Buque Escuela «Esmeralda»


Ubicación:Bahia de Valparaíso, Molo de Abrigo Valparaíso V Región

Organismos:Servicio de Inteligencia Naval (SIN)

Rama:Armada

Geolocalización: Google Maps Link


Descripción General

Categoría : Otra Información

En la provincia de Valparaíso la Armada empleó como lugares de reclusión, interrogatorio y/o tortura los Buques "Lebu", "Maipo" y el Buque Escuela "Esmeralda", estos tres en el puerto de Valparaíso; la Base Aeronaval "El Belloto"; la Academia de Guerra Naval y especialmente una de sus dependencias, el "Cuartel Silva Palma".   Según los antecedentes aportados por la Comisión contra la Tortura de la Quinta Región señalan que por la Esmeralda deambularon alrededor de 500 detenidos políticos, 1000 por el Buque Maipo y 4000 por el Buque Lebu, barco cedido por la compañía Sudamericana de Vapores. Los mismos informes sostienen que por el Estadio de Valparaíso pasaron cerca de 3000 mil personas, por la Academia de Guerra y el Cuartel Silva Palma, 4000, todos los cuales fueron torturados y muchos de ellos, asesinados.

 Inmediatamente después del 11 de septiembre de 1973, el Buque Escuela "Esmeralda" fue utilizado por la Armada de Chile como centro de detención y tortura en el puerto de Valparaíso, según ha sido fehacientemente demostrado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (Informe 24/OCT/74), Amnistía Internacional (Informe AMR 22/32/80), el Senado Norteamericano (Resolución 361-16/JUN/86) y el Informe de la Comisión Nacional (Chilena) de Verdad y Reconciliación (Tercera Parte, Capítulo I, Sección 2 f.2.). Los testimonios de que la "Esmeralda" fue efectivamente usado como cámara de tortura flotante son múltiples y coincidentes. Entre ellos destacan los del abogado chileno Luis Vega, actualmente residente en Israel; el ex-funcionario del Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario, Claudio Correa, actualmente residente en Inglaterra; y el profesor universitario y ex-alcalde de Valparaíso, Sergio Vuscovic, actualmente residente en Chile.

 Según el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Informe Rettig), en el caso del Buque Escuela "Esmeralda", las investigaciones practicadas por esta Comisión permitieron comprobar que una unidad especializada de la Armada se instaló en su interior con el objeto de interrogar a los detenidos que se encontraban en la misma nave y a los que eran traídos de otros recintos de reclusión de la Armada. Esos interrogatorios, por regla general, incluían torturas y malos tratos." La "especialización" de la mencionada unidad no necesita mayores explicaciones.

 Aunque el número de detenidos a bordo del Buque "Esmeralda" varía según los testimonios pues se los trasladaba de un barco a otro a medida que iban siendo interrogados. El Senado Norteamericano (1986) indica que llegó a haber 112 de ellos. Según la evidencia disponible, en un momento hubo unas 40 mujeres detenidas, las cuales fueron sometidas a todo tipo de maltratos, torturas, vejaciones y violaciones. Entre los detenidos cabe destacar la presencia del sacerdote católico chileno-británico, Miguel R. Woodward, quien falleció a consecuencia de las torturas cuando el 22 de septiembre de 1973 se le llevó al Hospital Naval de Valparaíso por indicación de un médico de la misma Armada. Aunque la Iglesia Católica reclamó su cuerpo, nunca le fue entregado y se lo sepultó en una fosa común sobre la cual posteriormente se construyó un camino. El caso del Padre Woodward está debidamente acreditado en las investigaciones del juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional de España, Sumario 19/97-J, incoado en contra de Augusto Pinochet y otros por los delitos de genocidio y terrorismo internacional desarrollados a través de múltiples asesinatos, conspiraciones para el asesinato, secuestro, torturas y desapariciones (Auto de fecha 03/NOV/98, Antecedente Décimo). La detención del Padre Woodward a bordo del "Esmeralda" fue informada por primera vez en septiembre de 1973 por el periódico "La Estrella" de Valparaíso, cuando toda la prensa y demás medios de comunicación, incluido "La Estrella", se encontraban bajo estricto control y censura militar.

Las investigaciones hechas por sus familiares y las cortes demuestran que: "tras pasar por el buque Lebu,  el padre Woodward fue llevado a La Esmeralda, en ese entonces comandada por el Capitán de Navío (r) Jorge Sabugo Silva. En el barco, fue golpeado incesantemente hasta reventar sus órganos. Cuando estaba moribundo a causa de las torturas, el médico a bordo llamó al capitán Carlos Fanta, entonces comandante del crucero Latorre y máxima autoridad naval de la zona, ya que el Almirante José Toribio Merino se encontraba en Santiago. Le dijo que 'había un cura que estaba muy mal, que tenía una hora de vida'. El Capitán Fanta envió a La Esmeralda a su médico, Doctor Kenneth Gleiser, actualmente contralmirante encargado de servicios sanitarios de la Armada. Según el libro Sangre sobre La EsmeraldaGleiser revisó a Woodward a bordo de La Esmeralda, aunque otras versiones, incluyendo el Informe Rettig, afirman que fue bajado al molo de abrigo del puerto. Fue llevado al Hospital Naval, falleciendo en el trayecto. El 25 de septiembre, fue sepultado por la propia Armada en una fosa común del Cementerio de Playa Ancha. Tras su muerte, se le envió a la familia del sacerdote el certificado de defunción, donde se anotaba la causa de muerte como paro cardíaco. 'Con eso nos conformamos', recuerda Patricia Bennets, hermana del sacerdote. 'Pero en 1975, vimos un artículo en un periódico inglés que hablaba de un sacerdote británico muerto por torturas en Chile, y ahí nos enteramos de la tortura. Eso fue mucho más horroroso que la noticia de su muerte, porque en tres años, no habíamos tenido idea de cómo había muerto realmente'.

Ciertamente la "Esmeralda" no sólo es el barco de la muerte y la tortura según ha sido acreditado ampliamente, sino que también ha pasado a ser el símbolo de las acciones criminales más siniestras que se hayan implementado nunca en los países hermanos del cono sur latinoamericano. Digan lo que digan las cúpulas del contorsionismo político chileno, su visita anual a distintos puertos del mundo continuará siendo un baldón para Chile mientras los miembros de la Armada de Chile no superen su cobardía moral, reconozcan el uso criminal que se hizo del buque y pidan perdón por las víctimas martirizadas a bordo. 

Testimonio de Luis Vega  (MIS PRISIONES: Experiencia personal en La Esmeralda, Isla Dawson, Melinka, Ritoque, Tres Alamos y Policía Internaciona;  LA CAIDA DE ALLENDE: anatomia de un golpe de ESTADO, fue enviado por su hija Raquel).

……Las torturas de mis hijas y mías sólo sirven como testimonio, y están insertas en el sufrimiento de todo el pueblo de Chile. Empiezan para mí a las 20.20 horas del 11.9.73 cuando, los mismos comandantes con quienes había trabajado hasta la noche anterior, al mando de una fuerza armada de sesenta hombres, fueron a detenerme al edificio de la Caja de la Defensa Nacional, donde estaba mi domicilio. Todo fue simple. Allanaron mi casa y me llevaron detenido. Más tarde, la armada, para impedir mi expulsión del país, informaría que "metralleta en mano" resistí a "las fuerzas aprehensoras". Esa versión de los hechos fue comunicada a la embajada israelí que se preocupaba por averiguar mi paradero, y a todos aquellos que indagaban por mí.

En la camioneta estaba ya Leopoldo Zúljevic, funcionario aduanero de carrera jubilado como superintendente de aduana. Y la caravana fue a detener al diputado Sepúlveda y al regidor por Valparaíso, Maximiliano Marholz. En las calles desiertas sólo se escuchaban gritos y disparos de marineros y soldados. Era una ciudad en estado de guerra. Pero las armas, estaban sólo en manos del ejército de ocupación. Los "enemigos" estábamos inermes. La caravana llegó al molo de abrigo de Valparaíso, donde estaba atracada la "Dama Blanca" el buque-escuela "La Esmeralda", transformado ahora en prisión y cámara de torturas.

Había empezado para nosotros la Operación Vela, en cuyos marcos rodaríamos de prisión en prisión bajo el yugo de crueles torturadores.

Después de la absurda ceremonia, a la que antes me he referido, en que fuimos entregados como "prisioneros de guerra", se nos informó que el país estaba en "estado de guerra". El molo estaba cubierto por miles de hombres y mujeres arrodillados con los brazos en alto, o hacinados como maderos unos sobre otros, o de bruces en el suelo, manos en la nuca, también los había afirmado en las paredes con los pies separados y sostenidos en la punta de los dedos. Y todo esto entre luches y sombras, con la luz de gas de mercurio. Todo parecía fantasmal. Irreal.

Un tipo vestido de mezclilla, con zapatillas de básquetbol, alto, rubio, ojos azules, tipo ario, me cogió del brazo, me llevó hasta la borda y me dijo:"¿Te acordai de mí, huevón? Párate aquí y no mires a ninguna parte". Era imposible no ver el espectáculo dantesco que habia abajo en el Molo. De pronto recibo un atroz golpe de trompetilla en el cuello, y la culata del AK en los riñones. No pude reaccionar, ni hablar, ni moverme, ni respirar. Y el sujeto me miró a los ojos y repitió: "Huevón, ¿te acordai de mí ahora?". Y me acordé. Dos veces lo había procesado. Y la última a raíz de un allanamiento en la casa de seguridad de Patria y Libertad en calle Montealegre del Cerro Alegre, donde fue detenido junto a Luis Gubler, un contacto de A DOS con este grupo. El nazi del AK, y otros, a puntapiés y culatazos nos condujeron hasta el "Camarote de Señores Guardiamarinas". A un lado de la puerta, un letrero con humor negro decía: "Reservado exclusivamente para señores socios". Los "socios" éramos los "prisioneros de guerra". De un puntapié me arrojaron abajo. Y un individuo me colocó, al caer de bruces, un pie en los riñones y la trompetilla del AK en la nuca. Y otros me desnudaron a viva fuerza en medio de gritos y ruidos espantosos.

El espectáculo era infernal. Las ampolletas rojas. Los torturadores vestidos con trajes de entrenamiento y máscaras negras. Me amarraron las manos a la espalda y cada uno de los diez dedos. A golpes me condujeron a las duchas, a las cuales les habían sacado la parte de la salida del agua, y caía un chorro tremendo de agua de mar a presión. Parecía una cave existencialista. Me arrancaron a viva fuerza una cadena gruesa de oro que tenía en el cuello y llevaba soldada. Hasta hoy tengo las señales que me dejaron al arrancármela. El chorro de agua partía el cráneo, y el agua entraba por los ojos, nariz, boca y oídos. Y uno sentía que se ahogaba, que reventaba, que ensordecía. Nos sacaron y nos arrojaron de bruces al suelo donde procedieron a patearnos y golpearnos a los seis hombres y una dama que ahí estábamos. Toda esa noche permanecimos tirados en el suelo, golpeados y cada cinco minutos llevados al agua. Durante unas 72 horas estuvimos sin dormir, comiendo como perros, con las manos atadas y en escudillas que colocaban en el suelo. Nos torturaron ilimitadamente y nos hicieron absurdos cargos en general: que en nuestras casas había oro, dólares, drogas, alimentos, armas; que dirigíamos grupos guerrilleros, que éramos instructores que habíamos estudiado técnicas guerrilleras en el extranjero. Esa noche había solamente una mujer. La habían detenido por haber recogido un volante del suelo en una reunión de mujeres, en solidaridad con las esposas, madres e hijas de los marineros detenidos, que se había celebrado en la Asociación de Obreros Portuarios. Ella afirmaba no haber estado. Lloraba por su hijo y su marido; y nosotros, nada podíamos hacer por ella. El día 12 éramos ya 42 hombres y 72 mujeres, hacinados. Esa misma noche del 12 un oficial ordenó poner una lona que separara el recinto de hombres del de mujeres.

El trato dado a las compañeras era infamante. Les manoseaban los pechos, glúteos, muslos; las metían bajo el agua y gritaban histéricos: "Todas las huevonas alegan estar con la regla…". Durante diez días escuché las protestas valientes, los gritos desgarradores, y los lamentos de hombres y mujeres torturados. Vi la violencia y el odio desatados. Estaban convencidos que nosotros los íbamos a asesinar a ellos en un auto-golpe del gobierno. Vi a mujeres e hijas de amigos ser torturadas. Y durante días me reconfortó la presencia siempre serena, digna y femenina de Lucía Kirberg.

Traté de resistir todo. Sentía -al igual que todos los que ahí estábamos- que tenía una tremenda responsabilidad y que no podía ser débil. En parte sentía que era responsable por haber permitido esa locura colectiva de terror y sadismo; por haber sido tan discreto y no haber denunciado a los torturadores cuando me informaron. Me aterraba pensar que nuestras vidas estaban en manos de un loco sádico a quien llamamos el "pájaro torturador". Era un psicópata que se quedaba 48 horas continuas de guardia para torturarnos.

En la madrugada del 13 me llevaron vendado y desnudo al castillo de proa, a la cámara de oficiales. Me sacaron la venda y me prestaron una manta. Había nueve oficiales de los servicios combinados de inteligencia, más un sujeto bajo, cabezón, rubio, macizo y con unas manos descomunales. De sus preguntas deduje que él estaba a cargo de la policía política. El trato de estos oficiales, debo decirlo, fue absolutamente correcto y profesional. Tenían todo el material de mi oficina. Me pidieron aclaración sobre diligencias en los sumarios. No había problema. Se trataba de procesos contra nazis. El tipo rubio y bajo trató de sacarme información sobre el paradero del estudiante cubano que el 11.7.73 había desaparecido y el presidente me encargó ubicarlo. En el motel de Reñaca, donde vivía, sólo encontramos cartas personales y la pesquisa no dio resultado positivo alguno; así informé al presidente. El sujeto rubio también quería que declarara que estaba en el cerro Los Placeres con unos "sacerdotes guerrilleros". Después me leyó una larga nómina de personas, entre las cuales estaban mis hijos, pidiéndome que le diera sus paraderos. Me acusó de ser miembro de un comité regional secreto del partido Comunista. Todo eso era ajeno a los expedientes y copias de telex sobre los cuales me pedían información. De repente este sujeto dijo: "Éste los está engañando, no les dirá nada. Déjenmelo diez minutos y lo hago cantar". Estaba equivocado: lo que él quería saber yo no lo sabía; y lo que yo sabía, no me lo preguntó. Y se retiró de la sala.

A la salida, después de un largo rato, me volvieron a vendar y amarrar. Me pusieron contra una pared de acero, y un individuo me dijo: "Concha de tu madre, éstos son los últimos momentos de tu vida". Y después se alejó y gritó órdenes de fusilamiento. Cuando dijo "apunten", vi, en una pantalla en amarillo y negro, toda clase de imágenes de mi vida. Me vi niño, con mis padres. Me vi con mi mujer, con mis hijos; ellos niños, y yo joven; y otras escenas fugaces, sin pensamiento hablado. Sólo pensamientos e imágenes. Estos "simulacros de fusilamiento" eran un aporte de los brasileños a las técnicas de tortura.

A la noche siguiente, uno de los guardias me dijo: "Levántate que vamos donde los inspectores". Me pusieron los pantalones, me vendaron y ataron las manos. Y encima una toalla. Entré en una sala grande, porque anduve diez pasos. Una voz dijo a los guardias que se retiraran. Antes, el individuo que habló me desamarró y ordenó que me esposaran a un poste de acero; me ató los pies. Me dijo: "Sé que eres karateca, que fuiste milico y que eres jefe del GAP de la provincia. Vamos a ver en qué condiciones estás…". Y sin más me golpeó el estómago, me pateó los pies desnudos, los muslos, y me hizo "pinzas" en el vientre y antebrazos. No me quejé. Era el tipo rubio de civil de la noche anterior. Él debe haber recordado que yo miré sus manos. Le dije: "Una mano golpea igual que otra mano, y todas golpean igual". Y empezó el interrogatorio. El primer tema: debía informarle las relaciones comunistas y/o socialistas de varios almirantes y capitanes de navío que me nombró; y de oficiales de ejército y carabineros. En especial de los almirantes Daniel Arellano y Raúl Montero. Le expresé que todas las relaciones habían sido dentro de funciones profesionales, administrativas, y que jamás había existido ninguna clase de relación política con ninguno de ellos. Indignado porque no sabía un asunto relacionado con el almirante Arellano, me dijo: "Luchito, me estás mintiendo; te aplicaré corriente". ¿Cómo me aplicará corriente él sólo?. Lo hizo con un aparato muy primitivo que no sabía usar. Me rompió la boca por dentro, y me produjo dos tres descargas. De pronto me dijo:"Yo sospecho que tu eres un 'soplón' del Viejo. Para mí no hay otra explicación que estés aquí. Tu eras un regalón. Nada pudimos en contra tuya, el Viejo siempre te defendió, habló bien de ti. Y hacías lo que tú querías con él. Así es que tendrás cuidado en lo que informes, si es que sales de aquí". (Se refería al almirante Merino).

Al volver de esta sesión me golpearon, me metieron al chorro de agua. Estaba tratando de relajarme cuando llegó otro guardia: "Levántate que subimos donde el fiscal". (En Chile legalmente habían tres fiscales navales, uno en cada una de las tres zonas navales: Punta Arenas, Talcahuano y Valparaíso. El 11.9.73 se designaron quince fiscales más) Vuelta a vestirme, vendarme, ponerme una toalla y un saco encima de las vendas. Ya arriba me hicieron sentarme en una silla. Me amarraron los pies y me aplicaron "el teléfono" para que no conociera la voz del fiscal. Éste hizo que me colocaran un casco de seguridad en la cabeza, y me preguntó:"¿Sabe, colega, qué es esto? Es un casco como el que usaba el 'compañero' presidente, que no le sirvió de nada cuando nuestros soldados liberaron La Moneda". Después hizo que me colocaran una especie de chaleco burdo, de fuerte lona, y con grandes bolsillos. Me dijo: "¿Sabe lo que es esto?" Le respondí que no lo sabía. Replicó: "¿Cómo no va a conocerlo cuando Ud. ordenó confeccionar cincuenta que serían usados por los 'kamikazes' de su GAP que se mezclarían entre las tropas cuando se retiraran el 18 del elipse de Playa Ancha?". Le dije que nada de eso era verdad. "Es inútil que mienta; antes de morir su jefe Daniel Vergara en La Moneda, encontramos en su caja de fondo el Plan Zeta del gobierno, llamado Plan Djakarta para Valparaíso, y en él figura Ud. como el jefe a cargo de un GAP de 900 hombres que le entregaron los comunistas y socialistas. Ud. dispuso de 900 metralletas, parake y de 400 kilos de amón gelatina". Lo interrumpí diciéndole que jamás había oído hablar de un Plan Djakarta, excepto el de Indonesia, donde los militares masacraron a 300 mil comunistas. Debe haber hecho una señal, porque me dieron un golpe brutal en el casco hundiéndomelo hasta los ojos. Y me golpearon en la espalda, hombros, piernas y brazos. "Miente, el Plan Zeta estaba dirigido por el Ministerio del Interior, y el día de la parada militar, a través del país, los abogados del Ministerio en cada cabecera de provincia, haría asesinar a la oficialidad y a las tropas. Aquí, mientras Uds. le daban una recepción en el Salón Rojo del Palacio de la Intendencia al almirantazgo y a los altos oficiales de toda la guarnición. Ud. saldría afuera y desde la puerta dispararía y masacraría a los oficiales; en las calles, los 'kamikazes' con los chalecos que Ud. ordenó confeccionar, se mezclarían con las tropas, harían estallar la dinamita, y sus hombres los asesinarían con las metralletas". Le contesté que él no sabía lo que decía; me estaba dando una capacidad de fuego superior a la que tenía la armada y el ejército en la ciudad de Valparaíso. Conociéndome como me conocía, debía saber que de haber tenido yo esos hombres y armamentos, en ese momento no estaríamos ahí y el enfrentamiento habría sido diferente. Hizo que me golpearan nuevamente. Y agregó:"Firme esta declaración; los documentos de Daniel Vergara y el recibo por armas, municiones y dólares lo incriminan". Le respondí: "No firmaré nada, no existen tales recibos, ni Daniel Vergara me ha entregado metralletas ni dólares, ni he firmado recibo alguno. Y esto es una locura que en ningún tribunal se aceptaría como prueba". Hizo una seña. Me soltaron los pies amarrados, me quitaron el casco y el chaleco, y me golpearon salvajemente, tirándome amarrado al suelo, dándome de puntapiés. Ordenó que me llevaran "abajo". Me sacaron a rastras, y vuelta al "Camarote de los Señores Guardiamarinas", y a desnudarme, y a un largo rato bajo el agua fría y a presión. Al sacarme, ya sin vendas, un sargento me dijo:"Tú conoces el oficio. Párate en la espalda de tu amigo y ayúdalo". No entendía de qué hablaba. Miré al suelo, y ahí estaba desnudo y medio inconsciente, con la espalda sangrando y cubierto de gran cantidad de sal de mar que un esbirro aplastaba en su carne viva con la culata del automático, el ingeniero Walter Pinto, director de la ENAMI. Me obligaron a subirme a sus espaldas y, con los pies, aplastar la sal. Pinto me dijo en la Isla que entendía que había sido forzado, y que, por lo demás, mis pies le causaron menos dolor que el fusil. Pasaron largas horas de golpes y gritos. Y otra vez frente al fiscal. "¿Por qué no firma y se evita todo lo que le está sucediendo?". Le contesté: "Ya pasé la edad de la inocencia. Puede hacerme matar, pero no voy a firmar nada". Y entonces, cambió de táctica. me hizo una proposición que ya me habían hecho horas o días antes ahí mismo:"Por qué no colabora con nosotros? ¿Por qué no se une a la acción patriótica de las fuerzas armadas? Puede ser designado fiscal…" Me habían dicho que tendría un poder tan grande "como jamás te lo has soñado". Me negué; expresé que era abogado, hombre de principios, fiel a derecho y a la justicia, y que jamás podría mirar de frente ni a los míos ni a nadie si hacía algo así. Y que, por lo demás, el asunto no me interesaba, no era ese mi lugar ni mi destino. Después me habló de las actividades de otros abogados, hombres y mujeres de la UP. Expresé que nada sabía de ellos, y que debido al exceso de trabajo, extrañamente no habíamos alternado durante todo nuestro gobierno.

Debí ir y venir a diversos inspectores, por diversas y absurdas cosas. ¿Dónde vivía fulano? ¿Dónde estaba escondido Emilio Contardo? ¿Quién era Hernán Concha y por qué fue nombrado intendente? El 17 me llamó nuevamente el mismo fiscal. Me dijo: "Debe firmar, tengo copia de la declaración de Daniel Vergara, y de otros abogados del Ministerio a través del país, en las que confiesan que el Ministerio del Interior dirigía el Plan Zeta. Y Ud. organizó aquí todo el trabajo de seguridad y el GAP". Expresé que el trabajo de seguridad lo había organizado el almirante Merino (me refiero al del gobierno de la UP) con el jefe del A DOS y los únicos contactos que tuve con el llamado GAP fue como acompañante del almirante, que planificaba las medidas de seguridad. Me agregó: "No es así. Y tengo un testigo que fue su lugarteniente y Ud. lo contrató para seguridad". El testigo era un muchacho un tanto retardado mental que había sido recadero en la intendencia; yo le había conseguido trabajo como aprendiz en una fábrica de guantes "de seguridad industrial" de un amigo mío. El fiscal le preguntó al muchacho qué había de verdad en esto y éste contestó que todo era efectivo. El fiscal exclamó:"Con este huevón por testigo no llegaré a ninguna parte…" Y lo hizo salir. "Tenemos los documentos de Daniel Vergara y ellos prueban que Uds. organizaron desde el Ministerio del Interior un ejército paralelo, que daría muerte a los altos mandos y a los mandos medios de las fuerzas armadas, y que lograron infiltrar a muchos oficiales". Lo curioso es que nadie me hablaba de los informes que yo le había enviado a Daniel Vergara, y que estaban en su caja de fondos, y que comprobaban que eran los mandos altos y medios los que complotaban en contra del gobierno. ¿Había descoordinación entre la armada y el ejército? De todas maneras, desde el momento en que el nazi me golpeó decidí no declarar nada, no saber nada, no recordar nada. Bloquearme por completo. Y de ahí nadie me sacaría. No puedo aceptar la tortura. No puede haber diálogo ni entendimiento alguno con esos sub-hombres. Nadie puede destruirle a un hombre decidido su auto-respeto. Y yo los despreciaba a ellos. Y los desprecio. Sentía rabia, odio, y estos sentimientos primaban por sobre el temor o el dolor. Insistí en que nada firmaría. Y me devolvieron al camarote.

El día 14.9.73, al finalizar la tarde, los torturadores enmascarados del camarote, me dijeron: "Vamos a ser buenos. Sabemos que no pueden andar porque están acalambrados". Ordenaron que Sergio Vuskovic y yo nos levantáramos. Nos ayudaron, como cuando íbamos a torturas. Nos afirmaron a unos barrotes y empezamos a hacer lentamente flexiones. En ese momento empezó en algunos lugares de la ciudad un intenso tiroteo. Uno de los torturadores salió a averiguar. A los pocos minutos regresó gritando:"Los comunistas están asaltando el Molo para rescatar a estos huevones". Otro nos dijo a Sergio y a mí: "Si los comunistas llegan a la puerta verde (la primera entrada), a Uds. dos los fusilamos al momento, primero que nada". Lo extraño está en que el tiroteo era en toda la ciudad. Al día siguiente aparecieron 256 cadáveres de obreros en el camino a Santiago "llevados por los comunistas".

El sábado 15.9.73, después del mediodía, nos llevaron al Barco mercante Lebu. Estaba lleno de detenidos; alcancé a ver al senador demócrata cristiano Benjamín Prado en cubierta, con unos oficiales; les indicaba quiénes eran de su partido y habían sido detenidos erróneamente. Era el comienzo del Golpe. Y la DC lo apoyaba decididamente. Nos llevaron a una bodega con orines y excrementos; a la hora, llegó una nueva orden cancelando la anterior. Se trataba de "un error" y nos volvieron a La Esmeralda. Nuevamente el nazi rubio me vio, me golpeó y me hizo poner junto a mis compañeros de infortunio, en las piras humanas, colocando otros prisioneros encima nuestro. Una dolorosa experiencia. No hay nada más doloroso, asfixiante, desesperante que esta tortura. Un oficial nos buscó e increpó al nazi: "No es éste el destino de ellos. ¿Quieres que se fuguen o que los vean?". Regresamos al camarote; el Pájaro Torturador nos dijo: "Mal agradecidos, ingratos, después de tantos cuidados se fueron sin decirme adiós". En la noche, un encapuchado me sacó. Me llevó al baño y me dijo: "Un abogado habló, lloró pidió colaborar. Me besó los pies. Y lo llevaron arriba. Dijo que el hombre de confianza de Allende era Ud., y que los intendentes eran solamente decorativos, que nada sabían ni ninguna influencia tenían en el asunto de seguridad. No estoy de acuerdo con Uds., pero Ud. ha estado bien, y, yo no acepto mariconadas". Para romper el equilibrio, me dio dos bofetadas, y me dijo: "Sé que no contará esto, pero le haré una paleteada". Al día siguiente me obligó a golpear al secretario-abogado. El día 16 me llevaron delante de otro fiscal. Y ahí me di cuenta de que la información era cierta: el otro abogado había hablado. Me imputó el aparato de seguridad para la visita de Fidel Castro, el operativo de seguridad del 21.5.72. Me preguntó algunos nombres de socialistas y comunistas de un supuesto "aparato de seguridad" y de reuniones que yo habría tenido con ellos. Me mantuve en que nada sabía y que todo el aparato de seguridad era de carabineros y la armada. Que jamás había oído nombrar a esas personas. Me agregó que yo tenía contactos con gente de la armada. Le dije que sí, y cuando iba a dar el nombre de la persona del A DOS, una voz, perentoriamente me ordenó: "Sr. Vega, no lo nombre, nosotros conocemos ese asunto". Al salir me arrojaron al suelo a puntapiés, y nuevamente me hicieron el simulacro de fusilamiento. No me causó ninguna impresión. No es heroicidad. Es algo extraño; he conversado con psiquiatras interesados en esta extraña experiencia.

El día 18 nos permitieron hacer unas flexiones y pretendieron que contara chistes o cantara. Les expresé que yo estaba en calidad de "prisionero de guerra" y no de bufón o cantor. Y no canté. Después hubo una situación jocosa. El 15, después que me permitieran, o me ordenaran golpearlo, dejaron libre al secretario-abogado. No lo juzgo; había sido más de 22 años funcionario de la armada. Había sido operado de la vesícula; todas las noches a las 20 horas llegaba un paramédico de delantal blanco y un gran vaso de agua. Cumplía la orden: "20 horas, Camarote de Guardiamarinas. Purgante abogado". Ese día, a las 20 horas, llegó preguntando por el abogado; y los guardias me señalaron. El tipo me encajó todos los brebajes. Pensé que era un "tratamiento psicológico" a base de drogas para hacerme hablar. Me dije que con ninguna droga hablaría porque no me preguntan lo que sé. Y no puedo confesar mentiras o lo que no he hecho. No corría ningún riesgo. El tipo me dio tres cucharadas. A la medianoche me di cuenta de que no era la "droga de la verdad", sino un poderoso purgante. Pedí permiso para "subir al jardín para la mayor", como se dice en la jerga marinera. Esto se repitió. El 18, el sargento Pájaro Torturador me dijo: "Luchito, tú no eres cobarde, pero ¿por qué cagai tanto?". Le respondí, "muy sencillo, seguiré así mientras me sigan encajando todas las tardes tres cucharadas de purgante". Hechas las averiguaciones se constató el error y me suspendieron las dosis del brebaje. Pero "las subidas al jardín" me habían servido. Iba con un guardia que apuntaba, pero era tan estrecho, que no podía él entrar al servicio mismo, y en el suelo había diarios del día, con noticias en contra nuestra, del gobierno y de la UP.

El 19 por la noche me llevaron al fiscal que me imputaba los hechos relacionados con la visita de Fidel Castro y los del 21.5.72. No lograron progresar y me devolvieron al camarote. Solamente me metieron bajo el chorro. Más tarde me llevaron nuevamente ante el inspector de las "manos grandes". Me amarró, me golpeó contra el poste de acero, e hizo que otros me pisaran los pies con sus botas. Y empezó a pedirme datos sobre el almirante Merino. Si era verdad que Merino deseó ser intendente, cómo se portaba en las reuniones del comité político de la UP, y respecto a los almirantes Montero, Arellano, Poblete y otros, como un coronel y algunos mayores de carabineros y el ejército. E insistió en vincular al almirante Montero con el partido comunista. De pronto me dijo: "¿Quién es Hernán Concha?, sabemos que fue auditor general del ejército y que es apolítico. ¿Por qué lo nombró Allende? Sabemos que trabajaba en el Ministerio de Defensa con la comandancia en jefe y que de ahí salió la recomendación. Pero no sabemos quién se lo recomendó a Allende". Le respondí que las mismas preguntas ya se me habían hecho. Y que, por lo demás, había sido un intendente parecido al abogado Carlos Soya; serio, responsable y respetuoso de la ley. No sé si estaba cansado, pero ordenó que me volvieran al camarote. Y vuelta a las acusaciones colectivas, cama por cama. Una serie de preguntas absurdas en ese mundo extraño y alucinante del Camarote de Señores Guardiamarinas. Vi torturar en público a Bartolo Vaccareza, dueño de un edificio en que funcionaba el periódico "El Popular", donde sostenían que habría funcionado una escuela de guerrillas comunistas. Vi quejarse al Dr. Gilberto Zamorano, a quien habían sacado de su cama del hospital. Vi vejar al neurocirujano Dr. Mario Contreras, presidente de la Asociación Internacional de Neurocirugía. Y entre las cosas absurdas de estos alienados, vi su enfermo orgullo nacionalista. Habían detenido a jóvenes peruanos, bolivianos, brasileños, argentinos, franceses, norteamericanos; a todos ellos, con sus propios cuchillos de comandos les cortaban espantosamente el pelo. Y los torturaban. Todos eran muchachos jóvenes, y en las torturas gritaban. Y se les despertó el patriotismo: "El chileno resiste más la tortura que el extranjero". Después de torturarlos a ellos, nos torturaban a nosotros. Los golpes eran iguales, pero nosotros éramos hombres ya mayores y no nos quejábamos tanto. Soportábamos más. Y oficiales y marineros decían: "¿Ven? Hasta estas mierdas traidoras de la Unidad Popular son más valientes que Uds.". El 18, el Pájaro Torturador se puso un guante de béisbol. Dijo:"Les voy a pegar igual, pero con este guante no les dolerá tanto y habrá más ruido. Estamos en Fiestas Patrias…".

El 20 de septiembre, como a las 0.30 horas me llevaron al castillo de proa. El inspector de las "manos grandes" me dijo: "Acabo de hacer cagar de dolor a un amigo tuyo… Ahora te toca a ti". Y agregó:"No sentís el olor a mierda que hay aquí?" Le dije que con los trapos que tenía en la cabeza, la falta de sueño y el nerviosismo no sentía nada. "Putas que tenís suerte, huevón -me dijo- yo ya vomito". Y siguió diciéndome: "Me has mentido todo el tiempo, has negado saber lo que te preguntan, y te has pasado por el forro de las huevas a todos. Pero ahora hablarás. Voy a empezar con mi golpe de 'martillo' en tus hombros. Y me los golpeó con la mano empuñada desde arriba hacia abajo; creí que me habían sacado los brazos. Y me dijo, "aquí está tu declaración como jefe del GAP. O la firmas o aquí te quedai". Le dije que me permitiera una pregunta. "Aquí estás para contestar, no para preguntar. Pero pregúntame". Y le dije: "¿Cree Ud. que si yo hubiera tenido 900 hombres armados estaría aquí desnudo y amarrado?". Me dijo: "Buena pregunta". Y agregó:"A lo mejor te habrías arrancado por tu cuenta…". Me dijo que sabía que habían armas. Le expresé que no, que ellos habían allanado y nada habían encontrado. Y que no detenían a los señores que tenían fusiles con miras telescópicas alegando que eran "cazadores", "sportman". Me dijo: "Firma que eras jefe del GAP. Lo eras ¿para qué te creas problemas? Veremos si ahora con la corriente bien aplicada sigues tan gallo". Hizo que me dieran un golpe de corriente en el pecho. Me doblé en el poste de acero y me azoté la cabeza.

En ese momento entró un oficial y dijo: "Alto, no me toques a Luchito, él tiene otro destino". Responderá, pero no aquí. Me lo llevo". El inspector le dijo que yo tenía que terminar un asunto con él. La respuesta fue: "Si va a hablar, que lo haga voluntariamente. Que me diga por qué los milicos pusieron a Hernán Concha para crearnos problemas, dónde está Guastavino, dónde está Emilio Contardo, que estuvo con él hasta el 10 a las 18 horas; quiénes son los otros dirigentes secretos del PC aquí, y dónde está la lista de los del GAP, y dónde está escondido el cubano". Le dije que yo estaba fuera del PC muchos años, que era secretario general del Instituto Chileno-Chino. Me interrumpió: "Ese instituto tuyo era del PC. El de los chinos está en calle Pedro Montt, en los altos del teatro Imperio. Y tú fuiste a China como espía soviético. Bien, habla". A los 10 minutos me dijo: "¿Sabís que más, Luchito? Me tenís más enredado que un plato de tallarines. Lárgate". Me llevaron al camarote. A los 10 minutos, a siete de nosotros, en silencio, nos hicieron afeitarnos, lavarnos, vestirnos correctamente. Y de "La Esmeralda" nos pasaron a un bus lleno de infantes de marina armados. Nos hicieron sentarnos separados, y fuimos advertidos que, a la primera palabra, gesto o movimiento, nos dispararían. Fuimos hacia el centro de la ciudad. Pasé cerca de mi casa, a la cual ya nunca volvería. Atravesamos una ciudad en guerra, nos dirigimos por Avenida España a Viña del Mar. Al llegar al final de la Avenida Libertad pensé que íbamos a la Escuela de Telecomunicaciones, y pensé que allí sería reconocido; y todo terminaría para mí. No, seguimos hacia Quintero. Y en una playa fuimos alumbrados con focos de camiones militares. Pensé que seríamos asesinados allí y arrojados al mar nuestros cadáveres. Y también me equivoqué. En la Base Aérea de Quintero nos entregaron a un comandante que nos dio su nombre y grado, y nos presentamos. Nos dijo que tenía órdenes selladas de enviarnos en avión a un lugar determinado. Si nosotros le dábamos nuestra palabra de no hacer nada en contra del avión, nos daría facilidades. Lo hicimos, como era lógico, y tuvimos un viaje sin tensiones; aún cuando no sabíamos adónde íbamos. Suponíamos que éramos relegado a la ciudad de Punta Arenas. Pese a todo, aún éramos muy ingenuos.

Criminales y Cómplices:

Comandante Jorge Sabugo Silva, Oficial Jaime Román Figueroa (a cargo del Buque); capitán Carlos Fanta; Teniente Rodríguez (Infantería de Marina); Teniente Luna (Infantería de Marina); teniente primero Ricardo Monje Sergio Arce (abogado), Kenneth Gleiser (Medico)

Fuentes de Información Consultadas: Informe Rettig; Libro: “Sangre sobre la Esmeralda”;  "Testimonios de Tortura en Chile";  “Mis Prisiones”; “La Caída de Allende”; PunroFinal; La Nación; Piensachile.cl; PrimeraLinea.cl; zonaimapacto.cl; El Ciudadano; Cambio21; Archivo Memoriaviva;

 


Testimonio de Luis Vega (MIS PRISIONES: Experiencia personal en La Esmeralda, Isla Dawson, Melinka, Ritoque, Tres Alamos y Policía Internaciona; LA

Categoría : Testimonio

……Las torturas de mis hijas y mías sólo sirven como testimonio, y están insertas en el sufrimiento de todo el pueblo de Chile. Empiezan para mí a las 20.20 horas del 11.9.73 cuando, los mismos comandantes con quienes había trabajado hasta la noche anterior, al mando de una fuerza armada de sesenta hombres, fueron a detenerme al edificio de la Caja de la Defensa Nacional, donde estaba mi domicilio. Todo fue simple. Allanaron mi casa y me llevaron detenido. Más tarde, la armada, para impedir mi expulsión del país, informaría que "metralleta en mano" resistí a "las fuerzas aprehensoras". Esa versión de los hechos fue comunicada a la embajada israelí que se preocupaba por averiguar mi paradero, y a todos aquellos que indagaban por mí.

En la camioneta estaba ya Leopoldo Zúljevic, funcionario aduanero de carrera jubilado como superintendente de aduana. Y la caravana fue a detener al diputado Sepúlveda y al regidor por Valparaíso, Maximiliano Marholz. En las calles desiertas sólo se escuchaban gritos y disparos de marineros y soldados. Era una ciudad en estado de guerra. Pero las armas, estaban sólo en manos del ejército de ocupación. Los "enemigos" estábamos inermes. La caravana llegó al molo de abrigo de Valparaíso, donde estaba atracada la "Dama Blanca" el buque-escuela "La Esmeralda", transformado ahora en prisión y cámara de torturas.

Había empezado para nosotros la Operación Vela, en cuyos marcos rodaríamos de prisión en prisión bajo el yugo de crueles torturadores.

Después de la absurda ceremonia, a la que antes me he referido, en que fuimos entregados como "prisioneros de guerra", se nos informó que el país estaba en "estado de guerra". El molo estaba cubierto por miles de hombres y mujeres arrodillados con los brazos en alto, o hacinados como maderos unos sobre otros, o de bruces en el suelo, manos en la nuca, también los había afirmado en las paredes con los pies separados y sostenidos en la punta de los dedos. Y todo esto entre luches y sombras, con la luz de gas de mercurio. Todo parecía fantasmal. Irreal.

Un tipo vestido de mezclilla, con zapatillas de básquetbol, alto, rubio, ojos azules, tipo ario, me cogió del brazo, me llevó hasta la borda y me dijo:"¿Te acordai de mí, huevón? Párate aquí y no mires a ninguna parte". Era imposible no ver el espectáculo dantesco que habia abajo en el Molo. De pronto recibo un atroz golpe de trompetilla en el cuello, y la culata del AK en los riñones. No pude reaccionar, ni hablar, ni moverme, ni respirar. Y el sujeto me miró a los ojos y repitió: "Huevón, ¿te acordai de mí ahora?". Y me acordé. Dos veces lo había procesado. Y la última a raíz de un allanamiento en la casa de seguridad de Patria y Libertad en calle Montealegre del Cerro Alegre, donde fue detenido junto a Luis Gubler, un contacto de A DOS con este grupo. El nazi del AK, y otros, a puntapiés y culatazos nos condujeron hasta el "Camarote de Señores Guardiamarinas". A un lado de la puerta, un letrero con humor negro decía: "Reservado exclusivamente para señores socios". Los "socios" éramos los "prisioneros de guerra". De un puntapié me arrojaron abajo. Y un individuo me colocó, al caer de bruces, un pie en los riñones y la trompetilla del AK en la nuca. Y otros me desnudaron a viva fuerza en medio de gritos y ruidos espantosos.

El espectáculo era infernal. Las ampolletas rojas. Los torturadores vestidos con trajes de entrenamiento y máscaras negras. Me amarraron las manos a la espalda y cada uno de los diez dedos. A golpes me condujeron a las duchas, a las cuales les habían sacado la parte de la salida del agua, y caía un chorro tremendo de agua de mar a presión. Parecía una cave existencialista. Me arrancaron a viva fuerza una cadena gruesa de oro que tenía en el cuello y llevaba soldada. Hasta hoy tengo las señales que me dejaron al arrancármela. El chorro de agua partía el cráneo, y el agua entraba por los ojos, nariz, boca y oídos. Y uno sentía que se ahogaba, que reventaba, que ensordecía. Nos sacaron y nos arrojaron de bruces al suelo donde procedieron a patearnos y golpearnos a los seis hombres y una dama que ahí estábamos. Toda esa noche permanecimos tirados en el suelo, golpeados y cada cinco minutos llevados al agua. Durante unas 72 horas estuvimos sin dormir, comiendo como perros, con las manos atadas y en escudillas que colocaban en el suelo. Nos torturaron ilimitadamente y nos hicieron absurdos cargos en general: que en nuestras casas había oro, dólares, drogas, alimentos, armas; que dirigíamos grupos guerrilleros, que éramos instructores que habíamos estudiado técnicas guerrilleras en el extranjero. Esa noche había solamente una mujer. La habían detenido por haber recogido un volante del suelo en una reunión de mujeres, en solidaridad con las esposas, madres e hijas de los marineros detenidos, que se había celebrado en la Asociación de Obreros Portuarios. Ella afirmaba no haber estado. Lloraba por su hijo y su marido; y nosotros, nada podíamos hacer por ella. El día 12 éramos ya 42 hombres y 72 mujeres, hacinados. Esa misma noche del 12 un oficial ordenó poner una lona que separara el recinto de hombres del de mujeres.

El trato dado a las compañeras era infamante. Les manoseaban los pechos, glúteos, muslos; las metían bajo el agua y gritaban histéricos: "Todas las huevonas alegan estar con la regla…". Durante diez días escuché las protestas valientes, los gritos desgarradores, y los lamentos de hombres y mujeres torturados. Vi la violencia y el odio desatados. Estaban convencidos que nosotros los íbamos a asesinar a ellos en un auto-golpe del gobierno. Vi a mujeres e hijas de amigos ser torturadas. Y durante días me reconfortó la presencia siempre serena, digna y femenina de Lucía Kirberg.

Traté de resistir todo. Sentía -al igual que todos los que ahí estábamos- que tenía una tremenda responsabilidad y que no podía ser débil. En parte sentía que era responsable por haber permitido esa locura colectiva de terror y sadismo; por haber sido tan discreto y no haber denunciado a los torturadores cuando me informaron. Me aterraba pensar que nuestras vidas estaban en manos de un loco sádico a quien llamamos el "pájaro torturador". Era un psicópata que se quedaba 48 horas continuas de guardia para torturarnos.

En la madrugada del 13 me llevaron vendado y desnudo al castillo de proa, a la cámara de oficiales. Me sacaron la venda y me prestaron una manta. Había nueve oficiales de los servicios combinados de inteligencia, más un sujeto bajo, cabezón, rubio, macizo y con unas manos descomunales. De sus preguntas deduje que él estaba a cargo de la policía política. El trato de estos oficiales, debo decirlo, fue absolutamente correcto y profesional. Tenían todo el material de mi oficina. Me pidieron aclaración sobre diligencias en los sumarios. No había problema. Se trataba de procesos contra nazis. El tipo rubio y bajo trató de sacarme información sobre el paradero del estudiante cubano que el 11.7.73 había desaparecido y el presidente me encargó ubicarlo. En el motel de Reñaca, donde vivía, sólo encontramos cartas personales y la pesquisa no dio resultado positivo alguno; así informé al presidente. El sujeto rubio también quería que declarara que estaba en el cerro Los Placeres con unos "sacerdotes guerrilleros". Después me leyó una larga nómina de personas, entre las cuales estaban mis hijos, pidiéndome que le diera sus paraderos. Me acusó de ser miembro de un comité regional secreto del partido Comunista. Todo eso era ajeno a los expedientes y copias de telex sobre los cuales me pedían información. De repente este sujeto dijo: "Éste los está engañando, no les dirá nada. Déjenmelo diez minutos y lo hago cantar". Estaba equivocado: lo que él quería saber yo no lo sabía; y lo que yo sabía, no me lo preguntó. Y se retiró de la sala.

A la salida, después de un largo rato, me volvieron a vendar y amarrar. Me pusieron contra una pared de acero, y un individuo me dijo: "Concha de tu madre, éstos son los últimos momentos de tu vida". Y después se alejó y gritó órdenes de fusilamiento. Cuando dijo "apunten", vi, en una pantalla en amarillo y negro, toda clase de imágenes de mi vida. Me vi niño, con mis padres. Me vi con mi mujer, con mis hijos; ellos niños, y yo joven; y otras escenas fugaces, sin pensamiento hablado. Sólo pensamientos e imágenes. Estos "simulacros de fusilamiento" eran un aporte de los brasileños a las técnicas de tortura.

A la noche siguiente, uno de los guardias me dijo: "Levántate que vamos donde los inspectores". Me pusieron los pantalones, me vendaron y ataron las manos. Y encima una toalla. Entré en una sala grande, porque anduve diez pasos. Una voz dijo a los guardias que se retiraran. Antes, el individuo que habló me desamarró y ordenó que me esposaran a un poste de acero; me ató los pies. Me dijo: "Sé que eres karateca, que fuiste milico y que eres jefe del GAP de la provincia. Vamos a ver en qué condiciones estás…". Y sin más me golpeó el estómago, me pateó los pies desnudos, los muslos, y me hizo "pinzas" en el vientre y antebrazos. No me quejé. Era el tipo rubio de civil de la noche anterior. Él debe haber recordado que yo miré sus manos. Le dije: "Una mano golpea igual que otra mano, y todas golpean igual". Y empezó el interrogatorio. El primer tema: debía informarle las relaciones comunistas y/o socialistas de varios almirantes y capitanes de navío que me nombró; y de oficiales de ejército y carabineros. En especial de los almirantes Daniel Arellano y Raúl Montero. Le expresé que todas las relaciones habían sido dentro de funciones profesionales, administrativas, y que jamás había existido ninguna clase de relación política con ninguno de ellos. Indignado porque no sabía un asunto relacionado con el almirante Arellano, me dijo: "Luchito, me estás mintiendo; te aplicaré corriente". ¿Cómo me aplicará corriente él sólo?. Lo hizo con un aparato muy primitivo que no sabía usar. Me rompió la boca por dentro, y me produjo dos tres descargas. De pronto me dijo:"Yo sospecho que tu eres un 'soplón' del Viejo. Para mí no hay otra explicación que estés aquí. Tu eras un regalón. Nada pudimos en contra tuya, el Viejo siempre te defendió, habló bien de ti. Y hacías lo que tú querías con él. Así es que tendrás cuidado en lo que informes, si es que sales de aquí". (Se refería al almirante Merino).

Al volver de esta sesión me golpearon, me metieron al chorro de agua. Estaba tratando de relajarme cuando llegó otro guardia: "Levántate que subimos donde el fiscal". (En Chile legalmente habían tres fiscales navales, uno en cada una de las tres zonas navales: Punta Arenas, Talcahuano y Valparaíso. El 11.9.73 se designaron quince fiscales más) Vuelta a vestirme, vendarme, ponerme una toalla y un saco encima de las vendas. Ya arriba me hicieron sentarme en una silla. Me amarraron los pies y me aplicaron "el teléfono" para que no conociera la voz del fiscal. Éste hizo que me colocaran un casco de seguridad en la cabeza, y me preguntó:"¿Sabe, colega, qué es esto? Es un casco como el que usaba el 'compañero' presidente, que no le sirvió de nada cuando nuestros soldados liberaron La Moneda". Después hizo que me colocaran una especie de chaleco burdo, de fuerte lona, y con grandes bolsillos. Me dijo: "¿Sabe lo que es esto?" Le respondí que no lo sabía. Replicó: "¿Cómo no va a conocerlo cuando Ud. ordenó confeccionar cincuenta que serían usados por los 'kamikazes' de su GAP que se mezclarían entre las tropas cuando se retiraran el 18 del elipse de Playa Ancha?". Le dije que nada de eso era verdad. "Es inútil que mienta; antes de morir su jefe Daniel Vergara en La Moneda, encontramos en su caja de fondo el Plan Zeta del gobierno, llamado Plan Djakarta para Valparaíso, y en él figura Ud. como el jefe a cargo de un GAP de 900 hombres que le entregaron los comunistas y socialistas. Ud. dispuso de 900 metralletas, parake y de 400 kilos de amón gelatina". Lo interrumpí diciéndole que jamás había oído hablar de un Plan Djakarta, excepto el de Indonesia, donde los militares masacraron a 300 mil comunistas. Debe haber hecho una señal, porque me dieron un golpe brutal en el casco hundiéndomelo hasta los ojos. Y me golpearon en la espalda, hombros, piernas y brazos. "Miente, el Plan Zeta estaba dirigido por el Ministerio del Interior, y el día de la parada militar, a través del país, los abogados del Ministerio en cada cabecera de provincia, haría asesinar a la oficialidad y a las tropas. Aquí, mientras Uds. le daban una recepción en el Salón Rojo del Palacio de la Intendencia al almirantazgo y a los altos oficiales de toda la guarnición. Ud. saldría afuera y desde la puerta dispararía y masacraría a los oficiales; en las calles, los 'kamikazes' con los chalecos que Ud. ordenó confeccionar, se mezclarían con las tropas, harían estallar la dinamita, y sus hombres los asesinarían con las metralletas". Le contesté que él no sabía lo que decía; me estaba dando una capacidad de fuego superior a la que tenía la armada y el ejército en la ciudad de Valparaíso. Conociéndome como me conocía, debía saber que de haber tenido yo esos hombres y armamentos, en ese momento no estaríamos ahí y el enfrentamiento habría sido diferente. Hizo que me golpearan nuevamente. Y agregó:"Firme esta declaración; los documentos de Daniel Vergara y el recibo por armas, municiones y dólares lo incriminan". Le respondí: "No firmaré nada, no existen tales recibos, ni Daniel Vergara me ha entregado metralletas ni dólares, ni he firmado recibo alguno. Y esto es una locura que en ningún tribunal se aceptaría como prueba". Hizo una seña. Me soltaron los pies amarrados, me quitaron el casco y el chaleco, y me golpearon salvajemente, tirándome amarrado al suelo, dándome de puntapiés. Ordenó que me llevaran "abajo". Me sacaron a rastras, y vuelta al "Camarote de los Señores Guardiamarinas", y a desnudarme, y a un largo rato bajo el agua fría y a presión. Al sacarme, ya sin vendas, un sargento me dijo:"Tú conoces el oficio. Párate en la espalda de tu amigo y ayúdalo". No entendía de qué hablaba. Miré al suelo, y ahí estaba desnudo y medio inconsciente, con la espalda sangrando y cubierto de gran cantidad de sal de mar que un esbirro aplastaba en su carne viva con la culata del automático, el ingeniero Walter Pinto, director de la ENAMI. Me obligaron a subirme a sus espaldas y, con los pies, aplastar la sal. Pinto me dijo en la Isla que entendía que había sido forzado, y que, por lo demás, mis pies le causaron menos dolor que el fusil. Pasaron largas horas de golpes y gritos. Y otra vez frente al fiscal. "¿Por qué no firma y se evita todo lo que le está sucediendo?". Le contesté: "Ya pasé la edad de la inocencia. Puede hacerme matar, pero no voy a firmar nada". Y entonces, cambió de táctica. me hizo una proposición que ya me habían hecho horas o días antes ahí mismo:"Por qué no colabora con nosotros? ¿Por qué no se une a la acción patriótica de las fuerzas armadas? Puede ser designado fiscal…" Me habían dicho que tendría un poder tan grande "como jamás te lo has soñado". Me negué; expresé que era abogado, hombre de principios, fiel a derecho y a la justicia, y que jamás podría mirar de frente ni a los míos ni a nadie si hacía algo así. Y que, por lo demás, el asunto no me interesaba, no era ese mi lugar ni mi destino. Después me habló de las actividades de otros abogados, hombres y mujeres de la UP. Expresé que nada sabía de ellos, y que debido al exceso de trabajo, extrañamente no habíamos alternado durante todo nuestro gobierno.

Debí ir y venir a diversos inspectores, por diversas y absurdas cosas. ¿Dónde vivía fulano? ¿Dónde estaba escondido Emilio Contardo? ¿Quién era Hernán Concha y por qué fue nombrado intendente? El 17 me llamó nuevamente el mismo fiscal. Me dijo: "Debe firmar, tengo copia de la declaración de Daniel Vergara, y de otros abogados del Ministerio a través del país, en las que confiesan que el Ministerio del Interior dirigía el Plan Zeta. Y Ud. organizó aquí todo el trabajo de seguridad y el GAP". Expresé que el trabajo de seguridad lo había organizado el almirante Merino (me refiero al del gobierno de la UP) con el jefe del A DOS y los únicos contactos que tuve con el llamado GAP fue como acompañante del almirante, que planificaba las medidas de seguridad. Me agregó: "No es así. Y tengo un testigo que fue su lugarteniente y Ud. lo contrató para seguridad". El testigo era un muchacho un tanto retardado mental que había sido recadero en la intendencia; yo le había conseguido trabajo como aprendiz en una fábrica de guantes "de seguridad industrial" de un amigo mío. El fiscal le preguntó al muchacho qué había de verdad en esto y éste contestó que todo era efectivo. El fiscal exclamó:"Con este huevón por testigo no llegaré a ninguna parte…" Y lo hizo salir. "Tenemos los documentos de Daniel Vergara y ellos prueban que Uds. organizaron desde el Ministerio del Interior un ejército paralelo, que daría muerte a los altos mandos y a los mandos medios de las fuerzas armadas, y que lograron infiltrar a muchos oficiales". Lo curioso es que nadie me hablaba de los informes que yo le había enviado a Daniel Vergara, y que estaban en su caja de fondos, y que comprobaban que eran los mandos altos y medios los que complotaban en contra del gobierno. ¿Había descoordinación entre la armada y el ejército? De todas maneras, desde el momento en que el nazi me golpeó decidí no declarar nada, no saber nada, no recordar nada. Bloquearme por completo. Y de ahí nadie me sacaría. No puedo aceptar la tortura. No puede haber diálogo ni entendimiento alguno con esos sub-hombres. Nadie puede destruirle a un hombre decidido su auto-respeto. Y yo los despreciaba a ellos. Y los desprecio. Sentía rabia, odio, y estos sentimientos primaban por sobre el temor o el dolor. Insistí en que nada firmaría. Y me devolvieron al camarote.

El día 14.9.73, al finalizar la tarde, los torturadores enmascarados del camarote, me dijeron: "Vamos a ser buenos. Sabemos que no pueden andar porque están acalambrados". Ordenaron que Sergio Vuskovic y yo nos levantáramos. Nos ayudaron, como cuando íbamos a torturas. Nos afirmaron a unos barrotes y empezamos a hacer lentamente flexiones. En ese momento empezó en algunos lugares de la ciudad un intenso tiroteo. Uno de los torturadores salió a averiguar. A los pocos minutos regresó gritando:"Los comunistas están asaltando el Molo para rescatar a estos huevones". Otro nos dijo a Sergio y a mí: "Si los comunistas llegan a la puerta verde (la primera entrada), a Uds. dos los fusilamos al momento, primero que nada". Lo extraño está en que el tiroteo era en toda la ciudad. Al día siguiente aparecieron 256 cadáveres de obreros en el camino a Santiago "llevados por los comunistas".

El sábado 15.9.73, después del mediodía, nos llevaron al Barco mercante Lebu. Estaba lleno de detenidos; alcancé a ver al senador demócrata cristiano Benjamín Prado en cubierta, con unos oficiales; les indicaba quiénes eran de su partido y habían sido detenidos erróneamente. Era el comienzo del Golpe. Y la DC lo apoyaba decididamente. Nos llevaron a una bodega con orines y excrementos; a la hora, llegó una nueva orden cancelando la anterior. Se trataba de "un error" y nos volvieron a La Esmeralda. Nuevamente el nazi rubio me vio, me golpeó y me hizo poner junto a mis compañeros de infortunio, en las piras humanas, colocando otros prisioneros encima nuestro. Una dolorosa experiencia. No hay nada más doloroso, asfixiante, desesperante que esta tortura. Un oficial nos buscó e increpó al nazi: "No es éste el destino de ellos. ¿Quieres que se fuguen o que los vean?". Regresamos al camarote; el Pájaro Torturador nos dijo: "Mal agradecidos, ingratos, después de tantos cuidados se fueron sin decirme adiós". En la noche, un encapuchado me sacó. Me llevó al baño y me dijo: "Un abogado habló, lloró pidió colaborar. Me besó los pies. Y lo llevaron arriba. Dijo que el hombre de confianza de Allende era Ud., y que los intendentes eran solamente decorativos, que nada sabían ni ninguna influencia tenían en el asunto de seguridad. No estoy de acuerdo con Uds., pero Ud. ha estado bien, y, yo no acepto mariconadas". Para romper el equilibrio, me dio dos bofetadas, y me dijo: "Sé que no contará esto, pero le haré una paleteada". Al día siguiente me obligó a golpear al secretario-abogado. El día 16 me llevaron delante de otro fiscal. Y ahí me di cuenta de que la información era cierta: el otro abogado había hablado. Me imputó el aparato de seguridad para la visita de Fidel Castro, el operativo de seguridad del 21.5.72. Me preguntó algunos nombres de socialistas y comunistas de un supuesto "aparato de seguridad" y de reuniones que yo habría tenido con ellos. Me mantuve en que nada sabía y que todo el aparato de seguridad era de carabineros y la armada. Que jamás había oído nombrar a esas personas. Me agregó que yo tenía contactos con gente de la armada. Le dije que sí, y cuando iba a dar el nombre de la persona del A DOS, una voz, perentoriamente me ordenó: "Sr. Vega, no lo nombre, nosotros conocemos ese asunto". Al salir me arrojaron al suelo a puntapiés, y nuevamente me hicieron el simulacro de fusilamiento. No me causó ninguna impresión. No es heroicidad. Es algo extraño; he conversado con psiquiatras interesados en esta extraña experiencia.

El día 18 nos permitieron hacer unas flexiones y pretendieron que contara chistes o cantara. Les expresé que yo estaba en calidad de "prisionero de guerra" y no de bufón o cantor. Y no canté. Después hubo una situación jocosa. El 15, después que me permitieran, o me ordenaran golpearlo, dejaron libre al secretario-abogado. No lo juzgo; había sido más de 22 años funcionario de la armada. Había sido operado de la vesícula; todas las noches a las 20 horas llegaba un paramédico de delantal blanco y un gran vaso de agua. Cumplía la orden: "20 horas, Camarote de Guardiamarinas. Purgante abogado". Ese día, a las 20 horas, llegó preguntando por el abogado; y los guardias me señalaron. El tipo me encajó todos los brebajes. Pensé que era un "tratamiento psicológico" a base de drogas para hacerme hablar. Me dije que con ninguna droga hablaría porque no me preguntan lo que sé. Y no puedo confesar mentiras o lo que no he hecho. No corría ningún riesgo. El tipo me dio tres cucharadas. A la medianoche me di cuenta de que no era la "droga de la verdad", sino un poderoso purgante. Pedí permiso para "subir al jardín para la mayor", como se dice en la jerga marinera. Esto se repitió. El 18, el sargento Pájaro Torturador me dijo: "Luchito, tú no eres cobarde, pero ¿por qué cagai tanto?". Le respondí, "muy sencillo, seguiré así mientras me sigan encajando todas las tardes tres cucharadas de purgante". Hechas las averiguaciones se constató el error y me suspendieron las dosis del brebaje. Pero "las subidas al jardín" me habían servido. Iba con un guardia que apuntaba, pero era tan estrecho, que no podía él entrar al servicio mismo, y en el suelo había diarios del día, con noticias en contra nuestra, del gobierno y de la UP.

El 19 por la noche me llevaron al fiscal que me imputaba los hechos relacionados con la visita de Fidel Castro y los del 21.5.72. No lograron progresar y me devolvieron al camarote. Solamente me metieron bajo el chorro. Más tarde me llevaron nuevamente ante el inspector de las "manos grandes". Me amarró, me golpeó contra el poste de acero, e hizo que otros me pisaran los pies con sus botas. Y empezó a pedirme datos sobre el almirante Merino. Si era verdad que Merino deseó ser intendente, cómo se portaba en las reuniones del comité político de la UP, y respecto a los almirantes Montero, Arellano, Poblete y otros, como un coronel y algunos mayores de carabineros y el ejército. E insistió en vincular al almirante Montero con el partido comunista. De pronto me dijo: "¿Quién es Hernán Concha?, sabemos que fue auditor general del ejército y que es apolítico. ¿Por qué lo nombró Allende? Sabemos que trabajaba en el Ministerio de Defensa con la comandancia en jefe y que de ahí salió la recomendación. Pero no sabemos quién se lo recomendó a Allende". Le respondí que las mismas preguntas ya se me habían hecho. Y que, por lo demás, había sido un intendente parecido al abogado Carlos Soya; serio, responsable y respetuoso de la ley. No sé si estaba cansado, pero ordenó que me volvieran al camarote. Y vuelta a las acusaciones colectivas, cama por cama. Una serie de preguntas absurdas en ese mundo extraño y alucinante del Camarote de Señores Guardiamarinas. Vi torturar en público a Bartolo Vaccareza, dueño de un edificio en que funcionaba el periódico "El Popular", donde sostenían que habría funcionado una escuela de guerrillas comunistas. Vi quejarse al Dr. Gilberto Zamorano, a quien habían sacado de su cama del hospital. Vi vejar al neurocirujano Dr. Mario Contreras, presidente de la Asociación Internacional de Neurocirugía. Y entre las cosas absurdas de estos alienados, vi su enfermo orgullo nacionalista. Habían detenido a jóvenes peruanos, bolivianos, brasileños, argentinos, franceses, norteamericanos; a todos ellos, con sus propios cuchillos de comandos les cortaban espantosamente el pelo. Y los torturaban. Todos eran muchachos jóvenes, y en las torturas gritaban. Y se les despertó el patriotismo: "El chileno resiste más la tortura que el extranjero". Después de torturarlos a ellos, nos torturaban a nosotros. Los golpes eran iguales, pero nosotros éramos hombres ya mayores y no nos quejábamos tanto. Soportábamos más. Y oficiales y marineros decían: "¿Ven? Hasta estas mierdas traidoras de la Unidad Popular son más valientes que Uds.". El 18, el Pájaro Torturador se puso un guante de béisbol. Dijo:"Les voy a pegar igual, pero con este guante no les dolerá tanto y habrá más ruido. Estamos en Fiestas Patrias…".

El 20 de septiembre, como a las 0.30 horas me llevaron al castillo de proa. El inspector de las "manos grandes" me dijo: "Acabo de hacer cagar de dolor a un amigo tuyo… Ahora te toca a ti". Y agregó:"No sentís el olor a mierda que hay aquí?" Le dije que con los trapos que tenía en la cabeza, la falta de sueño y el nerviosismo no sentía nada. "Putas que tenís suerte, huevón -me dijo- yo ya vomito". Y siguió diciéndome: "Me has mentido todo el tiempo, has negado saber lo que te preguntan, y te has pasado por el forro de las huevas a todos. Pero ahora hablarás. Voy a empezar con mi golpe de 'martillo' en tus hombros. Y me los golpeó con la mano empuñada desde arriba hacia abajo; creí que me habían sacado los brazos. Y me dijo, "aquí está tu declaración como jefe del GAP. O la firmas o aquí te quedai". Le dije que me permitiera una pregunta. "Aquí estás para contestar, no para preguntar. Pero pregúntame". Y le dije: "¿Cree Ud. que si yo hubiera tenido 900 hombres armados estaría aquí desnudo y amarrado?". Me dijo: "Buena pregunta". Y agregó:"A lo mejor te habrías arrancado por tu cuenta…". Me dijo que sabía que habían armas. Le expresé que no, que ellos habían allanado y nada habían encontrado. Y que no detenían a los señores que tenían fusiles con miras telescópicas alegando que eran "cazadores", "sportman". Me dijo: "Firma que eras jefe del GAP. Lo eras ¿para qué te creas problemas? Veremos si ahora con la corriente bien aplicada sigues tan gallo". Hizo que me dieran un golpe de corriente en el pecho. Me doblé en el poste de acero y me azoté la cabeza.

En ese momento entró un oficial y dijo: "Alto, no me toques a Luchito, él tiene otro destino". Responderá, pero no aquí. Me lo llevo". El inspector le dijo que yo tenía que terminar un asunto con él. La respuesta fue: "Si va a hablar, que lo haga voluntariamente. Que me diga por qué los milicos pusieron a Hernán Concha para crearnos problemas, dónde está Guastavino, dónde está Emilio Contardo, que estuvo con él hasta el 10 a las 18 horas; quiénes son los otros dirigentes secretos del PC aquí, y dónde está la lista de los del GAP, y dónde está escondido el cubano". Le dije que yo estaba fuera del PC muchos años, que era secretario general del Instituto Chileno-Chino. Me interrumpió: "Ese instituto tuyo era del PC. El de los chinos está en calle Pedro Montt, en los altos del teatro Imperio. Y tú fuiste a China como espía soviético. Bien, habla". A los 10 minutos me dijo: "¿Sabís que más, Luchito? Me tenís más enredado que un plato de tallarines. Lárgate". Me llevaron al camarote. A los 10 minutos, a siete de nosotros, en silencio, nos hicieron afeitarnos, lavarnos, vestirnos correctamente. Y de "La Esmeralda" nos pasaron a un bus lleno de infantes de marina armados. Nos hicieron sentarnos separados, y fuimos advertidos que, a la primera palabra, gesto o movimiento, nos dispararían. Fuimos hacia el centro de la ciudad. Pasé cerca de mi casa, a la cual ya nunca volvería. Atravesamos una ciudad en guerra, nos dirigimos por Avenida España a Viña del Mar. Al llegar al final de la Avenida Libertad pensé que íbamos a la Escuela de Telecomunicaciones, y pensé que allí sería reconocido; y todo terminaría para mí. No, seguimos hacia Quintero. Y en una playa fuimos alumbrados con focos de camiones militares. Pensé que seríamos asesinados allí y arrojados al mar nuestros cadáveres. Y también me equivoqué. En la Base Aérea de Quintero nos entregaron a un comandante que nos dio su nombre y grado, y nos presentamos. Nos dijo que tenía órdenes selladas de enviarnos en avión a un lugar determinado. Si nosotros le dábamos nuestra palabra de no hacer nada en contra del avión, nos daría facilidades. Lo hicimos, como era lógico, y tuvimos un viaje sin tensiones; aún cuando no sabíamos adónde íbamos. Suponíamos que éramos relegado a la ciudad de Punta Arenas. Pese a todo, aún éramos muy ingenuos.


Las Cuentas de la Armada

Fuente :puntofinal.cl, 29 de Octubre 1999

Categoría : Prensa

El almirante sigue mintiendo. Sus palabras se pierden entre los cerros y el viento de Valparaíso. Pero la memoria de los porteños víctimas de la represión de la Armada es obstinada y certera. Nadie ni nada podrán borrar jamás el horror entronizado a las orillas del Pacífico, entre la garúa nocturna, los arreboles del atardecer y los sempiternos pelícanos de la bahía. Es que el 11 de septiembre de 1973, junto a los barcos de guerra estadounidenses participantes en los denominados ejercicios UNITAS, la escuadra retornó a puerto a fin de vincularse a las unidades en tierra para dar comienzo al golpe militar contra el gobierno de Salvador Allende. El temprano copamiento de la ciudad transformó a ésta en un gigantesco campo de concentración donde se enseñorearon el miedo, la tortura y la crueldad. La Armada, con inusitada ira y profundo desprecio clasista, reprimió a los porteños y, para tal efecto, desplegó todos sus efectivos, incluidos cadetes de la Escuela Naval. Habilitó, también, varios lugares de reclusión como la Academia de Guerra Naval, el cuartel Silva Palma, y los buques Maipo, Lebu y Esmeralda donde se torturó a miles de aterrorizados habitantes de Valparaíso.

Sin embargo, el almirante Jorge Arancibia, jefe de la Armada, continúa sosteniendo que en aquellos lugares de detención "jamás se torturó a nadie", que tan sólo constituyeron instancias de tránsito para albergar a prisioneros producto de las circunstancias extraordinarias que se vivían. Pero, miente el almirante y miente conscientemente, pues es imposible que no haya estado en conocimiento de lo sucedido en los recintos de la Armada. Son millares los testimonios de víctimas que experimentaron en carne viva la violencia y el odio de oficiales y clases de la aparentemente flemática marina chilena. Tal es el caso de María Eliana Comené, estudiante de castellano de la hacia adentro. Ellos estaban pegados en todas las paredes, yo conté ocho infantes de marina, algunos encapuchados y otros con las caras pintadas de negro. Me dicen que me desnude. Yo empecé a desnudarme y me dejé puesta mi parte de abajo, porque tenía puesto el apósito de la menstruación. Entonces, cuando me obligaron incluso a sacarme el calzón yo dije que no podía, porque estaba indispuesta. Me obligaron a hacerlo y ahí ya viene toda la rebeldía femenina, la rebeldía del luchador, por mucho que nos quisieran hacer sentir como animales llegaba el momento en que la dignidad del ser humano se rebelaba contra todo eso. Y fue tal mi ira, la indignación, que me saqué los calzones, tomé el apósito con sangre y se lo puse en el rostro al teniente que estaba dirigiendo el grupo. Luego de eso, todavía desnuda, por orden del teniente, dos infantes de marina por detrás, me tomaron los glúteos y se agacharon para mirar por el ano". Tal era la calidad moral de los marinos del almirante, los mismos que no trepidaron en violar mujeres para demostrar su poder y su lastimosa hombría, cubriendo sus rostros con pasamontañas y ocultando sus grados. En la Esmeralda, recuerda María Eliana, "había violencia las 24 horas del día, sacaban a los compañeros, los golpeaban, los torturaban, volvían morados y vomitando sangre. Cuando me trasladaron al Lebu estábamos separados de los compañeros quienes se encontraban en las bodegas. Nosotras estábamos en los camarotes y éramos tantas que no podíamos respirar, teníamos que dormir sentadas en el suelo. Nos daban de comer una sola vez al día, a las 9 de la mañana. Eran unos porotos que hasta gusanos tenían, una vez que reclamamos nos dijeron burlándose que para qué nos quejábamos si nos daban 'carne'". Pero la alimentación no era lo que más preocupaba a las prisioneras políticas, sino que el trato inhumano y cruel por parte de sus aprehensores, la mayoría jóvenes marinos. Aunque también las torturaban civiles y, como en el caso de María Eliana, carabineros. Ella había tenido el infortunio de haber sido detenida con ocasión de la retoma de la Universidad Católica en el puerto en los meses previos al golpe. Fue agredida por carabineros al mando de un teniente de apellido Pérez, sin embargo, logró defenderse y golpear a sus agresores.

Obviamente jamás pensó que el devenir político le enfrentaría una vez más al sádico teniente, esta vez a bordo de la motonave Lebu. Pero así fue, en una oportunidad -relata María Eliana- "me llevaron a un camarote que había sido habilitado como sala de interrogatorios y allí estaba este teniente que me comienza a manosear y a gritar diciendo: ¡defiéndete ahora, pos, huevona! Me corrió mano de una manera espantosa, fue más de una hora de sólo eso. Estaba vendada y humillada por lo que estaban haciendo, impotente ante lo que estaba pasando, ante los gritos espantosos que se escuchaban". Pero no era sólo en el barco que se torturaba y degradaba a centenares de porteños. También sucedía en otros centros de tortura de la Armada. Por la Academia de Guerra Naval, en el cerro Playa Ancha, pasó también María Eliana. "Allí estuve como cuatro semanas, me sacaban todas las noches para interrogarme, me golpeaban los oídos con las manos, me ponían corriente en la lengua, en la vagina. Nos sacaban para divertirse con nosotros, para abusar sexualmente. Fueron violaciones masivas. Al final una se desconecta, trata de subliminar lo que está pasando, pero es imposible de olvidar, de hecho, cuando ya me encontraba en la cárcel, hice una seria infección, con vómitos y fiebre. Me enviaron al Hospital Naval y ahí dijeron que era sólo un ataque de vesícula y me enviaron de vuelta a la cárcel. No obstante, era algo mucho más serio. Era gonorrea, y era imposible saber cómo y dónde la había contraído, ¿en la Esmeralda, en el Lebu, en la Academia? Lo único claro es que quedé con el endometrio total y absolutamente destruido".

 

ACADEMIA DE GUERRA NAVAL: CASA DEL HORROR

 

Y fueron millares las vidas destruidas física y sicológicamente en las casas del horror de la Armada en Valparaíso, El Belloto, Colliguay, Puchuncaví y Talcahuano. Por tales centros de detención y tortura pasó Humberto Arancibia, presidente del sindicato de trabajadores de Enadi, ex Compañía de Gas de Valparaíso. Fue detenido en Villa Alemana el 3 de octubre de 1973 en la noche. Fue trasladado por los infantes de marina que le detuvieron al cuartel Silva Palma en el puerto. Llegamos, recuerda Humberto, " a una sala grande repleta de gente, hombres y mujeres tirados en el suelo, muchos con el pelo cortado a bayonetazos. Un infante me preguntó por qué me encontraba ahí. Le respondí que no sabía, que simplemente era dirigente sindical. Exactamente, me dijo para preguntarme por otros dirigentes, para ver si habían robado o no". Los marinos, los militares, sabían perfectamente bien que nadie había robado nada, del mismo modo que sabían que nadie iba a atentar contra la integridad física de los miembros de las Fuerzas Armadas y sus familias como pretendieron hacer creer a través de la difusión de un absurdo Plan Zeta. Simplemente intentaban justificar lo injustificable: la represión, las masacres, la tortura, las violaciones.

Por ello, "alrededor de una hora después de haber llegado, continúa Humberto, me vendan, me ponen sobre la cabeza una capucha negra, me amarran las manos a la espalda y me sacan de la pieza. ¡Así que tú eres Carlos Nicolás! (administrador de la Compañía de Gas), me dicen mientras me dan un golpe en la boca del estómago. Perdí la respiración, me dan palos en la espalda, en las costillas, todo esto camino al interrogatorio. Siento que llegamos a una pieza, tomo aire: no, yo me llamo Humberto Arancibia alcanzo a decir. ¡Por qué no dijiste eso antes conche tu madre! Me gritan. Ahí me di cuenta lo que me esperaba, como iba a ser el tratamiento. En la sala de torturas me pegan con las manos abiertas en los oídos (teléfono), combos en el estómago, palos en las costillas. Todo el tiempo tenía las manos y los pies amarrados con alambre. En un momento pensé que me iban a colgar, pero en realidad lo que hicieron fue ponerme corriente. Esto se repitió muchas veces en medio de todo tipo de insultos".

Luego de una interminable noche de tormentos Arancibia fue trasladado al buque Lebu. "Parecía un barco pirata -señala Humberto- con hombres hacinados en las bodegas del barco. Estaban barbones, algunos con el pelo cortado a cuchillo, con abrigos, frazadas, sucios y hambrientos. A veces nos tiraban pedazos de pan y lo compartíamos entre todos. Lo mismo hacíamos cuando, por milagro, aparecía una naranja. La comíamos entre seis, hasta la cáscara nos comíamos. Más adelante nos daban fideos, masas de fideos más bien. También porotos llenos de gorgojos. Cada comida era vigilada por marinos armados. No todos comían sí, había un compañero de apellido Villarroel a quien mantenían en una jaula desnudo y nunca le daban de comer.

Los marinos nos obligaban a levantarnos a las seis o siete de la mañana. Subíamos a la plataforma del buque y nos manguereaban desnudos en el frío de la mañana. Está claro que no teníamos dónde hacer nuestras necesidades y, en algún momento, pusieron mitades de tambores de aceite -que llamaban 'chutes'- donde comenzamos a orinar y defecar".

En el Lebu se denigraba a la gente, se intentaba deshumanizar al supuesto enemigo, hombres y mujeres, sin importar la edad. También se interrogaba y torturaba. Los interrogatorios selectivos y más brutales se llevaban a efecto en la Academia de Guerra Naval. Allí fue llevado nuevamente Humberto. "Me dijeron que me había reído de ellos la primera vez, me pusieron un paño en la boca y me tiraron contra la muralla y comenzaron a golpearme. Perdí la noción del tiempo, del espacio, pensé que me iban a matar. El estar ahí, aunque no te torturan era igual, porque se sentían gritos, golpes, lamentos desgarradores de gente que se moría. Siempre se estaba en un estado emocional tenso, sabías que después te iba a tocar a ti, ibas a pasar por el mismo proceso. No se tenía ninguna esperanza, no sabías si ibas a salir vivo. Eran varios los que se habían intentado suicidar lanzándose por alguna de las ventanas del cuarto piso de la Academia o golpeándose contra unos pilares que había en la sala grande".

Llegaba a tal punto el pánico, la desesperación, la violencia contra gente indefensa, que no fueron pocos los que prefirieron morir a continuar soportando el horror de la tortura. Sin embargo, el almirante Arancibia insiste en que en los recintos navales jamás se torturó. Incluso en aquellos lugares donde no se interrogaba, imperaba un régimen de represión permanente y de castigos humillantes para los presos políticos. Tal es el caso del campo de concentración de Isla Riesco o Melinka, ubicado en Colligüay al interior de Valparaíso. Allí, cada vez que llegaba un nuevo grupo, se organizaba en la noche, cuando los prisioneros se encontraban encerrados en sus cabañas, un montaje de amedrentamiento. Se oían ráfagas de ametralladoras y fusiles automáticos, se explotaban minas del sector que rodeaba el campo, amén de gritos y carreras. Al día siguiente se informaba a los prisioneros que un grupo de "extremistas" había intentado rescatarlos durante la noche y que habían sido eliminados por la guardia del campo. Si sucedía nuevamente -advertían- lo primero a eliminar era el peligro interno, es decir, los presos.

TORTURAS A MARINOS DEMOCRÁTICOS

Además, se castigaba a muchos sumergiéndolos en pozos de excrementos y orina, a culatazos, hundiéndoseles en la basura u obligándoles a correr a latigazos. Eran los infantes de marina los que torturaban de esta manera. Y tenían experiencia, pues fueron los que iniciaron la práctica masiva y sistemática de la tortura en agosto de 1973 al detener y flagelar a un grupo de marinos constitucionalistas que denunciaron los intentos golpistas de la Armada. Antonio Ruiz, cabo segundo, mecánico electrónico con mención en control de fuego, fue uno de ellos. Antonio Ruiz recuerda vívidamente el día en que fue detenido, "fue el 7 de agosto de 1973 en Talcahuano. Oficiales de inteligencia me sacaron de la unidad para trasladarme al Fuerte Borgoño. Allí había un escuadrón de al menos doce cosacos esperándonos. Me obligaron a sacarme la ropa y comenzaron los golpes, comenzó el tratamiento de guerra. Pasamos a ser el enemigo. Para los infantes de marina era una práctica en vivo, fuimos sus conejillos de indias. El oficial que nos interrogaba, para que no se notaran los golpes, usaba guantes mojados. Nos metían en tambores de excrementos y orina; dos cosacos nos sujetaban de las piernas y nos hundían en los tambores hasta que no podíamos respirar. Era tal la desesperación ante la tortura y las amenazas que al final uno se rebelaba y encaraba al oficial gritándole: ¡mátame conche tu madre! A ellos no les importaba lo que uno decía o sentía; al contrario, perfeccionaban las técnicas de tortura día a día. Al poco tiempo ya no te sujetaban por las piernas, sino que habían instalado una roldana desde donde te lanzaban al tambor con excrementos. Nos tenían amarrados de pies y manos, nos amenazaban de muerte y hubo muchos simulacros de fusilamiento. Eramos como 50 los detenidos, pero finalmente quedamos menos de la mitad. Había gente de filiación azul (Asmar) y de filiación blanca, tanto de la dotación Escuela como de la Escuadra. Posteriormente fuimos derivados a la cárcel de Talcahuano en tránsito y, finalmente, a la cárcel de Concepción. Allí nos pilló el golpe, nos despertamos con los disparos, presentimos la muerte, Carabineros se hizo cargo del presidio y nos amenazó con que tendríamos que pagar. Se hizo un simulacro de fusilamiento y toda mi vida pasó delante de mí, muy rápido. Esperaba con los ojos cerrados la muerte. Afortunadamente no sucedió nada y, eventualmente, fuimos traslados a Valparaíso, pasando por el campo de concentración de Isla Riesco o Melinka, cuartel Silva Palma y la cárcel pública del puerto. Otros marinos democráticos fueron detenidos y torturados en el Fuerte Miller de la Infantería de Marina en Las Salinas, y en la Escuela de Ingeniería de Viña del Mar.

A 26 años del golpe de Estado iniciado en Valparaíso, el almirante Jorge Arancibia sigue negando que la Armada violó masivamente los derechos humanos. Entonces ¿por qué habría que creer en sus supuestas buenas intenciones al impulsar junto al gobierno una "mesa de diálogo" destinada -también supuestamente- a poner término al problema de los derechos humanos?

Ningún aparente gesto conciliatorio puede ocultar el hecho irrefutable de que el sacerdote obrero Michael Woodward fue asesinado en la Esmeralda, su Esmeralda, señor almirante

RESPONSABLES DE TORTURAS DE LA ARMADA

Vicealmirante. Adolfo Walbaum Wieber, Cdte. I Zona Naval

Vicealmirante. Pablo Weber Munnich, Cdte. en Jefe de la Escuadra

Contraalmirante Hugo Cabezas Videla, Jefe E.M. de la Armada

Capitán de Navío (CN) Sergio Huidobro Justiniano,

Cdte. Cuerpo Infantería de Marina (IM) C.N.

Guillermo Aldoney Hansen, Jefe EM. I Zona Naval

C.N. Marcos Ortiz Guttmann, subjefe EM.Armada

C.N. Carlos Borrowman Sanhueza, director Escuela Naval Arturo Prat

C.N. Raúl López Silva, director Academia de Guerra Naval

C.N. Homero Salinas Núñez, director Escuela de Ingeniería Naval

C.N. Arnt Arentsen Pettersen director Escuela del Cuerpo de IM

C.N. Jorge Sabugo Silva, Cdte. Buque Escuela Esmeralda

C.N. Hernán Sepúlveda Gore, Cdte. Destacamento IM "Miller" de Viña del Mar

C.N. Cristián Sloraker Pozo, Jefe EM de la Escuadra

C.N. Oscar Horlscher, Director Hospital Naval Almirante Nef

Capitán de Fragata (CF) Jorge Davanzo Cintolesi, Director Escuela de Armamentos

CF.Víctor Valverde Steinlen, director Escuela de Operaciones Navales

CF. Hernán Soto-Aguilar Cornejo, subdirector Escuela Cuerpo IM

CF. Jorge Valdés Romo, subdirector Escuela Naval Arturo Prat

CF. Patricio Villalobos, Cdte. Base Aeronaval de El Belloto

CF. Ernesto Huber Von Appen, Cdte.Aviación Naval

CF. Julio Vergara, Jefe Servicio de Inteligencia Naval, I Zona Naval

Cte. Santa Cruz IM, Cuartel Silva Palma, Valparaíso

Cap. Bunster, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Cap. Jaeger, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Cap. Koeller, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Cap. Acuña IM, Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Federico Stigman Servicio Inteligencia Naval

Tte. Luna, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Tapia, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Maldonado, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Alarcón, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Letelier, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Boetsch, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Schuster, IM Fuerte Borgoño, Base Naval de Talcahuano,

Tte. Luis Rebolledo IM, Motonave Lebu

Tte. Guillermo Morera IM (r) Motonave Lebu

Tte. Rafael Yussef ( r) Motonave Lebu

Tte. Rodriguez IM, Buque Escuela Esmeralda

Tte. Juan Gonzalez IM, Campo de Concentración de Isla Riesco

Suboficial Aguayo IM, Campo de Concentración de Isla Riesco

Cabo Soto IM, Campo de Concentración de Isla Riesco

Cabo Bustos IM, Campo de Concentración de Isla Riesco


Torturada en la “Esmeralda”

Fuente :Puntofinal.cl, 26 de Noviembre 2004

Categoría : Prensa

La furia la estremece y desgarra, cada vez que María Eliana rememora el dolor y la humillación de la tortura, aquí, en el Valparaíso de los vientos, en el hermoso caos del puerto de todos, a pasos de la bahía donde, hace treinta años, estuvo anclado un velero que le cambió la vida para siempre. La furia estremece los sentidos y desgarra la piel, porque la Armada continúa negando lo evidente: que detuvieron y torturaron a millares de chilenos y chilenas. Y está claramente establecido que el buque escuela Esmeralda fue utilizado como centro de detención, tortura y asesinato, tal como sucedió con otras dependencias de la Armadael buque Lebula Academia de Guerra Navalel cuartel Silva Palma, entre otros. En todos ellos estuvo María Eliana Comené. Hoy, tres décadas después, la joven estudiante universitaria de esa época, recuerda el doloroso periplo que compartió con miles de víctimas de la represión militar que, en el puerto, vistió por sobre todo uniforme de marino.

En la “Esmeralda” fue asesinado el sacerdote Miguel Woodward y, además, se torturó a mucha gente. Usted estuvo también ahí…
“Sí, a mí me detuvo Carabineros el 13 de septiembre, al mediodía, en mi casa. En un bus me llevaron a la 4º Comisaría en Viña. Luego me trajeron a la intendencia de esa época, hoy Primera Zona Naval. En la noche, alrededor de las once, los marinos nos llevaron a la Esmeralda. Al llegar al barco nos bajaron a empujones por las escaleras. Estaba a oscuras, pero no iba vendada y por eso me di cuenta que era la Esmeralda. Nos tiraron hacia donde estaban los camarotes de los oficiales, no eran de los marinos, porque eran salas grandes con tres camarotes en fila. Me pasaron inmediatamente al baño, un baño enorme donde me hicieron desvestirme y dejar la ropa en una banca de madera. Y me empezaron a revisar, a ver si tenía alguna cosa escondida en el cuerpo, por lo tanto a meterme los dedos en la vagina, en el ano, mirarme los oídos, la nariz. Era un grupo de muchachos, todos con caras pintadas de negro, no sé si eran oficiales, porque todos vestían iguales”.

El tratamiento violento y humillante fue desde un comienzo, entonces…
“Sí, claro. Luego me pasaron a la ducha, y ese fue quizás para mí el momento más difícil, aunque después lo pasé peor. Ahí me sentí tremendamente vejada, humillada por ser obligada a estar desnuda, por las tocaciones sexuales, los comentarios que hacían, las burlas de todos los marinos. Hasta ahora tengo una pesadilla: estoy en un baño y en el baño pasa mucha gente y no puedo estar tranquila. Entonces, me despierto llorando.
Después los marinos me tiraron a la última litera en un camarote. Me tocó la tercera litera de arriba. Me di cuenta que estábamos separados: los hombres estaban tras una cortina hecha con frazadas. Los hombres estaban muy mal, a ellos los torturaban de manera brutal. Yo los veía cuando llegaban, por ejemplo Sergio Vuscovic, alcalde de Valparaíso durante la Unidad Popular, tuvo un ataque de vómito, de sangre. Los compañeros, muchos de ellos ex autoridades y dirigentes de la zona, llegaban arrastrándose, pero no se quejaban.
Me hicieron dos interrogatorios en la Esmeralda, todos violentos, humillantes, con golpes y abusos sexuales. Les causaba placer torturarnos, disfrutaban tocando para saber tu reacción, esperaban que gritáramos, pero gritar, para mí, era peor. A veces era mejor dejar que hicieran lo que quisieran para que te dejaran tranquila. También, si nos movíamos o pedíamos permiso para ir al baño, nos pegaban con las culatas, no nos dejaban dormir. Estábamos en un camarote rodeadas de armarios metálicos. No podíamos saber si era de día o de noche, sólo escuchábamos gritos, llantos de las compañeras que suplicaban que no las tocaran. Había una alemana a la que la golpeaban constantemente. Había mujeres de todas las edades, incluso niñas de quince años y eran torturadas física y psicológicamente. Para soportar la situación yo contaba los pernos y los remaches del buque. Así me abstraía del horror de la Esmeralda. Y ahí estuve hasta que nos sacaron a todas, yo fui una de las últimas que salí”.

¿Adónde las llevaron?
“Nos trasladaron al Lebu, un buque de la Compañía Sudamericana de Vapores, de Ricardo Claro, que se lo había cedido a la Armada para los prisioneros. La Esmeralda estaba casi al final del molo y el Lebu estaba en la punta. Nos llevaron en un bus y era impresionante, porque estaba el molo cubierto de gente en el suelo, todos prisioneros. Los marinos nos metieron en un camarote, a diferencia de los hombres que estaban en las bodegas del barco. Los camarotes eran pequeñísimos y habíamos dentro unas 25 mujeres. Tanto que en la noche teníamos que dormir sentadas en el suelo con las piernas recogidas. En turnos nos poníamos cerca de la puerta para tomar un poco de aire, aunque había un marino de guardia que no nos dejaba acercarnos.
En el Lebu no estábamos encapuchadas, así que conocíamos muy bien a los marinos y, al igual que en la Esmeralda, éramos mujeres de todas las edades. De hecho, un día llegó una niña de uniforme escolar. Nos tenían encerradas y nos daban comida una vez al día, tallarines, porotos con gusanos y arvejas secas en caldos indefinibles. De repente llegaba un pan, una fruta, pero era la excepción”.

VIOLACION EN EL LEBU

¿En el “Lebu” los marinos también torturaban?
“No sólo los marinos. También había carabineros y civiles que torturaban. En una ocasión, cuando me tocó el turno de acercarme a la puerta del camarote para respirar mejor, se asomó a la ventanilla un teniente de Carabineros que conocía, porque había sido detenida antes del 73 en Valparaíso, en la acción de retoma de la Universidad Católica. Me llevaron a la comisaría Barón y trataron de revisarme, pero me defendí y fue ese teniente el que me golpeó y, luego me dejó botada en una celda. Era el mismo teniente Pérez que aparecía en el Lebu y me quedó mirando, con odio. El, con otros carabineros y marinos, empezó a llamar a las mujeres; primero mandaron a buscar a una joven de chaleco blanco, luego llevaron como a cinco o seis jóvenes, hasta que al final, me llevaron a mí. Era un camarote desocupado, enorme, que estaba en una esquina. Estaba muy oscuro, pero a él lo vi claramente porque no estaba encapuchada. Además, me recibió con groserías y diciendo “ésta es la chora que quiero” y gritando “defiéndete ahora, huevona”. Me sentó a empujones en un sillón y empezó a tocarme y golpearme, me desvistió a la fuerza y ahí mismo me violó. Hizo lo que quiso conmigo y los otros que se encontraban en el camarote se reían y burlaban. Después, me ordenó vestirme y peinarme, me obligó a ordenarme antes de salir. Además de los garabatos me dijo: “Ya nos vamos a ver de nuevo”.

No fui la única torturada en el Lebu, por supuesto. Cuando llegaban las mujeres al barco, primero pasaban por la sala de tortura y después las tiraban al camarote. Alrededor de diez días después, me mandan a llamar de la Academia de Guerra, y ahí empezó nuevamente el terror. Me interrogaban los marinos y carabineros”.

¿La Academia de Guerra Naval fue el principal centro de detención y tortura de Valparaíso?
“Sí, cuando llegué a la Academia, el primer día me pasaron inmediatamente a interrogatorio y me empezaron a hacer el teléfono, a golpear los oídos con ambas manos abiertas. Yo sabía que para aliviar el dolor tenía que gritar y empecé a gritar, y un compañero, que no sé quien es, que estaba en la misma pieza parece, empezó a reclamar por lo que me hacían. Y le pegaron de tal manera que se sentían los golpes, los quejidos. Fue horrible y tuve que dejar de gritar. Así se dañaron mis tímpanos. En la Academia estuve aproximadamente tres semanas. Me sacaban todas las noches para interrogarme. Preguntaban acerca de supuestas armas, pero era para amedrentar, para dejarte a nivel de cosa y no de persona.
En la Academia se escuchaban gritos día y noche. A mí me golpearon, me violaron y me aplicaron electricidad. La corriente era horrible, porque da espasmos que no se pueden controlar. Y te ponían corriente en los pechos, la vagina, la boca, quemaduras de cigarro en las nalgas, en los brazos y en los muslos. Una noche me llevaron y me sacaron la ropa: me obligaban a desnudarme cada vez que decía un no, o que daba una respuesta que no les satisfacía. Me sentí tremendamente vejada, empezaron a tocarme, a manosearme, a hacerme cosas. Me devolvieron a la sala como a las cuatro de la mañana o más tarde, porque estaba aclarando. Me puse a mirar por los hoyitos de las ventanas tapadas con banderas de los barcos y empecé a llorar. Un compañero se dio cuenta y me abrazó. Nadie se movió, excepto él. No me preguntó nada. Fue una cosa muy linda. Te hace sentir que no estás sola.
Lo concreto es que te van ablandando físicamente, con golpes, con violaciones, con electricidad, y después llega el golpe psicológico, cuando ya no te quedan defensas. De hecho, había una carabinero mujer que me interrogaba violentamente, con mucho ataque psicológico. Los marinos nos sacaban a las mujeres para divertirse con nosotras, para abusar sexualmente. Y siempre estábamos encapuchadas o vendadas. El teniente Pérez, de Carabineros, también estaba en la Academia, ahí lo vieron varias personas. Tenía rango, en el Lebu hacía lo que quería. Recuerdo muy bien que andaba con pistola, y en un momento la tomó, no sé para qué, pero pensé que me podía matar, realmente creí que iba a salir muerta”.

CARA A CARA CON EL TORTURADOR

Tengo entendido que se encontró con uno de sus torturadores. ¿Cómo fue eso?
“Al hombre no lo volví a ver nunca más después de mi detención. Sin embargo, hace poco tiempo estaba en el café de Falabella, en Valparaíso, con una amiga. De repente me quedé helada, porque a pesar de que ha cambiado mucho, no sé si fue por los ojos o por instinto, lo reconocí. Entonces le digo a mi amiga: ‘Oye, mira, el paco Pérez’. Estaba conversando con un viejo, y me quedé paralizada. Yo había pensado muchas veces lo que le iba a decir cuando lo viera. Pero no fui capaz de moverme; pagamos rápidamente y salí, pasé por su lado, lo miré, pero no me atreví a hacer nada. Me tiritaban las piernas. Y estaba tan enojada conmigo después. Estaba indignada conmigo misma.
Yo hice una declaración en Punto Final hace un par de años. Ahí menciono a Pérez. Un ex preso político, que era carabinero y también trabajó en la Comisaría de Viña del Mar en ese tiempo, me dijo que se llamaba Carlos Pérez San Martín, y que es gerente de operaciones del club Santiago Wanderers. Desde que le hicimos una funa estoy más en paz. Pero cuando lo veo, me vuelvo a acordar del café y me da mucha rabia, me dan ganas de ir a hablar con él. Pero todo el mundo me ha dicho que no lo haga, es peligroso, dicen que es matón, que tiene gente. Entonces no me he atrevido, ha pasado tanto tiempo…

Pero el azar permitió que usted se cruzara con el ahora capitán (r) Carlos Pérez en el supermercado…
“Sí, hace poco estaba en la fila de la carnicería del supermercado cuando alguien me pasa a llevar, me doy vuelta y me encuentro cara a cara, a no más de diez centímetros, con Carlos Pérez, con mi torturador.

Le pregunté: ¿No se acuerda de mí?
– No señora. ¿Dónde la conozco? respondió.
– La ultima vez que nos vimos fue en el Lebu
– ¿En el Lebu? Yo no tengo ningún problema con derechos humanos, dijo inmediatamente, delatándose solo.
A mí esto no me lo contaron, le dije. No se me van a olvidar nunca su cara ni su voz, porque usted me echó a perder la vida. A esas alturas ya tenía un nudo en el estómago, pero no podía perder la calma, era importante mantener mi dignidad a pesar de todo. Pero siguió negando todo, como hacen los cobardes. Como han hecho los militares todo este tiempo”.

COBARDIA DE LA ARMADA

¿Cree que el informe sobre prisión política y tortura servirá para hacer justicia en su caso y en tantos otros?
“Cuando entregaron el informe al presidente Lagos pensé que no era cierto. Es algo que nunca esperé ver en vida, pero después surgió el enojo. Primero, porque la derecha sigue diciendo que somos todos responsables. Pero haber tenido ideas de Izquierda no es equivalente a haber torturado y matado. Realmente, es vergonzoso el aprovechamiento político. Soledad Alvear jamás ha hecho nada y ahora que es pre-candidata saca la voz. Lo que diga el presidente Lagos no es importante. Lo que nos interesa es que el informe se publique completo, que se sepa lo que hicieron estos criminales”.

El almirante Vergara, comandante en jefe de la Armada, dice que él pone las manos al fuego por sus hombres.
“El almirante Vergara se va a quemar. Da rabia la cobardía de la Armada al no reconocer sus crímenes. El ahora senador Jorge Arancibia era capitán de fragata a cargo de un barco en San Antonio. También me merece dudas que diga que no sabe nada. Ahí estaba Tejas Verdes y no sólo participaba Contreras en la represión, también había marinos. La Armada abusó de las personas en sus dependencias. A mí me detuvieron, torturaron y violaron marinos”.

¿Han pasado treinta años y por primera vez se conocerá, al menos de manera sistemática, lo sucedido a miles de torturados. ¿Ayudará esto a aliviar el dolor de las víctimas?
“Hay consecuencias físicas y psicológicas profundas. Tienes que empezar a convivir con esto, siempre he dicho que soy exiliada y nunca voy a acostumbrarme. No es mi Chile, es un Chile que a mí no me ha dado nada, al contrario, me quitó mucho. Las pesadillas nunca se me han pasado. Me despierto angustiada, porque creo que estoy detenida en la Esmeralda, cuando los marinos con la cara pintada me desvisten, me revisan, me meten al agua. Es el primer signo de humillación, donde enfrentamos al enemigo de manera real. No puedo olvidar, porque a mí me golpearon, me pusieron corriente, me violaron y me contagiaron gonorrea, cosas que ni siquiera mi familia sabe.

Hace un par de años subí a la Esmeralda acompañando a periodistas de la BBC de Londres. Empecé a sentir los olores, los gritos, todo lo que había sentido antes. Caí en una profunda depresión, hice crisis de pánico y estuve encerrada en mi casa cuatro meses. Fue horrible, no dormía, las pesadillas eran continuas. Ningún informe hará olvidar lo que pasamos, lo que sufrimos”


La confidente del torturador

Fuente :La Nación, 12 de Mayo 2007

Categoría : Prensa

Por primera vez la mujer de un implicado en crímenes durante la dictadura cuenta la experiencia de ser la confidente obligada de pasajes horrorosos de nuestra historia. Después de guardar un culposo silencio, Patricia Gallardo Callahan se atrevió a romper con el miedo que la inmovilizó por más de tres décadas. Su ex marido, Ricardo Monje Mohr, estuvo a bordo de la Esmeralda y actualmente es un alto funcionario de la ENAP.

Atormentada durante 34 años por las confesiones que le hizo su marido, el teniente primero (R) Ricardo Monje Mohr, uno de los infantes de marina que estuvo a bordo de la Esmeralda y el Maipo en los días posteriores al golpe militar, Patricia Gallardo decidió dar “un grito de libertad” y contar a LND esa verdad que hasta ahora le quita el sueño. Nunca pensó, cuando tenía 20 años, que el entonces gentleman de beatle rojo al que conoció en Punta Arenas se transformaría en asesino y agente de seguridad. Era Navidad y una prima la invitó a una celebración en el Club de la Unión de Punta Arenas donde le presentó a un marino de Osorno, con quien desarrolló una estrecha amistad casi inmediatamente. Ella se sentía protegida por su estirpe varonil y en 1971 contrajeron matrimonio en Punta Arenas, la ciudad natal de Patricia y lugar de destinación de Monje. Fue así como en 1972 por motivos de trabajo el matrimonio se trasladó a Viña del Mar. Allí Patricia comenzó a vivir la peor pesadilla de su vida, que se atrevió a contar a este diario una vez que leyó el artículo “El exorcismo a la Dama Blanca”, publicado hace tres semanas (edición del 22 de abril), donde se revelan detalles de la avanzada investigación sobre los crímenes cometidos en el buque escuela Esmeralda.

Mientras leía los nombres de algunos de los infantes de marina responsables de los tormentos contra los detenidos en el improvisado centro de torturas, Patricia se daba cuenta que los conocía a todos. Sin embargo, faltaba uno fundamental, su ex marido, quien habría sido el jefe directo de los marinos, y que a su vez había estado bajo las órdenes del capitán de navío (R) Ricardo Riesco. Éste ya reconoció en el proceso que presenció torturas en el buque escuela.

Patricia contó a LND que, aunque no tiene justificación, no se había decidido a hablar antes por miedo (está separada de hecho con Monje y en proceso de divorcio). Y durante años vivió, según asegura, violencia intrafamiliar. Quizás por eso, al iniciar la conversación, sus manos tiemblan y las ideas continuamente se pierden en su mente. Tiene demasiados recuerdos amargos, pero sin duda el más duro tiene relación con la muerte del jefe del departamento de investigaciones de Aduanas y militante socialista, Luis Enrique Sanguinetti Fuenzalida, ocurrida el 14 de septiembre de 1973. “Mi marido no tendría por qué haberme entregado una información de esa naturaleza. Yo no estaba preparada para una cosa así. No fui a la Escuela Naval, no era su par ni su compañera de armas, sino su esposa. Hasta ahora ha sido un cargo de conciencia terrible”, reflexiona la mujer antes de entregar los detalles que enriquecen y ponen rostro a la versión que hasta ahora se manejaba acerca de la muerte de Sanguinetti.

Según el informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Sanguinetti se habría suicidado en “un rapto de desesperación” en la cubierta del carguero Maipo –buque que estaba atracado en el molo de Valparaíso junto al Lebu y a la Esmeralda-, producto del lamentable estado en que se encontraba luego de haber sido víctima de torturas.

 

La misión del 11 de septiembre

-¿Su marido le habló sobre el caso de Luis Sanguinetti?

-Me dijo que lo detuvieron en el edificio de Aduanas con un grupo de comandos. Según él, Sanguinetti y más funcionarios de ese departamento estaban acuartelados, intentando defender el lugar. Por eso los tomaron detenidos y me contó que los llevaron hasta la Esmeralda.

-¿Le entregó detalles sobre el trato que le dieron?

-Sí, lamentablemente me contó. Mi gran error debe haber sido preguntar cuál fue su misión la noche del 10 al 11 de septiembre. En forma muy despectiva me dijo que había visto morir a una persona por sus ideales, que obviamente no eran los de él.

-¿Cómo le relató el pasaje?

-Me contó que este hombre no quería seguir contestando más preguntas, que no tenía nada más que decir y que prefería morir. Entonces lo llevaron a la cubierta del Maipo y lo instigaron de tal manera para que se suicidara, diciéndole “que si era….”, (se detiene y piensa). Me reveló las palabras que usaron contra él, pero no quiero repetirlas para no dañar a la familia del señor Sanguinetti. Luego abrieron las compuertas de las tres bodegas que estaban vacías. Según, mi ex marido, Sanguinetti se tiró desde ahí.

-Usted tuvo la posibilidad de entregar esta información a organismos de derechos humanos ¿Por qué no lo hizo?

-Tendría que entrar en detalles que no corresponden, pero había miedo, siempre lo hubo. Ha intentado declararme loca, como cuando la Comisión Rettig pasó por donde vivíamos y hasta el día de hoy trata. Si es cierto, bienvenida sea mi locura, porque después de muchos años puedo gritar la verdad y hacerla pública. Y me he sentido cobarde por no hacerlo. No tengo excusa, seguramente para muchas personas no voy a tenerla, pero sí había razones.

-¿Qué tareas cumplió después Ricardo Monje?

-Entre el ‘73 y el ’75 estuvo a cargo de los comandos que salían todas las tardes, un convoy bastante grande de camiones. Él es quien iba a la cabeza del convoy a allanar todas las poblaciones de Valparaíso y Viña del Mar. Como me había comentado a la hora que salía, yo me paraba con el auto en la playa Los Marineros y lo veía pasar.

-¿Su ex marido le contó sobre su estadía en la Esmeralda?

-Lógico. Me contó cómo a la gente detenida la llevaban a la Esmeralda y que, debido a que se llenó, empezaron a llevarlos al Maipo y a otro buque.

-¿Usted le preguntaba otros detalles sobre las acciones que llevaba a cabo?

-Yo no podía hablar nada, lo correcto era lo que él hacía. La comunicación con él era muy difícil. No había explicaciones para eso, porque no debía preguntarlo. Él contaba lo que quería contar y yo no podía ir más allá.

-¿Le habló sobre más interrogatorios o torturas?

-No se refería en esos términos. Era algo mucho más suave. Nunca ocupó la palabra tortura, era mucho menos duro.

-¿Y cómo se refería a las personas que eran torturadas?

-En forma muy despectiva.

 

MENTIR EN EL FRÍO

Ricardo Monje fue contactado por LND en ENAP Magallanes, Punta Arenas, lugar donde reside actualmente. En conversación telefónica, explicó que se desempeña como jefe de seguridad de la compañía, también que fue infante de marina y confirmó que estuvo a bordo de los buques Esmeralda, Lebu y Maipo. Si bien reconoció a otros marinos que han confesado su presencia en torturas, negó cualquier participación de su parte. Respecto del caso de Sanguinetti, sólo se limitó a decir: “Desconozco esa parte y efectivamente es así. No estoy eludiendo la responsabilidad”.

En 1977 Monje pidió la baja de la institución aduciendo “pérdida de la motivación”. Difícil de comprender tomando en cuenta que se trataba de un hombre que mostraba un grado de “fanatismo extremo por la institución”, advierte su ex mujer. Sin embargo, en ese momento, Patricia le creyó y luego de una corta estadía en la capital, Monje fue contratado por ENAP Magallanes. De esta forma, el matrimonio volvía a la tierra natal de Patricia. Ella recuerda que su ex marido le propuso que ingresaran al movimiento religioso católico Schoenstatt. Patricia no tenía problema, pero le pareció incorrecto que su marido, siendo un luterano de origen alemán y oriundo de Osorno, le hiciera una propuesta de ese tipo. “Recuerdo que ahí la gente me preguntaba si él era agente y yo callé. Ricardo participaba de los retiros, hizo la primera comunión como católico. Pero en la casa en su vida diaria no rezaba. Cuando nos separamos (’87) volvió de inmediato a la iglesia luterana”, recuerda Patricia.

-¿En algún momento él le señaló que no se había alejado de la institución, sino que se había convertido en agente?

-No, pero no era evidente. Simplemente era así.

-Aparte del silencio que guardó respecto de mentiras evidentes de su marido ¿Le tocó ejercer alguna otra labor conspirativa?

-Hubo un tiempo en que Ricardo fue trasladado fuera de Punta Arenas y yo me quedé en la ciudad. Ahí sucedieron unos hechos tremendamente extraños, angustiantes para mí. Antes de irse me señaló que me iban a llamar por teléfono y que la persona al otro lado de la línea sólo hablaría si contestaba yo, nadie más de la casa. Efectivamente, me llamaban estas personas y me daban una cifra de cuatro dígitos y yo inmediatamente tenía que llamarlo a él dándole una clave de números. A las tres horas aparecía de vuelta en Punta Arenas.

-¿Alguna vez se enteró de los efectos de este trabajo de inteligencia?

-Una de esas ocasiones en que lo llamé por teléfono, él volvió a la casa y escuché que entraron unos tipos a la una de la mañana. Jamás se me ha olvidado. Le dijeron ‘mi teniente, tenemos orden de arrestar a José Ruiz de Giorgio’ (ex senador que entonces era dirigente de la ENAP). Su respuesta fue ‘están locos. En este momento sería como agarrar a un chancho por la cola. Yo les voy a indicar cuándo’ (ver recuadro). Al día siguiente partió de vuelta a su trabajo.

Para Patricia, la declaración policial entregada el jueves en la Brigada de Asuntos Especiales de Derechos Humanos no fue suficiente. Necesitaba también dar una entrevista pública porque hasta ese momento sentía una gran deuda con la familia Sanguinetti y con las mujeres torturadas en la Esmeralda. “Si hubiera declarado sólo con reserva de identidad habría sentido que mi labor no estaba completa y estaría actuando escondida, tal como él lo hizo”. LND
 

La detención de José Ruiz de Giorgio

Patricia Gallardo fue contactada por el Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, que evaluó su relato como “coherente” y el jueves pasado prestó testimonio ante la Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones, por lo que Ricardo Monje podría ser interrogado en los próximos días.

Contactado por este medio, el ex senador DC José Ruiz de Giorgio señaló que, aunque no conoció personalmente a Monje cuando éste llegó a ENAP Magallanes, no pasó inadvertido. En ese momento, Ruiz De Giorgio era dirigente sindical de la compañía refinadora de petróleo. “Sabía que Monje venía de la Armada y lo veía con recelo, ya que sospechábamos que la gente que estaba o venía de instituciones de las fuerzas armadas cumplía labores de inteligencia para el Gobierno. Además, en ese tiempo había muchos informantes que no estaban relacionados con instituciones castrenses, así que, en general la gente estaba muy atemorizada”, cuenta.

El domingo 26 de febrero de 1984, en medio de una visita de Augusto Pinochet a Magallanes, Ruiz De Giorgio fue detenido por Carabineros junto a 15 personas más. Ese día, el dirigente sindical junto a otros manifestantes culminaron una serie de protestas contra Pinochet en el llamado “Puntarenazo”, ocasión en el que ex dictador recibió bolsas con excrementos frente a la Catedral de Punta Arenas.

Patricia recuerda que cuando vio que Ruiz de Giorgio era detenido, el corazón se le apretó. “Yo había escuchado a mi marido decir que había que detenerlo en el momento adecuado, así que mi angustia fue muy grande”.


Ex marineros chilenos torturados repudian a “La Esmeralda” desde Estados Unidos

Fuente :El Ciudadano, 5 de Julio 2011

Categoría : Prensa

Ex marineros prisioneros políticos de la Armada de Chile residentes en el norte del Estado de California, realizaron una
llamado público a repudiar y protestar la visita a San Francisco del Buque Escuela Esmeralda programada entre el 20 y 24 de julio.
El marinero primero Jaime Salazar y el operario tercero Víctor Martínez estuvieron entre los primeros prisioneros políticos chilenos en el caso conocido como los “marineros constitucionalistas”, cuando fueron detenidos en los meses
previos al Golpe de Estado de septiembre de 1973. “Cuando supimos del complot militar en contra del gobierno constitucional de Salvador Allende nos negamos inmediatamente a obedecer las órdenes de la oficialidad golpista”, dijeron. Los marineros, miembros del Comité de Chilenos Contra la Tortura, piden que la marina de Chile, la única institución armada -financiada por el Estado y los contribuyentes- que no ha reconocido ni pedido disculpas por los horrorosos crímenes cometidos durante la dictadura militar, “abra un diálogo histórico con sus víctimas y familiares”. Para limpiar el nombre de la llamada Dama Blanca “es necesario un proceso de desagravio que incluya la reconciliación e indemnización”, manifestaron. La organización Amnistía Internacional (AI) ha “publicado numerosos testimonios sobre víctimas de tortura al interior de La Esmeralda”. Una de tales víctimas fue el sacerdote chileno-inglés Michael Woodward, quien “falleció como resultado de las torturas propinadas por miembros de las fuerzas de seguridad a
bordo de La Esmeralda” (AI, Junio, 2003).
Otras naves conocidas y utilizadas por la Armada como centro de detención y tortura fueron ElMaipo (estimado de mil prisioneros) y El Lebu (cuatro mil). Este último navío fue cedido a la armada, para transportar detenidos, por la Compañía Sudamericana de Vapores, empresa de propiedad del ya fallecido empresario Ricardo Claro. Según los estimaciones de testigos, por La Esmeralda pasaron hasta 500 detenidos políticos. Otros informes sobre violación de los Derechos Humanos a bordo de La Esmeralda fueron presentados por Amnistía Internacional (AMR 22/32/80), Comisión Interamericana de Derechos Humanos (OEA. Oct.74), Senado estadounidense (361-16/JUN/86) y Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Chile. Tercera Parte, Capítulo I, Sección 2 f.2.).

Cárcel de cuatro mástiles
“El Almirante Merino -quien se hizo del mando de la Armada al producirse el golpe– y los comandantes posteriores nunca tuvieron el valor de reconocer y pedir disculpas a las víctimas y familiares por haber utilizado como centro de torturas este buque -orgullo de todos los chilenos”, dijo Martínez. “Este hermoso velero de cuatro mástiles fue convertido en una cárcel flotante donde se interrogaba y torturaba a ciudadanos. Por eso ha sido condenado y repudiado en sus viajes”. Los mas significativo ha sido “la poca colaboración de la Armada de Chile con la justicia chilena. Esto continua hasta el día de hoy”, manifestó Martínez.
Martínez dijo que se está haciendo un llamado “a todos en el Área de la Bahía de San Francisco a repudiar esta visita y seguir repudiándola hasta que el alto mando de la marina, como lo han hecho otras instituciones armadas, reconozca sus acciones en contra de los derechos humanos”.

Testimonio de una víctima
Cuando sucedió el golpe militar “yo ya estaba en una prisión de la Marina, a unos 30 metros sobre los muelles de Valparaíso”, recuerda Salazar. “Teníamos vista panorámica de todo lo que estaba pasando. Vi La Esmeralda y otros buques en el Puerto. Vi a cientos de prisioneros con las manos detrás de sus cabezas, otros amontonados en camiones y buses. Eran trasladados a La Esmeralda a la fuerza…, pude ver claramente la brutalidad y escuchar desgarradores gritos del dolor. “De apoco, La Esmeralda dejo de ser mi querida ‘dama blanca’. El buque fue trasformado en un centro de tortura y su imagen fue manchada con sangre y dolor para siempre… Días mas tarde los
comedores del Cuartel Silva Palma fueron transformados para albergar a docenas de mujeres prisioneras que venían desde La Esmeralda. Escuché sus historias, sus horribles experiencias. La mayoría denunciaron haber sido violadas. Fui testigo de sus horribles condiciones físicas y mentales. “Sé que la actual tripulación en La Esmeralda no tiene nada que ver con esas atrocidades. No tengo nada en contra de ellos. Solo espero que el alto mando de la Armada reconozca públicamente los formidables errores del pasado”, dijo Salazar Cuando el hermoso navío de 4 palos cruce el debajo del puente Golden Gate, y la joven tripulación -como yo a la edad de 17 años demuestre sus habilidades, los silbatos dicten las órdenes, los cañones saluden y los himnos se escuchen, yo seré transportado 38 años atrás cuando en esa misma Armada yo era un joven marino prisionero y torturado por oponerme al fatídico golpe militar”, concluyó Salazar.


La Concertación debe explicaciones: ¿Continuará Bachelet su negación de la verdad y la reparación?

Fuente :Elclarín.com, 24 de Septiembre 2013

Categoría : Prensa

El liderazgo de la Concertación debe explicarle a sus bases y al país porqué bajo sus sucesivos gobiernos no hizo nada para sancionar a los responsables de las torturas aplicadas en el buque escuela Esmeralda; ni para efectuar una reparación moral a las víctimas. Es más, aquellos gobiernos continuaron enviando al buque a todo el mundo como si nada hubiese pasado en él; lo “defendieron” frente a las manifestaciones de protesta que suscitaba, particularmente con ocasión del 30º aniversario del golpe; y determinaron simplemente ¡sacar a Europa de su ruta anual para disminuir el bochorno internacional!
Debemos recordar que el propio Informe Rettig certificó que la Esmeralda fue utilizada como recinto de detención y tortura en los días posteriores al 11 de septiembre: “En el caso del Buque Escuela Esmeralda, las investigaciones practicadas por esta Comisión permitieron comprobar que una unidad especializada de la Armada se instaló en su interior con el objeto de interrogar a los detenidos que se encontraban en la misma nave y a los que eran traídos desde otros recintos de reclusión de la Armada. Esos interrogatorios, por regla general, incluían torturas y malos tratos” (Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación; Tomo I, p. 293). Y que ¡el propio Comandante en Jefe de la Armada, Miguel Angel Vergara, reconoció en diciembre de 2004 la veracidad del Informe Rettig respecto de la Esmeralda!

Pese a ello, los gobiernos de la Concertación no hicieron nada por sancionar los gravísimos delitos allí cometidos. Recién en 2002, los familiares del sacerdote británico-chileno, Miguel Woodward, se querellaron por su muerte, producto de torturas ocurridas en la Esmeralda. Y en 2005, varios miembros de la Agrupacion de ex Presos y Torturados en la Esmeralda presentaron una querella colectiva en la materia. Aunque, dada la proverbial debilidad del Poder Judicial chileno en la materia, no ha habido todavía sentencias condenatorias finales; y probablemente nunca las haya o sean con penas simbólicas…

Respecto de las numerosas manifestaciones suscitadas especialmente en Europa ante la recalada de la Esmeralda en sus puertos –que en los diarios y canales de televisión chilenos han sido sistemáticamente ocultadas o minimizadas; lo mismo que entre los líderes aliancistas y concertacionistas- y las correspondientes defensas de esas visitas hechas por los presidentes de la Concertación, resaltan las de Ricardo Lagos con ocasión del vergonzoso periplo efectuado en 2003. Lagos, al despedir al buque escuela, afirmó que “con ustedes zarpa una parte de la Patria, de la historia y tradiciones de Chile, y el espíritu de la Armada. Durante su travesía ustedes serán embajadores de nuestro país y llegarán a otros territorios con el orgullo de encarnar un país que es una pequeña estrella en el sur del mundo y que es respetado por su democracia y derechos humanos” (La Segunda; 16-7-2003).

Posteriormente, el 21 de junio, luego de que la fuerza de las manifestaciones obligó a suspender la recalada del buque en varios puertos europeos, señaló que no se arrepentía de haber despedido oficialmente la nave: “Me parece que tenemos que asumir la historia como es y creo que el que en el Esmeralda se pueden haber cometido excesos y violaciones de derechos humanos, o como dicen en algunos países, incluso asesinatos, muertes –que no me consta- eso nada tiene que ver con los jóvenes que no habían nacido al momento del golpe” (La Segunda; 16-7-2003). Sin embargo, el 15 de julio, en declaraciones efectuadas ante la BBC de Londres, indicó que “esta vez creo que fue un error” el que la Esmeralda haya realizado su gira (La Segunda; 16-7-2003).

¿Qué determinaron el presidente Lagos y la ministra de Defensa, Michelle Bachelet (y luego ella como Presidenta), ante ese remezón de la conciencia mundial? No efectuar acciones a favor de la verdad, la justicia, la reparación y la memoria histórica respecto de las horrendas violaciones de derechos humanos cometidas allí. Solamente, evitar que el navío recalase en los años siguientes en los puertos en que hubiese mayor conciencia de respeto de los derechos humanos. Ello ha significado eliminar de plano toda visita a Europa. Y que cuando en algunos puertos americanos se efectúan importantes manifestaciones (como San Francisco en Estados Unidos; y Vancouver en Canadá) o simplemente no aceptan recibir al buque (Victoria en Canadá); los uniformemente conservadores medios chilenos desinforman completamente a la población, y aquí no ha pasado nada…

Ahora que se plantea la candidatura de Bachelet como más progresista, ¿continuará –en caso de ser nuevamente presidenta- respaldando dichas políticas de negación de la verdad, la justicia, la reparación y la memoria histórica respecto de la Esmeralda? ¿o buscará la justicia haciéndose parte en los procesos; o efectuará importantes reparaciones morales, denominando, por ejemplo, Miguel Woodward al Esmeralda; o convirtiendo a este barco en un Museo fondeado en Valparaíso; y donde se presente la historia del puerto, incluyendo por cierto, la fatídica labor asignada a la embarcación en los días posteriores al golpe?

Es decir, los dirigentes de la Concertación no solo debieran dar una explicación por este pasado; sino que además proponer un curso futuro de acción que enmiende las profundas injusticias e insensibilidades morales y humanas que configuran dicho pasado; si es que realmente han readquirido su antigua sensibilidad al respecto…


Definitivo: Fallos judiciales determinan una verdad que no queríamos saber: en el buque-escuela Esmeralda se torturó salvajemente

Fuente :Cambio21.cl, 17 de Mayo 2014

Categoría : Prensa

El fallo del ministro en visita de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, Julio Miranda, establece una verdad jurídica que fue secreto a voces por años en Chile. A bordo del buque insignia de nuestra Marina, se torturaba y violaba de manera despiadada, también se asesinó. Las condenas fueron una nueva bofetada. Tres años y un día a dos suboficiales. En total sólo estarán 19 días presos.

La sentencia recayó en la causa criminal Rol Nº 943-2007, donde se investigó el delito de secuestro de María Eliana Comené Hidalgo, Alberto Enrique Neumann, Claudina Rosa Moreno Cortes, María Elvira Huerta Sánchez, María Isabel Vásquez Pezoa y Rosa Angélica Huerta Sánchez.

Los suboficiales Bertalino Segundo Castillo Soto y Jaime Segundo Lazo Pérez, resultaron responsables y condenados a tres años y un día de cárcel, a la que nunca irán, pues se les conmutó la pena.

Eso obtuvieron por secuestrar y luego torturar a 6 personas a bordo del buque escuela Esmeralda. Sólo dos suboficiales, sin que nadie más resultara culpable, en un buque con centenas de marinos, con oficiales a cargo… sólo 2 culpables. Algunos otros fueron eximidos de responsabilidad, por haber muerto o habérseles declarado dementes.

"Quédense quietos tenemos órdenes de disparar"

Consta en la hoja (fojas) 2.573 del expediente "que el día 11 de septiembre del año 1973, se encontraban reunidas un grupo de personas en el Cerro La Cruz, convocado por un dirigente de la CUT, de nombre Manuel Solís. Transcurridas unas horas llegaron a dicho lugar, dos camiones de la Armada siendo rodeada la casa por personal de dicha repartición. Los hicieron acostarse en el suelo con las manos en la cabeza y las piernas separadas, comenzaron a insultarlos y descalificarlos, dando golpes de pies y con las culatas de los fusiles que portaban".

Luego los subieron a un transporte, tendidos boca abajo y trasladaron al molo de abrigo, en dicho sector los colocaron en la pared, sus captores, un grupo de marinos simuló fusilamientos. Más tarde fueron todos llevados a bordo del "Buque Escuela Esmeralda". La bienvenida que les dieron, consistía en insultos y golpes de culatazos.

Las torturas comenzaron más tarde. "Recuerda una testigo: "el día 13 de septiembre, fui violentada por un grupo compuesto por ocho marinos al interior de un baño, donde entre golpes debí sacarme la ropa interior para ver si tenía algo oculto al interior de mi cuerpo". No fue la única vez ni la única que sufrió esas crueldades.

Otra testigo cuya declaración consta de fojas 2575, recuerda haber identificado entre los detenidos a Sergio Vuskovic, Alcalde de Valparaíso de la época, Alberto Neumann, María Eliana Comené, las hermanas María y Rosa Huerta, entre otros. Recuerda que todos los días la interrogaba el personal de la Armada, en los cuales la agredían de golpe y puño, además de los malos tratos, durante toda la permanencia en el "Buque Esmeralda", las hacían escuchar las golpizas que eran objetos los demás, "nos maltrataban por diversión", señala.

La violencia incluía aplicación de electricidad, golpes con cualquier objeto contundente que dispusieran los torturadores, puños y pies y, desde luego, violaciones colectivas a las mujeres. Los detenidos ilegalmente eran trasladados desde la Esmeralda al buque Lebu y desde allí al Maipo, todos anclados en Valparaíso. También eran algunos trasladados ocasionalmente a tierra a una unidad de carabineros.

El Plan Cochayuyo

Justamente un miembro de carabineros declaró en el proceso: "k) Declaración de Ricardo Alejandro Riesco Cornejo, de fojas 326, ratificada a fojas 536 y fojas 1.181, en la que señala que el día 12 o 13 de septiembre de 1973, se le ordenó que debía presentarse en el "Buque Escuela Esmeralda", lugar donde fue notificado que debía proceder a la custodia de todas las personas que llegaban al Buque y de todas las personas que ya estaban recluidas".

Continúa señalando: "los detenidos eran interrogados al interior del Buque Escuela, específicamente, en la cámara o comedor de los guardiamarinas, por un grupo de personas externas, a la nave llegaban vestidos de civil y estaban a cargo del Capitán de Fragata Jaime Román (fallecido). Según se entera, el personal interrogador pertenecía a Carabineros de Chile, ignorando sus nombres.

Agrega que en una ocasión presenció un interrogatorio, en donde se utilizó la aplicación de corriente eléctrica para que el detenido confesara más rápido".

Según los propios torturadores, participaban de los interrogatorios, entre otros: los Sargentos Alejo Esparza, Jaime Lazo, Bertalino Castillo, apodado "El Choro", Francisco Prado Espejo, Valentín Riquelme, apodado "Gerónimo", Francisco Lagos, y Héctor Santibáñez y Juan de Dios Reyes Bazeur. El plan destinado a apresar contrarios al régimen en la V región, se denominaba "Cochayuyo".

En el Lebu las mujeres, Maipo a Pisagua y la Esmeralda el centro de tortura.

Según la declaración de Rafael Guillermo Mac-Kay Backler, de fojas 373, 1.061 y judicial 1.284, ratificada a fojas 1.287, "al llegar a Valparaíso el día 11 de septiembre de 1973, desde Talcahuano, se enteró del pronunciamiento militar. El Comandante de la Esmeralda Capitán de Navío Jorge Sabugo, le comunicó a los guardiamarinas que al Molo de Abrigo llegarían personas en calidad de detenidas, debiendo proceder a guiarlos desde el momento que bajaran de los camiones hasta el Buque Lebu o Maipo".

"Comenzaron a llegar gran cantidad de personas entre hombres, mujeres y algunos extranjeros, situación que se daba de día y noche". Manifiesta Mac-Kay.

Otros guardias de la Esmeralda declararon que "los prisioneros estaban recluidos las 24 horas del día en el entrepuente de la guardiamarina, donde aproximadamente había cinco corridas de literas dobles, recuerda, que en ocasiones eran sacados del lugar por un acceso restringido, al cual no tenía acceso, algunos detenidos llegaban quejándose del dolor, ante lo que les suministraba dipirona". Agregan que, "los detenidos al interior del Buque Escuela eran de sexo masculino, pero recuerda que había una mujer extranjera que estuvo por poco tiempo, las mujeres eran recluidas al interior del Buque Lebu".

Entre mil y mil 500 detenidos sólo en el Maipo

Se estima por un carcelero, que al interior del Maipo hubo entre mil y mil 500 detenidos después del golpe. La declaración judicial de Augusto Pedreros Silva, de fojas 565, es clara: "a partir del día 11 de septiembre de 1973, me correspondió la labor de guardia de mar, lo que realizaba en la puerta de entrada del edificio de la ACANAV, a fin de controlar el ingreso del personal". Recuerda que "el ingreso de los detenidos civiles era por el Cuartel Silva Palma y desde allí eran llevados por los Infantes de Marina hasta el tercer piso, lugar habilitado para el interrogatorio en la ACANAV".

Y continúa: "Los detenidos eran formados uno tras otro, con un brazo apoyado en el que le antecedía, iban encapuchados. Agrega, que uno de los interrogadores durante el primer tiempo era el Oficial Jaime Román Figueroa, quien había sido profesor de la Academia. Posteriormente, comenzaron a cumplir dicha función un grupo de Infantes de Marina, cuyo jefe era un Suboficial de apellido Leiva. Señala que los interrogatorios eran acompañados de torturas, pues se escuchaban los gritos de los detenidos, la que consistía, entre otras, en aplicar corriente, esto lo afirma por haber visto, en ocasiones, a funcionarios de Investigaciones llevar en sus manos magnetos. Por último, señala que en el recinto había personal de Carabineros, recordando, en especial, a una Teniente apodada "La Paloma", la que correspondería a la Teniente Patricia Orellana Alvarado, a quien veía pasar a las salas de interrogatorios".

Placas de electricidad a las detenidas

Una testigo señaló a fojas 2.588: "Me llevaron con una especie de bolsa de un género duro en su cabeza, luego, en una oficina donde habían tres oficiales, me sacaron la bolsa y esposas, uno de nombre Cristian Gantes y Jaime Román Figueroa, allí fui interrogada".

"No recuerdo si al día siguiente o en horas después de ese hecho, me volvieron a cubrir la cabeza con una bolsa y me llevaron a un piso superior, llegando a una especie de calabozo, allí me ataron de espalda a un palo de madera, con unas esposas, me sacaron la ropa de la cintura hacia arriba, en el interrogatorio me preguntaban por las armas, a la vez que me ponían unas placas con electricidad y para que no me desmayara me tiraban agua en forma violenta o se tiraban sobre mi bruscamente, dicho interrogatorio se repitió varias veces consecutivas y era dirigido por Jaime Román Figueroa a quien podía identificar por su perfume y voz. Por último, -agrega-, en la Esmeralda estuvo hasta el día 18 de septiembre de 1973".

Lo que declaró uno de los condenados

Fojas 2600: "Que prestando declaración indagatoria y probatoria el acusado Bertalino Segundo Castillo Soto, a fojas 192, 340 y 1.033, señala (…) Respecto de los detenidos que interrogaban, éstos llegaban a la Academia de Guerra trasladados por Carabineros de Chile y Gendarmería de Chile. (…) Señala además, que debía vestir de civil al momento de interrogar a una persona, cubriendo su rostro con pasa montaña para que no lo reconocieran, a fin de prevenir futuros atentados o represalias personales o familiares.

Manifiesta que las técnicas de interrogatorio eran solamente de diálogo, solo preguntaba y ellos respondían, no había golpes, tortura ni tratos degradantes o inhumanos, como tampoco aplicación de corriente eléctrica o tormento de otro tipo".

Condenas constituyen una nueva bofetada a las víctimas

Las declaraciones son de un cinismo que irrita, por lo que el magistrado en visita las desechó por no estar conforme con la realidad de los hechos. Sin embargo, habiendo transcurrido tanto tiempo, se les absolvió de las violaciones, pues el tribunal no las pudo tener por acreditadas, y aunque ellas acontecieron, no logró tampoco el juez convencerse que los condenados fueron los que violaron a las mujeres. Tres años y un día la condena. Sumados los beneficios, nunca estarán presos por las aberraciones que cometieron.
Sólo los 19 días al ser detenidos por primera vez.

Se estima por organizaciones de Derechos Humanos en 500 los detenidos políticos que estuvieron en la Esmeralda, 1000 en el Buque Maipo y 4000 en el Buque Lebu. Por el Estadio de Valparaíso pasaron cerca de 3000 mil personas, por la Academia de Guerra y el Cuartel Silva Palma, 4000, todos los cuales fueron torturados y varios de ellos, asesinados.

Un testimonio cruento

María Eliana, estudiante de castellano relata: "Ellos estaban pegados en todas las paredes, yo conté ocho infantes de marina, algunos encapuchados y otros con las caras pintadas de negro. Me dicen que me desnude. Yo empecé a desnudarme y me dejé puesta mi parte de abajo, porque tenía puesto el apósito de la menstruación. Entonces, cuando me obligaron incluso a sacarme el calzón yo dije que no podía, porque estaba indispuesta. Me obligaron a hacerlo y ahí ya viene toda la rebeldía femenina, la rebeldía del luchador, por mucho que nos quisieran hacer sentir como animales llegaba el momento en que la dignidad del ser humano se rebelaba contra todo eso. Y fue tal mi ira, la indignación, que me saqué los calzones, tomé el apósito con sangre y se lo puse en el rostro al teniente que estaba dirigiendo el grupo".

No fue suficiente: "Luego de eso, todavía desnuda, por orden del teniente, dos infantes de marina por detrás, me tomaron los glúteos y se agacharon para mirar por el ano". Seguramente fueron los mismos que violaron mujeres para demostrar su poder y rebajar la dignidad de las detenidas. Cubrían sus rostros con gorros pasamontañas y ocultaban sus grados. "En la Esmeralda, -recuerda María Eliana-, había violencia las 24 horas del día, sacaban a los compañeros, los golpeaban, los torturaban, volvían morados y vomitando sangre".

"Cuando me trasladaron al Lebu estábamos separados de los compañeros quienes se encontraban en las bodegas. Nosotras estábamos en los camarotes y éramos tantas que no podíamos respirar, teníamos que dormir sentadas en el suelo. Nos daban de comer una sola vez al día, a las 9 de la mañana. Eran unos porotos que hasta gusanos tenían, una vez que reclamamos nos dijeron burlándose que para qué nos quejábamos si nos daban carne'".

El trato fue realmente inhumano y cruel. Entre los torturadores también hubo civiles y carabineros. En una oportunidad -relata María Eliana- "me llevaron a un camarote que había sido habilitado como sala de interrogatorios y allí estaba un teniente que me comienza a manosear y a gritar diciendo: ¡defiéndete ahora, pos, huevona! Me corrió mano de una manera espantosa, fue más de una hora de sólo eso".

El horror de la Academia de Guerra Naval

Por la Academia de Guerra Naval, en el cerro Playa Ancha, pasó también María Eliana. "Allí estuve como cuatro semanas, me sacaban todas las noches para interrogarme, me golpeaban los oídos con las manos, me ponían corriente en la lengua, en la vagina. Nos sacaban para divertirse con nosotros, para abusar sexualmente. Fueron violaciones masivas. Al final una se desconecta, trata de subliminar lo que está pasando, pero es imposible de olvidar, de hecho, cuando ya me encontraba en la cárcel, hice una seria infección, con vómitos y fiebre".

"Me enviaron al Hospital Naval y ahí dijeron que era sólo un ataque de vesícula y me enviaron de vuelta a la cárcel. No obstante, era algo mucho más serio. Era gonorrea, y era imposible saber cómo y dónde la había contraído, ¿en la Esmeralda, en el Lebu, en la Academia? Lo único claro es que quedé con el endometrio total y absolutamente destruido", termina relatando.

El sacerdote Miguel R. Woodward

Se calculan en unas 40 las mujeres detenidas que estaban en la Esmeralda, las cuales fueron sometidas a todo tipo de maltratos, torturas, vejaciones y violaciones. Entre los detenidos cabe destacar la presencia del sacerdote católico chileno-británico, Miguel R. Woodward, quien falleció a consecuencia de las torturas cuando el 22 de septiembre de 1973 se le llevó al Hospital Naval de Valparaíso por indicación de un médico de la misma Armada. Aunque la Iglesia Católica reclamó su cuerpo, nunca le fue entregado y se lo sepultó en una fosa común sobre la cual posteriormente se construyó un camino.


Ex prisioneros de buque escuela Esmeralda se querellan por torturas

Fuente :elmostrador.cl, 26 de Diciembre 2005

Categoría : Prensa

María Eliana Comene, junto a otros cinco ex presos que permanecieron a bordo del buque escuela, presentó hace unos días una querella en contra de quienes resulten responsables por los agravios que se cometieron en su contra, tras el golpe militar. Señala que el almirante Rodolfo Codina no ha tomado contacto con ninguno de ellos.

Nuevamente el buque escuela Esmeralda en su crucero de instrucción, que parte en marzo próximo, deberá navegar por el mundo con una nueva querella en su contra. Esta vez será debido al libelo que presentaron un grupo de seis ex prisioneros que tras el golpe militar de 1973 fueron detenidos y llevados a la nave donde sufrieron diversos apremios ilegítimos.

La presidenta de la Agrupación de ex Prisioneros y Torturados de La Esmeralda, María Eliana Comene, dijo que estaban un poco escépticos de que la querella, que fue presentada la semana pasada, en Valparaíso, llegue a la verdad y a la justicia. Incluso comentó que a partir de unas declaraciones que el propio Presidente Ricardo Lagos dio a una emisora se desprende que él podría haber personalmente intervenido "para que los socialistas no presenten la querella en contra de la Armada".

Prueba de ello es que dos militantes socialistas, Juan Azúa y Andrés Sepúlveda, que sí iban a querellarse en contra de la institución naval, comenta Comene, se desistieron a la hora de presentar testimonio o firmar el documento para ser elevado ante los tribunales. "Nunca se presentaron a declarar, excepto que lo quieran hacer en un segundo tiempo, pese a que los llamamos, les contamos de la iniciativa y los invitamos a sumarse a ella", asevera.

Los que no se arrepintieron de presentar el libelo -que fue patrocinado por el abogado Hiran Villagra- fueron, en cambio, las hermanas Rosa y María Huerta, y el concejal Alberto Neumann, entre otros.

Los querellados

La querella fue presentada en contra de quien era el jefe de plaza de la Primera Zona Naval al momento de los hechos, almirante (R) Adolfo Walbaum, el jefe de Estado Mayor de la zona, almirante (R) Guillermo Aldoney, y el jefe de Inteligencia Naval, capitán de navío (R) Franklin González.

La acción judicial también está dirigida contra los capitanes de corbeta (R) Eduardo Barison Roberts, Fuhan Germany Nehme, Fernando Espinoza Simonetti, Carlos Saenger Gianoni, Adolfo Carrasco Lagos y Gabriel Campos Medina.

Además, próximamente, serán querellados los ex tenientes Fred Villaman Gacitúa, Rigoberto Miranda Santibáñez, Tomás Ilic Olmos, Guido Domínguez Cruzat, Ricardo Riesco Cornejo, Humberto Toro Santa María, Mario Mulsow Flores, Renato Villalobos Vergara, Sergio Rojas Sepúlveda y los subtenientes Hernán Middleton Holey, Percy Niklitscheck Raddat y Jaime Gómez Vásquez.

Corte Interamericana

María Eliana Comene espera que se haga justicia en este caso, aunque sea por su hijo de 38 años que falleció hace unos días y cuya pérdida, como es obvio, la tiene con una pena enorme.

Al ser requerida con respecto a si el almirante Rodolfo Codina. comandante en jefe de la fuerza naval, ha tomado contacto con ellos para llegar a algún acercamiento entre la Armada y los ex presos y torturados de La Esmeralda, dijo que "el oficial jamás ha hablado con ninguno de nosotros".

Comene hizo hincapié en que "queremos que se sepa la verdad y haya justicia" y advierte que "estamos dispuestos a ir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos si esto no funciona".


Valparaíso: Las cicatrices de un puerto torturado

Fuente :rebelion.org, 18 de Diciembre 2018

Categoría : Prensa

El 11 de septiembre de 1973 la bahía de Valparaíso amaneció asediada por la Armada de Chile. Cientos de marinos se desplegaron por las calles de la ciudad puerto en búsqueda de artículos y personas que fueran opositoras al régimen. La derecha chilena decía que iba a ocurrir una guerra civil, pero las fuerzas armadas corrían con ventaja, una ventaja muy grande, tenían las armas en su poder. La mañana se volvió oscura, en Santiago, La Moneda era bombardeada con el presidente Salvador Allende y sus colaboradores en el interior. Mientras en Valparaíso y distintas ciudades del país eran detenidos cientos de personas, algunos militantes del Partido Comunista, del Partido Socialista, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, del Movimiento de Acción Popular Unitaria, en fin, todos los adherentes del presidente Allende. Así como también simples campesinos y agricultores que habían sido beneficiados con la reforma agraria y mineros que apoyaron la nacionalización del cobre. Además se apresó a personas pertenecientes a las fuerzas armadas que estaban en contra de la intervención militar.

Valparaíso, como ciudad puerto, fue sitiada por la armada. En este caso, según el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, fue nombrado al mando de la provincia el comandante Guillermo Aldoney, de la Primera Zona Naval, como Jefe de Zona en Estado de Emergencia. Utilizando como recintos de detención y tortura la Academia de Guerra Naval, el Cuartel Silva Palma y algunos buques, como el Maipo, el Lebu y la Esmeralda. En la región las detenciones se concentraron durante los años 1973 a 1974. Además hubo centros manejados por Investigaciones, Carabineros, el Ejército y la Fuerza Aérea. Como el cuartel de investigaciones de Viña del Mar, el regimiento «Coraceros», la base aeronaval el Belloto, además de la cárcel de Valparaíso y así, otra decena de lugares. La Academia de Guerra Naval junto con el cuartel Almirante Silva Palma, también denominado Fuerte de Bueras Bajo, fueron centros de por donde pasó la mayor cantidad de personas detenidas en la región. En estos lugares los interrogatorios junto con las torturas eran a diario y brutales. El primer centro se encontraba en el cerro Playa Ancha, mientras que el segundo estaba ubicado en el cerro Artillería. La Academia de Guerra Naval era una construcción de acero y concreto, de cuatro pisos. Ricardo Aravena recuerda el lugar y relata que «me llevaron a un tercer piso, que después supimos que era la sala de las banderas en la cual nos tenían en una pieza a treinta o cuarenta compañeros, entre hombres y mujeres, ahí nos sacaban y llevaban a interrogatorios en cualquier horario». Héctor Cataldo, ex miembro del MAPU, comenta que en la Academia de Guerra «el primer día fueron solo culatazos y ofensas, desde el segundo día fueron interrogatorios con torturas tres veces al día». El año 2017, en febrero, la Armada decidió demoler parte de la Academia, por lo que aparecieron grupos detractores de esta acción, por considerarlo como «un intento de borrar de la memoria aquel lugar donde se deliberó y se fraguó el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Mismo recinto donde a partir del golpe se asesinó y torturó a miles de porteños», según queda consignado en el DiarioUdeChile.

En estos lugares las torturas eran tanto psicológicas como físicas. Luis Cáceres relata que pasó por el Silva Palma «pero para un simulacro de fusilamiento». Los simulacros de fusilamiento eran recurrentes en los centros de detención, esto como una forma de quebrar psicológicamente a las personas. Muchos concuerdan con que el Cuartel Silva Palma era uno de los centros en donde se realizaban las torturas más brutales, llegando al punto de encontrar otros centros de detención como un paraíso, como comentó Aurelio González, ex-marino detenido: «la cárcel para nosotros fue un paraíso, después de estar en el Silva Palma, ya que ahí pasaba de todo». Luego de pasar por estos dos centros de detención muchos eran trasladados a unos lugares menos conocidos, estos eran el Buque Maipo, el Buque Lebu y la Esmeralda, la mal llamada «Dama Blanca».

El Buque Maipo era un barco de propiedad de la Compañía Sudamericana de Vapores, el que fue puesto a disposición de la Armada por el mismo dueño, Ricardo Claro, el mismo día 11 de septiembre. Este barco estuvo atracado en el molo de abrigo hasta el 15 de septiembre, día en que zarpó en dirección al campamento de concentración de Pisagua. Héctor Cataldo, detenido que estuvo en el Maipo y el Lebu recuerda que eran embarcaciones gemelas, ambos tenían las mismas características, como las tres bodegas usadas como lugares de detención. Ricardo Aravena recuerda que este barco «salía constantemente hacia Pisagua e iba a tirar cuerpos al mar», cosa que no está estipulada en ningún documento oficial que lo acredite, pero por deducciones que sacaban los prisioneros podían saber que muchos no llegaban a destino, el mismo Ricardo Aravena dice «salía a dejar prisioneros, en el camino siempre se perdían, se embarcaban 50 y llegaban 40».

El 15 de septiembre fue entregado a la Armada el Buque Lebu, también de propiedad de la Compañía Sudamericana de Vapores. Este barco permaneció atracado en el molo bastante tiempo, ya que no poseía la maquinaria para poder navegar.

Fue usado como centro de detención y tortura durante un año, por donde pasaron cientos de personas entre hombres y mujeres. Entre los detenidos que pasaron por el Lebu algunos eran menores de edad, como es el caso de Marco Contardo, quien con 15 años de edad fue llevado a la Academia de Guerra Naval y posteriormente al Lebu. Ricardo Aravena, detenido con 17 años, también fue llevado a este buque y recuerda que «estuve detenido como 18 días o un mes, este se encontraba en el molo de abrigo a un lado de La Esmeralda».

Quienes pasaron por este centro de detención flotante recuerdan que la estadía era difícil «el piso era de fierro, nos hacían dormir en una colchoneta «payasa» que son los forros de los colchones, pero rellenos con paja y nos pasaban una frazada, las necesidades las hacíamos en un tambor de 200 litros cortado por la mitad» recuerda Ricardo Aravena.

Otro de los centros de detención que funcionaron en el mar fue el Buque Escuela Esmeralda. De este lugar se tiene poca información, pero existe un emblemático detenido que por las constantes torturas fue a dar al Hospital Naval, donde falleció. El detenido era el sacerdote Miguel Woodward, militante del MAPU, que fue apresado el 16 de septiembre de 1973 en el cerro Placeres, como queda consignado en el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, estuvo detenido en la Universidad Técnica Federico Santa María , en el Buque Lebu y en la Esmeralda.

Ricardo Aravena recuerda que en La Esmeralda se encontraban la mayoría de las mujeres detenidas. Al ser preguntado si en el Lebu habían mujeres, responde que «las mujeres estaban en camarotes, pero la gran mayoría estaba en la Esmeralda», en este lugar las mujeres sufrían las torturas físicas y psicológicas, junto con vejaciones sexuales.

La tortura sistemática

Las torturas que sufrieron los presos políticos aún dejan secuelas en ellos, como cuenta Ricardo Tobar, marino constitucionalista detenido el 16 de septiembre de 1973 por ir en contra del golpe militar. Ricardo cuenta que «la primera tortura fue cuando llegaron a buscarnos en Quintero a mí y dos compañeros más. Nos sacaron de la casa y lo primero que escuchamos fue que mataron al perro, le dieron un balazo. Nos sacaron al patio y nos pararon en la muralla, a mi compañero Nelson lo apuñalaron con un yatagán, en ese momento el bebé más chico se puso el oficial al mando del pelotón dice que le manden un culatazo a la guagua, en eso yo me tiro sobre el niño para salvarlo. Ahí me cortó la mano con el yatagán, le iba a pegar con la culata y dio vuelta la wea, ahí me cortó. Aún tengo el dedo sensible». Cuenta también que «me hicieron el teléfono, me dieron culatazos y golpes; además me hicieron un falso fusilamiento, ahí fue donde conocí el miedo». El teléfono consistía en golpear fuertemente los oídos de los detenidos para generar sangramiento y desestabilizarlos.

También usaban como tortura la electricidad. Para Ricardo Aravena la corriente fue algo muy doloroso «aplicaban corriente en las manos, los testículos, en los pies, cosa que recorriera todo el cuerpo». En cambio Héctor Cataldo cuenta que «me empezaron a colocar corriente, eso para mí fue un alivio porque desde cabrito me gustaba reparar aparatos eléctrico y yo probaba la corriente con la mano, tenía mucha resistencia. Una de las cosas para evitar los golpes era hablar, pero como yo no iba a hablar prefería la corriente así que gritaba como condenado para que se ensañaran y pensaran que me dolía», todo esto porque dentro de las torturas que le realizaron en los interrogatorios, le golpeaban el estómago y para enderezarlo le daban latigazos en la espalda, dice también que ya no podía más «en un momento pensé en tirarme de la ventana si me iban a buscar nuevamente para interrogarme».

La revista Apsi fue uno de los medios de comunicación que estuvo en contra de la dictadura. En la edición del 7 al 20 de febrero de 1984 evidenció que se realizaban torturas en los centros de detención. Las declaraciones de los entrevistados constatan que se aplicaba corriente en las zonas sensibles del cuerpo, se realizaban colgamientos durante tiempos prolongados, además de torturas psicológicas como mantener en silencio a los detenidos para que perdieran el sentido del tiempo, mantenerlos despiertos durante días y mantenerlo solos con los ojos vendados.

La Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura ratificó e incluyó nuevos método, como son las humillaciones, en donde hacían ingerir desechos orgánicos, besar las botas de un agente militar o policial y arrastrarse por el suelo. Además, se realizaban juegos en donde la vida del detenido corría riesgo como es la ruleta rusa.

Muchos de los torturadores más brutales fueron entrenados en la Escuela de las Américas, ubicada en Centroamérica. En este lugar se hacían cursos para aprender a torturar y a reprimir. Entre los enviados se encontraba Álvaro Corbalán, quien está condenado por decena de causas.

La luz entre tanta oscuridad

Entre todos los interrogatorios y torturas los detenidos buscaban formas de distraerse y tratar de dejar de lado, por un momento, todo el sufrimiento que los habían hecho pasar los llamados garantes de la seguridad nacional. Ricardo Tobar recuerda «los que teníamos mayores estudios nos poníamos a hacer clases a los demás, a veces jugábamos fútbol o nos poníamos a arreglar la cárcel porque estaba todo malo y sucio». Aurelio González también recuerda que la cárcel estaba en malas condiciones «la Cruz Roja Internacional nos regaló pintura y pintamos toda la cárcel».

Ricardo Aravena también recuerda los momentos de distracción que podían tener a pesar de no poseer mucho tiempo «nos dábamos ánimo entre nosotros, en un momento hicimos un show. Unos compañeros contaban chistes, otros cantaban; no podíamos hacer nada más porque teníamos muy restringido el tiempo». En todos los centros de detención a lo largo del país los presos intentaban hacer cosas para distraerse. En el libro «Tejas Verdes: Diario de un campo de concentración en Chile», de Hernán Valdés, se cuenta que los presos juntaban cualquier cosa para entretenerse en algo, aunque fuera algo inservible.

Para muchos lo único importante era salir vivos de todo ese calvario. Ricardo Aravena recuerda «quería sobrevivir, yo tenía 17 años. Había que tratar de llevar lo más placentero el encierro y las torturas, dentro de lo que se podía, porque o sino uno se volvía loco». También reflexiona que su detención y las constantes torturas «me cambiaron todo el panorama, los sueños y aspiraciones que tenía uno a los 17 años».

Durante las torturas los detenidos buscaban formas para que el dolor no fuera tan fuerte y trataban de pensar en otras cosas. «Yo pensaba en no hablar ni caerme, esas cosas marcan psicológicamente. Uno se vuelve inestable, si hay algún problema me retraigo» cuenta Héctor Cataldo. Ricardo Tobar también recuerda que intentaba resistir de alguna manera los golpes y torturas «lo que me ayudó a sentir menos dolores fue que en la escuela nos enseñaban judo. Ahí el profesor nos enseñó el por qué gritan tanto, que es para mitigar el dolor»

La vida después de la dictadura

Pasaron los años, la dictadura cayó o pacto su salida, Pinochet murió impune y con honores, por parte del ejército, se realizó su funeral. Muchos de los detenidos y torturados, además de los familiares de desaparecidos, aún siguen sufriendo las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que llevarán en su espalda por el resto de su vida. La sociedad chilena o el Estado de Chile están en deuda con todas estas personas, pero para algunos un simple bono es un pago por todo el sufrimiento que les fue causado.

Las pensiones por ser exonerado y preso político son incompatibles entre ellas, personas que tienen las dos condiciones deben elegir entre una u otra. «El estado neoliberal pero de la Concertación, decidieron que esas dos pensiones no son compatibles» comenta Héctor Cataldo. En algún momento a algunos ex-presos políticos les ofrecieron un bono de tres millones. Ricardo Tobar critica esta acción «me torturaron, me echaron de la pega, estuve vagando 15 años para encontrar un trabajo y nos quieren dar un bono de tres millones; eso fue una burla». El Estado se debe hacer cargo y reparar de alguna forma el sufrimiento, quizás es muy difícil remediar el daño, pero algo se debe hacer. También es necesario que la justicia haga su trabajo y se condenen a cientos de torturadores y asesinos que transitan libremente por la calle como si nada hubieran hecho.

Los ex presos políticos le perdieron el temor a la muerte. Héctor Cataldo relata que «yo sé que estoy viviendo gratis así que no le tengo miedo a la muerte». Ricardo Aravena también comenta que «no le tengo miedo a la muerte, ya tengo 62 años. La espero tranquilo, me regalaron varios años más de vida» Luego de haber sido privados de libertad durante meses e incluso años y de haber sido torturados, muchos valoran la libertad que se tiene hoy. Héctor Cataldo alude a este término diciendo que «lo que valoro es la característica de la naturaleza humana de decidir qué hacer o no hacer». Ricardo Aravena también se refiere a esto y comenta «estando detenido uno veía la muralla y pensaba que pasándola estaríamos libres, pero no se podía. Hay que cuidar la libertad. Lo que más aprecio hoy es la libertad, de todo tipo».

Es necesario como sociedad chilena y como humanos cuidar la libertad que se ha ido ganando con los años. No podemos ceder a las nuevas oleadas ultraderechistas que se van dando en el mundo y que buscan quitar algunos derechos básicos que tenemos. Para eso hay que ir aprendiendo de los errores e ir recordando los sucesos que se han dado, como la dictadura chilena. Para eso era y es necesario recuperar las memorias de diferentes actores sociales que sufrieron el calvario de haber sido detenidos y torturados por personas que debieran cuidar de la ciudadanía, pero que volcaron sus armas para asesinar despiadadamente a sus connacionales.

También es necesario que se deje de enaltecer a asesinos y violadores de derechos humanos. Es incomprensible que hasta el día de hoy se tenga una estatua y se venere a un golpista, como es José Toribio Merino. En el Museo Naval aún se conserva una imagen, lugar hasta donde llegan, cada mes, decenas de personas a protestar en contra de la permanencia de la figura de Merino.


Armada de Chile: Entre la gloria y la infamia

Fuente :radio.uchile.cl, 19 de Mayo 2013

Categoría : Prensa

Lejos está el acto heroico del capitán de fragata Arturo Prat, aquel 21 de mayo de 1879. Lo cierto es que las Glorias Navales que se conmemoran este martes encuentran a una Armada cuestionada por su actuación en el maremoto de febrero de 2010. A esto se suma una historia llena de oscuridades por su marcada tradición anti constitucionalista y por los centros de tortura que funcionaron en sus instalaciones.

La conmemoración de las Glorias Navales de La Armada de Chile encuentra este año a la institución en medio de los cuestionamientos por la actuación del ex jefe de Oceanografía de la Armada, el capitán en retiro Andrés Enríquez, durante la fallida alerta de maremoto luego del terremoto que asoló la zona centro sur del país del 27 de febrero de 2010.

Esto, debido a que la justicia rechazó la petición de sobreseimiento presentada por la defensa de Enríquez y después de que, durante el juicio, la defensa de la ex directora de la Onemi, Carmen Fernández, argumentara que la responsabilidad en la fallida alerta de maremoto recaía en el SHOA.

Pero no es ésta la primera situación que pone en entredicho a la Armada. En conversación con Radio Universidad de Chile desde Bélgica, el historiador Jorge Magasich señaló que, luego de estudiar varias revueltas navales en el mundo, llegó a la conclusión de que “la marina chilena es la que tiene más crisis sociales a nivel mundial”. El autor del libro “Los que dijeron No”, quien además es doctor en Historia de la Universidad Libre de Bruselas, señala que tanto en las revueltas de 1891 como en las de 1925, 1931, 1961 y finalmente para el Golpe de Estado de 1973, la Armada ha tenido un rol importante y que se trata de una institución que “contrariamente a la imagen de orden que quiere transmitir, concentra contradicciones muy fuertes en su interior y que explotan regularmente”.

Como ejemplo de lo anterior, el especialista señala que “en 1891 lo esencial de la Armada se insubordinó ante el presidente Balmaceda y contra cuatro almirantes constitucionalistas que se negaron a participar en el Golpe, lo que derivó en que la institución se dividió en un tercio contra el golpe y dos tercios a favor. Incluso hubo combates entre ellos”.

Otra crisis importante que el historiador consigna es la de 1961, donde “a raíz de malos tratos y discriminaciones, un grupo importante de la Escuela de Ingeniería Naval realizó un “bandejazo”: no quisieron comer, los detuvieron y unos días más tarde otra clase no quiso ingresar a las aulas en demanda de sus compañeros detenidos. Luego, se les indultó a través de una ley de amnistía que se discutió en el parlamento”.

Finalmente, según Magasich, en 1973 “un grupo importantes de marinos se opuso al Golpe: fueron parte de los primeros detenidos y torturados”.

En línea con el Pentágono

Según el historiador, la influencia de Estados Unidos ha sido preponderante en la Armada de Chile. Luego de un exhaustivo estudio y análisis de documentos, Jorge Magasich indica que este alineamiento con el país del norte “ocurre después de la Segunda Guerra Mundial, luego de que se hace efectiva la coalición en la Guerra Fría, donde el Pentágono se transforma en proveedor casi único de la Armada”. Esto significó, según especificó, la entrega de directrices en instrucción e ideología, “además del envío de militares a formarse a Panamá”, agregó.

Se concreta, además, la instalación de misiones militares estadounidenses en Chile. Entre éstas se pueden encontrar, según el historiador, la ubicada en el séptimo piso del Ministerio de Defensa (casi al frente de La Moneda) “que estaba ocupado por oficiales militares desde los años 60 y los 70. Es decir, durante todo el gobierno de Allende”. A esto se agrega una misión militar en la Base Aérea del Bosque, y la Misión Naval de Valparaíso, donde, según Magasich, “hay indicios y antecedentes que insinúan y confluyen en que en ese lugar se planificó el Golpe de Estado”.

A esto hay que agregar la “aparente” coincidencia que significó la presencia de la Operación Unitas en varias crisis sociales registradas en Chile. Esta colaboración naval, donde la flota estadounidense realiza ejercicios con marinos de distintos países latinoamericanos, se realizó, según Magasich “justo para el año 70, cuando hubo un proyecto de golpe que no resultó. Y el 72, cuando ocurrió el paro de octubre, que no fue otra cosa que una intentona para derrocar a Allende. El 73 también estaba operando en Chile”.

Pro nazi y confesional

Aparte de este alineamiento categórico de la Armada de Chile con Estados Unidos durante la Guerra Fría, Magasich hace hincapié en que, además,“ fue nazista y pro Alemania durante la Segunda Guerra Mundial “. Más aún, según el especialista todavía se pueden constatar simbolismos nazis en la Armada. Ejemplo de ello es el himno con que desfila la Escuela Naval, “que era el preferido de Hitler, y que abría los desfiles del Tercer Reich”.

Esto se puede constatar en el sitio web institucional, donde se detalla que para las celebraciones del Bicentenario se desfiló en Valparaíso, frente al Congreso Nacional, al son de La marcha Los Nibelungos, compuesta en 1922 por Gottfried Sonntag. En la página de la Armada se lee: “la Banda de Guerra y los músicos de la Escuela Naval “Arturo Prat” fue la encargada de iniciar la Parada Militar, y para ello entonó la tradicional marcha “Los Nibelungos”. En este sitio la Armada detalla, además, que fue en 1940 cuando se adoptó la tradición de desfilar al son de Los Nibelungos y de la Badenweiler Marsch, “la marcha favorita del Führer”, según indica Magasich.

Respecto de los elementos doctrinarios preponderantes en la institución, el historiador señala que “a los cadetes se les instruye con las ideas de un sacerdote y abogado que murió en 1985, cuyo nombre era Enrique Pascal García Huidobro”. Actualmente, la Escuela Secundaria de la Armada lleva su nombre en honor a él.

Se trata, según explicó el especialista, de un sacerdote marcado por el franquismo, que “no creía en la democracia y que confiaba en una sociedad de corte clerical, donde cada persona debe conformarse con el rol que Dios le dio y no rebelarse contra lo establecido”. Magasich agregó que este abogado y cura era inspirador del Almirante Merino, y que muchas de las frases que decía pertenecían a Pascal Huidobro”.

Las conclusiones a las que este historiador llegó, luego de examinar y revisar documentos históricos y de la Armada, es que en ella “no se ha aplicado la norma republicana de separación entre Iglesia y Estado y que es una institución confesional donde se imponen normas del cristianismo y de la ley natural”. Ejemplo de esto, indicó, es la condena que existe frente al divorcio de los oficiales.

A lo anterior, el especialista agregó que “la Armada no ha reconocido las torturas que se realizaron en sus recintos, no ha dado a conocer el contacto con civiles estadounidenses golpistas con la institución, ni los nombres de los que torturaron y que estaban entre sus filas”.

La Esmeralda… ¿Dama Blanca?

Cada año el buque escuela Esmeralda zarpa en lo que tradicionalmente es su crucero de instrucción, que a su vez se transforma en una especie de “embajada” que lleva el nombre de Chile alrededor del mundo. Pero la llamada “Dama Blanca” no tiene un pasado tan blanco. Según ha sido constatado, días después del 11 de septiembre de 1973 el sacerdote chileno-británico Miguel Woodward fue conducido por uniformados a la Universidad Santa María, y luego a la academia de Guerra Naval. Debido a su grave estado de salud a causa de las torturas recibidas, fue llevado al Buque Escuela Esmeralda donde supuestamente recibiría atención médica. El último rastro que se tiene del religioso se encuentra en el Hospital Naval, donde un facultativo de la Armada emitió un certificado de defunción.

Cabe consignar que frente a este fallo, emitido el pasado 7 de mayo, la familia del sacerdote apelará, ya que si bien fueron 33 los funcionarios inculpados en primera instancia, finalmente siete fueron acusados, de los cuales sólo dos fueron condenados, además, a penas que no se condicen con el delito cometido. Se trata de José Manuel García Reyes, condenado a escasos 3 años y un día de presidio, y Héctor Fernando Palomino López, condenado a 3 años y un día de prisión, a quien se le concedió libertad vigilada. La familia de Woodward apelará, además, por la posible obstrucción a la justicia por parte de algunos altos mandos de la Armada de Chile, quienes fueron implicados a través de testimonio del Auditor General de la Armada.

Según constató el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, al interior de la “Dama Blanca” se instaló una unidad especializada de la Armada con el objeto de interrogar y torturar a los detenidos que se encontraban en la nave y otros que eran traídos de otros centros de tortura. El Senado Norteamericano (1986) señaló que llegó a haber 112 detenidos en la Esmeralda. Entre ellos, Woodward, quien según la evidencia disponible, falleció en el Hospital Naval a consecuencia de las torturas recibidas antes de llegar a la Esmeralda, y a las que fue sometido al interior de la nave. Pese a las peticiones de la Iglesia Católica que reclamó su cuerpo, éste nunca fue entregado.

Para el analista en defensa y estrategia Raúl Sohr, “la Esmeralda está manchada con sangre. La institución ha mentido en forma metódica y sistemática: negó permanentemente que el sacerdote Miguel Woodward haya sido asesinado por efectivos de la Armada y que fue torturado en la Esmeralda. Finalmente han sido condenados miembros de la institución por haber participado en su secuestro, aunque no han reconocido que participaron en su asesinato. Pese a esto, el secuestro está acreditado, algo que los comandantes en jefe de la Armada, uno tras otro, negaron. Es una mancha sobre la Armada… en cualquier país civilizado y respetuoso de los Derechos Humanos, este barco debería dejar de ser lo que es. Un nuevo buque escuela debería llevar otro nombre y tener otras características, porque la Esmeralda fue un centro de torturas. ¿Cómo puede ser que un país tenga un centro de torturas como embajador?”

Pero no sólo en la Esmeralda se torturó: a la dama Blanca hay que agregar los centros de tortura en que se transformaron la Academia de Guerra Naval, la base Aeronaval “El Belloto”, el Cuartel Silva Palma, así como los buques Lebu y Maipo.

Respecto de la llamada Dama Blanca, desde la Armada el Jefe de Comunicaciones Externas de la Direcom, Capitán Jorge Bastías, señaló que “es un velero y estamos bastante orgullosos de nuestra Esmeralda, tiene todas las características para entregar una buena instrucción. No tenemos como Armada otra interpretación”.

Moderna en las armas, antigua en su visión

Para Raúl Sohr el problema de las Fuerzas Armadas chilenas es que su poder de fuego y capacidad militar no guarda relación con las posibles amenazas vecinales. En este sentido, el especialista señaló que están operando otras fuerzas internas, como la Ley del Cobre, que en su opinión permite la compra de armamento gracias a fondos enormes que están sobredimensionados para las necesidades que se pueden percibir en la región.

“Chile gasta el doble en defensa que Argentina, el triple que Perú y diez veces más que Bolivia…y lo paradójico es que nunca hemos tenido mejores relaciones con Argentina que ahora. Hay una relación muy amistosa con ellos. No tenemos una guerra desde 1932 (el conflicto del Chaco, entre Paraguay y Bolivia). Guerra, propiamente tal, no ha habido. Esta preparación de Chile, por tanto, es sobredimensionada, y no se condice con las necesidades externas”.

Se trata de los dineros resultantes del 10 por ciento de las ventas de Codelco, que según la normativa deben destinarse a la compra de material bélico para las FFAA, o bien para instalaciones que se resguarden y reparen esos pertrechos. Ley que ha sido cuestionada tanto por la sociedad civil como por la clase política. Para el ex ministro de Defensa de Michelle Bachelet, Francisco Vidal, es necesario derogar esta ley: “creo que es mucho mejor que las FFAA tengan para su equipamiento una partida en el presupuesto aprobado por el parlamento que una asignación arbitraria del 10 por ciento producto de las ventas del cobre. Entre otras cosas, porque no me parece razonable que el equipamiento de las FFAA dependa del valor de una materia prima que así como sube, baja. Por lo tanto, no es bueno que el potencial disuasivo del país, que a su vez nos garantiza la paz, dependa de la bolsa de metales de Londres”.

Para Sohr, no obstante, “desde el retorno a la democracia ha habido un pacto tácito entre la autoridad política y las FFAA. El pacto es: los civiles les dan a los militares lo que necesitan, y éstos últimos hacen lo que desde la clase política se les ordena. Es decir, que no se inmiscuyan en temas políticos. Así, los civiles han cumplido su parte y le han entregado a través de los mecanismos existentes todo lo que los militares han pedido. Por lo tanto, han terminado con unas FFAA extraordinariamente modernas y muy, pero muy sobredimensionadas para lo que tienen los otros países de la región, especialmente los vecinos”. Según el especialista, esta “autonomía militar” es la que explica, entre otras cosas, la existencia de la Esmeralda como crucero de instrucción que da la vuelta al mundo año tras año, pese a su pasado.

“Argentinos mataré, bolivianos fusilaré, peruanos degollaré”

En un video difundido ampliamente por las redes sociales el 7 de febrero pasado, un pelotón de 27 cadetes de la Academia Politécnica de la Armada, realizaba ejercicios en la costa de Viña del Mar mientras entonaban cantos decididamente xenófobos y ofensivos que decían: “argentinos mataré, bolivianos fusilaré, peruanos degollaré”.

Para Francisco Vidal, se trata de un hecho aislado: “no está acorde con la Doctrina, porque lo que está en los libros de la doctrina de la defensa nacional es que el país tiene una defensa no agresiva y más bien disuasiva. Y la doctrina dice que no es necesario odiar a Argentina, Bolivia y a Perú. Está en contradicción con la doctrina de la defensa del estado de Chile”.

Para Nazario Zúñiga, quien ingresó a los 15 años a la Armada y cumplió labores de mecánico artillero en la institución, se trata de una práctica que siempre ha estado presente dentro de la Armada. “No se trata de un hecho aislado, no es algo anormal. Siempre se han cantado ese tipo de cantos” explicitó.

La CUT militar y sus demandas

Actualmente Zúñiga es delegado laboral de la CUT en la Armada. Esto, pues dentro de las FFAA no opera el Código del Trabajo, sino que se rigen bajo el decreto DFL1, un estatuto que regula el funcionamiento del personal de las Fuerzas Armadas. Es por esto, y debido a varias injusticias y malos tratos observados por Zúñiga al interior de la Armada, que se le reconoció a él y a otros representantes de las instituciones de orden la calidad de delegados de la llamada CUT militar.

“Con el abogado de Derechos Humanos de la CUT Rubén Jerez se creó una CUT militar, hace dos años. Se nos reconoció como delegados de la CUT en el Senado con varios senadores, entre ellos  José Antonio Gómez. Somos delegados laborales de la CUT, representamos a varios organismos: PDI, Carabineros, Fuerza Aérea, Armada, Ejército. Hacemos labor de inspección de trabajo, porque en estas instituciones nosotros somos esclavos a sueldo, no hay derechos laborales, y exigimos que éstos se respeten”.

Zúñiga, quien tiene a su haber 26 años de servicio en la Armada, señaló que al interior de la institución existen irregularidades de todo tipo. “Se creen dueños de los buques y de las reparticiones, usan estas instalaciones con sus familias y usufructan de los recursos fiscales. Ejemplo de esto es que a mí me recontrataron como chofer y nunca realicé esas funciones, y más encima no me reliquidaron mi pensión. El código de Justicia Militar no sirve porque todo se tapa. Hay abusos de casas fiscales. En el colegio Capellán Pascal, por ejemplo, las canchas no pueden ser utilizadas por el personal de la Armada, sólo pueden hacerlo los hijos de los oficiales”.

Respecto de estas denuncias, desde la Armada argumentan a través del Capitán Jorge Bastías, quien señaló que “efectivamente no estamos regidos por el código del trabajo, estamos sujetos al DFL1 de las FFAA. Está todo reglamentado a nivel presupuestario. Efectivamente hay gente que se recontrata, pero eso está todo claro y reglamentado legalmente”.

Honores para Merino

En el sitio institucional de la Armada se puede constatar que el buque madre de submarinos, perteneciente a la flota naval, lleva el nombre del miembro de la Junta Militar, José Toribio Merino. Se trata ni más ni menos de quien el 11 de septiembre de 1973, junto con otros marinos, realizó su propio Golpe al interior de la Armada y destituyó a quien era su superior y Comandante en Jefe de la institución, el Almirante constitucionalista Raúl Montero; para luego, junto a las otras ramas de la defensa y Carabineros, realizar el Golpe de Estado.

Según señala el sitio web de la Armada, se trata del buque madre de submarinos, el BMS-42 Almirante Merino, “vital para el apoyo logístico de las unidades”.

A esto se suma la estatua de Merino que se encuentra en la entrada del Museo Naval y Marítimo de Valparaíso. El 31 de mayo de 2002 el Comandante en Jefe de la Armada de ese entonces, Miguel Ángel Vergara, destapó la estatua de tres metros que se encuentra frente al mar y en la que se puede ver al autodenominado jefe de la Armada para el Golpe saludando con su mano derecha a la Escuadra, al más puro estilo militar.

Según el Capitán de Corbeta Jorge Bastías, de Comunicaciones Externas de la institución, “no está en la calle, está dentro del recinto del museo”. Más no quiso, o no pudo, comentar. Seguramente se trata, una vez más, de la “llamada autonomía militar”.


Armada chilena quiere borrar todo rastro de la “Colina del Terror”

Fuente :radio.uchile.cl, 13 de Marzo 2017

Categoría : Prensa

Los crímenes cometidos por los militares chilenos durante el régimen pinochetista ya empezaron a ser castigados: algunos miembros del Ejército, Aviación y Carabineros han sido juzgados y condenados. No así los de la Armada, quienes tuvieron importante participación en el golpe de Estado contra Salvador Allende y en la represión que siguió. El mes pasado, el edificio de la Academia de Guerra Naval –centro de detención y tortura de la dictadura– fue derruido. Víctimas que sobrevivieron a la llamada “Colina del Terror” asumen que con esa demolición la Marina pretende borrar sus huellas criminales.

En absoluto secreto, entre el 8 y el 10 de febrero pasados, la Armada chilena demolió el edificio en el cual hasta 2012 funcionó la Academia de Guerra Naval en Valparaíso.

Se trata del lugar desde el cual el almirante José Toribio Merino orquestó el golpe militar del 11 de septiembre de 1973; luego de eso, el inmueble fue convertido en centro de comando de las tareas represivas de la dictadura y en uno de los principales recintos de prisión y tortura en la región de Valparaíso.

La destrucción de la antigua Academia de Guerra Naval ocurre en momentos en los que el ministro en Visita Extraordinaria para Causas de Derechos Humanos, de Valparaíso, Jaime Arancibia, avanza en sus investigaciones, pues ya pudo identificar al equipo que en la Armada comandó y ejecutó las principales acciones represivas.

Esto ha causado preocupación en la Armada, que ha logrado mantener casi totalmente impunes los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar (1973-1990). En esto difiere de lo sucedido con criminales del Ejército, la Aviación y Carabineros de Chile, muchos de los cuales han sido procesados y condenados a partir de que estas causas se activaron, tras la detención de Augusto Pinochet, en Londres, el 10 de octubre de 1998.

“Palacio de la Risa”

La Academia de Guerra Naval era una construcción de acero y concreto, de cuatro pisos, ubicada en un promontorio en el Cerro Playa Ancha, de Valparaíso. Luego del derrocamiento del presidente Salvador Allende y la imposición de la Junta Militar, este edificio –donde normalmente se formaba a los oficiales navales– pasó a ser conocido popularmente como el “Palacio de la Risa”, irónica alusión a los angustiantes alaridos de dolor que día y noche surgían de ahí, producto de las torturas a centenares de detenidos.

La Academia de Guerra Naval –que en 2012 se trasladó a la vecina ciudad de Viña del Mar– se emplazaba en lo que las organizaciones de derechos humanos de Valparaíso han denominado la “Colina del Terror”, puesto que allí también está el cuartel Silva Palma, guarnición que tras el golpe sirvió como centro masivo de detención.

“Creo que al echar abajo la Academia de Guerra pretenden borrar la memoria de lo que ahí sucedió, pero claramente el pueblo mantiene su imaginario y, dentro de eso, la tarea es poder reconstruir los hechos.

“Lo primero que hizo la Armada fue asesinar y torturar masivamente al pueblo chileno.”

Es lo que señala en entrevista Eduardo Cabrera, Neco, exprisionero político y presidente de Cine Forum, y quien se ha convertido, quizás, en el más tenaz perseguidor de criminales de la Armada.

Cine Forum –que organiza desde hace una década festivales de cine de derechos humanos y de pueblos indígenas– y la Agrupación de Marinos Antigolpistas denunciaron públicamente (mediante comunicado del 18 de febrero pasado) la demolición silenciosa e inconsulta de ese centro de tortura y muerte.

“Vemos con estupor en este hecho el intento de borrar de la memoria aquel lugar donde se deliberó y fraguó el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973”, manifestaron.­

Además expresaron en su declaración la voluntad de perseverar en el esfuerzo por que el cuartel Silva Palma pronto sea declarado Sitio de Memoria Histórica por el Consejo de Monumentos Nacionales, y por lograr que toda la Colina del Terror sea declarada Zona de Conservación Histórica. Formalmente solicitaron esto el 20 de julio de 2016, y entregaron el expediente del caso este miércoles 8. Su carpeta fue foliada con el número 1557.

Neco, quien al momento del golpe era presidente del Centro de Alumnos de Filosofía del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, sede Valparaíso, y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, expresa que “el alto mando de la Armada cree que botando edificios y quemando archivos se acaba su problema… pero hoy somos muchos los que estamos preocupados del tema de la memoria”.

Temerosos de que la demolición de la Academia de Guerra Naval, además de afectar la memoria histórica y el patrimonio, pudiera incidir negativamente en las numerosas causas por crímenes de lesa humanidad, Cabrera y otros expresos políticos y militantes de organizaciones de derechos humanos se reunieron con el ministro Arancibia, a quien le plantearon su inquietud.

Éste les expresó que “de ninguna manera” la citada demolición afectaría los procesos, puesto que él ya había hecho una inspección de la Academia de Guerra, y había hecho registros de los lugares que, según diversos testimonios, habrían sido utilizados para las detenciones y torturas.

Ante los cuestionamientos por la demolición, la Armada justificó su proceder mediante una declaración el 21 de febrero. Indicó que el edificio demolido había quedado “con daños estructurales” tras el terremoto del 27 de febrero de 2010.

Por lo mismo, y tras una serie de trámites administrativos, técnicos y legales –que no se especificaron–, habían establecido la necesidad de su destrucción, por considerarlo un peligro para la seguridad.

Ni la municipalidad de Valparaíso ni el Ministerio de Vivienda han respondido si sus organismos técnicos autorizaron la demolición, que necesariamente debió ser aprobada por ellos para cumplir con el ordenamiento jurídico relacionado con inmuebles ubicados en zonas de conservación histórica.

Crudos testimonios

El 14 de octubre de 2015 Arancibia inició proceso a 12 oficiales y suboficiales en retiro de la Armada por los delitos de tortura, secuestro calificado y asociación ilícita, cometidos contra Eduardo Cabrera.

Esta causa tiene el mérito de ser uno de los primeros autos de procesamiento por delito de tortura que alcanza a altos oficiales de dicha institución. Este tipo de crímenes fue ignorado por la justicia hasta hace unos cinco años, cuando se comenzaron a investigar con seriedad.

En aquel dictamen se establece que el 6 de abril de 1974, “aproximadamente a las 03:00 horas de la madrugada, Eduardo Cabrera Vásquez fue detenido en su domicilio particular por un contingente de efectivos de la Armada de Chile, sin existir motivo alguno para ello”.

Se añade: “Fue esposado y conducido en una camioneta hasta el Cuartel Silva Palma de la Armada en Valparaíso, lugar donde fue sometido a maltrato físico y psicológico, y fue obligado a permanecer por más de cinco horas de pie en un patio ubicado al interior del cuartel, siempre encapuchado. Cuando fue interrogado recibió descargas eléctricas en diversas partes del cuerpo, genitales, boca, orejas y extremidades, ello por medio de un objeto que se conocía con el nombre de Magneto”.

Cabrera señala en la entrevista que entre 5 mil y 10 mil personas pasaron por la Colina del Terror y otras dependencias utilizadas por la Armada como parte de las tareas represivas.

Dice que en los centros de estudios los rectores elaboraban listas con los estudiantes de izquierda, las cuales eran facilitadas a la Armada. “Estos estudiantes tuvieron que ir a firmar al cuartel Silva Palma, estar un par de días ahí, encapuchados, interrogados y fotografiados… y ahí se definía si los mantenían detenidos o si eran liberados”.

En entrevista con Proceso, Arancibia ratificó la veracidad de estos dichos. “Había listas de estudiantes que fueron interrogados en el cuartel Silva Palma. En algunos casos se llegó a los golpes, en otros no, la verdad es que hubo de todo, por eso es que hay que distinguir caso por caso”, expresa el magistrado.

La misma suerte corrieron miles trabajadores y dirigentes sindicales. “En el fondo, es el pueblo porteño –de Valparaíso– el que en su conjunto fue castigado por comprometerse en un proceso que afectó profundamente los intereses de la oligarquía”, señala Neco y asegura que la situación en el Silva Palma “era de una adversidad increíble: te enfrentabas a lo que ellos querían hacer contigo. Debías cooperar, entregar los elementos que ellos querían para su investigación, y si ellos no obtenían eso, significaba soportar los golpes, electricidad, siempre desnudo, en los genitales, en las orejas, en la lengua…”.

Este exprisionero, reconocido por sus pares por no haber realizado delaciones, recuerda que los equipos que aplicaban torturas estaban compuestos por entre seis y ocho personas: “Había mujeres… a mí me puso electricidad en los genitales una mujer que ahora está procesada: Gilda Ulloa, se llama”.

Narración anónima

El libro Estos mataron a Allende (1974), del periodista chileno Robinson Rojas, incluye el testimonio anónimo de un universitario que pasó por las mazmorras de la Armada, que entrega notables antecedentes sobre las torturas masivas perpetradas en la Colina del Terror y no ha sido integrado hasta ahora al expediente de la causa.

El testimonio fue publicado originalmente en el diario colombiano El Tiempo el 26 y el 27 de mayo de 1974, recogido por el columnista Daniel Samper Pizano, quien permanece activo en el periodismo.

“Fui detenido a mediados de octubre en el mismo recinto universitario donde estudiaba, donde asistía normalmente a clases. El rector designado por los militares permitía que los esbirros del Servicio de Inteligencia Naval se introdujeran en la universidad, y tengo la impresión de que el propio rector delataba a los estudiantes de izquierda. Con los demás detenidos nos llevaron a la Academia de Guerra Naval (…) Llegando se nos vendó los ojos y se nos hizo subir hasta el cuarto piso por las escaleras de hierro.”

Continuó el testigo: “Al subir escuchábamos gritos desgarradores; creímos que eran grabaciones para amedrentarnos, pero luego nos dimos cuenta de que eran gemidos auténticos de los torturados. Nos metieron en una pieza y nos obligaron a permanecer de pie, con las manos en la nuca, sin hablar. El que se movía o hablaba era lanzado al suelo, donde le daban culatazos y lo pateaban. Allí permanecimos toda una tarde, en espera de que nos llamaran para interrogarnos. Nos sorprendieron hablando y nos castigaron brutalmente, pero así pude saber que en esa sala ya había personal de la Aduana que estaba siendo torturado.

“El primer día sacaron a mucha gente que había llegado antes: los de la Aduana, el profesor de literatura y el cura católico. No volvieron más. Después sorprendí a un guardia que comentaba con otro: ‘El cura se les fue cortado, lo van a hacer aparecer como suicidio’.”

Cabe señalar que, tal como se ha podido acreditar en la investigación judicial del caso Woodward que ahora lleva el ministro Arancibia, el sacerdote chileno-británico Miguel Woodward murió a consecuencia de las torturas perpetradas en la Academia de Guerra y en el buque-escuela Esmeralda, aplicadas tras ser secuestrado de su domicilio en Valparaíso la noche del 16 de septiembre de 1973.

Como la Academia de Guerra, desde el 11 de septiembre de 1973 el Esmeralda se convirtió en un centro de detención y tortura. Esta situación, denunciada en aquel tiempo por familiares y víctimas, fue ratificada a lo largo de los setenta en diversos informes de la Organización de Estados Americanos, del Senado de Estados Unidos y de Amnistía Internacional.

Continúa el relato publicado en El Tiempo:

“Al segundo día fui interrogado: permanecí torturado durante más de tres horas. Me desnudaron y me golpearon con manos y pies por todo el cuerpo. Parece que los interrogadores eran muchos. Luego me aplicaron corriente en los testículos (…) Durante todo el interrogatorio me tuvieron con los ojos vendados y las manos esposadas. Con las contracciones musculares por la electricidad, las esposas se cerraban cada vez más y me rompí las muñecas hasta el hueso. A estas alturas del interrogatorio ya no sentía dolor. Solamente me daba cuenta de que me estaban quemando con electricidad.

“Al término del interrogatorio, que perseguía saber si había armas en la Universidad, me llevaron a otra sala donde me sacaron la venda para que pudiera caminar; pero me caía al suelo y me hicieron arrastrarme hacia otra sala, donde yacían los torturados. Había allí un profesor universitario que conocía de vista, que estaba con todo un lado del cuerpo negro de los hematomas y le habían perforado el tímpano, por lo que el dolor le hacía aullar; los restantes estaban todos tanto o más golpeados que yo. Muchos tenían las costillas rotas y no podían siquiera respirar. Ninguno podía caminar; tenían fracturas en los huesos de las piernas, por golpes y por las contracciones musculares producidas por la corriente.

“Había muchas mujeres tan golpeadas como nosotros. A las mujeres las habían violado en forma bestial; estaban desgarradas internamente y sangraban con profusión. Una se quejaba continuamente; le habían introducido un objeto cortante en la vagina y parece que le había traspasado el peritoneo. Entre los que estaban, algunos dijeron haber reconocido a los interrogadores: ‘Eran infantes de marina de los que han sido preparados en las bases norteamericanas en Panamá’.”

SICAJSI

A partir del 11 de septiembre de 1973 la Armada creó el Servicio de Inteligencia de la Comandancia de Área Jurisdiccional de Seguridad Interior (SICAJSI), formado por funcionarios de la Armada, de Carabineros (policía uniformada) y de la Policía de Investigaciones. Dependía directamente de la Primera Zona Naval, con sede en Valparaíso.­

El jefe de SICAJSI fue el capitán de navío Sergio Barra von Kretschmann, secundado por Héctor Trobok, coronel de Carabineros. Ellos reportaban al jefe de Estado Mayor de la Armada, Guillermo Aldoney.

En auto de procesamiento del 8 de mayo de 2015, mediante el cual Arancibia sometió a proceso a 18 exoficiales y suboficiales de la Marina y Carabineros por su responsabilidad en la muerte de Woodward, se fija el papel de la Academia de Guerra en las tareas represivas cumplidas por la Armada en los albores de la dictadura.

“Luego del 11 de septiembre de 1973, la Armada de Chile puso en marcha, con ciertas modificaciones, un Plan Antidisturbios, también denominado ‘Plan Cochayuyo’, ideado aproximadamente a comienzos de 1973 y que tenía, entre otros objetivos, detener la acción insurgente a sus designios, mantener el orden público y obtener el control absoluto de la población, especialmente de la Quinta Región (de Valparaíso).”

Allí se añade que “por orden de la Comandancia en Jefe de la Primera Zona Naval se instaló físicamente en la Academia de Guerra Naval, ubicada en Valparaíso, el denominado SICAJSI”, razón por la cual la citada academia suspendió en aquel tiempo “las labores de educación que le eran propias, para albergar al organismo antes referido”.

“La función principal era la de desbaratar los grupos contrarios al régimen militar instaurado en el país, procediendo para ello a ordenar la captura de personas militantes o afines a algún partido político o movimiento de centro, izquierda o revolucionario, y su posterior traslado a unidades controladas por la Armada o pertenecientes a ésta, habilitados como Centros de Detención e Interrogatorio.”

En entrevista con Proceso, Arancibia ratifica que ya está comprobado que el SICAJSI operó en la Academia de Guerra.


Caso Miguel Woodward: Otra oportunidad para la justicia

Fuente :ciper.cl, 20 de Mayo 2015

Categoría : Prensa

La Armada se enfrenta por estos días al escenario judicial que ha intentado siempre evitar. Actualmente, son 18 los ex uniformados procesados por el asesinato y posterior desaparición del cuerpo de Miguel Woodward en el Buque Escuela Esmeralda. Son tres de sus ex altos mandos los que se encuentran en prisión preventiva efectiva esperando la […]

La Armada se enfrenta por estos días al escenario judicial que ha intentado siempre evitar. Actualmente, son 18 los ex uniformados procesados por el asesinato y posterior desaparición del cuerpo de Miguel Woodward en el Buque Escuela Esmeralda. Son tres de sus ex altos mandos los que se encuentran en prisión preventiva efectiva esperando la resolución final de los tribunales. Una causa judicial que se vuelve a abrir, rechazando la figura de sobreseídos de los ex agentes.

Conocí la historia de Miguel al interesarme por el estudio del centro de secuestro, castigo y exterminio que funcionó al interior del Buque Escuela Esmeralda durante los primeros meses de la dictadura cívico-militar chilena en la ciudad de Valparaíso. Dicha práctica investigativa me posicionó para escribir el presente texto.

Mi trayecto investigativo, como cualquiera que uno emprende, fue siempre un avance desde la ignorancia al conocimiento. Las preguntas que me motivaban a escribir mi tesis para postular al grado de sociólogo se cruzaban con las historias cotidianas que lograba recolectar en los sectores de Playa Ancha, Cerro Barón y Esperanza. “Mi abuelo estuvo ahí, algo te puedo contar”. Así se abrió el primer testimonio intergeneracional que pude ubicar y desde ahí, una bola de nieve que no terminaba por formarse entre relatos de personas que sobrevivieron su paso por el Buque, sus familiares en primer o segundo grado, y el escaso material que arrojaban bibliotecas y centros de estudio.

Correspondiente a la primera jurisdicción Naval, el puerto de Valparaíso fue escenario de la principal arremetida golpista de la Armada de Chile y de la instauración de diversos centros de secuestro, castigo y exterminio que se distribuían por toda la región. Atracado en el molo de la bahía de Valparaíso, el Buque Escuela de la Armada se erigió como un lugar de castigo hacia los militantes más activos de la Unidad Popular de la Quinta Región.

El Esmeralda se configuró como un lugar de distinción adonde fueron trasladados regidores, concejales, alcaldes, altos funcionarios públicos y de partidos políticos. Haciendo parte de un horroroso y racional decálogo de centros de la Armada, el Esmeralda, se hermanó con los demás buques de la institución para cumplir así objetivos de interrogatorios, golpizas, encierros, insultos, violaciones, asesinatos y traslado de detenidos al interior del territorio nacional. Los buques de la Armada se transformaron así en centros secretos de castigo con una función móvil que los hacía doblemente rentables.

Sacerdote y Activista Social

Miguel Woodward era ingeniero civil de la Universidad de Londres. Al terminar sus estudios universitarios, volvió a Chile para hacerse sacerdote. Siempre rechazó la figura del religioso detrás de un escritorio. A fines de los ‘70 se conmovió con la pobreza rural de Peñablanca, poblado cercano a Viña del Mar, donde ejerció sus primeras labores sociales. Ahí enseñó a jóvenes y niños que faltar a la misa del domingo no era ningún pecado, sobre todo si como reemplazo a ella iban a la piscina o las playas cercanas. En una ocasión, Miguel le hizo saber al dueño del bar central de Peñablanca que las cuentas que le abría a los trabajadores era una forma de explotación, ya que estaba generando un estado de alcoholismo estructural. Siempre se caracterizó por demostrar sus disgustos de forma clara y directa.

Al comienzo del gobierno de Salvador Allende, y en calidad de obrero del Astillero Las Habas y poblador del Cerro Placeres, Miguel fue elegido el coordinador de las JAP de todo su cerro. Se hizo un personaje marcado por los grandes comerciantes del sector, los que no demoraron en llamarlo “el cura rojo”. Esos comerciantes fueron quienes organizaron reuniones con la Armada para delatar a Miguel que, por esos meses, era el blanco de los sectores reaccionarios del Cerro Placeres, quienes no dudaban en insultarlo y escupirlo en la vía pública. Llegado el “Golpe”, los infantes de Marina allanaron la casa que compartía con Jaime Contreras. Se llevaron bultos con el material de ambos; se llevaron todo. Miguel, al volver a su casa, después de estar escondido en el sector de Recreo, aseguró con maderas puertas y ventanas con la ayuda de un vecino. Dijo que no tenía nada que temer y que ese era su hogar.

La noche del sábado 22 de septiembre de 1973, Miguel fue secuestrado por aparatos del régimen de Pinochet. Fue delatado por un ex marino que vivía cerca de su casa: al ver las luces encendidas, no dudó en dar aviso a la autoridad Naval. Miguel fue a parar primero a la Universidad Técnica Federico Santa María, donde comenzaron las torturas en su contra. La universidad, por esos días, estaba controlada por la Armada y fue su piscina el principal lugar donde los detenidos fueros sometidos a castigos. Al día siguiente, lo trasladaron hasta la Academia de Guerra Naval, donde la tortura lo dejó moribundo. Desde ahí fue llevado en una furgoneta de la institución hasta el Buque Escuela Esmeralda.

Una vez allí, lo sometieron a un castigo principalmente moralizador. En él encarnaron las peores categorías atribuibles a los militantes y activistas sociales de la  época. Lo llamaron “extranjero marxista”, pedófilo (a propósito de su condición de religioso y educador), etcétera. La Armada hacía lo que podía para justificar la muerte del ciudadano anglo chileno, llegando incluso a generar un certificado de defunción falso que caracterizaba la muerte de Woodward como una situación ocurrida en la vía pública, intentando así, sostener la tesis de la “muerte en combate” del detenido.

El coronel Carlos Fanta, en reemplazo del comandante Merino –que se encontraba constituyendo la Junta Militar de Gobierno en Santiago–, gritaba desesperado: “Viene una horda a liberarlos, pero no van a poder. Quieren llegar hasta aquí pero no van a poder, y si llegan, aquí encontraran cadáveres”.

El delirio del coronel estaba provocado por los disparos que a unos ocho kilómetros se habían desatado en la Universidad de Playa Ancha. Era un conato de resistencia estudiantil al “Golpe”. Eran los tres o cuatro disparos que se lograron percutir y que desataron el castigo deliberado contra los detenidos en los distintos centros de la Armada en Valparaíso. Miguel no logró resistir los golpes de los agentes que con toallas mojadas en sus manos (para no dejar marcas en el detenido y de paso no dañar sus propias extremidades) y en conjunto con otras técnicas de tortura, lo asesinaron. Su cuerpo delgado y alto no soportó. Se generó en él un dañó interno que terminó con rotura de órganos. Miguel era la primera víctima fatal al interior del Buque Escuela Esmeralda.

La Armada no ha querido nunca realizar un acto de desagravio al interior del Esmeralda y sólo se ha referido a la posibilidad de efectuarlo ante la presión de grupos populares que se lo exigen. Patricia Woodward, hermana de Miguel, en entrevista con la televisión chilena, declaró que les ha escrito a todos los presidentes en ejercicio post-dictadura y que ninguno le respondió. Hoy la justicia tiene una nueva posibilidad de indagar y de dar un castigo a los responsables de estos hechos, poniendo en el centro de la decisión la inacabada tarea de justicia para con Miguel y los suyos.

*El autor de esta carta es integrante del Núcleo de Investigación Sociología del Cuerpo y las Emociones, de la Universidad de Chile.


La Marina chilena suspende un acto del Bicentenario por el arresto de varios oficiales

Fuente :ultimahora.com, 2 de Diciembre 2009

Categoría : Prensa

La Armada de Chile suspendió el acto oficial del lanzamiento de la Regata "Bicentenario" por el arresto de varios oficiales retirados que han sido procesados por torturas cometidas en 1973, confirmaron hoy a Efe altas fuentes de la Marina.

  La ceremonia, que iba a estar encabezada por el ministro de Defensa, Francisco Vidal y a la que estaban invitados los embajadores de los trece países participantes en la regata, se iba a celebrar a bordo del buque escuela "Esmeralda", escenario de las torturas por las que fueron procesados y detenidos los ex oficiales.
Horas antes del acto, programado para las 22:00 GMT del martes en el puerto de Valparaíso, la jueza Eliana Quezada notificó su procesamiento a los imputados y ordenó su prisión preventiva, lo que fue cumplido de inmediato por detectives de la Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones (PDI).

Entre los procesados hay dos vicealmirantes retirados, un capitán de navío y siete suboficiales de la Armada, además de un ex coronel y un ex suboficial de Carabineros.

Las torturas a prisioneros políticos a bordo del buque escuela "Esmeralda" ocurrieron días después del golpe militar que encabezó el general Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973.

En la decisión de suspender la ceremonia fue considerada además la cierta posibilidad de que manifestantes concurrieran a protestar y a informar a los invitados de los crímenes cometidos en el buque escuela, que tras el golpe fue usado como centro de detención.

A bordo de la Esmeralda murió el 21 de septiembre de 1973 el sacerdote de origen británico Miguel Woodward, causa que también instruye la jueza Quezada y en la que ya existe cerca de una veintena de oficiales y suboficiales retirados de la Armada procesados.

Entre los prisioneros torturados en la Esmeralda están también el médico Alberto Neumann y María Eliana Comené, dos de las víctimas por las cuales la jueza Quezada procesó ayer a los 10 marinos y a un oficial y un suboficial de Carabineros.

Entre los marinos encausados figuran los vicealmirantes Sergio Barra von Kretschmann y Juan Mackay Barriga y el capitán de navío Ricardo Riesco Cornejo; los tres están también procesados por el secuestro y desaparición de Miguel Woodward.
La jueza Quezada investiga además otras querellas por torturas a bordo de la Esmeralda y en la Academia de Guerra Naval, como también en el Cuartel de "Silva Palma" y el "Fuerte Miller", de la Infantería de Marina.

En estos dos últimos lugares, además de la base naval del sureño puerto de Talcahuano, fueron torturados durante varios días, antes del golpe de Estado, cerca de cien marineros constitucionalistas apresados por oponerse a la asonada militar que se preparaba para derrocar al Presidente Salvador Allende y al gobierno de la Unidad Popular.

La Regata Bicentenario "Velas Sudamérica 2010" es organizada por las Armadas de Chile y Argentina y recorrerá, entre febrero y junio del próximo año, diversos puertos de países latinoamericanos, conmemorando los 200 años del inicio del proceso de Independencia de ambos países.

La flota, con veleros de trece países de América y Europa, zarpará desde Río de Janeiro el 7 de febrero de 2010 y recalará aproximadamente el 23 de junio en el puerto mexicano de Veracruz, tras recorrer más de 11.000 millas náuticas, con escalas en Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y República Dominicana.


Protesta ciudadana en Valparaíso por la salida del Buque Escuela Esmeralda

Fuente :elmundo.es 4 de Enero 2011

Categoría : Prensa

Alrededor de un centenar de personas manifestaron en el principal muelle de la ciudad puerto, su repudio contra el Buque Escuela “Esmeralda” durante la salida de su 55 crucero de instrucción por el continente americano.

Los manifestantes, despidieron a la llamada “Dama Blanca”, emblema de la Armada de Chile bajo la consigna “Ni blanca ni pura, fue un centro de tortura”, exigiendo justicia y reparación por los graves atropellos a los Derechos Humanos ocurridos al interior del bergantín posterior al Golpe Militar de 1973.

Entre los asistentes, Martin Almada, Premio Nobel de la Paz Alternativo 2002 por su descubrimiento de la “Operación Condor” (Coordinación de acciones de exterminio entre los gobiernos dictatoriales de América del Sur y la CIA durante 1970 y 1980), aprovechó la oportunidad para entregar su solidaridad: “Venimos acá exigir justicia. Los documentos que nosotros tenemos no se tratan solo de lamentaciones y quejas. Es un acto íntegro de demostrar quienes son los culpables ante nuestra sociedad. Y decir ahora que el barco que está saliendo en este momento, representa a los culpables”, exclamó con fuerza el jurista paraguayo.

En busca de reconocimiento

Tal como ocurre cada año, el Buque “La Esmeralda”, realiza una travesía de instrucción para marinos en formación durante 6 meses, recalando en diversos puertos del globo.

Y en cada zarpe y arribo, las agrupaciones de Derechos Humanos y familiares de víctimas de la dictadura militar, se agolpan en el muelle para demostrar su rechazo a este símbolo de la impunidad, exigiendo justicia. Y así seguirá siendo, expresan los afectados, hasta que la Armada haga un reconocimiento oficial de lo ocurrido en cada uno de sus centros de detención y se castigue a los culpables directos e indirectos.

“Es la misma institución que no reconoce la tortura ni la autoría de lo acontecido al interior de la Esmeralda”, asevera Monique Markowicz, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Valparaíso, “y la idea es que la Marina reconozca que allí torturaron y que lo sepan los jóvenes que están ahora haciendo el servicio militar y que no saben nada. Que pongan una placa en donde reconocen lo que han hecho, porque claro que el barco no es el responsable de las torturas, pero la Institución si que lo es”, concluye la dirigente.

El otro símbolo de la Esmeralda

Patricia Woodward, representa uno de los casos más emblemáticos de represión política al interior de la Dama Blanca. Su hermano, el sacerdote inglés Miguel Woodward, fue detenido el 16 de septiembre de 1973, siendo brutalmente torturado al interior de este recinto naval. Los testimonios recopilados en el proceso judicial, indican que fue visto agonizando seis días después en la misma cubierta del barco en donde ahora los jóvenes marinos se reúnen a despedir a sus familiares.

Luego se perdió el rastro, engrosando la extensa lista de los detenidos desaparecidos de este país. “No puede ser que este buque siga representando a Chile a nivel internacional", acusó la hermana, reafirmando su compromiso por el esclarecimiento de lo sucedido:“Por eso estamos aquí. Para repudiar a la Esmeralda que está aún mancillada por las torturas después del Golpe Militar. La Armada no ha develado toda la información que maneja. Y esto es más grave con la última denuncia sobre el Director organizador de la Regata Internacional en la que participara el buque, quien sería un extorturador reconocido” afirma Patricia.

Junto a ella Fred Bennet, cuñado del sacerdote asesinado, reconoce y agradece los distintos gestos de solidaridad internacional que han permitido difundir y sensibilizar este tema: “Estamos muy contentos con el apoyo que nos ha dado el mundo en todo este proceso. Por ejemplo, España. Y recuerdo que hace 4 años cuando la “Esmeralda” trató de pasar por la Costas de la Coruña y las Palmas la suspendieron por razones judiciales interpeladas por propio Juez Baltazar Garzón”, comenta con gratitud.

Actualmente, en materia de Derechos Humanos, la situación de la Armada chilena es más grave que el resto de las instituciones militares, dado que es la única que se ha negado a hacer un reconocimiento oficial de los crímenes de lesa humanidad cometidos, argumentando responsabilidades individuales y omitiendo la estricta jerarquía de mando existente que vuelve absolutamente imposible la aplicación masiva de torturas y el asesinato de prisioneros, sin el conocimiento de los superiores.


Crónica denuncia violaciones DDHH en buque escuela Esmeralda

Fuente :primeralineaprensa.cl, 2 de Junio 2018

Categoría : Prensa

Una inteligente acción de denuncia realizaron Agrupaciones de Derechos Humanos de la V Región, aprovechando la recalada en el molo de abrigo de los Buques Escuelas de distintos países Latinoamericanos que participan de la actividad “Velas Latinoamérica 2018”, al participar en  la visita pública a estos barcos, y hacer entrega de dos cartas de denuncia sobre violaciones a los Derechos Humanos ocurridas en el Buque Escuela Esmeralda de la Armada de Chile, misivas dirigidas a los Capitanes de los Barcos de los distintos países presente allí.

Javier Rodríguez, integrante de la Agrupación Amigos de Miguel Woodward relata lo siguiente:

“Te cuento lo que pasó. Se entregaron las cartas para los capitanes de cada barco que participa en esta regata, Venezuela, Perú, México, Argentina, Colombia y  Brasil. No se pudieron entregar estas cartas  a la Esmeralda ni al Barco de España por cosa de logística.                                                             

Las cartas fueron recibidas formalmente por el Encargado de Parte de cada Buque, las personas que hicieron entrega de las cartas fueron muy bien tratadas por los marinos.                                                

El sobre que fue entregado contenía dos declaraciones, una que la subscribían Organismos de Derechos Humanos de Valparaíso y otra que la hicieron 5 mujeres que fueron torturadas en La Esmeralda”.

 

La Declaración elaborada por las Organizaciones de Derechos Humanos de la V Región dice, textualmente,  lo siguiente:

“VALPARAISO – MAYO – 2018

Presente.-

 Las organizaciones defensoras de derechos humanos le damos a Ud. y tripulación, una cordial bienvenida a Valparaíso,  ciudad marítima por naturaleza, tierra de Changos, ancestros  que vivieron siglos en comunión con el mar. Le damos la bienvenida a esta ciudad que aprendió a mirar de frente al horizonte.

En Valparaíso han anclado viajeros de todas las naciones, y el viejo puerto ha sabido acogerlos. Muchos de nuestros habitantes son emigrantes o descendiente de ellos, los cuales nos han aportado su bagaje cultural, que unido a nuestras tradiciones y culturas nos hacen tener una condición humana fuerte, solidaridad y acogedora.

 Para los habitantes de “Pancho”, como es conocido coloquialmente este puerto, es importante recibir y acoger a los visitantes, en especial cuando vienen en una misión conjunta que tiende a fortalecer los lazos de hermandad latinoamericanos.

Sabemos que cada barco de VELAS LATINOAMERICA 2018, representan valores esenciales para su país de origen. Son una escuela de formación que debe llenar de experiencia y  valores navales a los privilegiados que tienen la oportunidad de estar a bordo. Lamentablemente, para nosotros el Buque Escuela Esmeralda no representa los valores fundamentales de amor patrio, defensa de la soberanía y honor militar, que como Ud. debe saber, siempre está vinculado con el respeto al Pueblo que puso en sus manos las armas para que lo defendiera.

Por ello es nuestro deber ético informar a capitanes y tripulaciones de los navíos que participan en Velas Latinoamérica 2018 que, contraviniendo la Convención de Ginebra, el B.E. Esmeralda fue usado como centro de detención y torturas de más de 250 personas. Está acreditado judicialmente que, en este buque producto de las torturas que le infringieron, murió el sacerdote obrero Miguel Woodward, quién hasta la fecha engrosa el listado de  detenidos desaparecidos.

Sabemos que los grumetes y la tripulación actual no participaron en la perpetración de graves violaciones a los derechos humanos. Nuestra denuncia no va contra ellos sino para los altos mandos de una Armada que incumple gravemente sus deberes con la Verdad y la Justicia de su país. Que ocultan la documentación -como hicieron con la Bitácora del buque durante años-, que defienden corporativamente a los funcionarios involucrados en los crímenes y que a diferencia de las otras instituciones armadas, se refugian en el negacionismo y aún se muestran orgullosos de su pasado sedicioso.

Nos avergüenza que el B.E.  Esmeralda represente a Chile en esta regata. Pedimos las disculpas pertinentes por las diversas manifestaciones en que expresaremos nuestro repudio. Queremos que sepan que no es contra las delegaciones visitantes; es contra de  una institución refractaria a reencontrarse con el legítimo depositario de la Soberanía nacional… el pueblo de Chile.

Con el respeto que se merecen los pueblos hermanos y sus dignos representantes, les damos la bienvenida a nuestro puerto y esperamos que este evento internacional fortalezca la hermandad y la democracia en la región.


Prisión y tortura | La bitácora del dolor a bordo de la esmeralda

Fuente :convergenciamedios.cl, 29 de Octubre 2018

Categoría : Prensa

 Seis sobrevivientes de prisión política y tortura entregaron sus testimonios a bordo del Buque Escuela Esmeralda en una diligencia realizada por el Ministro Jaime Arancibia el día martes 23 de octubre del 2018, en el marco de la investigación de ocho denuncias por torturas ocurridas a bordo del barco. Dicho procedimiento duró alrededor de dos horas, iniciándose alrededor de las 10 de la mañana.

A unos cien metros desde la entrada del molo de abrigo se encontraba atracada la “Dama Blanca”, y los seis ex prisioneros políticos, cinco hombres y una mujer, esta vez subieron a bordo en calidad de testigos, para confirmar en esta visita ocular las declaraciones entregadas al Ministro Arancibia, recorriendo los distintos lugares del Buque Escuela Esmeralda donde estuvieron detenidos, fueron interrogados y sometidos a torturas, como ellos mismos denuncian, hace 45 años atrás.

El exagerado tiempo transcurrido desde la ocurrencia de los hechos investigados son una señal objetiva de la impunidad de que han gozado quienes cometieron horrendas violaciones de derechos humanos. El dicho popular “la justicia tarda pero llega” es muy certero en esta oportunidad y esto se debe – y es importante resaltarlo – al coraje, la dignidad y la rectitud profesional con la que ha actuado el Ministro Arancibia, que no ha dudado en buscar la verdad y la justicia, utilizando las armas del Derecho, más allá de las limitaciones y dificultades que pueda haber encontrado en este camino.

En la cubierta del Buque Escuela Esmeralda fueron entregados los primeros testimonios, para seguir luego recorriendo pasillos estrechos, escaleras empinadas, recovecos y espacios más amplios, mientras se percibía en el ambiente una templada sensación de humedad, un leve olor “azumagado”, a medida que se descendía bajo la cubierta.

El Ministro Arancibia junto a sus Actuarias acompañaba a las víctimas en este recorrido, mientras un equipo del Departamento de Derechos Humanos de la PDI realizaba detallados registros audiovisuales de la diligencia.

La Enfermería con sus seis camas distribuidas en res literas de dos puestos cada una, el pabellón quirúrgico, los dormitorios de los guardiamarinas, la sala de máquinas, la cámara de oficiales y otros sectores del barco, fueron señalados por los testigos en este reconocimiento ocular, bajo la atenta y profesional conducción del Ministro, entregándole detalladas descripciones de sus vivencias a bordo, con relatos cargados de emociones que no podían ser controladas por los ex presos y presas al volver a pisar los lugares concretos en donde sus vidas cambiaron para siempre, un lejano septiembre del año 1973, reviviendo momentos tremendamente dolorosos sufridos en situaciones de indefensión absoluta. Los rostros de algunos jóvenes marinos que presenciaban la diligencia, aún cuando se percibía que trataban de permanecer neutrales, no podían esconder la conmoción causada mientras escuchaban los relatos. Ser testigo presencial de las situaciones narradas en primera persona, por parte quienes padecieron situaciones dolorosas y vejatorias, estremecen los cimientos emocionales de cualquier ser humano.

El primer testimonio fue entregado por Sergio Vuscovic Rojo, Alcalde de Valparaíso hasta el 11 de septiembre de 1973, quien con sus 88 años de edad, aun cuando se apoyaba con un bastón para caminar, mostró una firmeza y lucidez admirable durante toda la diligencia. Luego continuaron entregando sus testimonios los otros cuatro varones y la única mujer presente en este trámite judicial, María Teresa.

Si bien se han producido algunos cambios y remodelaciones al interior del barco, como por ejemplo la separación del dormitorio de los guardiamarinas para albergar a mujeres y hombres, los testimonios entregados por los ex prisioneros y prisioneras políticas fueron concordantes y permitieron corroborar las declaraciones entregadas por ellos ante el Juez.

María Teresa, todavía visiblemente emocionada al término de la diligencia, al dejar atrás el molo de abrigo y la Esmeralda, expresó: “Yo dudé en venir, ya que después de los careos que he tenido he quedado muy mal, pero mi esposo me dio mucha fuerza para enfrentar esto. Además, y esto quiero destacarlo, el Ministro Arancibia es una persona muy humana, generosa y sencilla. Imagínate que hace poco tiempo fue operado de las caderas y se desplazaba de un lugar a otro bajando y subiendo escaleras, escuchándonos muy atentamente. Para mí la visita a la Esmeralda fue un trámite doloroso, pero muy positivo.”

La diligencia judicial realizada en el Buque Escuela Esmeralda constituye un hecho histórico, que proporciona una nueva pieza al rompecabezas de la Memoria, en la búsqueda de la Verdad y la Justicia. La Memoria, a través de todas sus manifestaciones, constituye un acto de resistencia en contra del olvido y de la impunidad.

En las afueras del molo aún permanecía en el lugar un piquete de integrantes de distintas organizaciones de Derechos Humanos y Familiares de víctimas de la represión, que se congregaron allí a partir de las 9,30 de la mañana, los cuales, con lienzos y consignas denunciaban los crímenes de lesa humanidad cometidos por la Armada y al mismo tiempo respaldaban a los compañeros y compañeras que asistieron a complementar in situ las declaraciones entregadas al Ministro Arancibia.


A 45 años de silencio e impunidad por parte de la Armada chilena.

Fuente :valpopcchile.cl, 4 de Junio 2018

Categoría : Otra Información

“¡La Esmeralda: ni blanca, ni pura, fue centro de tortura!”

Los antecedentes históricos revelan que desde Valparaíso se iniciaron los actos preparativos y conspirativos para el Golpe de Estado 1973, bajo el llamado plan “Cochayuyo”. Es así como la Armada de Chile pusieron en práctica la tortura previó al 11 de septiembre, dando inicio a los momentos más dolorosos de nuestra historia.

El día 10 de septiembre desde el puerto, los efectivos navales cierran la ciudad y detienen a los partidarios del gobierno del Presidente Salvador Allende Gossens; utilizando diferentes recintos navales como centro de detención y tortura.

Dentro de los tres lugares de reclusión ubicados en el puerto de Valparaíso la armada utilizó como centro de interrogatorio y/o tortura la Escuela «Esmeralda». Según los antecedentes aportados por la Comisión contra la Tortura de la Quinta Región, quienes señalan que por la Esmeralda deambularon alrededor de 500 detenidos políticos. De esta forma desde el Molo de abrigo de Valparaíso, y desde la “Dama Blanca» el buque-escuela «La Esmeralda», transformada en prisión y cámara de torturas, comenzaba para muchos chilenos y chilenas la Operación Vela.

Aunque el número de detenidos a bordo del Buque «Esmeralda» varía según los testimonios pues se los trasladaba de un barco a otro a medida que iban siendo interrogados, se estima que en un momento hubo unas 40 mujeres detenidas, las cuales fueron sometidas a todo tipo de maltratos, torturas, vejaciones y violaciones.

Entre los detenidos cabe destacar la presencia del sacerdote católico chileno-británico, Miguel R. Woodward, quien falleció a consecuencia de la tortura y quién hasta la fecha engrosa el listado de detenidos desaparecidos.

A 45 años de silencio e impunidad por parte de la armada chilena, las organizaciones defensoras de derechos humanos de la V región; aprovechando la actividad “Velas Latinoamérica 2018”, hicieron entrega de dos cartas de denuncia sobre violaciones a los Derechos Humanos ocurridas en el Buque Escuela Esmeralda de la Armada de Chile, misivas dirigidas a los Capitanes de los barcos de los distintos países participantes de la regata.

Una de las cartas entregadas a los capitanes presentes en la actividad, fue redactada por 5 mujeres torturadas en el buque, quienes dan cuenta de los delitos de lesa humanidad cometidos en la Esmeralda.

“Somos un grupo de mujeres testigos de estos hechos brutales, fuimos detenidas en diferentes lugares de Valparaíso, y llevadas al Buque Escuela Esmeralda. Nos dejaron aisladas, mediante una cortina, de los hombres detenidos o prisioneros de guerra, puestas boca abajo, con las manos en la nuca, sometidas a la tortura del sueño (se nos impedía dormir), perdiendo la noción del tiempo, amenazadas con pistolas en medio de las cejas o recibiendo golpes con las culatas de sus fusiles No había alimento ni agua. Muchas prisioneras eran sometidas a vejámenes y abusos sexuales, por parte de los aprehensores, en las letrinas o baños. Éramos mujeres de distintas edades, menores de edad, jóvenes y adultas; de distintos sectores sociales: estudiantes, profesionales, pobladoras y obreras, todas catalogadas como prisioneras de guerra por nuestros captores, que eran guardiamarinas, oficiales e infantes de marina. Fuimos obligadas a presenciar los tratos crueles, inhumanos y degradantes aplicados a los prisioneros, en su mayoría autoridades políticas y públicas de Valparaíso (Alcalde, diputados, regidores, jefes de servicio)”

Nuestros testimonios están en poder de los tribunales de justicia ya que, hace 45 años venimos denunciando la impunidad existente, el no reconocimiento de la Armada, como institución, de las graves violaciones a los derechos humanos y delitos de lesa humanidad cometidos en su buque insignia y otros recintos navales. Asimismo, exigimos que tal como señalan los tratados internacionales que Chile ha suscrito, no se permita burlar la justicia como pretenden, una vez más, los culpables de estos actos, recurriendo a argumentos pueriles.

Los delitos denunciados ameritan cárcel efectiva para los hechores y que la Armada de Chile reconozca lo que ocurrió y no se haga cómplice con su silencio de las graves arbitrariedades cometidas por personal de sus filas.

¡Justicia, nada más, nada menos!

Ex prisioneras de guerra del Buque Esmeralda
Huerta Sánchez María Elvira
Huerta Sánchez Rosa Angélica
Moreno Cortez Claudina Rosa
Ríos Onell María Teresa
Vásquez Pezoa María Isabel
Zamora Marabio Blanca Alejandrina