Isla Dawson

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Ubicación:Extremo sur de Chile, provincia de Magallanes Punta Arenas XII Región

Rama:Ejército

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

La Isla Dawson esta ubicada en el extremo sur de Chile, en la provincia de Magallanes  y servía de base para un campamento de ingenieros de la Armada. El 16 de septiembre de 1973, cinco días después del golpe de Estado, la Armada instaló en Isla Dawson los campos de concentración de Río Chico y Compingin. Cerca de 400 presos políticos de la zona fueron llevados al lugar, en donde debieron realizar trabajos forzados, que consistían en instalar postes, construir canales, extender alambradas y postes telefónicos. Trabajan también en un pantano sacando fango y vegetales en descomposición. Otros trabajos consistían en cargar camiones con piedras grandes, limpiar caminos, abrir zanjas y canales, acarrear ripio en sacos al hombro y al trote.

Además de los presos políticos locales, a la Isla Dawson fueron llevados mas de treinta dirigentes de la Unidad Popular, entre ellos Clodomiro Almeyda, Orlando Letelier y Luis Corvalán. Estos fueron trasladados esposados en avión a Punta Arenas, y luego en barco. Aunque el lugar es particularmente inhóspito, con fuerte viento y temperaturas bajo cero, los detenidos fueron llevados sin abrigo y se los mantuvo en precarias condiciones. De hecho, el ex ministro del Interior y Defensa, José Tohá, fue regresado a Santiago en febrero de 1974, afectado por una aguda desnutrición, falleciendo días después. 

El campo de concentración  Isla Dawson estaba bajo la jurisdicción de la División del Ejército con asiento en Punta Arenas. La custodia del campo estaba a cargo de Infantes de Marina y efectivos del Ejército alternándose. No se permitían visitas de familiares, y la correspondencia era censurada en forma rigurosa, lo mismo que las encomiendas.

A los detenidos se les obligaba a marchar y a ejecutar diversos tipos de formación militar y calistenias. Se efectuaban simulacros de fusilamientos y grandes despliegues de fuerza, como si la isla fuese a ser atacada desde el exterior.

Los principales miembros del Gobierno de Allende fueron trasladados a Santiago a comienzos de junio de 1974. Los demás prisioneros son trasladados a la Cárcel de Punta Arenas y algunos puestos en libertad. El Campo de Concentración Isla Dawson se cierra en octubre de 1974.

Criminales y Cómplices:

Militares: Comandante FelleyCoronel Jorge Espinoza; Nogués (fiscal militar); Teniente Coronel Aquiles Cáceres (SIM); Capitán del Ejército Fernando Zamora Flores; Teniente Santiago (SIM); Teniente Eduardo Carrasco Moreno (Marina); Teniente Tapia;

 Civiles: Walter Rauff (gerente de la Conservera Camelio de Punta Arenas y  diseñador el campo de concentración); Jaime Weidenlaufer (miembro de Patria y Libertad de Valparaíso); Mario Tapia y el "Loco" Valenzuela;

Fuentes de Información Consultadas: Informe Rettig; www.dawson2000.com; Libros: “La Represión Política en Chile: Los Hechos”; “Mis Prisiones”;“La Caída de Allende”; Archivo Memoriaviva;


Testimonio de Luis Vega, sobreviviente de Isla Dawson

Fuente :Informe Rettig; www.dawson2000.com; Libros: “La Represión Política en Chile: Los Hechos”; “Mis Prisiones”;“La Caída de Allende”; Archivo Memoriaviva

Categoría : Testimonio

(MIS PRISIONES: Experiencia personal en La Esmeralda, Isla Dawson, Melinka, Ritoque, Tres Alamos y Policía Internacional, y otros "espantos" del libro LA CAIDA DE ALLENDE: anatomia de un golpe de ESTADO, fue enviado por su hija Raquel).

 ……después de volar algunas horas sobre la costa de Chile, desde Quintero a Punta Arenas, ver las bellezas naturales, lagos, ríos, montañas, nieves eternas, los Picos o Torres del Paine, llegamos a la Base de Santa Catalina. Nos despedimos del comandante y nos trasladaron a otro avión. Un individuo que me conocía, del A DOS, se me acercó y me dijo: "Dónde está Emilio Contardo y 'G'? Ud. resistió el tratamiento de La Esmeralda, pero allí donde va lo harán hablar; mejor dígame todo inmediatamente y se ahorrará problemas". Me mantuve en la verdad: nada sabía sobre ellos. A cada uno de nosotros nos pusieron un soldado de infantería de marina. Y una voz, de pasada dijo:"Los llevan a la Isla Dawson, es peor que la Isla del Diablo". Nos subieron a un camión militar: al "logístico". Orden de no mirar hacia afuera. Pero en camino vimos hombres con palas y chuzos, vestidos con ponchos, chaquetones gruesos y pasa-montañas; y soldados apuntándoles para que no nos miraran. Y así los siete de la Operación Vela: Sergio Vuskovic, alcalde de Valparaíso; Leopoldo Zuljevic, ex-superintendente de aduana; Andrés Sepúlveda, diputado; Maximiliano Marholz, regidor de Valparaíso; Ariel Tacci, regidor de Viña del Mar; Walter Pinto, gerente de la Empresa Nacional de Minería de Quintero, y yo, asesor jurídico del Ministerio Interior, todos de Valparaíso, llegamos al primitivo campamento de la Compañía de ingenieros navales, a la COMPINGIN. Había nieve, fuimos llevados a través de una acequia hasta una casamata. Nos recibió el comandante de la Base de Puerto Harris: "Uds. son prisioneros de guerra sometidos al código de justicia militar y cualquier intento de fuga o subversión será castigado con la muerte in situ. Les está prohibido hablar con los guardias y acercarse a menos de tres metros de las alambradas. Prohibido comunicarse o darles nombres a los prisioneros de otras barracas. El único que puede hablar con el oficial de servicio es el brigadier". Nos examinó un doctor muy humano, el Dr. Arturo Girón. Estos militares y marinos carecían de médicos para cientos de prisioneros debiendo ser atendidos por aquéllos que eran médicos entre los mismos prisioneros.

Nos llevan a una extensión alambrada, cubierta de piedras y nieve. Has dos casamatas pequeñas y una carpa del ejército de EE.UU. Nos ponemos las manos en la nuca, como era el uso en La Esmeralda cuando no andábamos amarrados y vendados. De pronto una voz grita: "¡Lucho, por la flauta! ¿que haces aquí? ¡Yo te hacía en trámites para liberarme! ¿Qué clase de abogado tengo yo?" Es Osvaldo Puccio, mi viejo y querido amigo, a quien yo atendía en algunos asuntos personales. Aún no habíamos terminado de saludarnos con Aniceto Rodríguez, José Tohá, Hugo Miranda, Hernán Soto y demás amigos, y aún no hemos entrado a la "cuadra", cuando se produce un allanamiento por un sargento del SIM y su gente, en busca de armas. A alguien le encuentran un clavo pequeño en el bolsillo. Dormíamos en dos reparticiones. En el "Sheraton", de 2,5 por 5 metros, Hugo Miranda, Orlando Letelier, el Dr. Edgardo Enríquez, Enrique Kirberg, El Dr. Arturo Girón, Clodomiro Alemeyda y Osvaldo Puccio. En el "Tupahue", de 7 por 4,5 metros dormíamos 42 hombres en camas de tres pisos. Pese a la temperatura subpolar tuvimos que pedir que se abrieran agujeros en las paredes para respirar. Duermo en el tercer piso, con gorra, pues la nieve entra a la cabecera de mi cama. Pero puedo contemplar un pedazo de cielo, y, a veces, algunas estrellas. Y esto da esperanzas. A las 6 a.m. la diana. Debemos lavarnos por turnos, con una piedra en la mano para romper el hielo. No hay servicios higiénicos. En un pequeño promontorio, una tabla sobre la acequia. Es un doloroso espectáculo público, debidamente protegidos por personal que nos apunta mientras nos esforzamos. El delegado, Dr. Enríquez, obtiene autorización para que Miguel Lawner, Luis Matte, Pedro Felipe y Andrés Sepúlveda construyan letrinas. También es necesario ir al servicio con una piedra para romper el hielo del tarro con agua que suple aquellos artículos higiénicos que aquí no existen.

En la primera semana de octubre nos autorizan para escribirle 15 líneas a la familia: Debe escribirse así: V2 III Z.N.P.A (Vela 2, Tercera Zona Naval Punta Arenas). El domingo 23.9.73, en el camión logístico se nos lleva al primer trabajo forzado. En el grupo están Carlos Morales, Jorge Tapia, Anselmo Sule, el Dr. Girón, Orlando Letelier. Desde donde estamos vemos la estructura de un gigantesco campo de concentración, réplica de los construidos por los nazis. Y, como he dicho antes, llegamos a saber que ha sido diseñado por Walter Rauff, gerente de la Conservera Camelio de Punta Arenas. Cargamos un camión con postes de ciprés de las Guaitecas para después ir lanzándolos cada tantos metros a ambos lados del camino. Ese día recibimos algunos datos sobre la isla.

El primer contramaestre (para los marinos todo es "buque) nos enseñó: "Todo lo que se mueve, se saluda y lo que no, se pinta. Me ofrecí para pintar. Y una vez terminada la barrera que Miguel Lawner, Hugo Miranda y otros construimos, la pinté con "picoco". Me permitió bajar la barrera, y comprendí que estábamos encerrados dentro del campo. Todo trabajo era forzado. Debíamos ir bajo el hielo, la nieve y la lluvia a pie, con las herramientas al hombro, cantando sus canciones; y volver después cargando troncos. Este sistema tenía por objeto liquidarnos o exterminarnos por medio del trabajo brutal, la mala alimentación, las duras condiciones climáticas y las pésimas condiciones sanitarias. Pero todo esto no sólo actuaba en contra de nosotros: afectaba también a la oficialidad y a las tropas. Éstos sufrían guardias de 24 horas a la intemperie, mal vestidos y mal alimentados. Y las bajas por enfermedad se daban más entre ellos que entre nosotros.

Ignorábamos los nombres de los sargentos. Les poníamos motes. El sargento "Malacueva": un psicópata de la infantería de marina. Marchaban atrás, apuntándonos y diciéndonos: "¡Cómo los odio!". Fue el primero que nos sacó un domingo a una especie de paseo por las rocas y el mar. Era odiado. En estado de ebriedad fue detenido por carabineros y soldados -estando él de paisano- y golpeado. Fue rebajado; y después ya no fue el mismo. Postábamos 52 kilómetros de Puerto Harris a San Valentín, 26 ida y 26 vuelta. Todo es fácil decirlo; pero hacer huecos en la roca, o en el barro, o en el hielo; cargar los postes cien o más metros; parar el poste, tapar el hoyo, apisonar la tierra, y dejarla de tal manera que ni el viento huracanado ni la lluvia ni la nieve lo derriben, es difícil. Nosotros no hicimos trabajo lento ni saboteamos. Esa isla era bella y era nuestra. Era de Chile. Lo que ahí construyeron años atrás indios y colonos italianos perduró. También debe perdurar nuestro trabajo. El de los 600 a 800 prisioneros que había en ese tiempo en la Isla Dawson.

Los trabajos eran absurdos: ir a "turba" o ir a "mierda", para extraer un musgo milenario cuyo uso jamás vimos. O "desalambrar" la isla. Cuarenta años antes habían existido estancias de vacunos y la isla estaba alambrada. Amano debíamos sacar el fuerte alambre de acero inoxidable y enrollarlo. Tal vez lo usarían para otros campos de concentración. Y el trabajo de "bolones". Diez de nosotros debíamos salir a cargar a mano un camión con capacidad para cinco toneladas, con piedras grandes, redondas: los "bolones", con los cuales, otros prisioneros construirían muros de contención o pircas, o barandas en las casas de Puerto Harris. Quien no haya estado 8 horas seguidas cargando a mano 15.000 kilos de piedras, no sabe lo que es esto. Otro trabajo era sacar "pastelones" de pasto corto o musgo de las vegas de los ríos para la cancha de fútbol o los "parques ingleses". Pero siempre llenábamos nuestros días. Y teníamos un "régimen interno" para buscar nuestra comodidad y vivir más humanamente. Siempre tuvimos muy claro que todos nosotros, los parlamentarios y los funcionarios, éramos las legítimas autoridades de Chile, y que ellos eran sólo sediciosos que empuñando las armas en contra de su pueblo, habían destruido la democracia y la legalidad en Chile.

La comida no era muy variada. En la mañana, sémola con lentejas; en la tarde, lentejas con sémola. A los pocos minutos de servido el potaje se congelaba y uno podía darlo vuelta y quedaba como un molde. Una vez el delegado reclamó. El oficial dijo: "¿Sólo comen lentejas?, no es posible. Les haré cambiar el menú". Y durante un mes comimos dos veces al día solamente porotos.

El grueso del personal naval era de Valparaíso. A muchos los había conocido antes; incluso había sido abogado de ellos o de sus familias. Aparentemente por ello, en una ocasión me dieron un trabajo no tan malo, cuando debido al fuerte viento la carpa militar que era nuestro comedor se rompió. Un "entrepuente" me dijo si sería capaz de coserla. Expresé que sí, que era mi especialidad, y que necesitaba un ayudante. Así, durante un tiempo, con Adolfo Silva cosimos carpas. En las noches, con un pedazo de "gillete" le hacíamos pequeños cortes, y al otro día, gracias al viento, estaba nuevamente rota. Los marinos culpaban de esto a los militares que las habían instalado. "Esos no saben nada de los vientos de esta zona". De esta manera, podía salir del campamento al acompañar en busca de hilo, grasa o agujas a los suboficiales; ellos y los oficiales estimaban que estaba cumpliendo funciones. Aniceto Rodríguez me había regalado un delantal con grandes bolsillos, de carpintero. Los guardias me decían "el viejo del delantal". Gracias a éste pude "expropiar" varias centollos. Y en una oportunidad expropié un asado de lomo que era para una comida del comandante de la base. Nada pudieron hacer en mi contra:¡cómo iban a decir que un preso les había robado! Por lo demás, Pinto y Vuskovic pudieron mejorar el rancho con "anticuchos". Pronto mi fama de cosedor de carpas se extendió y llegué a ser "inventor" de varias "puntadas". El Dr. Girón me había enseñado algunas para suturar heridas post-operatorias, y empezaron a traer carpas desde la base de ingeniería o base naval de Punta Arenas. El trabajo pasó a hacerse dentro de nuestro patio y se hizo muy pesado.

El 21.12.73 fuimos trasladados al campo de concentración de la armada en Río Chico, primero llamado "campamento de prisioneros 11 de septiembre". Estaba junto al Río Chico y contaba con un micro-clima. Nuestra cuadra o barraca, con capacidad para cien hombres, se llamó "Isla". Cada uno tuvo su número clave con la letra I. Pasé a ser "I. 18", pero prefería "V.2". Las barracas vecinas tenían todas nombres ingleses, como corresponde a la instrucción de seguridad: "Alpha", "Bravo", "Charlie" y "Remo". En "Remo" estaban los "rematados", condenados por los consejos de guerra de Punta Arenas a 20, 30 o 40 años, o a perpetuidad, por delitos inexistentes. Todos nosotros -que no veíamos a nuestros vecinos, pues siempre estuvimos rodeados de planchas de zinc- los llamábamos "Ecos". Nunca olvidaré los gritos de "Españita", un adolescente de 16 años, presidente de la Federación de Estudiantes de Punta Arenas, que había sido salvajemente torturado y en las noches tenía pesadillas atroces.

A los guardias se les mantenía aterrorizados. Creían probable que un submarino soviético con marinos cubanos asaltaría la isla para rescatarnos. Entonces había que "liquidar primero a los prisioneros y después defender la base". Por otra parte, debíamos tener cuidado de no salir del campo, pues inmediatamente se aplicaba la "ley de fuga".

El día de trabajo forzado del prisionero de guerra era de ocho horas; después del almuerzo, media hora de descanso. Y otra vez a la nieve, al barro, a los bosques, al trabajo brutal. Obtuvimos permiso de una hora, antes de la cena, para estudiar, dar conferencias. Las inició Fernando Flores, ingeniero civil y discípulo de Staford Bear, quien nos inició a muchos en el mundo maravilloso de la cibernética. Y participaron en los cursos oficiales navales y de aviación, pilotos que conocían las reglas de la cibernética. Y, curiosamente, manteniendo nuestros respectivos status durante el tiempo del estudio, ellos aportaron bastante, y logramos una convivencia, un "consenso" sobre un tema de interés común. Experiencia bastante positiva. Posteriormente fue revocada la autorización; implicaba confraternizar con los prisioneros.

Entre los sub-tenientes de infantería de marina que participaban en los grupos del ejército, marina y aviación que se turnaban en la vigilancia, había un miembro de Patria y Libertad de Valparaíso: Jaime Weidenlaufer. Nazi. Al finalizar el primer día de su turno en la barraca nos dio el siguiente discurso: "Prisioneros: Uds. tendrán que olvidarse de lo que fueron antes. Vean lo que son ahora. Cualquier conscripto vale cien veces más que Uds. Chile no necesita intelectuales vagos, ociosos como Uds. Chile necesita soldados y haremos de Uds. soldados, cueste lo que cueste. El que no quiera entenderlo se quedará botado en el camino". Nosotros éramos los "jerarcas", es decir, los que dentro de la tesis vietnamita de Merino correspondíamos al "tercer tercioo". En marzo de 1974 hubo varias provocaciones, entre ellas, que Weindenlaufer trató de transformar en obligatoria la universidad del campo de concentración fijándonos un "año académico", programas y otras imposiciones.

En la isla había unas piedras negras y otras de color café que podían ser labradas. Primero las labramos con clavos. Y fue el Dr. Bernal, el dentista de los "Ecos" quien nos enseñó mientras nos atendía. Posteriormente, en los tiempos en que fui "costurero de carpas", pude recoger alambres de acero y entrar en el garage de la COMPINGIN, y siguiendo las instrucciones que me dio Olivares, afilarlos como buriles. Esto era conocido por el comandante Feeley, jefe de la base de Puerto Harris quien me autorizó para usarlos.

Sorpresivamente, el jefe supremo de Chile, declaró que en la Isla Dawson hay sólo "delincuentes comunes". Y, entonces, llegó de repente, un destacamento de seguridad del SIM, que nos allanó. Durante quince horas estuvimos incomunicados en diversos lugares, desde la glorieta que habíamos construido para guarecernos en invierno y no estar siempre en la barraca, hasta el comedor.

Nosotros habíamos adelgazado mucho, un promedio de 18 kilos cada uno. De alguna manera nos preocupábamos por mejorar el rancho. Y conseguimos con un funcionario de la cocina a quien conocía, que tirara cubiertos con plásticos las cabezas de vaca y los restos de cordero de la comida de los oficiales y soldados. Con Pinto, Teplizky y Sergio Vuskovic nos turnábamos para sacarlos y llevarlos a los compañeros. ¿Qué importara que vinieran de la basura? Necesitábamos proteínas. Igualmente comimos calafates y digueñes; y Tacci, Pinto y Stuardo mariscaban choros y erizos que comíamos a la "cachencho", como nos enseñó un compañero "Eco" de Punta Arenas, que aparecía entre los matorrales: encender una fogata (había que hacerlo siempre, por el frío) y encima de ella arrojar los erizos y choros. Hasta que nos prohibieron mariscar y comer por la "marea roja". Ahora en el campo de Walter Rauff ya no podía quedarme en el "entrepuente" (el patio de la barraca), con el contramaestre que se quedaba "a bordo" y expropiar cosas de la cocina. Este era un campo típicamente nazi.

Entre los psicópatas estaba el capitán del ejército Fernando Zamora Flores, el que orgulloso me contaba que era boina negra paracaidista. Sabiendo que un hijo mío era paracaidista israelí, me contaba sus "experiencias". Este insano nos espiaba personalmente desde un jeep. A veces conversaba conmigo. En el campo de Río Chico había siete calabozos, cuyas puertas, arriba y abajo dejaban cinco cms. de espacio, y en cuyas paredes de cemento había agujeros. Éstas eran sabias medidas de torturadores profesionales ya que el frío, la nieve y la lluvia aumentarían el sufrimiento. En cierta ocasión apareció Zamora con su boina negra, delgado, moreno, bajo, en nuestra barraca "Isla" y preguntó:"¿Dónde está el hombrecito?" Nadie contesta. No sabemos a qué o quién se refiere. Busca y de pronto increpa a Alejandro Jiliberto, y le dice: "Ud., hombrecito, saludó con el puño en alto a unos detenidos del otro campamento". Todos hemos estado con Alejandro, y el frío, el trabajo y la vigilancia impiden que bajo la lluvia y la nieve uno observe nada. Alejandro sostiene no haber hecho tal saludo. Es una franca provocación. El capitán Zamora, que es unos diez centímetros más bajo que Alejandro y que jamás será tan "hombrecito" como éste, ordena: "Tome una frazada". Y a la guardia: "Conduzcan al prisionero al calabozo". Toda esa tarde y noche, bajo un temporal salvaje y con unos 7 grados bajo cero, Alejandro Jiliberto permaneció preso en un calabozo de uno por uno, con no más de 1,50 m. de alto. Nosotros le preparamos café caliente a su salida. Estaba morado de frío. El capitán le dice: "Prisionero Jiliberto, puede permanecer en la barraca y descansar". Y Jiliberto, con la digna sensatez que era nuestra decisión, le responde: "No, gracias, capitán, estoy bien. Prefiero ir al trabajo con los otros. No veo porqué quedarme". Y así, le manifestó la voluntad de nada deberle al psicópata.

El plan de exterminar en un clima adverso a los dirigentes de los partidos de la UP, a los ministros y funcionarios, producía paulatinos efectos. Daniel Vergara sufría esclerosis, no se le permitió recibir sus remedios, y cuando, herido en una mano por la esquirla de un tiro, los doctores Enríquez, Girón y Guijón exigieron tratamiento en un hospital, no le prestaron la debida atención, y en los rayos X no apareció la esquirla. Julio Palestro, de 66 años, sufría de diabetes; Osvaldo Puccio, del corazón; el Dr. Edgardo Enríquez enfermó, y lo mismo José Tohá. Vladimir Arellano se quebró el brazo al caérsele un tronco. Los compañeros iban y venían al Hospital Naval de Punta Arenas. El 15.12.73 son liberados Patricio Guijón y Orlando Budnevich. Y el 15.1.74, Aniceto Rodríguez.

Y en ese extraño mundo, la junta militar se enorgullecía de este "Campo Modelo"; además de las visitas de la Cruz Roja, se permitieron la de periodistas brasileños, de la BBC de Londres, y de otros medios de comunicación. En su libro "Dawson", Sergio Vuskovic denomina al campamento el "Monasterio de Ghateng", y señala una cosa característica: en la mente de los militares, en la mente del nazi Walter Rauff, que diseñó este campo, no tienen lugar las líneas curvas. El campamento era absolutamente rectilíneo. Para ellos sólo la línea recta es perfecta porque predispone al hombre "al respeto a la disciplina", la buena disposición y la tranquilidad moral.

Hemos hablado de las "piedras de Dawson" y de la provocación iniciada por Pinochet, quien en una visita a Punta Arenas declaró que sólo "delincuentes comunes" poblaban Isla Dawson y los demás campos de concentración del país. Las piedras se labraron con alambres de acero. Como pudimos, las hicimos llegar hasta nuestras familias. Los de inteligencia "descubrieron" que ellas había "mensajes", que nosotros recibíamos informaciones del exterior y las enviábamos también. Que preparábamos el asesinato masivo de guardias y una fuga de la Isla en un submarino soviético y naves cubanas. Así llegamos al allanamiento al que he aludido. El teniente Santiago del SIM me acusa de tener un libro de claves militares: "Las claves de Proust". Después sostendrá que la carta de uno de mis hijos ha sido censurada entera porque en ella venían "instrucciones". El allanamiento tuvo lugar el 5.3.74, y ahí encontraron los alambres para labrar las piedras. Al día siguiente se redobla la guardia. Nos citan después de la Orden del Día al patio central del campo. Estamos rodeados de tropas que nos apuntan. Con los compañeros de las barracas "Eco" formamos el cuadro; al centro hay una gran profusión de alambres, pedazos de madera, piedras. Algo impresionante por lo variado y sin utilidad práctica alguna. El teniente coronel Aquiles Cáceres, del SIM, a gritos e insolentemente nos dice: "Prisioneros, se han encontrado en poder de Uds. una inmensa cantidad de armas cortantes, punzantes y contundentes. Hemos comprobado que reciben comunicaciones e informaciones desde fuera de la Isla. Por todo ello, el alto comando ha decidido que serán sometidos todos a un período de castigo disciplinario militar. Ahora, si Uds. piensan que mis palabras son una amenaza, les digo, sí, lo son, y sufrirán las consecuencias".

Llegó el destacamento de castigo de la infantería de marina comandado por el teniente Eduardo Carrasco Moreno. Duro, inflexible, contradictorio. Pero es preciso reconocerlo: capaz de enfrentar su responsabilidad. El fue el único y el primer oficial que firmó con su nombre y apellido las órdenes y obligó a cada subordinado a colocarse una placa con su nombre y grado. Y ahí la cosa empezó a tornarse verdaderamente trágica. Habíamos tenido ya instrucción "doctrinal" con Weidenlaufer. Ahora como "soldados" recibiríamos el castigo disciplinario para prisioneros de guerra "rebeldes". El teniente Carrasco nos reunió; nos explicó que el "régimen de trabajo interno sería riguroso", y que precisaba darnos instrucciones para sobrevivir en ese clima polar. Nos dio algunas indicaciones útiles y prácticas para evitar el enfriamiento de pies, piernas y manos, cosa seria en ese clima. Pero permitió que el psicópata Jaime WeindenlauferMario Tapia y el "Loco" Valenzuela, un tarado de Valparaíso que había sido dado de baja, abusaran. La más simple de las medidas punitivas era la orden: "Págueme 50"; es decir, hacer cincuenta flexiones con las manos congeladas sobre el ripio, la nieve, el hielo, el agua o el barro. El psicópata Weidenlaufer nos seguía con su fusil de mira telescópica con rayos infrarrojos. Con el frío de marzo la diana sonaba a las 5 a.m. Debíamos hacer gimnasia bajo la lluvia y la nieve; saltar, trotar, metiéndonos en los charcos, o patinando peligrosamente en el hielo o la nieve. Y todo bajo los gritos de los BT.

A nuestra vez, todos observábamos los gestos, los movimientos de la tropa y los oficiales. Desde la parte de arriba de mi cama, en Río Chico, se veían las empalizadas exteriores, y entre la esquina de una edificación y un poste quedaba un vacío que nos servía de "periscopio"; por él observábamos el "instrumento" (así llamaban a las torpederas, barcazas o aviones) que llegaban y sabíamos si venían más prisioneros, visitas o alimentos. Y otras cosas. Trasladados a Río Chico, observamos que nuestra cocina estaba ahora separada de la del resto de los prisioneros; tal vez por comodidad. Ahí se preparaba la comida de los guardias; pero nadie probaba o comía nuestra comida. Pudimos observar que el hambre atroz que teníamos en la COMPINGIN ahora no era tan aguda, aunque sí la sed; además todo lo que ingeríamos se transformaba en orina. ¿Pondrían alguna droga en nuestra comida? Aun cuando así fuera, debíamos alimentarnos y buscar quizás otras fuentes alimenticias. Era extraño que nos prohibieran comer choros y erizos; la "marea roja" duró pocos días, pero la prohibición se mantuvo.

Después supimos que en abril de 1974 se había llevado a cabo una denuncia y una campaña internacional sosteniendo que en nuestra comida se colocaba una droga anorexígena que producía la pérdida del apetito, y un progresivo debilitamiento.

Un día, a fines de enero de 1974, en que había conseguido la calidad de "enfermo" y estaba en la cuadra con Osvaldo Puccio atendiendo a José Tohá, llegó una patrulla a comunicar que éste debía estar listo en media hora para ser trasladado. Con Osvaldo lo ayudamos a vestirse. Y los pesamos; vestido pesaba 54 kilos, con sus zapatos número 46 y toda su ropa gruesa. Obtuvimos autorización, mejor dicho, nos ordenaron que lo lleváramos hasta un jeep que estaba en la puerta principal del campo. Debidamente custodiado, afirmado en nuestros hombros, lo entregamos en el jeep al comandante Feelley. Éste le dijo sumamente perturbado: "Sr. Tohá, lo llevan al hospital para que se recupere, y después a casa…". Creo que lo dijo con buena intención.

En COMPINGIN conocimos al capellán José Luis Cansino. Se nos permitió que un grupo dirigido por Miguel Lawner, del cual era yo alarife, reestructurara la Iglesia de Puerto Harris, que no fue construida por los alacalufes sino por carpinteros tiroleses, según leímos en los propios libros de la iglesia, una vez pintada, arreglada y colocados los mosaicos con motivos navales, crueces, estrellas de David, candelabros, cálices, etc. Pasamos días agradables con Miguel Lawner, Lucho Matte, Hernán Soto, Orlando Letelier, Ariel Tacchi, Andrés Sepúlveda, Puccio y otros. El comandante nos dijo que podíamos encerar y cantar. Le dijimos: "Sí, mi comandante, Ud. quiere que cantemos: enceremos…enceremos". Tenía sentido del humor.

En esa isla habían muerto cientos de indios víctimas de la civilización. Vestidos y lavados, sin grasa que protegía sus cuerpos, y con un régimen alimenticio diferente, murieron de tuberculosis. Y leímos que su cacique, el "capitán Antonio", con los últimos sobrevivientes, dirigió una sublevación para volver a vivir libres en el mar y las islas.

La isla se llama Dawson en honor al contramaestre del "Beagle", el barco que llevó a Darwin a ella. Tiene ochenta kilómetros de largo por cuarenta en la parte más ancha y es impenetrable por la selva hasta una distancia de dos kilómetros por el lado que da frente a Bahía Inútil; en los coiques hay osamenta de "baguales" que años atrás se enredaron en ramas y lianas. Julio Stuardo trató de continuar los estudios de Darwin. Y con Patricio Guijón hicimos con unos maderos un hermoso jardín en el patio de la COMPINGIN.

La primera vez que tuvimos tratos con el coronel Jorge Espinoza, director del Servicio Nacional del Detenido, estuvo notoriamente desafortunado. Nos trató de "prisioneros" y nos anunció un "gran proceso nacional" por los crímenes y delitos del gobierno de la Unidad Popular, de los cuales éramos nosotros personalmente responsables. Y que éramos miembros de un gobierno espúreo. Hugo Miranda le replicó: "Nosotros no somos los subversivos, los que nos hemos alzado en contra del gobierno, nosotros somos sus representantes y funcionarios del gobierno constitucional". Los de Valparaíso quisimos ver cómo era el juego y pedimos audiencia. Y solicitamos "ser entregados a la armada". Nos dijeron que no, que formábamos parte de los "nacionalmente responsables". Y como yo insistiera en que "respecto a mí hay un lamentable error: yo era un oscuro asesor jurídico del Ministerio del Interior", le coronel me pasó al fiscal militar Nogués. Éste me dijo: "No se modesto, colega, Ud. fue uno de los más peligrosos, y créame, una gran suerte la suya que haya salido de Valparaíso y que esté aquí. Aquí está seguro, piénselo". Después conversamos de otros temas. Y el coronel Espinoza me autorizó para otorgar poder a mi cónyuge, el único poder que me permitieron , endosado por el comandante Felley. Los jefes de campos de concentración pasaron a ser "notarios" o escribanos.

Los recuerdos se mezclan. Pero consigno hechos para análisis futuros de la conducta nazi de la dictadura militar, a fin de destruirla y restablecer la democracia y la libertad en Chile. Una forma de enfrentar a los nazis es manteniendo la dignidad. Y ésta, externamente se manifiesta en estar siempre afeitado y con los zapatos limpios, aun cuando uno se vista miserablemente. Y demostrar que uno puede sobrevivir y enfrentar la adversidad. Esto los desorienta.

Obtuvimos permiso para construir la "glorieta". Miguel Lawner fue el artista pintor de la Isla; de su belleza, y de los hechos humanos e inhumanos que allí ocurrieron. Toda su obra artística es un testimonio y una prueba de la capacidad del hombre para ser siempre humano. Orlando Cantuarias creo la "oración del dawsoniano": "Dios, en su infinita bondad, sabe lo que más nos conviene, -harto jodidos nos tiene- ¡Hágase su voluntad!". Hubo campeonatos de brisca, dominó, ajedrez, bridge. Campeones salieron Hugo Miranda, Carlos Morales, Lucho Corvalán y Daniel Vergara. Sergio Vuskovic y yo salimos últimos, como "los peores jugadores de Isla Dawson y sus archipiélagos". Ideábamos campeonatos nacionales inter-campos de concentración. Cantábamos tangos y boleros, es decir, cantaba Orlando Letelier con su guitarra española que le enviaron de Punta Arenas. Se formó el coro de Isla Dawson: Palma, Tohá, Puccio Jr. y otros. Eran los cantantes más desafinados de esas latitudes. En la COMPINGIN inauguramos los "laras": camiseta-calzoncillos largos de franela, usados por los trapecistas "Hermanos Lara". Anselmo Sule, Jorge Tapia y yo hacíamos ejercicios gimnastas. Yo puedo pararme de cabeza; hicimos una demostración con Jorge Tapia, fallamos, caí al suelo, y casi me desnuqué en la velada del 31.12.1973, donde Puchito actuó como mimo con las manos de Enrique Kirberg y Aniceto emuló a Paul Robeson con "Si tuviera un martillo". Con mis conocimientos de yoga hacía dormir y "viajar astralmente" a Tito Palestro y otros compañeros. Pero después, Girón y Guijón tenían que darme aspirinas disfrazadas de sedantes para dormir.

En pleno régimen de trabajo disciplinario, estando un día con Jaime "Pañuelito" Tohá (sacaba el pañuelo para molestar al sargento Malacueva), como a las 19 horas, cuando estábamos "trabajando la onda", me dice: "Asesinaron a José". A los pocos minutos entró el capitán Santiago del SIM, que ahora está agregado a la guardia disciplinaria, a manifestar su pesar. Carlos Matus irrumpe y le dice: "Capitán, Uds. asesinaron a José Tohá". El dice: "La radio informa que se suicidó". "No podía suicidarse". Le replica Matus. El capitán pregunta: "¿Cómo lo saben?" Intervengo y le digo: "Capitán, Ud. no tiene experiencia como prisionero, está al otro lado. Pero debe saber que nada es secreto, ni nada es oculto, y que todo se sabe. José Tohá no pudo suicidarse como dicen…". La radio oficial informaba que se había ahorcado estirando un colgador de ropa de alambre de acero, que había colgado de una puerta de 1.70 de altura. Cuando José salió de la isla no podía caminar, no tenía fuerzas ¿cómo iba a estirar un alambre de acero? Carlos Matus le agregó a Santiago: "Ud. debe saber, mi capitán, que los prisioneros en Spandau, por el movimiento de los guardias sabían lo que ocurriría".

Este asesinato se sumó al del general del aire Alberto Bachelet, en la Cárcel Pública de Santiago, a consecuencia de torturas, de la corriente eléctrica y de las drogas que debió sufrir hasta morir.

Los días más o menos tranquilos en la COMPINGIN, cuando pintábamos la iglesia de Puerto Harris y profundizábamos dos metros bajo tierra las cañerías del agua potable; cuando recibíamos de manos desconocidas huevos, pan y trozos de carne que aparecían en las cercas; el día que el "panteonero", viento del Mar de Drake de 135 kilómetros por hora arrastró al "Puma" Bundevich, y gracias a unas ruinas no se lo llevó al mar; los días en que nuestros "aparatos de información" hacían contactos que nos proporcionarían los datos del técnico en campos de concentración que habitaba en Punta Arenas, y otros; los días en que hacíamos la choca en los jardines ingleses, con sus glorietas, que florecían en Puerto Harris, donde arreglábamos el tranque; todos esos días se habían ido. Ahora era el tiempo de castigo. Del régimen disciplinario ¡para prisioneros de guerra rebeldes!

Los meses de marzo, abril y mayo estuvieron dedicados a quebrar la resistencia física y moral de los 600 a 700 prisioneros que morábamos en la isla. Pero se equivocaron. Salimos más fuertes, más duros, más decididos.

El capitán Santiago me preguntó si la Biblia la uso para transmitir mensajes en las cartas. Le reclamo; cartas de mis hijos han llegado completamente censuradas. Una llegó así: "Querido padre: No quiero preocuparte, pero… Paz para un hombre de paz. Diego" Sólo el encabezamiento y el final. Me dice que para evitarme sufrimientos o instrucciones, la censura la ha borrado. Le digo que mis sufrimientos no me los han ahorrado nunca. Y con eso me los aumentan. Me pregunta si creo en Dios. Le pregunto si él cree. Me dice que tiene dudas, y después quiere saber lo que pienso yo que debe ser Dios. Le respondo que Dios debe ser el respeto de todos los derechos humanos, porque si Dios creó al hombre, lo hizo como ser humano, para gozar del mundo, y para que todos lo respeten en su condición humana. Dios es el respeto a los derechos humanos. Se calla un momento, y después levantándose de mi litera donde se ha sentado, me dice: "Dios, entonces, se mete en política… Nadie debe meterse en política". Y se va.

Ahora, desde las 5.00 horas de la mañana todos estamos ya al trote y cantando las más variadas canciones militares y navales. Al trote a la formación para homenaje a la bandera de las 8.00 y de las 18.00. Al trote a los comedores y al trote a lavar los platos. Al trote con las herramientas, con los sacos, con las carretillas, con los troncos de árboles. Ya no pararemos de trotar. Ya no viajamos en el "logístico", ni vamos a Puerto Harris. Ahora a ripiar a la orilla del mar. A levantar 30 cms. los patios de las barracas, los caminos que circundan por dentro y por fuera de las alambradas. Y a ripiar el patio central. Los ingenieros nuestros expresan que la manera en que nos ordenan hacerlo hará que en unos días más, con la lluvia y la nieve se anegue. Pero no, "a lo ordenado, proceder".

Y a cargar ripio desde la orilla del mar y llevarlo 300 metros o más por la arena mojada, el mar, la lluvia, la nieve; 40 o 60 kilos al hombro. Subir por las escaleras hechas de tierra, en el pretil, y desde arriba vaciar el ripio. Ripiar los nidos de las ametralladoras Punto 50 con que nos apuntan. Es un mundo alienante e ilógico. En Bosque Murillo nos hacen construir un camino que no va a ninguna parte. Tirar los árboles y despejar el terreno. Nos internamos 300 metros en la selva impenetrable. Recuerdo al "Peguitas Cortas" que decía "yo doy peguitas cortas"; era bastante humano. Y él me volvió a la mente lo aprendido en la Escuela Militar: "Hay que ser flojo, pero vivo el ojo".

Llega el sargento Gengis Khan, el sargento Urra, Cosaco, B.T., es decir, infante de marina. Nos dice: "Me entrenaron en Las Rocallosas. Salí primero…" Un día después de leer nuestros "prontuarios", me pasa un puñal. Es tipo Bowie. Me dice que lo fabricó él: "Como lo arroje, cae parado". Templado, afilado como una navaja. Me lo pasa y me dice: "Arrójelo". Pienso que si lo clavo dirá que estoy entrenado, y si no, que estoy superpreparado. Lo tomo, y en lugar de ponerlo con el filo hacia el frente, lo lanzo de plano, y no se clava. Me mira y no me dice nada. Es extraño. Da poder y lo quita. Designa a varios "brigadieres" con "autoridad" para dirigir los trabajos; incluso para que lleguen hasta la guardia de campo desde la playa sin que los guardias estén apuntándonos. Pueden cantar. El grupo de Jaime Concha ha terminado su labor y vuelve hacia la guardia de campo conversando; Jaime los ha autorizado. De pronto Gengis Khan grita: "Por qué esta gente habla en las filas?" Jaime contesta: "Terminaron el trabajo, yo los autoricé". Y como energúmeno vuelve a gritar: "¿Quién lo autorizó a Ud. para autorizar a los demás?", y agrega: "Venga conmigo". Va al lugar en que estoy cargando un saco con piedras. Lo sopesa, me pide la pala, y él llena el saco. Son más de 60 kilos. Llama a Jaime y le dice: "Cárguelo. Al trote,¡ marr..!" Y hace que Jaime corra en la arena mojada dos kilómetros de ida y vuelta. Él corre a su lado. Nada podíamos hacer. Jaime resistió y rojo de indignación sufrió el absurdo castigo.

Las condiciones climáticas hacían difícil trabajar. Empieza a oscurecer como a las 15.00 horas. Y a amanecer a las 23 horas. Aumenta el trabajo de ripiar, ya no bastan los sacos y traen carretillas de acero. Deben ser arrastradas entre dos por las pendientes, por donde uno resbala, cae y se pierde el ripio. Uno carga la carretilla, y otro, amarrado con un alambre de acero a la cintura, hace de "caballo" y lo arrastra. Un día, a finales de abril, llueve torrencialmente y caen granizos, en forma tal que la obra de arte de Walter Rauff y los nazis chilenos, es puesta a prueba. El viento vuela la mayor parte de las barracas no habilitadas. ¿Alguien ha hecho economías con los materiales? Ya conocemos el escándalo financiero que le ha costado la salida al general comandante de la 5ª División. Y la evaporación de dólares y escudos en edificaciones militares. Y entre nosotros (que involuntariamente hemos proveído al mercado negro e ilegal de Punta Arenas) nace la frase "y de Manuelito Torres de la Cruz nunca más se supo". El patio central era una piscina; todos nos mojábamos. Recordamos que las observaciones de nuestros ingenieros no fueron aceptadas. Ahora los 700 prisioneros debemos ripiar de nuevo. Y a los "Isla" nos corresponde el patio central. Se permite que nuestros compañeros estudien el lugar y establezcan un sistema para desecar, harto difícil bajo la lluvia y la nieve. Hemos pasado duras pruebas, superaremos ésta, pero sabemos que los carceleros aumentarán nuestras penurias mañosamente. Algunos de los nuestros han caído. Pero a los que quedamos, sólo a tiros podrán matarnos.

En este último equipo represivo, el capitán Fernando Zamora ha traído al "Cara de Vaca", al "Loco" Valenzuela y a un sargento de la FACH sumamente duro. El "Loco" Valenzuela entraba en la barraca con una bomba plástica en la mano, lanzándola hacia el aire. Hugo Miranda, viéndolo tan imbécil le dice: "Y, teniente, por qué no va a jugar afuera con esa huevada?" En otra oportunidad ordena a su patrulla que vaya a buscar unos cuadernos, él se queda en la barraca, pero antes de salir los soldados, provocándonos dice: " Soldados, si al volver estoy prisionero, mátenlos a ellos y denme de baja a mí". Los soldados lo miran extrañados y se van.

Un día el teniente Tapia, que era uno de los torturadores del que me informaron en julio 1973, y a quien intencionalmente no le cumplíamos las órdenes de doctrinal, para perturbarlo, dijo: "Es extraño, aquí todos son universitarios y no aprenden a marchar marcialmente" Estaba exasperado por nuestra indiferencia colectiva e individual. Nos hacía marchar bajo la lluvia con palas y chuzos, y él se cansaba. Estima esto, entonces, como una "insurrección". Ordena que nos separemos en grupos y a la guardia que nos apunten; va hacernos fusilar. Mientras no nos fuguemos y tengamos que ser "muertos por la espalda", no puede matarnos a sangre fría. No demostramos ningún sentimiento. Comenta que "las órdenes militares deben ser comprendidas". Y comete un grave error: pregunta qué pensamos. Luis Corvalán pide autorización y le dice: "Mire, teniente, aquí no se trata de orden y mando, se trata de que somos ciudadanos que no aceptamos todas las órdenes. Y no todos somos universitarios; yo soy profesor primario". El teniente replica: "Pero tú eres periodista, ¿o te ganaste el diploma en una rifa? Si no obedecen están terminados, hijos de puta". Corvalán le expresa que no acepta insultos. El teniente Tapia le apunta con su metralleta. Todos damos un paso hacia adelante y el teniente entiende. Y volvemos al "doctrinal". Una noche, en medio de la oscuridad y el silencio, una voz cantó: "Somos los hijos de Lenin…" y una radio clandestina argentina nos transmitía noche a noche: "Chile no se rinde, carajo… Cruzaremos la Cordillera…". Teniendo un poco de dedicación, en quince días los "prisioneros de guerra" pueden desentrañar el sofisticado sistema militar. Se estiman imprevisibles, pero no lo son tanto. Diez días antes de nuestro traslado sabíamos que seríamos trasladados. No existen los "secretos militares". Lo único que existe es la incapacidad del civil desarmado para enfrentar o resistir a quienes tienen el fusil en la mano. Y, por lo demás, los que cuando libres trabajábamos en informaciones y seguridad, ahora presos, rehicimos el aparato gubernamental, y los partidos el suyo, y continuamos informándonos. Y por último, Arturo Girón, el Viejo Silva, Sergio Vuskovic y yo, teníamos "el solitario". Todos teníamos el Tarot y el I Ching. Y podíamos adquirir información a partir de la manera de caminar del Cara de Vaca o de la de apuntar con el fusil con mira telescópica el enajenado Widenlaufer.

Había también oficiales humanos. Uno, el "Bonachón", nos dijo a los de Valparaíso que estábamos junto a la orilla del Río Chico: "Cuando llegué aquí, y desde esa loma miré el campo me dije: ¡Putas, me equivoqué de fila, ésta es una película nazi…!" Y durante quince días suprimió de su guardia el trabajo forzado aun cuando se mantuvo toda la fanfarria militar que lo protegía. En el sistema de provocaciones, el capitán Zamora nos preguntó en el comedor: "¿Por qué no hablan?" Hugo Miranda contestó: "Está prohibido". El capitán ordenó: "Se anula la prohibición". En la noche, un compañero pidió pan, y todos empezamos a conversar. De pronto, el Loco Valenzuela gritó: "¡Hijos de puta! ¿Por qué están hablando?" Hugo contestó: "Teniente, el capitán Zamora nos autorizó a hablar en el comedor". El Loco replicó: "Ahora mando yo. ¡De pie! ¡Todos afuera! ¡A correr!" Y salimos, sin terminar de comer, a trotar bajo la lluvia y el granizo. Sabemos que es un juego. Como sabemos que Zamora castiga a los soldados que no nos golpean fuerte con sus fusiles si no trabajamos en firme o si flaqueamos en las carreras. Todo está meticulosamente estudiado para hacernos la vida insufrible, o para causarnos terror, tanto a prisioneros como guardias. Todas las conquistas, incluso "la choca" de las 10, se perdieron. Sergio Vuskovic y Walter Pinto, que eran "rancheros" rituales, tuvieron que empuñar las palas. Y no pudimos reponer fuerzas en medio del trabajo. Jaime Conche, Julio Stuardo, Alfredo Joignant y yo aceptábamos esta situación. Enemigos definidos, con cara de enemigos. Terminaron las tardes deportivas dominicales. No podíamos competir con los "Ecos" deportivamente. Y era "convivir" con la tropa, pues éstos demostraban preferencia por unos y otros. Estaban lejanos los días en que un grupo de "viejos" que estábamos capitaneados por Adolfo Silva, ganamos en el "tiro de la cuerda" a los jóvenes "Ecos".

Era ya invierno, y la nieve era hielo. El agua de lluvia era casi sólo granizo. En su afán de exhibir a la televisión inglesa, alemana, a la Cruz Roja internacional, ese "campo modelo", se habían olvidado del invierno que afectaría a todos por igual. De julio a septiembre una capa de hielo de 70 cms. cubriría todo. Se interrumpirían las comunicaciones con Punta Arenas. Debemos salir.

El 7.5.74 seremos objeto de una provocación para llevarnos a la muerte a Luis Corvalán, Jaime Concha y a mí. Ese día llovía torrencialmente, pero nuestros ingenieros eran capaces, junto con nosotros, de lograr el drenaje en esas condiciones. Era un desafío. Trabajé en un grupo dirigido por Pedro Felipe Ramírez en el que trabajaba también Orlando Letelier. Jaime Concha fue encargado de hacer el "pozo" al cual desaguarían las múltiples canaletas que haríamos sacando piedras y colocando otras grandes. Posteriormente se incorporó al grupo Aníbal Palma; le expliqué, conforme las instrucciones de Pedro Felipe, cómo debía cavar la zanja yel "chaflán" o gradiente, o algo así. Posteriormente me acerqué donde estaba trabajando Jaime Concha y le pregunté si él o la lluvia ganaría. Entonces se acercó un soldado a nosotros con un fusil Máuser modelo 1915. Me retiran del trabajo y me ordenan que trabaje drenando el agua que forma una laguna al lado sur de la comandancia del campo. De pronto veo que un sargento y unos soldados se llevan para los calabozos a Jaime Concha. Llega un sargento de aviación, del SIFACH, con dos soldados, me ordenan seguirlo con las manos en la nuca. Me lleva detrás de los calabozos y me pregunta: "Isla 18, ¿qué le dijo Ud. a Isla 22?" Contesto que no sé quién es Isla 22. El me dijo: "Venga conmigo a este lado y lo sabrá". Y me lleva donde está Jaime Concha, con los pies separados y afirmándose en la punta de tres dedos a la pared. Me ordena colocarme en la misma posición. Nosotros sabíamos nuestros respectivos números, pero pese a llevarlos anotados, no los aceptábamos. Me dice: "Ese es Isla 22, y Ud. le dijo a él que había llegado el momento de quitarle el fusil al soldado que los vigilaba, e iniciar una sublevación de prisioneros de guerra". Le dije que era inexacto, que habíamos hablado sobre si el agua de la lluvia anegaría el pozo antes de terminarlo. El soldado dijo: "Mi sargento, también habló con el otro". "Tráigalo", ordenó el sargento. Y el soldado trajo a Aníbal Palma. Lo pusieron en la misma posición. El sargento me señala y le dice al Pibe Palma: "¿Qué le dijo éste, que es Isla 18, a Ud.?". El Pibe negó que hubiéramos hablado, mientras yo deseaba que dijera la verdad. Al fin, Aníbal Palma recapacitó y dijo: "Sí, conversamos, me transmitió instrucciones del Sr. Ramírez para hacer los canales del drenaje". Le ordenó retirarse y mantenerse en silencio. Yo respiré con gran alivio.

El sargento dijo: "El asunto es, entonces, entre Uds. dos". Y dirigiéndose a mí: "Confiese que le propuso a Isla 22 arrebatar el fusil al soldado". Dije que no aceptaba confesar algo que jamás había ocurrido y que me mantenía en la negativa. Entonces se dirigió a Jaime Concha: "Ud. debe confesar que le propuso a Isla 18 quitarle el fusil al soldado". Jaime dijo que eso era inexacto y que no confesaría falsedades. El sargento me golpeó las costillas con la trompetilla: "Tienes que confesar, el soldado dice que fuiste tú". "¿Por qué voy a confesar semejante desatino?" Volvió a golpearme, y me dijo: "Eres choro, pero yo te voy a arreglar…". Le expresé que no soy "choro", soy abogado y hombre de derecho. Y le agregué: "No es la primera vez que estoy en estas situaciones y tampoco ahora confesaré nada". El sargento, nervioso, se dirigió a Jaime: "Confiesa tú, el soldado dice que fuiste tú". Jaime le respondió: "También soy abogado, no enajenado mental, y me mantengo en lo dicho: ni Vega me ha propuesto nada a mí, ni yo le he propuesto nada a él… Hablamos del trabajo solamente". El sargento dijo: "Lo siento, pero de aquí nos vamos a mi comandante y de ahí Uds. irán a un consejo de guerra sumario y al pelotón de fusilamiento". Todo era una burda maniobra urdida por Zamora, por razones personales que él y nosotros conocemos. Ambos teníamos instrucción militar, por lo que era viable creer esto, y además, ambos habíamos pertenecido al Ministerio del Interior, al que se imputaba falsamente el fabulado Plan Zeta. Nos llevó donde un teniente "bueno", del ejército, que tenía un tremendo complejo ante nosotros: "Yo soy brutazo, no soy intelectual, soy de infantería, de los patas hediondas…" Recibió el parte y ordenó a una patrulla: "De plantón bajo la lluvia, si mueven un dedo, los matan. Estos dos son peligrosísimos y deben estar alertas, pues si se descuidan les arrebatarán las armas". Nos pusieron las "coipas" o pasamontañas al revés, para que les viéramos las armas, y estuvimos más de una hora bajo la lluvia y el viento. Empapados. Me llamó el capitán Zamora y dijo: "Su situación y la del Sr. Concha son gravísimas. El país está en guerra, Uds. son prisioneros de guerra sometidos a régimen de castigo disciplinario, y en estas condiciones se han concertado para arrebatarle el arma a un soldado e iniciar una sublevación. De probar esto, los dos van a consejo de guerra y serán fusilados". Eso, en medio del viento y la lluvia y rodeados por la soldadesca. "Si Ud. confiesa que la proposición se la hizo el Sr. Concha, habrá clemencia para Ud. y sólo a él fusilarán". Me negué terminantemente. Me dijo, "sigamos, aquí tengo al testigo que lo oyó hacerle la proposición al Sr. Concha. Este soldado". Le dije que eso era inexacto. Y loco de rabia Zamora gritó: "Prisionero, Ud. dice que el soldado miente. ¿No sabe Ud. que los soldados chilenos no mentimos?". Le repliqué: "No he dicho que el soldado miente, he dicho que lo que dice es inexacto, o sea, que está equivocado. Y si bien los soldados chilenos no mienten, pueden equivocarse como cualquier ser humano…". Nada replicó. Y contraataqué: "Este muchacho está más asustado que yo, aquí tiembla, en el consejo de guerra temblará más que Jaime Concha y yo". Por lo demás le hice ver que tenía una Mauser 1915, y no íbamos a elegir esa arma pudiendo elegir metralletas modernas. Después llamó a Jaime Concha con quien tuvo un diálogo análogo y las mismas respuestas. Al rato de tenernos bajo la lluvia nos mandó llamar. Dijo que no haría cargos y que nos retiráramos al rancho. Nunca me sentí más seguro junto a un compañero que en ese momento con Jaime Concha. Cualquier temor o vacilación nos habría hecho caer en la trampa.

La provocación contra Luis Corvalán fue perfectamente planeada, como la nuestra. Corvalán hacía "carreta" con Puchito (Osvaldo Puccio hijo) para acarrear la carretilla con piedras. Habían hecho más de veinte viajes de la playa al patio central. Corvalán estaba empapado. Se lo expresó a Pedro Felipe Ramírez y éste obtuvo que un guardia llevara a Corvalán a la cuadra a cambiarse el poncho. Todo esto era observado desde la comandancia. Al volver Hernán Soto -que tenía 33 años, una gran fuerza y que hacía pareja con Orlando Cantuarias- le ofrece a Luis Corvalán cambiarse por Puchito. Y de pronto, aparece uno de los energúmenos: el Loco Valenzuela, y lo increpa: "Ud. prisionero Corvalán está flojeando; atrasando el trabajo, y tratando de cambiarse de lugar. ¡Mi capitán Zamora hará inspección a las 16! A trabajar, flojo. ¡A lo ordenado, proceder!" Es imposible aquí transmitir en toda su dimensión el lugar, el tiempo, la lluvia, el agotamiento físico. Y las maniobras arteras tendientes a provocar estallidos de rebeldía, y permitir dispararnos y "fusilarnos in situ, por amotinados". Corvalán ignoró la provocación y con Puchito -ambos con renovados bríos- continuaron el trabajo.

A las 16 horas, el patio central era una piscina. El capitán Zamora -con dos provocaciones fracasadas- estaba contento al ver esa laguna. Estimaba que nuestros ingenieros no habían solucionado el problema; pero éstos pidieron autorización para proceder, y retiraron las latas que hacían de compuertas de las canaletas, y toda el agua corrió hacia el foso que había hecho Jaime Concha. En menos de diez minutos desapareció la piscina. A las 18 horas, si bien bajó la lluvia, cantamos la canción nacional sobre piedras mojadas y no con el agua hasta las canillas. Nosotros sabíamos que era nuestra última noche en la isla, por el "correo de las brujas". Y pensábamos en lo que planearían para molestarnos. Esa noche hicieron salir a Luis Corvalán para que manejara la manivela de un acumulador eléctrico, y a Aníbal Palma lo tuvieron de plantón cuatro horas bajo la nieve. A las 00.00 horas justas del 8.5.74 entra un piquete de soldados. Nos quitan todos los libros y los llevan a la comandancia. Y otra escuadra dice:"Los que sean nombrados irán al trote a la guardia". Luis Matte. Va y vuelve. Se acuesta. Orlando Letelier. Cuatro soldados al trote ida y vuelta. Luis Vega. Cuatro soldados. Ida y vuelta. Me hacen acostarme. Luis Matte. La misma operación. Y vuelta a acostarse. Orlando Letelier. Lo mismo. Luis Vega. Lo mismo. Cada vez hemos recibido una encomienda y nos han hecho acostar. Luis Vega. Recibo la tercera encomienda y última como a las 2.00 horas. ¿Por qué el psicópata Zamora no las entregó todas juntas? Porque esto figura en el "Manual de operaciones psicológicas" en contra del 'enemigo interno'". Me han quitado la Biblia. "La Biblia se usa para enviar y recibir mensajes en clave".

A las 3.00 horas nos hacen levantar y preparar los bultos en cinco minutos. El delegado de los prisioneros informa que ya están preparados. "¿Cómo que están preparados?" Respuesta: "Siempre hemos estado preparados para salir de aquí en cualquier momento. Y llegó el momento". Salimos con los bultos. Yo debí dejar las tres encomiendas que contenían ropa interior de lana, gruesos jerseys, pantalones, etc. Debemos llevar lo indispensable. El capitán Zamora dice: "Dejen lo más que puedan para los que llegarán. Hemos despejado de gente de UP esta isla. Ahora llegarán los de la Democracia Cristiana". Hacen una revisión completa en busca de armas. A las 5.00 horas formamos filas y con el capitán Zamora y el Loco Valenzuela a la cabeza, emprendemos la marcha hacia la muerte o hacia la vida. Intentaremos sobrevivir. Hemos sobrevivido aquí nueve meses; podremos hacerlo también en cualquier otra parte. Allá lejos, los delfines nos llaman y hacen su último ballet. Y los "caiquenes" nos llaman desde las nubes. Vamos en columnas de a tres, 25 kms. hasta San Valentín, ahora aeropuerto naval Von Schroeders. Hace quince días que nieva, llueve y graniza. El Río Grande se desborda y trae trozos de hielo. El capitán desaparece y aparece el tercer teniente. De pronto cesa la lluvia y hace su aparición el sol en un tono celeste, como no he visto en otras latitudes; porque ¡qué diablos! la isla es bellísima. Y ahí vivimos nueve meses; y ahí aprendí que la vida es y será siempre, la única, la verdadera, la auténtica aventura personal de cada hombre.

Subimos una colina. Llegamos al puente de Río Grande; pero no hay puente y para cruzar el río, prisioneros y guardias por igual, debemos desnudarnos hasta la cintura. No lo hago. Prefiero morir de pulmonía a romperme los pies congelados en las rocas. Por el vado son más de 110 metros de ancho; a mí me parecen 110 kilómetros. Y decido: me meto como estoy y punto. Al cruzar el río y bajar la pendiente encontramos al psicópata de Zamora sentado en el "logístico" esperándonos. Nos hace subir a todos. Podíamos haber salido en camión desde el campo, pero no, debía provocarnos y torturarnos. Llegados al aeropuerto nos meten en una hondonada llena de agua y nos rodean apuntándonos con sus armas. El avión es un bimotor y junto a sus hélices nos hace colocar Zamora "para que se sequen". El frío aumenta. El capitán repite su histórica frase al partir el segundo grupo:"Isla Dawson está limpia de la mugre de la Unidad Popular. Ahora le toca ensuciarla a la Democracia Cristiana…".

Llegamos a la base de la FACH en Santa Catalina. Un grupo de soldados aviadores dicen provocativamente: "¿Hasta cuándo cresta los oficiales tienen contemplaciones con esta mierda comunista? ¿Por qué no nos dejan que los matemos y termina esta huevada?". Nos llevan a un hangar, nos desnudan, nos revisan. Todos los bultos son abiertos otra vez. Nos quitan las piedras labradas, cuadernos, lápices, cartas personales, cordones de zapatos y de pasamontañas. Nos visten y nos pesan. Con toda la ropa que llevo, más un chaquetón de cuero y zapatos de seguridad industrial: 59 kilos. El día de mi detención pesaba 78. Nos suben al Hércules 130 que con tanto esfuerzo nuestro gobierno compró para sus paracaidistas. Instrucciones: "Prohibido hablar, moverse, mear y cagar". Nos sientan y nos amarran manos y pies. Nos apuntan. Y decolamos. Siento alegría y también sé que, como decía Enrique Kirberg, "algún día añoraremos la isla". Ahí aprendí muchas cosas, a amar la naturaleza, a recibir su información; a saber que el hombre siempre podrá sobreponerse a ella. Y sobreponerse a las adversidades. Y a mi memoria viene un sábado, allá en la COMPINGIN, en que un sargento de ejército nos sacó a un grupo: Hernán Soto, Ariel Tacchi, Patricio Guijón, Alfredo Joignant, el Puma Budnevich y yo, a buscar huevos de caiquén; de pronto, en unos acantilados, nos perdimos del sargento. Y viene una caravana militar con muchos jeeps; nosotros no éramos precisamente resistentes del maquis, aun cuando la escena era idéntica. Estábamos desarmados, y, estábamos fuera del campo y, en consecuencia, debían fusilarnos, aplicarnos la "ley de fuga". Pensamos que se trataba de una traidora y sucia maniobra del sargento; entonces nos escondimos en el acantilado entre los árboles. Pasaron, y a los diez minutos encontramos al sargento. Se había extraviado de buena fe. Era fácil adelantarse y perderse. También recuerdo los tres arcoiris juntos que vimos con José Tohá, y no como arcos sino como toda la mitad de una esfera. Y recuerdo cómo salió de la isla; débil, pero firme y con ánimo de lucha; dándonos aliento…


Juzgado Civil de Santiago ordena al Fisco indemnizar a víctima de torturas en centros de detención de Magallanes.

Fuente :diarioconstitucional.cl, 12 de Enero 2018

Categoría : Prensa

El Tribunal acogió la demanda tras establecer que los apremios que sufrió Osses Beltrán son crímenes de lesa humanidad y, por lo tanto, imprescriptibles en el ámbito civil y penal.

El Sexto Juzgado Civil de Santiago condenó al Estado de Chile a pagar una indemnización de $60.000.000 a Agneo José Osses Beltrán, víctima de apremios ilegítimos en los centros de detención de Bahía Catalina, la Base Aérea de la Fuerza Aérea en Punta Arenas y la Isla Dawson.

La sentencia sostiene que conforme lo asentado en el considerando inmediatamente anterior es menester apuntar que las normas de Derecho Internacional han establecido, como criterio general, que ante episodios en que se hayan cometido acciones descritas como de lesa humanidad por parte de un Estado, surge para las víctimas el derecho de solicitar al aparato estatal la investigación y sanción de los responsables de violaciones graves a los derechos humanos, como las anotadas anteriormente, todo ello por contravenir derechos inderogables reconocidos por el Derecho Internacional. Así, tenemos que el artículo 25 de la Convención Americana de Derechos Humanos, promulgado en Chile mediante el decreto N° 873 de fecha 5 de enero de 1991 -ratificado en octubre de 1990-, refiere que ‘Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales'”.

La resolución agrega que se observa que el artículo 1.1 de dicho Tratado, afirma, en relación a la obligación que deben cumplir los Estados a fin de permitir el acceso a la reparación íntegra de quienes han sido víctimas de atentados en contra de sus Derechos Humanos, que: ‘Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social'.

A continuación, el fallo señala que se encuentra el artículo 5 de dicho cuerpo normativo, que protege la integridad personal de las personas, en donde se indica que: ‘1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral. 2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano'.

Finalmente, la sentencia concluye que de la referida regulación internacional que reciben los hechos sobre los que reposa la pretensión indemnizatoria de marras y por el carácter vejatorio de la dignidad humana que éstos revisten, en donde se anula toda posibilidad del reconocimiento de los derechos y libertades que le concernían a la víctima, puede concluirse que la entidad y naturaleza de éstos no presenta equivalencia con los que el derecho privado considera como sucesos ilícitos, esto es, los primeros, como se dijo, son denuestos físicos y morales en contra de los Derechos Humanos y que son crímenes internacionales que tienen una regulación supraconstitucional -normas integradas, como se dijo, a nuestra legislación- y los segundos provienen de la vulneración ya del incumplimiento de un deber contractual ya de un ilícito civil doloso o negligente, cuyo estatuto legal debe regirse por normas de derecho común.


Suprema ordena pagar $4.500 millones a 30 ex prisioneros de Isla Dawson

Fuente :24horas.cl, 15 de Septiembre 2015

Categoría : Prensa

El fallo atiende "la gravedad de las violaciones a los derechos humanos a que fueron sometidos los demandantes, que incluye el tiempo que estuvieron prisioneros, el dolor y aflicción que se les provocó, el inconmensurable daño moral producto de su reclusión ilegal en una isla del fin del mundo, los maltratos y la agonía de la incertidumbre de su propia existencia".

La Segunda Sala de la Corte Suprema ordenó al Fisco pagar una indemnización de cuatro mil quinientos millones de pesos a un grupo de 30 prisioneros de Isla Dawson detenidos en ese lugar a partir de septiembre de 1973. La sentencia determina que hubo responsabilidad del Estado en los daños físicos y psicológicos que sufrieron los ex prisioneros y que constituyen un menoscabo hasta hoy.

El fallo, fechado el 14 de septiembre, fue dictado por los ministros Milton Juica, Hugo Dolmestch, Carlos Künsemüller, Haroldo Brito y el abogado integrante Jaime Rodríguez. En parte de él se justifica la indemnización otorgada "atendida la gravedad de las violaciones a los derechos humanos a que fueron sometidos los demandantes, que incluye el tiempo que estuvieron prisioneros, al punto de ser reconocidos como víctimas del Estado chileno en el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, el dolor y aflicción que se les provocó, no solo físico e  inmediato sino causante de un estado de vulnerabilidad con efectos permanentes (…) el inconmensurable daño moral producto de su reclusión ilegal en una isla del fin del mundo, los maltratos y la agonía de la incertidumbre de su propia existencia".

La Suprema confirmó así un fallo anterior dictado por la Corte de Apelaciones, que a su vez había acogido una sentencia previa del 18º Juzgado Civil de Santiago, que en 2013 falló a favor parcialmente la demanda presentada en contra del Fisco de Chile y lo condenó a pagar a cada uno de los 30 demandantes, a título de resarcimiento por el daño moral padecido, la cantidad única de ciento cincuenta millones de pesos.

La sentencia del tribunal de alzada fue objeto de un recurso de casación por parte del Fisco, que ahora fue desestimado por el máximo tribunal, que ordenó pagar a los demandantes la millonaria suma.

En su fallo, el máximo tribunal indica que no corresponde la prescripción civil que alega el Consejo de Defensa del Estado en este caso, pues se trata de crímenes de Lesa Humanidad.

Tampoco consideró -como alegaba el CDE- que las víctimas ya hubieran sido objeto de una reparación gracias a la llamada Ley Valech. "Efectivamente se han efectuado por el Estado chileno variados esfuerzos, una vez finalizado el régimen autoritario, de compensación de los perjuicios, mediante pensiones asistenciales y simbólicas a todos aquellos comprometidos en similares apremios de los actores, reparaciones que han tenido un carácter general en procura de una solución uniforme y abstracta, más sin considerar las circunstancias específicas y peculiares de cada ser humano víctima de coerciones ilegítimas en dicho período", señala el fallo de la Suprema.

Las 30 víctimas y sus historias

El fallo del Juzgado Civil incluye respecto de cada uno de los demandantes, los hechos constitutivos de las violaciones a los derechos humanos, y el tiempo y el lugar en el cual éstos se llevaron a cabo.

1. Custodio Aguilar Oyarzún, fue secuestrado desde su domicilio el 12 de septiembre de 1973 por efectivos del Regimiento Pudeto y confinado al centro de detención de prisioneros Gimnasio del Regimiento Pudeto, siendo trasladado a fines de diciembre de 1973 al campo de concentración Río Chico en Isla Dawson.

Expone que el demandante fue torturado en el Palacio de la Risa, siendo sometido en Isla Dawson al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración. Además, fue procesado en el segundo consejo de guerra contra el Partido Socialista en Magallanes en Septiembre de 1974, siendo sentenciado a 10 años y un día en el consejo de guerra rol 21-73 de Punta Arenas, por lo que quedó cumpliendo sentencia en la cárcel de Punta Arenas, siendo puesto en libertad condicional el 4 de Noviembre de 1977.

Sus secuelas incluyen hipertensión arterial, nerviosismo, pesadillas, intranquilidad, inseguridad, insomnio e irritabilidad. Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 25990.

2. Gastón René Arias Muñoz, quien expresa que al 11 de septiembre de 1973, cursaba su último año en la carrera de Ingeniería en ejecución en la Universidad Técnica del Estado con sede en Punta Arenas. Agrega, que fue secuestrado el día 21 de septiembre de 1973, mientras conducía su automóvil, por efectivos militares fuertemente armados que se desplazaban en un bus de la Fach, desde donde fue trasladado al campo de detención clandestino de la Fuerza Aérea de Chile ubicado en Bahía Catalina, donde fue interrogado y torturado, comunicándosele que era prisionero de guerra, siendo llevado en varias ocasiones al Palacio de la Risa para ser torturado.

A fines de diciembre de 1973 fue trasladado a Isla Dawson, campamento de Río Chico, donde fue asignado a la barraca Bravo, permaneciendo allí por algunos meses. Añade, que posteriormente fue trasladado al Regimiento Cochrane en espera a ser sometido a Consejo de Guerra, siendo procesado bajo el rol 23-73 de Punta Arenas y condenado el 27 de marzo de 1974 a 3 años de presidio menor en grado menor a grado medio, volviendo a la barraca Remo en Isla Dawson. A finales de septiembre de 1974 fue trasladado a cumplir condena a la cárcel pública de Punta Arenas hasta el 27 de noviembre de 1975, día en que salió en libertad condicional.

Refiere que salió al exilio voluntario a Australia, donde estuvo en tratamiento psicológico por más de un año por depresión y stress post traumático causado por la prisión política, trabajos forzados y torturas. Dentro de sus secuelas se encuentran: falta de concentración, aprendizaje, pesadillas y dificultad para reintegrarse a la vida laboral. Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 1.965

3. Jorge Alberto Arriagada Contreras, fue secuestrado el 12 de septiembre de 1973 por personal de la infantería de marina y llevado al barco destructor Serrano, siendo enviado ese mismo día al campo de concentración Comnpigim en Isla Dawson. En octubre es trasladado al regimiento blindado en Ojo Bueno, donde es encerrado en un container con otros 10 prisioneros por 2 semanas, luego de lo cual son recluidos en un pabellón militar. Posteriormente a mediados de diciembre es trasladado al Gimnasio del Regimiento Pudeto y el 20 de diciembre es trasladado al Estadio Fiscal, siendo enviado al campo río chico de isla Dawson a mediados de enero de 1974.

Indica que fue procesado en consejo de guerra rol número 23-73 de Punta Arenas, siendo sentenciado el 27 de marzo de 1974 a 12 años de presidio mayor. Agrega, que en abril de 1974 fue trasladado  al Campo de concentración Río Chico, donde fue destinado a la Barraca Remo. Añade que en Dawson fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración Río Chico.

Expone que durante su secuestro y prisión política se le aplicaron torturas físicas y psíquicas en diferentes centros clandestinos, las cuales incluyeron golpes corporales, aplicación de corrientes en diferentes partes del cuerpo, posturas forzadas del cuerpo, falsos fusilamientos, amenazas, privación del sueño, privación de alimentos e incomunicación. Agrega, que al cerrarse el campo de concentración Río Chico el 26 de septiembre de 1974 fue trasladado a la Cárcel Pública de Punta Arenas donde fue recluido hasta el 26 de Noviembre de 1976 cuando es trasladado a la cárcel Capuchinos en Santiago, siendo exiliado a Finlandia el 11 de enero de 1977.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 2056.

4. Héctor Edgardo Aviles Venegas, dibujante técnico, se desempeñaba en el Ministerio de Obras Públicas en el año 1973. Fue secuestrado por 4 civiles no identificados, armados y en un vehículo robado de ENAP, por orden emitida por el capitán de infantería de marina Carlos Parra, el día 20 de septiembre de 1973 desde su oficina en la Dirección de Obras Portuarias en Punta Arenas. Añade que el pretexto para su detención fue haber recibido un cargamento de 16.000 fusiles, traídos en una goleta cubana a las costas del seno de Última Esperanza, por ser parte de un supuesto Plan Zeta, siendo trasladado al Regimiento de Infantería de la marina Cochrane, donde sufrió torturas físicas y psicológicas, siendo torturado brutalmente durante 2 días por dos escuadras de infantes de marina que se turnaban en esas tareas, siendo recluido en el Galpón del Cochrane.

Dice que fue llevado a sesiones de interrogaciones y torturas al Palacio de las Sonrisas, a la Casa del Deportista, a la Casona, al Regimiento de Telecomunicaciones y a una casa particular en la Población Playa Norte de Punta Arenas.

Sus secuelas físicas por efectos de la tortura son: varias fracturas y dislocaciones de huesos; músculos y tendones desgarrados; tendón del hombro izquierdo; brazo derecho operado en 2006, otros tendones tratados anteriormente con operaciones o inyecciones de cortisona; dos orificios en el cráneo hechos con tornillos para aplicar corriente eléctrica; úlcera gástrica tratada varias veces; vista deteriorada después de quemarle las cejas y pestañas con encendedores; dentadura gravemente dañada; pérdida de molares y premolares; fractura en distintos grados de 5 vértebras cervicales (3, 4, 5, 6 y 7) y de discos intermedios, tres de ellos gravemente dañados lo que es un peligro permanente; quemaduras con corriente eléctrica en las fosas nasales, dañando órganos internos; desviación de tabiques nasales, lo que impide una respiración normal; problemas en los oídos. Además de ello, sufrió la pérdida y confiscación de numerosos bienes materiales, incluyendo retiro de fondos de previsión, fondos depositados en cuentas de ahorro, mientras alguien continuaba cobrando su sueldo mientras estaba en la prisión y el automóvil que llegaba desde Alemania fue retirado por alguien desde la aduana.

Fue procesado en el Primer Consejo de Guerra de la provincia de Magallanes bajo el rol 4-73 de Punta Arenas contra militantes del partido socialista, siendo sentenciado el 26 de noviembre de 1973 a cadena perpetua con penas accesorias de inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos  y derechos políticos por el tiempo de vida.

Expresa, que luego de ser condenado y pasar por varios centro de detención fue enviado a Isla Dawson a la Barraca Remo, donde fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración Río Chico. Fue expulsado a Canadá el 25 de mayo de 1976 con pasaporte con la letra L y le fue prohibido ingresar al país hasta 1987.

Su registro como víctima de prisión política y torturas del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 2354.

5. Eleuterio Barra Maldonado fue secuestrado el 8 de octubre de 1973 en su lugar de trabajo por efectivos civiles de la armada de Chile, siendo trasladado al campo de prisioneros del regimiento Cochrane, donde fue incomunicado.

Dice que a fines de 19731 fue trasladado a Isla Dawson, Campamento de Río Chico, desde donde fue trasladado al Regimiento Pudeto, Estadio Fiscal, Penitenciaría de Santiago y a la Cárcel de Buin. Añade que en Isla Dawson fue sometido al régimen sistematizados de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración Río Chico.

Señala que quedó con secuelas tanto físicas como síquicas debido a las torturas, trabajos forzados y prisión política a la que fue sometido. Debido a los golpes recibidos en la cabeza sufre desprendimiento de retina y constantes dolores de cabeza; retención de orina por los golpes de corriente aplicados en los testículos. Sus secuelas psicológicas son pérdida de memoria, tics nerviosos y constantes pesadillas que le impiden conciliar el sueño.

Indica que fue procesado por el consejo de guerra rol Nº 23-73 de Punta Arenas, siendo sentenciado el 17 de marzo de 1974 a 4 años de presidio menor, permaneciendo en prisión por un período de 2 años un mes y 21 días, antes de ser puesto en libertad condicional. Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 2619.

6. Aladino Octavio Coihuin Coihuin fue secuestrado el 21 de noviembre de 1973 en su domicilio particular por agentes del Servicio de Inteligencia Militar por ser miembro del Partido Comunista, siendo trasladado al Regimiento de Infantería Cochrane donde permaneció hasta el día 20 de diciembre de 1973. Hace presente que el día 21 de diciembre de 1973 fue trasladado hasta el campo de concentración Río Chico en Isla Dawson y posteriormente fue enviado al Estadio Fiscal y finalmente a la cárcel pública de Punta Arenas.

Manifiesta que durante su secuestro sufrió torturas físicas y psicológicas en el Regimiento Cochrane, en el Palacio de la Risa y en el Estadio Fiscal. En Isla Dawson fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas, centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración, las cuales le dejaron secuelas en el hombro izquierdo, el que fue gravemente lesionado, además de la pérdida parcial de memoria y pesadillas que no lo dejaban conciliar el sueño. Añade que fue condenado a 5 años de prisión en el Consejo de Guerra ron Nº 30-74, sentencia emitida el 8 de octubre de 1974, permaneciendo privado de libertad durante 2 años un mes y nueve días, saliendo en libertad en Noviembre de 1978. Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 5959.

7. José Edinson Díaz Catelicán fue secuestrado el día 29 de septiembre de 1973 desde su domicilio, en la noche, por varios agentes de inteligencia del Ejército de Punta Arenas, quienes se encontraban de civil en un operativo militar. Agrega que al momento del secuestro era menor de edad, pues tenía 17 años y era estudiante secundario de la Escuela Industrial de Punta Arenas al tiempo de su aprehensión.

Expresa que fue trasladado esposado y vendado en auto station wagon rojo con negro donde lo empezaron a torturar con golpes, puñetes y patadas, después de lo cual fue llevado al Palacio de las Sonrisas, siendo trasladado, al otro día, al Centro Prisión del Gimnasio del Regimiento Pudeto en Punta Arenas. Agrega que fue trasladado en varias oportunidades a diversos interrogatorios, dejándolo incomunicado por tres días.

Refiere que las torturas incluyeron pateaduras, golpizas, aplicación de corriente eléctrica, falsos fusilamientos, rapamiento de cabeza y amenazas de continuación de las torturas y amenazas de muerte. Añade que a principios de octubre de 1973 fue desnudado y brutalmente golpeado con un tonto de goma, con patadas, puñetes y azotados contra las murallas. Posteriormente fueron dejados ensangrentados contra una pared por 12 horas, sin recibir atención médica alguna por las heridas, hechos que fueron denunciados a la Cruz Roja Internacional por el propio demandante cuando ésta institución descubrió el campo clandestino y visitó a los prisioneros en el Gimnasio del Regimiento Pudeto en Diciembre de 1973.

Aclara que estuvo confinado de Isla Dawson desde el 22 de diciembre de 1973 hasta mediados de marzo de 1974, donde fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración. Sostiene que nunca fue llevado a consejo de guerra ni a otro tribunal, ni tampoco se le formularon cargos de ninguna índole. Agrega que nunca pudo continuar sus estudios, buscando refugio en Argentina en Junio de 1974 para evitar la continua vigilancia de los servicios de inteligencia militar, y para salvaguardar su integridad física, estando exiliado en dicho país hasta 1983. Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 7145.

8. Atilio Encina Figueroa, al ser secuestrado el 13 de septiembre de 1973 era Jefe de operaciones del puerto de Punta Arenas, por lo que era funcionario de la Empresa Portuaria de Chile. Expone que fue secuestrado por un piquete de marinos armados al mando de un alto oficial de la armada, por su militancia en el Partido Socialista, siendo llevado a la Tercera zona naval de Magallanes, quedando incomunicado durante el día.

Explica que en la tarde de ese día fue llevado al Regimiento Cochrane en Punta Arenas donde fue recluido en el Galpón del Cochrane donde estuvo hasta el día 19 de diciembre de 1973 cuando fue trasladado al campo de concentración Río Chico de la Isla Dawson, donde fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en dicho campo.

Dice que en marzo de 1974 fue trasladado de vuelta a Punta Arenas y dejado en libertad condicional, firmando dos veces por semana en la comisaría de Punta Arenas, siendo dejado en libertad incondicional a fines de julio de 1974. Añade que el 1975 se exilia en la ciudad de Río Gallegos de la República Argentina, acogiéndose a los beneficios del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), regresando a Chile con ayuda de la ACNUR en 1992.

Señala que durante su secuestro y prisión política se le aplicaron torturas físicas y psicológicas en centros clandestinos de detención, principalmente en el Regimiento Cochrane y en el Palacio de las Sonrisas, las que incluyeron golpes corporales, aplicación de corriente eléctrica en diferentes partes del cuerpo, amenazas, privación de sueño, de alimentos e incomunicación, sufriendo secuelas tanto físicas como psíquicas debido a las torturas, trabajos forzados y prisión política a la que fue sometido. Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 7704.

9. Ramón Fernando Enríquez Rosas, fue secuestrado el día 16 de octubre de 1973, a los 17 años de edad, mientras asistía a clases en el Liceo de Hombres Luis Alberto Barrera de Punta Arenas, por un grupo de civiles, efectivos de la Fach, dirigidos por el sub teniente Héctor Barrientos.

Indica que se le condujo en una camioneta tipo Van de color azul, donde se le sentó en el suelo al fondo del vehículo donde inmediatamente fue vendado en los ojos y comenzó a recibir en cabeza y espaldas, golpes de puño mientras se le preguntaba acerca de su militancia política y si sabía de armas escondidas. Agrega que después de un recorrido de unos 20 a 30 minutos, durante los cuales lo continuaron golpeando e insultando, fue conminado a bajarse del vehículo, indicándole que en ese lugar sería fusilado. Al bajar lo rodearon varias personas que lo apuntaban con armas y lo empujaban, exigiéndole correr a pesar de la venda mientras continuaban los golpes. A continuación, hace presente que lo llevaron a una casa y en una habitación se le ordenó sentarse en el suelo, retirándole la venda, constatando que se encontraba en la Base Bahía Catalina de la Fuerza Aérea.

Manifiesta que posteriormente se le condujo a la habitación contigua, se le ordenó desvestirse y fue maniatado en la espalda y dos personas encapuchadas vestidas con uniforme militar comenzaron a darle golpes con correas, manos y pies, mientras dos oficiales de la fuerza aérea le preguntaban acerca de su militancia política, si sabía donde había armas escondidas y por una lista de seis o siete nombres de personas. A la mañana subsiguiente fue conducido a un contenedor que estaba a pocos metros de la casa, donde había unas 30 personas detenidas. Agrega que un día sábado fue llevado vendado junto a otros presos, al Palacio de la Risa, donde durante todo el día fue sometido a golpizas, aplicación de electricidad en diferentes partes del cuerpo e insultos, mientras se le hacían las mismas preguntas de los interrogatorios anteriores.

Expresa que a mediados de Noviembre fue llevado a Isla Dawson, donde estuvo en la Barraca Bravo, siendo constantemente sometido a aporreos, los cuales consistían en obligarlos a practicar ejercicios y carreras intensamente hasta quedar extenuados, a lo que muchas veces eran obligados con golpes de puño y de pie. Añade que se le exigían diferentes trabajos: instalar pavimentos de piedra, instalación de postes telefónicos, cortar árboles para vigas de madera o para leña, traslado de vigas y leña desde el bosque al campamento.

Refiere que fue dejado en libertad condicional el día 16 de septiembre de 1974, nunca se le formularon cargos en su contra ni fue llevado a juicio alguno, siendo dejado en libertad incondicional en diciembre de 1974.

10. Gerónimo España Bórquez fue secuestrado el día 16 de octubre de 1973 en Armando Sanhueza Nº 2401 por personal civil, miembros del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea. El motivo de su secuestro fue que era dirigente de la seccional Pedro Saldivia del Partido Socialista de Punta Arenas. Fue recluido en el Gimnasio del Regimiento Pudeto, siendo trasladado el 21 de diciembre de 1973 al campamento Río Chico en Isla Dawson. Agrega que recibió torturas físicas y psicológicas, incluyendo golpes, aplicación de corriente eléctrica en los oídos, simulacros de fusilamiento.

Aclara que fue torturado principalmente en Colón Nº 636, en el Palacio de las Sonrisas y en el Regimiento Pudeto. Fue procesado en el Consejo de Guerra de Punta Arenas rol Nº 21-73 contra Ángel Aburto y otros, siendo sentenciado a 541 días de presidio menor, saliendo en libertad condicional el día 11 de octubre de 1974, durando su prisión política 360 días. Añade que después de 3 años de estar firmando en el Patronato de reos de Punta Arenas queda en libertad el año 1977.

Sufre secuelas tanto físicas como psíquicas debido a las torturas, trabajos forzados y prisión política a la que fue sometido durante la dictadura militar.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 7853.

11. Juan Rubi Eterovich Kusmanic fue secuestrado el 17 de octubre de 1973 por una escuadra de soldados. Al momento de su secuestro era profesor de la Escuela Industrial de Punta Arenas. La razón de su secuestro fue su militancia en el Partido Comunista, siendo llevado al Regimiento Cochrane donde estuvo incomunicado durante 6 días, donde posteriormente fue recluido en el Galpón Cochrane.

Refiere que fue procesado en el Consejo de Guerra rol Nº 23-73 de Punta Arenas contra Arizaga y otros, donde fue sentenciado el 27 de marzo de 1974 a 4 años de presidio menor, trasladándolo en abril de 1974 al Campo de Concentración Río Chico, donde fue destinado a la Barraca Remo. Agrega que en Isla Dawson fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados  implementados en el campo de concentración Río Chico.

Sostiene que durante su secuestro se le aplicaron torturas físicas y psíquicas en diferentes centros clandestinos, las que incluyeron golpes corporales, aplicación de corriente eléctrica en diferentes partes del cuerpo, posturas forzadas del cuerpo, falsos fusilamientos, amenazas, privación de sueño y de alimentos.

Expone que el 26 de septiembre de 1974 al cerrarse el campo de concentración Río Chico, fue trasladado hasta la cárcel pública de Punta Arenas donde permaneció recluido hasta octubre de 1976. Añade que permaneció en prisión por un período de 3 años, desde el 17 de noviembre de 1973 al 11 de noviembre de 1976, antes de ser exiliado a Yugoslavia.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 2619.

12. Baldovino Erasmo Gómez Alba, fue secuestrado el 11 de septiembre de 1973 por una patrulla del regimiento Caupolicán de Porvenir por ser militante del Partido Socialista. Fue detenido en su lugar de trabajo la Escuela Rural Mixta Nº 4 de Cerro Sombrero, Isla Tierra del Fuego, donde se desempeñaba en el cargo de Inspector de Internado.

Explica que estuvo detenido en la Tenencia de Carabineros de Cerro Sombrero, en el Regimiento Pudeto de Punta Arenas, en el campo de concentración Río Chico de la Isla Dawson, donde permaneció en la Barraca Charlie desde el 21 de Diciembre de 1973 al 26 de junio de 1974, en el campo de prisioneros Galpón del Cochrane y en el campo de prisioneros del Estadio Fiscal de Punta Arenas.

Dice que durante su secuestro sufrió torturas, apremios físicos y psicológicos en el Regimiento Pudeto, en el Palacio de la Risa, en la casa del deportista y en el campo de prisioneros del Estadio Fiscal de Punta Arenas. Añade que entre las torturas que se le aplicaron destacan golpes en todas las partes del cuerpo, aplicación de corriente eléctrica, amenazas permanentes, posturas forzadas del cuerpo, colgamientos, pasar sin alimentos días enteros, falsos fusilamientos, inmersiones en agua, procedimientos de torturas por asfixia con distintos métodos y privación de sueño, indicando que durante éstas sesiones siempre lo mantenían vendado y desnudo, especificando que en Isla Dawson fue sometido a un régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración.

Señala que el daño causado no sólo se refiere a la detención y tortura prolongada, sin proceso o cargo alguno, sino también la pérdida de su trabajo, haber estado cesante hasta diciembre de 1981, el hurto o robo de todas sus cosas: ropa, muebles, biblioteca, discos y dinero. Añade que estuvo incomunicado de su familia desde el 11 de septiembre de 1973 hasta fines de junio de 1975, permaneciendo secuestrado 1 año y 19 días, saliendo en libertad condicional el 20 de septiembre de 1974.

Hace presente que como consecuencia de las torturas a las que fue sometido sufrió fractura de mandíbula, hipertensión arterial y como efectos psicológicos sufre stress post traumático, irritabilidad e inseguridad.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 9939.

13. Ramón Arnaldo Gómez Roldán, fue secuestrado el 19 de septiembre de 1973 por los infantes de marina de la Tercera Zonal Naval, quien al momento de su secuestro contaba con 18 años de edad, por lo que era menor de edad y estudiante de enseñanza media. El argumento para su secuestro fue ser dirigente estudiantil de la enseñanza media y militante de la Juventudes Comunistas, siendo recluido en el Regimiento Cochrane. Posteriormente, el 21 de diciembre de 1973, fue trasladado al Estadio Fiscal de Punta Arenas donde permaneció hasta el 21 de enero de 1974, cuando fue trasladado a Isla Dawson Campamento Río Chico, donde previos traslados, estuvo hasta junio de 1974, siendo nuevamente trasladado al Regimiento Cochrane.

Manifiesta que durante su secuestro sufrió de torturas, apremios físicos y psíquicos en diversos lugares como el Estadio Fiscal, la casa del deportista y el palacio de la risa. Agrega que entre las torturas que le aplicaron se incluyen golpes, patadas, culetazos, corriente eléctrica y quemaduras, además de torturarlo con perros amaestrados.

Expresa que entre sus secuelas se encuentran la pérdida de parcial de la visión como producto de los golpees recibidos y por el desprendimiento de la retina del ojo izquierdo, además padece de constantes pesadillas en las noches.

Refiere que fue sometido a un consejo de guerra rol 30/74 TG Consejo de Guerra de Punta Arenas, donde fue condenado el 8 de octubre de 1974 a las penas de 60 y 61 días, saliendo en libertad el 10 de octubre de 1974, permaneciendo secuestrado por espacio de un año y 21 días.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 10.027.

14. Sergio Miguel Patricio Loguercio Cruzat, fue secuestrado el día 8 de octubre de 1973 en Puerto Porvenir en un operativo montado por efectivos del ejército y carabineros de Chile, en momentos en que se encontraba almorzando en hotel del pueblo. Añade que fue detenido por carabineros y golpeado ante todos los presentes en el comedor, saliendo inconsciente del lugar, recuperando el conocimiento en un calabozo de la cárcel pública de Puerto Porvenir, siendo el motivo de su detención ser dirigente estudiantil y dirigente del comité regional de la Juventud Socialista.

Indica que durante su secuestro fue sometido a torturas físicas y psicológicas, siendo trasladado en mal estado el día 9 de octubre al Regimiento Caupolicán de Puerto Porvenir, donde se le retiraron su reloj, documentos y dinero que portaba sin serle devueltos jamás. Agrega que en ese lugar fue sometido a nuevas torturas, que consistían también en golpes, se le aplicó el teléfono, comenzando a sangrar por su oído izquierdo, torturas que se le efectuaban en una sala manchada con sangre y a la que los militares llamaban el Pabellón español, donde estuvo incomunicado por dos días sin comida ni agua. Posteriormente fue trasladado a una pequeña sala donde habían aproximadamente 8 prisioneros, quienes trabajaban cavando un gran pozo, donde lo llevaron, entregándole una pala para que trabajara junto a los demás  en lo que sería su tumba. Agrega que por su estado no podía levantar la pala, pues tenía varios dedos quebrados y dolor en todo su cuerpo, por lo que fue sacado nuevamente por un  militar, quien lo trasladó nuevamente al pabellón español para reiniciar el mismo tratamiento con las mismas preguntas, por lo que alno responderlas, fue sometido a un simulacro de fuga, llevándolo a unos 100 metros de las construcciones, donde comenzaron a dispararle, arrodillándose y tapándose la cara, esperando largo tiempo a que uno de esos proyectiles acabara con su vida,

Expone que fue trasladado el 15 de octubre aproximadamente, esposado en un avión de la fuerza aérea a Punta Arenas y conducido al regimiento Pudeto, desde donde fue trasladado al Palacio de las Sonrisas, donde fue vendado y sometido a torturas mucho más refinadas como el submarino, hipnosis, le introdujeron agua por las narices, fue obligado a beber orina de sus torturadores, metieron su cabeza en las letrinas del local, lo ataron a una camilla metálica conectándole electrodos en los lóbulos de las orejas, tetillas, manos, genitales, pies y le introdujeron un trozo de fierro en la boca, comenzando posteriormente con las descargas eléctricas, tratamientos que se repitieron varias veces, con alguna variaciones, como meterlo en el estrecho de Magallanes desnudo, mientras le disparaban; simulacros de fusilamientos en varias oportunidades; permanecer vendado y amarrado por muchas horas; le inyectaron pentotal despertando una vez en el Hospital Naval; lo colgaron de un árbol en un lugar de campo que no está en condiciones de describir.

Sostiene que el 21 de diciembre la gran mayoría de los secuestrados en el Regimiento Pudeto fueron trasladados a Isla Dawson, dejándolo en Punta Arenas entre los autodenominados “Los 13 juramentados”, quienes fueron trasladados a un container metálico donde permanecieron hasta que fueron trasladados al Estadio Fiscal de Punta Arenas, lugar donde fueron recibidos por el Grupo Tigre y sometidos a una escuadra de fierro, que consistía en un maltrato colectivo con golpes de fusiles, patadas y manos durante varias horas, hasta que los introdujeron en un camarín desnudos, obligándolos a ducharse sólo con agua caliente, luego de lo cual los obligaron a formarse fuera, entregándoles una sigla que pasaría a reemplazar su identidad.

            Explica que además fue torturado en la casa del deportista donde le quebraron el pecho, dejándolo botado en una cuneta en la puerta de entrada del Estadio, lugar al cual el Grupo Tigre le negaba la entrada por encontrarse en malas condiciones, siendo trasladado a su cama por algunos compañeros, después de varias horas, quienes le brindaron atenciones. Añade, que posteriormente fue trasladado a Isla Dawson, donde fue destinado a la Barraca Bravo, donde fue sometido a trabajos forzados, como acarreo de troncos y vigas desde los cerros adyacentes hasta el campamento Río Chico.

            Señala que sufre secuelas físicas y psíquicas, como la pérdida parcial de la audición de un oído, deformación de la clavícula y por la fractura de clavícula y dedos aún sufre dolores. Agrega, que todas estas secuelas fueron constatadas por el prestigioso centro de rehabilitación para las víctimas de la tortura en Copenhagen RCT. Añade que como secuelas psíquicas puede destacar la dificultad para conciliar el sueño y las constantes pesadillas con las sesiones de tortura, irritabilidad, falta de concentración, las cuales se manifestaron con mucha fuerza aproximadamente a los 8 años después de sufrir la tortura, lo que se aminoró después de recibir tratamiento profesional, sin que dichas secuelas hayan desaparecido.

Dice que Miguel Loguercio fue trasladado al Estadio Fiscal  y sometido a un consejo de guerra rol 21-73 y condenado a un año de presidio menor, quedando en libertad condicional el 10 de octubre de 1974. En enero de 1975 viaja a Santiago y comienza a realizar trámites para la obtención de documentos  y pasaporte y donde se le comunica que su proceso se había reabierto  y estaba ordenada su captura, saliendo al exilio a Dinamarca, donde aún vive.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 13.330.

15. Renato Fernando Mora Andrade fue arrestado el día 20 de septiembre por efectivos de los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas de civil, donde fue esposado, subido a un furgón y conducido a la base aérea de Bahía Catalina, donde los agentes lo incomunicaron en una pieza donde habían unas veinte personas. Indica, que estuvo allí como una semana para luego ser trasladado a un galpón de madera sin ventanas, llegando a aumentar a cuarenta personas, lugar donde fue torturado con golpes de laques, patadas y asfixia, apretándole un saco de dormir a la altura del cuello.

Hace presente que a fines de octubre o comienzos del mes de noviembre de 1973 fue trasladado al Estadio Fiscal de Punta Arenas, siendo torturado en el Palacio de las Sonrisas el 25 de Noviembre de dicho año.

Manifiesta que a finales de diciembre de 1973 fue trasladado al campamento Río Chico en la Isla Dawson, donde fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración. Tiene secuelas tanto físicas como psíquicas de las torturas, trabajos forzados y prisión política a que fue sometido durante la dictadura, siendo puesto en libertad el día 20 de septiembre de 1974.

16. Alejandro Lorenzo Olate Levet fue secuestrado desde su domicilio por efectivos del servicio de inteligencia de la Fuerza Aérea, siendo trasladado y recluido en el Regimiento Pudeto de Punta Arenas. Añade, que al momento de su detención tenía 17 años, era menor de edad y estudiante de enseñanza media. La justificación a su secuestro fue que era militante de la Juventud Socialista.

Expresa que estuvo incomunicado una semana, y durante su secuestro sufrió torturas y apremios corporales, golpes, corriente eléctrica, posturas forzadas de cuerpo, falsos fusilamientos, privación del sueño; torturas que fueron practicadas principalmente en los centros clandestinos de tortura el Palacio de las Sonrisas y la Casa del deportista. Agrega que fue procesado en el primer consejo de guerra de la provincia de Magallanes que se realizó el 21 de noviembre de 1973, bajo el rol 4-73 de Punta Arenas contra militantes del Partido Socialista.

Refiere que fue condenado a 5 años y un día de reclusión mayor en su grado mínimo, incluyendo la inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos. Añade que a fines de diciembre de 1973 fue trasladado al Regimiento Rene Schneider en Ojo Bueno, siendo trasladado después al Regimiento Pudeto, y luego a la Isla Dawson donde fue recluido en la Barraca Remo del campo de concentración Río Chico, donde permaneció desde el 1 de febrero de 1974 al 26 de septiembre de 1974, cuando se cierra dicho campo de concentración, lugar en el que fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración, siendo trasladado a la Cárcel Pública de Punta Arenas y puesto en libertad condicional el día 25 de febrero de 1975.

Expone que sus secuelas son tanto físicas como psíquicas debido a las torturas, trabajos forzados y prisión política a que fue sometido durante la dictadura.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 17.097.

17. Lorenzo Santiago Oyarzo Placencia, fue secuestrado desde su domicilio particular el 26 de octubre de 1973 por agentes del servicio de inteligencia de la fuerza aérea, siendo confinado al gimnasio del Regimiento Pudeto, argumentándose que era dirigente estudiantil de la enseñanza media y militante de la Juventud Socialista. Posteriormente, expresa, fue trasladado al Estadio Fiscal, Isla Dawson y Regimiento Cochrane. Agrega que en Isla Dawson fue sometido al régimen sistematizado de torturas físicas y psicológicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración, sufriendo múltiples apremios corporales, golpes, corriente eléctrica, posturas forzadas del cuerpo, falsos fusilamientos, amenazas, obligado a presenciar torturas de otros compañeros, privación del sueño, torturas que fueron practicadas en los centros clandestinos de tortura el Palacio de las Sonrisas y la Casa del deportista, quedando con secuelas físicas en los brazos que lo obligaron a operarse de un brazo debido a los golpes y torturas que recibió.

Señala que fue procesado en el Segundo Consejo de Guerra contra el Partido Socialista en Magallanes en Septiembre de 1974, siendo sentenciado a 5 años de relegación en Chaitén en el Consejo de Guerra rol 21-73 de Punta Arenas.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 17.831.

18. Manuel Ernesto Parada Soto fue secuestrado llamado por un bando militar a presentarse a la Armada, son de una vez allí fue secuestrado por los efectivos de inteligencia naval y recluido en el Regimiento Cochrane, argumentándose que era dirigente estudiantil universitario y militante de las Juventudes Comunistas. Indica que en el Cochrane fue torturado por infantes de marina, quienes utilizaban perros amaestrados en las torturas. Posteriormente, añade, fue torturado en el Palacio de las Sonrisas, donde se incluyen golpes, patadas, culetazos, corriente eléctrica, posiciones forzadas, privación de dormir, disparos e incomunicación, sufriendo secuelas físicas y psíquicas hasta el día de hoy.

Dice que el 21 de diciembre de 1973 fue trasladado al campo de concentración Río Chico en Isla Dawson, donde fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración. En Junio y en Agosto de 1974, fue trasladado al Estadio Fiscal y al Regimiento Cochrane para ser llevado al Consejo de Guerra Nº 30-74 TG de Punta Arenas, donde fue condenado el 8 de octubre de 1974 a 3 años y un día de presidio, saliendo en libertad condicional el 27 de noviembre de 1975.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 18.164.

19. Dante Manuel Panicucci Bianchi, fue llamado en un bando militar a presentarse ante las autoridades militares, lo cual realizó con fecha 13 de septiembre de 1973 en el Regimiento Pudeto de Punta Arenas, desde donde fue secuestrado y recluido en el centro de detención del Gimnasio de dicho regimiento. Añade, que al momento del golpe era funcionario del Servicio Agrícola Ganadero, siendo el motivo de su secuestro el hecho de que era militante del Partido Socialista e Interventor, nombrado por el Gobierno de la Unidad Popular.

            Sostiene que a fines de 1973 fue trasladado al Estadio Fiscal, desde donde lo envían a Isla Dawson, lugar en el cual fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración. En septiembre de 1974, explica, fue trasladado al Regimiento Cochrane, donde fue puesto en libertad el 16 de septiembre de dicho año.

            Durante su secuestro, refiere que sufrió torturas, incluyendo apremios físicos y psicológicos, las cuales incluyeron incomunicación, golpes corporales, aplicación de corriente eléctrica, quemaduras, posturas forzadas de cuerpo, falso fusilamiento, amenazas, obligación de presenciar torturas a otros, supresión de medicinas y tratamiento médico, privación del sueño, de funciones fisiológicas y de respiración, torturas que fueron perpetradas en el Palacio de las Sonrisas, en la Casa del Deportista y en el Estadio Fiscal.

Sus secuelas físicas incluyen tres costillas quebradas, problemas de la columna de por vida, además de problemas con el sistema nervioso.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº18.136.

20. Libio Eduardo Pérez Zúñiga fue secuestrado en Puerto Natales por efectivos del ejército el día 23 de septiembre de 1973. Al momento de su secuestro era estudiante universitario en la Universidad Técnica del Estado, siendo el motivo de su detención ser dirigente estudiantil y militante del MIR.

Manifiesta que fue recluido en Bahía Catalina (Recinto FACH), Estadio Fiscal, Isla Dawson, Regimiento Pudeto, Regimiento de Infantería de Marina Cochrane, Tres Álamos en Santiago, y en el campo de prisioneros de Melinka (Puchuncaví, VI región) sufriendo torturas psicológicas y físicas en los diferentes lugares por donde pasó.

Sus secuelas físicas  y psíquicas son lesiones sin tratamiento médico, pérdida de piezas dentales, cicatrices pulmonares, trastornos del sueño y depresión.

Dice que estuvo privado de libertad casi dos años, siendo expulsado a Panamá el 7 de septiembre de 1975, obteniendo un pasaporte con la letra “L”, estando exiliado 12 años.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 18.919

21. Gastón Antonio Prieto Iglesias fue secuestrado el 1 de Octubre de 1973 en Punta Arenas por agentes del Estado, quienes no se identificaron, siendo llevado a la Tercera Zona Naval, recibiendo golpes y amenazas de ser enviado a Isla Dawson. Agrega que aproximadamente tres horas después fue trasladado a Bahía catalina, regentada por la Fuerza Aérea.

Indica que lo introdujeron en un pequeño local que servía como lugar de detención y tortura, donde estuvo incomunicado durante tres semanas en las cuales se le amenazaba constantemente, lanzándolo al gélido mar de Punta Arenas y obligándolo a escuchar cómo se torturaba a otras personas. Añade que sufrió simulación de fusilamiento, no se le daba agua ni comida y fue sodomizado.

Poco después de su incomunicación, relata, fue torturado en el Hospital Naval, donde se le expuso a colgamiento, sufrió golpes de pies, manos y escupos, fue sometido al submarino seco, al submarino mojado, a simulacro de fusilamiento, agujas bajo las uñas y picana eléctrica.

Posteriormente, explica, fue enviado al campo Río Chico de Isla Dawson, donde pasó a ser el detenido B-45, lugar donde fue sometido a malos tratos, deliberada mala alimentación, trabajos forzados que le afectaron la espalda en forme de tres discopatías (dos cervicales y una lumbar)

Expone que el 4 de noviembre de 1975 fue expulsado del país con destino a Dinamarca.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 19.512.

22. Nelson Gustavo Reyes Ojeda fue secuestrado en la calle por efectivos militares el 28 de septiembre de 1973, siendo llevado al Regimiento Pudeto. Al momento de ser secuestrado era estudiante universitario en Punta Arenas, el pretexto de la detención fue que era dirigente estudiantil y político de la Universidad Técnica de Punta Arenas y militante del MIR. Agrega que posteriormente fue trasladado a diferentes campos de concentración de la zona: Isla Dawson, campamento Río Chico, Estadio Fiscal de Punta Arenas, Regimiento Pudeto y Regimiento de Infantería de Marina Cochrane, siendo sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración.

Durante su secuestro, sostiene, sufrió torturas, apremios físicos y psicológicos, golpes, se le aplicó corriente eléctrica, posturas forzadas del cuerpo, falsos fusilamientos, amenazas, fue obligado a presenciar torturas a otros, supresión de medicina y tratamiento médico, privación del sueño, de funciones fisiológicas, de nutrición y de respiración, teniendo secuelas físicas y psíquicas de dichas torturas.

Refiere que estuvo secuestrado durante un año y siete meses y posteriormente fue relegado a la ciudad de Angol  durante un año y ocho meses, saliendo en libertad el 30 de abril de 1975, sin ser llevado a un Consejo de Guerra ni ante un tribunal.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 20.339

23. Sergio Reinaldo Reyes Soto fue secuestrado el 8 de octubre de 1973 por efectivos del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) desde su hogar. Añade que su secuestro fue violento, fue golpeado, vendado, amarrado y se le practicó un simulacro de fusilamiento delante de su madre. Al momento del secuestro contaba con 19 años y era estudiante de la Universidad Técnica del Estado, siendo el argumento para su secuestro las supuestas actividades subversivas para derrocar al gobierno.

Señala que fue traslado al Palacio de las Sonrisas y después al Regimiento Pudeto, al Estadio Fiscal, al Regimiento Cochrane, a Isla Dawson, a la Cárcel Pública de Punta Arenas y al anexo Cárcel de Capuchinos de Santiago.

Explica que durante su secuestro sufrió torturas, apremios físicos y psíquicos, como mantención por largo tiempo en posiciones dolorosas y forzado a ver como torturaban a otros compañeros. Fue sometido a golpizas con patadas, palos, puños y culatazos, mientras permanecía amarrado y con los ojos vendados. Agrega que recuerda que los gritos de hombres y mujeres se escuchaban en todos lados. Luego de varias horas de golpiza, sostiene, fue sumergido en un pozo de excrementos humanos, desde donde fue sacado para manguerearlo con agua fría para limpiar un poco los excrementos y continuar torturándolo. Expone que bajo el agua continuaron golpeándolo con palos, luego lo metieron en la parrilla, donde le aplicaron descargas eléctricas en diversas partes del cuerpo a través de un circuito armado en todo su cuerpo.

 Fue sometido al Consejo de Guerra rol 20-73 en el Regimiento Pudeto y condenado a 5 años y un día de prisión, conmutándosele la pena por la de extrañamiento a Estados Unidos, saliendo del país con pasaporte con “L”. Permaneció secuestrado durante 3 años y fue exiliado por 13 años, sin regresar al país.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 20.383

24.Guillermo Sáez Aravena fue llamado por un bando militar a presentarse ante la autoridades militares, lo cual efectúa el día 13 de septiembre de 1973 en el Regimiento Pudeto, desde donde fue secuestrado y recluido en el centro de detención del Gimnasio del Regimiento Pudeto. Dice que al momento del Golpe Militar era funcionario de Obras Públicas, siendo el motivo de su secuestro el hecho de que era dirigente del Partido Socialista de Punta Arenas.

Indica que estuvo incomunicado en el Regimiento Pudeto y durante su secuestro sufrió torturas y apremios corporales, incluyendo golpes, patadas, aplicación de corriente eléctrica en diferentes partes del cuerpo, posturas forzadas del cuerpo, falsos fusilamientos, amenazas, obligado a presenciar torturas de otros compañeros, privación del sueño, torturas que fueron aplicadas principalmente en los centros clandestinos de tortura el Palacio de la Sonrisa, la casa del deportista y la casona.

Refiere que fue sometido al Primer Consejo de Guerra  de la Provincia de Magallanes que se realizó el día 21 de noviembre de 1973, rol 4-73 contra militantes del Partido Socialista, en el cual fue condenado a 19 años y un día de reclusión mayor en su grado mínimo, incluyendo la inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos.

Expone que a fines de diciembre de 1973 fue trasladado al Regimiento Rene Schneider en Ojo Bueno; el 3 de enero de 1974 fue trasladado el Regimiento Cochrane; luego a Isla Dawson, donde fue recluido en la Barraca Remo del campo de concentración Río Chico, donde permaneció desde el 1 de febrero de 1974 al 26 de septiembre de dicho año. Añade que en Isla Dawson fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados, siendo trasladado posteriormente a la Cárcel Pública de Punta Arenas, sufriendo incomunicación y aplicación de corriente eléctrica en la cárcel misma, después de lo cual, en marzo de 1976, es trasladado a la Cárcel Capuchinos de Santiago, donde a fines de dicho mes fue expulsado a Holanda con pasaporte con “L” desde donde fue autorizado a retornar recién el año 1987.

Tiene secuelas tanto físicas como psíquicas debido a las torturas, trabajos forzados y prisión política a la que fue sometido durante la dictadura.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 21.924.

25. Eliecer Segundo Valencia Oyarzo, fue secuestrado el 20 de octubre de 1973, desde su domicilio por un grupo operativo des servicio de inteligencia de la FACH, grupo que se especializaba en la represión, secuestro y torturas de militantes del Partido Socialista y su principal centro de torturas era la Casa del Deportista. Al momento de su secuestro tenía 18 años y era estudiante del cuarto año de la Escuela Industrial de Punta Arenas, el motivo de su secuestro fue que era militante y dirigente estudiantil secundario de la Juventud Socialista. Dice que una vez arriba de un vehículo particular, fue amarrado de manos y golpeado repetidamente para que asistiera a la localización de su primo hermano de 16 años, Luis Valencia Ferguson, trasladándolo al Destacamento Cochrane, lugar en el cual procedieron a interrogarlo, golpeándolo principalmente  con puños, pies, una correa y un objeto de goma, siendo entregado después a los efectivos de Infantería de Marina, quienes lo mantuvieron incomunicado y lo maltrataron en una carpa abierta ubicada afuera del Galpón Cochrane.

Expresa que fue torturado e interrogado en el Palacio de las Sonrisas, la Casa del deportista y en la Casona, indicando que las torturas aplicadas consistieron en colgamientos, golpes corporales con puños, pies y laques de goma, aplicación de electricidad en diferentes partes del cuerpo, asfixiamiento, posturas forzadas, falsos fusilamientos, obligado a observar torturas a otros prisioneros (entre ellos su primo), privación del sueño, privación de acceso a lugares donde defecar y orinar, privación de alimentos, evitar disparos de metralletas, persecución por perros amaestrados, mordidas de perros, jugar a la ruleta rusa, inmersión en letrinas de excremento y arrastramiento en barro y nieve.

Manifiesta que fue procesado en el primer consejo de guerra de la provincia de Magallanes  rol 4-73 contra los militantes del Partido Socialista, siendo condenado a 10 años y un día de reclusión mayor en su grado mínimo, incluyendo la inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos, luego de lo cual fue trasladado al Regimiento Rene Schneider en Ojo Bueno, al Regimiento Cochrane, a Isla Dawson, donde fue recluido en la Barraca Remo de dicho campo de concentración, lugar en el que fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración, incluyendo los castigos en celdas de incomunicación expuestas semi-abiertas a la intemperie en el invierno de 1974.

Explica que tiene secuelas físicas y psíquicas debido a las torturas, trabajos forzados y prisión política a que fue sometido durante la dictadura militar, sufriendo una fractura en la canilla la pierna derecha al recibir el golpe de un cañón de fusil y perdió cuatro dientes que se quebraron o dañaron debido a las torturas. Además, sufre de stress post traumático, dolores crónicos de la columna, calambres en las extremidades, dolores de cabeza y problemas para dormir.

 Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 25.125

26. Juvenal Alberto Vásquez Velásquez fue secuestrado el 18 de septiembre de 1973 por infantes de la marina, a la edad de 21 años, mientras era estudiante de la Universidad Técnica del Estado en Punta Arenas. Fue llamado por el Bando Nº 69, presentándose en el lugar indicado en dicho bando, donde lo dejaron en una pieza de pie junto a otros compañeros, desde donde fueron trasladados al Regimiento Cochrane, informándoseles en ese lugar que eras prisioneros de guerra. Añade, que luego fue trasladado a un galpón metálico dividido por un alambrado de púas, donde fue dejado en la entrada con los brazos en alto por varias horas, llevándolo luego al polígono del regimiento, donde fue interrogado.

            Señala que entre las torturas a las que fue sometido figuran hacerlo trotar, pasar por un campo de obstáculos, tirarlo contra las matas de calafate llenas de espinas, mordeduras de perros, le dispararon una ráfaga de metralla, lo hicieron pasar a punta y codo por posones mal olientes, preparados especialmente para la tortura, quedando su cuerpo lleno de espinas y cubierto de barro y sangre. Al día siguiente, expresa, fue trasladado al Palacio de las Sonrisas donde lo dejaron de pie con las manos contra la pared por un largo tiempo, escuchando los gritos de lo que en ese momento eran torturados, siendo llevado luego hasta una camilla de fierro donde lo amarraron de pies y manos y le colocaron electrodos en los ojos y en los genitales, aplicándole gradualmente corriente, repitiendo dicho tratamiento dos veces más. Además, fue sometido a un simulacro de fusilamiento junto a otros integrantes de las Juventudes Comunistas.

El 20 de diciembre de 1973 es trasladado a Isla Dawson permaneciendo en dicho lugar hasta el 21 de mayo de 1974, desde donde lo llevan al Regimiento Cochrane lugar donde es juzgado por un Consejo de Guerra, siendo condenado a 3 años y un día de cárcel, ingresando a la Cárcel Pública el 9 de enero de 1975 donde permanece hasta el 27 de noviembre, día en que sale en libertad condicional, presentándose a firmar todos los domingos hasta cumplir su condena el 19 de septiembre de 1976.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 25.678.

27. José Gerardo Vargas Álvarez  fue secuestrado el 11 de septiembre de 1973 por efectivos del Regimiento Pudeto, siendo confinado en el campo de concentración de Compingim de Isla Dawson. Explica que la razón para su secuestro fue su militancia en el Partido Socialista y por ser dirigente de la Federación Campesina 27 de Julio. A mediados de diciembre de 1973, dice que fue trasladado al campo de concentración Río Chico, desde allí, a fines de enero de 1974 al Galpón del Cochrane en Punta Arenas, luego es nuevamente enviado a Isla Dawson. Agrega, que desde junio de 1974 es trasladado a varios centros de detención de prisioneros del norte del país, incluyendo los centros de Concepción, Chillán, Talca, Valdivia y Puerto Montt, además de la Penitenciaría de Santiago. A mediados de 1975 es trasladado a la Cárcel de Punta Arenas donde fue procesado por el Consejo de Guerra y sentenciado a prisión, siendo trasladado el 26 de Julio de 1976 a la cárcel de Capuchinos. El 26 de agosto de 1976 es exiliado a Estados Unidos.

Expone que durante su secuestro sufrió torturas físicas y psicológicas incluyendo golpes y apremios corporales, privación de sueño y de alimentos, falsos fusilamientos, corriente eléctrica y posturas forzadas. En Isla Dawson, añade, fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centrados en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 25.404.

28. José Augusto del Carmen Vera Velásquez fue secuestrado el 12 de septiembre de 1973 por efectivos militares y confinado en el Gimnasio del Regimiento Pudeto de Punta Arenas. Al momento de su secuestro era empleado municipal, dirigente sindical y militante del Partido Socialista.

Sostiene que se le aplicó corriente eléctrica, fue amarrado con alambres de púa, se le sometió a falsos fusilamientos, se jugó a la ruleta rusa con él y se le amenazaba con violar a su cónyuge, suspendiéndosele el acceso a sus medicinas y a tratamiento médico.  Agrega que en Isla Dawson fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centrados en los continuos trabajos forzados implementados en el campo de concentración.

Señala que fue trasladado a diferentes campos de concentración durante su prisión política, incluyendo Isla Dawson (Campamento Río Chico), Regimiento Cochrane y Estadio Fiscal de Punta Arenas.

Indica que fue sometido al Tribunal de Guerra rol Nº 46-74 T.G de la fiscalía militar de Punta Arenas, siendo sentenciado el 26 de diciembre de 1974 a la pena de relegación, manteniéndose relegado hasta el 30 de diciembre de 1976.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 26.042.

29. Hermes Benjamín Vera Vera fue secuestrado el 18 de Octubre de 1973 por agentes del Servicio de Inteligencia navales y confinado en el campo de concentración clandestino Galpón del Cochrane en Punta Arenas. Al momento de su secuestro era empleado del Hotel Cabo de Hornos. Hace presente que fue arrestado por su condición de militante de la Juventud Comunista, sufriendo torturas en el Palacio de las Sonrisas y en el Regimiento Cochrane. Manifiesta que se le aplicó corriente eléctrica, golpes de puños, posturas forzadas, se le sometió a falsos fusilamientos y a privación de sueño.

Refiere que el 21 de diciembre de 1973 fue trasladado desde el Galpón Cochrane al Campamento Río Chico en Isla Dawson, donde fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados  implementados en el campo de concentración. Añade que en mayo de 1974 fue trasladado al campo de concentración de prisioneros del Estadio Fiscal de Punta Arenas, desde donde fue liberado el 30 de mayo de 1974.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 26.045.

30. Sergio Eduardo Zurita Díaz fue secuestrado el 11 de septiembre de 1973 desde su hogar por infantes de la marina del Regimiento Cochrane. Hace presente que el motivo de su secuestro fue que era dirigente del Partido MAPU Obrero y campesino, representante ante el Comité Político de la Unidad Popular (regional) y consejero del estado en la Industria Lanera Austral.

Explica que fue trasladado a la Isla Dawson, campo de concentración de Compingin, siendo trasladado después al campo de concentración Galpón de Cochrane para interrogación y torturas. Posteriormente, agrega, a finales de diciembre de 1973 fue trasladado al campo de concentración Río Chico. Expresa que en Isla Dawson fue sometido al régimen sistematizado de torturas psicológicas y físicas centradas en los continuos trabajos forzados  implementados en el campo de concentración. Luego fue enviado al Estadio Fiscal.

Expone que permaneció secuestrado durante 13 meses, saliendo en libertad condicional el 17 de octubre de 1974 y que no fue procesado, condenado ni relegado, pero sí fue relegado de su trabajo, desalojaron del hogar a su esposa y a su hija de tres meses, no fue atendido por ningún médico y no tuvo posibilidades de encontrar trabajo, razones por las cuales salió al exilio a Suiza.

Sostiene que sufre secuelas físicas y psíquicas como producto de las torturas y trabajos forzados, siendo sometido a tratamiento durante 12 años en Italia, donde los médicos constataron hundimiento de costillas, fractura del dedo meñique de la mano derecha, fractura de los calcáneos de los pies, lo que lo obligó a usar plantillas y zapatos especiales, fractura y pérdida de dentadura y otras secuelas menores. Añade que en Suiza estuvo en tratamiento con fisiatras, kinesiterapeutas y traumatólogos, donde también debió hacerse un tratamiento odontológico debido a los golpes en la cara que le provocaron la pérdida de dientes delanteros. En Chile, explica, debió ser sometido a dos operaciones por neurocirujanos que constataron que había sido golpeado y tratado con mucha brutalidad.

Su registro como víctima de prisión política y tortura del Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura es el Nº 27.140.


Aristóteles España: El poeta de Dawson

Fuente :puntofinal.cl, 1 de Marzo de 2010

Categoría : Otra Información

Nacido en Castro, Aristóteles España es licenciado en derechos humanos en el Instituto Argentino por los Derechos del Hombre, y tiene estudios en comunicaciones y guión cinematográfico. Ha publicado entre otros libros Incendio en el silencio (1978), Equilibrios e incomunicaciones (1980), Dawson (1985), Contra la corriente (1989), El sur de la memoria (1992), Poesía chilena: la generación NN (Antología, 1993), Los pájaros de post-guerra (1995), Tardes extranjeras y otros poemas (1998) y Materia de eliminación (1998). En 1983 obtuvo el Premio Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago; en 1985, el premio especial Rubén Darío por el libro Dawson, del Ministerio de Cultura de Nicaragua y en 1998, el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile y el Consejo Nacional del Libro por Materia de eliminación. Trabaja en la Fundación Educacional de Chuquicamata, en el Departamento de Extensión y Comunicaciones y dirige talleres de literatura en la Universidad Arturo Prat. Aristóteles España fue quizá el prisionero político más joven en Isla Dawson, Punto Final conversó con él de este y otros temas.

Usted fue uno de los prisioneros políticos más jóvenes de Isla Dawson. ¿A 30 años del golpe de 1973, cómo recuerda aquel suceso?
“Con mucho dolor aún. Fui detenido por la Fuerza Aérea a los 17 años de edad. Era presidente de la Federación de Estudiantes Secundarios de Magallanes. También dirigente regional de la Juventud Socialista. Me llevaron a la Base Aérea Bahía Catalina y posteriormente a Dawson, con un grupo de cuarenta dirigentes políticos, sociales y juveniles de Punta Arenas. A Francisco Alarcón, dirigente comunista, lo desnudaron y hundían en el Estrecho de Magallanes, en redes de pesca. Al resto, nos tenían convencidos de que nos iban a ‘fondear’. Sentíamos pánico. Además, todos vestíamos ropas livianas y estábamos muertos de hambre. Fuimos recibidos por el mando naval en la playa, y con infantes de Marina armados hasta los dientes. Se nos comunicó que éramos prisioneros de guerra, que estábamos en Isla Dawson y que seríamos tratados de acuerdo a los convenios de Ginebra. Esa fue la primera gran mentira. No sólo nos torturaron salvajemente sino que, además, practicaron simulacros de fusilamiento con los presos, nos hacían comer comida hirviendo, fuimos sometidos a un régimen de trabajos forzados que consistía en cavar hoyos y zanjas, colocar postes, botar árboles en medio de golpes e insultos. La idea, como me dijo un oficial de la Armada ‘es que pierdan la capacidad de pensar, ustedes deben entender que son sólo números’; en mi caso era el F-13.

Recuerdo a Clodomiro Almeyda, Orlando Letelier, Sergio Bitar, Aniceto Rodríguez, y al Dr. Arturo Jirón, quien me cuidó cuando fui sometido a torturas y me envió al hospital naval de Punta Arenas, junto a José Tohá y Orlando Letelier. Otros dawsonianos con quienes tengo historia fueron Sergio Urrutia, Osvaldo Puccio (hijo), Sergio Cárdenas, Fulvio Molteni, Manuel Reyes, Antonio González Yacksic, con quienes conversábamos cosas de este mundo y del otro. Historia aparte fue nuestro traslado al campo de concentración de Río Chico, una réplica en miniatura de un campo nazi. No lo podíamos creer. Nunca pensé que eso iba a suceder en Chile. A treinta años de esos sucesos pienso que nuestro país estaba enfermo del alma. Yo era un adolescente que adhirió a la causa de los desposeídos y por eso me castigaban”.

¿De qué manera influyó la prisión en su poesía?
“Me enseñó a entender el mundo desde otra perspectiva, aparte de la ideológica. Aprendí que el poder total distorsiona a los seres humanos y su visión se vuelve reduccionista, excluyente, y que los dictadores se creen enviados de Dios, de cualquier signo sea la dictadura y cualquiera sean sus dioses. La poesía me enseñó a ser libre y a creer en la diversidad. Escribir poesía en un campo de concentración como Dawson fue escribir un canto de amor en medio de la muerte. La prisión influyó en mi poesía para darle un carácter más cósmico. Mi libro Dawson es un texto que se inscribe en el género testimonial, pero al releerlo me di cuenta que está vigente porque logró atrapar el tiempo, y a una remota isla en el paralelo 53 sur de este mundo”.

Su generación fue importante en el sentido de representar la resistencia contra la tiranía desde la palabra escrita. ¿Es la poesía (al decir de Gabriel Celaya) un arma cargada de futuro?
“La poesía es poderosa en el sentido de representar los vientos de la historia y de no sucumbir ante los cantos de sirena del poder de turno. En ese sentido, adquiere mayor fuerza en su expresión creadora durante los períodos de dictadura, sean de Izquierda o derecha. Mi generación, junto con salir a las calles a luchar contra el tirano, mantuvo una actitud ética y de responsabilidad frente a la palabra escrita. Además, siempre estuvimos cerca de los escritores que se habían quedado en Chile, como Jorge Teillier, Enrique Lihn, Nicanor Parra, Miguel Arteche. Estuvimos cuando regresó Gonzalo Rojas, nos acercamos a Manuel Silva Acevedo, Jaime Quezada, Floridor Pérez, Stella Díaz Varín, Cecilia Casanova, Edmundo Herrera, Rolando Cárdenas, Miguel Morales Fuentes. Y muchos otros. Contribuimos a organizar concursos, revistas como La Gota Pura, cuyo creador fue Ramón Díaz Eterovic y La Castaña, de Jorge Montealegre”.

¿Es tan NN su generación, como generalmente se la califica?
“Fuimos NN en el sentido de la marginalidad casi total, sin apoyo del mundo académico ni de becas ni trabajos públicos. Muchos fuimos dirigentes clandestinos de las juventudes opositoras a la dictadura. Habíamos estado en las cárceles siendo muy jóvenes, como Raúl Zurita, Jorge Montealegre, Mauricio Redolés, Heddy Navarro, Bruno Serrano. Nuestros refugios muchas veces eran la Biblioteca Nacional y los bares. Eso sí, creo que hicimos un aporte a la literatura escribiendo desde el miedo, desde el terror con textos que quedarán en la memoria histórica”.

Usted participó en la Unión de Escritores Jóvenes, de la Sech. ¿Cómo recuerda esa experiencia?
“Nosotros fuimos la continuidad de esa experiencia que desarrolló en 1976 Ricardo Wilson (¿qué será de él?). Nos denominamos Colectivo de Escritores Jóvenes. Los dirigentes fueron Carmen Berenguer, Diego Muñoz, Ramón Díaz Eterovic, Jorge Montealegre y el suscrito. Me tocó presidir este Colectivo en 1985. Un año antes, organizamos el Primer Encuentro de Escritores Jóvenes de Chile, en la Sech. Allí, por primera vez y ya con un movimiento político, social y estudiantil más o menos desarrollado, se muestra a una generación de creadores que venía desarrollando una enorme labor en las regiones. A este evento llegaron delegaciones de todo Chile. No sé cómo lo hicimos, pero había un ambiente bastante ideologizado, fruto de nuestras experiencias; los temas programáticos tenían que ver con nuestro desarrollo escritural y como telón de fondo, el retorno a la democracia. Los temas estéticos no fueron relevantes. Una época dura, sin duda”.

¿Cómo ve hoy a esa generación de escritores? ¿Cuál diría que es su mayor aporte en el Chile de hoy, literaria y políticamente hablando?
“Es -somos- una generación audaz y sin miedo que hoy está disgregada, pero que mantiene siempre una preocupación por lo social y por la difusión editorial, y un respeto absoluto por la palabra. Pía Barros es un ejemplo, dirige talleres, editoriales alternativas, su escritura es de gran calidad. Ya vendrá la hora del análisis, de los recuentos. Aparecimos casi cerca de los treinta años en el mundo editorial y todo el mundo nos mira con desconfianza. Los muy jóvenes dicen que fuimos más comprometidos con lo político que con lo poético, y los viejos nos miran con sospecha.
Fuimos dignos de la historia literaria del país; continuamos lo que décadas atrás realizó la generación del 38 en el ámbito político. Pero fuimos cómplices con la generación del 50, con Teillier, Lihn, Martín Cerda, y amigos de los creadores de Tebaida y Trilce. Los contenidos de nuestras propuestas no te los podría decir, porque estamos en la mejor etapa en lo creativo. Y en lo político, somos diversos, y eso se nota en el gobierno del presidente Lagos”.

Respecto a los derechos humanos, ¿cree que en Chile habrá verdad y justicia de manera real?
“En Chile nunca va a existir justicia de manera real, eso lo tengo claro. El país está demasiado polarizado y los bandos en pugna no ceden en sus posiciones, de tal forma que tendrán que desaparecer los protagonistas para aquietar las pasiones. Pero en los círculos intelectuales y culturales la pugna va a seguir por mucho tiempo.
Acá hay que tener claro que esa generación se equivocó. La Izquierda y la derecha. Pero hoy hablan ambos sectores como héroes. El absurdo total”.

En cuanto a su trabajo, ¿prepara algún libro?
“Terminé la novela Chayanco que narra historias de la visita de Charles Darwin a Chiloé. Tengo varios libros de poesía inéditos. Mi vida ha sido y será siempre la poesía”.

Finalmente, ¿cómo recordará estos treinta años en lo personal?
“En paz conmigo mismo. Y a los torturadores que conozco les deseo lo mismo, pero no sé si podrán dormir. El 11 de septiembre en la mañana, donde quiera que esté, voy a escribir un poema de amor”

por Alejandro Lavquén

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LA VENDA
(Del libro “Dawson”, 1985)

La venda es un trozo de oscuridad
que oprime,
un rayo negro que golpea las tinieblas,
los íntimos gemidos de la mente,
penetra como una aguja enloquecida,
la venda,
en las duras estaciones de la ira
y el miedo,
hiriendo, desconcertando,
se agrandan las imágenes,
los ruidos son campanas
que repican estruendosamente,
la venda,
es un muro cubierto de espejos y musgos,
un cuarto deshabitado,
una escalera llena de incógnitas,
la venda,
crea una atmósfera fantasmal,
ayuda a ingresar raudamente
a los pasillos huracanados
de la meditación y el pánico.

Aristóteles España


Dawson con ojos de niño

Fuente :elmostrador.cl, 14 de Septiembre 2013

Categoría : Prensa

Los presos muy jóvenes crecimos aprisa. Y no solo en el sentido que siempre se da a esta expresión, en alusión a que las experiencias duras suelen galvanizar a los seres humanos. También lo hicimos físicamente. Tengo patente hasta hoy la extraña sensación que me invadió al abrazar a mi padre cuando llegue de vuelta a casa después de 16 meses de ausencia. Recuerdo haber percibido a mi padre más bajo de estatura de lo que lo recordaba. Tarde en darme cuenta que era yo el que había crecido.

Para los presos magallánicos,  ser trasladados a la Isla Dawson representó un  alivio inmenso. En primer lugar, porque cuando mi grupo fue sacado abruptamente y de madrugada desde el  Estadio Fiscal, con la vista vendada y fuertemente amarrados  para ser llevados a un lugar desconocido, todos creímos  que los efectivos FACH nos estaban trasladando  para  matarnos.

Así es que cuando nos retiraron las vendas y pudimos ver que estábamos en el puerto de Punta Arenas para navegar hacia Isla Dawson junto a los presos de otros campos de concentración, la circunstancia  fue motivo  de gran sosiego. Al llegar a la Isla, tras varias horas de navegación por el Estrecho de Magallanes en una barcaza de la Armada no lo sabíamos, pero a poco andar nos dimos cuenta que el trato que allí recibiríamos, al menos al principio de nuestra forzada estadía en esos bellos y glaciales  parajes, sería completamente distinto  e infinitamente mejor al que nos habían propinado  en otros recintos en los que hasta entonces habíamos estado prisioneros.

En mi caso, nada podía ser peor que lo que habíamos sufrido en la playa junto a la Base Aérea Bahía Catalina primero  y en el Estadio Fiscal después. Los efectivos de la FACH, oficiales, suboficiales y conscriptos,  nos habían dado un trato brutal e inhumano, sometiéndonos a diario a tratos crueles y vejaciones de toda especie que no daban respiro y que nos hacían sentir todo el tiempo que nuestras vidas pendían de un delgado hilo. Un destacamento cuyos efectivos lucían una calavera en sus cascos y que con seguridad habían sido seleccionados por su crueldad, y que parecían empeñados en hacernos vivir una agonía interminable que hasta hoy recuerdo con estremecimiento y horror.

Ejercicios extenuantes, pateaduras brutales individuales o colectivas y por cualquier motivo, incluido el mal humor de algún guardia, burlas, insultos y encierro casi permanente eran la tónica. De mi paso por la FACH recordare por siempre y con un rencor indestructible a dos muy jóvenes oficiales de característica crueldad  y sadismo. Al primero, aquel que diciendo ser nazi solía invitarnos insistentemente a que,  por favor,  tratáramos de intentar escapar para tener el placer de dispararnos,  y que disfrutaba instruyendo a sus subordinados a que nos dieran feroces golpizas, cuando no las propinaba por sí mismo. Ese  mismo teniente FACH del que me toco recibir una vez, muchos años más tarde,  su amable bienvenida a bordo,  como reciclado comandante en un vuelo de LAN.    Al otro, torturador de fuste  aunque desmemoriado,  me lo encontré hace anos muy campante en una embajada de Chile,  lo que dio origen a un episodio del complejos ribetes político-institucionales del que no quiero ni acordarme.

 

Los presos muy jóvenes crecimos aprisa. Y no solo en el sentido que siempre se da a esta expresión, en alusión a que las experiencias duras suelen galvanizar a los seres humanos. También lo hicimos físicamente. Tengo patente hasta hoy la extraña sensación que me invadió al abrazar a mi padre cuando llegue de vuelta a casa después de 16 meses de ausencia. Recuerdo haber percibido a mi padre más bajo de estatura de lo que lo recordaba. Tarde en darme cuenta que era yo el que había crecido.

 

Aunque en la Base Aérea de Bahía Catalina se interrogo y torturo con saña, y la especialidad de la casa era la aplicación de corriente en los genitales, los golpes de pies y puños,  los ahogamientos en el mar o con bolsas plásticas y los fusilamientos simulados, pocos libraron de recibir el tratamiento completo en otras dependencias militares especialmente equipadas. Y que incluía esas mismas prácticas y otras todavía más brutales y sofisticadas.

El caso fue  que cada día muy temprano se aparecía raudo por la playa un vehículo militar con unos civiles de aspecto patibulario, anteojos oscuros y sonrisa burlona, quienes con un trozo de tela en una mano y una cuerda en la otra, procedían a vendar la vista y a atar las manos a la espalda de los prisioneros para llevarnos a un sitio que nosotros con discutible sentido del  humor  bautizamos como el “Palacio de la Risa”. Lo que venía después era el sufrimiento infinito. Por horas y horas, a veces por días enteros con sus noches, éramos torturados desnudos, con golpes de corriente, golpeados, quemados con cigarrillos, colgados de pies y manos y sometidos a todo tipo de salvajes  vejaciones. Todo aquello  en medio de una atmósfera escalofriante de alaridos, llantos y una música estridente como telón de fondo.

Cuesta admitirlo, pero la verdad es que frente al terrible trance de ser llevado  a semejante suplicio, desde el fondo del alma atribulada y empequeñecida  uno deseaba que aquel día  fuera el turno de cualquier  prójimo, incluso del más amigo, del compañero más querido y respetado, pero no el turno propio.

Ojalá el mío no hubiese llegado nunca, pero  llegó inexorablemente,  casualmente o no, justo la mañana del día en que cumplí 18 años y me encontraba disfrutando del envidiable privilegio de ser sacado del contenedor para  lavar un camión. Fue entonces que escuche gritar mi nombre y apellido y supe lo que venía. Recuerdo que en aquel momento camine lentamente de regreso sobre mis piernas temblorosas que apenas me sostenían,  completamente  aterrorizado,  pero tratando de contener las lagrimas y de  resguardar la dignidad y la compostura hasta el lugar donde me esperaban sonrientes y relajados  los verdugos con los implementos de rigor, la  venda y la cuerda. Sabiendo lo que me esperaba y rogando saber comportarme y  ser capaz de lo imposible: resistir el sufrimiento que habría de experimentar. Sin otra opción posible e indefenso, me sometí mansamente, prometiéndome que no me quebrarían. Yo que nunca he sido resistente al dolor físico, y  que  no soy ni he sido nunca ningún héroe de novela ni de cualquier otra especie, me dije que debía ir y volver a ese lugar en una pieza. Tal y como  había visto cada día que lo hacían mis compañeros de infortunio, valientes, estoicos e íntegros,  luciendo una voluntad de resistencia de fierro.

Casi siempre se regresaba en vilo del suplicio. Al regreso  éramos  literalmente arrojados dentro del contenedor en que mal vivíamos hacinados. Era corriente que algunos presos regresaran ensangrentados, fracturados, con las uñas arrancadas, quemados por electricidad o cigarrillos, o con el cabello y los bigotes arrancados  a tirones.  Cuarenta o  más presos amontonados en un pequeño espacio en que apenas podíamos respirar, sin poder asearnos por semanas. Donde no se podía ni siquiera poder llorar sin que todos se enteraran.

Recordando esos episodios atroces, ahora cuando han trascurrido una porrada de años, no he dejado de preguntarme cómo fue posible sobrevivir a todo aquello y salir jugando más o menos incólume. Sigo interrogándome cómo fue pudo ser  posible que hubiésemos podido resistir y sobrellevar todo aquello sin morir, queriendo morir.

Era evidente que lo que ocurriera con nosotros como consecuencia de las torturas a ninguno de nuestros  carceleros parecía importarle, aunque a veces hubiese médicos encargados de reanimar a las víctimas o de sugerir un respiro.  La furia y saña con que se atormentaba no admitían miramientos ni cálculos que no fueran los de evitar la pérdida de conciencia de la víctima a la que se trataba de estrujar. Los torturadores actuaban como profesionales fríos y metódicos, evidentemente desprovistos de cualquier sentimiento humano o reserva moral,  y en medio de su trabajo  hasta se tomaban su descanso para un café o un cigarrillo,  salían  a almorzar o a ocuparse de otros asuntos, y de noche partían a casa a descansar y a compartir con sus familias,  mientras uno  se quedaba allí en vela, dolorido y aterrorizado. Esperando la mañana en que tu verdugo llegaba saludando amablemente a todos, incluido a uno mismo,  para luego decirte bueno, sigamos ¿En que estábamos cabrito, vas a cooperar hoy?

Quizá nunca sabremos cuantos detenidos  desaparecidos ni siquiera tuvieron la oportunidad de ser ejecutados, sino que murieron en manos de sus torturadores en esas sesiones de horror. ¿Habrá manera más triste y horrible de perder la vida? ¿Existirá forma más cruel y perversa de quitar la vida a un ser humano?

A todo esto me refiero cuando digo que llegar  a Dawson fue un alivio, que solo era interrumpido cuando  nos llevaban a Punta Arenas para darnos lo que en la jerga se llamada “el tratamiento”,  es decir, para ser sometido a mas torturas o cuando menos a una feroz pateadura para que ampliáramos nuestras declaraciones ante la DINA, la SIFA, el SIM u otro servicio de inteligencia. Ahora,  bajo la personal supervisión de los Fiscales Militares, casi siempre civiles “distinguidos abogados de la plaza”,  quienes como acusadores estaban a  cargo de nuestros respectivos procesos, siempre por cargos de subversión. Y conste,  paradojas de la vida y de las dictaduras, subversión no contra la Junta Militar de entonces, sino contra el gobierno de la Unidad Popular.  Un completo absurdo, un cruel sarcasmo.

En Isla Dawson al principio estábamos sometidos a disciplina militar y,  en este sentido, no creo que el trato que se nos daba entonces fuera muy distinto del que se dispensa a los soldados conscriptos. Con la salvedad, eso sí, que en este caso el rigor no era aplicado a individuos jóvenes y físicamente aptos, sino a un grupo de presos que incluía a personas incluso ancianas y enfermas.

En Dawson hubo un periodo, que debe haber durado hasta marzo o abril de 1974, en que vivimos sin mayores sobresaltos y fuimos tratados en general de modo correcto, e incluso con cierta calculada cordialidad por parte de los  efectivos militares. Todo  cambió abrupta y drásticamente  cuando a alguien se le ocurrió inventar que planeábamos una fuga (algo absurdo e imposible) para lo cual esgrimió como pruebas las herramientas que utilizábamos para nuestro trabajo cotidiano. Por estos días también se especulo sobre un submarino ruso que había sido visto rondando, según se dijo, con el propósito de rescatarnos. Al cambio de trato le precedió un aparatoso allanamiento realizado por efectivos de civil que llegaron al campo de prisioneros repartiendo golpes y amenazas. En adelante el trato se endureció y el trabajo se hizo más duro y extenuante.

Con los presos de Santiago estábamos separados. Ellos vivían en una barraca ubicada en un ángulo del campo, conocida como Isla. Al principio casi no hubo relación entre ambos grupos y de hecho trabajábamos en obras distintas, construyendo puentes, abriendo caminos e instalando postes telefónicos,  entre otras cosas,  y comíamos en recintos separados. La primera vez que los presos magallánicos estuvimos juntos con los de Santiago en el Campamento de Prisioneros Rio Chico,  fue la noche de año nuevo de 1973. Entonces nos congregaron en el comedor e hicimos un acto conjunto en que algunos presos cantaron, otros recitaron o contaron chistes y todos lloramos por igual. Recuerdo que Orlando Letelier fue uno de los que cantó. Le oigo entonando una canción mexicana, con su voz profunda y afinada sobre el  improvisado escenario. También recuerdo la profunda emoción y tristeza que recorría el recinto y parecía envolver a presos y carceleros por igual. Un chispazo de humanidad y concordia entre un grupo de seres  dramáticamente divididos. Tanto como era esperable  en esas circunstancias y a solo o tres meses del golpe militar.

Más tarde alternaríamos un poco mas con “los de Santiago”, pero nunca mucho. Los militares no perdían ocasión de decirnos que nosotros, los presos magallánicos, estábamos allí por culpa de ellos, a los que llamaban “jerarcas”.  Creo que imaginaban que nos creíamos el cuento y sentíamos algún tipo de rencor. Nada de eso era cierto. Los presos de la barraca Isla habían sido, no solo los máximos dirigentes del Gobierno de  la Unidad Popular, sino además, los líderes más sobresalientes de los partidos en los cuales los presos habían militado y seguíamos militando mayoritariamente. En Dawson los partidos de la UP  no dejaron de existir. Incluidas las rencillas, los sectarismos, los prejuicios y las odiosidades mutuas. Incluso hubo oportunidad para las luchas por la hegemonía y el poder, lastimosa y encarnizadamente orientadas a conquistar  un cupo en el grupo de panaderos o de ayudantes de cocina, los cuales eran crudamente negociados. Nada nuevo bajo el sol.

Hay que imaginarse a un joven o viejo comunista viendo pasar a su lado a Luis Corvalan o a un militante socialista compartiendo la mesa o la jornada de trabajo con Clodomiro Almeyda. Era aquel un sentimiento difícil de describir, mezcla de orgullo e incredulidad. Mal que mal todas esas personas habían sido para nosotros, hasta hacia muy poco, unos seres míticos e inalcanzables, a los que muchos de nosotros solo habíamos visto en la prensa o los noticiarios de televisión. Ahora el destino había querido que modestos dirigentes o militantes políticos de base,  estuvieran compartiendo su duro e incierto destino con tamañas figuras de la política nacional.

Pienso que algo parecido les pasaba a los propios militares. Había en ellos una especie de respeto reverencial, de morbosa curiosidad frente a estas personas que hasta hace poco las habían oficiado de ministros, parlamentarios o altas autoridades del Estado. Creo que ello explico el trato, distante pero casi siempre deferente, que normalmente los militares dispensaron en Isla Dawson a los presos santiaguinos.

No era raro que se dirigieran a ellos como “señor”, cuando lo normal era que nos trataran de “prisioneros” o “confinados”. Los líderes de la Unidad Popular, por su parte, se desenvolvían con gran dignidad considerando el medio al que habían sido súbitamente arrastrados. Diría incluso que se conducían con una cierta calculada  altivez. De cualquier modo, muy conscientes de la necesidad de resguardar la dignidad y el honor a todo trance. Pienso en personas como Jorge Tapia, Aníbal Palma, Arturo Jirón, Osvaldo Puccio, Orlando Letelier, José Toha, Luis Corvalán, Alfredo Joignant, Edgardo Enríquez y Cloro Almeyda. No sé si fue verdad o llegue a imaginarlo, pero juraría que presencie el cuadro surrealista de un preso transitar (podría ser Toha, tal vez  Jirón o  Bitar) erguido y con paso firme por el patio del campamento de prisioneros en ese lugar hermoso y remoto, bajo la lluvia intensa, chapoteando en el barro y temblando de frío. Pero con la  irrenunciable corbata sobre la ya no tan blanca camisa.

La triste e inesperada muerte de Pepe Toha fue un golpe demoledor para todos nosotros. Lo recuerdo muy bien poco antes de ser trasladado a Santiago. Flaquísimo y circunspecto, siempre con la actitud distante y reservada que lo caracterizaba. Como alguien que observa los acontecimientos a su alrededor desde una alta y especial envergadura física y humana. Más de una vez hablamos, no recuerdo sobre qué cosa. No sería de política, de eso estoy seguro. Los  presos políticos hablábamos poco de política, salvo para especular sin base alguna sobre cuánto duraría la dictadura y nuestro propio cautiverio.  Normalmente charlábamos sobre el futuro, casi nunca del pasado. Ignorábamos  completamente todo lo que pasaba fuera de la Isla, se tratara de Chile o del mundo. Estar en Dawson todo ese tiempo fue como estar enterrado o suspendido en medio de la nada. Sin diarios, revistas, radio o televisión nuestro acceso a la información era completamente nulo. De hecho, nos enteramos de la muerte de José  Toha por boca del un efectivo de la Armada,   una tarde en que llovía a chuzos. El hombre  escuchó la noticia en una radio portátil que alguien tenía en la cocina y corrió a contarnos el terrible suceso con genuinas lágrimas en los ojos.

Al día siguiente José Toha recibió nuestro sentido homenaje. Alguien hizo un  breve discurso y muchos lloramos calladamente.  El acto breve, atropellado y sorpresivo  en medio de la ceremonia de izamiento de la bandera no había sido autorizado. Pero nadie dijo nada y no hubo castigos ni sanciones. Cuestión de caballeros, supongo.

Los presos de Santiago se conmovían con los relatos de las penurias que los magallánicos habíamos vivido. En nuestros esporádicos diálogos ellos solían aconsejarnos, especialmente a los más jóvenes. Recuerdo a Orlando Letelier diciéndome que cuidara mi salud física y mental. Yo solía payasear un tanto y él me aconsejaba no exponerme a castigos por mi conducta un tanto desafiante ante el personal militar. Letelier creía que solo los más jóvenes teníamos alguna oportunidad de ser liberados algún día. Incluso hasta yo, a quien el Fiscal Militar, un civil de apellido Álvarez  que llevaba mi caso,  tenia amenazado con 35 años de cárcel como mínimo, por el delito de pertenencia a “grupo armado de combate”. A pesar  que yo, nada más que un joven dirigente estudiantil, no había tenido un arma de ninguna especie en mis manos en toda mi vida.

Había varios hijos que estaban presos con sus padres. Recuerdo a los Enríquez, a los Lara y los Lanfranco. Habían también hermanos como los Cárdenas. En ese recinto lúgubre cercado por alambres de púas convivían estudiantes,  obreros, campesinos, profesionales, pequeños empresarios, artistas, intelectuales, empleados públicos y políticos profesionales. Un micro mundo abigarrado de seres de distintas edades y experiencias, unidos por el sentimiento de pertenencia a un imaginario político común y aprisionado.

Había presos muy jóvenes y otros muy ancianos. Al menos cuatro de nosotros teníamos 17 años al ser detenidos, pero no fuimos los más jóvenes. Hubo un muchacho humilde,  en verdad un niño, vendedor ambulante según recuerdo, que fue tomado prisionero por haber tenido la mala ocurrencia de ir a la sede del PS el día del Golpe. Se llama o se llamaba Ernesto Peikovic Hurimilla, tenía solo 16 años recién cumplidos y paso por todos los dolores de esta experiencia feroz. Y fue valiente y noble como el que más.

Yo fui detenido, más bien secuestrado,  desde la sala de clases  en el  liceo en que cursaba cuarto año medio, mientras asistía a mi clase de biología,  en el mes de octubre de 1973. Ello ocurrió ante la mirada aterrorizada del rector que solo atino a desearme suerte. Pobre hombre, una vez lo odie por ni siquiera intentar hacer algo en mi defensa. Más tarde comprendí que no había nada que este señor, ni ningún otro,  hubiese podido hacer por mí en ese trance dramático  que alteraría para siempre el curso de mi existencia.

Tres años más tarde me gradúe por fin. Egresé de cuarto medio de un liceo vespertino en el que gran parte  de mis compañeros de curso eran militares en servicio activo. Quiso el destino que compitiera por el premio al mejor alumno de la promoción  con un aplicado sargento del Ejército, y lo derroté por dos décimas de punto. Antes se había corrido la voz en Punta Arenas  de lo que pasaría en esa ceremonia de graduación y mucha gente de izquierda no quiso perderse ese acontecimiento, abarrotando el recinto. Cuando sentí los aplausos interminables, supe que todas esas personas, muchas de las cuales me conocían a mí y a mi familia de toda la vida,  trataban de darme el efecto que no se habían atrevido a brindarme antes, por el comprensible temor a aparecer vinculado a un ex preso político. A su manera ellos me hicieron sentir y comprender, como lo comprobaría muchas veces en años venideros, que habían numerosos espacios, más allá de la política, donde era posible y necesario derrotar a la dictadura.

En Dawson nos cambiaban la guardia cada 15 días. Con ello se quería evitar lo inevitable. Que llegáramos a establecer relaciones de empatía (confraternizar era él termino que usaban) con nuestros carceleros, especialmente con los jóvenes conscriptos. Ellos llegaban al campo llenos de temores frente a estos peligrosos individuos a los que debían custodiar.  Pero a poco andar caían en la cuenta que sus prisioneros no eran más que seres humanos normales y corrientes, que bien podrían ser sus abuelos, padres o hermanos  y cuando ello ocurría se relajaban al punto de dejar sus armas cargadas en las barracas mientras descansaban.  Hasta que cambiaban la guardia y se renovaba el ciclo de desconfianza, recelo y temor mutuo.

De todos los efectivos militares que nos toco conocer o sufrir,  imposible dejar de recordar y reconocer al suboficial  mayor de la Armada de apellido Escobar. Un hombre noble, bueno y justo que casi al final de su carrera fue destinado a servir como encargado de logística en el campo de prisioneros políticos. Escobar no tuvo sino gestos de humanidad y consideración hacia nosotros. El fue y será la demostración viviente de que no era necesaria  la crueldad, la saña y el abuso. Que se podía cumplir con él deber militar sin faltar al deber de humanidad.

Bien se sabe que los seres humanos no pierden la capacidad de divertirse ni de reírse de su propia desgracia  ni en las circunstancias más duras y dramáticas, e Isla Dawson no fue la excepción. Un día del verano de 1974 a alguien se le ocurrió celebrar unos juegos olímpicos, los que fueron autorizados con igual sentido del humor por el comandante del campo de aquel entonces. Claro que la petición de incluir natación y remo entre las pruebas fue rechazada por razones obvias. Los juegos fueron inaugurados con sendos discursos y clausurados con la entrega de las medallas respectivas, las que habían sido cuidadosamente fabricadas con pedazos de latas de conserva.

Isla Dawson fue además una escuela de talentos. Muchos presos descubrieron habilidades artísticas o intelectuales  que hasta entonces ignoraban poseer. De allí salieron extraordinarios artesanos, cantantes y poetas. Los más nos graduamos de seres humanos.

Los presos muy jóvenes crecimos aprisa. Y no solo en el sentido que siempre se da a esta expresión, en alusión a que las experiencias duras suelen galvanizar a los seres humanos. También lo hicimos físicamente. Tengo patente hasta hoy la extraña sensación que me invadió al abrazar a mi padre cuando llegue de vuelta a casa después de 16 meses de ausencia. Recuerdo haber percibido a mi padre más bajo de estatura de lo que lo recordaba. Tarde en darme cuenta que era yo el que había crecido.

Isla Dawson fue un campo de concentración con una notoriedad especial. Un lugar emblemático, en buena parte porque sirvió de prisión a los más importantes dirigentes de ese experimento único e histórico que fue la Unidad Popular. No obstante, creo que para ser justos y veraces, no fue Isla Dawson el campo de prisioneros donde más se sufrió ni  donde más atrocidades se cometieron contra los presos. Sino que lo digan los que estuvieron prisioneros en el Estadio Nacional, Villa Grimaldi, Cuatro Álamos, Pisagua o Chacabuco.

Recordar. No olvidar, para que nunca más.

por Carlos Parker


El Fatidico 11 de Septiembre de 1973

Fuente :laisladeloscaiquenes.blogspot.com, 26 de Noviembre 2018

Categoría : Testimonio

Ese día 11 yo me levanté escuchando por la radio La Voz del Sur de Punta Arenas el llamado que hacía la diputada comunista Mireya Baltra, recuerdo que denunciaba sobre el golpe de estado que ya estaba en curso y llamaba a los trabajadores a movilizarse.

Me levanté más que rápido y como nadie estaba preparado para nada, había que seguir los acontecimientos como vinieran. En la casa todos estábamos perplejos (mis padres, Flor y yo, más la Jana que tenía un año). Yo salí con el auto para ver que pasaba en las calles, pasé por Indap y estaba todo cerrado, muchos autos en las calles y alcanzo a divisar a Francisco Alarcón bajando por la calle Roca, parece que ahí mismo lo detuvieron, las radios tocaban canciones militares, la radio Presidente Ibañez, la Polar, y otras, la única que estaba dando cuenta de lo que sucedía la La Voz del Sur conectada con radio Magallanes de Santiago que fue la radio en que salió la voz del presidente Allende primero dando cuenta de los aviones que circundaban la Moneda y después con sus últimas declaraciones donde habla que se abrirán las grandes alamedas donde pase el hombre libre.

Volví a casa, entretanto llegaron a mi casa el flaco Cádiz que trabajaba en Indap y estudiaba en UTE a él le pasé mi colección de revistas del Mapu "De Frente" , después pasó Eduardo Leiva y más tarde Darío Román, ambos asustados y temerosos de lo que venía en curso, cuando iban a dar las 11 me llegaron a detener, en mi casa los militares en un camión del ejercito.

Muy amable el oficial a cargo me dijo que llevará toalla, útiles de aseo y que posiblemente en la tarde estaría de vuelta. Me despedí de todos en la casa la Jana lloraba siendo una guagua, yo creo que más bien por que nadie la atendía, mis padres asustados, Flor perpleja. Me subieron a la parte de atrás del camión que venía con toldo gris, o sea tapado. Venían soldados conscriptos sentados a ambos lados con fusiles listos y yo quedé al fondo solo y por lo tanto veía para atrás todo. Pasamos por la Cora y estaba cerrada, el camión pasó por la Plaza y alcanzo a ver el tanque que estaba frente a la Intendencia. Impactante el espectáculo. El camión siguió por José Nogueira y al llegar a Errázuriz se siente un tremendo choque, en un segundo los cuerpos de los conscriptos se me vienen encima y quedó la tremenda confusión.

El camión había chocado con otro vehículo (camioneta parece) y se estrelló contra la tienda González Rojo quedando incrustado en la puerta que estaba en la esquina. Yo no sentí nada, salvo el golpe y la aplastada contra el fondo del camión, pero veo que hay conscriptos heridos, tirados, algunos con daños en la cara y los dientes por que los fusiles que tenían se los habían clavado en la cara, recuerdo que se quejaban mucho. Pensé en fracciones de segundos pensé que empezaba la contrarepresión, nada de eso, si nadie estaba preparado para un golpe estado, éramos demócratas que estábamos en el gobierno, ni sabíamos y ni esperábamos un golpe de estado de la magnitud que sería este. El choque fue casual y la camioneta con la que chocamos fue de Brescovic que era instalador de gas, nada que ver. (Pero me cuentan después en forma de anécdota que a Brescovic le preguntaron de que partido era y dijo, comunista. El hecho es que esa noche viajó a Dawson con los detenidos, sin parca, solo con yersey. Pero a él lo trajeron de vuelta, no se desembarcó en la isla, lo mismo pasó con con el Sr. Néstor Tadic, que viajó y volvió.

A mi me llevaron en un auto particular al hospital regional custodiado por un soldado. En el hospital en una sala del segundo piso me constataron que tenía un hematoma en el sector cervical más tirado a la cintura, me aplicaron una inyección de antiinflamatorio y me dieron una receta. Durante toda la permanencia en el hospital estuve custodiado por un soldado y pasó el Dr. Jorge Mihovilovic a saber que me pasaba, él era Director del hospital y también era del Mapu, otro que me atendió y conversamos fue Enso Vidal también mapucista, la verdad es que estábamos todos preocupados por lo que vendría, que ni siquiera sabíamos que sucedería un rato más. Estuve en el hospital un buen rato imposible calcular cuánto, pero después me fueron a buscar mis captores y la salida fue de película porque me llevaban entre dos soldados y todos los funcionarios del hospital estaban mirando temerosos el espectáculo que significaba ver a un detenido político saliendo custodiado del hospital por las fuerzas armadas y además herido (más bien machucado por el golpe del camión).

Afuera nos fuimos en un vehículo más chico y con el mismo oficial que me fue a buscar a la casa que resultó ser dentista y que era totalmente amigable incluso me contó que estaba preocupado por una prima mirista que era estudiante en Concepción. Después supe el apellido de este oficial (que parece era reservista), pero se me olvidó y fue mi política la de no aprenderme los nombres ni apellidos de los captores en general pues no valía la pena. Son más importantes los hechos. Esta patrulla (digámoslo así) me fue a dejar al Regimiento Pudeto, en ese momento que calculo serían las 3 o 4 de la tarde habían llegado algunos detenidos vi a José Bosic, el Ché Francisco Márquez y otros, seguían llegando de a poco y vi llegar a Manuel Chaparro, Patricio Retig, y varios más. Nos tomaron algunos datos y una foto (me gustaría tener esa foto). El trato fue bueno, me parece que los militares del Pudeto estaban tan confundidos como nosotros sobre lo que estaba sucediendo y no sabían como tomarlo. Nos entregaron una lista en la que pedían una colchoneta, saco de dormir, ropa de trabajo, botas, ropa, etc. Lo más divertido era que debían, nuestros familiares, llevarla al regimiento a la brevedad.

Entregamos el No de teléfono los que teníamos y ellos se conectaron con los familiares. En mi caso me llegó a tiempo, me imagino preparándome todo en la casa y después salir a dejarlo al regimiento en el auto opel con mi padre manejando. Menos mal que yo tenía saco de dormir y colchoneta y botas. La cosa se veía distinta, ya no era como creía el dentista que iba a volver en la tarde a la casa. Menos mal que mi golpe en la espalda no me molestaba mucho, seguramente por el antinflamatorio que me pusieron en el hospital, pero igual me dolía un poco. No sé a qué horas partimos del Pudeto, pero ya éramos como 25 o 30 detenidos. afuera nos esperaba una micro medio vieja que empezó a avanzar por Zenteno hasta la Avenida Independencia y a bajar por ella, cuando diviso las banderas chilenas izadas en las casa de la avenida Independencia por el lado de enfrente, lado norte, impresionante.

El día que se acababa la democracia en Chile parece que lo celebraban muchos y yo me preguntaba que pensarán los DC de esta situación. Seguimos avanzando y vamos llegando a las puertas de la maestranzas de la armada en calle 21 de Mayo. Hasta aquí llegamos señores, nos bajamos, bien sin presión, ni malos tratos. Creo que nos formamos y nos pasaron lista, a todo esto cada uno llevaba los útiles que habían pedido, por lo tanto algunos llevaban bolsos, maletas, sacos. Ahí estuvimos durante un buen rato, hasta que, sorpresa, viene otro bus con detenidos, estos por los infantes de marina y en su mayoría eran militantes del partido comunista, veo a Mario Galetovic, Gerente Copeaustral, a Américo Fontana director regional de la Conaf, a Francisco Alarcón Barrientos, Secretario Gral. PC. y una larga fila de detenidos, pero estos venían caminado, parece que la micro los dejó como a dos cuadras de donde estábamos nosotros y traían los brazos esposados y colgando las maletas y bolsos, era impresionante. Se notó al tiro que el trato de los infantes de marina con estos detenidos fue brusco.

 todo esto veo llegar de los patios de Asmar unos oficialillos de la armada muy jóvenes que se abrazan y están contentos, parece que son de los barcos pequeños de la marina y que están a la deriva y llegan a buscarnos. Viva derrotamos al Gobierno Marxista de la UP, seguramente pensaban. Pero esto no era todo faltaba llegar otra micro o bus con los detenidos de la Fach, llegaron rápido y cuando se van acercando parecen de los judíos de la 2ª Guerra Mundial por que vienen todos rapados al cero son irreconocibles, estos son de variadas militancias predominando los mirista, socialistas y otros, acá viene mi futuro gran amigo Ramón González Ortega, el Peye Urrutia, otros. Ya se van las luces del día y se nos pone más oscuro. Pasamos por los barcos fondeados llamados pontones, por uno, por dos hasta llegar al barco de la armada en el cual nos embarcaron fusil en mano, llegamos a una especie de salón doble en la parte baja del barco con fusilero mirándonos desde la escalera y apuntándonos. Ahí comenzamos algunos a saludarnos y se tejieron varias teorías, que nos llevaban a Porvenir, otros decían a Puerto Williams, más de alguno temía que nos tiraran al agua, bueno el hecho es que navegábamos sin saber adonde íbamos, ni cual sería nuestro destino.

A todo esto yo iba sentado frente a Francisco Alarcón y me acordé de la fecha y le digo "sabes Pancho hoy es mi cumpleaños a lo que me responde pasándome la mano, feliz cumpleaños" me resultó simpático el gesto y quedó guardado en el recuerdo. Otro que me saludó antes afectuosamente (no por el cumpleaños) fue el Peye Urrutia que estaba pelado a cero y a quien yo no conocía, pero el sí, a mí. Después fuimos grandes amigos.
Yo venía con dolores después del gran choque en la mañana, a las 12 horas, y en el hospital regional me dieron una receta de antinflamatorio para que yo lo adquiriese y tomara. Bueno como me molestara mi hematoma fui a decirle al guardia que tenía una receta por lesión y me llevaron a un lugar del barco más arriba y me di cuenta que era el puente de mando donde me atendió un marino que me trajo el antinflamatorio que decía la receta y me lo cobró, menos mal que yo siempre ando con plata en el bolsillo y lo pagué. Pero lo más relevante fue que yo estuve en el puente de mando creo que era eso, pues había un timón, y como dos marinos de buena presencia y que uno de ellos dijo falta como una hora para que lleguemos a Dawson. Cuando vuelvo donde los detenidos les comento que "vamos a isla Dawson". Ya sabíamos nuestro destino. Al poco tiempo llegamos a la isla cuyo viaje demoró como 3 horas. Nos preparamos para desembarcar con nuestros respectivos equipajes. Serían las 10 de la noche. No sabíamos nada de lo que pasaba en Chile ni en Punta Arenas, estábamos solos, desconectados del mundo. (Sigue.)

Salimos de los salones que estábamos con nuestros bultos y pasamos a la cubierta de la barcaza que lentamente fue bajando su rampla donde se pusieron dos tablones para que bajáramos a tierra, desde la orilla oscura de la isla Dawon nos empezaron a iluminar reflectores fuertes de luz y empezamos a bajar. Yo caminé por los tablones con mi hematoma en el cuerpo, con mi saco de dormir (que era un bulto grande) y con mi bolso con ropas, botas y otras cosas. Afuera ya en tierra de la isla había una camioneta vieja que llevó a algunos, pero yo me fui caminando por orgullo y por que podía, llegamos a nuestro destino que estaba como a dos cuadras del lugar de desembarque. Sorpresa, era una barraca de madera rodeada con alambres de púas, la cual sería por un tiempo nuestra jaula dorada. Entramos medio sorprendidos y pensando como sería esto. Fuimos revisados por un enfermero creo, pues no era un médico, este a todos les revisó los testículos y preguntó si teníamos alguna enfermedad.  Nos hicieron sentar en unos pupitres antiguos y nos dieron café y una hallulla. Posteriormente pasamos más adentro y teníamos a disposición literas de fierro para dormir. Bueno ahí colocamos nuestros sacos de dormir y por supuesto conversábamos cualquier caldo de cabezas.

Recuerdo para el bronce que don Carlos Vega Letelier, escritor y profesor universitario, con buen ánimo, dijo  "No podemos negar que esta noche nos vieron las guevas". Creo que para mi fue el día mas largo de mi vida. A dormir señores políticos de la UP hasta mañana.

Compingin, al otro día y siguientes: Nos acostamos en literas, no teníamos guardias adentro, podíamos conversar lo que quisiéramos. Nos avisaron que la levantada sería a las 8 de la mañana. Creo que dormí sin problemas, además estaba super cansado. Al otro día nos avisan que la levantada será a las 9, teníamos una horita más de descanso.

La barraca era grande y primero estuvimos en un sector de ella. Después nos cambiaron al otro lado. Salíamos a buscar leña para alimentar un calentador grande de fierro. El bosque estaba al lado y también salíamos a buscar leña más lejos, siempre en compañía de un guardia de los marinos. Teníamos un río donde nos lavábamos, era más bien un chorrillo y nunca supe cómo se llamaba, trataré de ubicarlo en algún mapa. Al otro lado del río estaba la cocina y ahí fueron enviados a ayudar algunos de los detenidos, recuerdo a Livacic, le llamaban rancheros (por que preparaban el rancho). La comida la repartían en marmitas en la misma barraca y teníamos nuestros propios utensilios, plato y servicios. En el calentador grande hervíamos agua para tomar café. Esto que cuento sucedió los primeros días. Pero.

Al día siguiente, es decir, el 12 de septiembre en la tarde llegaron otro lote de detenidos, entre ellos los hermanos Asencio (Cachencho era de la Cora), llegaron unos conscriptos de la Fach más asustados que otro poco. Uno flaco que parecía un enfermo de TBC, estos fueron cachados que eran de la UP y parece que les dieron fuerte y los tiraron al agua en Bahía Catalina y los mandaron a Dawson, junto a los políticos.

Cuando llega este grupo con muchos conocidos nos enteramos que Allende había muerto. Claro si nadie podía saberlo, estábamos aislados y los marinos no nos iban a informar. Nos sorprendió bastante, pero lo más importante era saber que iba a pasar con nosotros. Le pregunto al Cachencho por mi compañero Francisco Betancurt (por que el Pancho se alojaba en su casa cuando venía de Posesión) y me responde que se fue a la Argentina. Después supimos que el Pancho se volvió a Punta Arenas por su polola la Toña y no supimos más de él.

Les cuento que al tercer día en el patio de la barraca se hizo una fogata y se rindió homenaje a Salvador Allende el orador fue Carlos Vega Letelier. Yo creo que este fue el único homenaje que hicieron los detenidos en todo Chile. Es para la historia no. Cuando en ese momento la represión en el país era increíble (de eso nos enteramos más adelante). A todo esto don Carlos también fue designado como nuestro delegado de la barraca en Compingin por nosotros. El comandante de la base conversaba afuera de la barraca con don Carlos, parece que de literatura y de como asumir los desafíos de la situación.

En este campamento no veíamos el mar, solo bosque nativo de lenga y coigue, el riachuelo y lomajes. El olor a hojas de lenga quemándose es muy agradable y lo sentíamos a menudo, ya por la fogata que hacíamos afuera de la barraca o por hojitas puestas en la tapa del calentador.

Lentamente vamos haciendo amistades y uno que se me acercó rápidamente y se hizo muy amigo fue el Aristóteles España. Una vez me hizo una pregunta muy infantil que me quedó dando vuelta. Eduardo "te volverías a meter en política". "Por ahora no, el tiempo lo dirá". Ese no era el momento de hacer este tipo de preguntas.

En una oportunidad nos llevaron a hacer unos trabajos de postes (cuestión que era normal), si salíamos todos los días, en un camión e íbamos en la camada (atrás), el José Bosic dele cantar "Donde iremos a parar, si se muera Valderrama" que era una canción del folklore argentino y que caía muy bien para este caso. Ese día supe que iban a construir un campo de concentración más grande y a ese lugar fuimos a colocar unos postes. También las revolvía en sentido positivo el chico Gregorio Brevis de la Enap. Fulvio Molteni, profesor, con sus guantes para proteger las manos. Mi amigo Antonio Bianchi (que había sido inspector del Liceo) también andaba en el lote. A los 3 o 4 días se llevaron a algunos entre ellos al Sr. Arturo Ampuero Navarro, periodista y de la Cruz Roja. Los sacaron en la noche y el Mario Galetovic (Gerente de Copeaustral) le decía "Arturo, Arturo, Arturo….." quería mandar un mensaje, pero no le salía, solo Arturo. Resultó simpático.

Seguiré este capítulo, porque me falta mucho aún por contar.

Los detenidos por la Fach llegaron con el pelo al cero, menos uno que se salvó del corte este reo Carlos Spik con el cual me hice amigo posteriormente. El Carlos llegó a Dawson con abundante y larga cabellera rubia, parecía un gringo.

Ramón González Ortega:  Nos llevaban a una cancha de futbol para estirar las piernas. Recuerdo haber conversado mucho con Ramón González Ortega, caminando por el borde de la cancha, mientras el resto jugaba y reconozco que era muy sincero y que me contó muchas anécdotas de su vida y sus temores y proyecciones que tenía ahora. Lo que pasa es que el era (o había sido) Interventor designado por el Gobierno en la Cooperativa Copetif de Porvenir, además era funcionario de Impuestos Internos. Había tenido mucha relación con las políticas de Estado y había tenido problemas con el General Torrez de la Cruz. El no pertenecía a ningún partido de la UP. Me contaba de su señora que era profesora y que una vez que nos suelten se iría a la Argentina. Una vez que comimos dentro de una carpa de campaña y que nos sirvieron porotos, el Ramón Gonzalez los encontró tan buenos que pidió más, repetición. En una oportunidad que se nos permitió hacer una carta de petición o solicitud a la autoridad el Ramón le escribió al General Torrez (que era el mandamás en la Región). A él los otros detenidos le pusieron Luthor, por que lo encontraban parecido al personaje de la historieta Superman, especialmente por el pelo cortado al cero. Un día en el patio de la barraca me contó muy sorprendido que había tenido un sueño donde veía un gran caballo blanco sobre el mar. Yo escuché su relato medio como de fantasía, pero me lo grabé en la memoria. Posteriormente, yo creo que en la segunda semana de detención al Ramón le fueron a decir los guardias que se prepare por que partía. La verdad es que todos nos alegramos, porque pensamos que se iba para su casa. Grandes abrazos de despedida, de todos que le habían tomado buena por su forma de ser.

Epílogo de Ramón González. Durante Octubre sale en La Prensa Austral la defunción de Ramón González y la noticia que fue muerto junto a otros 3 detenidos en Porvenir por intento de fuga.

Al Ramón se lo llevaron en avión desde Dawson al Regimiento Caupolicán de Porvenir, no iba de vuelta a casa como creíamos nosotros. Años después conversando con su hijo, Iván González que era guagua en ese entonces (1973), le conté cuanto me acordaba de su padre. Su hijo fue el principal defensor de la honra y memoria de su padre, años después en el juicio que se hizo contra los que lo mataron y la justicia condenó a sus verdugos, por lo menos en forma simbólica.

Después de la Tormenta viene la calma:  Los días siguientes fueron todos de tranquilidad, es decir después del 18 de Septiembre. Se habían ido los malos de la película (los del SIM). Nosotros conversábamos y se barajaban posibilidades que los prisioneros que sacaron las dos noches anteriores estuvieran en otro lado de la isla, recuerdo al director del Magallanes don Nicolás Neira que decía, mostrando el dedo para abajo, que los habían eliminado, el pato Retig creyó que decía que estaban enterrados bajo nuestro piso. La verdad es que no teníamos idea de donde pudieran haberlos llevado.

Nosotros teníamos una letra y número para identificarnos, así yo era E-3. La E era por ser capturado por el ejercito. Suporgo que algunos tenían M y F. Un día de Septiembre nos enteramos de la muerte de la madre de un compañero que estaba con nosotros, Sergio Cárdenas. Se tuvo que aguantar la pena solo ya que nada podía hacer. El Sergio era locutor de Radio Polar y yo conocía a su familia por que tenían un negocio frente al Instituto Comercial donde vendían revistas de historietas usadas y yo iba a comprar cuando era niño. El negocio se llamaba La Casa del Cachureo y vendían de todas cosas, incluidos canarios en sus respectivas jaulas y estampillas de filatelia. El Sergio tengo entendido que era hijo único y su madre tuvo que haber muerto por la situación angustiante que debe haber vivido desde la detención de su hijo. Eran de la USOPO, por lo menos el papá. Después supe que su mamá era Domitila Sanhueza Verné, familia de un regidor del P. S. allá por los años… y que el Sergio posteriormente a su detención trabajó en Radio Presidente Ibañez y Polar y después se fue a Santiago donde trabajaba en radio y doblaba voces para programas televisivos hasta que murió hace unos años. Tenía familia.

Nosotros teníamos correo con nuestras familias semanalmente y mandábamos la ropa a lavar a la casa, las cartas eran censuradas recortando lo que para ellos era sospechoso. En el correo nos llegaban comestibles, ropa limpia, cigarrillos, revistas, etc. Nótese el gasto que significaba para las familias. Un día Mario Galetovic comenzó a tararear una canción que hablaba de "mi Punta Arenas, ciudad de ensueño y amor cuando yo vuelva a tus playas renacerá el corazón" Era el Tamo Daleco que cantaban los emigrantes yugoeslavos recordando sus lejanas tierras. Claro ahora la letra estaba cambiada en castellano. En ese tiempo yo no sabía que iba a ser como el himno oficial de los presos de Dawson. A todo esto al Popeye Cárdenas le enviaron un juego de ajedrez y el Popeye como buen maestro nos empezó a enseñar a jugar a todos los interesados. Yo aprendí a jugar ajedrez en Compingin y como teníamos tiempo organizábamos competencias entre nosotros. También aprendieron los conscriptos de la Fach, Juan Ruiz y Sergio Navarro. Este último salió super bueno para jugar al ajedrez. Al Juan Ruiz le decíamos cabeza de alcancía porque como le cortaron el pelo al cero le quedo una pelada al medio como una ranura de alcancía, era del campo de Puerto Mont. Una vez que conversamos me contó que a ellos les encontraron calendarios de bolsillo con la foto del presidente Allende y de ahí los agarraron y esto fue antes del 11. También me contó que el era del Mapu Obrero Campesino y se asombró de que yo era del Mapu. Hay que explicar que el Mapu se había dividido en dos fracciones una más gobiernista (MOC) y otra más revolucionaria (MAPU); por eso se sorprendió ya que pensó que la cosa iba a ser más difícil, para los mapus. La verdad es que no fue así y todos fueron reprimidos por la dictadura.

Yo dormía en una litera y en la parte de abajo lo hacía Sergio Lausic, profesor de la Universidad Técnica del Estado a quien yo no conocía y que posteriormente fue un buen y gran amigo, hasta el presente. Yo también había sido compañero de curso en primera preparatoria del San José y en Liceo Vespertino de su hermano Chedomir Lausic que fue muerto por los servicios de inteligencia militar en Santiago dos años después y que también se fue a estudiar de Técnico Agrícola en la U. de Chile en el Norte, parece que Antofagasta. Yo lo hice en la gloriosa y combativa sede de Osorno. De a poco íbamos quedando menos en este picnic largo de Dawson y un día nos dividen la barraca en dos, totalmente aislada y comienzan en el patio a instalar planchas de zinc tapando medio el patio, así quedamos aislados a un lado y esperando que iba a pasar. Esa noche cuya fecha no recuerdo en este momento escuchamos a horas de la madrugada que llegaba gente a la barraca por el lado que quedó desocupado. Hubo mucho ruido, pero no sabíamos quienes llegaban.

Al otro día estuvimos de comentarios y algunos decían trajeron a las mujeres, otros pensaban que eran otros prisioneros políticos de otra parte. Así estuvimos sin saber nada hasta las 6 de la tarde cuando se cantaba la canción nacional ( y donde siempre salía más fuerte, casi gritando "o el asilo contra la opresión"), y escuchamos desde el otro patio unas voces graves que se notaba eran de personas adultas. Estábamos claros que teníamos vecinos, sin saber quienes eran, pero sabíamos que eran hombres adultos y de cantar muy ronco.

Pasaron dos o tres días y ya sospechábamos que eran políticos de otras zonas del país. Un día que voy al río seguramente a lavarme y veo al otro lado, entre matorrales, a nada menos que Aniceto Rodríguez, Senador de la República. Les cuento a mis amigos, vi al Aniceto Rodríguez, ya no quedaba duda eran grandes dirigentes y funcionarios del gobierno de Allende.

Otro día que fuimos a buscar leña en un bosque que estaba cerca de la barraca, entre ramas de coigues y ñirres nos topamos con los de Santiago y se acerca uno a darnos la mano, Anibal Palma (el Pibe) y contento de saludarnos nos pregunta de donde somos y le aclaramos que somos de Punta Arenas y además pregunta sobre noticias o novedades y le decimos que estamos tan desinformados como ellos. Por otro lado un día llegó un cura al campamento y dio consultas a quienes quisieran enviar un saludo o algo a sus familiares. En una carpa atendía y yo fui (muchos fuimos), en realidad el cura Tampe (ese era su apellido no aportó nada en concreto) y creo que nadie se acuerda de él. A mí me preguntó cómo estaba yo le dije que bien, pero que me gustaría saber cuándo nos largaran de este lugar. El cura no tenía idea. Lo único que le di fue el teléfono de la casa). Más adelante cuando salí en libertad me dijeron en la casa que una vez llamó un cura a altas horas de la noche, para decir que yo estaba bien.

La verdad es que estábamos bien y con la moral en alto, yo diría mucho mejor que los familiares, en general de todos los confinados (así nos llamaban), pues en Punta Arenas corrían todo tipo de rumores, poco menos que nos estaban masacrando.
A todo esto mis amigos eran Aristóteles España, Ramón González Ortega y Sergio Barría. Y otros nuevos que empecé a conocer. También había algunos que no conocía y con los cuales jamás hablé. Por ejemplo había un aviador de Fach de la escuela de especialidades que estudiaba en la noche en la UTE y que hablaba por el campeonato, le decían el Pato Lukas y que además estaba en un pensionado con otros estudiantes de la UTE. Bueno este tipo con el correr de los años nos enteramos que era un sapo enviado por los servicios de seguridad para obtener información. Y parece que no era el único.

En el campamento había un suboficial muy antiguo que era puro cariño con los prisioneros le pusimos de sobre nombre Peguitas Cortas porque siempre iba a buscar a alguien y decía: lo necesito para una peguita corta, al contrario había un sargento estúpido que una vez que salimos con él se puso a hablar de los sindicatos y se enredó totalmente y nos dimos cuenta que el tipo era ignorante y carajo, a este le decían Mala cueva porque cuentan que se calló un puente en una formación donde iba último y el se sacó la mugre. Desgraciadamente este es ensalzado en la película de Littin y esto pasa por no consultar a los protagonistas reales de este realiti. Como no teníamos informaciones, ni radio, solo comentarios o conclusiones nuestras, iban pasando los días en Compingin. Después supe que estábamos a solo 6 Km de Puerto Harris.

A todo esto se llevaron en avión a Ramón Gonzáles de quien ya me he referido ampliamente y lo despedimos con grandes abrazos pensando que se iba de regreso a casa. Y de a poco vamos quedando menos. Hasta que un día que parece que fue más o menos la segunda semana de Octubre del 73 me llaman, preparar los bultos y voy a partir. Junto a Rene Cárdenas Eugenín (Profesor,  PC), Sergio Zurita (Funcionario público, Mapu OC)  y Francisco Mariangel (funcionario del hospital,  PC). Nos íbamos de Dawson. Cuales sería nuestro destino. Nos iríamos a la casa.

La noche que tiritaban las litreras: Sin saber de nuestro futuro iban pasando los días, salíamos a buscar leña para alimentar el calentador y la rutina de siempre, comer, conversar, y a las 6 de la tarde cantar la canción nacional con el hizamiento de la bandera. A los pocos días de la llegada aparece un infante de marina con el diario La Prensa Austral que decía más o menos así "Por cada uniformado muerto serán ejecutados 10 prisioneros políticos". Para este infante al comunicarnos eso, me dio la impresión que asumía un deber sagrado con la patria y por supuesto estos sujetos se creían todas las mentiras que largaba la dictadura al principio. Un día no llevaron a dependencias navales que quedaban al otro lado del río y nos mostraron en un televisor Antú a un viejo feo y que estaba enojado hablando al país. Ese era Pinochet, primera vez que lo veía, ni idea de este tipo. Yo sabía de el general Prat que era leal a Allende, de Bachelet que era de la Fach y colaborador del gobierno, de Schneider que fue muerto por un comando de la derecha y que era constitucionalista. En todo caso esto fue un ratito y después ya no lo mostraron nunca más. Otro día en que estábamos comiendo en una carpa y con televisión que pasaba al cantante Rafael de España, el niño. En esa oportunidad fue que comíamos porotos y conversábamos con Ramón González Ortega y que los encontró muy sabrosos y se repitió.

 

A todo esto el 17 de Septiembre todo cambia cuando vemos la llegada de unos tipos vestidos de civil con el pelo largo y que parecían hipies. Eran los del Sim y nos quedaron mirando como a bichos raros y nosotros también a ellos. Ese día hicimos nuestra rutina de siempre, salir a buscar leña por las cercanías y cuando volvimos vimos el ambiente raro, se percibía que algo iba a pasar. Esa noche cuando nos acostamos y como a las 12 de la noche cuando estaba todo en oscuras abren la puerta de una patada y entran gritando FRANCISCO ALARCÓN y lo sacan bruscamente y sentimos gritos y disparos afuera. Era el primero de los que iban a salir de esa forma esa noche. Después vinieron a buscar de la misma forma a Américo Fontana (Director Regional de Conaf, PC), y a otros más, fueron como 5 prisioneros después llegaba un miliquito conscripto a buscar los bolsos de los salidos y siempre decía "pobrecito el finaito". Al otro día fue el comentario no más entre nosotros y seguimos con nuestra rutina. La segunda noche sucedió el mismo show y empezaron a sacar prisioneros y uno lo que más quería era no ser el elegido. Siempre que los sacaban se sentían gritos, disparos y carreras. Entre uno salido y otro se producía como media hora. así que no podíamos dormir tranquilos. Bueno de repente oigo una sonajera de fierros dentro de la barraca y era que muchos tiritaban y salía esta melodía y título "la noche que tiritaban las literas". Entre otros que recuerdo que salieron esas noches fueron Abramor Pancho Gonzalez (profesor del Industrial) y pariente mío, Williams Bedwel Carrasco ( Presidente de los estudiantes de la UTE),  Américo Fontana (Director Regional de Conaf) de los otros no recuerdo los nombres, pero alguien me va a ayudar. Fueron como 10 los sacados.

 

Dawson Nuevamente y Campamento Chico: Cuando llegamos al campamento Río Chico nos damos cuenta que no es un campamento es un Campo de Concentración tipo nazi de la Alemania de Hitler con barracas de madera y literas tipo la película La Vida es bella del actor          doble alambrada de púas por si quieren escaparse y casetas de guardias en las colinas Norte y Sur. Me tocó junto a los amigos en la Barraca Alfa que era la primera y ahí nos encontramos con Lausic, con el Peye Urrutia, Ruiz hermano del negro Ruiz y que tenían fuego prendido en el calentador que se ubicaba en el medio de la barraca y que era como un tacho redondo y grande donde se podía poner una tetera u olla para calentar agua para tomar café. Había otro para calentar el agua de las duchas que se ubicaban al final de la barraca. Lo más importante fue encontrarnos con amigos y compañeros que no teníamos idea donde estaban, y conocer un montón de gente nueva que yo no tenía idea. Yo era Alfa 66.

Del Palacio de la Sonrisa a Bahia Catalina : Estimo que serían las 11 de la mañana partimos desde el Palacio de la Sonrisa a Bahia Catalina nuevamente tirado de guata en el bus chico y con mis captores supongo que uno manejando y el otro al lado. En este recinto nuevamente comienzan las torturas físicas con golpes y patadas. Pero curiosamente parece que el cuerpo humano se sobre protege solo ya que llegando a un momento de saturación los golpes no duelen, ni se sienten. Uno de los matones  torturadores me pisó el pie derecho y eso si lo sentí. Yo no recuerdo bien lo que preguntaban y lo de las armas era recurrente, si donde estaban escondidas. También preguntaban por nombres de otros dirigentes de la UP. En todo caso estos tipos parecían sacados de la inquisición y no que eran funcionarios de las Fuerzas Armadas. Como episodio sorprendente de García Marquez de repente dicen se para todo por que viene el almuerzo, salen a esconderse los torturadores por que a uno le sacan la venda negra y uno de ellos dice a mi no me importa que me vea. Y lo veo es tipo muy alto, negro y con cara de pocos amigos y después se que se llama Marmaduque Nuñez y que juega basquetboll por la Fach. Este desgraciado fue el que me pisó el dedo gordo del pie derecho y  me lo dejó un poco chueco para siempre. Este torturador basquetbolista supe que murió unos años más tarde en Santiago atropellado por un vehículo. Me trajeron un  plato de tallarines, como si yo tuviera hambre en esas condiciones, que ridículos los captores. Yo no se lo que pasó  después, solo se que devolvieron al Regimiento Cochanne en la tarde ya oscuro, como a las 8,30 y llegué en lamentables condiciones, que hasta el Sargento Miranda exclamó pobrecito en las condiciones que lo traen. Al llegar  a mi litera el que me ayudó fue Roberto Lara, padre, y su hijo estaba en la Fach preso. Siempre me voy a acordar. Esto sucedió el entre el 19 y 21 de Octubre del 73.
En la barraca todo seguía igual, los dementes que nos custodiaban estaban detrás  y el montón de presos políticos acinados esperando saber su destino. Nos traían la comida en marmitas y cada uno tenía sus platos, servicio y jarro. Había  un campesino de Oazi Harbour llamado Marito que cantaba canciones rancheras mejicanas y que se presentaba seguido.

Yo todo embromado, acostado, recibo carta de mi padre que me comunica que había nacido una bebe y que la Flor estaba bien. Al otro día uno de los patéticos guardias que nos vigilaban me peguntó como estaba y yo le dije que bien y que había nacido una mujercita en la casa de O Higgins. Este guardia me hizo subir a un banquito y se lo comunicó a todos los detenidos y aplaudieron. Yo creo que en general no le dieron importancia ya que cada uno tenía sus propios caldos de cabeza esperando que pasaría con ellos. El hecho es que entre carta y carta con Flor le pedí que se llamara Patricia y así le pusieron en el Registro Civil Patricia Antonia Ojeda Mayorga. Salió mas activista la Paty defensora de los DD HH en años posteriores.
Todavía faltaba como dos meses para Navidad y muchos esperaban que hicieran una salida masiva de presos políticos para esa fecha. Vanas ilusiones. Se seguía con los prisioneros sacados  y trasladados por el Cochero de la Muerte al Palacio de las Sonrisas, para interrogatorios con métodos de tortura y sin ninguna esperanza de defensa, claro si querían montar el show de los consejos de guerra y así justificar el Golpe de Estado e ir eliminando a la gente de la Unidad Popular ya sea con más cárcel o echándolos del país. Ese era su propósito el Consejo de Guerra de las JJ CC, el del Hospital, el de los socialistas, el del puerto, etc.

Nos hicimos más amigos con Chulengo, con Cristie, con Benjamín Cárdenas, y un montón más.

Fue en esa época que sale publicado en la Prensa Austral que tres extremistas se habían escapado del Regimiento Caupolicán de Porvenir y los habían matado. Versión falsa, burda mentira a ellos los sacaron del conteiner donde los tenían prisioneros y los llevaron al Canelo a 60 Km donde los hicieron correr y los mataron con fusiles y balas los valientes soldados del Regimiento Caupolicán. Oye si en en Compingin (primer Campamento de prisioneros de Dawson) nos hicimos grandes amigos con Ramón Gonzalez Ortega, uno de los que mataron, era funcionario de Impuestos Internos e interventor en la Empresa Copetif de Porvenir, sin militancia política, casado con Genoveva Toro profesora de Inglés y con 3 hijos. Los otros eran Baigorri, profesor muy conocido en Porenir, y Cárcamo un joven socialista. Fue la Caravana de la Muerte que pasó por teléfono o fax y que el comandante del regimiento agarró papa y se mandó el asesinato del siglo. Los culpables fueron sancionados y condenados años más tarde por la justicia.

Ya estábamos cansados de esperar por nuestro destino y ya cerca de Navidad nos informan que vamos a partir nuevamente a Dawson y nos vamos en barco nuevamente con día de sol y en la cubierta, nos íbamos conversando y cantando hacia nuestro destino desconocido nuevamente con Chulemgo, Cristie, Oscar Briceño. y alguien más. Otros iban más preocupados ya que  sospechaban lo peor

La Aventura no Termina. Llegando al Regimeinto Cochranne 
Los cuatro viajamos en un barco de la Armada y en un camarote chico y después de tres horas de viaje desde Dawson a Punta Arenas llegamos al muelle Arturo Prat, esto pasaba en la primera quincena de Octubre, no se el día exacto. En el muelle nos esperaba un vehículo como camioneta y nos ubicaron atrás y tirados de guata. Obviamente llevábamos un guardia armado, por si se nos ocurriese escaparnos. Nos encaminamos al Regimiento de infantería de Marina Cochranne que queda como a 4 km al sur de Punta Arenas, entramos con la camioneta por la puerta y subimos a una colina pequeña donde había un galpón de fierro gigante. Primero nos chequearon en una garita u oficina chica que estaba al lado del galpón. Antes de entrar al galpón diviso una carpa al lado del galpón y un prisionero que estaba como zombi, era el Sr. Quijada, Jefe Regional del Seguro Social, militante comunista. Que hará solo en ese lugar me pregunto. Se abren las puertas del galpón gigante y empezamos a entrar los cuatro que veníamos de Dawson. Nos encontramos con un espectáculo dantesco, literas por todos lados y más de cuatrocientos prisioneros políticos que nos miraban. Y nosotros que creíamos que nos íbamos en libertad. La cosa se estaba poniendo difícil y peligrosa.

Nos ubicaron en las literas correspondientes y ahí dejamos los bultos. Nos quedamos como separados del resto y uno de los prisioneros se acercó a Popeye Cárdenas y le dijo "pendejo" me imaginé que se conocían, y se retiró sin más comentario. Ese era el flaco Manuel Parada a quien yo no conocía, este era de la UTE (Universidad Técnica del Estado) y comunista, y después nos conocíamos todos. En la entrada del galpón, a la mano derecha estaba Francisco Alarcón Barrientos, estaba en un corralito  con alambre y aislado total, no se veía bien, también parecía otro zombi. Pero se nos aclaró la película al comprobar que a los que sacaron de Dawson durante las Fiestas Patrias estaban allí. Entre ellos Américo Fontana Director Regional de la Conaf, Williams Bedwel Presidente de la Federación de estudiantes de UTE y que trabajaba en la misma UTE, el Francisco Alarcon de quien ya me he referido y la mayoría de los que sacaron, no todos, pues nos enteramos rápidamente que funcionaba otro Centro de Detención en el Pudeto y otro en la Fach. Alguien comentó que a las mujeres las tenían en el Regimiento de Ojo Bueno.

En este lugar los guardias hacían una especie de fiesta con nosotros, especialmente un guardia que se lo pasaba gritando y dando órdenes, seguramente como lo hacían con los del contingente que hacía su servicio militar. Este tipo era tambor de la banda. Pero daba la impresión que estos sujetos, los guardias eran más dementes que lo que uno podía suponer. Por lo menos en la noche respetaban el sueño de los prisioneros. Había otra pareja de guardias infantes de marina y estos si que eran locos de remate. Recuerdo que armaron un tremendo escándalo por que uno de detenidos les dijo que se le había perdido un cuchillo y poco menos que nos tuvieron formados y con retos durante más de una una hora hasta que al infeliz detenido se le apareció su cuchillo. Como todos los detenidos eran personas conocidas y respetables vecinos jamás a este incrédulo personaje se le ocurrió que iban a hacer tanto escándalo por su cuchillo. Parece que estaban alentados por otros mandos a ser rudos y despiadados con los prisioneros.

Para mi fue sorpresa encontrar a Luis Hernández Tapia en el Barracón, el era un conocido político regionalista y de derecha. Incluso fue candidato a Senador por la lista del Partido Nacional, sacando muy buena votación en Magallanes, pero mermando mucho en Chiloé y Aisén. Se hacia llamar el magallánico y recuerdo que antes fue candidato a diputado, sacando igual buena votación, pero no saliendo, recuerdo que mis padres lo apoyaron en esa elección. Por que estaba preso Lucho Hernández Tapia, igual que la gente de la Unidad Popular. La razón era simple, venganza por no apoyar los paros del comercio contra la Unidad Popular, el era un demócrata, no un fascista.

Nos vamos de puras sorpresas por que en la mañana se salía a trotar cantando, o mejor repitiendo lo que tarareaba el infante que dirigía. Algo así como QUE BONITA LA MAÑANA y todo el lote de políticos repetían QUE BONITA LA MAÑANA y así seguía el trote canción. Claro que esto no lo hacían todos los días. Me cuentan que llega todos los días un vehículo con personal de seguridad a buscar prisioneros para interrogarlos con métodos de tortura y que ese vehículo es conducido por un señor que le llamaban El cochero de la muerte. El Bosic muy preocupado, por una hendija que quedaba en las planchas de fierro del Galpón, miraba a que hora llegaba esta horrible máquina de la tortura.  Cuando me tocará a mi. Algunos de los prisioneros que llegaron al Cochrane habían sido golpeados y torturados al llegar haciéndolos pasar por los calafates que habían en el sector y muchos todavía se sacaban las espinas que tenían enterradas en el cuerpo. Me entero que al lugar de tortura se le llama "El palacio de la sonrisa" y que funciona en un edificio de la Armada en la Avenida Colón y que antes había sido un hospital naval.

Ya había un grupo que estaban acusando de ser de seguridad del puerto y recuerdo al chico Avilés que era llevado continuamente a interrogaciones y volvía muy mal. Se preparaban para ser juzgados.

El encargado del galpón era un capitán viejo de apellido Parra, este individuo era un ser que se notaba con signos de perturbación mental, era un acérrimo anticomunista y era cruel con los detenidos como si fueran delincuentes. En una ocasión nos dijo que el partido comunista no resurgiría ni en cincuenta años. Estaba equivocado el hombre. Todos los partidos trabajaron desde el mismo once en la clandestinidad. Felizmente se tocaban canciones como parte los shows que hacían los prisioneros y Lanfranco cantaba Te recuerdo Amanda de Victor Jara, como los guardias no tenían idea que esta era una canción nuestra, se permitía.

De repente los guardias son de la banda de los marinos, había uno gigante que más daba miedo por su estatura como Frankenstein, también diviso al Romeo Garcés que yo conocía por ser el hermano de la Estrella Garcés que era amiga de la Uba, mi hermana. Pero estos de la banda estaban por que los mandaban y no se metían en nada con los prisioneros. Otra guardia que llegaba era super tranquila y el sargento nos enseñó algunos términos que ellos usaban como un lenguaje alternativo, me acuerdo del chaqui-chaqui que era el vestón o la parca.

Había también un democratacristiano, que fue liberado antes de la navidad, no recuerdo su apellido solo que era uno flaco. Otro era un venezolano estudiante de la UTE y que estaba más asustado que otro poco. Un día Domingo llegaron trotando y en salida de cancha Mansilla y Coronado, llegaron para quedarse. También esos días llegó Rubio de la UTE y lo hicieron trepar hasta el cielo raso del galpón. Los días transcurrieron esperando ser llamado por los torturadores. Leíamos la prensa y de repente sale la información de la muerte de cuatro prisioneros en Porvenir a los que les aplicaron la Ley de Fuga, entre ellos mi amigo Ramón González Ortega, recién nos enteramos que no se había ido libre.

De a poco también soltaban gente. Conocí al Dr. Nelson Rodríguez de la Enap y militante comunista el cual que contó que estaba muy preocupado por la suerte de sus dos hijos que eran miristas en Concepción. A este Dr. después no lo ví nunca más. Nosotros enviábamos la ropa para ser lavada en la casa y nos llegaban continuamente encomiendas de los familiares. Escribíamos carta que eran censuradas.

A todo esto un día me llegó la hora, me fueron a buscar los verdugos de la dictadura. No era el cochero de la muerte el que me llevó, sino dos civiles jóvenes en un bus chico, estos eran de la Fach y uno se llamaba Luis Vidal. Me vendaron y me hicieron ir de guata en el pasillo del bus. Yo pude seguir todo el trayecto por mi sentido de ubicación, así salimos del Cochrane y avanzamos por 21 de Mayo, seguimos por Magallanes y doblamos por Colón pasando Bories y entrando por una entrada a un patio del siniestro Palacio de la Sonrisa (hoy casa de los DD. HH) donde tenían su cuartel general de las torturas. Al bajar me hacen pasar a una sala del primer piso que quedaba al fondo de la horrible casa. Aparentemente estaba solo, vendado de negro, con mis valientes captores que me querían hacer algunas preguntas. Fueron amables y me dijeron que me saque la ropa quedando solo con mi slip azul. Me hicieron sentar en un banquito y comenzaron a hacerme preguntas relacionadas sobre el Mapu y  el acontecer político hasta que uno gritó está mintiendo y siento un terrible golpe en lado derecho de mi cabeza justo en mi oído y caigo al piso, casi inconsciente. De ese golpe supe después que se llamaba el teléfono y mi oído derecho se resintió años más tarde perdiendo la audición de ese oído. Ahí comenzaba el interrogatorio en base a puros golpes y patadas con un prisionero indefenso con los ojos vendados y casi desnudo. Entre otras cosas recuerdo que mencioné la frase "golpe de  Estado" y me corrigieron al tiro diciendo "Pronunciamiento militar". Además se comunicaban por teléfono con lo que parecía ser el Comando central y daban cuenta de cómo iba el interrogatorio. Lo que más preguntaban era "donde estaban las armas". Yo estaba solo con lo que parecía ser dos torturadores, pero parece que también había un médico que me echó un vistazo para ver si seguían. Uno de los torturadores dijo perdón no tengo cenicero y apagó su cigarrillo en mi pecho, ya que estaba tendido en una mesa. De repente terminan y me visto y me llevan en el vehículo vendado y tirado en el piso a Bahía Catalina recinto de la Fach donde yo sabía que tenían prisioneros. Y  me llevaron con venda y nuevamente tirado de guata al suelo del bus y me di cuenta del trayecto otra vez por mi experiencia de conocer la ciudad y manejar mucho en ella. Que pasará en ese recinto de la Fach me pregunto.

por Eduardo Antonio Ojeda Alvarez


Ex preso político de Isla Dawson gana juicio contra el Fisco

Fuente :ovejeronoticias.cl, 24 de Noviembre 2017

Categoría : Prensa

El Noveno Juzgado Civil de Santiago condenó al Estado de Chile a pagar una indemnización de $70.000.000 (setenta millones de pesos) a exoperario de la empresa ENAP, planta Magallanes, quien fue torturado en el Regimiento Pudeto, el centro de detención ilegal «Palacio de las Sonrisas», en Isla Dawson y en el Destacamento de Infantería de Marina N°4 Cochrane de Punta Arenas.

En el fallo (causa rol 15.330-2016), la magistrada Lidia Poza Matus acogió la demanda presentada por Hernán Arturo Díaz Jiménez, quien fue detenido tras el 11 de septiembre de 1973 y llevado a diversos centros de detención y tortura.

«Que por lo anterior, se tendrá por establecido que don Hernán Arturo Díaz Jiménez fue detenido ilegalmente por agentes estatales en 1973, en la ciudad de Punta Arenas en donde residía y trabaja, sometido a crueles torturas físicas y psicológicas durante un mes, las que le causaron gran daño, con secuelas en su desarrollo personal, emocional y laboral, lo que ha sido reconocido por el propio Estado como violaciones a los derechos humanos, circunstancias por las cuales se le ha dado el carácter de víctima, como se desprende del documento acompañado a fojas 198, en el cual aparece como beneficiario de pensión o contributiva como exonerado político», sostiene el fallo.

La resolución agrega que: «en este caso se trata entonces de un crimen de lesa humanidad en que las acciones de reparación integral no han prescrito, puesto que la condición de imprescriptibilidad de la acción indemnizatoria en este caso, emana de la naturaleza de los bienes jurídicos protegidos a la luz de los principios generales del derecho internacional que tiene rango supra legal, por aplicación del artículo 5° de la Constitución Política de la República, ya citado; sin que pueda invocarse derecho interno de menor jerarquía para desatenderlas. Por lo cual, las alegaciones principal y subsidiaria de prescripción de la acción de responsabilidad será rechazada».

«(…) encontrándose acreditado el ilícito, la responsabilidad del Estado y la circunstancia de que la desaparición forzada de la víctima, no habría tenido lugar si la intervención de funcionarios estatales no se hubiera producido, sólo queda dar por establecida la responsabilidad del Estado de Chile en el detención ilegal, secuestro y apremios físicos y psicológicos infligidos a don Hernán Arturo Díaz Jiménez», añade.

Por ello, concluye: «se acoge la demanda de fojas 1, y se dispone que el Estado de Chile debe pagar como indemnización de perjuicio por daño moral a don Hernán Arturo Díaz Jiménez, la suma de $70.000.000, con los reajustes que se indican en el considerando vigésimo séptimo, sin costas».


A 46 años del “golpe”, víctimas de torturas presentaron querella criminal

Fuente :laprensaaustral.cl, 26 de Febrero 2019

Categoría : Prensa

“Pedimos que se investigue, y quienes cometieron los delitos de tortura que seanprocesados, acusados y condenados”, dijo el abogado Víctor Rosas.

Un total de 17 personas, 14 hombres y tres mujeres, que fueron torturadas durante la dictadura militar, presentaron una querella criminal en contra de todos quienes resulten responsables de las torturas que sufrieron mientras permanecieron detenidos.

Acompañados del abogado patrocinante, Víctor Rosas Vergara, vicepresidente de la Unión de Ex Prisioneros Políticos de Chile, ayer en la mañana estuvieron en la Corte de Apelaciones de Punta Arenas haciendo la presentación del escrito.

“Justicia”, es lo que piden las víctimas, porque no entienden que después de tantos años exista impunidad en sus casos.

“Pedimos que se investigue, y quienes cometieron los delitos de tortura que sean procesados, acusados y condenados”, dijo el abogado.

En el fondo, lo que buscan es un no a la impunidad, “que no sea gratis cometer estos crímenes, por parte de personas que pueden argumentar que recibían órdenes, pero en muchos casos se pasaron”.

Este trámite pone fin a un largo proceso, mediante el cual se tuvo que reunir los antecedentes y declaraciones de cada uno de los querellantes.

Entiende el abogado que aun cuando ha pasado mucho tiempo, espera que la justicia pueda investigar y determinar quiénes fueron los autores de las atrocidades ocurridas en Chile, pero particularmente en Magallanes.

De ahí la importancia que le atribuye a que los prisioneros políticos puedan presentarse ante la justicia, pidiendo que actúe y que pueda establecer la verdad, sancionando a quien corresponda, “aunque muchos han fallecido”.

Aunque sabe que el tiempo les juega en contra, el abogado presentó la querella por torturas, amenazas, asociación ilícita y secuestro, en representación de 61 víctimas.

La tercera parte está fallecida, pero son representados por su familiares directos, algunos por viudas y otros por hijos.

“Esperamos que la justicia pueda actuar, porque en nuestro país desgraciadamente los prisioneros políticos han sido ignorados, y el crimen de tortura no ha sido perseguido por la justicia”.

Víctimas

Una de las víctimas, el profesor Julio Pedrol, asevera que esta querella es una forma de decir no a la impunidad. “Por el terrorismo de Estado fuimos torturados, flagelados y aún seguimos esperando justicia”.

Recuerda cuando fue detenido en el colegio donde hacía clases (Juan Williams), y sacado violentamente por doce infantes de marina. “Todos contra uno y fui llevado al Cochrane, done fui brutalmente torturado”.

Otro de los querellantes, Víctor Sumarett, de actuales 81 años, exhibe las secuelas que dejaron en su cuerpo los apremios.

En 1973 trabajaba en Enap y cuando iba camino a Posesión fue detenido. “Los dos meses que estuve preso en el Regimiento Pudeto no se lo doy a nadie, porque las torturas fueron terribles. Espero que los autores no tengan perdón de Dios”.

En términos similares se pronunció otras de las víctimas, Amadón Millalonco Ruiz, quien era delegado del Campamento Cullen, trabajaba en el departamento de alimentación de Enap, en la isla Tierra del Fuego, cuando una patrulla militar del Regimiento Caupolicán lo fue a buscar a su casa. Más de un aw ño lo tuvieron detenido. “Lo que pasamos nosotros no se lo damos a nadie. Nos torturaban, amenazaban de muerte, nos tiraban al agua y muchas cosas más. Realmente se ensañaron con nosotros”.

Hoy, con 83 años de edad, el paso del tiempo hace aflorar las secuelas, cada vez son más insoportables, nos dijo.

Por Miguel Concha Hernández se presentó la viuda, Irene Cárcamo. Al marido lo exoneraron de la Municipalidad de Punta Arenas. Estuvo 14 meses preso. Primero en Bahía Catalina, luego en el estadio fiscal, isla Dawson y terminó en el Regimiento Cochrane.

“Después, cuando lo liberaron, nunca encontró trabajo. Cocho Cárcamo fue el único que le dio trabajo. Posteriormente, después de todo el sufrimiento, cayó en el alcoholismo, hasta que falleció el año 2000”, comentó la viuda.


Fallecio Guillermo Saez Aravena

Fuente :radiopolar.com, 1 de Junio 2016

Categoría : Judicial

En la madrugada del martes 31 de mayo de 2016 falleció, en el hospital Gustavo Fricke de Viña del Mar, Valparaíso, el compañero Guillermo Sáez Aravena, quien se encontraba internado desde hace un par de meses luego de un grave accidente automovilístico. Guillermo Sáez, casado con Valeria Scheihing, tuvo cinco hijos, siete nietos y una bisnieta. Era ampliamente conocido por nuestros compañeros en Magallanes y en Valdivia. Se caracterizaba por su optimismo, buen humor, lenguaje directo y a veces procaz, junto a su cálida amistad.

Como reseña histórica queremos destacar algunos de los datos más significativos de violaciones de derechos humanos que Guillermo Sáez sufrió desde el 11 de septiembre del 1973. Era funcionario del ministerio de obras públicas y un conocido militante del Partido Socialista. En esta calidad es que fue llamado en los primeros bandos militares para que se entregara a la autoridad golpista. Se presento el 13 de septiembre de 1973 en el Regimiento Pudelo de Punta Arenas, donde fue secuestrado y recluido. Estuvo incomunicado en este regimiento, y durante su secuestro sufrido torturas y en variadas oportunidades y durante mucho tiempo en varios centros de tortura en Punta Arenas. Estos interrogatorios -como él contaba- eran coordinados por el fiscal militar capitán Gerardo Alvarez.

Guillermo Sáez, junto a otros socialistas, fue procesado en el primer consejo de guerra de Magallanes que se realizó el 21 de noviembre de 1973, y fue condenado a 19 años y 1 día de reclusión mayor en su grado máximo, incluyendo la inhabilitación absoluta perpetua para cargos y oficios públicos y derechos políticos. A fines de diciembre de 1973 fue trasladado al Regimiento Rene Schneider en Ojo Bueno. Después de una explosión en este regimiento, el 3 de enero de 1974, es confinado en el Regimiento Cochrane. Después fue trasladado a Isla Dawson, donde fue recluido en la Barraca Remo del campo de concentración Rio Chico, donde además de trabajos forzados es sometido a incomunicación en celdas a la intemperie en bajas temperaturas. Permanece en Isla Dawson desde el 1 de febrero de 1974 al 26 de septiembre de 1974, cuando se cierra este campo de concentración. Posteriormente es trasladado a la Cárcel Publica de Punta Arenas, donde sufrido incomunicación y torturas en el mismo recinto de la cárcel. En marzo de 1976 fue trasladado a la Cárcel de Capuchinos de Santiago y fue expulsado a Holanda. Fue autorizado para retornar al país recién en 1987. Su registro como víctima de prisión política y tortura en el Informe Valech es el 21924.

Guillermo Sáez es el séptimo compañero de la demanda de 31 ex prisioneros de Dawson que no logra recibir la indemnización en vida, otorgada por el poder judicial, ratificada por la Corte Suprema hace ya más de ocho meses, y después de ocho años de litigación.

Por la ONG Dawson 2000 Eliecer Valencia, Miguel Loguercio, Libio Pérez, Roberto Lara, Baldovino Gomez, Hector Avilas


Carlos Zanzi, adiós al amigo

Fuente :www.centroavance.cl, Julio 2004

Categoría : Otra Información

Había que estar, tener agallas. Carlos Zanzi rondaba los 60 años en 1973 cuando fue detenido por el Ejército. También su compañera de toda la vida. Nada sabía de sus hijos, cercanos al Presidente Allende y comprometidos políticamente como su padre. Su gran pecado: ser amigo personal del Presidente y ocupar el cargo de Vicepresidente Ejecutivo de CORMAG (Corporación de Magallanes), instrumento destinado a promover el desarrollo regional.

Sobre él recayó todo el odio uniformado del General Torres de la Cruz, el hombre de Pinochet en la región austral. En el Regimiento Pudeto de Punta Arenas cientos de presos políticos vivíamos la incertidumbre de esos primeros días de cautiverio, con dolor, con miedo, con terror. Se atropellaba y torturaba diariamente. Y se ejercía sobre nosotros una enorme presión psicológica. Nos instalaron un televisor sólo para ver las noticias y enterarnos de las ejecuciones sumarias, las denuncias contra el Gobierno Popular, la ropa interior femenina y el alcohol encontrados en el despacho del Presidente…

En Magallanes el centro de las calumnias era Carlos Zanzi. Había que destruir al amigo de Allende y crear un manto de sospechas contra la labor de CORMAG. Querían darnos lecciones de moral y justificaban su Golpe artero con un inexistente Plan Z, contrabando de armas desde Cuba, la vagancia y la inmoralidad del gobierno marxista.

En nombre de esos supuestos se torturaba, se mancillaba la virtud de las personas, se llegaba hasta el asesinato político.

Y allí estaba Carlos Zanzi con su generosidad, su entereza, asumiendo el papel de padre consejero (no en vano era uno de los mayores entre los prisioneros). Cuando nos trasladaron a Isla Dawson fue el Delegado de nuestra barraca (Charlie) ante los responsables militares de la isla. Sabía de las torturas contra su compañera, nada sabía de sus hijos y sin embargo ese hombre mayor soportaba con entereza duros momentos, seguramente mucho más duros para quien rondaba entonces los sesenta años.

En septiembre de 1974, al año del golpe, estaba con Carlos Zanzi en el Regimiento Cochrane, de la Infantería de Marina, en el sur de Punta Arenas. Ese día recuperamos parcialmente nuestra libertad, pues nos relegarían a diferentes y aislados puntos del país. Fuimos subidos a un camión, entre otros, Carlos Zanzi, Juan Carlos Mandich, Patricio Rettig, Américo Fontana y yo.

Después nunca más lo vi. No tuve oportunidad de transmitirle mi respeto, admiración y cariño, aunque siempre supe de él, de su exilio en España, de su retorno a Chile.
Esta historia de crecer, de venirnos grandes, tiene sus cosas gratas. Vemos crecer a nuestros hijos, llegan los nietos… Pero tiene sus momentos ingratos, dolorosos. Ser testigos de la partida de nuestros mayores, nuestros seres queridos. Enterarnos como hoy, por ejemplo, en una luminosa mañana del invierno de Buenos Aires, que Carlos Zanzi, compañero, amigo, socialista de toda la vida, amigo de mi padre, nos ha dejado a los 89 años allá en su ciudad, en Punta Arenas, en esa Patagonia que tanto amamos.


Me sentí siempre culpable: Testimonio de Carolina González Toro

Fuente :cintras.org, Reflexiones, Nº37, 2009

Categoría : Testimonio

Mi padre, Ramón Domingo González Ortega, forma parte de las más de dos mil personas que fueron ejecutadas en Chile por razones políticas durante la dicta dura militar de Augusto Pinochet Ugarte (1973-1990).

El día 11 de septiembre de 1973 yo tenía 10 años de edad, vivía con mis padres y mis tres hermanos, los mayores de trece y doce años, el menor de tan sólo tres meses de edad. Mi madre era profesora normalista y mi padre trabajaba como contador en el Servicio de Impuestos Internos de la ciudad de Punta Arenas. Fue detenido el mismo día del golpe militar a las 14 horas en su domicilio por una patrulla militar de la Fuerza Aérea de Chile. Ingresaron a mi casa efectivos militares armados con metra lletas, mi padre buscó sus documentos personales y se despidió de mi madre, diciéndole que no se preocupara, que luego volvería. No se despidió de mí ni de ninguno de sus hijos porque no lo dejaron subir al segundo piso de la casa, donde nos encontrábamos.

El relato de ese momento pertenece a mi madre, pero lo he incorporado a mi memoria como propio. Desde ese día no lo volví a ver nunca más.

Recuerdos de infancia

Recuerdo los días siguientes, cuando mi madre llegaba después de recorrer los regimientos en Punta Arenas y subiendo la larga escalera de la casa, me decía llorando: «me lo niegan….me lo niegan …».

Una semana después, mediante un bando militar transmitido por televisión, citan a mi madre para que concurra a retirar correspondencia a la Tercera Zona Naval, así se entera de que mi padre permanece detenido en la Base Naval de Isla Dawson.

Recuerdo que un día llegó a mi casa un jeep del Ejército, con personal armado con metralletas, a buscar ropa de cama para mi padre. Lo recuerdo porque les abrí la puerta y mientras mi madre reunía las cosas, yo los miraba, me parecían gigantes, sentía miedo, tenía la sensación de que algo muy malo ocurría: ¿por qué llegaban esos hombres con uniforme y armados a mi casa?, pero no lo preguntaba y tampoco escuchaba comentar lo que ocurría, mi mamá era el único adulto en la casa.

No tengo claros recuerdos de mi madre en esos meses, es como si ya no hubiese estado conmigo, aunque estaba, todos estábamos, pero no los veo, sólo sé que hay cosas malas que pasan y sólo puedo mirar.

Los bandos militares siguieron informando cuándo las esposas de los detenidos podían retirar y enviar cartas a los prisioneros de Dawson, la correspondencia era regular pero censurada. Yo le escribí algunas cartas y le hice dibujos, lo recuerdo con mucho dolor por no haberle escrito más, mi madre nos suplicaba que lo hiciéramos, porque mi padre se lo pedía, pero eso yo no lo entendía. Las cartas las recuperamos después que lo mataron pero nunca las he vuelto a leer.

También recuerdo cuando llegó un jeep militar a mi casa y allanaron la oficina particular que tenía mi papá en esto, el Segundo Comandante de Ejército del Regimiento «Caupolicán» de Porvenir, lugar donde había sido trasladado mi padre desde Dawson, esperaba sentado en el living de mi casa, ahí jugaba y conversaba conmigo y mis hermanos. Su nombre era Ciro Jofré Niño de Cepeda, fiscal militar a cargo de los interrogatorios a mi padre.

Finalmente, el 30 de octubre de ese mismo año, llegó nuevamente a mi casa un jeep militar, con un vil persona je, Juan Toro Reyes, primo hermano de mi madre, abogado, secretario del Intendente de la Provincia de Magallanes, Manuel Torres de la Cruz, para notificar que a mi padre, junto a dos personas más, se les había dado muerte por no responder a la voz de alto, cuando intentaron fugarse del regimiento.

Recuerdo haber entrado a la cocina y visto a mi mamá de pie, llorando apoyada en la pared, tapándose la cara y repitiendo que no podía ser. Es el recuerdo más triste que tengo, más aún que la propia noticia de la muerte de mi padre, ¿por qué le hacían tanto daño a mi mamá? Después escucho una noticia rara en la televisión, en la que hablan de mi padre: que es un extremista, es peligroso, que se fugó, mi mamá está llorando, otra vez ese dolor que no entiendo, lloro con ella porque está sufriendo, todos lloramos menos mi hermano mayor que dice que es mentira, siento miedo, algo terrible pasa, pero no lo gro comprender por qué.

Estos son los hechos que tengo grabados en mi memoria, como si hubiesen ocurrido ayer. Se borraron los recuerdos anteriores, cuando mi padre vivía y también los posteriores, no recuerdo a mis hermanos, dónde estaban, qué hacían, tampoco puedo recordar me a mí misma, lo único que viene a mi memoria se traduce en el permanente temor de perder a mi madre, la esperaba que volviera de su trabajo, mirando por la ventana escondida tras la cortina, pensaba que en el camino alguien desconocido se la llevaba a la fuerza y rogaba llorando que eso no ocurriera.

Sentía temor de las personas en la calle, ya nadie nos visitaba, había toque de queda, nadie debía saber lo que nos había ocurrido. Yo debía hablar como si mi padre estuviera vivo, así nadie preguntaría de más.

Hay un hecho que recuerdo en particular: el cuerpo de mi padre fue entregado en una urna sellada, cuando lo velaban trataron de abrirla pero no pudieron, en mi interior no quería que lo lograran, después, en el curso de mi vida, siempre me imaginé miles de formas horribles en que encontraría a mi papá. También tuve repetidos sueños en los que él volvía, yo le abría la puerta y él me sonreía, me hacía un gesto con su dedo en su boca para que yo no dijera nada mientras él se escondía para darle la sorpresa a mi mamá.

En esa época, el Comité Pro-Paz de la región tomó conocimiento de los hechos pero no realizó ninguna acción especial. Después de unos años fui con mi madre donde el Obispo de Punta Arenas, Padre Tomás González, y le con tamos sobre la muerte de mi padre, nos derivó donde la asistente social Paulina Echeverría, así quedó Ramón González Ortega archivado en la Vicaría de la Solidaridad.

Mi vida posterior

Los años pasaron, terminé mis estudios, fui a la universidad, me casé y tuve dos hijos, siempre con este dolor en mi alma y en mi cuerpo. Tratábamos de mantenernos informados, dentro de lo que se podía en provincia y tan lejos de lo que ocurría en el resto de Chile. Siempre supimos de los detenidos y asesinados en las calles o en sus casas y de los que nada más se sabía, de las personas que eran torturadas, de los que fueron exiliados, de los allanamientos en las poblaciones, todo producía un permanente dolor, mucha rabia e impotencia.

Escuchábamos la radio de Moscú y algunas nacionales como la Cooperativa y la Radio Chilena, leíamos la revista Mensaje y todo aquello que nos permitiera algo de información que no fuera la oficial. Sabíamos o intuíamos las cosas terribles que pasaban en Chile, el permanente estado del terror y el miedo nos paralizaban, lo sabíamos porque lo vivíamos en el corazón, no había a quién ni a dónde recurrir. Mi mamá sufría permanentemente por mi hermano mayor, su temor era que en cualquier momento se lo llevaran, o a ella, o que perdería el trabajo. Nos protegió cuanto pudo, tratando de aminorar el dolor y la discriminación que sentíamos.

Me sentí siempre culpable de «no se qué», por haber hecho «quizás qué», los demás siempre decían: «por algo habrá sido», «algo habrá hecho», esto lo escuché muchas veces, entonces aprendí a permanecer en silencio.

El fin de la dictadura

Recuerdo el NO como una etapa de mucha alegría, iba los sábados a la plaza a apoyar la campaña en la ciudad de La Serena, donde vivía, era la esperanza de volver a sonreír, donde todo por fin se sabría, donde los asesinos serían juzgados, un régimen terrible y macabro terminaría, era difícil de creer pero ocurriría, por primera vez votaría y viviría en una democracia que no conocía.

Pero de a poco todo ha sido desilusión, los que die ron todo, hasta su vida por terminar con la dictadura, pasaban al olvido. Lo poco que hemos obtenido ha sido producto del trabajo, la lucha, el coraje y el esfuerzo de nosotros mismos, por defender, saber la verdad y exigir justicia para devolver la dignidad a nuestros seres queridos que fueron secuestrados, torturados, asesinados, inhumados o hechos desaparecer.

Cuando en 2005 presentamos la querella criminal ante los tribunales de justicia por el asesinato de mi padre, lo hicimos con toda la información posible. Mi hermano trabajó un año buscando nombres, direcciones, entrevistas y confesiones, pero el juez instructor de la causa, Joaquín Billard, no fue lo suficientemente exhaustivo en la investigación, por lo que no se realizaron todas las gestiones y diligencias solicitadas por los querellantes o por Investigaciones. Tampoco se realizaron los peritajes necesarios para tener la certeza de la muerte y entrega del cuerpo de mi padre.

Aunque se determinaron responsabilidades y se impusieron sentencias a los culpables por el delito de «homicidio calificado», estas responsabilidades se diluyen cuando las penas son tan absurdamente bajas que no guardan relación con el crimen cometido.

 El  proceso judicial

Según consta en el proceso Rol Nº 15.257-2005 «Porvenir», Ramón González Ortega fue detenido en su domicilio el mismo 11 de septiembre de 1973 por una patrulla militar y trasladado a la Base Aérea de Bahía Catalina en Punta Arenas, siendo despojado de sus efectos personales, se le corta el pelo al cero y es conducido en esas condiciones a Isla Dawson en barcaza y de pie.

 En Isla Dawson pierde su identidad y es calificado con letra y número (F-1), es sometido a trabajos forzados como la tala de árboles y colocación de postes. Permanece un mes en la isla, en el campamento «Compingim» (Compañía de Ingenieros Navales de la Marina). Luego es transportado vía aérea a Porvenir, siendo conducido en jeep hasta las dependencias del Regimiento de Infantería «Caupolicán». Es sometido a trabajos forzados y tortura, además de ser interrogado por lo menos tres veces por el Oficial Mayor de Ejército Ciro Jofré Niño de Cepeda.

El 29 de octubre, como todos los días, al terminar la excavación para la construcción de un polvorín, al finalizar la cena, tres suboficiales que tenían la custodia de los presos ordenan a González buscar sus cosas personales, ya que al día siguiente sería liberado. Lo encierran en un container aparte dentro del regimiento. El 30 de octubre es asesinado por órdenes directas del alto mando del Regimiento de Infantería Nº 11 «Caupolicán» de Porvenir en el galpón de tiro de ese recinto. La versión oficial fue publicada por los medios de prensa, radio y televisión de la época y comunicaba que González se fugó del recinto a las 24:00 del día 30 de octubre siendo ubicado a 20 Km. de Porvenir y no obedeciendo a la voz de alto, fue muerto (Ley de fuga). Además se informa que la acusación que recaía sobre González Ortega y la razón de su detención era ser un «activista peligroso» (Diario La Prensa Austral, 31 de octubre de 1973). Ninguna otra información fue entregada con posteriori dad a los hechos. La familia de Ramón González, el 30 de octubre de 1973 recibe en su domicilio a Juan Toro Reyes, primo de la cónyuge del afectado, quien le informa sobre su fallecimiento, a razón que sería informado por todos los medios la noticia de la fuga.

Juan Toro Reyes era abogado, secretario de Intendente de la Provincia de Magallanes, Comandante de la V División de Ejército, General de División Manuel Torres de la Cruz. Él contestó el llamado por teléfono desde Porvenir que informaba al General Torres de la Cruz sobre la muerte de González. Posteriormente Toro Reyes participó como Fiscal Militar en Consejos de Guerra que se efectuaron en la provincia.

Una vez producido el asesinato, ingresaron vehículos civiles al interior del recinto (una ambulancia y un vehículo station) para retirar a la víctima del Regimiento de Infantería Nº 11 «Caupolicán», trasladando el cuerpo a un sector distante alrededor de 25 Km., cerca del Cordón Baquedano en Tierra del Fuego. Se presume sería el sector con nombre «Los Canelos».

Fue inhumado ilegalmente y dejado en el lugar para poder justificar la fuga, regresando posteriormente los vehículos al Regimiento «Caupolicán». Por lo tanto, la primera medida después del asesinato fue la de ocultar el cuerpo. Según testimonios, la víctima antes de la ejecución fue amarrada y sometida a tormentos.

Ese mismo día en la mañana, el Segundo Comandante del Regimiento de Infantería Nº 11 «Caupolicán», el Mayor de Ejército Ciro Jofré Niño de Cepeda, ordenó a los ejecutores rescatar el cuerpo desde el lugar en que fue inhumado y llevarlo al regimiento. Esta maniobra se realizó junto a un enfermero del hospital de esa unidad. Cabe destacar que el hospital de esa localidad estaba controlado por personal del Ejército. Al regresar al sitio donde había ocurrido el ocultamiento, los efectivos constataron que era visible la vestimenta de la víctima, comprobando que la macabra labor había sido realizada de manera precaria. La maniobra de ir en su búsqueda impidió que el cuerpo fuese encontrado por terceros y se diera luz sobre tan horrible crimen. El cuerpo fue depositado en el galpón de tiro del Regimiento «Caupolicán» y quedó a cargo del Segundo Comandante Ciro Jofré.

El vehículo utilizado para el traslado del cuerpo al regimiento fue visto ese día frente a la Gobernación del Departamento de Tierra del Fuego, lugar de trabajo del Comandante del Regimiento «Caupolicán» Coronel de Ejército Augusto Reiger Rago, mientras efectivos militares lavaban los charcos de sangre que había en su interior. Una vez ingresado al regimiento, el cuerpo es envuelto en sacos de arpillera, en presencia de los ejecutores, depositándolo en una urna que fue posteriormente sellada con latas de considerable grosor. Permaneció así durante dos días.

El ataúd de Ramón González fue trasladado a Punta Arenas. Nunca se ha constatado si dentro de la urna se encontraban efectivamente sus restos mortales, por lo que aún permanece la incógnita de si efectivamente fueron entregados. La inscripción de la defunción se practicó el 30 de octubre de 1973 en el Servicio del Registro Civil de Porvenir. La orden judicial de la Fiscalía Militar fue dada por el Fiscal Militar ad-hoc, Mayor de Ejército Ciro Jofré de Cepeda en escrito oficio 3550/13, documento que se archivó en el legajo de defunciones entregado por el director del hospital de esa localidad, Oficial de Sanidad del Ejército de Chile, doctor Félix Miranda Villablanca. En el certificado se señala como causa de muerte «shock irreversible», causado por «anemia aguda» debido a «heridas penetrantes a bala, con compromiso a órganos vitales».

El hecho fue informado al Intendente de la Región, el General Manuel Torres, en forma telefónica el mismo día. Viajó a primera hora del día siguiente, el 31 de octubre de 1973, a Porvenir, para ser informado personalmente por el Gobernador de Tierra del Fuego y Comandante del Regimiento de Infantería Nº 11 «Caupolicán», Coronel Reiger.

A fines de noviembre de 1973, el Presidente de la Junta Nacional de Gobierno, General Augusto Pinochet Ugarte, escoltado por el Intendente, General Manuel Torres de la Cruz, se apersonó en el Regimiento de Infantería Nº 11 «Caupolicán» de Porvenir, informándose de los sucesos ocurridos en octubre en esa dependencia militar. Es posible constatar este hecho en publicación de la Prensa Austral del día 1 de diciembre de ese año en su portada.

Posteriormente, el Coronel Reiger, fue ascendido al grado de General de la República, tal vez por sus méritos en el asesinato antes descrito.

Las penas dictadas en primera instancia fueron de tres años y un día con beneficios para Luis Arata Campodónico (sargento), Juan Antonio Ortiz (cabo primero) y Miguel Muñoz (cabo primero), y de cinco años y un día de pena efectiva para José Rafael Aguirre Aguirre (teniente). Todos son autores directos en el crimen.

Buscando reparación

Por todo esto yo no creo en esta justicia que nos han impuesto, nunca creí, sólo ha servido para seguir ofendiéndonos, hiriéndonos y destruyéndonos. No se aplicó ni amnistía ni prescripción, pero los asesinos no irán nunca a la cárcel. Tampoco se arrepienten y han dicho que si pudieran, lo volverían hacer. Tampoco creo en los gobiernos posteriores a la dicta dura, sus medidas «reparatorias» sólo me han causado más daño y desilusión.

Su programa de salud precario y humillante llama do PRAIS, sus organismos de apoyo a las víctimas que resultan inoperantes, con personal que sólo cumple con su trabajo, ignorante de los mismos procesos de reparación que debe cumplir e indiferente frente al dolor de las víctimas.

Recuerdo cuando realicé los trámites en Santiago para que mi hermano menor no hiciera el servicio militar y una secretaria consultaba a otra, a viva voz, en una oficina llena de personas: «Oye, ¿qué tienen que hacer los hijos de los ejecutados?».

Por eso creé mis propios mecanismos de reparación, comencé espantando el miedo, conversando de mi historia con  mi hermano Iván, mi familia, luchando contra mis inhabilidades sociales, buscando la verdad de lo ocurrido con mi padre donde fuera posible,

volví a Punta Arenas a la casa donde viví con él, a mi infancia revisando las fotos familia res, le conversé a esa niñita de 10 años y le conté lo que en otro tiempo no pudo entender. Viajé a Porvenir, al sector de «Los Canelos», donde mi hermano puso tres gigantescas piedras para indicar el lugar donde a mi padre quisieron hacerlo desaparecer.

Viajé a Dawson y recorrí el campamento de «Compingim», ahí abracé a los que sufrieron con mi papá el tormento. Después de ese viaje no me pude calentar en dos días, el frío penetraba en el cuerpo y era difícil mantener la temperatura corporal. Busqué a los familiares de los que murieron junto a él, Carlos Baigorri y Germán Cárcamo, para compartir todo lo que sé a través del proceso.

Abrí mi alma hasta lo más profundo en CINTRAS, liberé mis miedos y de a poco he podido reconstruirme para entender que ser niña cuando a mi padre se lo lleva ron no fue mi culpa y que nada podía hacer a esa edad por él. Entender que los procesos son míos y que, aunque quisieron destruirnos, depende de mí hacerme consciente de mi historia, conocerla y aceptarla para transformarla en algo constructivo. Porque el tiempo me ha dado la razón: mi padre fue un profesional que trabajaba como todos, era un padre cariñoso y tenía una familia que lo amaba, que tuvo sus ideas de la vida y de cómo vivirla.

Por eso me siento orgullosa de ser su hija. Me dejó sus discos, libros, sus fotos queriéndonos y su sonrisa. Por eso, a pesar de la historia vivida, que es una de muchas, sigo creyendo en la vida, debo confiar en las personas, en la humanidad del ser humano, estoy segura que eso es lo que la mayoría buscamos.

En este proceso de reparación he llegado a descubrir mis responsabilidades individuales en la sociedad en la que vivo y a saber que necesito de los compromisos colectivos, que me permitan soñar con profundos y verdaderos cambios para un mundo más humano. Se lo debo a mi padre, volverlo al presente, presentarlo a mis hijos, para que ellos mediante mi historia descubran su identidad y puedan construir su propio futuro.