de la Memoria. En documentación aportada por la provincia de Chubut están las actas de una sesión secreta dedicada a estos hechos que hizo la Legislatura provincial el 22 de noviembre de 1973.
Los diputados habían designado a una comisión especial para investigar las desapariciones, ya que Gendarmería argumentaba que el 27 de octubre de 1973 los tres hombres habían salido del escuadrón y no habían regresado nunca más. Los legisladores hablaron con otros refugiados y con compañeros de trabajo de Castillo, Pérez y Vera, entre otros testigos, y ratificaron la “visita” de los militares chilenos en la localidad de Río Mayo el mismo día de la desaparición de los tres hombres. Concluyeron que se trató de unsecuestro que contó con la colaboración de los gendarmes argentinos. Durante la sesión secreta discutieron si correspondía hacer la denuncia judicial, ya que varios testigos habían señalado que no declararían ante ningún juez de Chubut porque desconfiaban de una convivencia con la Gendarmería. Finalmente resolvieron informar al gobernador, al Poder Ejecutivo nacional y al Senado nacional.

Fuente :pagina12.com.ar 27/3/2005

Fecha :27-03-2005

El juez del Primer Juzgado del Crimen de Coihaique, Luis Sepúlveda, sometió a proceso a dos ex militares por la responsabilidad que puedan tener en la desaparición de Juan Vera Oyarzún, Rosendo Pérez Ríos y Néstor Castillo Sepúlveda. Estos cruzaron a Argentina en fecha posterior al Golpe de Estado de 1973 para solicitar asilo político, donde fueron retenidos por gendarmes de ese país y, posteriormente, entregados a una patrulla del Ejército, de la cual formaban parte los encausados.Según informó la Comisión Regional de Derechos Humanos se trata de Hevaldo Rendic y José María Fuentealba, quienes se encuentran actualmente recluidos en un recinto militar de la capital de la Undécima Región. Los familiares de detenidos desaparecidos dijeron que mantienen las esperanzas de que, con los testimonios de los ex uniformados, se pueda saber el paradero de Vera Oyarzún, Pérez Ríos y Castillo Sepúlveda.

Fuente :cooperativa.cl 5/4/2002

Fecha :05-04-2002

En el marco de los 50 años del Golpe de Estado se realizó ceremonia de plantación de ñires en Control Fronterizo Coyhaique Alto.

Con la plantación de árboles de ñires y la instalación de un cartel, el día 27 de octubre, autoridades junto a agrupaciones de derechos humanos, realizaron una ceremonia que recordó a detenidos desparecidos de Aysén, en el marco de la conmemoración de los 50 años del Golpe cívico militar

Árboles por la Memoria es una iniciativa impulsada por el Gobierno de Chile, en colaboración con CONAF del Ministerio de Agricultura, Red Sitios de Memoria y el Ministerio de las Cultura, las Artes y el Patrimonio. El proyecto permite la plantación de árboles nativos en espacios públicos en las 16 regiones del país, como recuerdo y homenaje a las víctimas de la dictadura.

La actividad se realizó el 27 de octubre en el paso Fronterizo Coyhaique Alto y reunió a autoridades de Gobierno, encabezadas por el Delegado Presidencial Rodrigo Araya, la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Carolina Arredondo, el subsecretario de Derechos Humanos, Xavier Altamirano; y a la Agrupación de Derechos Humanos de Coyhaique.

María Erita Vera Vera, presidenta de la agrupación, destacó  la relevancia de esta iniciativa.

“Para nosotros, los familiares de las víctimas de Néstor Castillo, Rosendo Pérez y Juan Vera Oyarzun, esto es un acto de memoria importante y necesario. Lo que ocurrió aquí hace 50 años fue un hecho terrible, y es fundamental recordarlo para comprender la democracia y valorarla como merece”, sostuvo.

Rodrigo Araya Morales, Delegado Regional Presidencial, subrayó la importancia de este hito “Nuestro Gobierno como política de Estado va buscando la reparación. Esa reparación tiene que ver también con dar la información y poder encontrar a las personas que están perdidas. El plan de búsqueda busca eso y estos hitos significativos, están orientados también a que las nuevas generaciones se den cuenta de la importancia de mantener y defender la democracia”, indicó.

El Seremi de Agricultura, Alan Espinoza Ortiz, destacó la iniciativa a nivel nacional replicada en Aysén.

“Los árboles que plantamos hoy representan esperanza, vida y justicia. Son símbolos de resiliencia en el territorio donde se cometieron violaciones a los derechos humanos. Esta acción nos recuerda la importancia de la memoria y nos impulsa a esforzarnos para que nunca más ocurran crímenes tan atroces en nuestro país.”

“Árboles por la Memoria” contempló asimismo la instalación de un cartel realizado por trabajadores/as de la Corporación Nacional Forestal, en recuerdo de los Detenidos Desaparecidos; Juan Vera Oyarzun, Néstor Castillo Sepúlveda y José Rosendo Pérez detenidos el 27 de octubre de 1973 desde la localidad Argentina de Río Mayo y trasladados por este paso fronterizo, sin que hasta la fecha se tengan indicios de su paradero final.

Fuente :minagri.gob.cl 9/9/2023

“Soy la hija de Juan Vera”, dijo a viva voz y llena de orgullo la niña María
Vera Vera, de sólo 13 años, cuando se presentó en el Regimiento n.° 14
Aysén de Coyhaique acompañada de su madre, Erita. Al escucharla, el soldado
que las recibió en la guardia de inmediato cambió la expresión amable de
su rostro.
–Ah, quédense ahí, no más –les dijo con voz seca y con un ademán despectivo.
Luego de un rato, no muy largo, las escoltaron en dirección al casino del
regimiento. El conscripto que las conducía les aguijoneaba la espalda con su
bayoneta.

–Oye, me estás pinchando, ¿por qué no te vas al lado mejor? –alegó la
niña.
–Cállate o te pego un balazo –recibió por respuesta María.
La niña optó por hacer caso y enmudeció. Al mirar a su madre, que caminada
a su lado, se dio cuenta de que estaba temblando de miedo.
Cuando llegaron al casino, las hicieron esperar un momento, incluso les
ofrecieron un té que no aceptaron. Al instante, llamaron a María. Erita se
acercó para acompañar a su hija.
–Señora, que pase la niña sola –le indicó un militar con falsa gentileza.
En silencio, impotente y con el corazón apretado, Erita Vera vio como su
pequeña hija entraba sola a la oficina del fiscal militar Gustavo Rivera Toro
para ser interrogada. Nunca había sentido tanto miedo en su vida.
En silencio, impotente y con el corazón apretado, Erita Vera vio como su
pequeña hija entraba sola a la oficina del fiscal militar Gustavo Rivera Toro
para ser interrogada. Nunca había sentido tanto miedo en su vida.La última vez que la pequeña Maruja había visto a su padre había sido el
11 de septiembre de 1973, entre las 10 y 11 de la mañana. Aquel funesto día,
Juan Vera Oyarzún se había levantado temprano, como era su costumbre.
Lo primero que hacía al levantarse era encender el fuego, poner la tetera con
agua en la estufa y poner la radio. Fue así como no tardó en enterarse de los
graves hechos que estaban ocurriendo en el país. Luego de escuchar el último
discurso del presidente Salvador Allende, Juan vislumbró con claridad lo que
se avecinaba para él, su gente y el pueblo chileno. Alguna vez había sufrido
la persecución política cuando era un joven dirigente en Punta Arenas. El
presidente Gabriel González Videla había cazado incansablemente a los comunistas
a lo largo del país avalado en la Ley de Defensa de la Democracia,
más conocida como “Ley Maldita”. Por esta razón, Juan vivió por cerca de 5
años en la clandestinidad.

María dormía profundamente en su cama, ya que ese día martes tenía clases
sólo en la jornada de la tarde. Juan se acercó para despertarla.
–Hija, quiero que te levantes –le dijo.
–No quiero, tengo sueño –rezongó la niña.
–Hija, necesito que te levantes ahora porque hay un golpe de Estado –le
insistió tajante su padre.
María, medio somnolienta aún, pudo notar que él estaba demasiado serio
y que algo importante estaba pasando.
–Por favor, levántate –insistió Juan–. Hija, están a punto de bombardear
La Moneda.
Maruja se sentó en la cama sorprendida, tratando de entender que significaba
lo que le decía su padre.
–Anda a ver a tu mamá y verifica si está en la casa o ya se fue al hospital a
operarse. Si no está, te vuelves de inmediato y que Julio te lleve conmigo –
dijo, refiriéndose a su compañero de militancia Julio Cantin, que lo acompaño
y movilizó todo ese día en su camioneta verde.
–Papá, yo me quiero quedar contigo –protestó María.
La niña era los ojos de su padre. Un lazo especial los unía. De hecho, cuando
sus papás decidieron amigablemente separarse, en el año 1971, ella quiso
quedarse a vivir con él. Eran inseparables. Juan la miró fijo y le explicó con
claridad lo que pasaba:–Hija, quiero que entiendas una cosa: la situación está muy fea. Esto es
peor que lo que pasó con González Videla porque ahora están metidos los
milicos… Hija, si no nos volvemos a ver, quiero que tú sepas que yo no me
voy a entregar. Si a mí en la calle me dicen que me detenga, yo no me voy a
detener… prefiero que me maten de un balazo a que me torturen y me hagan
hacer o decir cosas que no quiero. Yo ya lo pasé mal en esa época y ya estoy
muy viejo para pasar por algo así o peor. La gente no se imagina lo que se
viene –le explicó su padre.A regañadientes, Maruja aceptó dejar a su padre querido. Se levantó rápido
y se dirigió a la casa de Erita ubicada en calle Almirante Simpson. Cuando
llegó a su destino, su madre se disponía a salir a buscarla. Erita se había fugado
del hospital esa mañana. Estaba lista en la sala de operaciones para ser
intervenida de la vesícula cuando se enteró de que hubo un golpe de Estado
al ver que un funcionario celebraba bailando con las enfermeras en un pasillo
del recinto. Pensó en Juan y en su hija, por lo que a hurtadillas se vistió y se
fue para su casa.
Erita salió al encuentro de su hija y, conociendo la determinación de la
Maruja, le advirtió:
–Tú de aquí no te mueves. Ahora serías un estorbo para tu papá.Una vez que Maruja se marchó de la casa, Juan Vera se dirigió a la sede
del Partido Comunista para reunirse con sus compañeros y tomar decisiones
cruciales. El golpe de Estado era un hecho consumado y no existía posibilidad
alguna de resistir.
Durante la tarde, las emisoras locales llamaron por bandos a una serie de
personas para que se presentasen ante las nuevas autoridades; entre ellos sonó
el nombre de Juan Vera Oyarzún. Era lógico, pues era un connotado dirigente
sindical y secretario regional del Partido Comunista, y además había
sido secretario general de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y presidente
de la Unión de Obreros Municipales.
Públicamente había aparecido antes con connotados personajes que luego
del Golpe se consideraban peligrosos como Pablo Neruda y Salvador Allende.
“El papá daba el 200% por su partido”, recuerda hoy María.
Juan Vera en 1973 tenía 53 años. Poseía una personalidad carismática y su
familia tenía origen modesto, de clase obrera. Era hijo de pioneros de Aysén.
Su madre se llamaba María Oyarzún Bilbao y su padre José Vera Márquez,
que se desempeñó como capataz de la Sociedad Industrial del Aysén, más
conocida por los pioneros como “la SIA”.

Tenía el pelo cano, una estatura aproximada de 1,70 metros, bigotes y
unos llamativos y profundos ojos color azul cielo. Con fuertes convicciones y
compromiso, Juan contaba con una importante trayectoria de lucha sindical.
En la ciudad era muy conocido, respetado y apreciado por quienes le conocían.
Destacaba por su inteligencia, su gusto por la lectura y su afán de perfeccionamiento
permanente. Por esto, y a pesar de que su educación formal
había llegado sólo hasta tercero básico, Juan era un hombre muy culto e insaciable
lector. Se desempeñaba como obrero municipal recogiendo basura en
un camión y su afición por leer era tal que recogía papeles mojados, arrugados
y sucios que encontraba algunas veces en la calle o entre los desperdicios, y los
secaba alrededor de la cocina a leña para leerlos después.
En la antigua casa de sus padres, ubicada en calle Baquedano a la altura del
700, tenía una gran biblioteca; libros de temas tan variados como historia,
medicina, astronomía, arte, cine, literatura y economía formaban parte de su
colección. Luego de los frecuentes allanamientos de los militares, los textos
fueron quemados por los soldados en una hoguera improvisada en el patio
trasero de la casa. Ardieron sin control cerca de una semana.
Erita y Juan se conocieron en los años 50 en Punta Arenas. Ella era una
empeñosa joven de origen chilote que trabajaba en el hospital de la ciudad.
Luego de una infancia llena de privaciones y mucho esfuerzo, Erita había
conseguido un buen trabajo con el que se podía costear una vida tranquila
y estable.Por esa época comenzó a frecuentar reuniones políticas hasta que comenzó
a militar en las Juventudes Comunistas. Un día, en tiempos de González
Videla, reunidos clandestinamente alrededor de una cocina a leña avisaron
que venía un compañero del Comité Regional. Era Juan Vera Oyarzún.
Luego de conocerse, comenzaron un noviazgo que duró algunos años hasta
que en 1958 se casaron.
Los novios tenían 14 años de diferencia, por lo que cuando nació María,
en 1960, Juan ya tenía 40 años. El matrimonio tuvo 3 hijos, pero uno de ellos
falleció de ocho meses.Luego de vivir por algunos años en Punta Arenas, ciudad en la que Juan
llegó a ser regidor, el dirigente decidió renunciar a su trabajo en la mina Lautaro
y trasladarse a Coyhaique para estar junto a su familia. Su padre y hermano
mayor habían muerto recientemente y su anciana madre no estaba nada
bien de salud. Erita no estaba de acuerdo con mudarse, pero su marido la
convenció. Para ella esta decisión marcó el comienzo de su desgracia como
familia y nunca nadie pudo convencerla de lo contrario: “Si nos hubiésemos
quedado en Punta Arenas, nada de esto nos habría pasado”, le decía a su hija
hasta el fin de sus días.
Siempre recordó la solidaridad de los magallánicos pues, cuando lo comunistas
fueron perseguidos, una familia escondió a su marido durante 5 años
en su casa. Erita aseguraba que si hubiesen estado allá para el Golpe Juan se
podría haber salvado gracias a la ayuda de la gente de Punta Arenas.
Cuando volvieron a la región Aysén, los Vera se instalaron en la casa de
los padres de Juan. Él comenzó de inmediato a buscar trabajo, pero durante
mucho tiempo no tuvo éxito, por lo que comenzaron a pasar pellejerías. La
gente del pueblo estaba llena prejuicios hacia Juan porque era comunista, por
lo tanto nadie le daba trabajo. Erita tuvo que empezar a vender los enseres y
muebles que había traído desde Punta Arenas.
Ella, con lo que ganaba en su antiguo trabajo en el hospital, pudo comprar
todo lo necesario para dotar una casa completa, e incluso y se daba ciertos
gustos: todos los meses se compraba una tenida completa en la tienda El Arte
de Vestir, desde el sombrero hasta los zapatos, todo nuevo. Por lo mismo, para
Erita pasar miserias en Coyhaique fue como retroceder en el tiempo y volver
a su infancia llena de carencias en Chiloé.Con todo, la familia unida se las ingenió para tener ingresos. Arrendaron
una quinta en el sector de la Escuela Agrícola. Erita fue siempre una mujer
trabajadora y empezó a sembrar verduras que después vendían. Hizo negocios
con el dueño de un carretón con caballos para distribuir sus productos y
hacer fletes. Al tiempo tuvieron uno propio, bien pintado, que con grandes
y vistosas letras decía: “Juan Vera”. Los domingos, el matrimonio sacaba a los
orgullosos niños a pasear por las calles de Coyhaique La amplia y antigua casa de madera y 2 pisos heredada por Juan –de las
primeras construidas en Coyhaique en la época de los pioneros– la transformó
ella en pensión, pues existía una gran demanda de alojamiento en el
pueblo debido a la construcción de algunos edificios como el del Banco del
Estado y el Mercado Municipal, ubicado donde hoy se encuentra el Centro
Cultural de Coyhaique.
Las cosas fueron mejorando para la familia. Juan entró a trabajar en la
Municipalidad de Coyhaique. Estaba feliz con su nueva ocupación y también
con los avances políticos que se estaban concretando en el país.
María recuerda la alegría de sus padres cuando se concretó la elección de
Salvador Allende como presidente. En el ambiente estaba esa sensación de
sueño cumplido y en las concentraciones se derrochaba felicidad, alegría y
esperanza.
Juan comenzó a ser funcionario del partido, lo que implicaba una retribución
mensual por su trabajo político. Cargaba mucha responsabilidad porque
era secretario regional y miembro de la Comisión Nacional de Organización,
y tenía que viajar todos los meses a Santiago, ocasiones en la que aprovechaba
de visitar a su hijo José Luis, el hermano menor de Maruja, que vivía y estudiaba
en una Escuela Especial n.º 1 de Sordomudos en La Cisterna.La llegada de Allende a La Moneda fue un hecho auspicioso para Juan
Vera, pero esto no se reflejó en la vida familiar. A fines de 1971 Juan y Erita
decidieron separarse. El férreo compromiso social y trabajo partidario del dirigente
terminó erosionando la relación de pareja. Erita, aun siendo militante,
se sintió por años desplazada por la vocación política y social de su esposo.
Acordaron que él se quedaría en la casa de calle Baquedano y ella se mudaría
a una propiedad interior ubicada en calle Almirante Simpson, que pertenecía
a un matrimonio cercano compuesto por el médico Jorge Ibar y Natividad
Hernández.
Erita continuaría con sus ventas y al cuidado de Maruja, pero luego de una
serie de tretas y maromas la niña consiguió que su madre le diera autorización para irse a vivir con su padre, con la condición de no perder el contacto a
diario con ella.
Mientras vivió con Juan, María era la niña más feliz de la tierra. El dirigente,
por el hecho de vivir sólo con ella, y para no separarse por mucho tiempo
de su pequeña, realizaba las reuniones partidarias en su propia casa, muchas
veces con su hija en brazos y durmiendo envuelta en una frazada. La niña era
la consentida de los miembros del Partido Comunista, especialmente de los
jóvenes de la Jota, quienes incluso ayudaban a cuidarla. La pequeña Maruja
sentía que tenía cierto estatus entre la gente del partido porque era la regalona
“hija de Juan Vera”.
Así, despreocupada y llena de alegrías, era la vida de María hasta que esa
mañana del 11 de septiembre de 1973 su nervioso padre la despertó para
pedirle que se fuera a la casa de su madre. Esa misma tarde María y Erita
escucharon por radio que Juan Vera Oyarzún tenía hasta las 5 de la tarde
para presentarse ante las autoridades militares. Ambas sabían que eso no iba
a suceder.
Las mujeres estuvieron unos 4 días encerradas en la casa, temiendo salir,
llenas de incertidumbres y sin tener noticia alguna de Juan. Finalmente María,
autorizada por su madre, decidió ir a echar un vistazo a la casa de calle
Baquedano. Pero allí ya no quedaba nada: entre la quema de libros, los allanamientos
y personas que aprovechándose de la situación se habían llevado
parte de los muebles y enseres, la casa había quedado como un cascarón vacío
y mientras no se definiera la situación de Juan no sabían si podrían volver a
vivir allí.Los vecinos en calle Simpson, la familia Ibar, alertaron a Erita de que la
pequeña Maruja estaba siendo buscada por personal del Ejército. No teniendo
donde esconderse ni huir, y para no agravar más la situación, tomaron la
decisión de presentarse voluntariamente en el Regimiento n.° 14.

Al ingresar a la oficina de Gustavo Rivera Toro, María vio a un hombre
alto, delgado, de unos 50 años, que vestía uniforme color gris con botones dorados. Estaba de pie absorto envolviendo un regalo puesto encima de un
escritorio. A su lado había 2 militares. Rivera levantó la vista y al verla sonrió.
–¿Y esta niña de ojos tan bonitos? –le dijo. María no había heredado el
color azul cielo de los ojos de su padre, pero sí la profundidad de su mirada.
El con-traste de sus ojos verdes y el cabello negro la hacían una niña muy
llamativa.
–Soy la hija de Juan Vera –respondió la niña casi desafiante.
–Siéntate –le ordenó Rivera Toro.
–No, prefiero quedarme de pie –porfió María.
–¡Siéntate! –le gritó uno de los escoltas de Rivera tironeándola de un brazo.
El oficial de Ejército dejó cuidadosamente su paquete de lado. Se sentó en
su escritorio, tomó una gruesa carpeta llena de papeles y comenzó a hojear
unos documentos. Con un tono tranquilo y amable empezó a interrogar a
Maruja.
–¿Dónde está tu papá? –le preguntó sin rodeos el militar.
–No sé.
–¿Has tenido contacto con él?
–No.
–¿Tú ibas a reuniones con tu papá?
–Sí.
–¿Con quiénes se reunía? ¿Qué hablaba?
–No sé, me quedaba siempre dormida –esquivó la niña.
En ese momento, María se dio cuenta que los militares manejaban gran
cantidad de información sobre su padre y comprendió que los habían espiado
por mucho tiempo.
–¿Tu papá cruzó la frontera?
–No sé. –¿Con cuántas personas cruzó la frontera? ¿Iba una mujer en el grupo?
¿Por dónde cruzó? –las preguntas no cesaban, dando nombres, lugares y fechas.
María no supo qué contestar. No obstante, la niña no tenía un pelo de
tonta, y con las preguntas que formulaba el fiscal Rivera pudo atar cabos y
reconstruir los supuestos pasos de su padre durante el último tiempo. En su
interior se tranquilizó: él estaba a salvo en Argentina.
–Ah, no quieres hablar –le dijo Rivera, cambiando el tono de amabilidad.
Evidentemente había perdido la paciencia al no llegar a ningún lado con el
interrogatorio.
Años más tarde, María comprobaría que mientras Rivera la interrogaba su
padre continuaba en el país y que habría salido de Coyhaique unos días después,
el 20 de septiembre. El fiscal militar, ya desencajado, amenazó a la niña.
–Mira, tu papá es un terrorista, cometió un delito y tú, al no decirnos lo
que sabes, al protegerlo con tu actitud, estás cometiendo el mismo delito que
él.
–Pero si no sé nada –protestó María.
Gustavo Rivera Toro la miró fijo y pensativo. Apretó la mandíbula y frunció
los labios en un gesto de impaciencia.
–Está bien, salga nomás, váyase y después veremos si la llamamos de nuevo
–le dijo.
María se levantó de su asiento y salió tan rápido como pudo. Apenas cruzó
la puerta comenzó a sentir que el miedo la invadía: se le debilitaron las piernas
y no se podía mantener en pie. Afuera de la oficina de Rivera Toro estaba
su madre esperándola, también a punto de desmoronarse.
–Pueden retirarse –les dijo el funcionario que custodiaba el recinto.
–¿No me van a interrogar? –consultó Erita.
–Usted señora váyase, no tiene ningún problema.
–¿Puedo volver a mi casa?–Sí, ocupe su casa nomás –contestó el soldado luego de consultar al fiscal.
Erita abrazó a su hija y la condujo hasta la salida del regimiento mientras
sentía que el peligro las perseguía.

El 6 de septiembre de 1973 la joven Judith Aguilar dio a luz a una robusta
y sana niña en el Hospital de Coyhaique a la que llamó Patricia. El trabajo
de parto había sido complicado por lo que la joven madre y la recién nacida
tuvieron que permanecer en el recinto para recibir mayores cuidados. Allí las
sorprendió el golpe de Estado. Su marido, José Rosendo Pérez Ríos, era un
joven de 24 años que trabajaba como recepcionista y ayudante contable en la
Honsa, hotel estatal ubicado en el sector céntrico de Coyhaique.
Judith conoció a José Rosendo cuando ambos estudiaban en la escuela
nocturna. Él era un joven simpático, agradable y atento. A Judith le gustaron
sus ojos verdes y su inteligencia. Pololearon 4 meses y, cuando el padre de ella
empezó a poner problemas para que se vieran, José Rosendo le pidió matrimonio.
Judith soñaba con formar una familia y se sentía enamorada, así que
aceptó la propuesta. Los jóvenes se casaron el 1 de agosto de 1972; ella tenía
19 años y él 22.
José Rosendo era trabajador, empeñoso y protector, y no quería que su
esposa siguiera laborando. Después de celebrar la ceremonia de matrimonio,
Judith dejó sus tareas como empleada y se instaló a vivir con su marido en la
casa de su suegra, María Pedrosa Ríos.
La familia de José Rosendo era sencilla. Su madre, de origen chilote, trabajaba
como lavandera. En 1973 María Pedrosa ya era una mujer de edad
madura y, hasta que llegó su nuera, vivía sola con José Rosendo, el menor de
sus ocho hijos y el más apegado a ella.
José Rosendo Pérez Ríos había sido desde muy joven afín a las ideas de
igualdad social que planteaba el gobierno de la Unidad Popular; frecuentaba
círculos de jóvenes interesados en política y el mundo social. En 1973 se
incorporó al Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) le gustó el partido y su propuesta. Además, pensó que conociendo más gente podrían
abrirse nuevos horizontes.
El joven soñaba con superarse, seguir estudiando y conocer el mundo.
Leía y se preocupaba de prepararse. Para él, la presentación personal era de
suma importancia. Andaba impecablemente vestido, con terno o ambo,
siempre pulcro y formal. De tez blanca, ojos claros, cara redonda, pelo castaño
y estatura media, José Rosendo Pérez soñaba con un mundo más justo
e igualitario y estaba lleno de sueños y aspiraciones para mejorar su futuro y
el de su familia. Pero no fue así: sólo estuvo en cuerpo presente 14 días en la
vida de su hija Patricia, pues no alcanzó verla crecer.
El 20 de septiembre José Rosendo le manifestó a su esposa y a su madre
que las cosas estaban complicadas, razón por la cual había decidido irse para
Argentina en compañía de su cuñado José Miguel Gómez. Las mujeres prepararon
unas bolsas con algo de ropa y alimentos y ambos hombres partieron
ese mismo día.
Unas horas más tarde José Rosendo y José Miguel llegaron a la casa de
su pariente Julia Pérez, en las cercanías del lago Frío. Ella era hija de una de
las hermanas mayores de su mamá. A pesar de ser sobrina de José Rosendo,
tenían casi la misma edad, por lo que la relación era muy cercana.
Esa noche ambos durmieron en el lugar y al día siguiente, el 21 de septiembre,
en horas de la tarde se fueron rumbo a la frontera: tenían la intención
de cruzar al vecino país por el sector del lago Cástor.
Luego de una esforzada travesía por los montes y campos, ambos hombres
llegaron a Argentina. Se hospedaron en un restorán llamado El Cóndor, cuyo
dueño les aconsejó que se entregasen a Gendarmería Argentina y así poder
pedir asilo.

El 20 de septiembre Juan Vera, Efraín Ruiz, Néstor Castillo Sepúlveda
y José Miguel Chacón Coliagüe salieron de Coyhaique con la intención de
pedir asilo en Argentina. Todos ellos eran dirigentes de los partidos políticos perseguidos por el régimen militar. Al saberse buscados, algunos se refugiaron
en casas de seguridad. Desde ahí coordinaron planes para dejar el país.
Para despistar, Sara Solís, una militante comunista, le tiñó el canoso cabello a
Juan la noche anterior a su partida, además le cambiaron sus ropas, pasándole
unos pantalones de mezclilla, pues Juan acostumbrara a vestirse con terno
aunque sin corbata.
Vera, Ruiz, Castillo y Chacón caminaron 2 días hasta llegar a territorio
argentino, luego de cruzar clandestinamente por un paso fronterizo no habilitado
cerca del lago Cástor. Ya al otro lado de la frontera, llegaron a la casa
de un poblador de apellido Millar, en el sector denominado El Triana, donde
pidieron ayuda, alimentos y un lugar para descansar.
Mientras los 4 chilenos descansaban, Millar les avisó que iría a Aldea Beleiro
a dar cuenta de lo sucedido a los gendarmes argentinos. Desde allí quedaron
bajo la custodia de Gendarmería por haber ingresado irregular-mente
al país. De Chile los hombres habían salido aconsejados de que era mejor que
se entregaran y pidieran asilo político, por lo que todos portaban sus documentos
de identidad.
Al día siguiente, el 23 de septiembre de 1973, en horas de la mañana, desde
Aldea Beleiro fueron trasladados hasta la localidad de Río Mayo en la parte
trasera de un camión que transportaba madera, siempre custodiados por
gendarmes armados.
Llegaron al cuartel de Gendarmería de Alto Río Mayo y la primera noche
se les permitió dormir en el lugar, para lo cual se les hizo entrega de unas
colchonetas. En este escenario, se encontraron con los otros 2 chilenos que
habían llegado en circunstancias similares, solicitando asilo político: el joven
José Rosendo Pérez y José Miguel Gómez, su cuñado.
Durante la mañana del 24 de septiembre los gendarmes subieron a los 6
chilenos al interior de un camión militar y los llevaron a un regimiento de
Gendarmería de Comodoro Rivadavia para iniciar los trámites del asilo político.
Sin embargo allí se negaron a recibirlos, por lo que fueron enviados al
cuartel de la Marina en el mismo camión… pero tampoco fueron admitidos. (extracto)

Fuente :"Aysén Muertes en Dictadura" LIbro

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Ultima Actualización : 04/06/2025