Sanhueza Mellado Manuel Eduardo


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monolito- Pisagua

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Rut : 4.637.223-9

Fecha Detención : 10-07-1974
Lugar Detención : Arica


Fecha Nacimiento : 22-11-1943 Edad : 30

Lugar Nacimiento : Concepcion

Actividad Política : Juventudes Comunistas (JJCC)
Actividad : Obrero

Estado Civil e Hijos : Casado
Nacionalidad : chilena


Relatos de Los Hechos

Fuente :(Informe corporación)

Categoría : Antecedentes del Caso

Rut       : 274.498, Concepción

N.Nacim. : 22-11-43, 30 años a la fecha de su detención

Domicilio : Población Venceremos, Arica

E.Civil  : Casado

Actividad : Obrero

C.Repres. : Militante de las Juventudes Comunistas

F.Detenc. : 10 de julio de 1974

 

 SITUACION REPRESIVA

            Manuel Eduardo Sanhueza Mellado, obrero, casado, militante de las Juventudes Comunistas (J.J.C.C.) fue detenido el 10 de julio de 1974, por civiles que ingresaron violentamente a su domicilio en la Población "Venceremos" de Arica. Uno de los agentes se identificó como Luis Herrera, y dijo pertenecer al Servicio de Inteligencia Militar (SIM). Eran alrededor de las 4 de la madrugada. El afectado fue detenido en compañía de su cónyuge, Cecilia Linoska Rojas Orellana. Ambos fueron trasladados en un jeep al Regimiento "Rancagua" de Arica. Allí fueron separados y ella volvería a verlo sólo en una oportunidad más.

            Ese mismo día, también agentes del SIM, procedía a detener a otros familiares del afectado: a su suegro, Orlando Rojas Vergara; a su cuñada, Nieves Berta Rojas Orellana; a la hija recién nacida de ésta; y a su concuñado, Raúl Patricio Poblete Sepúlveda. Todos ellos fueron acusados de comunistas por sus aprehensores y trasladados al Regimiento "Rancagua" de Arica. En la detención de estos últimos, ellos reconocieron la participación de los militares Luis Carrera, Manuel Caballero, Cereceda, Mercado y del entonces Teniente Armando Fernández Larios.

            Durante su permanencia en el Regimiento, los detenidos fueron interrogados, torturados y careados con Manuel Sanhueza. Su cónyuge, Cecilia Linoska Rojas, lo vio en muy malas condiciones físicas: Manuel Sanhueza no se podía sostener en pie, dos personas lo sujetaban mientras su rostro revelaba un intenso dolor. Por su parte, Nieves Berta Rojas afirma haber escuchado los gritos de Manuel cuando era torturado y haberlo visto, por última vez, tendido en un patio del Regimiento, acurrucado dentro de una frazada.

            Raúl Patricio Poblete, concuñado del afectado, y quien permaneció durante 17 días incomunicado en el Regimiento "Rancagua", relata que durante ese lapso él fue trasladado a un lugar que presume se encontraba en el altiplano. Fue llevado cerca de un poblado a un recinto cuyas características no puede precisar. Allí fue interrogado y torturado por un Oficial de Ejército. El testigo sabe que mientras estuvo en ese lugar había otro prisionero a quien nunca vio. Sin embargo, por algunas referencias que hicieron los interrogadores, supone que pudo haberse tratado de Manuel Sanhueza.

            Dos días más tarde, Raúl Patricio Poblete fue conducido nuevamente al Regimiento. Y es entonces cuando vio, por primera vez desde que fuera detenido, Manuel Sanhueza la que le produjo una profunda impresión. Se veía demacrado, tenía los ojos hundidos, apenas caminaba, con las manos se tomaba el costado izquierdo del vientre y permanecía como doblado sobre sí mismo.

            El 27 de julio de 1974, el afectado, su suegro Orlando Rojas y Raúl Patricio Poblete, fueron sacados juntos del Regimiento "Rancagua" de Arica y trasladados a Pisagua bajo la vigilancia de patrulla de militares al mando de un oficial en el que los testigos creen reconocer a Fernández Larios.

            Una vez en la localidad de Pisagua, los tres detenidos fueron conducidos hasta las dependencias de una Comisaría de Carabineros, en donde los ingresaron en un libro que fue firmado por el Oficial a cargo del grupo. Se les introdujo en calabozos diferentes, con pisos de tierra y murallas de adobe. Eran entre las 2 y 3 de la madrugada del 28 de julio de 1974.

            Alrededor de las 9 de la mañana de ese mismo día, los militares sacaron a Orlando Rojas Vergara y a Raúl Patricio Poblete de sus respectivos calabozos, los subieron a un camión y se aprestaron para continuar la marcha hacia la Cárcel de Pisagua. Al darse cuenta los testigos de que faltaba Manuel Sanhueza, hicieron notar el hecho al Oficial. Este entró nuevamente a la Comisaría y cuando volvió su rostro era otro. Venía solo y se veía demudado, molesto, y, en un estilo muy militar, dijo que a él le entregaban sólo dos prisioneros.

            Nunca más volvieron a ver a Manuel Eduardo Sanhueza Mellado.

            En octubre de 1974, Cecilia Linoska Rojas, Orlando Rojas y Raúl Patricio Poblete -aún continuaban detenidos- fueron llevados a la Fiscalía Militar de Arica. Allí un funcionario les leyó un telegrama en el que se informaba que el 2 de octubre de ese año Manuel Sanhueza había muerto en Pisagua en un accidente de pesca junto a dos reos comunes, salvando con vida sólo el gendarme que los custodiaba.

            También en un proceso seguido en la misma Fiscalía Militar de Arica en contra del afectado (rol 135-74), el 25 de febrero de 1975 se le sobreseyó por estar "establecida su muerte con la partida de defunción agregada al sumario".

            Sin embargo, en julio de 1976, Cecilia Linoska Rojas Orellana, en la búsqueda de su esposo, solicitó al Servicio de Registro Civil e Identificación esa partida de defunción. Nunca le fue posible conseguirla. La muerte de Manuel Sanhueza no aparecía registrada en las oficinas de Arica e Iquique de dicho servicio.

            Nada se volvió a saber del afectado hasta que el 2 de junio de 1990 su cuerpo fue identificado entre las osamentas descubiertas en una fosa clandestina en Pisagua. El informe forense estimó la data de muerte aproximadamente el 29 de julio de 1974. Sus restos fueron trasladados a Concepción, donde su familia les dio sepultura definitiva.

           

GESTIONES JUDICIALES Y/O ADMINISTRATIVAS

            El 26 de junio de 1990, Cecilia Linoska Rojas Orellana presentó en el proceso que llevaba el Ministro en Visita Hernán Sánchez Marré, una querella por Asociación Ilícita, Secuestro con Homicidio e Inhumación Ilegal contra todos aquellos que resultaren responsables de la desaparición de su marido.

            Ese proceso se había iniciado el 1ro. de junio de 1990 a raíz de una denuncia hecha ante el Juzgado del Crimen de Pozo Almonte el 31 de mayo de 1990 por Inhumación Ilegal de cuerpos. En esa presentación se informaba al Tribunal que en la localidad de Pisagua, en un lugar cercano al cementerio, pero fuera del mismo, se había practicado la inhumación de aproximadamente 11 cuerpos, al margen de la legalidad. Esos cuerpos -se señalaba- fueron sepultados en una fosa especialmente cavada para el efecto que estaba situada al costado poniente del Cementerio, en una zona que presenta desniveles en el terreno.

            El juez Nelson Muñoz Morales acogió la denuncia y la roló con el N°3805, iniciando el mismo 1° de junio las excavaciones, las que tuvieron como resultado el hallazgo de 20 cuerpos, entre ellos el del afectado. Cinco días después, la Corte Suprema nombró como Ministro en Visita a Hernán Sánchez Marré (6 de junio de 1990) quien continuó con las investigaciones correspondientes, logrando, a través de las declaraciones de innumerables testigos, configurar los hechos ocurridos en el Campamento de Prisioneros de Pisagua. Sin embargo, no le fue posible tener a la vista los expedientes de los Consejos de Guerra realizados en ese centro de detención, los que culminaban con la pena de muerte para muchos de los acusados.

            Justamente al cumplirse un mes de la presentación de la denuncia y cuatro días después de que Cecilia Rojas presentara la querella, el 31 de junio de 1990, el VI Juzgado Militar de Arica, presidido por el Mayor General Patricio Serre Ochsenius, solicitó al Ministro en Visita declinar su competencia para continuar conociendo del proceso puesto que "habría personal militar aparentemente involucrado". El 8 de agosto de 1990, el Ministro Hernán Sánchez no dio lugar a la solicitud de incompetencia, elevando los antecedentes a la Corte Suprema para que dirimiera la cuestión. El 15 de noviembre de 1990, el máximo Tribunal resolvió la competencia en favor de la Justicia Militar, radicándose el proceso en la Fiscalía de Iquique, quien lo roló con el N°321-90.

            El 5 de febrero de 1991, el ex-fiscal de Pisagua Mario Sergio Acuña Riquelme, cuando declaraba como testigo en la Fiscalía Militar de Iquique, pidió al Tribunal que aplicara lo dispuesto en el D.L.2.191 de abril de 1978 (Ley de Amnistía).

            Exactamente el mismo día, el Fiscal Militar Juan Romo Aravena dispuso el cierre de sumario y el 26 de febrero de 1991 sobreseyó total y definitivamente la causa por el D.L.2.191. Esta resolución fue confirmada por la Corte Marcial.

            En la actualidad (diciembre de 1992) los antecedentes de esta causa se encuentran en la Corte Suprema a la espera de una resolución de las apelaciones presentadas por los abogados de las víctimas de Pisagua.


Torturado y ejecutado en Pisagua Amanece la justicia para el «Choño» Sanhueza

Fuente :rebelion.org, 4de Marzo 2016

Categoría : Prensa

El pasado 12 de febrero la Segunda Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó procesar a Enrique Fuenzalida Puelma, ex fiscal militar de Arica entre abril de 1974 y junio de 1976, por su presunta responsabilidad en el asesinato del militante comunista Manuel Sanhueza Mellado, ocurrido en julio de 1974. El abogado uniformado […]

El pasado 12 de febrero la Segunda Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó procesar a Enrique Fuenzalida Puelma, ex fiscal militar de Arica entre abril de 1974 y junio de 1976, por su presunta responsabilidad en el asesinato del militante comunista Manuel Sanhueza Mellado, ocurrido en julio de 1974. El abogado uniformado sería el autor del delito de secuestro y homicidio de Sanhueza, cuyos restos fueron encontrados en 1990 en Pisagua. El tribunal dispuso la detención del acusado, quien en los días siguientes ingresó al penal de Punta Peuco.

Manuel Sanhueza -el «Choño» Sanhueza- fue destacado dirigente de las Juventudes Comunistas desde mediados de los 60, miembro del comité central, encargado nacional de pobladores y secretario regional en Arica al momento de su detención por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

Su cuerpo fue encontrado en una fosa oculta en Pisagua, junto a otros 19 cadáveres, el 2 junio de 1990, tras una denuncia de la Vicaría de la Solidaridad. El descubrimiento del cadáver del «Choño», conservado por la sal del desierto, fue captado en una fotografía ampliamente difundida en Chile y en el mundo, donde aparecía con los ojos vendados, baleado en el pecho y con un rictus que estremeció no solo a los familiares de ejecutados y detenidos desaparecidos en los años de la dictadura militar.

El «Choño», hijo de Víctor Sanhueza y Margarita Mellado, nació en Concepción el 22 de noviembre de 1943, muy cerca de la población Agüita de la Perdiz, en los faldeos del cerro Caracol. Desde joven fue mueblista y un esforzado dirigente poblacional, al igual que su padre. También fue un talentoso mediocampista del club de fútbol vecinal La Toma, cuya habilidad deslumbró a dirigentes de la Universidad de Chile quienes trataron de llevarlo a su plantel de honor, el entonces afamado «Ballet Azul».

Manuel prefirió seguir en las barriadas obreras penquistas, organizando nuevos clubes deportivos, trabajando junto a su padre y ayudando a sus vecinos. En 1960 ingresó a las Juventudes Comunistas y en 1966 ya participaba con entusiasmo en la Brigada Ramona Parra. Muy pronto los «viejos» se fijaron en él y en 1967 fue enviado a una escuela de cuadros en la Unión Soviética. A su regreso, en 1969, lo destinaron al comité regional de la Jota en Valdivia y en 1970 ya estaba cumpliendo funciones en el comité central como encargado de pobladores.

Manuel Guerrero Ceballos, integrante también de la dirección juvenil del PC, fue su compañero y amigo. Mientras estaba preso en Cuatro Alamos, en 1976, escribió un texto recordando al «Choño», que años después difundió su hijo -Manuel Guerrero Antequera- a través de las redes sociales:

«En una organización revolucionaria nadie es imprescindible, pero es difícil imaginarse un mejor encargado del trabajo poblacional que el ‘Choño’, cargo que le cupo desempeñar durante los últimos años antes del golpe fascista. Era un activista infatigable, recorría los barrios estimulando la organización de los centros culturales y juveniles, las juntas de vecinos, de abastecimiento y precios y las jornadas del trabajo voluntario.

Antes había sido líder de varias tomas de terreno que los pobladores sin casa efectuaban ocupando por la fuerza sitios estatales o privados desocupados, donde levantaban una choza de cartón o sábanas, sin más protección que su organización y decisión, así como las infaltables banderas chilenas que enarbolaban, cual escudo. El ‘Choño’ conocía esa lucha como la palma de su mano. Hombre nacido y criado en los barrios, peleador por el sustento, desde niño fue el creador de su vida con más imaginación que dinero, bueno para la talla, amigo de sus amigos, conversador, piropero, gustador de la buena mesa y del buen vino».

Manuel Guerrero recuperó la libertad poco después y siguió trabajando en la clandestinidad hasta marzo de 1985, cuando fue secuestrado por agentes de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (Dicomcar), y degollado junto a otros dos dirigentes comunistas en la berma de un camino rural en la zona poniente de Santiago.

JUNTO A VÍCTOR JARA

Con su lenguaje pintoresco y claro, el «Choño» se distinguía entre sus compañeros. Hablaba sin rodeos, sin pelos en la lengua. Cuando las discusiones se enredaban, solía decir que lo más importante era saber que el imperialismo era el enemigo fundamental; teniendo claro eso, en lo demás no había problemas. A pesar de haber cursado sólo algunos años en la primaria, poseía una amplia cultura, producto de sus esfuerzos autodidactas. Acostumbraba a andar con un libro que leía con esmero y más tarde discutía con quien estuviera dispuesto a escucharlo.

Con la misma sencillez con que hablaba en las poblaciones, se dirigía a los estudiantes universitarios que lo invitaban siempre a sus actos, charlas y foros. Con su semblante y figura característica, con sus piernas arqueadas y entusiasmo a toda prueba, estaba donde se le requiriese. Era inagotable.

Su contagioso entusiasmo cautivó a Víctor Jara, quien se dejó conducir por el «Choño» a través de las barriadas marginales del país, conociendo la médula de los suburbios obreros y la carne trémula de la pobreza. El ritmo vital de ambos se amalgamó y creció, por lo que era habitual verlos entrar y salir, conversar y discutir, arrollar todo con sus programas en diversas poblaciones y comunas de Santiago.

José Manuel Parada decía que si la fiebre del «Choño» y Víctor hubiera contagiado a todos los jóvenes comunistas, habrían terminado dedicados exclusivamente al trabajo poblacional. De aquella relación entre los dos innatos activistas nació el conjunto de canciones de Víctor Jara que aglutinadas en un disco de larga duración llevó precisamente el nombre de La Población .

Desde que se instaló en Santiago, Manuel Sanhueza vivió en Quinta Normal y pasaba regularmente al local del PC donde militaba, en la base de la población Paula Jaraquemada, en el antiguo barrio Carrascal, cuyos militantes eran bastante indisciplinados, pero de los más luchadores a la hora de defender al gobierno popular. La sola presencia del «Choño» ponía orden en las reuniones más alteradas.

Sanhueza comenzaba su intervención sacándose el reloj, que ponía sobre la mesa, y con su voz tan característica decía: Compañeros, ¿qué chuchas pasa? Y enseguida, calmadamente, iba enumerando las dificultades hasta llegar a las responsabilidades; y ahí su voz se alzaba, golpeaba con su puño en la cubierta de la mesa y terminaba sentenciando: Y ahora compañeros… ¡se acabó el hueveo!

Siempre se daba el tiempo para enseñar a los más aplicados cómo dirigir una reunión, cómo realizar un informe político, cómo organizar una marcha… Al final, ya más relajados todos, invitaba a conversar una botella de vino tinto donde «Don Rigo», una quinta de recreo en la plazoleta Tropezón, por Walker Martínez con Mapocho, en una punta de diamante donde se decía que morían los valientes.

A mediados de 1972 lo enviaron a Arica para apoyar el trabajo juvenil comunista en la campaña parlamentaria de 1973. Sus esfuerzos y los de sus compañeros lograron que el PC eligiera dos diputados: Oriel Viciani, en Arica; y, Vicente Atencio, en Iquique. El «Choño» se había enamorado de una «jotosa» -Cecilia Rojas Orellana- y decidieron casarse, radicarse en la ciudad de la eterna primavera y sumarse a las tareas de apoyo al gobierno de Salvador Allende.

En Arica lo sorprendió el golpe, pero no se amilanó. Asumió como secretario regional clandestino de la Jota y le puso el pecho a los problemas. Trató de reorganizar al partido, recorrió los poblados de la zona animando a los militantes, creó un periódico clandestino y se le ocurrió convocar a pequeñas reuniones en las playas. Fue mucho, y su nombre ya estaba en todas las listas de buscados que portaban los agentes de la represión.

LA DETENCIÓN

A las cuatro de la madrugada del 10 de julio de 1974 una patrulla de la inteligencia militar irrumpió violentamente en el hogar del «Choño», en la población Venceremos -despúes 11 de Septiembre y hoy Cardenal Silva Henríquez-, y junto a su esposa embarazada, su cuñado y su suegro, fue trasladado hasta el regimiento Rancagua, que comandaba el coronel Odlanier Mena.

Manuel Sanhueza fue sometido a salvajes torturas durante 17 días. Incluso fue trasladado hacia un sector precordillerano donde lo siguieron flagelando otros dos días, colgado desnudo a la intemperie, soportando el frío altiplánico. El 27 de julio los tres hombres fueron sacados del regimiento Rancagua y conducidos a dependencias de Carabineros en Pisagua. El 28 por la mañana, el cuñado y el suegro fueron llevados a Arica y encerrados en el campo de prisioneros, de donde los condujeron a la Fiscalía Militar. Allí un funcionario les leyó un telegrama que decía que Manuel Sanhueza había fallecido en un accidente de pesca junto a otros dos reos comunes, salvando con vida sólo el gendarme que los custodiaba, y que su cuerpo no había podido ser rescatado.

Cecilia, la esposa del «Choño», perdió al hijo que esperaba debido a las torturas a que fue sometida. Ella, su hermano y su padre buscaron a Manuel infructuosamente, hasta que no pudieron más. La mujer partió al exilio.

Recién el 18 de junio de 1990, en el Servicio Médico Legal de Iquique, María Maluenda, madre de José Manuel Parada, reconoció el cadáver del «Choño» encontrado en la fosa de Pisagua. Había sido torturado con saña y brutalidad. Obviamente no lograran arrancarle ninguna delación. De haberlo hecho, habría caído mucha gente dado el conocimiento que Sanhueza tenía de su organización, tanto en el plano local como nacional. Sus restos fueron trasladados a Concepción, donde su familia y los pobladores de Agüita de la Perdiz le dieron sepultura definitiva.

EL CAMPO DE PISAGUA

El primer campo de prisioneros se construyó a fines de los años 40, durante la presidencia de Gabriel González Videla, como centro de detención para comunistas. Ubicado 192 kilómetros al norte de Iquique, fue habilitado nuevamente en los primeros días del golpe militar de 1973. Por allí pasaron cerca de 2.500 prisioneros. El campo estaba bajo el mando del teniente coronel Ramón Larraín Larraín. El 6 de mayo de 1974 el ejército trasladó a los detenidos al segundo piso de un galpón en el caserío. Diez días después llegaron 126 presos comunes, de ellos casi nada se ha sabido. Aunque no existe evidencia de fusilamientos masivos de presos comunes, pues no hay denuncias, en 1998 Carlos Herrera Jiménez, ex agente de la inteligencia militar, reconoció haber participado en la ejecución de delincuentes y menores de edad.

En 1973 Pisagua era un poblado con una base militar y una cárcel. La mayor parte de los prisioneros fueron encerrados en las 26 celdas de la cárcel, diez de ellas de dos por cuatro metros. Las mujeres permanecieron cautivas en un inmueble vecino al teatro. En general, los prisioneros provenían de distintas ciudades del Norte Grande, mientras otros tantos eran ex-prisioneros del buque-escuela Esmeralda y habían sido llevados hasta allí en el carguero Maipo , de la Compañía Sudamericana de Vapores.

El día del golpe, en Arica asumió como máxima autoridad militar de la provincia el coronel Odlanier Mena Salinas, secundado por su ayudante, el capitán Ricardo Gaete, y el capitán Patricio Varela, como encargado de relaciones públicas. En esa misma fecha se constituyó un tribunal militar en tiempo de guerra, integrado por el propio Mena más el juez civil Humberto Retamal y el teniente coronel Mario Carrasco González. También se formó un consejo de guerra, compuesto por los tenientes coroneles Eduardo Oyarzún Sepúlveda y Walter Luther Melcher y los mayores Julio Salazar Lanteri, Hugo Sepúlveda Fuentes y Luis Aguayo Benard.

El Servicio de Inteligencia Militar, SIM, quedó a cargo de los interrogatorios y vigilancia de los prisioneros políticos. Para ello, el teniente coronel Eduardo Oyarzún, segundo comandante del regimiento Rancagua, formó dos grupos: un comando operativo, a cargo del mayor Julio Salazar, y un comando de inteligencia, al mando del mayor Luis Aguayo. Entre los detenidos se corrió la voz que el grupo encabezado por Aguayo Benard, secundado por el capitán Patricio Padilla y los suboficiales Juan Cereceda Lawson, José Luis Catalán, Luis Carrera Bravo, Pedro Fuentes Carrasco, Sergio Mercado Valenzuela y René Bravo Llanos, era el encargado del trabajo más sucio, como las torturas, las violaciones y las ejecuciones. A cargo de la zona militar del Norte Grande estaba el general Carlos Forestier.

En agosto de 2015 el juez Carroza procesó a los suboficiales en retiro Luis Carrera Bravo y Napoleón Ríos Carvajal por su responsabilidad en el secuestro con homicidio de Manuel Sanhueza. Ambos se encuentran en Punta Peuco. El abogado Adil Brkovic, en tanto, querellante en el proceso, está intentado saber qué pasó con Hugo Martínez Martínez y Henry Torres Flores, dos supuestos «delincuentes» junto a quienes -según los militares- habría muerto el «Choño».


Poblador de la Agüita torturado y ejecutado en Pisagua: Amanece la justicia para el “Choño” Sanhueza

Fuente :resumen.cl, 14 de Marzo 2016

Categoría : Prensa

El pasado 12 de febrero la Segunda Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó procesar a Enrique Fuenzalida Puelma, ex fiscal militar de Arica entre abril de 1974 y junio de 1976, por su presunta responsabilidad en el asesinato del militante comunista Manuel Sanhueza Mellado, ocurrido en julio de 1974. El abogado uniformado sería el autor del delito de secuestro y homicidio de Sanhueza, cuyos restos fueron encontrados en 1990 en Pisagua. El tribunal dispuso la detención del acusado, quien en los días siguientes ingresó al penal de Punta Peuco.

Manuel Sanhueza -el "Choño" Sanhueza- fue destacado dirigente de las Juventudes Comunistas desde mediados de los 60, miembro del comité central, encargado nacional de pobladores y secretario regional en Arica al momento de su detención por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

Su cuerpo fue encontrado en una fosa oculta en Pisagua, junto a otros 19 cadáveres, el 2 junio de 1990, tras una denuncia de la Vicaría de la Solidaridad. El descubrimiento del cadáver del "Choño", conservado por la sal del desierto, fue captado en una fotografía ampliamente difundida en Chile y en el mundo, donde aparecía con los ojos vendados, baleado en el pecho y con un rictus que estremeció no solo a los familiares de ejecutados y detenidos desaparecidos en los años de la dictadura militar.

El "Choño", hijo de Víctor Sanhueza y Margarita Mellado, nació en Concepción el 22 de noviembre de 1943, muy cerca de la población Agüita de la Perdiz, en los faldeos del cerro Caracol. Desde joven fue mueblista y un esforzado dirigente poblacional, al igual que su padre. También fue un talentoso mediocampista del club de fútbol vecinal La Toma, cuya habilidad deslumbró a dirigentes de la Universidad de Chile quienes trataron de llevarlo a su plantel de honor, el entonces afamado "Ballet Azul".

Manuel prefirió seguir en las barriadas obreras penquistas, organizando nuevos clubes deportivos, trabajando junto a su padre y ayudando a sus vecinos. En 1960 ingresó a las Juventudes Comunistas y en 1966 ya participaba con entusiasmo en la Brigada Ramona Parra. Muy pronto los "viejos" se fijaron en él y en 1967 fue enviado a una escuela de cuadros en la Unión Soviética. A su regreso, en 1969, lo destinaron al comité regional de la Jota en Valdivia y en 1970 ya estaba cumpliendo funciones en el comité central como encargado de pobladores.

Manuel Guerrero Ceballos, integrante también de la dirección juvenil del PC, fue su compañero y amigo. Mientras estaba preso en Cuatro Alamos, en 1976, escribió un texto recordando al "Choño", que años después difundió su hijo -Manuel Guerrero Antequera- a través de las redes sociales:

"En una organización revolucionaria nadie es imprescindible, pero es difícil imaginarse un mejor encargado del trabajo poblacional que el 'Choño', cargo que le cupo desempeñar durante los últimos años antes del golpe fascista. Era un activista infatigable, recorría los barrios estimulando la organización de los centros culturales y juveniles, las juntas de vecinos, de abastecimiento y precios y las jornadas del trabajo voluntario.

Antes había sido líder de varias tomas de terreno que los pobladores sin casa efectuaban ocupando por la fuerza sitios estatales o privados desocupados, donde levantaban una choza de cartón o sábanas, sin más protección que su organización y decisión, así como las infaltables banderas chilenas que enarbolaban, cual escudo. El 'Choño' conocía esa lucha como la palma de su mano. Hombre nacido y criado en los barrios, peleador por el sustento, desde niño fue el creador de su vida con más imaginación que dinero, bueno para la talla, amigo de sus amigos, conversador, piropero, gustador de la buena mesa y del buen vino".

Manuel Guerrero recuperó la libertad poco después y siguió trabajando en la clandestinidad hasta marzo de 1985, cuando fue secuestrado por agentes de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (Dicomcar), y degollado junto a otros dos dirigentes comunistas en la berma de un camino rural en la zona poniente de Santiago.

JUNTO A VÍCTOR JARA

Con su lenguaje pintoresco y claro, el "Choño" se distinguía entre sus compañeros. Hablaba sin rodeos, sin pelos en la lengua. Cuando las discusiones se enredaban, solía decir que lo más importante era saber que el imperialismo era el enemigo fundamental; teniendo claro eso, en lo demás no había problemas. A pesar de haber cursado sólo algunos años en la primaria, poseía una amplia cultura, producto de sus esfuerzos autodidactas. Acostumbraba a andar con un libro que leía con esmero y más tarde discutía con quien estuviera dispuesto a escucharlo.

Con la misma sencillez con que hablaba en las poblaciones, se dirigía a los estudiantes universitarios que lo invitaban siempre a sus actos, charlas y foros. Con su semblante y figura característica, con sus piernas arqueadas y entusiasmo a toda prueba, estaba donde se le requiriese. Era inagotable.

Su contagioso entusiasmo cautivó a Víctor Jara, quien se dejó conducir por el "Choño" a través de las barriadas marginales del país, conociendo la médula de los suburbios obreros y la carne trémula de la pobreza. El ritmo vital de ambos se amalgamó y creció, por lo que era habitual verlos entrar y salir, conversar y discutir, arrollar todo con sus programas en diversas poblaciones y comunas de Santiago.

José Manuel Parada decía que si la fiebre del "Choño" y Víctor hubiera contagiado a todos los jóvenes comunistas, habrían terminado dedicados exclusivamente al trabajo poblacional. De aquella relación entre los dos innatos activistas nació el conjunto de canciones de Víctor Jara que aglutinadas en un disco de larga duración llevó precisamente el nombre de La Población.

Desde que se instaló en Santiago, Manuel Sanhueza vivió en Quinta Normal y pasaba regularmente al local del PC donde militaba, en la base de la población Paula Jaraquemada, en el antiguo barrio Carrascal, cuyos militantes eran bastante indisciplinados, pero de los más luchadores a la hora de defender al gobierno popular. La sola presencia del "Choño" ponía orden en las reuniones más alteradas.

Sanhueza comenzaba su intervención sacándose el reloj, que ponía sobre la mesa, y con su voz tan característica decía: Compañeros, ¿qué chuchas pasa? Y enseguida, calmadamente, iba enumerando las dificultades hasta llegar a las responsabilidades; y ahí su voz se alzaba, golpeaba con su puño en la cubierta de la mesa y terminaba sentenciando: Y ahora compañeros… ¡se acabó el hueveo!

Siempre se daba el tiempo para enseñar a los más aplicados cómo dirigir una reunión, cómo realizar un informe político, cómo organizar una marcha… Al final, ya más relajados todos, invitaba a conversar una botella de vino tinto donde "Don Rigo", una quinta de recreo en la plazoleta Tropezón, por Walker Martínez con Mapocho, en una punta de diamante donde se decía que morían los valientes.

A mediados de 1972 lo enviaron a Arica para apoyar el trabajo juvenil comunista en la campaña parlamentaria de 1973. Sus esfuerzos y los de sus compañeros lograron que el PC eligiera dos diputados: Oriel Viciani, en Arica; y, Vicente Atencio, en Iquique. El "Choño" se había enamorado de una "jotosa" -Cecilia Rojas Orellana- y decidieron casarse, radicarse en la ciudad de la eterna primavera y sumarse a las tareas de apoyo al gobierno de Salvador Allende.

En Arica lo sorprendió el golpe, pero no se amilanó. Asumió como secretario regional clandestino de la Jota y le puso el pecho a los problemas. Trató de reorganizar al partido, recorrió los poblados de la zona animando a los militantes, creó un periódico clandestino y se le ocurrió convocar a pequeñas reuniones en las playas. Fue mucho, y su nombre ya estaba en todas las listas de buscados que portaban los agentes de la represión.

LA DETENCION

A las cuatro de la madrugada del 10 de julio de 1974 una patrulla de la inteligencia militar irrumpió violentamente en el hogar del "Choño", en la población Venceremos -despúes 11 de Septiembre y hoy Cardenal Silva Henríquez-, y junto a su esposa embarazada, su cuñado y su suegro, fue trasladado hasta el regimiento Rancagua, que comandaba el coronel Odlanier Mena.

Manuel Sanhueza fue sometido a salvajes torturas durante 17 días. Incluso fue trasladado hacia un sector precordillerano donde lo siguieron flagelando otros dos días, colgado desnudo a la intemperie, soportando el frío altiplánico. El 27 de julio los tres hombres fueron sacados del regimiento Rancagua y conducidos a dependencias de Carabineros en Pisagua. El 28 por la mañana, el cuñado y el suegro fueron llevados a Arica y encerrados en el campo de prisioneros, de donde los condujeron a la Fiscalía Militar. Allí un funcionario les leyó un telegrama que decía que Manuel Sanhueza había fallecido en un accidente de pesca junto a otros dos reos comunes, salvando con vida sólo el gendarme que los custodiaba, y que su cuerpo no había podido ser rescatado.

Cecilia, la esposa del "Choño", perdió al hijo que esperaba debido a las torturas a que fue sometida. Ella, su hermano y su padre buscaron a Manuel infructuosamente, hasta que no pudieron más. La mujer partió al exilio.

Recién el 18 de junio de 1990, en el Servicio Médico Legal de Iquique, María Maluenda, madre de José Manuel Parada, reconoció el cadáver del "Choño" encontrado en la fosa de Pisagua. Había sido torturado con saña y brutalidad. Obviamente no lograran arrancarle ninguna delación. De haberlo hecho, habría caído mucha gente dado el conocimiento que Sanhueza tenía de su organización, tanto en el plano local como nacional. Sus restos fueron trasladados a Concepción, donde su familia y los pobladores de Agüita de la Perdiz le dieron sepultura definitiva.

EL CAMPO DE PISAGUA

El primer campo de prisioneros se construyó a fines de los años 40, durante la presidencia de Gabriel González Videla, como centro de detención para comunistas. Ubicado 192 kilómetros al norte de Iquique, fue habilitado nuevamente en los primeros días del golpe militar de 1973. Por allí pasaron cerca de 2.500 prisioneros. El campo estaba bajo el mando del teniente coronel Ramón Larraín Larraín. El 6 de mayo de 1974 el ejército trasladó a los detenidos al segundo piso de un galpón en el caserío. Diez días después llegaron 126 presos comunes, de ellos casi nada se ha sabido. Aunque no existe evidencia de fusilamientos masivos de presos comunes, pues no hay denuncias, en 1998 Carlos Herrera Jiménez, ex agente de la inteligencia militar, reconoció haber participado en la ejecución de delincuentes y menores de edad.

En 1973 Pisagua era un poblado con una base militar y una cárcel. La mayor parte de los prisioneros fueron encerrados en las 26 celdas de la cárcel, diez de ellas de dos por cuatro metros. Las mujeres permanecieron cautivas en un inmueble vecino al teatro. En general, los prisioneros provenían de distintas ciudades del Norte Grande, mientras otros tantos eran ex-prisioneros del buque-escuela Esmeralday habían sido llevados hasta allí en el carguero Maipo, de la Compañía Sudamericana de Vapores.

El día del golpe, en Arica asumió como máxima autoridad militar de la provincia el coronel Odlanier Mena Salinas, secundado por su ayudante, el capitán Ricardo Gaete, y el capitán Patricio Varela, como encargado de relaciones públicas. En esa misma fecha se constituyó un tribunal militar en tiempo de guerra, integrado por el propio Mena más el juez civil Humberto Retamal y el teniente coronel Mario Carrasco González. También se formó un consejo de guerra, compuesto por los tenientes coroneles Eduardo Oyarzún Sepúlveda y Walter Luther Melcher y los mayores Julio Salazar Lanteri, Hugo Sepúlveda Fuentes y Luis Aguayo Benard.

El Servicio de Inteligencia Militar, SIM, quedó a cargo de los interrogatorios y vigilancia de los prisioneros políticos. Para ello, el teniente coronel Eduardo Oyarzún, segundo comandante del regimiento Rancagua, formó dos grupos: un comando operativo, a cargo del mayor Julio Salazar, y un comando de inteligencia, al mando del mayor Luis Aguayo. Entre los detenidos se corrió la voz que el grupo encabezado por Aguayo Benard, secundado por el capitán Patricio Padilla y los suboficiales Juan Cereceda Lawson, José Luis Catalán, Luis Carrera Bravo, Pedro Fuentes Carrasco, Sergio Mercado Valenzuela y René Bravo Llanos, era el encargado del trabajo más sucio, como las torturas, las violaciones y las ejecuciones. A cargo de la zona militar del Norte Grande estaba el general Carlos Forestier.

En agosto de 2015 el juez Carroza procesó a los suboficiales en retiro Luis Carrera Bravo y Napoleón Ríos Carvajal por su responsabilidad en el secuestro con homicidio de Manuel Sanhueza. Ambos se encuentran en Punta Peuco. El abogado Adil Brkovic, en tanto, querellante en el proceso, está intentado saber qué pasó con Hugo Martínez Martínez y Henry Torres Flores, dos supuestos "delincuentes" junto a quienes -según los militares- habría muerto el "Choño".


Corte de Apelaciones de Santiago condena a oficial de Ejército a la pena de 5 años y un día de presidio por secuestro calificado de víctima inhumada i

Fuente :diarioconstitucional.cl 29/7/2020

Categoría : Prensa

El Tribunal de alzada elevó la pena que había dictado el ministro en visita Mario Carroza, al recalificar el delito de secuestro simple a secuestro calificado.

La Corte de Apelaciones de Santiago condenó al oficial de Ejército en retiro Manuel Caballero Villanueva a la pena de 5 años y un día de presidio, como autor del delito de secuestro calificado de Manuel Sanhueza Mellado, quien fue detenido ilegalmente el 10 de julio de 1974 en la ciudad de Arica, y cuyos restos fueron encontrados en una fosa común en Pisagua, en 1990.

La sentencia indica que a. Que, la víctima de autos Manuel Sanhueza Mellado es detenido el 10 de julio de 1974, en su domicilio ubicado en la Población ‘Venceremos’ de la ciudad de Arica, junto a su cónyuge Cecilia Linoska Rojas Orellana, por agentes de civil, uno de los cuales se habría identificado como Luis Carrera, aduciendo pertenecer al Servicio de Inteligencia Militar, posteriormente el matrimonio es trasladado en un jeep al Regimiento Rancagua de esa ciudad y en ese lugar se les separa. En esa misma fecha se detiene a su suegro, Orlando Rojas Vergara y a su cuñada Nieves Berta Rojas Orellana, al ser acusados de ser comunistas y también son trasladados al Regimiento. El día 12, son puestos a disposición del Fiscal Militar;

b. Que, posteriormente, el día 27 de julio de 1974, Sanhueza Mellado, su suegro Orlando Rojas y Raúl Patricio Poblete son trasladados en un vehículo desde el Regimiento Rancagua de Arica hasta el campamento de prisioneros de guerra de Pisagua, bajo la vigilancia de una patrulla militar al mando de un oficial, una vez en la localidad de Pisagua, en el Retén de Carabineros, antes de ser trasladados al Campo de Prisioneros, los tres detenidos son encerrados en calabozos diferentes;

c. Que, alrededor de las 09:00 horas del día siguiente, militares retiran de su encierro a Orlando Rojas Vergara y a Raúl Patricio Poblete, les suben a un camión y en los momentos en que se aprestaban a continuar la marcha hacia el campo de prisioneros, se percatan sus parientes de la ausencia de Manuel Sanhueza Mellado y le advierten al oficial, este entonces vuelve a la unidad policial para consultar, pero al regresar señala que la orden solamente se refería a ellos dos, y

d. Que, el señalado Retén de Carabineros de Pisagua sería el último lugar donde se tuvo noticias de la víctima Sanhueza Mellado, hasta que en el mes de junio del año 1990, sus restos son encontrados en una fosa común clandestina cercana al cementerio de la localidad de Pisagua, donde fue identificado y se determina que la causa de su muerte, según Protocolo de autopsia N° 059/90, es de heridas a bala en el tórax.

La resolución agrega que, en directa relación con lo que se viene expresando, respecto de las alegaciones de los recurrentes de apelación, opuestas en la instancia y reiteradas en la vista de la causa, estos sentenciadores, tienen presente que la calificación jurídica de los hechos descritos en el motivo anterior no se ajustan a la señalada por el juez a quo en el motivo séptimo de su sentencia, en que los consideró propios de la figura del secuestro simple del artículo 141 del Código Penal de la época de los hechos.

Para el Tribunal de alzada, lo cierto es que estos mismos hechos encuentran una mejor tipificación en el delito de secuestro calificado, ilícito descrito y sancionado en el artículo 141 del Código Penal, de la redacción vigente a la época de los acontecimientos, al referirse a una víctima que fue ilícitamente privada de su libertad, sin orden judicial que la justificara, encierro que se prolongó por más de noventa días y por el grave daño causado en la persona del secuestrado, toda vez que por mucho tiempo no se tuvieron señales de su paradero, y solo en el año 1990 se lograron ubicar sus restos en una fosa común clandestina en las cercanías de Pisagua.

Este ilícito –prosigue–, aparece contemplado en el inciso 1º del artículo 141 de dicho texto legal ya citado, agravado en los términos previstos en su inciso 3º. Se entiende por secuestro ‘El que sin derecho encerrare o detuviere a otro privándole de su libertad’, el cual se califica por el transcurso del tiempo, más de 90 días de privación de libertad, o por el grave daño en la persona o en los intereses del secuestrado. De esta forma los verbos rectores del delito de secuestro son la detención y encierro, siendo autores del delito quienes ejecuten cualquiera de estas dos acciones.

Añade que por detención se comprende la aprehensión de una persona privándola de su libertad, obligándolo a estar en un lugar contra su voluntad; y por encierro, el mantener a una persona en un lugar desde el cual no pueda escapar aunque el espacio tenga salidas, siendo que en el caso de autos, la víctima fue secuestrada desde su domicilio sin que mediara orden alguna de autoridad competente; luego, fue mantenida en precarias condiciones y sometida a interrogatorios y, por mucho tiempo se ignoró el verdadero paradero, para, finalmente, en 1990 encontrarse sus restos en una fosa común clandestina en las cercanías de Pisagua.

En el aspecto civil, se confirmó la sentencia que condenó al Fisco a pagar la suma total de $150.000.000 a familiares de la víctima.


Familiares, compañeros y amigos armaron el “Árbol de la Vida y la Justicia” en Plaza Condell de Iquique

Fuente :edicioncero.cl 17/12/2021

Categoría : Prensa

«Estamos aquí como hace tantos años, haciendo MEMORIA, para recordar a nuestros familiares. (…) Con mucho amor y cariño los recordamos porque viven en la memoria (…) Aún esperamos con los brazos abiertos a nuestro queridos detenidos desaparecidos»

Una ceremonia breve, emotiva y cargada de simbolismo, se realizó en la Plaza Condell, para recordar a todos aquellos que murieron o fueron hechos desaparecer en Iquique y Pisagua, durante la dictadura.  A casi media década del golpe de estado, familiares, compañeros y amigos, no claudican en la lucha de verdad y justicia, porque “nadie ni nada está olvidado”.

La ceremonia, el “Árbol de la Vida y la Justicia”, fue convocada por la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y Desaparecidos de Iquique y Pisagua, AFEPI, que preside Héctor Marín. Además integran la directiva, Lizabeth Millar y Engracias Palominos.En la ocasión, se instaló un arbolito de Navidad y cada uno de los asistentes, lo fueron armando con imágenes de las víctimas del dictador Pinochet. No sólo de Iquique y Pisagua, sino que también se rememora a ejecutados y desaparecidos de otras ciudades, cuyas familias viven en Iquique 

Héctor Marín fue leyendo el nombre de las víctimas:

Ejecutados políticos encontrados en la fosa de Pisagua:

Marcelo Guzmán Fuentes

Luis Lizardi Lizardi

Juan Calderón Villalón

Humberto Lizardi Flores

Mario Morris Barrios

José Córdova Croxatto

Germán Palominos Lamas

Julio Cabezas Gacitúa

Nelson Márquez Agurto

Alberto Yáñez Carvajal

Manuel Sanhueza Mellado

Detenidos desaparecidos en Iquique

Jorge Marín Rossel

William Millar Sanhueza

Marcelino Lamas Largo

Rolando Silva López

Detenido y muerto a consecuencia de las torturas

Sacerdote  Gerardo Poblete Fernández.

Detenido y enviado a Pisagua, muerto a consecuencia de las torturas

Isaías Higueras Zúñiga.

Detenido desaparecido en democracia

José Vergara Espinoza

Detenidos y desaparecidos en Pisagua

Rodolfo Fuenzalida Hernández

Michel Nash Sáez

Henry Torres Flores

Nolberto Cañas Cañas

Juan Jiménez Vidal

Freddy Taberna Gallegos

Juan Antonio Ruz Díaz

José Sampson Ocaranza

En el estadio  nacional, Santiago

Los hermanos:

Ernesto Salamanca Morales

Gerardo Rubilar Morales

Desaparecidos entre Iquique y Arica

Pedro Mella Vergara

Desaparecido en Santiago

Víctor Zerega Ponce

Alfonso Chanfreau Oyarce

Iquiqueños asesinados en Antofagasta

Nesko Teodorovic Sertic

Elizabeth Cabrera Balarriz

Washington Muñoz Donoso

Iquiqueño asesinado en Tocopilla

Vicente Cepeda Soto

Caravana de la muerte

Adolfo Palleras Norambuena

José Saavedra González

Descubierto en Patio 29, Santiago

Eduardo Toro Vélez (sepultado en Iquique)


Pese a los 29 años transcurridos, la llamada “bolsa N° 20”, que contendría al menos 3 restos de ejecutados, no arroja resultados

Fuente :edicioncero.cl 2/6/2019

Categoría : Prensa

Un 2 de junio de 1990, en los albores de la recuperada democracia y tras una infructuosa búsqueda de años, se logró descubrir la fosa clandestina de Pisagua. Un rol trascendental tuvo el juez Nelson Muñoz (QEPD), quien, pese a todos los intentos de investigar, proveniente del mismo sistema de justicia, se trasladó a Pisagua y dirigió la operación para recuperar los cuerpos. En el equipo, estaba el arqueólogo -también fallecido- Olaf Olmos, quien dirigió la excavación, para asegurar que no se produjeran daños. Con su cámara, registró cada uno de los pasos datos, Fernando Muñoz, (QEPD) propietario de la Radio Iquique.

Así, en medio de la tensión, el nerviosismo, e incluso el temor, se lograron sacar 19 cuerpos. El primero fue el del joven militante comunista Manuel “Choño” Sanhueza, quien había sido detenido en Arica y hasta ese momento, nadie sabía de su paradero, no que estuvo en Pisagua.

La imagen del joven Sanhueza, que reflejaba el horror del fusilamiento en su rostro; con sus manos atadas a la espalda, la vista vendada y los orificios de las balas en su cuerpo, dieron la vuelta al mundo.

Hasta ese momento, junio de 1990, la versión oficial de la dictadura, era que no habían sido ejecutados. Incluso, en el caso de 6 prisioneros no políticos, se informó a sus familiares, que habían quedado en libertad en los días posteriores al 11 de septiembre; sin embargo, sus cuerpos estaban en la fosa.

Los presos políticos aparecidos en la fosa son:

Marcelo  Guzmán  Fuentes, Luis  Lizardi  Lizardi, Juan   Valencia  Hinojosa, Juan  Calderón   Villalón, Humberto   Lizardi  Flores, Mario   Morris  Barrios, José  Córdova  Croxatto, Germán  Palominos  Lamas, Julio Cabezas  Gacitúa, Nelson  Márquez  Agurto, Alberto Yánez  Carvajal, Luis  Toro  Castillo y Manuel Sanhueza  Mellado.

También los comerciantes, sin militancia política, Luis Manríquez   Wilden, Hugo Martínez  Guillen, Orlando  Cabello  Cabello, Juan  Rojas  Osega,   Nicolás  Chanes  Chanes y Juan  Mamani  García.

Al menos otros tres cuerpos, forman parte de la evidencia que se caratuló como “bolsa N° 20”, cuyas pericias nunca han terminado de realizarse.  Primero fue pericia en Chile, más tarde se envió al extranjero, pero hasta ahora, no hay un informe pericial final.


Presidente de AFEPI, tras romería a Mausoleo Para que Nunca Más: «Este es el Chile real; el de las injusticias y las desigualdades; no el del discurso

Fuente :edicioncero.cl 2/6/2019

Categoría : Prensa

Anyelina Rojas Valdés.- Una dura crítica a la cuenta presidencial de Sebastián Piñera, formuló Héctor Marín, durante la romería al Mausoleo “Para Que Nunca Más”, donde yacen varios de los restos de ex presos políticos que aparecieron en la fosa clandestina de Pisagua. “Este es el Chile real, de injusticia y de desigualdad; no el de la cuenta presidencial”, expresó, en su calidad de Presidente de AFEPI.

Marín, que preside esta agrupación de Desaparecidos y Ejecutados Políticos de Pisagua, (AFEPI) fue el único orador en este acto, que se realiza cada año, con una romería al Cementerio N° 3. También destacó que otro grupo se encontraba a la misma hora, rindiendo un homenaje a los ejecutados, en Pisagua, en el lugar mismo de la fosa, donde sus cuerpos fueron encontrados.

A la ceremonia, que partió en el frontis del Camposanto, asistieron numerosos ex presas y presos políticos, familiares y amigos. También destacó la presencia de varias autoridades como Rubén Berríos, Presidente del CORE; los consejeros regionales Pedro Cisternas;  Alberto Martínez; los concejales Matías Ramírez y Octavio López;  el representante de la Municipalidad de Iquique, Germán Gampuy; y además, dirigentes de los partidos políticos y organizaciones gremiales, como la ANEF.

PRESENTE, AHORA Y SIEMPRE

El Presidente de la AFEPI señaló que su mensaje:  “De parte de los aprehensores no ha habido ningún tipo de colaboración ante los tribunales de justicia para dar con el paradero de nuestros familiares detenidos desaparecidos; sigue el pacto de silencio con la complicidad del estado de Chile y los gobiernos de turnos desde 1990  hasta hoy. Se mantiene la ley de amnistía, se mantiene la constitución del 80 de la dictadura cívico militar, se mantienen los privilegios a los asesinos, con condenas irrisorias, por matar, mentir, violar, torturar y hacer desaparecer a nuestros familiares; la mayoría de ellos con penas remitidas , o sea sin pasar un día en la cárcel”.

Luego, se leyeron los nombres de cada uno de los desaparecidos y ejecutados en Pisagua, mientras los asistentes pronunciaban al unísona y a viva voz el tradicional “presente, ahora y siempre”.

Luego, se realizó el ingreso al Cementerio para llegar hasta el Mausoleo “Para Que Nunca Más”, donde se depositaron ofrendas florales y se rindió un homenaje a los ejecutados y también a quienes siguen desaparecidos.

TESTIMONIOS

Nadia García es  una de las mujeres que estuvo presa en Pisagua y que fue llevada al único Consejo de Guerra que hubo en Chile, durante la dictadura. Con gran lucidez recuerda su cautiverio y sólo quiere que la historia, para que no se repita, se sepa. Wilfredo Chacama, aunque no llegó a Pisagua, padeció de la reclusión política en el Regimiento Telecomunicaciones y la Cárcel de Iquique. Y aunque los años pasan, dice que no pierde la esperanza que sus compañeros desaparecidos, sean encontrados.


Manuel Sanhueza Mellado: Il Volto Emerso dalle Profondità del Deserto Chantal Castiglione

Fuente :corporacionute-usach.cl, Junio 2021

Categoría : Testimonio

Arena y sal, una mueca de espanto y de dolor, mi grito silencioso contra la dictadura. Arena y sal, excavadores para conquistar la identidad. Arena y sal, somos restos arrancados en la fosa de la vergüenza. Arena y sal, Pisagua y el horror de las violaciones y de las torturas atraviesan el desierto. Voces a cobrar vida, a fugarse del olvido. Arena y sal y las balas de los cobardes milicos dibujando en mi pecho una geografía de muerte. Arena y sal, mi ropa intacta, la vista vendada y mis manos atadas a la espalda. Arena y sal, las luchas para la toma de terreno, mis barrios de los suburbios obreros y pobres donde la humanidad florece, donde la gana de construir presente hace espacio entre los techos de barrancas, entre los niños descalzos que hiervan por las calles jugando con una pelota de trapo o corriendo alrededor de un perrito callejero. Arena y sal, mi militancia, mis ideales, ser comunista. Arena y sal, me imagino caminando con mi amigo Víctor o escuchándolo tocar la guitarra y cantar una canción. También nuestro destino se cruzó: flagelados y ejecutados a balas. Arena y sal, y pienso a la suerte que tuve porque mis huesos aparecieron. Arena y sal, ¿dónde están otros compañeros? Aquí estamos en 19 y la bolsa 20. Arena y sal, nadie puede seguir volviendo la cara y permaneciendo indiferente. Arena y sal, evidentemente estamos hablando y narrando una historia desaparecida, la historia de una generación rebelde que la brutalidad y la represión de la máquina dictatorial intentó callar y borrar para siempre. Gracias a la arena, a la sal y a la búsqueda incansable de nuestros seres queridos, nuestra memoria que siempre brilló en un cielo oscuro ahora se revela para alumbrar también la existencia de los que todavía permanecen fantasmas, sin una tumba, pero con flores de papel hechos de recuerdos y de amor.

Me llamo Manuel Sanhueza Mellado, apodado el “Choño”, tengo 30 años, estoy casado soy militante de las Juventudes Comunistas. El 10 de julio de 1974 me sacaron de mi hogar junto a mi mujer, mi cuñado y mi suegro. ¿Saben que mi pareja está embarazada? Tengo miedo a que bajo los militares pueda ocurrir algo malo a ella y al bebé. Es un temor tremendo que me quita el aliento.

Nos separaron. A mí me torturaron, me colgaron desnudo a la intemperie y a pesar de todo lo que sufrí nunca delaté y traicioné mis compañeros. Es julio y hace frío. Es julio y no es tiempo para morir. Es julio y yo continúo a resistir. Mi existencia para los agentes es tan barata, no vale nada. Es julio y es invierno. No podré volver a ver primavera ni verano, ya lo sé.

Un terrible día de julio me llevaron al paredón, el olor del mar pasaba por mi nariz. Una ráfaga y nada más. Caí muerto en el suelo y me echaron en la fosa ya llena de cadáver.

Arena y sal, 2 de junio de 1990, el hallazgo de la fosa de Pisagua, mi rostro finalmente apareció. Nuevamente sentí el olor del mar, el calor del sol, voces amigas de los que nos salvaron de la desaparición, nos donaron la libertad de recibir el abrazo de nuestros familiares y de mucha gente más. Mi cara y mi cuerpo, una fotografía desde el infierno de lo que fue, para que nadie niegue lo que ocurrió. La muerte bajo el régimen de Pinochet tiene mi aspecto. ¡Mírame bien y fíjate esta imagen en la cabeza! Aquí estoy como testigo permanente de la brutalidad estatal, militar y civil.

¡MANUEL SANHUEZA SIGUE VIVIENDO EN LA LUCHA!

¡NI PERDÓN NI OLVIDO! ¡HASTA QUE LA MEMORIA SE HAGA COSTUMBRE!