José Rosendo Pérez Ríos
Antecedentes del Caso
El 27 de octubre de 1973 fueron detenidos en la localidad fronteriza argentina de Río Mayo, Néstor Hernán CASTILLO SEPULVEDA, 23 años, Secretario Regional de las Juventudes Comunistas; José Rosendo PEREZ RIOS, 24 años, empleado, militante del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU); y Juan VERA OYARZUN, 53 años, obrero, Secretario Regional del Partido Comunista, dirigente sindical y ex regidor de Punta Arenas.
El día 20 de septiembre un grupo de cuatro personas, entre las que se encontraba Juan Vera, cruzaron la frontera con Argentina, con el objeto de pedir asilo político en ese país. Dos días después fueron entregados a Gendarmería argentina por el propietario de una estancia del sector, y llevados a Aldea Veleiros y posteriormente a Río Mayo. En esta localidad quedaron bajo la custodia del Escuadrón Nº 38 de Gendarmería.
Por otra parte, el día 28 de septiembre, fueron detenidos en una pensión de Río Mayo, José Rosendo Pérez y Néstor Castillo, quienes también habían llegado desde Chile días antes. Los seis arrestados, por haber ingresado en forma irregular a Argentina, permanecieron por cerca de 15 días en las dependencias de Gendarmería, luego fueron separados en dos grupos que debían ejecutar distintos trabajos que se les asignó. El grupo compuesto por Juan Vera, Néstor Castillo y José Rosendo Pérez, realizaba un trabajo en la Municipalidad de Río Mayo y pernoctaba en el Escuadrón 38; mientras que el integrado por los otros tres dormía en su mismo lugar de trabajo, una casa en construcción.
El día 27 de octubre, Juan VERA, Néstor CASTILLO y José Rosendo Pérez fueron entregados por Gendarmería a un grupo de militares y carabineros chilenos que se movilizaban en una ambulancia del Hospital de Coyhaique, de lo que existe múltiples testimonios precisos y concordantes. Son éstas las últimas noticias que se tiene respecto del paradero y suerte de los desaparecidos.
Sobre estos hechos no hubo una explicación oficial de parte de las autoridades chilenas y la prensa nacional sólo informó acerca de la petición de asilo de los seis refugiados. La prensa argentina de la época, sin embargo, informó de la entrega de los desaparecidos a los funcionarios chilenos. Las investigaciones sobre el caso hechas por parlamentarios argentinos llegaron a la misma conclusión, en el sentido que "efectivamente las tres personas fueron apresadas por Carabineros y trasladadas a Chile."
La Comisión se formó convicción que el desaparecimiento de los tres afectados fue de responsabilidad de agentes del Estado de Chile, de acuerdo a los siguientes elementos:
- Los antecedentes políticos de los afectados y la efectividad de sus peticiones de asilo en Argentina;
- La circunstancia de haber permanecido detenidos durante más de un mes en la República Argentina, existiendo múltiples testimonios concordantes sobre las circunstancias en que fueron entregados a los agentes del Estado chileno;
- Las investigaciones hechas por parlamentarios argentinos, las denuncias de dirigentes sindicales de ese mismo país y la información entregada por la prensa sobre este caso;
- El hecho denunciado en esa época, que militares y carabineros chilenos podían actuar en territorio argentino con la aceptación de Gendarmería de ese país; y
- Porque desde esa fecha no se ha tenido información alguna sobre el paradero de las víctimas.
Fuente :Informe Rettig
Prensa
En la Región de Aysén aún 9 personas continúan como detenidos desaparecidos producto de la dictadura militar.
Con un llamado terminar con el pacto de silencio, distintas organizaciones de Derechos Humanos y Familiares de Detenidos Desaparecidos de Aysén, se reunieron en el centro de Coyhaique, para recordar a las víctimas de la Dictadura Militar en la región.Ninón Neira Vera, Presidenta de la Agrupación de Derechos Humanos de Coyhaique, recordó que a 45 años del Golpe Militar, todavía hay 9 ayseninos que se encuentran desaparecidos.
Algunos de localidades como Herminio Soto Gatica, subdelegado de Tortel en esa época, o José Orlando Vilugrón, fusilado en Cisnes y arrojado al mar.
También hay víctimas de la Operación Cóndor como Juan Vera Oyarzún, José Rosendo Pérez Ríos, Néstor Castillo Sepúlveda y Humberto Cordano López, por lo que el llamado es a terminar con el pacto de silencio para lograr la ansiada verdad y justicia para los casos de Aysén.
La lista de Detenidos Desaparecidos de la Región de Aysén continúa con Flavio Arquímedes Oyarzún Soto y Luis Alejandro Largo Vera, ambos nacidos en Puerto Aysén y detenidos en Santiago, y José Luis Appel, de la Cruz, oriundo de las Islas Huichas detenido en 1977 en Argentina.
El Día Internacional del Detenido Desaparecido es una conquista de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos apoyada por la Organización de Naciones Unidas, por lo que en nuestro país cada 30 de agosto se recuerdan a las más de mil víctimas de desaparición forzada por la dictadura cívico militar.
Fuente :elpatagondomingo.cl 31/8/2018
Fecha :31-08-2018
En virtud a una orden de detención emanada por el Segundo Juzgado de Letras de Linares, funcionarios de la Brigada de Homicidios de esta ciudad, procedieron a la captura de un ex suboficial de Ejército, quien fue condenado por el delito de secuestro calificado reiterado perpetrado en el octubre de 1973.
Conforme a instrucciones de este tribunal, el detenido fue puesto a disposición durante la tarde de ayer, de Gendarmería de Chile para el cumplimiento de la condena de 3 años y 1 día, en relación al “caso Coyhaique” relacionado al secuestro reiterado contra las víctimas Juan Vera Oyarzun, secretario regional de las Juventudes Comunistas, José Pérez Ríos, militante del Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y Néstor Castillo Sepúlveda, Secretario Regional del Partido Comunista.
El ex uniformado, de iníciales M.A.R. de 77 años, conforme a resolución judiciales, participó en los hechos ocurridos posterior al 27 de octubre de 1973, cuando las víctimas fueron detenidas en la localidad fronteriza de Río Mayo de Argentina.
Fuente :enlineamaule.cl, 16 de Julio 2015
Fecha :16-07-2015
Por tres votos a uno, la Corte de Apelaciones de Coyhaique confirmó el sometimiento a proceso del ex funcionario de Ejército José María Fuentealba, implicado en la desaparición de tres personas en octubre de 1973.
La defensa solicitó la semana pasada la libertad del ex médico de la institución castrense, la que fue negada por el tribunal de alzada, y ahora decidió además someterlo a proceso.
Fuentealba participó en la comitiva militar que luego del golpe de Estado se trasladó hasta Río Mayo, en Argentina, para capturar a Juan Vera, Néstor Castillo y José Rosendo Pérez, que estaban retenidos por Gendarmería Argentina cuando escaparon a ese país en busca de refugio político.
La comitiva estaba compuesta -además del doctor Fuentealba-, por el capitán de Ejército Joaquín Molina, un carabinero de apellido Salinas y el suboficial Evaldo Reidlich Hains, según consigna el sitio www.memoriaviva.cl.
Los tres prisioneros fueron subidos a un vehículo con la inscripción del Hospital Regional de Coyhaique y trasladados en dirección a Chile, donde se pierde su rastro.
"Los militares les comunicaron que sus familias los esperaban en la frontera. Ya en el territorio chileno, la patrulla militar obligó al grupo a subir a una camioneta y emprendió el retorno hacia el campo de prisioneros Las Bandurrias. Horas después el vehículo llego al recinto militar. Solo viajaban en su interior los dos uniformados y el medico", agrega la información.
Este fin de semana se realizó una inspección ocular a la Reserva Forestal Coihaique del Cementerio El Claro, con la presencia de los procesados Evaldo Reidlich y Fuentealba, para verificar antecedentes que se relacionan con la causa.
El abogado Rafael Alvarado, defensor de Juan Vera, uno de los tres desaparecidos tras ser entregados a militares chilenos por gendarmes argentinos, adelantó que se ordenarían nuevas diligencias para identificar al resto de integrantes de la patrulla del ejército que participó en el hecho.
Fuente :primeralinea.cl,14 de Mayo 2002
Fecha :14-05-2002
La diligencia judicial fue supervisada por el magistrado del Primer Juzgado del Crimen de Coyhaique, Luis Sepúlveda. Participaron en la reconstitución los ex uniformados José María San Martín y Evaldo Redlish. Un fuerte contingente de efectivos policiales custodió el área.
La zona que sirvió como escenario a la reconstitución se encuentra en Las Bandurrias, a unos 20 kilómetros de la ciudad.
El objetivo de la pesquisa es aclarar las circunstancias de la desaparición de tres personas, Juan Vera Oyarzún, José Rosendo Pérez Ríos y Néstor Castillo Sepúlveda, cuyo rastro se perdió luego que cruzaron la frontera tras el golpe militar y fueron devueltos a Chile por la Gendarmería argentina, en octubre de 1973.
Los participantes en la reconstitución formaban parte de la patrulla militar que recibió a los detenidos.
El expediente del proceso contendría presunciones fundadas de que a los procesados les correspondió participación en calidad de autores.
Fuente :elmostrador.cl,10 de Mayo 2002
Fecha :10-05-2002
El 27 de octubre de 1973 un grupo de militares y carabineros chilenos secuestró, en la localidad fronteriza argentina de Río Mayo, Chubut, a tres ciudadanos de su país: Néstor Hernán Castillo Sepúlveda, secretario regional de las Juventudes Comunistas; José Rosendo Pérez Ríos, militante del Movimiento Acción Popular Unitaria, y Juan Vera Oyarzún, secretario regional del Partido Comunista, dirigente sindical y ex regidor de Punta Arenas. Los tres habían cruzado la frontera a fines de septiembre para pedir asilo político y habían sido detenidos por Gendarmería por haber entrado “en forma irregular” al país. Luego, todos fueron alojados en el Escuadrón de Gendarmería, aunque con libertad para salir a trabajar. A pesar de que tenían status de asilados, un mes después la Gendarmería argentina los entregó a los chilenos.
Este es uno de los casos del Operativo Cóndor que aparece claramente identificado en el Archivo Nacional de la Memoria. En documentación aportada por la provincia de Chubut están las actas de una sesión secreta dedicada a estos hechos que hizo la Legislatura provincial el 22 de noviembre de 1973.
Los diputados habían designado a una comisión especial para investigar las desapariciones, ya que Gendarmería argumentaba que el 27 de octubre de 1973 los tres hombres habían salido del escuadrón y no habían regresado nunca más. Los legisladores hablaron con otros refugiados y con compañeros de trabajo de Castillo, Pérez y Vera, entre otros testigos, y ratificaron la “visita” de los militares chilenos en la localidad de Río Mayo el mismo día de la desaparición de los tres hombres. Concluyeron que se trató de unsecuestro que contó con la colaboración de los gendarmes argentinos. Durante la sesión secreta discutieron si correspondía hacer la denuncia judicial, ya que varios testigos habían señalado que no declararían ante ningún juez de Chubut porque desconfiaban de una convivencia con la Gendarmería. Finalmente resolvieron informar al gobernador, al Poder Ejecutivo nacional y al Senado nacional.
Fuente :paguina12.com.ar 27/3/2005
El Caso Coyhaique remeció la región de Aysén. Los registros revelan que en octubre de 1973 fueron detenidos en la localidad Río Mayo, Juan Vera, secretario regional del Partido Comunista y dirigente social; Néstor Catillo, secretario general de las Juventudes Comunistas; y José Rosendo, empleado y militante del MAPU. Hasta la fecha no se sabe dónde están.
La única información certera, es que fueron entregados a un grupo de militares chilenos movilizados en una ambulación del Hospital de Coyhaique. En ese marco, la Agrupación de Derechos Humanos de Coyhaique encabezada por María Vera, en conjunto a la Seremi de las Culturas Aysén, realizaron un acto de memoria al instalar una placa a 50 kilómetros de la frontera.
Fuente :26/12/2023 @conmemoracion50
El 6 de septiembre de 1973 la joven Judith Aguilar dio a luz a una robusta
y sana niña en el Hospital de Coyhaique a la que llamó Patricia. El trabajo
de parto había sido complicado por lo que la joven madre y la recién nacida
tuvieron que permanecer en el recinto para recibir mayores cuidados. Allí las
sorprendió el golpe de Estado. Su marido, José Rosendo Pérez Ríos, era un
joven de 24 años que trabajaba como recepcionista y ayudante contable en la
Honsa, hotel estatal ubicado en el sector céntrico de Coyhaique.
Judith conoció a José Rosendo cuando ambos estudiaban en la escuela
nocturna. Él era un joven simpático, agradable y atento. A Judith le gustaron
sus ojos verdes y su inteligencia. Pololearon 4 meses y, cuando el padre de ella
empezó a poner problemas para que se vieran, José Rosendo le pidió matrimonio.
Judith soñaba con formar una familia y se sentía enamorada, así que
aceptó la propuesta. Los jóvenes se casaron el 1 de agosto de 1972; ella tenía
19 años y él 22.
José Rosendo era trabajador, empeñoso y protector, y no quería que su
esposa siguiera laborando. Después de celebrar la ceremonia de matrimonio,
Judith dejó sus tareas como empleada y se instaló a vivir con su marido en la
casa de su suegra, María Pedrosa Ríos.
La familia de José Rosendo era sencilla. Su madre, de origen chilote, trabajaba
como lavandera. En 1973 María Pedrosa ya era una mujer de edad
madura y, hasta que llegó su nuera, vivía sola con José Rosendo, el menor de
sus ocho hijos y el más apegado a ella.
José Rosendo Pérez Ríos había sido desde muy joven afín a las ideas de
igualdad social que planteaba el gobierno de la Unidad Popular; frecuentaba
círculos de jóvenes interesados en política y el mundo social. En 1973 se
incorporó al Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) le gustó el partido y su propuesta. Además, pensó que conociendo más gente podrían
abrirse nuevos horizontes.
El joven soñaba con superarse, seguir estudiando y conocer el mundo.
Leía y se preocupaba de prepararse. Para él, la presentación personal era de
suma importancia. Andaba impecablemente vestido, con terno o ambo,
siempre pulcro y formal. De tez blanca, ojos claros, cara redonda, pelo castaño
y estatura media, José Rosendo Pérez soñaba con un mundo más justo
e igualitario y estaba lleno de sueños y aspiraciones para mejorar su futuro y
el de su familia. Pero no fue así: sólo estuvo en cuerpo presente 14 días en la
vida de su hija Patricia, pues no alcanzó verla crecer.
El 20 de septiembre José Rosendo le manifestó a su esposa y a su madre
que las cosas estaban complicadas, razón por la cual había decidido irse para
Argentina en compañía de su cuñado José Miguel Gómez. Las mujeres prepararon
unas bolsas con algo de ropa y alimentos y ambos hombres partieron
ese mismo día.
Unas horas más tarde José Rosendo y José Miguel llegaron a la casa de
su pariente Julia Pérez, en las cercanías del lago Frío. Ella era hija de una de
las hermanas mayores de su mamá. A pesar de ser sobrina de José Rosendo,
tenían casi la misma edad, por lo que la relación era muy cercana.
Esa noche ambos durmieron en el lugar y al día siguiente, el 21 de septiembre,
en horas de la tarde se fueron rumbo a la frontera: tenían la intención
de cruzar al vecino país por el sector del lago Cástor.
Luego de una esforzada travesía por los montes y campos, ambos hombres
llegaron a Argentina. Se hospedaron en un restorán llamado El Cóndor, cuyo
dueño les aconsejó que se entregasen a Gendarmería Argentina y así poder
pedir asilo.
El 20 de septiembre Juan Vera, Efraín Ruiz, Néstor Castillo Sepúlveda
y José Miguel Chacón Coliagüe salieron de Coyhaique con la intención de
pedir asilo en Argentina. Todos ellos eran dirigentes de los partidos políticos perseguidos por el régimen militar. Al saberse buscados, algunos se refugiaron
en casas de seguridad. Desde ahí coordinaron planes para dejar el país.
Para despistar, Sara Solís, una militante comunista, le tiñó el canoso cabello a
Juan la noche anterior a su partida, además le cambiaron sus ropas, pasándole
unos pantalones de mezclilla, pues Juan acostumbrara a vestirse con terno
aunque sin corbata.
Vera, Ruiz, Castillo y Chacón caminaron 2 días hasta llegar a territorio
argentino, luego de cruzar clandestinamente por un paso fronterizo no habilitado
cerca del lago Cástor. Ya al otro lado de la frontera, llegaron a la casa
de un poblador de apellido Millar, en el sector denominado El Triana, donde
pidieron ayuda, alimentos y un lugar para descansar.
Mientras los 4 chilenos descansaban, Millar les avisó que iría a Aldea Beleiro
a dar cuenta de lo sucedido a los gendarmes argentinos. Desde allí quedaron
bajo la custodia de Gendarmería por haber ingresado irregular-mente
al país. De Chile los hombres habían salido aconsejados de que era mejor que
se entregaran y pidieran asilo político, por lo que todos portaban sus documentos
de identidad.
Al día siguiente, el 23 de septiembre de 1973, en horas de la mañana, desde
Aldea Beleiro fueron trasladados hasta la localidad de Río Mayo en la parte
trasera de un camión que transportaba madera, siempre custodiados por
gendarmes armados.
Llegaron al cuartel de Gendarmería de Alto Río Mayo y la primera noche
se les permitió dormir en el lugar, para lo cual se les hizo entrega de unas
colchonetas. En este escenario, se encontraron con los otros 2 chilenos que
habían llegado en circunstancias similares, solicitando asilo político: el joven
José Rosendo Pérez y José Miguel Gómez, su cuñado.
Durante la mañana del 24 de septiembre los gendarmes subieron a los 6
chilenos al interior de un camión militar y los llevaron a un regimiento de
Gendarmería de Comodoro Rivadavia para iniciar los trámites del asilo político.
Sin embargo allí se negaron a recibirlos, por lo que fueron enviados al
cuartel de la Marina en el mismo camión… pero tampoco fueron admitidos.
Las autoridades argentinas decidieron devolverlos a Alto Río Mayo, no sin
antes pasar por Sarmiento y otros lugares que hasta el momento no se han
podido precisar. El periplo se efectuó porque nadie sabía cuál era el procedimiento
exacto para estos casos.
Así fue como los 6 chilenos regresaron el 28 de septiembre de 1973 al
Escuadrón n.º 38 de Río Mayo, lugar en el que permanecieron en calidad
de detenidos por cerca de un mes. Ya instalados en esta localidad argentina,
un oficial de Gendarmería de apellido Oliva, casado con la chilena Ramona
Barros Medina, les propuso trabajar en la restauración de un inmueble que
funcionaba como restorán.
José Miguel Chacón se hizo cargo de la faena en calidad de contratista,
eligiendo como colaboradores a José Gómez y Efraín Ruiz, por la experiencia
que ambos tenían; uno como obrero de la construcción y el otro como carpintero.
Fue así como los 6 detenidos quedaron divididos en 2 grupos: Chacón,
Gómez y Ruiz comían y dormían en la misma casa en refacción. En cambio
Vera, Castillo y Pérez pernoctaban en el cuartel del Escuadrón n.° 38, lugar
en el que ayudaban en las labores internas, tales como cocina, aseo y cortar
la leña. Además trabajaban en pintura y ornato en la Municipalidad de Río
Mayo.
La primera persona que tendió una mano solidaria a los 6 refugiados chilenos
fue Guillermo Ardao, un español republicano que, huyendo de Franco,
se había instalado como mueblista en la localidad. El vecino Ardao, como le
decían los chilenos, tenía amigos en Gendarmería y les llevó ropa interior y
útiles de aseo.A pesar de estar físicamente separados, los 6 chilenos hicieron un compromiso
de ayuda y lealtad mutua ante cualquier circunstancia en la que se encontraran.
Acordaron que el dinero que reportaran sus trabajos en Argentina
sería para todos. Así se cumplió: el primer pago que ganaron lo utilizaron
para comprar ropa interior para los seis. Pronto los ciudadanos chilenos, a la espera de sus papeles de asilo, fueron teniendo más libertad de movimiento,
pero nunca dejaron de estar bajo la custodia de Gendarmería.
Desde que los 6 hombres salieron de sus respectivos hogares con destino
incierto, desobedeciendo a la autoridad militar, los familiares de los refugiados
en Río Mayo esperaban con ansias cualquier mensaje, señal o indicio que
les confirmara que se encontraban sanos y salvos.
A pocos días de la partida de Juan Vera, su hija María se paseaba por la
casa de su madre ansiosa por noticias. Erita le había dicho ya repetidas veces:
“Estoy segura de que tu padre tratará de comunicarse con nosotros”. Pero
pasaban los días, que a María le parecían eternos, y no recibían ninguna señal.
Una mañana, la niña, ya agotada del encierro, le pidió permiso a su madre
para tomar un poco de aire.
–Bueno, pero no se te ocurra salir más allá del portón: es muy peligroso
–le advirtió Erita.
María salió al frontis de la casa y se apoyó en la reja para mirar hacia la
calle Simpson. De pronto, distinguió una figura conocida que venía caminando
rápido hacia ella. La niña afinó la vista y pudo identificar a la persona:
era Eduardo Vargas, un conocido miembro de las Juventudes Comunistas de
Coyhaique.
–¡Lalo! –exclamó la niña con alegría.
–¡Hola, Maruja! –le respondió el joven sin parar de caminar a paso rápido
y resuelto.
Con la rapidez de un pestañeo, al pasar frente a la niña, Eduardo estiró su brazo y le entregó con disimulo un papelito en la mano para proseguir su
camino sin mirar hacia atrás. Maruja, con el corazón agolpado, miró el papel
y reconoció la inconfundible y delineada caligrafía de su padre. Corrió emocionada
hacia el interior de la casa.
–¡Mamá, mamá! ¡El papá escribió!Ambas leyeron el breve mensaje que decía: “Estoy bien, no se preocupen”.
Lo releyeron varias veces. Luego Erita instintivamente lo metió al fuego de
la estufa.
El 20 de octubre María y Erita recibieron nuevamente noticias: se trató de
una carta y 400 escudos que Juan envió por intermedio de una conocida que
andaba de viaje por Argentina. Ella iba rumbo a Comodoro Rivadavia en el
taxi del chileno Lito Barría cuando se detuvo en Río Mayo. Allí visitó a Juan
Vera y los demás. Barría seguramente aprovechó de visitar al gendarme Oliva,
pues los unía una fuerte amistad. Siempre se ha sospechado que esa relación
es el primer eslabón que terminaría con la entrega de los chilenos.
En la misiva, fechada el 12 de octubre de 1973, Juan relataba algunos detalles
de sus días en Argentina señalándoles que se encontraba lleno de esperanzas
trabajando en la municipalidad. Pronto se terminaría de gestionar su
solicitud de asilo político y la única condición era que tendría que elegir entre
4 provincias que no fueran fronterizas con Chile. Escribió sus buenos deseos
para Erita, preguntaba por su hijo José Luis y por la situación de la casa. Por
último, le pedía a María que le escribiera.
La mujer que les trajo la carta confirmó que había visto personalmente, y
en buenas condiciones, a Juan Vera en Río Mayo. Habían estado almorzado
juntos, lugar donde Juan aprovechó de terminar de escribir la carta en la mesa
que ambos compartían mientras comían. Ella contó que para ello se puso sus
lentes de marco grueso con su nombre grabado en relieve. Durante el encuentro,
la mujer advirtió que por la calle se paseaban vehículos sospechosos, sin
patentes y de procedencia chilena. Le comentó a Juan sus aprehensiones con
respecto a esta presencia.–Siempre hay movimiento, pero no hay problema porque estamos seguros
acá en el Escuadrón n.° 38 de Gendarmería –le respondió Juan, restándole
importancia. Los chilenos se sentían protegidos; su petición de asilo estaba
en trámite y contaban los días para irse de Río Mayo. Sin embargo, es probable
que ese día haya haber sido el último en Argentina.
Luego de leer la carta de su padre, María emocionada escribió una respuesta,
enviándola nuevamente por mano. La misiva nunca fue recibida por
Juan, ya que al volver la persona encargada de realizar contacto en Argentina
notó que el dirigente comunista se había esfumado.
Por temor a los allanamientos, Erita ocultó la carta enviada por el padre
de sus hijos en un tarro bajo los tablones del viejo piso de madera de la casa
de calle Baquedano. Luego de muchos años, María y su madre intentaron
recuperarla, pero fue imposible. Al parecer, el paso del tiempo la destruyó.
Juan Vera no fue el único que se contactó con sus cercanos. María Pedrosa
Ríos, la anciana madre de José Rosendo Pérez, también recibió noticias de
su hijo. Se lo comentó a su nieta, Julia Pérez, la dueña de la casa en lago Frío
donde se hospedaron la noche antes de cruzar la cordillera.
Judith, la joven esposa de José Rosendo también recibió una carta por
mano en la que su marido le comentaba que se encontraba bien y con trabajo.
Además, le informaba que había pedido asilo político y le pedía que no se
preocuparan por él.
Igualmente, en octubre del año 1973 la familia de Néstor Castillo, el joven
compañero de viaje y de partido de Juan Vera Oyarzún, recibió en su casa
un misterioso telegrama. En breves palabras un tal Arturo Salas avisaba que
estaba bien: para pasar desapercibido, Néstor firmó el mensaje con su alias o
“chapa”.
Néstor Castillo Sepúlveda tenía entonces 23 años y era un disciplinado y
comprometido dirigente del Partido Comunista que había llegado a vivir en
Coyhaique sólo 3 meses antes del Golpe, por lo que era poco conocido entre
la gente del pueblo.
Nacido en Victoria, luego de una serie de mudanzas por asuntos laborales
de sus padres, la familia de Néstor se asentó en Mulchén, lugar en el que
ingresó a estudiar a la Escuela n.º 1. Desde pequeño se destacó por ser muy
buen alumno, el primero de la clase, y también por ser un gran lector: devo
Fuente :Aysén , Muertes en dictadura .
Testimonio
Transcripción de la declaración hecha llegar al Juez Sr. Sepúlveda por funcionario del Hospital regional de Coyhaique del cual era Director a la fecha Dn. Jorge Luis montecinos Soto, actual Director del Servicio de Salud Aysén.:
“Recuerdo:
Me cuesta mucho recordar estos momentos, porque es muy desagradable el motivo de esta, ya que me ensucia o empaña la preciosa niñez que todos tenemos o tuvimos algún día.
Lamentablemente la fecha exacta no la recuerdo, porque han pasado muchos años, pero si puedo contarles que, una noche de madrugada (1,2 de la mañana) el Dr. Fuentealba me ordena que ayude a bajar de 1 camión Mercedes Benz (UNIMOG) a unos cuerpos que venían envueltos en frazadas del ejército (eran como seis cadáveres), después se dejaron en la morgue del Hospital Coyhaique y por curiosear con una colega revisamos los cuerpos 1 a 1 en el que conocí a un señor de apellido Mansilla (en su declaración personal cambia este nombre por el de Vera) y a un compañero de curso por mas de seis años José Rosendo Perez azocar si mal no recuerdo (40 años atrás), en eso aparece el Dr. Fuentealba quien le pone la pistola en el pecho a mi colega y le dice: ¡aquí no viste nada! Y nos fuimos a trabajar. Posteriormente al volver al otro día los cuerpos ya no estaban. Cabe destacar que el Dr. Fuentealba estaba vestido con vestuario del ejército (ropa mimetizada) y 1 fusil CIG mas la pistola al igual que los demás militares que lo acompañaban todos armados, menos los funcionarios del CNI.
Eso es todo lo que recuerdo, espero que estos datos sirvan de algo Gracias”
Este testimonio entregado primero por escrito, fue ratificado por el testigo ante el juez Sepúlveda, precisando en ella algunos antecedentes.
Los hechos ocurren en el periodo en que es Director del Hospital, según Currículo elaborado por él, el actual Director de Servicio Jorge Montecinos Soto, el cual elude toda relación tanto con Fuentealba como con los hechos en declaración previa a la del testigo.
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