Uribe Gómez María Alicia

Rut: 6346501-1

Cargos:

Grado : Empleada Civil

Rama : Civil

Organismos : Dirección Nacional de Inteligencia (DINA)


El "escalafón femenino" de la tortura

Fuente :elsiglo.cl, 12 de Diciembre 2005

Categoría : Prensa

Junto a los torturadores consumados, entre los agentes más crueles en la sala de torturas aparecen las mujeres que se pusieron al servicio del terror. Un número muy importante estuvo en labores administrativas que permitieron el funcionamiento de los aparatos represivos, pero también las hubo en funciones operativas directas, en secuestros, torturas, ejecuciones y desaparición de prisioneros. Esta es una muestra.

El importante caso del secuestro de Miguel Angel Sandoval se une al conocido como "de los 119", por el número de quienes se intentó hacer aparecer como muertos en riñas internas en Argentina en la denominada "Operación Colombo". Testigos del secuestro de Sandoval relatan haberlo visto en Villa Grimaldi hasta el 10 de febrero de 1975, día en que es sacado junto a María Isabel Joui Petersen, María Teresa Eltit Contreras, Renato Sepúlveda Guajardo, Jorge Herrera Jofré y Claudio Silva Peralta, todos desaparecidos.

El testimonio de María Isabel Matamala entrega otro dato: fue detenida por Osvaldo Romo y llevada a Villa Grimaldi, torturada durante 15 días por el mismo Romo y Basclay Zapata, e interrogada por Moren, Krassnoff, Laureani, Ricardo Lawrence, Ferrer y una mujer apodada "la comandante", cuyo nombre era Rosa Humilde Ramos.

Las torturadoras de la DINA

La sobreviviente María Salinas Farfán señala que vio a muchos detenidos que hoy están desaparecidos y que, entre los agentes, puede reconocer a Romo, Laureani, Krassnoff, Moren Brito, Luz Arce, Marcia Merino y Alicia Gómez (María Alicia Uribe Gómez), "la Carola".

Osvaldo Romo reconoce que entre los torturadores de Villa Grimaldi estaban César Manríquez, Wenderot y Palmira Almuna. Basclay Zapata, alias "el Troglo", declara que "en 1975 se casó con Teresa Osorio Navarro, también funcionaria del organismo" y que salía junto a Luz Arce a "porotear" en un vehículo por las calles de Santiago. Teresa Osorio dice haber "ingresado como empleada civil de la Armada en 1974, siendo destinada a trabajar en la DINA, en el cuartel de Villa Grimaldi, como secretaria de Krassnoff. Supo que los agentes de la DINA estaban divididos en grupos, denominados ‘Halcón’, ‘Purén’, ‘Aguila’ y otros, llamándose ‘Caupolicán’ el conjunto de éstos. Reitera sus dichos en careo con Eugenio Fieldhouse (también agente), insistiendo que ella no salía a detener".

Fieldhouse, proveniente de Investigaciones, admite que entre los agentes de Villa Grimaldi se encontraban Teresa Osorio, Rosa Humilde Ramos y Palmira Almuna. Mientras que el sobreviviente Raúl Flores Castillo relata que fue detenido "por sujetos armados, uno de los cuales se identificó como Osvaldo Romo, lo subieron a un vehículo en el que había más personas, una mujer a la que le decían ‘la negra’ (Teresa Osorio) y un sujeto al que llamaban ‘el Troglo’".

Si bien muchas de las mujeres que pertenecieron a la DINA realizaron labores administrativas, existe un equipo que ha sido catalogado por los sobrevivientes como "las más sádicas y crueles". Entre ellas destacó la subteniente de Carabineros Ingrid Felicitas Olderock Oelckers, quien fuera instructora de torturadores ya en la escuela inicial de Tejas Verdes. Como integrante de la Brigada Purén fue adiestradora de los perros usados en las vejaciones sexuales cometidas contra hombres y mujeres en el cuartel secreto "Venda Sexy".

También subteniente de Carabineros, Palmira Isabel Almuna Guzmán, alias "la Pepa", fue integrante de la Brigada Purén y torturadora en José Domingo Cañas bajo las órdenes de Ciro Torré Sáez, posteriormente trabajó bajo las órdenes de Pedro Espinoza Bravo. Era la encargada de seleccionar e instruir a futuras agentes, que eran infiltradas como mujeres frívolas y bonitas en diversos ámbitos de relevancia política nacional. Pasó a la CNI y en 1985 retornó a Carabineros, desempeñándose en un centro correccional de menores en Iquique con el grado de comandante del escalafón femenino. Fue denunciada en su casa de Luis Beltrán 1000, en Pudahuel, el 31 de mayo de 2003, luego de lo cual no se le ha vuelto a ver por el barrio, probablemente viviría en Iquique.

Nélida Gutiérrez Rivera fue secretaria privada y amante de Manuel Contreras. Luego de la detención de su jefe, continuó como su secretaria a media jornada en las oficinas que éste tenía en la calle Ricardo Lyon, el resto del tiempo lo dedicaba a su Boutique "Mané" (Manuel y Nélida) en el caracol de Lyon y Providencia.
Si bien no se conoce con certeza el rol que cumplió Viviana Pincetti Barra, que aparece recibiendo sueldos de la DINA y es hija de Osvaldo Pincetti Gac, alias "charla", su padre la llevaba de "visita" a Villa Grimaldi y otros cuarteles del organismo represivo.

Variados testimonios hablan del terrible rol que cumplió Marcia Alejandra Evelyn Merino Vega, alias "la flaca Alejandra", como agente tras ser militante del MIR. Por estos días vive en una zona insular de Chile, desde la que viaja a Santiago para prestar declaraciones en los diversos juicios contra la DINA.

Otra mujer convertida en agente fue Luz Arce Sandoval, quien pasó de militante del PS a la DINA. Sobrevivientes la recuerdan presente en las sesiones de tortura en Villa Grimaldi, Londres 38 y Cuatro Alamos. Continuó su trabajo en la CNI y en 1990 se puso a disposición de los tribunales para declarar en casos de desaparecidos. Hoy vive fuera de Chile y retorna circunstancialmente para aportar datos en procesos judiciales.

María Alicia Uribe Gómez, alias "Carola", de militante del MIR pasó a ser agente de la DINA, luego de la CNI y después de 1990 fue integrada al DINE. Junto a otras colaboradoras efectuaban verdaderos "desfiles de moda" con la ropa de prisioneras asesinadas en los cuarteles de la DINA. Fue vista en Villa Grimaldi, Cuatro Alamos y José Domingo Cañas.

Como "la comandante" era conocida Rosa Humilde Ramos Hernández, torturadora en José Domingo Cañas y Villa Grimaldi e integrante de la Agrupación Aguila de la Brigada Caupolicán. Su recuerdo es imborrable entre los sobrevivientes por su apariencia masculina y el sadismo que aplicaba en las torturas. Cruel es también María Teresa Osorio, alias "Soledad" o "la negra", esposa de Basclay Zapata.

En la Brigada Purén, dedicada a la represión del PS, el PC y la DC, aparecen con funciones la detective Ximena San Juan, Elsa del Tránsito Lagos Salazar, Francisca del Carmen Cerda Galleguillos y Nancy Edulia Vásquez Torrejón, alias "Pelusa".

En la Agrupación Halcón II de la Brigada Caupolicán, grupo que participó en el enfrentamiento con Miguel Enríquez, estaba María Gabriela Ordenes, alias "Marisol", a quien se vio presente en sesiones de tortura.

Agentes en funciones administrativas eran Mirtha Espinoza Caamaño, secretaria de la DINA, que trabajó bajo el mando de Augusto Deitchler en la Subdirección de Inteligencia Interior. María Gabriela Coll Webar, secretaria del staff del Cuartel General. Marta Smock Teixido, secretaria del staff del Cuartel General en la Subdirección de Inteligencia Económica. Sandra Montecinos Sepúlveda, secretaria del staff del Cuartel General. Eliana Quilodrán, alias "Ely", agente de la Dirección de Operaciones que actuaba bajo el mando de Pedro Espinoza Bravo en la sección de Educación e Informática. Teresa Aburto, secretaria de la Sección C-2, que continuó trabajando en la CNI y luego en el DINE. Enriqueta Salazar Contreras, secretaria de la Subdirección de Inteligencia Interior con labores directas con Rolf Wenderoth y que luego sería integrada a Carabineros. Maribel Maringue Moya, secretaria del Subdirector tras la salida de Wenderoth, y que posteriormente continúa cumpliendo funciones en la dirección de la CNI.

También aparecen Ana María Rubio de la Cruz, alias "Carmen Gutiérrez", Suboficial del Ejército y secretaria de la Subdirección de Inteligencia Exterior, implicada en el asesinato del general Carlos Prats y su esposa. María Eliana Moncada Prieto, secretaria de la Subdirección de Inteligencia Exterior, que luego se integra al Departamento de Contrainteligencia. Sara Aguila Márquez, asistente social de la Subdirección de Personal. Carmen Avila Ferrada, Secretaria de Arturo Ureta Siré en la Subdirección de Inteligencia Exterior, posteriormente pasa a cumplir el mismo cargo en la CNI, bajo el mando del Coronel Suau. Alejandra Damián Serrano, que utilizaba el alias "Roxana", era secretaria de Michel Townley.

La enfermera María Eliana Bolumburú Taboada (Bolumburó según la lista de "Elissalde y Poblete") integró la Brigada de Salubridad de la DINA, trabajando en las clínicas clandestinas junto a varios médicos que asesoraban las torturas. El último dato de su paradero la ubicaba trabajando en una empresa farmoquímica de la calle Ejército y viviendo en una villa de Maipú.

La chica del Comando Conjunto

Parece que la única mujer del Comando Conjunto es la famosa Pochi, a quien se le vio vestida de uniforme escolar preguntando por personas que luego serían secuestradas. También estuvo activa en las torturas que se le infligieron a decenas de prisioneros en los centros clandestinos de tortura conocidos como Nido 20 y Nido 18.

Viviana Lucinda Ugarte Sandoval, fue soldado (r) de la FACH, con destinación a la DIFA y al Comando Conjunto. Esposa del general Patricio Campos Montecinos, Director General de Aeronáutica Civil hasta la denuncia realizada por el diario La Nación. Procesada en dictadura por el ministro Cerda como autora de asociación ilícita criminal y cómplice de la desaparición de Reinalda Pereira y Edrás Pinto, amnistiada por el juez Manuel Silva Ibáñez. Por estos días sigue siendo involucrada en los procesos que se llevan contra el Comando Conjunto.


Historia de una Traición

Fuente :Que Pasa, 3 de Septiembre 2010

Categoría : Prensa

-Buenas tardes, ¿podría comunicarme con María Alicia Uribe?
-Aquí no hay ninguna señora con ese nombre.

-¿Ésta no es su casa?
-No, ésta es una oficina comercial. Disculpe. Hasta luego.

La vida de María Alicia Uribe Gómez sigue siendo un misterio hasta hoy. En sus declaraciones ante la justicia ha reiterado que la dirección donde reside es un departamento situado en la calle Santa Rosa y es ahí donde la Policía de Investigaciones la contacta cada vez que requiere su testimonio por causas de violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, en esta conversación telefónica, ocurrida el martes 24 de agosto, quienes habitan el antiguo edificio donde ella dice vivir niegan conocerla. En este céntrico barrio de Santiago, además, ningún vecino sabe quién es.
Tal vez porque hace mucho tiempo que no se aparece por ese lugar o, como suele hacer cuando camina por la calle, llega hasta allí ocultando su rostro con unos anteojos oscuros y una bufanda. De esta manera, busca que nadie la identifique en sus escasas salidas por la ciudad. El miedo a ser agredida por su pasado la transformó en un personaje solitario, casi en una ermitaña, que pasa la mayor parte del tiempo recluida en su hogar.

Su temor obedece a que, de ser una decidida militante con formación militar en Cuba, se convirtió con la misma vehemencia en una colaboradora fundamental para los organismos de seguridad del régimen militar. Ahí, quien fue conocida como "Carola" por sus antiguos compañeros del MIR, pasó a llamarse "Gloria Vilches".

Como muchos otros detenidos, no toleró las sesiones de tortura que sufrió durante un mes en el centro de detención de Villa Grimaldi. Pero a diferencia de la mayoría de ellos, esta mujer de 62 años rompió todo vínculo afectivo e ideológico con su pasado revolucionario y se integró para siempre al mundo militar. Primero delató a quienes trabajaron con ella por años en el MIR, varios de los cuales se encuentran desaparecidos. Luego, durante 25 años, María Alicia Uribe trabajó como una funcionaria más en los servicios de inteligencia del Ejército, hasta que el año 2000 jubiló de la institución como empleada civil.

María Alicia Uribe era un cuadro político atípico en el MIR. No vestía con los atuendos artesanales característicos de las jóvenes miristas y destacaba por su preocupado look. Ángeles Álvarez, quien compartió militancia con ella, recuerda que era "un poco frívola".

Es el caso más extremo entre quienes son considerados un símbolo de la deslealtad en las filas de izquierda. Como sí lo hicieron la ex militante del PS Luz Arce, y, en menor medida, la ex mirista Marcia Merino, "Carola" nunca mostró el menor indicio de arrepentimiento. Tampoco quiso colaborar con la justicia cada vez que fue citada a declarar. En 2001, al ser interrogada por la Policía de Investigaciones, dijo: "Ya traicioné una vez en la vida. No lo volveré a hacer".
Su historia es la más desconocida y desconcertante sobre el tema de la delación en el gobierno militar y, por ese motivo, estuvo entre las fuentes de inspiración para construir a Irene, el personaje principal de la novela La Vida Doble, de Arturo Fontaine. Entre Carola e Irene hay muchas coincidencias. Ambas pasaron por la tortura y entregaron a mucha gente. Pero, además, justifican en mayor o menos medida su traición. En uno de los párrafos, la protagonista del libro dice: "Hay algo indigno en el arrepentimiento y el deseo de perdón, algo cristianoide que me molesta. El demonio, incluso en la derrota, sigue siendo fiel a sí mismo y a su propia contradicción".
Entre el maquillaje y las armas

María Alicia Uribe Gómez llevó siempre una vida solitaria. Desde su época como alumna en el Liceo Darío Salas hasta que ingresó a la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Chile debió acostumbrarse a pasar las noches en distintas pensiones de Santiago. Su padre no la reconoció durante muchos años y su madre, quien trabajaba como asesora del hogar puertas adentro, no pudo vivir con ella.

Sus ex compañeras de colegio no recuerdan haber conocido a su familia materna, pues dicen que "Carola" evitaba hablar sobre su historia personal. "Le avergonzaba su origen social y el hecho de ser hija de madre soltera", precisa una de ellas.

En 1969, mientras cursaba primer año de universidad, ingresó a una brigada estudiantil del MIR, donde se reflexionaba mucho acerca de las diferencias de clases y sobre las caminos que existían para superar la desigualdad y el capitalismo. Eso la hizo sentirse acogida y "su realidad social dejó de ser un motivo de complejo para ella durante un tiempo", según sus compañeros de la U.

A pesar de la sintonía que lograba con las ideas revolucionarias, María Alicia Uribe era un cuadro político atípico en este movimiento. No vestía con los atuendos artesanales característicos de las jóvenes miristas y destacaba por su preocupado look. Ángeles Álvarez, quien compartió militancia con ella, recuerda que era "un poco frívola. Le gustaba usar mucho maquillaje y ser el centro de atención". Bajo su perspectiva, Uribe se sumó al MIR más atraída por la aventura que por una convicción ideológica profunda. No obstante, Álvarez admite que tuvo "un gran nivel de entrega a la revolución". Lo anterior, sin embargo, es interpretado por quienes investigaron su historia como el resultado de "una desmedida aspiración de poder", lo que habría determinado su conducta a lo largo de su vida política.
En cualquier caso, "Carola" sobresalió por sus destrezas como parte del equipo de informaciones del movimiento fundado por Miguel Enríquez. Ahí tuvo una labor importante en la unidad "Tarea en F", la instancia que buscaba, entre otras cosas, infiltrar a las Fuerzas Armadas. Además, durante su formación militar y de inteligencia en La Habana demostró una gran habilidad con las armas. Después de seis meses de entrenamiento, regresó a Chile convertida en una mujer de confianza para la cúpula del MIR. Con posterioridad al golpe militar, esta condición la llevó a asumir un cargo de jefatura en la unidad donde se clasificaban los antecedentes más confidenciales de la organización insurgente. Y aunque paradojal, esto la llevó a prisión y la salvó de la muerte.

Del miedo a la delación
Cerca de las 11.00 del 12 de noviembre de 1974, "Carola" caminaba por Irarrázaval, cuando de pronto el pánico se apoderó de ella. Enfrente suyo estaba su amiga Marcia Merino, quien ya colaboraba con los servicios de seguridad. Su primera impresión no estaba errada. Casi de inmediato, la temida "Flaca Alejandra" la apuntó con su mano y un grupo de agentes de la DINA se abalanzó sobre ella para capturarla. Su última visión en libertad fue una renoleta roja hasta donde la subieron luego de taparle los ojos con scotch.

"Hay un período de cuando uno está detenida en el cual no habla nada. Luego por la presiones y torturas, uno comienza a hablar, y posteriormente se produce un quiebre absoluto. Eso fue lo que me pasó a mí a fines de diciembre de 1974", relató María Alicia Uribe.

La primera imagen que volvería a ver fue la cara de un militar que la interrogaba mientras sufría golpes de corriente. Así pasó cerca de un mes en Villa Grimaldi, hasta que el miedo al dolor físico terminó por destruir su lealtad con el MIR. María Alicia describió el horror vivido esas semanas en una declaración que prestó ante la justicia hace seis años: "Hay un período de cuando uno está detenida en el cual no habla nada. Luego por la presiones y torturas, uno comienza a hablar, y posteriormente se produce un quiebre absoluto. Eso fue lo que me pasó a mí a fines de diciembre de 1974".

"Carola", sin embargo, omite en este testimonio un hecho que sus ex camaradas políticos consideran clave en su determinación de trabajar para el organismo que dirigió el general Manuel Contreras. En esos días, el brigadier Pedro Espinoza llevó a la madre de Uribe al centro de detención situado en Peñalolén. Nunca se supo qué ocurrió en ese encuentro, pero luego de eso "Carola" decidió unirse al organismo de seguridad.

Con el paso de las semanas, Espinoza estableció un vínculo muy estrecho con "Carola". En un principio, el militar se percató de la información privilegiada que ella manejaba no sólo sobre el MIR sino también sobre el Partido Comunista. Y ése fue el principal motivo por el cual decidió no hacerla desaparecer. Más tarde, ese vínculo entre ambos se transformó en una relación sentimental, según diversas fuentes que conocieron de cerca esta situación.
Los otros detenidos en Villa Grimaldi se percataron del vuelco que ella experimentó a principios de 1975, cuando se trasladó desde los calabozos oscuros a una pequeña cabaña situada en el patio de ese recinto, donde vivían también Luz Arce y Marcia Merino. Desde ese lugar, María Alicia Uribe regresaba a las celdas en forma ocasional, vestida con la ropa de los prisioneros. "Ella se paseaba con un chaleco mío y parecía no importarle", recuerda Ángeles Álvarez.
A su antigua compañera de militancia no le sorprendió demasiado el giro rotundo de su ex camarada. Pero a muchos sí les impactó la crueldad de su actuación durante los interrogatorios a los detenidos. Recuerdan, por ejemplo, una frase recurrente. Cuando alguien no colaboraba, decía: "A éste hay que repasarlo".

La nueva vida de Carola
Las carcajadas de "Carola" dentro de Villa Grimaldi eran inconfundibles para varios de los detenidos. Era una risa "desfachatada", dicen, en medio del lenguaje soez que utilizaba con Pedro Espinoza y con el oficial Ricardo Lawrence, quien semanas antes había estado a cargo de su tortura. A principios de 1975, ella ya estaba del todo integrada a esa nueva vida y evitaba encontrarse de frente con quienes habían sido sus amigos y entonces se encontraban presos.
Debido a su capacidad como analista, su primera labor en la DINA fue descifrar microfilms en negativo con información estratégica del MIR. Más tarde, asumió funciones en la Dirección de Operaciones, instancia donde se decidía a quiénes detener. Corría 1976 y María Alicia Uribe ya disfrutaba de cierto ascendiente sobre los agentes de inteligencia. Dos años después su lealtad fue premiada: permitieron su ingreso a la CNI como analista de información subversiva y como asistente directa del oficial de la Armada Alejandro Campos Rehbein, en el cuartel central del organismo de seguridad.

Ya en ese entonces, "Carola" era una mujer solitaria. En sus nuevas funciones hablaba poco con sus compañeros de trabajo, con quienes no tenía una relación personal fluida. Además, había perdido a todas sus antiguas amistades formadas en la vida política universitaria. Su vínculo más estrecho era el que tenía con el brigadier Pedro Espinoza, quien fue su principal protector en el mundo militar y, a veces, también en el ámbito personal. El abogado socialista Pedro Matta, quien ha investigado las actividades de seguridad, relata que en 1975 la ex mirista fue reconocida legalmente por su padre y dejó de llamarse María Alicia Gómez Gómez para llevar el apellido Uribe. En este cambio tan importante para ella, según el profesional, fue determinante la gestión de Pedro Espinoza. De acuerdo a quienes han investigado esta historia, la intermediación del oficial consistió en apuntar con un arma al padre de "Carola" para obligarlo a asumir su reponsabilidad.

En 1994, esta mujer, de estatura media y pelo castaño, fue reconocida por un ex mirista en la calle. Afortunadamente, era uno de los pocos militantes que la veían como una víctima de la represión. En ese encuentro, Uribe le dijo que había asumido por completo su nueva vida en el mundo militar.
Después del retorno a la democracia, ella siguió ligada a la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), primero como analista y luego en labores más administrativas. A principios de los años 90 era usual verla caminar por calle República, el barrio donde funcionaban varias oficinas de los organismos de inteligencia.

En 1994, esta mujer, de estatura media y pelo castaño, fue reconocida por un ex mirista en la calle. Afortunadamente, era uno de los pocos militantes que la veían como una víctima de la represión. En ese encuentro, la otrora estudiante de la Universidad de Chile le dijo que había asumido por completo su nueva vida en el mundo militar. En ese tiempo, según ha comentado Marcia Merino en más de una oportunidad, María Alicia se refería a los integrante del MIR como terroristas.

Hoy, "Carola" dice vivir desvinculada del Ejército, aunque en la Policía de Investigaciones afirman que ella recibe una pensión mensual de la Caja de Previsión de la Defensa Nacional (Capredena). Esto le permitió cuidar a su madre enferma, a quien le dedicó en los últimos años la mayor parte de su tiempo. A diferencia de Luz Arce y de la "Flaca Alejandra", María Alicia Uribe no formó una familia. Según un amigo, vive sola en un departamento cerca de La Moneda.


Los amores de la DINA: relaciones sentimentales en tiempos de sangre

Fuente :lanacion, 8 de Mayo de 2011

Categoría : Prensa

La muerte de Enrique Arancibia Clavel sacó a la luz antecedentes de su vida sentimental, la que llevó adelante intensamente incluso cuando era agente represor. Una historia que se repite al interior del organismo: ex detenidas que iniciaron romances con sus torturadores y otros que encontraron el amor verdadero son parte de esta historia.

EL AGENTE HOMOSEXUAL
Para la Policía Federal Argentina no hay dudas: las 34 puñaladas que le dieron muerte a Lautaro Enrique Arancibia Clavel, tuvieron un móvil pasional. Por estos días, las pesquisas se centran en un joven de 19 años quien confesó ser la pareja del ex agente de la desaparecida DINA.

El violento crimen reflotó la intensa historia sentimental de Arancibia, la que llevó adelante incluso con desfachatez. Vivió su homosexualidad abiertamente incluso en los momentos más álgidos de su colaboración con la DINA (como jefe de información clandestina en Buenos Aires) y a pesar de ser parte de un círculo social conservador en materia valórica.

A principios de 1974 (a poco de iniciar su trabajo en la DINA) conoce al peluquero y bailarín Humberto Zambelli, quien trabajaba para Susana Jiménez, una de las principales estrellas del ambiente artístico y de la TV argentina hasta hoy.
Todo comenzó a la salida de un espectáculo en el que el Zambelli participaba:

"Me espera una persona joven, de sexo masculino. Me invita varias veces a tomar café y charlar. Con el correr de los días acepto la invitación e incluso lo llevo a la casa de mis padres, en Lanús. Así fue como entramos de lleno en una relación amistosa con quien resultó ser Enrique Arancibia Clavel", dijo alguna vez Zambelli, consignado por la periodista Mónica González en Ciper.

Tiempo después se fueron a vivir juntos a un departamento en Buenos Aires. También, y para descansar, se hicieron una casa en el sector de Tortuguitas a unos 40 kms de la ciudad capital.
Ese 1974 sería importante para Arancibia, no solo por iniciar su trabajo para la policía política sino porque debió enfrentar la preparación del asesinato (30 de septiembre) del ex comandante en jefe del Ejército, Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert. Por este crimen sería condenado a cadena perpetua.

Muchos años después, sin Zambelli a su lado, y una vez salido de la cárcel el 2007 (gracias a beneficios de la justicia trasandina que computo al doble sus años en la cárcel), Arancibia siguió con su vida. A propósito de su muerte y de las investigaciones que se hicieron, varios testigos afirmaron que Arancibia gustaba de la vida bohemia y de frecuentar a jóvenes homosexuales.

CUANDO EL MAMO ENCONTRÓ EL AMOR
Juan Manuel Guillermo Contreras Sepúlveda llevaba 20 años casado cuando en 1973 se hizo cargo de crear la Dirección de Inteligencia Nacional -DINA-.

A su mujer, María Teresa Valdebenito Stevenson, la había conocido en unas vacaciones en Quillota en 1949, recién salido de la Escuela Militar. Ella le dio cuatro hijos (tres mujeres y un hombre) y llevaban una vida normal.
Sin embargo una vez que Contreras asumió oficialmente la dirección de la DINA (junio de 1974) todo cambió. No solo por las labores que le tocó realizar, sino porque entabló una relación con su secretaria Nélida Gutiérrez Rivera.
Con el tiempo, ésta pasó de fiel colaboradora (miembro del estrecho círculo íntimo de Contreras en la DINA) a ser la amante "oficial" del "jefe".

En medio de muertes, torturas y crueldad nació una relación fuerte que con los años se fue afianzando e incluso abarcó el rubro comercial.
Una vez disuelta la DINA, Nélida pasó a ser la secretaria privada de Contreras -todavía casado- en los negocios que éste emprendió. Además, con dinero aportado por él, puso una boutique de ropa llamada Mané (Manuel y Nélida) en el caracol Lyon, en Providencia.

En 1985 dieron el paso: se fueron a vivir juntos y Contreras abandonó a su mujer. En 2010, con Contreras en el penal Cordillera pagando por sus crímenes, decidieron casarse.

A través de un poder notarial y con separación de bienes ambos dieron el "sí". "Cumplimos un sueño de cualquier pareja que se ha amado toda la vida, en las buenas y en las malas. No queríamos que algún día se dijera que nosotros sólo convivimos", dijo Gutiérrez aquella vez.

AMAR DESPUÉS DE LA TORTURA
Luz Arce Sandoval; María Alicia Uribe Gómez ("Carola") y Marcia Merino Vega (la "Flaca Alejandra"); tienen varias similitudes: a principios de los 70' apoyaron a la Unidad Popular (la primera era del PS las dos últimas del MIR); tras el golpe de Estado de 1973 fueron detenidas y atrozmente torturadas; luego, y para salvar la vida, pasaron a colaborar con la DINA entregando a varios de sus ex compañeros; y por último iniciaron relaciones sentimentales con algunos de sus captores.

Si bien ellas lo niegan, testigos de la época, sostienen que tuvieron más de un romance con hombres de la DINA.
Luz Arce fue pareja del coronel (R) Rolf Wenderoth Pozo, integrante de la brigada Mulchén de la DINA que estuvo en Villa Grimaldi y participó en el crimen del funcionario de la CEPAL, Carmelo Soria.

María Uribe, quien jamás mostró arrepentimiento por su labor en la DINA y que siguió trabajando para los servicios de inteligencia del Ejército hasta bien entrada la democracia, mantuvo una relación con el brigadier (R) Pedro Espinoza Bravo, director de Operaciones de la DINA, de quien (al igual que los casos Arce y Gutiérrez) fue su secretaria.
Según testigos, la relación entre ambos era bastante paternal, en especial porque Uribe resentía la dura infancia que le tocó vivir sin su padre, que no la reconoció, y sin madre que no pudo vivir con ella.

De hecho, el por entonces coronel Espinoza jugó un papel importante en un episodio clave para la mujer, cuando en 1975 su padre decidió reconocerla. Se dice que Espinoza obligó al hombre a punta de pistola.
De la "Flaca Alejandra" se dice que habría estado relacionada, entre otros, con Manuel Vásquez Chauán (de la Brigada Purén); Juan Morales Salgado (jefe de la Brigada Lautaro e involucrado en el crimen de Prats) y con Eugenio Fieldhouse (uno de los jefes de Villa Grimaldi).

Eso es negado por Merino en forma tajante. En una carta a La Nación sostuvo que "desmiento haber tenido algún tipo de relación sentimental o similar con oficiales de alto o bajo rango, o con cualquier otro miembro de la DINA mientras estuve como prisionera. Jamás en ese periodo tuve una relación de ese tipo".


DINA, el crimen no paga

Fuente :carcaj.cl/, 28 de Noviembre 2011

Categoría : Otra Información

Si no hay justicia hay Funa!, fue el grito de guerra o cántico coral con que se llevó a cabo desde 1999 una serie de intervenciones públicas acusatorias, las masas hastiadas de esta justicia en la medida de lo posible que impuso la Concertación. Las funas significaron un acto de revelación y repudio en sus lugares de trabajo o domicilio a quienes participaron como agentes, ex uniformados, torturadores, cómplices de los crímenes, las torturas y desapariciones durante la Dictadura. Los violadores de los DDHH y que aún seguían (y siguen) ejerciendo en cargos públicos, civiles impunes, que caminan tranquilos bajo el sol de una Verdad cubierta por la espesa sombra de la Impunidad. Para ellos no hay olvido ni perdón, les decimos los hijos de los ejecutados políticos del régimen de Pinochet. Este libro, Las letras del horror: DINA, de Manuel Salazar, es una investigación acuciosa de los nombres de vuestros-cobardes-soldados que gozan de una libertad que no les pertenece. Hablo desde la rabia y la impotencia, claro. Me alarmó oír decir solo hace algunos meses al Ministro de Defensa, ante la tragedia de Juan Fernández, que él sentía en carne propia lo que padecían estas familias sin poder hallar los cuerpos de sus seres queridos para darles sepultura. Otra vez los muertos y este mar que tranquilo nos baña. ¡Cuánta empatía, solidaridad y legítimo derecho a la conmoción ante un accidente así de mediático! ¿Y es que existen distintos tipos de desaparecidos en Chile?, ¿qué alcance tiene la reparación para todos los ciudadanos?, ¿por qué esos mismos robots submarinos no los sumergen en las costas de Quintero, en las Quiriquinas, en Magallanes? ¿Qué encontrarían? ¿Quedará algo bajo esas olas de olvido? Ya hubiéramos querido nosotros al menos cinco sensibles minutos de catarsis en la televisión o la radio por ese entonces. Nada. Solo la suma de las víctimas, economía de estado ante las fosas comunes. Sacrificios humanos en un país cruzado de Norte a Sur por una cicatriz que continúa supurando. El crimen no paga.

La Concertación se encargó, más por culpa que por ánimo de justicia, de recuperar recintos y casas de tortura, recompuso los calabozos, lavó campos de exterminio, levantó jardines y plazas, irguió monumentos, puso placas recordatorias, fundó museos de la conmiseración y hasta el área dramática de la TVN se alistó a vestir con los ropajes de esos heroicos compatriotas que resistieron la represión militar tras los altares de la Vicaría. Se agradece, decimos el gesto, pero cuestionamos la paráfrasis melosa de quienes tomaron las armas, reducidos a romeos-cabeza-de-pistola en los capítulos de trasnoche. Jugar a la guerra, escupir la mano que les da de comer. Cuesta mirarse a los ojos, la vista se nubla y termina empozada con más mentiras y dobles lecturas. La Historia mediatizada por los años busca imponer su Verdad, creyendo subsanar el dolor apenas con verbalizarlo. No hay actos de contrición, menos reparatorios, cuando son impuestos por los poderosos. La verdad de los desposeídos sigue siendo la misma, ha permanecido inmutable, porque no obedece a tranzas, a suplantaciones, a interpretaciones. La historia de los pueblos se convierte en pesadilla para el poder cuando no logra situarlo, hacerla encajar en sus justificaciones, evasivas y recriminaciones urgentes. Porque para nosotros es la razón de los hechos lo que prevalece. Nada tiene que ver el dolor con el dolor. Y de eso hablan estas páginas publicadas por LOM y que, como se adelanta, será un primer tomo, sucedido por uno dedicado a la historia no menos brutal de la CNI.

“La DINA soy yo”

El duro discurso de Pinochet a poco de un mes del Golpe de Estado puso en alerta a los generales que veían, más que la intención del camarada de armas, la mano secreta de Jaime Guzmán detrás de afirmaciones como “reconstruir es siempre más arduo que destruir. Por ello, sabemos que nuestra misión no tendrá la transitoriedad que desearíamos, y es así como no damos plazos ni fijamos fechas”. La historia desde ahí es conocida, y sirve para dimensionar de qué modo la colusión derecha-militares estuvo sesgada por ambiciones mayores que imponer las armas. Uno de los opositores fue el general Lutz quien murió en extrañas circunstancias luego de que una intervención de rutina lo llevara a la muerte, con una investigación que nunca logró esclarecerse. Antes había encarado al entonces coronel Manuel Contreras por su proceder en la DINA. Tanto así que acudió a un consejo de generales dispuesto a registrar lo que allí se discutiera. El libro de Salazar, leído como una novela de traiciones o un manual de conspiraciones, puede resultar revelador, no por ello menos impotente o ajeno a estos antecedentes: “El militar (Lutz) ingresó al salón con una grabadora escondida en su guerrera. Junto al general Bonilla enrostraron a Pinochet los delitos de la DINA. Los gritos quedaron registrados en la cinta que después Lutz escuchó a solas encerrado en su casa, espiado a través de la puerta del salón por su hija Patricia.

-¡Señores, la DINA soy yo –gritó Pinochet golpeando la mesa–.  ¿Alguien más quiere pedir la palabra?”

A falta de antecedentes, la declaración que aparece como anexo del Sr. Juan Manuel Guillermo Contreras Sepúlveda aka Mamo Contreras, agrega: “Mi relación con el general Augusto Pinochet como jefe de Dirección de Inteligencia Nacional y éste primero en su calidad de presidente de la Junta de Gobierno y luego como presidente de la República, se desarrolló bajo las directrices que señalaba para la búsqueda de información y como contrapartida de ello se le ponía en conocimiento de él el resultado de la labor desplegada por los efectivos de la DINA, lo que se hacía de manera diaria, para lo cual concurría personalmente a buscarle a su domicilio y le trasladaba hasta el edificio Diego Portales, tomábamos desayuno y manteníamos una conversación cuya duración era promedio de una media hora a una hora y a veces se extendía mucho más”, ¿qué pasaba por la mente, no sé si por los corazones de estos carniceros matinales? Sabían o podían llegar a suponer que Guzmán sería muerto, que él moriría de viejo luego de ser salvado por la coalición de gobierno que debió enjuiciarlo, y que Conteras seguiría recluido en una cárcel de elite más atento a las películas del TV cable que a su propio rollo, el que como una pesadilla no debería dejarlo dormir tranquilo.

Pinochet siempre lo supo todo, pero ante la acusación de Contreras, en una sus últimas patéticas declaraciones, habría dicho: “No me acuerdo, pero no es cierto. No es cierto, y si fue cierto, no me acuerdo” (Noviembre de 2005).

¿Reconciliarse sobre qué? ¿para qué?

Los esfuerzos unilaterales de verdad cruzan la línea del absurdo cuando la insistencia a nadie importa, y la otra ala de la cuestión sigue negando o justificando (sin saberse qué es peor) ante los atropellos y vejámenes que hoy conforman un pregonado futuro esplendor. No hay política de los acuerdos. No para nosotros, porque lo personal es político, y de ahí que la memoria individual deba extenderse –en su comprensión más sensible– a una memoria social de intención reparadora. No sé si exista la reconciliación. Me cuesta pensar ese escenario de encuentro, más todavía cuando mientras escribo estas líneas, sujetos como el coronel Labbé, hoy alcalde de Providencia, homenajea como un héroe a Miguel Krasnnoff Martchenko, arguyendo que en una democracia la libertad de pensamiento y expresión debería primar. Y lo dice otro agente de la DINA, integrante de la promoción de subtenientes egresados en 1967 y que se cree fueron testigos de las torturas y muerte de Víctor Jara, todo es descrito en la página 91 del libro de Salazar dedicada al edil.

Si no es tiempo de justicia ni verdad, lo sigue siendo de FUNAR, donde vayan los seguiremos, serán las páginas manchadas de la historia. Hace unos días paseando por un Liceo en toma de la municipalidad de Providencia se desplegaba una sábana escrita con plumón con una reseña de quien era Labbé. Las chicas quizás no estaban, como acostumbra a decir la derecha y la clase política en general, rasguñando el pasado, respondían con hechos a la prepotencia de un estado militar que aún impera como práctica y que como sociedad seguimos avalando. Quizás valga la pena leer este libro del terror. Pero no para convencernos, ya estamos convencidos, sino que para no olvidar nunca más. Nunca. Nunca. Nunca.

EXTRACTO DEL LIBRO

4.3. Ollagüe, el cuartel de José Domingo Cañas 1367

A unas ocho cuadras del Estadio Nacional y a unos 300 metros hacia el sur de la avenida Irarrázaval, en la comuna de Ñuñoa, se ubicó el cuartel Ollagüe de la DINA, en calle José Domingo Cañas N° 1367. La casa era propiedad del sociólogo brasileño Teotonio Dos Santos, quien la facilitó a la embajada de Panamá entre octubre de 1973 y enero de 1974 para albergar allí a unos 400 asilados. Los últimos refugiados en esa sede diplomática abandonaron el país a fines de enero y entonces la DINA puso sus ojos en ella, probablemente teniendo presente que en ese sector de Santiago, o muy cerca de allí, tenían sus domicilios, sus trabajos o estudios, muchos de los militantes del MIR, los que eran el principal objetivo de las brigadas operativas que dirigía Manuel Contreras.

Los agentes de la DINA se instalaron en Ollagüe a comienzos de agosto de 1974, tras abandonar el cuartel de Londres 38, donde ya se habían fijado demasiadas miradas y empezaban a acudir a sus puertas los familiares de los detenidos y desaparecidos.

Casi todos los hombres y mujeres que estuvieron secuestrados y fueron torturados en Ollagüe pertenecían al MIR y sus detenciones coincidieron con la obsesiva persecución al secretario general de ese partido, el médico Miguel Enríquez, y a sus principales dirigentes. Desde esa casa se perdieron para siempre cerca de 45 personas, en su mayoría jóvenes estudiantes o profesionales que recién iniciaban su vida laboral. Entre ellos había cuatro matrimonios ((Los matrimonios estaban integrados por Lumi Videla Moya y Sergio Pérez Molina; Cecilia Bojanic Abad y Flavio Oyarzún Soto; Jacqueline Drouilly Yuric y Marcelo Salinas Eytel; y, Cecilia Castro Salvadores y Juan Carlos Rodríguez Araya.)) y dos de aquellas esposas estaban embarazadas. Varios otros fueron sacados del lugar y conducidos a diferentes recintos desde los cuales también desaparecieron.

Ollagüe era una casa de un piso, con jardín en la entrada y rodeada de una reja. En el costado derecho había un garaje donde se recibía a los detenidos. En el interior tenía un patio mediante el cual se comunicaba con un edificio contiguo de tres pisos. Durante su permanencia en el lugar, los detenidos estaban con sus ojos siempre vendados y amarrados o encadenados, privados de alimentos, de agua y de sueño. Se les mantenía en una pieza común, relativamente amplia, y en un lugar llamado “el hoyo”, que al parecer se trataba de una despensa, sin ventanas ni ventilación, de aproximadamente uno por dos metros, donde se llegó a tener simultáneamente hasta más de diez personas en condiciones de extremo hacinamiento. El tiempo de permanencia en Ollagüe era variable, de días, semanas o meses. Entre las torturas que han mencionado los detenidos que estuvieron allí, se enumeran golpes de puños y pies en todo el cuerpo, garrotazos con laques o “tontos de goma” y culatazos, descargas eléctricas en la “parrilla”, vejaciones sexuales, simulacros de fusilamientos, submarinos “húmedo” y “seco”, quemaduras, introducción de objetos por el ano, colgamientos y torturas psicológicas. ((En junio de 2002, la jueza del Cuarto Juzgado del Crimen de San Miguel, María Teresa Díaz, procesó al brigadier (r) y ex agente de la DINA Maximiliano Ferrer Lima como presunto autor del secuestro de la pareja integrada por Cecilia Bojanic Abad y Flavio Oyarzún Soto. En))

El cuartel Ollagüe fue habilitado casi en forma conjunta con la Villa Grimaldi, pero en el primero se concentró inicialmente el trabajo de interrogatorios y tortura. Su primer jefe fue el capitán de Carabineros Ciro Torré, quien fue sustituido en octubre por el capitán de Ejército Francisco Ferrer Lima. Casi diariamente llegaba desde Villa Grimaldi el mayor Marcelo Moren para dirigir y planificar el trabajo. Los grupos operativos siguieron funcionando como lo habían hecho en la casona de Londres: Halcón, dirigido por Miguel Krassnoff; Águila, por Ricardo Lawrence; y Tucán, por Gerardo Godoy. Desde Grimaldi, acudía Fernando Lauriani, quien se hizo cargo del grupo Vampiro.

Uno de los primeros detenidos desaparecidos que llegó a la casa de José Domingo Cañas, capturado el 5 de agosto, fue Mauricio Jorquera Encina (“El chico Pedro”), 19 años, estudiante de Sociología en la Universidad de Chile, a quien identificó Marcia Merino. Era miembro del GPM5 y había sido jefe de los secundarios del MIR. Ex alumno del Instituto Nacional, tenía otras apreciadas características para los hombres de la DINA: era amigo de muchos importantes miristas, como José Carrasco, Máximo Gedda, Martín Elgueta, Juan Chacón, María Isabel Joui y Jacqueline Drouilly, entre otros; y, en su casa paterna, en calle Ejército, solía reunirse desde hacía tiempo la comisión política del MIR

El 13 de agosto cayó Newton Morales Saavedra, soltero, ingeniero eléctrico, suboficial (R) de la Armada, miembro también del GPM5. El día 16 detuvieron en la calle, sin testigos, a Carlos Salcedo Morales, 21 años, casado, estudiante de Sociología en la Universidad de Chile.

La colaboradora Luz Arce, por su parte, siguió identificando y entregando a miembros del PS. El 15 de agosto cogieron a Rodolfo Espejo Gómez (“Jano”), 18 años, estudiante secundario, encargado de propaganda de la Juventud Socialista. El 16 agarraron en pleno centro, cuando cruzaba la avenida Bernardo O’Higgins hacia calle Ahumada, a Juan Mura Morales.

Otra de las brigadas se dedicó a la cacería de miristas vinculados al mundo del trabajo. El 22 de agosto cayó Modesto Espinoza Pozo, casado, dirigente sindical de la Corporación de la Vivienda, Corvi, e integrante del Frente de Pobladores del MIR; el 27, Marcia Merino identificó en la calle a Jacqueline Binfa Contreras (“Paulina”), 28 años, estudiante de Servicio Social, integrante también del Frente de Pobladores, donde había trabajado muy cerca de su máximo dirigente, Víctor Toro, hasta la detención de éste por la SIFA en abril, momento en que la joven se sumergió y desconectó del partido.

Krassnoff Marchenko y los agentes de la brigada Halcón, en tanto, trataban de arrinconar a las estructuras dirigentes del MIR por diversos flancos. El 26 de agosto detuvieron a Francisco Javier Bravo Núñez, casado, mecánico de la FIAT, quien conseguía y arreglaba vehículos para algunos cabecillas del MIR; el 2 de septiembre apresaron a Luis Alberto Guendelman Wisniak, 25 años, casado, egresado de Arquitectura de la Universidad de Chile.

Desde comienzos de septiembre, los agentes de la DINA empezaron a acorralar a una red de la resistencia que había montado una agencia de noticias clandestina que enviaba periódicos informes al exterior. El día 14 arrestaron a uno de sus miembros, Sergio Hernán Lagos Hidalgo, casado, vendedor de la Editorial Millaray, militante del Movimiento de Acción Popular Unitario, MAPU, ex redactor de Chile Nuevo, una revista que durante la UP dirigió el dirigente de ese partido, Óscar Guillermo Garretón, desde la Subsecretaría de Economía. La DINA llevó a Lagos a su casa en San Miguel para allanarla y allí sorprendió fortuitamente a Víctor Alfonso Martínez, 23 años, ingeniero de ejecución mecánica de la Universidad de Concepción, integrante del equipo de seguridad de Miguel Enríquez.

Ese mismo día capturaron a otros dos componentes de aquella estructura: José Hipólito Jara Castro (“Jaime Castro”), 29 años, soltero, egresado de Química y Farmacia de la Universidad de Concepción; y Luis Durán. El primero de ellos trabajaba con una contadora a quien le había pedido que alojara en su departamento de calle Tenderini a un joven que muy secretamente era el encargado de la seguridad y protección del secretario general del MIR.

La mujer fue detenida el día 16 y en su departamento la DINA montó una nueva ratonera, atrapando horas más tarde, el día 17, a Mamerto Eulogio Espinoza Henríquez, estudiante de Dibujo Técnico en la Universidad de Chile de Temuco, natural de Concepción, a cargo de la custodia de Miguel Enríquez.

A mediados de 1974, las jefaturas de la DINA percibieron que los miristas que capturaban poseían identidades falsas de impecable factura. A través de sus agentes en el Registro Civil y en la Policía de Investigaciones iniciaron entonces una cuidadosa búsqueda de datos y pistas que les permitiera ubicar a los responsables de las adulteraciones. A fines de agosto la cacería dio resultados gracias a algunas delaciones.

El 22 de agosto fue apresado Antonio Teobaldo Tello Garrido (“Luis”), 25 años, ex detective, jefe de la red que fabricaba documentos para todos los miembros del partido y que, además, se encargaba de microfilmar diversos escritos destinados al exterior o a las comunicaciones internas. Tello había pertenecido durante la UP al núcleo del MIR en la policía civil, supervisado por Edgardo Enríquez, y cuyo jefe operativo era Claudio Rodríguez Muñoz (“Lautaro”), quien caería abatido en un enfrentamiento con agentes de la DINA en los días siguientes.

Antonio Tello fue golpeado hasta desfigurarlo y ante su pertinaz silencio decidieron pasarle una camioneta por las piernas. Testigos han relatado que aquel ex detective no podía tenerse en pie y, sin embargo, lo seguían torturando.

Pocos días más tarde, el 5 de septiembre fue capturada Sonia Bustos Reyes, 30 años, soltera, ex cajera del casino del Servicio de Investigaciones, militante del Partido Demócrata Cristiano, PDC, y del MIR. Hasta su domicilio en la calle Catedral, en el barrio Brasil, llegó Raúl Romo y otros agentes a bordo de una camioneta blanca, llevándosela al cuartel de Londres 38 y transformándose en la última detenida desaparecida desde aquel recinto. Escasas horas más tarde, cayó Mónica Llanca Iturra, 23 años, casada, un hijo, empleada del Gabinete de Identificación, proveedora de los elementos para falsificar identidades, la que fue conducida a José Domingo Cañas.

A continuación, siguiendo una cadena, el 10 de septiembre apresaron en su oficina a Carlos Pérez Vargas, casado, publicista. Sería el primero de cinco hermanos en sufrir la represión; los otros cuatro también desaparecieron o murieron asesinados. El día 14, cogieron a Bernardo de Castro López, dibujante técnico, casado, tres hijos, militante del PS. Lo detuvieron agentes de la DINA que llegaron preguntando por “el señor que pinta”. Se lo llevaron junto a unas matrices de panfletos que Bernardo había confeccionado con el rostro del presidente Allende. Cuarenta y ocho horas después prendieron a Vicente Segundo Palomino Benítez, ex profesor de Química en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, fotógrafo. Los agentes lo condujeron hasta su taller fotográfico en la calle Santa Genoveva.

Los mandos de la DINA comprobaron también por aquellos días que muchos dirigentes de las estructuras provinciales del MIR se trasladaban a Santiago intentando burlar los cercos que tendía la represión en sus respectivas ciudades. Instruyeron entonces a dos de sus brigadas para extirpar lo que los militantes de izquierda habían bautizado como las “colonias” en la capital. Los procedimientos de la DINA no siempre obedecían a una estricta lógica operativa, muchas veces bastaba una breve mención de un nombre en una sesión de tortura para que el aludido, su familia y sus amigos más cercanos fueran también detenidos.

El 6 de septiembre fue arrestado Roberto Salomón Chaer Vásquez (“Francisco”), soltero, dos hijos, ex estudiante de Sociología de la Universidad de Concepción. Se desempeñaba como encargado de compras de la empresa constructora TECSA en Puente Alto. En sus años de estudiante, Chaer había trabajado políticamente en el sector costero de Concepción. Estando preso, con sus amigos Carlos Rioseco (“Marcelo”), Héctor González (“Genaro”) y Carlos Fernández (“Flaco Raúl”), formaron un colectivo denominado festivamente como “Los Tres Chanchitos”.

El 7 de septiembre cayó Néstor Alfonso Gallardo Agüero, 24 años, contador, dirigente regional del MIR de Temuco; el 10, fue capturado Carlos Eladio Fernández Zapata (“Raúl”), casado, dos hijos, uno de los ex encargados de organización del MIR en la Universidad de Concepción; y el 16, fue capturado Héctor Cayetano Zúñiga Tapia, casado, ex alumno de Química y Farmacia en la Universidad de Concepción. Los agentes de la DINA lo llevaron hasta la casa que compartía con su hermano, a quien, para intimidarlo, se lo mostraron amarrado y botado boca abajo en el piso de la parte trasera de la camioneta, muy golpeado y sangrando profusamente.

Por esos días se apersonó en Ollagüe el coronel Manuel Contreras. María Alicia Uribe Gómez, alias “Carola”, otra mirista que terminó colaborando con la DINA, declaró años después ante la justicia que “estando en José Domingo Cañas con los ojos vendados, conversó conmigo un señor de trato duro pero no grosero, quien me preguntó las motivaciones por las que yo era mirista. Después de esta conversación con este señor el trato cambió, ya no fui más torturada y se me dio atención médica. Con el tiempo supe que esta persona era Manuel Contreras Sepúlveda, con quien continué teniendo contacto y en una ocasión me dijo que me había liberado del trato que se les daba a los otros detenidos porque yo no era su enemiga sino una ‘pobre niña’ que quería cambiar el mundo”.


Las imperdonables

Fuente :casosvicaria.cl, 2014

Categoría : Prensa

Marcia Alejandra Merino, la Flaca Alejandra, fue una destacada dirigenta del MIR hasta el golpe de Estado. Después fue detenida dos veces y, aunque pidió permiso para asilarse advirtiendo que no sería capaz de soportar la tortura, el MIR no se lo permitió. En 1974, la DINA la secuestró, la sometió a brutales torturas y la «quebró». Desde entonces, ella y otras dos militantes de izquierda se transformaron en colaboradoras de los servicios de seguridad. Amigos y militantes fueron asesinados gracias a la información que entregaron. En ellas se inspira el personaje de Los archivos del cardenal que vive con Fabián en las Torres San Borja y lo insta a colaborar con la dictadura.

n 1990, el Presidente Patricio Aylwin creó la Comisión de Verdad y Reconciliación y las causas judiciales por violaciones a los derechos humanos comenzaron lentamente a desempolvarse. Abogados de la Comisión y policías de Investigaciones, por orden de algunos jueces, iniciaron la búsqueda de información. Así dieron con el paradero de Marcia Alejandra Merino, la Flaca Alejandra, a fines de 1991. La ex dirigente del MIR reconoció, desde la primera declaración, que había entregado a camaradas suyos en la tortura, varios de los cuales desaparecieron, y que luego se convirtió en colaboradora de la DINA y la CNI, con sueldo y vacaciones pagados por esos servicios de seguridad.

En noviembre de 1992, Marcia Merino ofreció una conferencia de prensa en la Comisión Chilena de Derechos Humanos. «Pido perdón», dijo ese día, pero hoy, casi veinte años más tarde, la petición sigue incomodando y dividiendo a los hombres y mujeres a quienes iba dirigida.

La flaca, la dura
Marcia Merino es oriunda de Concepción, la menor de tres hermanos. Su padre murió cuando ella tenía cuatro años. Su madre, una profesora básica, puso a sus hermanos mayores en un internado. Marcia creció en medio de muchas dificultades económicas como una niña enfermiza, sola y tímida. Solo cambió de personalidad cuando entró a la Universidad de Concepción, a mediados de los sesenta, a estudiar antropología y arqueología. Allí conoció el MIR y abrazó la militancia con un compromiso completo y sin reservas. En su libro Mi verdad… Más allá del horror; yo acuso, admitió que había llegado a ser «una militante rígida y dura», para quien cualquier gesto de vacilación de sus camaradas constituía una «traición».

Cuando el movimiento se lo pidió, abandonó sus estudios y se trasladó a Santiago, semiclandestina. Hacia fines de los sesenta ya se había convertido en una de las pocas mujeres dirigentes del MIR. Santiago se había dividido en cuatro Grupos Político-Militares (GPM). Ella fue nombrada la jefa del GPM-1, que abarcaba la zona sur de Santiago.

«Era una mujer muy asertiva, con un discurso político y una oratoria impresionantes», recuerda a condición de anonimato una ex militante, entonces bajo las órdenes de Marcia Merino. «Siempre andaba rodeada de un grupo de muchachos, sus favoritos, a los que otorgaba los privilegios de su confianza. Era dura y no tenía vida al margen del partido. Con los altos dirigentes era a la inversa: cariñosa, afectiva».

Enérico García, que fue miembro del GAP y encargado de la seguridad del líder del MIR, Miguel Enríquez, recuerda que Marcia Merino tenía llegada directa a la casa donde operaba la Comisión Política (CP) del movimiento. «La Flaca Alejandra tenía una tremenda capacidad de organización. Incluso antes del golpe, no todo el mundo tenía acceso ni sabía donde se reunía la CP. Marcia Merino era una de las pocas que llegaban libremente allí. Fue pareja de Alfonso Chanfreau, con quien en un momento hizo una especie de compromiso público, que fue “santificado” por Bautista van Schouwen».

Gladys Díaz, entonces dirigente en otro GPM en Santiago, recuerda que había apenas tres mujeres con ese nivel de relevancia en la dirección del MIR: Merino, Lumi Videla y la propia Gladys Díaz. Ellas eran un referente y un orgullo para el movimiento.

De prisionera a colaboradora
Marcia Merino ha relatado que en los primeros días tras el golpe fue detenida, pero no fue torturada ni sus aprehensores parecían saber sobre su militancia, así que prontamente quedó en libertad. Después de un breve lapso en que el MIR la mantuvo «congelada», se le ordenó que reorganizara la estructura partidaria entre Curicó y Chillán.

El 1º de mayo de 1974 fue arrestada nuevamente y trasladada a Curicó, donde fue torturada con electricidad por órdenes del fiscal militar Lautaro Bache. Fue así como comenzó a ceder y reconoció ante el fiscal que era militante del MIR, dijo cuál era su responsabilidad en la zona y reconoció que su partido tenía dos conscriptos infiltrados en el Ejército.

«Cuando por primera vez le reconocí la información a Bache, sentí que había traicionado a mi partido. Mi mundo se derrumbaba absolutamente. Así como mi entrega a la revolución y al partido había sido total y absoluta, el haber dado antecedentes, aun conocidos por ellos, significaba para mí un quiebre también absoluto», relata Merino en su libro.

El fiscal la trasladó posteriormente a la cárcel de Curicó. Allí escribió, en papel de cigarrillos, un informe a la Comisión Política del MIR relatando que «no había podido tolerar la tortura y había reconocido algunas de las cosas que me preguntaban; que estaba desesperada». El MIR, cuya política era que sus militantes no debían asilarse, guardó silencio.

Marcia Merino continuó en la cárcel hasta el 1º de agosto, cuando fue «dejada en libertad» por el fiscal y secuestrada en el mismo lugar por civiles que la trasladaron al cuartel clandestino de detención conocido como Londres 38, donde conoció las formas más extremas de tortura. Un grupo comandando por Osvaldo Romo –uno de los agentes más sanguinarios de la DINA– la interrogó aplicándole corriente, particularmente en los genitales. Otras veces la colgaban o la ponían en la parrilla boca abajo. Hasta que comenzó a hablar.

«La verdad es que desesperadamente buscaba en mi mente algo que decir para detener la tortura. Di los domicilios de María Angélica Andreoli Bravo (…) También di el domicilio de Muriel Duckendorf Navarrete». Ambas eran amigas de Marcia Merino y actualmente están desaparecidas. Además, mencionó el nombre de Adriana Urrutia, quien sobrevivió. La DINA la obligó a reconocer sus domicilios y a colaborar en los arrestos de ellas tres.

Luego comenzó la espiral. Entregó nuevos domicilios y, cuando no tuvo más información que conociera personalmente, los agentes de la DINA la sacaron a «porotear». Es decir, la llevaban a puntos de encuentro de dirigentes miristas. En cuanto ella reconocía a algún conocido, comenzaba a temblar. Así los agentes confirmaban la información que necesitaban. De este modo cayeron secuestradas decenas de personas, muchas de las cuales se encuentran hoy desaparecidas. Entre ellas, su amiga Lumi Videla.

Después de varios meses de torturas y de entregar información sobre los militantes que conocía, Marcia Merino fue instalada en Villa Grimaldi junto a su amiga María Alicia Uribe Gómez, la «Chica Carola», quien pertenecía a la estructura de informaciones del MIR, y a Luz Arce (ex militante socialista). Las tres comenzaron a recibir privilegios (mejor comida, baño, fin de los «parrillazos») en su calidad de colaboradoras. Marcia Merino relata que cada vez que podían los agentes se jactaban de su colaboración ante los prisioneros, como una manera de demoler la moral de los detenidos.

Cada una de las colaboradoras cayó bajo la protección de algún jerarca de la DINA: Luz Arce, de Rolf Wenderoth; la «Chica Carola», del subdirector Pedro Espinoza, y Marcia Merino, de Miguel Krassnoff Marchenko, el agente operativo encargado de eliminar al MIR.

En julio de 1975 fueron dejadas «en libertad», pero en las oficinas de Belgrado, el cuartel central de la DINA, Manuel Contreras les ofreció personalmente continuar trabajando como empleadas de la estructura que él comandaba, para eliminar a los partidos de izquierda. Las tres aceptaron y fueron enviadas a vivir juntas al departamento incautado al ex GAP Max Marambio en las Torres San Borja, muy cerca del edificio Diego Portales. Hacia 1978 Marcia Merino se mudó a otro departamento con Alicia Uribe, la «Chica Carola», «en la Torre 4 o 5 de la remodelación San Borja, Nº 194, que era de Federico Willoughby».

«Hubo hechos que me iban destruyendo cada vez más y que me hacían sentir como “la traidora”. Esto era acrecentado por la DINA, que me mostraba constantemente panfletos del MIR en los que se mentía respecto de mis “privilegios” y se me condenaba a muerte», afirma Marcia Merino en su libro.

Merino, Arce y Uribe vivieron juntas por un largo tiempo, y eran visitadas mensualmente por Contreras. En ese periodo, las mujeres se involucraron sentimentalmente con agentes, redactaron documentos proponiendo formas de fortalecer el apoyo social a Augusto Pinochet, asistieron a cursos de inteligencia financiados por el Ejército y fueron premiadas en una ceremonia. «En la graduación participó Mónica Madariaga, la que me hizo entrega del premio correspondiente al segundo lugar o segunda antigüedad». En 1977 Mónica Madariaga era ministra de Justicia. El hecho es que estas colaboradoras consiguieron tal nivel de confianza que se les encomendaron tareas de inteligencia en el exterior. Su trabajo era remunerado y salían de vacaciones, como cualquier funcionario.

Las ex prisioneras, afirma Marcia Merino, temían la posibilidad de ser citadas a declarar y, en lo que a ella respecta, siempre se negó a colaborar con las investigaciones judiciales cuando la oportunidad se le presentó. Hasta que llegó la democracia y, a pesar de que aún era controlada por la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), se atrevió a dar el paso. Lo mismo hizo la ex socialista Luz Arce. Alicia Uribe, la «Chica Carola», continuó sumergida en la sombra de protección de los ex aparatos de seguridad.

La conferencia liberadora
Un día de noviembre de 1992, la periodista Gladys Díaz –hoy sicóloga– recibió un extraño llamado en su casa. Era el presidente de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, Jaime Castillo Velasco (la Vicaría se había disuelto en 1990), conminándola a presentarse en la sede de esa entidad al día siguiente muy temprano. No le dijo por qué.

«Yo llegué un poco atrasada y, al entrar a la sala donde se me esperaba, me encontré con una nube de fotógrafos y periodistas. En la testera había comenzado a hablar una mujer, sentada junto a Jaime Castillo. No la reconocí. Solo cuando dijo “Pido perdón” me di cuenta de que era ella, la Flaca Alejandra», recuerda.

Díaz gozaba de gran prestigio entre sus camaradas por haber tenido la conducta opuesta a la de Marcia Merino. A pesar de que su pareja desapareció y de haber sido brutalmente torturada en la temida «Torre» de Villa Grimaldi, se negó a colaborar con sus captores. Incluso cuando en una ocasión le llevaron a la Flaca Alejandra a la celda para que la convenciera de hablar, Gladys Díaz respondió con desdén: «Esta es una colaboradora. Qué ascendencia puede tener sobre mí. Cómo se les ocurre pensar que ella me va a convencer de nada». En otra ocasión, Marcia Merino le puso un cigarrillo en la boca y Gladys Díaz lo escupió.

«Sentada ahí, en esa conferencia de prensa, me di cuenta de que cualquier gesto que yo tuviera tendría enormes consecuencias. Hice un esfuerzo tremendo para discernir qué era lo que sentía que debía hacer. En ese momento, fue una consideración casi funcional. Me di cuenta de que ella tenía información muy valiosa que entregarnos, y que si yo no la acogía iba a quedar en terreno de nadie. Así que me paré y la abracé. Para ella fue un momento muy impactante. Todo se dijo en ese abrazo», relata Díaz.

Con el tiempo, afirma la ex dirigente del MIR, ha elaborado con mayor profundidad el gesto que tuvo y, a pesar de que le costó la crítica de muchos de sus antiguos camaradas, sigue defendiéndolo. «Yo pienso que lo que ella hizo fue tremendo. No lo justifico. Tuvo un costo altísimo para nosotros, pero yo no puedo dejar de ver que el quiebre que ella sufrió se debió primordialmente a la tortura», dice.

Díaz, que soportó los peores tormentos sin delatar a sus compañeros, afirma que hacer frente estoicamente a la tortura no depende de la voluntad, ni del compromiso político de las personas, sino de algo que normalmente está fuera de su control, como sus características biográficas. «Ella era una mujer muy frágil. Ella le mandó a decir al MIR después de la primera tortura que sufrió que sabía que no iba a poder soportar una segunda sesión y pidió permiso para asilarse, pero no la escuchamos. Primó la consigna “el MIR no se asila”. En su quiebre somos todos responsables», agrega.

Según el análisis de la profesional, las carencias afectivas de la infancia, la ausencia del padre, convirtieron a Marcia Merino en una presa fácil de la DINA, que hizo un estudio de sus debilidades para explotarlas. «Yo me niego a creer que esta es una historia entre valientes y cobardes», subraya.

La jodida vida
Para Díaz, el período en que Marcia Merino, Luz Arce y María Alicia Uribe se convirtieron en empleadas a sueldo de los servicios de seguridad se explica por el miedo. El miedo corrosivo e inmenso a la muerte.

Para empeorar las cosas, dice, el MIR condenó a muerte a Marcia Merino y a otros ex militantes que habían colaborado con los servicios de inteligencia. Entre ellos Hernán González, Humberto Menanteaux, Cristián Mallol y Hernán Carrasco, quienes, en 1975, fueron forzados a dar una conferencia de prensa en que declararon la derrota del MIR y pidieron poner fin a la resistencia armada. Cuando quedaron en libertad, Menanteaux y Carrasco informaron a la dirección del MIR sobre la forma en que fueron obligados a dar esa conferencia de prensa –en que el periodista Bernardo de la Maza actuó como entrevistador– e intentaron pedir ayuda para salir al exilio. Sus comunicaciones fueron interceptadas por la DINA, que volvió a capturarlos, y fueron asesinados arrancándoles en carne viva las entrañas, según han testificado judicialmente las ex colaboradoras.

Marcia Merino estuvo en terapia por cuatro años después de romper sus lazos con la DINA, la CNI y la DINE. La terapeuta que la trató relata, a condición de anonimato, que la ex mirista sufría de constantes crisis de angustia y de pánico, pues temía que si no la mataba la DINA o la CNI lo harían sus antiguos camaradas. Agrega que el temor la persiguió aun después de decidirse a declarar públicamente. Solo cuando se careó con Krassnoff y lo acusó como su victimario logró romper con los sentimientos contradictorios de miedo y seguridad que él le provocaba.

Sin embargo, aún hay quienes no creen en la sinceridad de su arrepentimiento. «La vida no se hace sobre la base de discursos y convicciones», afirma una ex mirista y ex prisionera, que conoce a Marcia Merino desde antes del golpe de Estado. «La vida está constituida de pequeñas y cotidianas experiencias. Yo puedo comprender que ella se haya quebrado en la tortura, como muchos. Lo que no entiendo es lo que vino después. Cómo hizo para ganarse la confianza de la DINA al punto de que le pagaran sueldo y la dejaran tomar vacaciones. Qué les decía cuando salían de farra, cuando se metía con ellos. Por qué no tomó ninguna de las oportunidades que se le presentaron para escapar. Y por qué, si tomó conciencia del daño que hizo, no se enfermó, ni enloqueció en la contradicción entre lo que supuestamente creía y lo que hacía».

Enérico García dice que no tendría valor para mirar a Marcia Merino a la cara: «No me siento capaz de perdonarla. Yo no tengo autoridad para perdonar en nombre de las decenas de personas que cayeron por causa suya».

Al igual que Luz Arce, Merino hizo largas declaraciones judiciales entregando información sobre los prisioneros que cayeron por su causa y los que vio en distintos centros de reclusión, muchos de los cuales hoy se encuentran desaparecidos. También entregó nombres de agentes y su posición en la estructura de los servicios de seguridad.

No obstante, los antiguos militantes que la acogieron fueron contados con las manos. Por ejemplo, Viviana Uribe y Erika Hennings, ex prisioneras y familiares de desaparecidos, pagaron un alto costo entre sus amistades por haberla protegido y hoy prefieren abstenerse de otorgar nuevas entrevistas sobre el tema.

Marcia Merino vive actualmente en Isla de Pascua con su esposo. Luz Arce se mudó a México, con su esposo e hijos. Alicia Uribe sigue oculta en algún lugar de Santiago, probablemente con identidad falsa.


El procesamiento y detención de la ex colaboradora de la DINA “Carola

Fuente :villagrimaldi.cl, 2 de Julio 2015

Categoría : Prensa

Se trata de María Alicia Uribe Gómez “Carola”, ex militante del MIR, en su calidad de cómplice del asesinato de José Carrasco Vásquez, perpetrado en diciembre de 1975, quien antes de ser asesinado estuvo en Villa Grimaldi. Conozca los fundamentos del Ministro Leopoldo Llanos y una entrevista a la viuda de Humberto Juan Menanteau Aceituno, asesinado en la misma oportunidad junto a Carrasco.

El ministro en visita extraordinaria de la Corte de Apelaciones de Santiago para causas por violaciones a los derechos humanos, Leopoldo Llanos, procesó a la ex agente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), María Alicia Uribe Gómez, por su responsabilidad -como cómplice- en el homicidio de José Carrasco Vásquez, ilícito perpetrado en diciembre de 1975, en la Región Metropolitana.

En la causa, el ministro Llanos determinó que le cabe responsabilidad a la colaboradora de la DINA en la muerte de Carrasco Vásquez y de Humberto Menanteau Aceituno, dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), cuyos cuerpos fueron encontrados en el sector de Chada, comuna de Buin, en 1975.

De acuerdo a los antecedentes recopilados en la causa, el magistrado pudo establecer que: «el primero de diciembre de 1975 se produjeron las muertes de José Hernán CARRASCO VÁSQUEZ y Humberto Juan MENANTEAU ACEITUNO. Ambos eran dirigentes del MIR y fueron detenidos por la DINA a fines de 1974. Estando en esa situación participaron junto a otros dos dirigentes en una declaración pública televisada y una conferencia de prensa en donde llamaron a sus correligionarios a terminar con la lucha armada. Luego continuaron algunos meses detenidos en Villa Grimaldi, separados del resto de los presos, hasta que recuperaron su libertad en septiembre de 1975.

Encontrándose en esa situación fueron detenidos por integrantes de la brigada Purén, de la DINA, Humberto Menanteau el 19 de noviembre, mientras se encontraba en casa de sus padres y José Carrasco el día siguiente en el domicilio de unos amigos, trasladados hasta la Villa Grimaldi, custodiados por personal de la Brigada Purén, lugar donde fueron torturados. A la semana fueron ejecutados y sus cuerpos lanzados en un cerro. Sus cuerpos fueron reconocidos por sus familiares el 10 de diciembre en el Instituto Médico Legal, habiendo sido encontrados en las cercanías de Buin. Presentaban signos de haber sido torturados antes de dárseles muerte».

En mayo pasado, el ministro Llanos sometió a proceso por los homicidios de Carrasco y Menanteau a los ex agentes de la DINA: Manuel Contreras Sepúlveda, Pedro Espinoza Bravo, Marcelo Moren Brito, Rolf Wenderoth Pozo, Raúl Iturriaga Neumann, Gerardo Urrich González, Adelina Ortega Sáez y Elsa Lagos Salazar.


María Alicia Uribe Gómez, alias Carola: MInistro Llanos Procesó a Delatora de la DINA

Fuente :reddigital.c, 22 de Noviembre 2015

Categoría : Prensa

El ministro en visita extraordinaria de la Corte de Apelaciones de Santiago para causas por violaciones a los derechos humanos, Leopoldo Llanos, procesó a la ex agente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) María Alicia Uribe Gómez, por su responsabilidad -como cómplice- en el homicidio de José Carrasco Vásquez y de Humberto Menenteau  Aceituno, dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), cuyos cuerpos fueron encontrados en el sector de Chada, comuna de Buin, en 1975. El ilícito fue perpetrado en diciembre de 1975, en la Región Metropolitana.

Maria Alicia Uribe Gomez,»Carola», militante del Movimiento de Izquierda Rolucionaria (MIR), se transformó   en colaboradora de los servicios de inteligencia, DINA, CNI y DINE. Conocidas son las historias de las colaboradoras Marcia Alejandra Merino Vega y de Luz Arce. Sin embargo, Carola, a diferencia de las dos anteriores, nunca se arrepintió de lo que hizo.

Hasta 1991 Carola era funcionaria del DINE a cuyas oficinas de República concurría a diario.

En los primeros días de octubre de 1974 la estudiante de Servicio Social de la Universidad de Chile, Alicia María Gómez Gómez, con nombre político «Carola» e integrante del equipo de informaciones del MIR, cayó en manos de la DINA.

Las presiones y torturas ejercidas sobre ella la llevaron a colaborar con sus captores,. Gran parte de la información entregada por Marcia Merino sería corroborada por «Carola», con lo cual la DINA asestaría golpes letales al MIR, que condujeron a la caída de su propio jefe, el militante Emilio Iribarren Lederman, «Joel» quien también en primera instancia sería reclutado por la DINA

En la causa, el ministro Llanos determinó que le cabe responsabilidad a la colaboradora de la DINA en la muerte de Carrasco Vásquez y de Humberto Menenteau Aceituno, dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), cuyos cuerpos fueron encontrados en el sector de Chada, comuna de Buin, en 1975.

Ambos eran dirigentes del MIR y fueron detenidos por la DINA a fines de 1974. Estando en esa situación participaron junto a otros dos dirigentes en una declaración pública televisada y una conferencia de prensa en donde llamaron a sus correligionarios a terminar con la lucha armada. Luego continuaron algunos meses detenidos en Villa Grimaldi, separados del resto de los presos, hasta que recuperaron su libertad en septiembre de 1975.

Encontrándose en esa situación fueron detenidos por integrantes de la brigada Purén, de la DINA, Humberto Menanteau el 19 de noviembre, mientras se encontraba en casa de sus padres y José Carrasco el día siguiente en el domicilio de unos amigos, trasladados hasta la Villa Grimaldi, custodiados por personal de la Brigada Purén, lugar donde fueron torturados.

A la semana fueron ejecutados y sus cuerpos lanzados en un cerro. Sus cuerpos fueron reconocidos por sus familiares el 10 de diciembre en el Instituto Médico Legal, habiendo sido encontrados en las cercanías de Buin. Presentaban signos de haber sido torturados antes de dárseles muerte».

En mayo pasado, el ministro Llanos sometió a proceso por los homicidios de Carrasco y Menanteau a los ex agentes de la DINA: Manuel Contreras Sepúlveda, Pedro Espinoza Bravo, Marcelo Moren Brito, Rolf Wenderoth Pozo, Raúl Iturriaga Neumann, Gerardo Urrich González, Adelina Ortega Sáez y Elsa Lagos Salazar.

Además, la sentencia ordena al fisco pagar una indemnización de $200.000.000 (doscientos millones de pesos) a los familiares de la víctima, por concepto de daño moral.


Viuda de Humberto Menanteau militante del MIR asesinado por la DINA relata la participación de «Carola» en el crimen

Fuente :cambio21.cl, 2 de Julio 2015

Categoría : Prensa

Yazmín Menanteau, desde que tuvo que abandonar Chile camino a Francia ha dedicado su vida a luchar por los derechos humanos. Al conocer la noticia sobre el procesamiento de María Alicia Uribe Gómez («Carola») su emoción fue tal que pasó la noche comentando el hecho con quienes la contactaron. Yazmín se ha manifestado de manera positiva ante la posibilidad de dar su testimonio en contra de la torturadora de sus compañeros del MIR.

La noticia sobre el procesamiento de María Alicia Uribe Gómez, alias «Carola» llegó a oídos de Yazmín Menanteau, viuda de Humberto Menanteau Aceituno, uno de los hombres con cuya muerte se vincula a la exmirista posteriormente convertida en agente de la DINA y la CNI.

Humberto Menanteau era dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y fue detenido por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) a finales de 1974. En la ocasión, junto a otros detenidos, se le hizo participar de una conferencia de prensa en la que se llamaba a sus correligionarios a terminar con la lucha armada.

Menanteau estuvo detenido más de nueve meses en Villa Grimaldi, hasta septiembre de 1975, momento en que fue liberado. Cuando esto sucedió aprovechó de contraer matrimonio con Yazmín, ya que sabía que esa «libertad» era una maniobra de la DINA.

El 19 de noviembre de 1975 fue detenido nuevamente, esta vez en la casa de sus padres. El 10 de diciembre del mismo año su cadáver y el de Hernán Carrasco fueron encontrados en las cercanías de Buín, tapados con unas ramas, les dieron un balazo en la nuca, no para abreviar el sufrimiento, sino simplemente para declararlos enseguida como ejecutados por sus propios compañeros. Tuvieron que ser identificados por sus familiares en el Instituto Médico Legal y presentaban claros signos de tortura.

La DINA publicó un año más tarde, en toda la prensa chilena, el hallazgo de los «dos cadáveres… ejecutados por el MIR, de una bala en el cráneo».

Yazmín Menanteau actualmente es presidenta de la sección de los derechos humanos en Dax Francia, localidad y comuna francesa situada en el departamento de Landas, en la región de Aquitania. Ha pasado su vida dando testimonio de lo que sucedió en Chile durante la dictadura y ha luchado para que en el mundo se castigue a quienes han sido ejecutores de crímenes de lesa humanidad y se elimine todo tipo de homenaje a estos personajes.

En entrevista con Cambio21, Yazmín Menanteau, quien se muestra como una mujer que pese a todo lo sufrido siempre sonríe ante la vida (comentario hecho por ella al enviar su foto que ilustra esta entrevista), relató cómo ha sido el proceso de superar lo vivido en dictadura, la muerte de su esposo, la traición de la «Carola» y el proceso judicial en contra de ella. También demostró confianza en el sistema y en el trabajo que ha realizado Chile para castigar los abusos a los derechos humanos.

¿Quién es la «Carola» para usted?

Siempre escuché hablar de ella y de sus dos amigas «la flaca Alejandra» y Luz Arce, que sus colegas de la DINA la llamaban «Lucecita». Eran las destructoras del MIR y el terror de Villa Grimaldi. Supe un poco más de Carola cuando mi esposo contaba que cuando ella lo entregó, su primera reacción al verla fue su sorpresa de ver que colaboraba con tanto énfasis. En varias oportunidades le dijo -por favor no hables tanto- y cada vez, casi de forma inmediata, era llevado a la parrilla. Ello le ocurrió a Hernán (Carrasco) y a todos los otros compañeros que intentaron que razonara. Sistemáticamente fueron torturados.

¿Qué cree que pasó con ella para que tuviera un cambio tan drástico y se fuera al otro bando?

Es conocido desde las épocas más oscuras de la historia que la tortura es un arma destructora en todo sentido, no obstante Carola, ella se integró rápidamente como profesional de la DINA, incluso viviendo en pareja con uno y otro agente. Basta con leer el libro de su amiga Lucecita, donde cuenta con detalles las historias de amor entre ellos.

Con los años, y visto su recorrido, muchos piensan que en realidad, se trataba de una infiltrada en el MIR.

¿Cómo ha sido el proceso sobre el caso de Humberto en la justicia?

Yo vi a mi esposo muerto, vi como lo dejaron. Su cuerpo estaba todo destruido, como si le hubiesen sacado pedazos. Le desgarraron el brazo derecho, solo se veían los tendones que colgaban. Mi dolor fue tal que tomé sus pies, lo único intacto, los apreté fuerte contra mi vientre para no separarme más de él. El joven médico de la morgue logró despegarme y como pudo trato de consolarme.

Con mucha dificultad, con su madre y familiares de Hernán Carrasco, obtuvimos un poder para sacarlos de allí y darles sepultura en el cementerio general de Santiago.

Días después me vi obligada a irme de Chile; mi casa ya había sido allanada, hecho en el que estaba involucrada «la flaca Alejandra’. Mi padre la encaro «Usted ya se llevó a mis dos hijos (Vladi y Toncho) y ahora quieren arrestar a mi hija. Ustedes no tienen alma», le dijo y ella le respondió «Usted mejor no se meta». Esto lo señalo porque sé que a esa mujer también le cabe responsabilidad en la muerte de Humberto y Hernán.

Para mi poner esto en mano de la justicia fue fundamental. Por mi ausencia en Chile, mi padre pudo representarme y gracias a Nelson Caucoto, que tomo mi causa (ya son muchos años que él ha llevado con maestría paso a paso este proceso). El caso había sido sobreseído, pero él siguió haciendo apelacionesón, y llevándolo incluso a las Naciones Unidas y actualmente a la Comisión Interamericana.

Recibí el fallo de la Corte de Apelaciones, donde el juez condena a presidio perpetuo, entre otros, a Contreras por el asesinato de mi esposo. Mi emoción fue tan grande que escribí y grité por todas partes LA JUSTICIA EXISTE MI AMOR.

¿Qué siente con el procesamiento de «Carola» por la muerte de su esposo?

La noticia sobre el proceso de la «Carola» es algo inédito. Esto tiene mucha relevancia y será determinante en los próximos procesos. Ella sabe lo que pasó con cada uno de nuestros desaparecidos o ejecutados, esa ha sido siempre mi íntima convicción.

Cuando recibí la noticia sentí que mi cuerpo no podía contener mi corazón. Fue un impacto. pasé la noche compartiendo la información y respondiendo a mucha gente que incluso no conozco, cuyos testimonios eran de decir que por fin esas mujeres deben ser juzgadas.

Yo no tengo ninguna duda de que «Carola» participó en el asesinato de Humberto y Hernán, por eso mi corazón casi ¡explotó!

¿Si fuera posible, usted vendría a Chile a prestar su testimonio contra la «Carola»?

Absolutamente y pienso que otras personas también lo harán.

¿Mantiene contacto con algún integrante del MIR?

Toda mi familia era militante, mis hermanos militantes del MIR, yo era de la estructura FER (Frente de Estudiantes Revolucionarios).

Después del golpe entré a militar en el MIR, es en ese contexto que conocí a Humberto. En Francia seguí militando. Desde aquella época casi todos mis amigos chilenos son ex miristas. Juntos hemos trabajado mucho por la memoria y hemos participado en todos los procesos, uno de los más importante se produjo en Paris donde Pinochet fue condenado por contumacia por el asesinato de compañeros de origen francés.

Hoy lo único que espero es que los dirigentes del MIR de aquella época, hagan lo mismo.

¿Cómo fue su salida de Chile a Francia?

Yo no quería irme, solo lo hice para proteger a mi familia. Durante el viaje me preguntaba cómo iba a poder volver a amar la vida.

¿Cómo ha sido el desarrollo de su vida después de todo lo que vivió en Chile?

Cuando llegue a Francia tenía 18 años. Fui recibida por compañeros del MIR, entre ellos Marco Antonio Enríquez (hermano de Miguel). Ellos me permitieron ir a Ginebra ante la Comisión Internacional de los Derechos Humanos donde pude dar mi testimonio, había representantes de 50 países. Supe con el tiempo que ese testimonio fue determinante en la decisión de la Comisión.

Más tarde mi único objetivo fue de estudiar lo más posible, pensando en mi vuelta. Solo regresé a Chile en diciembre de 1989 para las elecciones presidenciales, 14 años habían pasado.

En Francia tenía responsabilidades y las vicisitudes de la vida hicieron que me quedara. Mi vida la he vivido dando testimonio cada vez que me lo solicitan, en escuelas, universidades, barrios, prensa. Es mi deber de memoria.

¿Qué le parece el avance que Chile ha realizado en cuanto a castigar los crímenes de lesa humanidad?

Es un ejemplo, en el mundo ha habido crímenes que jamás han sido juzgados. La justicia avanza en Chile. Ha sido largo y difícil, pero aún quedamos testigos.

El trabajo de abogados y organizaciones de Derechos Humanos, incluso en plena dictadura, han permitido todo este proceso de verdad y justicia. Tengo mucha admiración por ellos.

Espero que este proceso llegué hasta el final, como espero que Chile adopte una Ley Memorial para que nunca más se ponga en duda las atrocidades de la dictadura, que ningún individuo implicado en los crímenes de lesa humanidad siga viviendo impunemente u homenajeado.


Condenan a agentes DINA por el asesinato de ex estudiante de periodismo de la Universidad de Concepción

Fuente :resumen.cl, 20 de Febrero 2016

Categoría : Prensa

El ministro en visita extraordinaria de la Corte de Apelaciones de Santiago para causas por violaciones a los Derechos Humanos, Leopoldo Llanos Sagristá, dictó condena de primera instancia contra siete ex agentes de la Dirección Nacional de Inteligencia, DINA, por su participación en los delitos de secuestro simple  y homicidio calificado del ex estudiante de periodismo de la Universidad de Concepción, José Hernán Carrasco Vásquez. Ilícitos perpetrados a partir del 20 de noviembre de 1975, el primero, y el 1 de diciembre de 1975, en la Región Metropolitana.

El magistrado condenó a los ex jerarcas de la DINA, el ex brigadier de ejército Pedro Octavio Espinoza Bravo y al ex coronel de ejército Rolf Arnold Wenderoth Pozo, a la pena de tres años de presidio menor en su grado medio cada uno, como autores del delito de secuestro simple; y a la pena de 15 años y un día de presidio mayor en su grado máximo, como autores del delito de homicidio calificado.

Asimismo, sancionó al ex general de ejército Raúl Eduardo Iturriaga Neumann y al ex teniente coronel de ejército Gerardo Ernesto Urrich González, a la pena de 18 años de presidio mayor en su grado máximo, cada uno, como autores del delito de homicidio calificado de Carrasco Vásquez.

Igualmente, las ex agentes civiles de carabineros, Adelina Transito Ortega Sáez y Alicia de Fátima Muñoz Gatica, y la ex militante del MIR (devenida en colaboradora de la DINA) María Alicia Uribe Gómez fueron sentenciadas a la pena de 5 años  y un día de presidio mayor en su grado mínimo, como cómplices del delito de homicidio calificado.

En tanto, el ministro Leopoldo Llanos  absolvió a Miguel Krassnoff Martchenko y Basclay Zapata Reyes, de las acusaciones de autores del delito de secuestro simple perpetrado en la persona de José Hernán Carrasco Vásquez, a partir del 20 de noviembre de 1975. De igual modo, resultaron sobreseído por muerte Manuel Contreras Sepúlveda y Marcelo Morén Brito que también estaban procesados y acusados por este crimen.

Según los antecedentes recopilados en la investigación, se lograron acreditar los siguientes hechos:

«José Hernán Carrasco Vásquez, de 27 años de edad y ex estudiante de Periodismo de la Universidad de Concepción, era dirigente del MIR, y fue detenido por agentes de la DINA a fines de 1974, siendo trasladado hasta la Villa Grimaldi, donde fue interrogado y torturado.  Estando en esa situación, en el mes de febrero de 1975 participó junto a otros tres dirigentes en una declaración pública televisada y una conferencia de prensa en donde llamaron a sus correligionarios a terminar con la lucha armada. Luego continuó algunos meses detenidos en Villa Grimaldi y Cuatro Álamos, separado del resto de los presos, hasta que recuperó su libertad en septiembre de 1975».

El fallo agrega que: «Encontrándose en esa situación fue detenido por agentes de la DINA, entre los que se encontraban integrantes de la Brigada Purén, el día 20 de noviembre de 1975, y trasladado hasta la Villa Grimaldi, custodiado por personal de dicha Brigada, lugar donde fue torturado. En los días siguientes fue ejecutado y su cuerpo fue abandonado en el lugar denominado «Chada»,  en las cercanías de Buin. Se determinó  como su data de muerte, de acuerdo a su partida de defunción, el primero de diciembre de 1975. Su cuerpo fue reconocido por sus familiares el 10 de diciembre en el Instituto Médico Legal. Presentaba signos de haber sido torturado antes de dársele muerte».

Finalmente agrega: «En forma previa y mientras aún se encontraba detenido, la prensa publicó la información de que el MIR había condenado a muerte a los participantes en la declaración y la conferencia de prensa.  Una vez muerto, los familiares recibieron una misiva donde se les comunicaba que había sido ajusticiado por el MIR, acusado de haber traicionado a la clase obrera».

En su resolución, el ministro Llanos manifiesta que los antecedentes demuestran que el secuestro y homicidio de José Carrasco Vásquez  corresponden a la calificación de delitos de lesa humanidad ya que  «fueron actos punibles ejecutados por agentes del Estado, en el contexto de una persecución sistemática contra la población civil por razones políticas.»

Como se ha informado, igual suerte que José Carrasco Vásquez corrió otro de los miristas presos que participó en la forzada declaración y conferencia de febrero de 1975, Humberto Juan Carlos Menenteau Aceituno (24 años) quien también fue vuelto a detener en noviembre y asesinado el 1 de diciembre de 1975 por agentes de la DINA. Por este crimen, en enero pasado, la Corte Suprema ratificó las condenas en contra Pedro Espinoza Bravo y Rolf Wenderoth Pozo que había dictado el ministro Llanos previamente.


Exilio y búsqueda: Estrenan documental sobre muerte de miristas asesinados por la DINA

Fuente :radio.uchile.cl, 6 de junio 2018

Categoría : Prensa

Exilio y búsqueda: Estrenan documental sobre muerte de miristas asesinados por la DINA

Este jueves se estrenará el documental Venían a buscarme, trabajo que aborda la muerte de Alejandro de la Barra y Ana María Puga. Este proyecto fue realizado por el hijo de la pareja, quien a través de un relato en primera persona, cuenta lo que fue su niñez en el exilio y su posterior encuentro con Chile.

Nunca existieron fotografías que dieran cuenta de una familia. Tampoco recuerdos, rostros, aromas u voces conocidas. Por el contrario, durante largos años, Álvaro de la Barra debió reconstruir la memoria de sus padres a partir de imágenes fragmentadas y relatos que llegaron a sus oídos durante su niñez en Venezuela.

La mayor parte de estas historias correspondían a épicas narraciones que hablaban de clandestinidad, compromiso y esperanza.

No obstante, con el pasar del tiempo, este vacío comenzó a nutrirse con datos que el mismo Álvaro recolectó. Primero, descubrió que sus padres, Alejandro de la Barra y Ana María Puga, habían sido militantes del MIR. Luego, conoció que ambos fueron asesinados por la DINA el 3 de diciembre de 1974 en calle Pedro de Valdivia con Andacollo, es decir, a 80 metros de donde se encontraba su jardín infantil.

Esta búsqueda, finalmente, dio origen al documental Venían a buscarme, película que a partir de este jueves podrá verse en distintas salas nacionales.

En Venían a buscarme de la Barra rehace el día en que sus padres fallecieron así como el exilio que debió enfrentar cuando apenas tenía un mes de edad. De esta forma, llega a Francia y Venezuela, dos países que le dieron acogida.

“Para mí el documental fue parte de una búsqueda de identidad”, comenta el director. “Siempre tuve que susurrar mi historia, pero una vez en Chile, me di cuenta de que lo que les había pasado a mis padres ya no era un tabú. Aquí me contaron historias de ellos y muchas veces tuve miedo. Pero entendí que ya podía hablar a viva voz. Ya no era necesario el silencio”, afirma.

De esta manera, el documental transita entre testimonios de familiares y archivos de la época. Y es que, en cierto sentido, la película también recoge lo que implicaba el compromiso político en aquellos años.

“Éste era un punto crucial. Necesitaba saber cuáles fueron las motivaciones de mi padre para una militancia y, por eso, tenía que abordar el por qué decidieron integrar el MIR y llevar un estilo de vida basado en la clandestinidad, sobre todo, porque decidieron hacer una familia”, dice de la Barra, quien una vez fallecido sus padres, fue entregado a sus abuelos que de inmediato comenzaron las gestiones para que el niño saliera del país.

Una infancia en el exilio

Álvaro de la Barra creció entre Venezuela y Francia. Allí, compartió con otros niños que jugaban, inocentemente, a intercambiar a sus familiares. “Hay una historia en particular con German Berger. Él se encontraba junto a su madre, Carmen Hertz, de paso por Caracas. Estábamos jugando y de pronto iniciamos un trueque: yo le prestaba a Pablo, el hermano mayor de mi padre, quien había pasado a ser mí tutor, y él me prestaba a su madre”.

En esos años, Chile no representaba mucho para Álvaro. Para él sólo había un cúmulo de historias, pero, en lo personal no había mucho lazo. De ahí, que hoy afirme: “Me siento muy identificado con Venezuela y, más aún, me siento venezolano en mi forma de andar. Me siento un venezolano nacido en Chile con algún acento francés también”

Certificado con el que Álvaro fue sacado de Chile. Según el documento sus apellidos fueron alterados.

La primera vez que de la Barra visitó Chile fue en 1990 en el marco de la repatriación de los restos de su abuelo, Pedro de la Barra, uno de los fundadores del Teatro Experimental de la Universidad de Chile que falleció en julio de 1977 en Caracas.

Esa primera visita fue significativa en todos los sentidos para Álvaro, ya que a partir de ello logró indagar por sí mismo en los relatos que durante años lo habían acompañado respecto de Chile. El resultado fue decepcionante: se topó con un país completamente diferente al de las historias de su infancia.

“En el exilio, uno crece con la imagen que se llevaron las generaciones anteriores de Chile. Entonces, hubo un cambio respecto de esa imagen, porque me encontré con que ya no existía aquel Chile comunitario, solidario y aquella sociedad humana de la que tanto escuché. Llegué y encontré un Chile volcado al materialismo, al individualismo y al arribismo”, dice el director.

Del MIR a la DINA 

En Venían a buscarme también aparece el nombre de María Alicia Uribe Gómez, quien durante años fue conocida como “Carola”.

Esta mujer fue parte del MIR, sin embargo, una vez detenida comenzó a colaborar con los organismos de inteligencia.

“Carola trabajó de manera muy cercana al área de mi padre. En ese momento mi madre también se hizo su amiga. Le dieron tanta confianza que había momentos en donde ella me cuidaba cuando mis padres no podían”, señala de La Barra.

En más de una ocasión el director intentó comunicarse con ella. No obstante, cada uno de sus intentos fracasó.

“Cuando Carola es detenida, inmediatamente comienza a delatar gente. A las dos semanas de su detención, por ejemplo, cae mucha gente del MIR”, comenta de la Barra.

Una vez en la DINA, Carola pasa de ser informante a funcionaria. Actualmente, se encuentra en libertad.

Búsquedas y extravíos  

Para de Álvaro de la Barra con el documental se abre un proceso importante, sobre todo, para aquella generación cuyos padres fueron víctimas del régimen. En este sentido, advierte: “Los hijos de las víctimas necesitamos hablar. Necesitamos saber qué pasó y hacernos nuestras propias preguntas”.

“Se tiende a tapar la información a no querer hablar, porque no quieren recordar el pasado cuando realmente no recordar no significa que estemos sanando ni que estemos recuperando, ni que estemos solucionando los problemas. Entonces, para nuestra generación es importante conocer y conversar para poder seguir desarrollándonos como individuos y también como sociedad”, dice.

Al mismo tiempo, el director sostiene que más allá de la muerte de sus padres, su trabajo apunta a una permanente investigación: “Para mí la sanación está en el sentido de la búsqueda de mis orígenes, en la búsqueda de mi identidad, de saber de dónde vienen mis padres, de dónde venía mi familia, de saber que mi abuelo fue algo más que mi abuelo, porque aunque te pierdas, la búsqueda es un camino para encontrarse”.


Ministro Mario Carroza condena a ex agente de la DINA por el homicidio de Fernando Valenzuela Rivera.

Fuente :diarioconstitucional.cl, 29 de Septiembre 2018

Categoría : Prensa

El ministro en visita para causas por violaciones a los derechos humanos de la Corte de Apelaciones de Santiago, Mario Carroza Espinosa, condenó al ex agente de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) Miguel Krassnoff Martchenko a la pena de 10 años y un día de presidio, como autor del delito de homicidio calificado de Fernando Abraham Valenzuela Rivera, ilícito perpetrado el 19 de noviembre de 1974, en la calle Santa Filomena.
En el fallo, el ministro Carroza decretó, además, la absolución de Pedro Espinoza Bravo de responsabilidad en la muerte del abogado, dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y secretario de la Fiscalía de la Corporación de Fomento a la Producción (Corfo).

En la etapa de investigación de la causa, el ministro en visita logró establecer los siguientes hechos: Que la Dirección de Inteligencia Nacional, DINA, fue una estructura organizada, jerarquizada, con medios propios, recintos de detención, etc., a cargo de un Director General, que ejercía el mando nacional y al cual se encontraban supeditados todos sus miembros. Encargada de las Operaciones de la DINA en la Región Metropolitana estaba la Brigada de Inteligencia Metropolitana, BIM, a cargo de un alto oficial de Ejército, quien contaba con una plana mayor que lo asesoraba en labores de inteligencia. De este Jefe dependían las diferentes Brigadas, entre ellas la denominada CAUPOLICÁN, cuyo objetivo a la fecha de ocurrencia de estos hechos, apuntaba al combate del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (M.I.R.), entidad relacionada con la víctima de esta investigación, específicamente las agrupaciones Halcón y la Águila, que desarrollaban las labores operativas y estaban compuestas por miembros del Ejército, Carabineros y de la Policía de Investigaciones de Chile;

Que en ese contexto de represión, en noviembre de 1974 Fernando Abraham Valenzuela Rivera, miembro del Comité Central y Jefe de Informaciones del MIR, que en ese entonces vivía en la clandestinidad, el día 19 de ese mes se dirige al sector de la calle Santa Filomena para tener un punto de contacto con otro militante, sin contar con que agentes de la agrupación Halcón, Blascay Zapata y Osvaldo Romo, ambos fallecidos, dependiente de la Brigada Caupolicán, ya se encontraban en conocimiento de esta situación y habían concurrido al punto de encuentro llevando consigo para reconocimiento a la militante del MIR María Alicia Uribe Gómez, detenida en ese entonces en Villa Grimaldi y cooperadora de la DINA;

Que al llegar al sector del contacto, Fernando Valenzuela Rivera advierte la presencia de los agentes e intenta huir, pero uno de ellos – Blascay Zapata-, le dispara en dos ocasiones y le infiere dos heridas a bala, una transfixiante en el tórax y otra, cráneo encefálica sin salida de proyectil, que finalmente le ocasionan la muerte en el lugar, lo cual es confirmado porque a continuación éstos agentes recogen y suben su cuerpo sin vida a la camioneta, y es identificado por María Alicia Uribe Gómez, su cadáver finalmente es encontrado por sus familiares en el Servicio Médico Legal.
En el aspecto civil, el fallo condenó al Fisco a pagar una indemnización de $240.000.000 a familiares de la víctima.


Las mujeres de la Dina: leales e impunes

Fuente :opinion.cooperativa.cl, 25 de Febrero 2019

Categoría : Prensa

La detención de Adriana Rivas en Australia, luego que tribunales chilenos demandaban su extradición desde hacía años, ha repuesto el tema de las mujeres que conformaron la DINA y la CNI. Si decidiese colaborar desde su experiencia de secretaria de Manuel Contreras entre el 73 y el 76 serían muchas y significativas las interrogantes.

¿Qué fue de las prisioneras embarazadas?

¿Nacieron hijos en cautiverio? o ¿quiénes eran los empresarios inversionistas del fondo secreto de la Dina?

Su imagen y palabras las conocemos desde el documental "El pacto de Adriana", realizado por la directora Lissette Orozco, una sobrina que la conoció como su tía “Chany”.

En la película ella le responde a Lissette: “¿Por qué te digo que son los mejores días de mi vida? Porque esa parte […] de la vida de los ricos estaba vetada para mí. ¿Tú crees que yo habría podido si hubiese sido secretaria ejecutiva, haber ido a almorzar al Palacio Cousiño?”

Con tranquilidad y convicción Adriana opina sobre la aplicación de tortura “era la única manera de quebrar a la gente”, a la vez que afirma tener “lindos recuerdos” de Contreras como persona y jefe.

Una sola mujer encarcelada. Entre los centenares de procesados y condenados por violaciones a los DD.HH, existe una sola mujer-agente encarcelada en el Centro de Orientación Femenina de Vicuña Mackenna. Es Ema Ceballos Núñez, conocida como la “Flaca Cecilia”, quien cumple condena por el secuestro de cinco miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en 1987. A la vez, formó parte de la Brigada Azul de la CNI en Valdivia donde fue la autora de la muerte de Juan José Boncompte, en agosto de 1984.

Mujeres haciendo el mal.

¿La condición de mujeres habrá inhibido a los ministros investigadores o a las policías auxiliares?

La investigadora en temas de mujeres y memoria Tamara Vidaurrázaga responde: “el esencialismo dice que somos naturalmente buenas, quizás es por eso que cuesta verlas como mujeres que eligieron hacer el mal.”

Ingrid Olderock Bernhard es una figura destacada en este Bestiario. Tuvo responsabilidad de jefatura y se destacó como instructora de perros que violaban a mujeres y hombres encarcelados.

La edición de El Siglo en diciembre 2004 se refería al “escalafón femenino” de la tortura. La doctora y sobreviviente María Isabel Matamala ha testimoniado que fue detenida y torturada por Osvaldo Romo y que entre los hombres interrogadores estaba una mujer apodada “la comandante”, cuyo nombre era Rosa Humilde Ramos Hernández.

En octubre de 1991, la periodista Gladys Díaz, sobreviviente de Villa Grimaldi escribía para la revista Análisis una crónica titulada ¿Dónde están hoy los dinos de ayer? En ella se refería las mujeres militantes de izquierda que “bajo atroces apremios” la DINA convirtió en colaboradoras: Marcia Merino la “flaca Alejandra” y Luz Arce. Gladys establecía que ellas dos habían comenzado a colaborar con las investigaciones procesales a diferencia de la “Carola”- María Alicia Uribe Gómez – que hasta ese momento seguía como funcionaria de la DINE.

Enfermeras causando la muerte. En el cruce de listas de mujeres-agentes hay fácilmente un centenar de nombres. Pero hay algunos que destacan y reiteran. María Teresa Osorio Navarro, alias “Soledad” o “negra” quien se desempeñó como secretaria de Miguel Krassnoff.

En la Brigada Purén aparecen con funciones la detective Ximena San Juan, Elsa del Transito Lagos Salazar y Nancy Edulia Vásquez Torrejón, alias la “Pelusa”.

En la Agrupación Halcón II de la Brigada Caupolicán estaba María Gabriela Órdenes, alias “Marisol”. En ese extenso listado están Nélida Gutiérrez Rivera quien fue secretaria y amante de Contreras y Viviana Pincetti Gaca, hija de Osvaldo el hipnotizador.

Hubo agentes-mujeres que oficiaban o eran enfermeras. Por ejemplo María Eliana Bolumburú Taboada que integro la brigada de salubridad de la DINA y Gladis Calderón que inyectaba drogas letales a los prisioneros y prisioneras. Ambas fueron procesadas y pese a la gravedad de sus crímenes hoy ninguna cumple condena.

Meretrices y damas de compañía.

Para el periodista Manuel Salazar el tema de las mujeres de la DINA-CNI aún está pendiente de investigar a fondo. “Por ejemplo existió una brigada de inteligencia de la FACH encabezada por la “Pochi”- Viviana Lucinda Ugarte Sandoval – conformada para infiltrar y obtener información a cambio de favores sexuales. Además, muchas de ellas después se emparejaron con uniformados”.

Otro caso es el de la agente Palmira Isabel Almuna Guzmán, alias “la Pepa” cuya tarea en la casa de tortura de José Domingo Cañas era seleccionar e instruir a mujeres-agentes que debían seducir para obtener información.

Las redes de protección.

En el ocultamiento de estas decenas de mujeres-agentes no sólo han funcionado las redes familiares, también están operando otras con medios y capacidades multiplicadas. Así lo confirma el periodista de investigación Manuel Salazar. “Creo que varias de las más importantes torturadoras han tenido muy buenas redes de protección y en eso ha destacado la inteligencia naval. La Armada ha vuelto invisible a su personal implicado en atropellos y violaciones a los DD.HH”.

Cuando no hay justicia hay funa

Julio Oliva de la Comisión Funa señala: “el próximo octubre cumpliremos 20 años de activismo en contra de la impunidad, de las cerca de 300 funas cuatro han sido a mujeres torturadoras: Italia Vaccarella Gilio; Rosa Humilde Ramos Hernández y a Ema Ceballos. Además de a Luz Arce. Y en Australia coordinados con la comunidad de allá a Adriana Rivas”.

Con un promedio de edad menor que sus colegas varones, seguramente con mayor facilidad para alterar su apariencia hoy simplemente están pasando “coladas” entre tantos agentes hombres. Incluso, es muy posible que cobren sus pensiones como ex funcionarias de las instituciones uniformadas y sean hasta esmeradas abuelitas como es el caso de la agente Luisa Mónica Lagos o “Liliana Walker” quien disfruta de sus años dorados en Estados Unidos.

Ahora, sólo resta esperar como se resolverá la solicitud de extradición de Adriana Rivas, al menos su sobrina ya tiene claro quién fue realmente su tía “Chany”.


Fallo: Caso Conferencia

Fuente :Rol N° 2.182-98 Episodio “Conferencia C” o “Conferencia 1”; 30 de Noviembre 2018

Categoría : Judicial

Testimonio de María Alicia Uribe Gómez,

Foja 8725, de 21 de abril de 2008, por el cual sostiene que como militante del MIR, fue detenida por la Dina en 1974 en el cuartel José Domingo Cañas y luego en Villa Grimaldi, lugar en que trabajó en un taller fotográfico cerca de la “Torre” en el que fotografió cerca de cincuenta detenidos.

En julio o junio 1975, pasó a la plana mayor de la brigada Purén en la que estuvo hasta principios de 1976, fecha en que pasó a trabajar con el Brigadier Pedro Espinoza. En Villa Grimaldi el grupo que tomó detenidos fue el mismo que interrogó; eran dueños del detenido y de la información que obtenían, aplicándoles normalmente golpes y corriente eléctrica. Espinoza, fue el Director de Operaciones de la Dina, que estuvo a cargo de todas las unidades de inteligencia, operativas, represivas, de contrainsurgencia durante 1976, esto es, las brigadas Caupolicán y Purén.

El Brigadier Espinoza, fue el jefe de operaciones y trabajó en el cuartel General, lo que no impidió que se constituyera en los cuarteles donde se encontraban las unidades de su dependencia, especialmente en Villa Grimaldi. La Brigada de Inteligencia Metropolitana, dependió de Pedro Espinoza, cuyo centro de operaciones estuvo en Villa Grimaldi, cuyo jefe en esa época, fue el comandante Carlos López Tapia, oficial del cual, dependieron las brigadas Caupolicán y Purén. Todos los días el comandante Carlos López Tapia acudía al cuartel general de la Dina a entregar sus informes al Brigadier Espinoza, informes que daban cuenta de las investigaciones, de listados de detenidos, de los antecedentes que se obtenían para ubicar a otras personas, lo que involucraba tanto a las actividades de la Purén como de la Caupolicán.

Las órdenes de allanamiento y detenciones salían de la Dirección de Operaciones con el visto bueno de Contreras. Cuando se ubicó a la cúpula del MIR, el trabajo se enfocó hacia el Partido Socialista y, en 1976, como encargados de reprimir a los miembros del Partido Comunista, especialmente a sus cúpulas directivas, ubica a Garea, Lawrence y Barriga; tiempo, en que los agentes se acercaban a la oficina del Brigadier Espinoza a recibir órdenes directas de él, para realizar trabajos. En mayo de 1976, Garea le dijo que sabía dónde tenían detenida a la cúpula del Partido Comunista, nombrándole a varios detenidos, entre los que recuerda a Víctor Díaz. Las reuniones encaminadas a la represión del Partido Comunista se hacían en el cuartel general, ya que eran reuniones de coordinación a la que asistían solo oficiales a cargo del área, en el caso del Partido Comunista, asistían Lawrence, Barriga, Salinas, López Tapia y Morales Salgado.